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30 de octubre de 2013

Ciclo de conferencias

Santuarios navarros en la Ribera de Navarra

D. José Javier Azanza López.
Cátedra de Patrimonio y Arte navarro

Los siglos de la Edad Moderna, en especial el XVII, suponen una época de revitalización del culto mariano en la Ribera de Navarra, que tiene su reflejo en las cofradías y asociaciones dedicadas a la Virgen, así como en las romerías, procesiones, novenas y otros cultos celebrados en su honor. Como consecuencia de esta devoción, un nutrido conjunto de santuarios se construyen ahora de nueva planta o remodelan sus estructuras, edificios cuya ejecución y ornato fueron entendidos como una obra colectiva a la que contribuyeron poderes públicos y donativos particulares, algunos llegados de Ultramar.

Digno es en este conjunto de santuarios riberos el análisis de su emplazamiento y las motivaciones del mismo, algunos en el casco urbano de la localidad y otros a cierta distancia de él. Excepcional resulta en este sentido la galería que comunica Cascante con su santuario del Romero, un auténtico “tren de ladrillo” formado por 37 arcos de medio punto que puede ponerse en relación –aunque a un nivel más modesto- con la galería porticada que une la ciudad de Bolonia con el templo de la Madonna de San Luca.


Cascante. Basílica de Nuestra Señora del Romero. Arquería

Cascante. Basílica de Nuestra Señora del Romero. Arquería
 

En cuanto a su planta, la mayor parte adopta disposición de cruz latina siguiendo modelos de la arquitectura conventual. Encontramos no obstante excepciones, caso del Romero de Cascante, cuya planta de tres naves mantiene la configuración de la primitiva ermita medieval; y de la basílica del Patrocinio de Milagro, de planta ovalada que remite al concepto de arquitectura “mariano-mórfica” procedente de Italia que considera al óvalo como la más perfecta de las formas geométricas, a la vez que le atribuye un claro simbolismo mariano porque su belleza es semejante a la gracia y delicadeza del cuerpo femenino, y éstas alcanzan su sublimación en el sagrado cuerpo de la Virgen.
 

Milagro. Basílica de Nuestra Señora del Patrocinio. Planta

Milagro. Basílica de Nuestra Señora del Patrocinio. Planta
(Fotografía: Catálogo Monumental de Navarra)

 

En su aspecto exterior, la sobriedad resulta la nota característica de los santuarios de la ribera navarra, merced al empleo de volúmenes geométricamente simples que los convierten en auténticas “cajas fuertes” que protegen el tesoro interior. El ladrillo es el material por excelencia, explorándose sus posibilidades decorativas mediante labores de cajeamientos y cadeneta que aportan interesantes efectos de claroscuro; ocasionalmente se enriquece con la aplicación de cerámica y azulejería, lo que le confiere cierto carácter polícromo. La piedra tan sólo hace acto de presencia en basamentos y algunas portadas de ingreso al interior. La excepción vuelve a ser el Patrocinio de Milagro, cuya proliferación de organismos arquitectónicos confieren al conjunto una dinámica silueta de sentido ascensional y reminiscencia centroeuropea. 
 

Milagro. Basilica de Nuestra Señora del Patrocinio. Exterior

Milagro. Basilica de Nuestra Señora del Patrocinio. Exterior
 

Los interiores, por el contrario, resultan de gran riqueza ornamental, a la que contribuyen varios elementos. Por una parte, las labores decorativas aplicadas a la arquitectura, ya sea por medio de yeserías vegetales –motivo dominante al que se suman telas y angelotes- dispuestas a modo de soberbio tapiz que enmascara paredes y bóvedas, ya por medio de pinturas murales que desarrollan temas de exaltación mariana de carácter narrativo o simbólico, en sintonía con la advocación del edificio. A yeserías y pinturas murales se suman los retablos, principalmente el mayor, encargado a los principales retablistas de la época. Alberga la imagen titular, obra de valor artístico y devocional que ocupa el espacio central del retablo y recibe una iluminación especial, como si de una aparición celestial se tratara. Rodean la imagen lienzos con escenas de la vida de la Virgen que componen un ciclo mariano. Otros retablos y pinturas se disponen en los brazos del crucero, en muchos casos alusivos los patronos de la localidad. También es frecuente la presencia de exvotos, cuadros conmemorativos de un milagro realizado por la Virgen a quien está dedicado el santuario.
 

Villafranca. Ermita de Nuestra Señora del Portal. Interior

Villafranca. Ermita de Nuestra Señora del Portal. Interior
 

Finalmente, pieza indispensable en la mayoría de santuarios de la ribera navarra es el camarín, organismo arquitectónico de planta central concebido a manera de escenario para la presentación pública de las imágenes, como vestidor, o para alojar las reliquias de la Virgen. Practicado tras el ámbito de la cabecera y casi siempre a su mismo nivel, se convierte en un espacio aislado propicio a la integración plástica de las artes, pero a su vez subordinado al edificio con el que conecta a través del altar mayor, desde donde se hace visible en un claro ejemplo de arquitectura transparente. Pequeño “cofre de maravillas”, el camarín debe estar especialmente decorado, de una belleza y lujo, si no siempre logrados, siempre pretendidos.
 

Arguedas. Ermita de la Virgen del Yugo. Camarín

Arguedas. Ermita de la Virgen del Yugo. Camarín