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23 de octubre

Ciclo de conferencias

PATRIMONIO HIDRÁULICO EN NAVARRA
El abastecimiento de agua en Pamplona en el contexto de la Ilustración

José Luis Molins
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

 

Modernización de Pamplona en el siglo XVIII

Es obvio resaltar el papel de Pamplona dentro de Navarra, como referente y modelo, dada su función de capital del antiguo Reino y sede de sus instituciones (por lo que secularmente era denominada Cabeza del Reino en la documentación oficial). Gracias a la previsión de una minoría ilustrada, extraordinariamente dinámica y emprendedora, la ciudad asiste durante el siglo XVIII a una radical modernización urbana: la primera mitad de la centuria había contemplado la edificación de la Casa de Misericordia (1706); del Palacio de los Marqueses de San Miguel de Aguayo, terminado hacia 1711; del episcopal (1732-1736); del Colegio de San Juan Bautista (1734) o de su coetáneo, del Marqués de Rozalejo. La Capilla de San Fermín se había inaugurado en 1717.

Mediado el siglo, don Buenaventura Dumond, conde de Gages, virrey de Navarra entre 1749 y 1753, fecha de su muerte, dispone la construcción de los baluartes exteriores del Redín y la puesta al día del Camino Real hasta Tudela. La Capilla de la Virgen del Camino prolonga sus obras entre 1758 y 1776. Para atender a su creciente población, Pamplona renueva su caserío en edificios de varios pisos –en ocasiones hasta siete–, rotula y alumbra las calles, numera los portales e instala canaletas y bajantes de aguas pluviales.

A partir de los años cincuenta se asiste a una intensa actividad edilicia tendente a la puesta al día del urbanismo. En el origen de esta revolución, otro virrey (1765-1768), don Ambrosio Funes de Villalpando y Abarca de Bolea, conde de Ricla, cuya mentalidad ilustrada le lleva a abordar la solución de un serio problema que compromete la salud pública, como era el aprovisionamiento de aguas de boca y la supresión de las residuales. Viéndose obligado a elegir prioridades, estimó más urgente la eliminación de las aguas negras, por razones de higiene general y peligro continuo de epidemias. En consecuencia, el Regimiento o Ayuntamiento emprendió actuaciones entre 1766 y 1772 que culminaron con la realización del proyecto ideado por don Pablo Ramírez de Arellano, “famoso architecto de Madrid y theniente del renombrado Sabatini”, a fin de precipitar la aguas sucias en el cauce del río Arga. El empedrado de las rúas vendría a complementar esta obra de alcantarillado.


Pablo Ramírez de Arellano. Proyecto de alcantarillado. 1767.

Pablo Ramírez de Arellano. Proyecto de alcantarillado. 1767.
 

La traída de aguas

Pero faltaba por hacer un trabajo de mayor envergadura, dificultad y costo, complementario del anterior: la provisión de aguas, imperiosa necesidad sentida desde tiempo atrás por la ciudadanía. En mayo de 1774 arribó a Pamplona el ingeniero hidráulico François Gency, francés de nacimiento y natural de la provincia de Champaña. Vino desde Bayona a donde le hizo llamar el Regimiento. A finales del año presentó un proyecto, anotado en francés, minucioso y agradablemente coloreado, que plasmaba el posible viaje de las aguas desde el nacedero de Subiza. Optó por el sistema de tubería inclinada, líquido a presión y superación de desniveles por vasos comunicantes. Remitido el plan a Madrid, la Academia de San Fernando hizo notar la falta de un topográfico, que sería aportado por el ingeniero en agosto del año siguiente. Los académicos dieron entonces por bueno lo previsto, aunque imponiendo como sistema la conducción a nivel mediante arcos –a la romana, diríamos– en vez del encañonado inicialmente ideado.


François Gency. Viaje de las aguas. Se aprecian el Portal de San Nicolás, la Basílica de San Ignacio, el Convento de Carmelitas Descalzas y la Plaza del Castillo. 04-10-1777.

François Gency. Viaje de las aguas. Se aprecian el Portal de San Nicolás, la Basílica de San Ignacio, el Convento de Carmelitas Descalzas y la Plaza del Castillo. 04-10-1777.


En mayo de 1776 se estaba en condiciones de emprender la obra, pero quiso entonces la Ciudad –era cuantioso el costo de la empresa– cerciorarse de su acierto. Vista por el propio rey Carlos III la carta del Regimiento, se permitió a don Juan de Villanueva, uno de los directores de la Academia, su desplazamiento aquí. Los informes de Villanueva no satisficieron a sus colegas académicos, de modo que los regidores pamploneses determinaron adoptar el plan de Gency, en su día ya aprobado por la docta Institución de San Fernando.

La cicatería local de algunos fontaneros y maestros de obras obligó al francés a ofrecer un nuevo itinerario, en febrero de 1778. En marzo siguiente se convocó un concurso, resuelto nuevamente a favor del champañés, al que se presentaron, además del propio Gency, Sebastián de Perugorría y José Pablo Olóriz. En junio de 1779 ocurrió un contratiempo que para Gency sería el descalabro. El reservatorio o depósito general regulador, situado “junto a la cerca de la huerta de Descalzas, frente al portal llamado de la Texería” (en lo que hoy se corresponde con las traseras del Teatro Gayarre) evidenció síntomas de ruina, por defecto de construcción. Provocó ello la suspensión de los trabajos. La discrepancia de criterios entre Ochandátegui y Aranguren, a quienes se había encomendado reconocer planos y terrenos, propició finalmente la comparecencia de don Ventura Rodríguez en el asunto. Una Real Orden comunicada al Regimiento de Pamplona el 3 de agosto de 1780 dispuso que Ventura Rodríguez, Maestro Mayor de Madrid, “pasase personalmente a esta Ciudad con la brevedad posible a enterarse y encargarse de la Dirección y ejecución de la obra de fuentes, teniendo presentes todos los planes anteriormente formados, y particularmente el que [se] sirbió aprobar el Rey [se refiere al plan de Gency], precedido el informe y rebisión de la Academia de San Fernando”.

Ventura Rodríguez

Puede afirmarse que don Ventura Rodríguez (1717-1785) es uno de los arquitectos españoles más sobresalientes del siglo XVIII. Su amplia obra refleja como ninguna otra la transformación y el tránsito entre la arquitectura hispánica tardobarroca y el Neoclasicismo. Formado con arquitectos extranjeros –franceses e italianos, venidos al servicio de las necesidades de la Monarquía, en el advenimiento de la nueva dinastía borbónica–, tuvo unos inicios en el gusto estético del último barroco imperante en Europa. Favorecido por Fernando VI, llegó a ser director de la Academia y arquitecto de aristócratas, cabildos eclesiásticos y municipios. Sus proyectos, en número que se aproxima al centenar y medio, aunque en muchos casos no se realizaron, van desde un concepto plenamente barroco, de gusto italiano y francés, hasta el academicismo de los últimos tiempos del que es exponente su obra en Navarra y, más concretamente, en su capital: el acueducto de Subiza a Pamplona y la fachada de la seo iruñense.


Ventura Rodríguez. Sillería en los pilares, ladrillo en los arcos y mampostería en los entrepaños se combinan en el Acueducto de Noáin.

Ventura Rodríguez. Sillería en los pilares, ladrillo en los arcos y mampostería en los entrepaños se combinan en el Acueducto de Noáin.


Llegó aquí el prestigioso arquitecto Rodríguez Tizón el 30 de octubre de 1780 acompañado de su sobrino Manuel Martín Rodríguez, que también era académico; de Julián de Barcenilla y Ramón Durán, delineantes; y de un criado. Se alojaron todos por cuenta de fondos municipales en casa de don Francisco Pérez, presbítero corista de San Saturnino. Tras cuarenta días de trabajo sobre el terreno, en los que no faltaron lluvias y nieves, el 9 de diciembre partió don Ventura a la Corte con veinticinco doblones de anticipo en la faldriquera y abundantes anotaciones para proyectar.

En diciembre de 1782 se recibieron en Pamplona sus planos y memoria, que habían sido aprobados mediante Real Orden por el Supremo Tribunal de la Cámara el día cuatro de noviembre. Meses antes, Rodríguez había hecho notoria la imposibilidad de encargarse personalmente de la dirección física del plan, a la vez que proponía para ello a Francisco Alejo Aranguren, vecino de Logroño, y al durangués Santos Ángel de Ochandátegui, residente entonces en Puente la Reina. Fueron, en efecto, llamados, ocupados como estaban en llevar adelante en Miranda de Arga el proyecto de casa consistorial, cárcel, carnicería y otras dependencias, que había sido también ideado por el mismo don Ventura en 1778.

En lo fundamental, la obra del suministro de agua a Pamplona se desarrolló entre 1783 y 1790 con un costo aproximado a los trescientos mil pesos. A partir de 1785, la dirección técnica fue competencia exclusiva de Santos Ángel de Ochandátegui, pues en esta fecha falleció Francisco Alejo Aranguren, con quien hasta entonces había compartido la responsabilidad. Puede decirse que la empresa culminó el día de san Pedro de 1790 con el fluir de las aguas en una fuente provisional, emplazada en el exterior de las murallas. Pero habían de transcurrir ocho años antes de la puesta en uso del aprovisionamiento público en el interior de la ciudad, pues en esa fecha manaron las fuentes, hoy gala del casco antiguo pamplonés, cuyas trazas habían sido diseñadas y entregadas por don Luis Paret y Alcázar en abril de 1788. De Paret (1746-1799) baste decir aquí que fue el pintor español más significado del siglo XVIII después de Goya, y el mejor exponente del Rococó. Fue, pues, dentro de 1798 –y en todo caso antes de su mes de septiembre– cuando el agua limpia sobrante de las nuevas fuentes comenzó a penetrar en el alcantarillado a través de los oportunos orificios en el empedrado, contribuyendo así con su caudal a la mejor eliminación de las fecales.


Luis Paret y Alcázar. Traza para la Fuente de Neptuno. 1788.

Luis Paret y Alcázar. Traza para la Fuente de Neptuno. 1788.


Del proyecto del viaje de las aguas concebido por Rodríguez Tizón, ejemplo señero del ánimo emprendedor de aquellos consistorios, subsiste y destaca el acueducto de Noáin, elemento característico y definitorio del paisaje de la Cuenca en su sobria funcionalidad de líneas. Según Yárnoz Larrosa, tenía en su disposición originaria mil doscientos cuarenta y cinco metros de longitud, noventa y siete arcos de ladrillo sobre basamento de sillería –hoy son menos, pues en 1858 se derribó un pilar para dar espacio a la vía del ferrocarril; y en fecha más reciente se suprimieron uno o dos arcos por exigencia de la insensible autopista aledaña–, con una luz de ocho metros y treinta y cinco centímetros cada uno; y una altura variable, que en su máximo alcanza los dieciocho metros. El puente termina por sus extremos en gruesos muros de mampostería en talud, hasta alcanzar el nivel de la conducción sobre el terreno.

Como anécdota cabe citar la opinión errónea expresada en 1845 por el clérigo británico Francis Trench en su obra Diary of Travels in France and Spain, al estimar el acueducto de Noáin como erigido en época romana. También es bien conocida la experta opinión de su paisano, el arquitecto y tratadista Street, al considerar que “por su sencillez y grandiosidad de su traza es digno de figurar entre los más hermosos de Europa”. Cedido el acueducto a la Diputación Foral por acuerdo del Ayuntamiento de Pamplona, adoptado en 25 de mayo de 1939, “para que lo conserve como monumento y exponente de las obras realizadas en tiempos históricos”, en 1941 aquella Administración hubo de acudir a la reconstrucción de cuatro arcos y sus pilares, derruidos por erosión del río Elorz. Desde 1992 está declarado Monumento Nacional, Bien de Interés Cultural en la adaptación legislativa posterior.

Entre 1783 y 1800 se construyó la fachada de la Catedral de Pamplona según el proyecto de Ventura Rodríguez. La dirección a pie de obra corrió a cargo de Ochandátegui, para entonces muy acreditado por su trabajo como Director de Caminos de Navarra (1780-1802), autor de numerosos proyectos arquitectónicos en Pamplona y Navarra e inspirador de las nuevas Ordenanzas de Edificios de la Ciudad (1786). Cuando en 1802 obtiene venia para renunciar a sus empleos y retirarse a la Vizcaya natal por quebrantos de salud, las pautas para el asentamiento del Neoclasicismo en Navarra están marcadas por ambos arquitectos.