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29 de junio

7 de julio ¡san Fermín!: el ceremonial en torno al santo patrón

Alejandro Aranda Ruiz
Técnico de Patrimonio Cultural. Arzobispado de Pamplona y Tudela

Entre las numerosas festividades celebradas por el Ayuntamiento de Pamplona y la Diputación del Reino de Navarra durante la Edad Moderna, cobraron una importancia singular las dedicadas a san Fermín, que se convirtió en el santo más celebrado de la capital.

El ceremonial desplegado en estas ocasiones, construido a lo largo de los siglos y siempre sujeto a cambios y evoluciones y en el que se combinaba lo religioso y lo profano, lo litúrgico y lo civil, ponía de manifiesto la importancia de san Fermín como abogado, patrón, protector e imagen de la ciudad de Pamplona y del reino de Navarra.

1. San Fermín: imagen y signo de identidad de Pamplona y Navarra

Como era habitual en el Antiguo Régimen, en una sociedad en la que la religión era una herramienta poderosísima de cohesión social, las comunidades políticas y humanas de reinos y ciudades forjaron su identidad en torno a una serie de elementos comunes, entre los cuales sobresalió de especial modo el culto a los santos. Pueblos, reinos y ciudades se dotaron de una pléyade de intercesores celestiales que abogasen por ellos ante el tribunal de Dios, a la par que sirviesen para reafirmar su identidad frente a los demás y mostrar su especial relación con la divinidad.

En el caso de Pamplona y Navarra el mejor exponente de ello fue san Fermín, que acabó adquiriendo con el tiempo la doble categoría de patrono de la ciudad de Pamplona (nunca oficializado) y del reino de Navarra (oficializado en 1657).


Busto relicario de San Fermín, finales del siglo XV y posterior. Pamplona, parroquia de San Lorenzo.
Foto: Alejandro Aranda.

A pesar de los precedentes medievales del culto a san Fermín, esta vinculación especial y privilegiada entre el santo y Pamplona/Navarra no se produjo de manera definitiva hasta los siglos XVI y XVII; de tal manera que la “construcción” o “invención” de san Fermín como patrono de Pamplona/Navarra puede considerarse como algo propio de la Edad Moderna. El ceremonial reflejó ese fenómeno y contribuyó a reforzarlo.

2. San Fermín celebrado por la Ciudad y el Reino: el culto ordinario y extraordinario

Las funciones en las que recibía culto el santo mártir por parte del Ayuntamiento y la Diputación se pueden dividir en dos grupos: funciones ordinarias y extraordinarias. Las funciones ordinarias hacen referencia a las festividades fijas en el calendario que cada año honraban a san Fermín:

  1. Fiesta de san Fermín. Se celebró el 10 de octubre (día de la entrada de san Fermín en Amiens) hasta que el Sínodo de 1590 acordó transferir esta festividad al 7 de julio, condescendiendo a los deseos del Ayuntamiento, que deseaba que esta fiesta coincidiese con las ferias que se celebraban en la ciudad. Se presupone que la participación del Ayuntamiento comenzó en el siglo XV. El lugar de la celebración era y sigue siendo la parroquia de San Lorenzo.

  2. Fiesta de las Reliquias de san Fermín. Celebrada por la Diputación desde 1658, en cumplimiento de uno de los puntos de la concordia alcanzada en 1656 entre esta institución y el Ayuntamiento de Pamplona para el reconocimiento de san Fermín y san Francisco Javier como patronos igualmente principales de Navarra. Conmemoraba la invención de las reliquias de san Fermín el 13 de enero de 615 por el obispo san Salvio de Amiens y era celebrada el 13 de enero si caía en domingo y si no, el domingo inmediato a este día. El lugar de celebración era la parroquia de San Lorenzo.

  3. Fiesta del Martirio de san Fermín (25 de septiembre). Celebrada por el Ayuntamiento, la primera vez que se registra esta festividad es en 1656, año en que Pamplona acordó aceptar a san Francisco Javier por patrón de Navarra. Sin embargo, en un claro deseo de que san Fermín no quedase ensombrecido, el consistorio comenzó a celebrar esta festividad que conmemoraba el dies natalis del santo el día 25 de septiembre. Como las anteriores, el lugar de celebración era la parroquia de San Lorenzo. 

Al culto ordinario se sumaba el culto extraordinario en forma de rogativas y acciones de gracias en las san Fermín se convertía en el foco sobre el que el Ayuntamiento manifestaba su angustia o gratitud. La Diputación, en cambio, celebró contadísimas rogativas y acciones de gracias a san Fermín, prefiriendo en esto a san Francisco Javier.

3. El ceremonial en torno a san Fermín

La fiesta de san Fermín

La del 7 de julio era la fiesta más solemne de las funciones ordinarias que a lo largo del año se celebraban en honor de san Fermín, tanto desde el punto de vista religioso como civil.

Desde el punto de vista religioso, se puede afirmar que mayor solemnidad no era posible, con una fiesta que se desarrollaba a lo largo de tres días. De este modo, la celebración comenzaba el 6 de julio con vísperas cantadas, continuaba el 7 por la mañana con procesión y misa solemne con sermón y música y por la tarde con segundas vísperas, y culminaba el 14 de julio con la octava celebrada con misa solemne con música.

El gran protagonista y organizador de los actos era el Ayuntamiento de Pamplona que, en nombre y representación de toda la comunidad, rendía culto a san Fermín. En consecuencia, se encargaba del ornato de la capilla, de elegir y pagar al predicador, así como de los gastos principales de las funciones, como la luminaria y la música. El consistorio también convocaba al vecindario a través de bando y a los gremios y consultores (concejales que lo habían sido el año anterior) por carta.

Desde el punto de vista civil, la fiesta del 7 de julio también se revestía de la máxima solemnidad. El Ayuntamiento acudía en Cuerpo de Ciudad, pero con la particularidad de vestir de gala y ampliando su cortejo habitual con músicos, danzantes populares y gigantes. Asimismo, la importancia de la festividad era subrayada mediante el empleo de la bandera de la ciudad, cuya aparición pública se reservaba de ordinario para esta festividad y la del Corpus.


Dantzaris del Ayuntamiento en el atrio de la catedral en 2014. Foto: Alejandro Aranda.

Pero además del Ayuntamiento y los gremios, a la procesión de san Fermín podían concurrir otras autoridades civiles, como los virreyes, si bien su asistencia no es muy habitual. Como expresión de la comunidad urbana que era, en la procesión de san Fermín se daban cita todos los estamentos sociales de la ciudad. De este modo, a las autoridades civiles se sumaban las religiosas a través del Cabildo Catedral, que presidía la procesión, las parroquias y las comunidades religiosas masculinas. El obispo, como el virrey, también podía asistir, pero su presencia en los actos no era frecuente en la Edad Moderna.

Como se puede apreciar, el elemento central de la fiesta de san Fermín era la procesión y la misa del día principal, una de cuyas notas principales era su carácter estacional. Así, y según se continúa realizando en la actualidad, la procesión comenzaba en la catedral, se dirigía a la iglesia de san Lorenzo, desde donde se reanudaba la procesión con el busto relicario del santo, tras la cual se celebraba la misa para después regresar a la seo, donde se concluía la función. Desconocemos el origen de esta estacionalidad, así como sus razones, pero esta manera de celebrar la procesión, si bien con algunas diferencias, ya se encontraba en las reglas de coro de la catedral de los siglos XV-XVI, citadas por Fermín de Lubián. Independientemente de otras razones, coincidimos con Arraiza en que esta liturgia trataba de emular el culto martirial romano. No en vano, carácter estacional tenían muchas de las procesiones a las que a lo largo del año concurrían Ayuntamiento y Cabildo.

Fiesta de las Reliquias de san Fermín

Celebrada por la Diputación en San Lorenzo, contaba con vísperas y misa solemne con sermón al día siguiente. La Diputación, como el Ayuntamiento, asistía a la función en cuerpo de comunidad, acompañada de sus maceros y de los clarineros y timbalero que tomaba prestados del Regimiento.

Sin embargo, la asistencia de la Diputación a la fiesta difería de la del Ayuntamiento en varias cosas. En primer lugar, el desplazamiento a la iglesia desde la sede de la Diputación no se hacía a pie, sino en coche, utilizándolo al principio de manera intermitente y de manera definitiva desde 1706. En segundo lugar, la Diputación invitaba a determinadas personalidades de la capital a la fiesta con objeto de que le acompañasen a la función.

Las vísperas y misa contaban con la participación de la capilla de música, que interpretaba este día dos villancicos compuestos para la ocasión. Como sucedía con el Ayuntamiento, la Diputación prestaba especial atención al ornato de la capilla, corriendo a cargo de los gastos de luminaria. Asimismo, junto a la música se sumaban los fuegos artificiales y la hoguera que la Diputación reservaba para los patronos san Fermín, san Francisco Javier e Inmaculada Concepción. Estos fuegos se quemaban siempre tras la celebración de las vísperas en la puerta de San Lorenzo.


Detalle de la capa pluvial del terno usado en la procesión de San Fermín, Francisco Linzuáin, 1786. Pamplona, catedral.
Foto: Alejandro Aranda.

La fiesta del Martirio de san Fermín

Celebrada por el Ayuntamiento, la fiesta contaba vísperas la tarde del 24 y misa y sermón en la mañana del 25. La fiesta gozaba de mucha menos solemnidad que la del 7 de julio, de modo que el Ayuntamiento solo vestía de media gala y no sacaba su bandera. Sin embargo, el cortejo municipal sí solía incorporar danzas. El consistorio se hacía cargo de los gastos de música, predicador y limosna de la misa.

3. Epílogo

La única fiesta que se ha mantenido hasta nuestros días prácticamente igual a como se celebraba en la Edad Moderna es la san Fermín de julio. En palabras de Simon Jenkins, que escuché al profesor Justin Kroesen: “las iglesias son nuestro acceso más directo al pasado”. Quiero entender que en el concepto de iglesia entra también su uso y su función, sus manifestaciones inmateriales de música, ceremonial y liturgia. La fiesta de san Fermín es, en consecuencia, uno de esos accesos privilegiados que los pamploneses tienen a su pasado, un pasado que les interpela a reflexionar no solo sobre lo que fueron, sino sobre lo que quieren ser en el futuro.