agenda_y_actividades_ciclos_y_conferencias_2021_artistas_navarras

28 de octubre

CONFERENCIAS EN TORNO A LA FIGURA DE LA MUJER

El Museo del Prado en la formación de las artistas navarras: los libros de registro de copistas

José Javier Azanza López
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

El período de aprendizaje forma parte de la carrera de todo pintor, y en este proceso es fundamental la “copia” de los grandes artistas, que permite estudiar el dibujo y el color, la composición, la técnica, los problemas a los que se enfrentaron y las soluciones que encontraron. En definitiva, los pintores aprenden a pintar pintando, y la copia de los maestros es fundamental en su posterior trayectoria artística.

En este contexto general, las grandes pinacotecas se convirtieron, desde el momento de su apertura al público, en el escenario de formación de multitud de artistas que acudían a sus salas a copiar sus cuadros. Y entre esas pinacotecas se encuentra el Museo Nacional del Prado, que contaba ya desde el último cuarto del siglo XIX con una reglamentación alusiva a los copistas, según la cual su nombre quedaba recogido en el llamado Registro de copistas, donde se consignaban las entradas con las solicitudes de copias de cada pintor.

La realidad de los copistas –ya en su vertiente formativa, ya profesional– es reflejada en numerosos artículos de prensa y revistas ilustradas de las primeras décadas del siglo XX, con especial incidencia en la presencia femenina en las salas del Prado, en su mayoría alumnas de Bellas Artes que estudiaban la técnica de los maestros como parte de su aprendizaje. Entre ellas se encuentra un grupo de pintoras navarras cuyos nombres han quedado registrados en los libros de copistas: Adela Bazo, Rosa Iribarren, Elena Goicoechea, Lourdes Unzu e Isabel Baquedano. Dejamos para otra ocasión a Elena Asins, madrileña de nacimiento pero navarra de adopción. En nuestro análisis, seguimos la senda marcada por investigadores como Francisco Javier Zubiaur, José María Muruzábal e Iñaki Urricelqui, y Adelina Moya y Ángel Bados para la figura de Isabel Baquedano.

Una primera referencia la proporciona Adela Bazo Cunchillos (Cascante, 1905-Buenos Aires, 1989), cuyo nombre figura en los registros del Prado correspondientes a los años 1929 y 1930, y más tarde en 1945, si bien en este último caso no copió una obra en concreto sino un interior de sala en el que captaba una visión de conjunto. Las copias de 1929-1930 corresponden a cuatro obras de Juan de Juanes (La Última Cena), Murillo (La Dolorosa) y Goya (La maja y los embozados; La vendimia o El otoño). Una fotografía incluida en un artículo de Salvador Valverde (revista Crónica, junio de 1931) muestra a una joven realizando una copia de la vendimia goyesca que quizás pueda identificarse con la pintora navarra.

Contemporánea a Adela Bazo es Rosa Iribarren (Tudela, 1894-Madrid, 1958), quien tras una formación inicial en su ciudad natal con Miguel Pérez Torres, en 1924 se trasladó a Madrid con una beca de la Diputación Foral de Navarra para continuar sus estudios de pintura. Allí fueron sus maestros el pintor cordobés Julio Romero de Torres y el valenciano Cecilio Plá. Rosa Iribarren aparece registrada como copista del Prado en dos períodos diferentes: la década de 1920, correspondiente a su formación artística; y la década de 1940, donde desarrolla una labor como copista profesional apoyada por el pamplonés Natalio Hualde, toda una institución entre los copistas profesionales del Prado. La suma de ambas etapas da un total de 24 cuadros (11 en la primera y 13 en la segunda), entre los que destaca su preferencia por el retrato como género pictórico (21 de las 24 copias son retratos) y su admiración por El Greco, Velázquez y Goya, si bien copia también autores de las escuelas flamenca, italiana, alemana y francesa. De Rosa Iribarren es la copia del Retrato de Tiburcio de Redín y Cruzat (atribuido a fr. Juan Andrés Rizzi) que se encuentra en el Palacio de Navarra, así como también la copia de una Santa Cecilia del pintor flamenco Michiel Coxcie con la que obsequió en 1925 a la Sociedad Filarmónica Tudelana.

A una generación posterior pertenece Elena Goicoechea (Pamplona, 1922-2013), quien tras su formación inicial en el taller de Javier Ciga, viaja en la década de 1940 a Madrid, figurando su nombre en los registros de copistas del Prado de 1943, 1947 y 1949. Los avalistas que garantizaron su solicitud, como era preceptivo, fueron el escultor almeriense Juan Cristóbal González Quesada y el pintor madrileño Eduardo Chicharro y Agüera.

Elena Goicoechea copió cuatro obras del Prado correspondientes a José de Ribera (San Andrés), Zurbarán (Bodegón con cacharros), Anton van Dyck (Retrato de hombre) y Goya (La ermita de San Isidro el día de la fiesta). Se conservan las copias de San Andrés y del Bodegón con cacharros, que nos hablan del buen hacer de la pintora pamplonesa para captar los rasgos físicos del cuerpo humano y las calidades táctiles de los objetos, así como del hábil manejo de la luz en sus contrastes de claroscuro; capacidad lumínica que pone de manifiesto igualmente en la copia de otras obras ajenas a la pinacoteca madrileña, como el Retrato del Procurador Jacopo Soranzo de Tintoretto, cuyo original se encuentra en el Castello Sforzesco de Milán.

Elena Goicoechea. Copia de San Andrés, de José de Ribera. 1943. Col. particular.

Con Elena Goicoechea coincidió en Madrid su amiga Lourdes Unzu (Pamplona, 1924-2019), también alumna de Ciga, cuya formación como copista queda documentada en las salas del Museo del Prado y del Museo de Arte Moderno. En el caso del Prado, con Eduardo Chicharro como avalista, su nombre aparece en los registros de 1946, 1947, 1949 y 1951, período en el que copió un total de 13 obras correspondientes a Tiziano (1), El Greco (1), José de Ribera (1), Zurbarán (1), Velázquez (2), Alonso Cano (1), Murillo (2), Goya (3) y Vicente López (1). En el caso del Museo de Arte Moderno, Leonardo Alenza y Eduardo Rosales fueron los pintores copiados. Se conserva un buen número de copias de Lourdes Unzu en las que destaca su capacidad para enfrentarse a diferentes artistas y géneros pictóricos (pintura religiosa, costumbrista, retrato, bodegón), en composiciones no exentas de dificultad, como La Dolorosa con las manos cerradas de Tiziano, El bufón El Primo de Velázquez o el Testamento de Isabel la Católica de Rosales. En el caso del Bodegón con cacharros de Zurbarán, lo copió al menos en dos ocasiones en los años 1947 y 1949.

Lourdes Unzu. Copia del Bodegón con cacharros, de Zurbarán. 1947 y 1949. Col. particular.

Completa la nómina de pintoras navarras registradas como copistas en el Museo del Prado Isabel Baquedano (Mendavia, 1936-Madrid, 2018), con un extenso período que abarca de 1952 a 1963, en el que figuran como avalistas el pintor y restaurador del Prado Gonzalo Perales Soriano, y el pintor, grabador y restaurador Fernando Labrada Martín. La pintora navarra copió un total de 12 obras correspondientes a El Greco (1), Rubens y Brueghel el Viejo (1), Velázquez (3), círculo de Frans Ykens (1), Alexander Coosemans (1), Murillo (1), Jean-Antoine Watteau (1), Claude-Joseph Vernet (1), Luis Meléndez (1) y Goya (1). Se conservan las correspondientes al Retrato de un caballero joven de El Greco y el Retrato de Felipe IV de Velázquez.

Isabel Baquedano aporta una novedad con respecto a las anteriores pintoras, por cuanto además de los consabidos géneros de pintura religiosa y costumbrista, retrato y bodegón, añade la pintura mitológica (Las hilanderas o la fábula de Aracne, de Velázquez) y el paisaje (Vista del jardín de la Villa Medici en Roma, de Velázquez; Marina: vista de Sorrento, de Claude-Joseph Vernet). Y frente al tradicional dominio de la escuela española, se encuentran también presentes las escuelas flamenca y francesa, con tres y dos obras respectivamente. Incluso más allá de géneros y escuelas, los nombres de Rubens y Brueghel el Viejo, Frans Ykens, Alexander Coosemans, Jean-Antoine Watteau, Claude-Joseph Vernet y Luis Meléndez abren el panorama de las copistas navarras en el Prado.

Isabel Baquedano. Copia del Retrato de un caballero joven, de El Greco. 1962. Col. particular.

En una valoración de conjunto de la presencia de las pintoras navarras en los registros de copistas del Prado, comprobamos cómo desde un punto de vista cronológico, coincidieron en las salas del museo madrileño Adela Bazo y Rosa Iribarren (1945), Rosa Iribarren y Lourdes Unzu (1946) y Elena Goicoechea y Lourdes Unzu (1947 y 1949). El número total de artistas copiados por las pintoras navarras asciende a 24, y las obras alcanzan los 57 cuadros. Los artistas más copiados son Velázquez (10 obras), Goya (9 obras) y El Greco (7 obras), a los que siguen Murillo y van Dyck, con 4 obras cada uno. En las escuelas pictóricas se impone claramente la española, a la que pertenecen el 70 % de los artistas copiados, o lo que es lo mismo, 40 de los 57 cuadros copiados; le siguen a distancia la flamenca (16 %), italiana (5 %), francesa (5 %) y alemana (4 %). Finalmente, domina el panorama de los géneros pictóricos el retrato (47 %), seguido de la pintura religiosa (25 %) y la pintura costumbrista (14 %), con menor presencia del bodegón (9 %), el paisaje (3 %) y la pintura mitológica (2 %).

En conclusión, la formación madrileña de este grupo de pintoras navarras será de gran importancia en su futuro devenir artístico, y su registro como copistas en el Prado pone de manifiesto el diálogo con los grandes maestros, mostrando su preferencia por determinados artistas, escuelas y géneros pictóricos. Este trabajo pretende ser tan solo una primera aproximación a un tema que deberá abordarse en profundidad y dar nuevos frutos en el futuro.