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13 de abril de 2011

Curso 

LA CATEDRAL DE PAMPLONA. UNA MIRADA DESDE EL SIGLO XXI

La Catedral vista por los pintores y la fotografía. Imágenes del siglo XX

D. José Javier Azanza López y Dª Asunción Domeño Martínez de Morentin.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Dentro del paisaje urbano pamplonés, la Catedral ha sido referencia constante para los artistas, circunstancia que no resulta extraña si tenemos presente que las catedrales constituyen verdaderos puntos de referencia con relación a las ciudades en las que se ubican. En primer lugar, porque su construcción se remonta a siglos y su presencia ha caracterizado en buena medida el desarrollo de la urbe y de sus habitantes; también, porque debido a su monumentalidad arquitectónica, conllevan un notable valor estético perceptible a simple vista que las hace destacar en el conjunto urbano; finalmente, porque en su interior se ha desarrollado en buena medida el culto de la población, además de encerrarse en él todo un microcosmos de devoción y misterio de enorme atractivo para la imaginación. 

En el caso de la pintura, la plasmación de la Catedral está vinculada al paisajismo; no tiene el valor documental del que se apropia la fotografía, ni se relaciona tampoco –salvo contadas excepciones- con la actividad humana. Partiendo de esta premisa inicial, los puntos de vista adoptados por los pintores, con independencia de la generación a la que pertenezcan, han sido en la mayoría de los casos similares, desde Inocencio García Asarta, Javier Ciga, Jesús Basiano o Jesús Lasterra, hasta Miguel Ángel Echauri, Pedro Salaberri, Juan Carlos Pikabea, Fermín Alvira o Carlos López, cada uno de ellos desde su particular lenguaje formal que abarca prácticamente la totalidad de corrientes del panorama pictórico navarro del siglo XX.

Con frecuencia, la Catedral figura en obras que no muestran un interés específico por el edificio, sino que representan vistas generales de la ciudad de Pamplona, o del paisaje fluvial del Arga que circunda la capital. Numerosos pintores han plasmado en sus lienzos vistas de Pamplona que muestran la ciudad en la lejanía, tomadas desde la ripa de Beloso y el actual paseo de la Media Luna, que permiten ver el desnivel existente y el Arga que transcurre por el molino de Caparroso, o desde la Magdalena y Aranzadi, mostrando en la lejanía la ciudad con su perfil catedralicio. Asimismo, la Catedral puede vincularse al entorno paisajístico pamplonés, en el que con suma frecuencia adquiere especial protagonismo el placentero discurrir del Arga. Tanto en uno como en otro caso, nos encontramos ante pinturas plenamente paisajísticas, en las que la presencia de la Catedral resulta casi testimonial, como para anclar el paisaje a un espacio geográfico concreto, pero nunca con afán topográfico o descriptivo; obras todas ellas que seducen por su capacidad de emoción transmitida a través de la ligereza del trazo y de una vibración plena de claridad lumínica.

Pero la Catedral, y más en concreto sus exteriores, pueden convertirse en el verdadero protagonista para un nutrido conjunto de autores y obras que ofrecen diversas posibilidades. En muchos casos los pintores mantienen una visión lateral del conjunto catedralicio, bien desde Beloso y la Media Luna, bien desde Aranzadi y la Rochapea, pero acercan más su caballete y centran su interés en la Catedral como objeto de representación. También el carácter amurallado de la capital navarra se hace presente en numerosos lienzos en los que las traseras de la Catedral y sus inconfundibles torres se integran en el cinturón pétreo junto al baluarte del Redín, la Ronda del Obispo Barbazán y el volumen de la Capilla Barbazana. De igual forma, el exterior de la Catedral puede contemplarse desde el propio casco urbano de la ciudad, siempre en visiones fragmentadas de su arquitectura; especial protagonismo adquieren el coronamiento de las torres que emergen por encima del caserío, cerrando a modo de telón de fondo la sucesión de los tejados y azoteas pamploneses tomados desde una vista en altura.

Finalmente, el interior de las naves catedralicias y su exorno artístico, así como el claustro con sus galerías, portadas y sepulcros, y las distintas dependencias que se articulan en torno a él, han llamado también la atención de los pintores navarros, en obras en las que la luz que se filtra a través de las tracerías góticas y resbala por los muros contribuye a crear logrados efectos de claroscuro.
 

Jesús Lasterra. Vista de Pamplona (1977)

Jesús Lasterra. Vista de Pamplona (1977)

Pedro Salaberri. Catedral (2006)

Pedro Salaberri. Catedral (2006)


La fotografía constituyó, junto con la pintura, un medio muy apropiado para plasmar en imágenes el monumento más emblemático de la ciudad de Pamplona. Su emplazamiento en un extremo del caserío sobre una terraza elevada, permitió a los fotógrafos recorrerla en sus 360 º y tomar imágenes desde cualquiera de sus ángulos. Tomando como punto de partida las fotografías conservadas en cinco archivos navarros, podemos constatar cómo esas imágenes responden a diferentes usos y funciones de la fotografía. En primer lugar, la catedral se retrata con la mirada de un artista, dado que algunos de los fotógrafos no sólo escogen aquellos enclaves a donde acudían también los pintores para realizar sus cuadros, sino que, como ellos, también se van a interesar en convertir la fábrica arquitectónica en un elemento más del paisaje, fusionando el edificio con la naturaleza que le rodea, y acudiendo a realizar tomas en diferentes estaciones del año, con distintas condiciones climatológicas como si de pintores impresionistas se tratara.

Pero además de su vertiente artística, la fotografía también encierra un uso de transcripción de la realidad de la que no se abstraen los fotógrafos de la catedral. De este modo son muchas las fotografías realizadas con un pretendido sentido objetivo, cuya intencionalidad primordial es la de informar o documentar, es decir, de actuar como memoria visual. La propia fábrica arquitectónica en su exterior e interior se convierte en un motivo preferente de estas imágenes en las que se reproduce su portada, el claustro con sus galerías, puertas y sepulcros o las naves del templo. Algunas de estas instantáneas revisten un especial interés por cuanto nos ofrecen una información del estado del edificio y de su ajuar litúrgico antes de adquirir el estado actual como consecuencia de las remodelaciones y transformaciones llevadas a cabo, o también nos muestras rincones o espacios desconocidos para el gran público.

Finalmente, otro grupo de fotografías asumen la función de memoria histórica y documentan acontecimientos efímeros que no hubiéramos tenido conocimiento gráfico a no ser por las instantáneas que de ellos se tomaron. Exposiciones, procesiones, celebraciones de todo tipo constituyen documentos de enorme interés para conocer más aspectos sobre el templo catedralicio. 

Algunas de esas imágenes se llevaron a cabo con una voluntad de difusión o adquirieron ésta en un segundo momento. Los medios más frecuentes para comunicar las imágenes fueron su inclusión en publicaciones, como el caso del Boletín de la Comisión de Monumentos de Navarra, o las tarjetas postales, que derivan de la tradición viajera del siglo XIX y que, en el caso de la Catedral de Pamplona fueron impresas por los principales editores que había entonces en España, e incluso, en el extranjero.