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La pieza del mes de julio de 2023

DOS CÁLICES GÓTICOS INÉDITOS CON MARCA DE PAMPLONA EN COLECCIÓN PARTICULAR

Ignacio Miguéliz Valcarlos
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro
Universidad de Navarra

Al igual que en otros centros peninsulares, la platería navarra experimentó un fuerte desarrollo durante el siglo XVI, cuando se extendió el uso de la plata como material para realizar los vasos sagrados y otras piezas de uso para el culto divino, al mismo tiempo que se produjo el asentamiento de las diferentes tipologías y el nacimiento de otras nuevas. Este desarrollo culminará en el último tercio de siglo, momento en que se van a realizar alguna de las obras más interesantes de este arte en Navarra. Igualmente, en la centuria anterior se habían legislado las primeras leyes y normas de control para el trabajo de la plata en Navarra, con la implantación del sistema de marcaje y la aparición del gremio de San Eloy, que congregaba entre otros a los maestros plateros. Este desarrollo de la platería navarra, que fue paralelo al de otros centros peninsulares, propició que el quinientos fuese una de las épocas más florecientes y originales en cuanto a la historia de este arte en Navarra, con la producción de piezas de gran riqueza plástica. Dentro de este panorama, la evolución fue gradual, desde las primeras décadas de siglo a las últimas, observándose en la primera mitad de siglo la pervivencia de elementos retardatarios de tradición gótica. Este apego a los modelos anteriores se reflejó sobre todo en la tipología del cáliz, donde la evolución al nuevo estilo renacentista fue gradual, introduciéndose primero en la ornamentación. En el caso de este tipo de piezas, en Navarra podemos ver la ejecución de varios modelos diferentes, cada uno de los cuales adoptará también variantes particulares. Dentro de este contexto hay que situar sendos cálices que, procedentes del mercado del arte, se conservan en una colección particular de Barcelona. Ambas piezas presentan estampado el punzón de localidad de Pamplona, aunque solo uno de ellos tiene marca de autoría. A pesar de las diferencias estilísticas entre ambos, los dos se pueden datar en el segundo tercio del siglo XVI, siguiendo los modelos imperantes en esos momentos en el centro de Pamplona.

El primero de ellos, realizado en plata en su color y dorada, presenta una base de perfil troncocónico, con zócalo esvasado entre molduras rectas, seguido de un cuerpo acucharado que da paso al astil cilíndrico, con nudo de manzana con besantes circulares alternos con hojas de cardo, y copa acampanada. Como suele ser habitual en el centro de Pamplona, se trata de una pieza de gran sencillez, donde prima la estructura arquitectónica de la obra, que presenta una sobria decoración compuesta por una cenefa almenada que separa la parte superior de la base del astil, y diferentes elementos vegetales: roleos en el astil, flores de cinco pétalos en los besantes y las hojas de cardo de la manzana, que se completa con la figura incisa de una cruz sobre rocas en la base.

Como ya hemos dicho, tiene estampadas en la base las marcas de localidad de Pamplona, PPLON, en caracteres góticos y con tilde sobre la primera P y la N final, surmontada por corona, así como la de platero, GI/PO·A, correspondiente al artífice Pedro de Aróstegui (1502-1562). Tal y como señala Asunción de Orbe y Sivatte, este punzón de localidad se corresponde con la primera variante de marca que se empleó en la ciudad, y que comenzó a utilizarse en 1423, tras la declaración del Privilegio de la Unión de Pamplona por Carlos III, y que perduró hasta 1574, momento en que se promulgó la orden real por la que Navarra pasó a usar la ley de metales de Castilla. La misma autora identifica la marca de autoría como la del maestro Pedro de Aróstegui, artífice al que documenta entre 1533 y 1562, autor también de una cruz para San Lorenzo de Pamplona, hoy perdida, y de la cruz de Alcoz, dos píxides de Marcaláin y una de Unzu, todas ellas, al igual que la pieza aquí estudiada, de gran sencillez. Este cáliz responde a uno de los modelos de cáliz empleado en Pamplona, aunque no es exclusivo de este taller, con base de perfil troncocónico, cuando lo más habitual es que sean polilobuladas, astil con nudo de manzana y copa abierta, al que también responde el cáliz de Ciganda o uno de la catedral de Pamplona. Sin embargo, en esta obra de colección particular, la decoración de besantes circulares y hojas de cardo situada en el nudo de manzana tiene mayor desarrollo de lo que vemos en otros ejemplares, donde generalmente se inscriben elementos vegetales en cartelas de sección romboidal que se adaptan al perfil del nudo de manzana.

El segundo de los cálices que nos ocupa responde a otro de los tipos de cáliz realizado en Pamplona, aunque nuevamente no en exclusiva. Se trata de una variante del modelo más habitual en los talleres pamploneses, de base elevada articulada por ocho lóbulos y cuerpo circular, astil hexagonal con nudo de manzana y copa abierta con rosa. A este modelo responde el cáliz de Burgui. Sin embargo, la pieza aquí estudiada introduce la novedad de que la parte superior del cuerpo circular de la base es troncopiramidal truncado, y no troncocónica. Así, se trata de un cáliz realizado en plata en su color y dorada, articulado mediante una base polilobulada con zócalo elevado sobre el que asienta un segundo cuerpo circular acucharado y otro, en solución de continuidad, octogonal, que da paso al astil, también octogonal. Nudo de manzana achatada con besante circulares alternos con hojas lanceoladas y copa acampanada con rosa de motivos vegetales. Presenta una estructura de gran sencillez, en la que priman las líneas arquitectónicas, a la que se superpone una sobria decoración que se articula mediante una cenefa vegetal entre molduras en el zócalo de la base, flores de cinco pétalos en los besantes del nudo de manzana, perfilados mediante una moldura sogueda, y por las hojas de cardo que forman la rosa.

Presenta estampada la misma marca de localidad de Pamplona, acompañada de la burilada, que la pieza anterior, PPLON en caracteres góticos y con tilde en la primera P y la N, surmontada por corona, que se corresponde con el primer punzón de localidad de la capital navarra, empleado, tal y como hemos dicho, entre 1423 y 1574. Al contrario que la pieza anterior, no presenta marca de autoría, por lo que desconocemos al platero que lo realizó. Como ya se ha mencionado, estilísticamente responde a una variante del modelo del cáliz de Burgui, modelo que perduró en el tiempo y del que quedan numerosos ejemplares. Al contrario que en el de Burgui, donde los besantes situados en el nudo de manzana son incisos y de perfil romboidal para adaptarse a la curvatura de la manzana, en el cáliz aquí estudiado son circulares, de mayor desarrollo, y alternos con hojas lanceoladas. Similares a este son los cálices de Reta y Urdanoz, con la rosa más desarrollada y cenefa de celdillas en la base, o los de Góngora y Liédena, que no presentan rosa. Fueron muchos los plateros del centro de Pamplona que realizaron obras siguiendo estos modelos de cáliz y varios de ellos muestran la misma variante de marca de localidad, aunque ninguno de ellos presenta un vínculo estilístico estrecho que nos permita adscribir la pieza aquí estudiada a un platero concreto.

Igualmente, la ausencia de cualquier referencia en la propia pieza, como una inscripción o un elemento heráldico, nos impide conocer el lugar de procedencia de estas obras. La presencia de este tipo de piezas argénteas en el mercado del arte es algo habitual y recurrente ya desde el siglo XIX. En relación con ello no hay que olvidar que, a lo largo del ochocientos, España, y por ende Navarra, sufrió una serie de guerras, como las napoleónicas y las carlistas, que asolaron el país, contiendas en las que se recurrió a la plata de las iglesias para sufragar los cuantiosos gastos ocasionados y que, de igual manera, los tesoros de muchas iglesias fueron saqueados por los diferentes bandos en lucha y por bandidos. A ello hay que sumar los efectos de las desamortizaciones eclesiásticas, que supusieron un duro golpe para los ajuares artísticos de un gran número de templos. Todo ello provocó que se incorporasen al mercado del arte numerosas piezas artísticas, entre ellas obras de orfebrería, en las que probablemente hay que incluir los dos cálices aquí estudiados.

FUENTES Y BIBLIOGRAFÍA

HEREDIA MORENO, M.ª C. y ORBE SIVATTE, A., Bibliografía de los plateros navarros del siglo XVI. Aproximación a su entorno, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1998.

HEREDIA MORENO, M.ª C. y ORBE SIVATTE, M., Orfebrería de Navarra 2. Renacimiento, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1988.

MIGUÉLIZ VALCARLOS, I., “Pérdida de las alhajas de plata por la Iglesia navarra durante la Guerra de Independencia (1808-1814)”, en Príncipe de Viana, n.º 256, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2012.

ORBE SIVATTE, A., Platería del Reino de Navarra en el siglo del Renacimiento, Pamplona, Gobierno de Navarra, 2000.

ORBE SIVATTE, A. y ORBE SIVATTE, M, “Aproximación al funcionamiento de los plateros de la ciudad de Pamplona”, en Príncipe de Viana, n.º 192, Pamplona, Gobierno de Navarra, 1991.