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17 de diciembre de 2008

Ciclo de conferencias

LA NAVIDAD EN LAS ARTES

¡Ya vienen los Reyes! Historia, leyenda y arte en torno a los Magos de Oriente

D. José Javier Azanza López.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Uno de los episodios que mayor fortuna ha tenido en la historia del arte ha sido el de la Adoración de los Magos, circunstancia que a priori puede resultar paradójica si consideramos los escasos datos históricos con que contamos de estos personajes tan fascinantes como evanescentes; no en vano, el relato de San Mateo, único de los cuatro evangelios canónicos que recoge el extraordinario suceso, resulta sumamente parco en detalles sobre estos misteriosos visitantes por los que muy pronto mostraron interés los evangelios apócrifos, encargados de rellenar la literalidad de los acontecimientos. 

Establecer una iconografía de los Magos obliga a profundizar en su realidad teológica, histórica y legendaria. Comenzando por su identidad, lo más probable es que fueran sacerdotes y astrólogos originarios de Babilonia o Persia, dado que ambos eran grandes centros astrológicos donde los magos eran una casta sacerdotal con mucha influencia. La categoría de “Reyes” la adquirieron a principios del siglo III, cuando Tertuliano afirma que fueron de estirpe real basándose en un salmo de la Biblia. En cuanto a su número, si bien existen versiones que recogen entre dos y sesenta magos, en el siglo III el teólogo Orígenes indicó que los reyes magos eran tres, número que acabó por imponerse atendiendo a razones bíblicas, litúrgicas y simbólicas, y que fue confirmado por la Iglesia en el siglo V mediante una declaración del Papa León I el Magno en sus Sermones para la Epifanía. Los nombres de Melchor, Gaspar y Baltasar aparecieron por primera vez en el Evangelio Armenio de la Infancia del siglo IV; pero no serán aceptados definitivamente hasta su inclusión en el Liber Pontificalis de Ravena, fechado a mediados del siglo IX.

En los albores del cristianismo, a los tres magos se les representaba como de una misma raza, tenían el mismo tipo e iban vestidos con el característico traje persa: bonete frigio y estrechos pantalones con faldilla. Sin embargo, a partir del siglo XII y con la intención de simbolizar la universalidad del cristianismo, se diferenciaron e individualizaron; de esta manera, cada uno adquiere rasgos propios que los asocia con las tres edades de la vida y con las tres partes del mundo entonces conocidas: Europa, Asia y África. ¿En qué momento aparece el rey negro en el arte cristiano? Aunque pueden considerarse algunos antecedentes aislados, la Edad Media ignora esta referencia condicionada por el rechazo al color negro que pasaba por ser el del demonio y el infierno. La figura del rey negro sólo se volvió habitual a finales de la Edad Media, y se impone a lo largo del siglo XV, tanto por el gusto creciente por lo exótico, como por las razones simbólicas indicadas. Acerca del significado de sus ofrendas, sin ignorar el altísimo valor económico que tenían en aquel momento, existen diversas interpretaciones, desde las de un mayor alcance teológico y trascendental que sostienen que los Magos presentaron oro para el rey, incienso para el Dios y mirra para el hombre, hasta otras más prosaicas aunque no por ello menos factibles, como la que proporciona en el siglo XII San Bernardo de Claraval, quien afirma que el oro estaba destinado a socorrer la pobreza de la Virgen, el incienso a eliminar el mal olor del establo, y la mirra a desparasitar al Niño, librándolo de insectos y gusanos.


Copia del "Viaje de los Magos", de Benozzo Gozzoli

Copia del "Viaje de los Magos", de Benozzo Gozzoli. Esmalte, siglo XVI. Parroquia de San Saturnino, Pamplona
 

Una vez establecidos el origen, número, nombre, aspecto y ofrendas de los Magos, organizar un ciclo narrativo resulta relativamente sencillo, ya que el relato evangélico señala cada uno de los episodios. El primero es la aparición a los Reyes Magos de la estrella milagrosa que anuncia el nacimiento del Mesías, escena que incide en el carácter extraordinario del nuevo astro que brilla en el firmamento con más fuerza que el sol, quizás para reforzar la sabiduría y el conocimiento que los magos como astrólogos poseían del Universo. Viene a continuación el viaje o cabalgata de los Magos, guiados por la estrella y a lomos de camello o a caballo, de acuerdo con el gusto más o menos pronunciado por el exotismo oriental. El tercero de los episodios del ciclo de la Epifanía es la visita de los Magos al rey Herodes que no falta en el arte medieval, con Herodes caracterizado como un soberano de la época, con sus atributos de poder: sentado en su trono, con corona y cetro o espada.
 

Los Magos y Herodes. Portada de la parroquia de Santa María de Olite

Los Magos y Herodes. Portada de la parroquia de Santa María de Olite, siglo XIII

Entrevista de los Magos con Herodes. Claustro de San Pedro de la Rúa de Estella

Entrevista de los Magos con Herodes. Claustro de San Pedro de la Rúa de Estella, h. 1170
 

La escena central del ciclo corresponde al momento de la Adoración del Niño. La extraordinaria abundancia de representaciones permite establecer una serie de fórmulas empleadas en los diferentes períodos de la historia del arte, en los que se producen variantes en la composición, personajes y actitudes. Protagonizan la escena, además de los Magos, la Virgen, que aparece casi siempre sedente, y el Niño, que se acomoda en el regazo de su madre y no en el pesebre, como lo encontraron los pastores: a los humildes se muestra humildes, a los poderosos en su trono de sabiduría. Más problemática resulta la presencia de San José, por cuanto Mateo no alude al Patriarca en el momento de la Adoración de los Magos. No obstante, ya desde el siglo XII, San José forma parte habitual de la escena, aunque casi siempre ocupa un discreto segundo plano, pensativo, contemplando a la Madre y al Niño y como ajeno al acontecimiento que está teniendo lugar. En otras ocasiones sin embargo se le hace participar en la escena de diversas maneras. Muchas veces es el encargado de las tareas domésticas: enciende el fuego, cocina la papilla para el niño, e incluso pone a secar al fuego los pañales. Su figura como padre de familia ocupado en las tareas domésticas debía de ser muy popular en las escenificaciones de los “misterios” de Navidad.
 

Juan de Bustamante, "Adoración de los Magos"

Juan de Bustamante, "Adoración de los Magos", h. 1535. Parroquia de San Juan Evangelista de Huarte

Rolán de Mois, "Epifanía"

Rolán de Mois, "Epifanía", 1590. Retablo mayor de Fitero
 

El ciclo continúa con la escena de los reyes magos advertidos en sueños por un ángel. La iconografía usual los representa acostados, tocados con coronas para reconocer la condición de los durmientes, con un ángel que se inclina hacia ellos para hacerles cambiar de itinerario. Finalmente, el regreso por tierra, a lomos de caballos o camellos, fue eliminado muy temprano porque se confundía con la cabalgata hacia Belén. Fue sustituido por el regreso a Tarso en barco, según relata Santiago de la Vorágine en la Leyenda Dorada. Con el regreso de los Magos concluye la que se ha denominado “primera peregrinación del cristianismo”. Ese peregrinaje de los tres Reyes Magos en el que desde la antigüedad tardía, pasando por la Edad Media y prácticamente hasta nuestros días, se ha querido ver el viaje del hombre en busca del conocimiento de Dios.