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28 de octubre

CONFERENCIAS EN TORNO A LA FIGURA DE LA MUJER

Comitentes y coleccionistas navarras a lo largo de la historia

Ignacio Miguéliz Valcarlos
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

El patrocinio y coleccionismo de arte fue una constante a lo largo de la historia, aunque por lo general asociado al elemento masculino. Al principio estuvo generalmente ligado a una expresión de poder y a costumbres y usos sociales en las que la obra de arte se utilizaba dentro del ámbito religioso como elemento devocional, y dentro del civil como elemento de representación del poder, como medio de expresar un estatus y posición social. En algunos casos, el patrocinio y coleccionismo de obras de arte estaba también vinculado al placer estético de su disfrute. Esta utilización alcanzó un gran desarrollo a partir del Renacimiento, sobre todo en Italia, institucionalizándose la generación de un coleccionismo de Estado en Francia en el siglo XVII. A lo largo de los siglos vamos a encontrar también grandes coleccionistas femeninas, como Isabel D’Este, marquesa de Mantua, María de Austria, reina de Hungría, la reina Cristina de Suecia o Isabel de Farnesio, reina de España.

El panorama navarro no va a ser una excepción, y el patrocinio de obras artísticas va a estar asociado generalmente a la figura masculina, y más en relación con formas de representación social, funcionales y pragmáticas, que con el placer estético. Mientras, el coleccionismo va a ser prácticamente inexistente. Dentro de este panorama vamos a detenernos en figuras femeninas que se hicieron cargo de la promoción y ejecución de obras de arte, por lo general relacionadas con el prestigio de la familia. Así, vemos varias figuras femeninas promotoras de edificios que van a proclamar la posición familiar, como a la reina Leonor de Castilla en la primera ampliación del castillo palacio de Olite; a Brianda de Beaumont, condesa de Lerín, en la construcción de los palacios del Condestable de Pamplona y de Baigorri, residencias de la familia; o a Juana López de Dicastillo en el palacio de los Mencos de Tafalla. Pariente de la condesa de Lerín era Beatriz de Beaumont y Navarra, que encargó la realización del retablo de la capilla mayor de la iglesia de Santiago, Dominicos, de Pamplona, lugar de enterramiento de sus padres, como indica la heráldica dispuesta en dicho retablo. La misma figura promovió las fundaciones de los conventos de Carmelitas Descalzas de Pamplona y de la Trinidad de Soria. E importantes fueron las figuras de María del Carmen Aragón-Azlor, duquesa de Villahermosa, que promovió la restauración del Castillo de Javier, o Concepción Benítez, que financió la construcción del Hospital de Navarra.

Juana López de Dicastillo. Palacio Mencos. Tafalla.

Más habitual es ver la donación de alhajas y piezas de plata por parte de mujeres a sus imágenes de devoción o a los monasterios donde profesaron. En el primero de los casos tiene un carácter tautológico, ya que al donar a la imagen sagrada la pieza que antes ellas habían usado para que se colocase sobre la imagen, entraban en contacto con la divinidad; mientras que son numerosas las piezas orfebrería financiadas o regaladas por religiosas a sus conventos, como por ejemplo sendas lámparas de Tulebras.

Beatriz de Beaumont y Navarra. Retablo mayor. Iglesia de Santiago. Pamplona.

En cuanto al coleccionismo navarro, es prácticamente inexistente a lo largo de la edad moderna, tanto en el ámbito masculino como en el femenino. Ejemplo del primero es el canónigo calagurritano Juan Miguel Mortela, y del segundo, sor Leonor de la Misericordia –Leonor de Ayanz y Navarra antes de profesar–, que reunió una colección de estampas, aunque en este caso con fines devocionales. No será hasta nuestros días cuando veamos en Navarra la figura de una auténtica coleccionista, María Josefa Huarte Beaumont, quien reunió una importante colección de arte contemporáneo que donó a la Universidad de Navarra, dando origen al Museo Universidad de Navarra.

María Josefa Huarte. Museo Universidad de Navarra. Pamplona.