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26 de septiembre

Ciclo de conferencias

Adaptación e ingenio: el proyecto arquitectónico de Santa María de Roncesvalles

Javier Martínez de Aguirre
Universidad Complutense de Madrid

Roncesvalles es camino, y por camino, lugar de batalla y de paso de peregrinos; por calzada, hospital, y por hospital, canónica y santuario; por santuario, templo y no uno cualquiera, sino iglesia que en fecha muy temprana del siglo XIII introdujo en Navarra y en toda la península el gótico francés a la manera que por esos años se estaba inventando en el entorno de París y Chartres. Pero además es escenario de creatividad. Lo fue, poético, para el Cantar de Roldán y para su versión local, el llamado Roncesvalles navarro, dado a conocer por don Ramón Menéndez Pidal hace poco más de cien años. E igualmente escenario de creatividad para el arquitecto que proyectó y edificó la iglesia, quien no se contentó con alzar a más de ochocientos kilómetros de distancia una construcción singular, que uno esperaría encontrar a orillas del Sena, sino que supo hacerla única mediante soluciones inesperadas.

Adaptación e ingenio: el proyecto arquitectónico de Santa María de Roncesvalles

Se cumplen setenta y cinco años del artículo esclarecedor de Leopoldo Torres Balbás sobre Santa María de Roncesvalles, en el que demostró que el arquitecto de la iglesia pirenaica supo importar un fragmento de la planta de Notre Dame de París con su correspondiente distribución de bóvedas. Carlos Martínez Álava ha venido a completar el itinerario formativo del arquitecto, conocedor también de soluciones derivadas de Chartres y sus secuelas. Pero, como decía, el maestro volcó lo aprendido en el norte de Francia en un diseño único.

La conferencia repasó los objetivos y las motivaciones de sus principales aportaciones, entre ellas la adaptación a las condiciones del terreno mediante la construcción de una cripta bajo el presbiterio, cripta ornamentada con un espléndido revestimiento pictórico mural con motivos vegetales y geométricos. Además, reforzó los muros laterales dotándolos de un considerable grosor, lo que le permitió alojar dos escaleras intramurales, una de bajada para acceder a la cripta y otra de subida para servicio de triforios y cubiertas, escaleras dispuestas una sobre la otra, cruzando sus sentidos en el mismo tramo mural. Por el flanco meridional, el potente muro afianza sobre el terreno la construcción y atenúa el posible efecto negativo del desnivel con el claustro. Ambos cierres perimetrales sirven de apeo a los primeros arbotantes en tierras navarras. No menos interesante es su inteligente modo de resolver el remate de las naves laterales, de tal suerte que los testeros de los tramos orientales se llenan de luz gracias a dos lancetas, mientras las colaterales quedan en sombra por la inexistencia de ventanas de iluminación directa en los muros norte y sur. Y supo aprovechar los avances en la construcción en serie de la época para diseñar triforios y óculos originales, por medio de componentes labrados con las mismas plantillas en todos los tramos, que facilitaron la edificación, proporcionando ligereza y luminosidad al edificio.

En conjunto, pese a que el importante papel que la historiografía ha otorgado a la iglesia en el panorama del gótico europeo está por encima de sus valores intrínsecos, no hay duda de que el templo revela la presencia en Navarra de un artista de considerable pericia e inventiva. Sin duda Sancho el Fuerte, que impulsó su edificación, habría quedado satisfecho de los resultados.