El debate público sobre el periodismo en España parece haberse reducido en el último año a un único enfoque: la desinformación, los bulos, la máquina del fango y los pseudomedios. Esta burbuja no es casual, sino el resultado de una estrategia de desprestigio impulsada por políticos de todo signo, que encuentran en el descrédito de los medios una herramienta útil para debilitar su capacidad de control. Una prensa frágil económicamente y cuestionada por la opinión pública es más vulnerable ante los abusos de poder, algo que beneficia a quienes prefieren operar sin fiscalización. Sin embargo, los datos del Digital News Report España 2025 revelan una paradoja: aunque la polarización y la desconfianza crecen, la inmensa mayoría de los españoles (75%) reconoce que el periodismo contribuye a la democracia, ya sea informando, vigilando al poder o facilitando el debate. Además, las marcas periodísticas tradicionales —desde los diarios nacionales hasta las televisiones — siguen siendo referentes clave, especialmente para los ciudadanos más informados y críticos. Curiosamente, son los políticos, y no los medios, quienes aparecen como la principal fuente de desinformación (57%), mientras que la prensa se consolida como el mecanismo preferido para verificar bulos (34%).
Bajo este contexto, el consumo de noticias en España es hoy más complejo que nunca: multipantalla, descentralizado, fragmentado y altamente personalizado. Esto no es necesariamente negativo, sino el reflejo de una adaptación a nuevas tecnologías y hábitos digitales. Las redes sociales compiten con la televisión como fuentes principales, los algoritmos superan a las marcas como puerta de entrada y formatos como el vídeo o el pódcast ganan terreno. Pero entre las luces, hay sombras preocupantes: el interés por las noticias disminuye, la confianza se erosiona y crece la evasión informativa (37%), especialmente entre jóvenes y extremos ideológicos. La dieta informativa se reduce, concentrándose en pocas marcas, mientras la información local —muy valorada en términos de credibilidad y utilidad cotidiana— pierde audiencia entre las nuevas generaciones. En este escenario, el desafío no es solo combatir los bulos, sino reconectar con una ciudadanía que, pese al escepticismo, sigue necesitando periodismo para navegar en la democracia.

Percepción general del papel democrático de los medios: entre el reconocimiento y el escepticismo
La opinión pública española mantiene una valoración moderadamente positiva sobre la aportación cívica del periodismo. Algo más de la mitad de la población (55%) considera que los medios contribuyen de alguna manera a la democracia, aunque solo un 20% juzga que su peso sea decisivo y un 17% niega cualquier utilidad. Esa distribución refleja una percepción funcional: se reconoce a los medios una capacidad de servicio —informar, fiscalizar, facilitar el debate—, pero se duda de su impacto transformador en un sistema político.
La intensidad del interés informativo resulta decisiva para explicar esas opiniones. Entre quienes siguen la actualidad con atención, el reconocimiento de la función democrática se dispara hasta el 80% (y alcanza el 84% entre los muy interesados en la política), mientras que entre los desinteresados cae al 45 % y al 60% respectivamente. Aún más determinante es el factor confianza: dentro del grupo que combina alta confianza y alto interés, el 90% atribuye a los medios un papel relevante —un tercio lo califica de mucha importancia y más de la mitad de algo importante—; en el extremo opuesto, entre quienes ni confían ni se interesan, solo un 8% reconoce esa utilidad y el 27% la niega abiertamente. Con todo, incluso en el segmento más escéptico persiste un remanente cívico: más de la mitad (52%) acepta que el periodismo aporta algún valor, señal de que la idea de servicio público todavía vertebra la relación entre prensa y ciudadanía.
También el tipo de fuente influye. Los usuarios de televisión y prensa impresa (56%) son los que más aprecian la función cívica de los medios, en parte porque asocian la marca con estándares profesionales y con una tradición de control al poder. Las redes sociales suscitan una visión ambivalente: un 23% valora mucho su aportación, pero un 15% la rechaza.
Desinformación y verificación: el papel crucial de los medios
La preocupación por la desinformación se mantiene como una constante en la sociedad española. El 69% de los encuestados se muestra preocupado por los bulos en internet, situando a España en la novena posición mundial en este aspecto. Esta inquietud ha crecido en los últimos años, posiblemente influida por eventos como las elecciones generales de 2023, las europeas de 2024, la DANA que afectó a Valencia en octubre de 2024 y el rápido desarrollo de herramientas de inteligencia artificial capaces de generar contenidos falsos cada vez más realistas. La preocupación es mayor entre las mujeres (74% frente al 64% de los hombres) y entre los grupos de mayor edad, con un repunte significativo en el grupo de 45 a 54 años (70%) y entre los ciudadanos posicionados ideológicamente a la izquierda ―75%, frente a los de derecha (65%) o centro (71%)―.

Los políticos y las redes sociales, principales amenazas desinformativas
Los ciudadanos consideran que los políticos nacionales son la principal amenaza desinformativa (57%), diez puntos más que en resto de países analizados. Esta desconfianza es mayor entre los más adultos (64% de los mayores de 65 años) y entre quienes se identifican con la derecha (61% frente al 56% de la izquierda). La percepción de la clase política como propagadora de bulos no se circunscribe al territorio nacional: los gobiernos y políticos extranjeros son considerados la segunda amenaza para los encuestados (45%). Al margen de la esfera política, los influencers y personalidades de internet son también percibidos como una amenaza por casi la mitad de los encuestados (45%), aunque esta valoración varía significativamente según la edad: solo el 30% de los jóvenes entre 18 y 24 años los considera un riesgo, frente al 57% de los mayores de 65 años.

¿Qué canales son percibidos como principales vehículos de desinformación? Mayoritariamente, las redes sociales: tres de cada cuatro encuestados (73%) señalan alguna red social o plataforma de vídeo como amenaza importante, mientras que las aplicaciones de mensajería instantánea (33%), las webs de noticias (25%) y los buscadores (15%) generan menos preocupación.
Un hallazgo especialmente relevante es que los medios de comunicación se han convertido en el principal recurso para verificar información dudosa. Cuando los españoles sospechan que una información puede ser falsa o engañosa, el 34% recurre a los medios informativos para contrastarla, por encima de las fuentes oficiales (31%), los buscadores (24%), los sitios web de verificación de datos (23%), las redes sociales o de vídeo (10%) o los chatbots de inteligencia artificial (6%). Entre los medios más consultados para verificar información destacan los periódicos nacionales (especialmente El País y El Mundo) y las televisiones (RTVE y Antena 3).
La relevancia de los medios de comunicación como principales mecanismos de defensa frente a la desinformación también queda reflejada en el hecho de que aquellos que utilizan buscadores o redes sociales para verificar tienden a fijarse en los resultados procedentes de medios informativos: el 36% de quienes usan buscadores y el 50% de quienes recurren a redes sociales presta atención principalmente a contenidos publicados por periodistas o medios de comunicación.
Todos estos datos muestran la relación significativa entre la confianza en los medios como vía de verificación y la percepción de su relevancia democrática. Quienes consideran que los medios les ayudan a comprender los procesos democráticos y a participar en la sociedad también tienden a confiar más en ellos para verificar información dudosa, lo que refleja cómo la legitimidad del periodismo en una democracia está estrechamente vinculada con su credibilidad.
La confianza en las noticias: luces que resisten el desgaste
A primera vista, el panorama español parece gobernado por la desconfianza: solo tres de cada diez ciudadanos declaran confiar la mayor parte del tiempo en las noticias que circulan en el país (31%), mientras cuatro de cada diez confiesan lo contrario (40%).

No obstante, este dato queda matizado por el consumo o fidelidad selectiva. El 38% de los encuestados declara confiar en sus noticias, aquellas informaciones concretas que consulta personalmente. Asimismo, el 52% de los usuarios reconoce que la personalización le resulta útil y el 47% la considera un modo eficaz de gestionar la sobrecarga informativa. Esa utilidad se asienta, de hecho, en una confianza implícita: cuando la noticia llega de un medio elegido por uno mismo—o de un algoritmo al que se le ha otorgado permiso—la reserva crítica disminuye y el crédito aumenta.

El tercer nivel de credibilidad en las noticias —aquel que corresponde a una muestra de las principales marcas periodísticas españolas utilizadas por los ciudadanos—, aporta aún más luces. El liderazgo en la confianza corresponde un año más a los diarios regionales o locales, con una confianza del 51%, lo que recuerda la relevancia del periodismo de proximidad cuando el ciudadano necesita referencias tangibles y cercanas. Entre las grandes marcas nacionales seleccionadas para el estudio, Antena 3 se consolida como la más creíble (50%), seguida de RTVE (48%), Onda Cero (46%) y Cadena SER (45%). Incluso medios que han perdido terreno conservan bases robustas: El País y COPE mantienen un 43% de confianza pese a descensos pronunciados, y cabeceras históricas como El Mundo y ABC se sitúan en el 41%. La lección es clara: la erosión afecta a todos, pero las marcas con identidad editorial nítida y presencia multimedia congruente todavía inspiran un núcleo sólido de credibilidad.

Confianza e ideología: un termómetro de las cámaras de eco
El espectro político español dibuja perfiles de confianza muy contrastados. Las audiencias de izquierda otorgan a los medios editorialmente afines a la izquierda mayor credibilidad que los encuestados ubicados en la derecha, y viceversa. En los márgenes, la polarización se acentúa: los extremos ideológicos no solo son los que registran mayor evasión informativa (42% en la extrema izquierda y 39% en la extrema derecha) sino que ofrecen la menor tolerancia hacia marcas percibidas como alejadas de sus convicciones. El resultado práctico es la consolidación de cámaras de eco que recompensan la afinidad y castigan la disonancia, reduciendo los espacios de consenso público.



La evasión informativa: un fenómeno complejo
La evasión informativa, entendida como la limitación voluntaria de la exposición a las noticias, se ha convertido en una práctica extendida para el 37% de los españoles, que declara evitar las noticias a menudo o a veces. España se sitúa así ligeramente por debajo de la media global del 40%. Su incidencia es mayor entre los grupos más jóvenes (la edad media de quien evita frecuentemente las noticias es de 45 años frente a los 51 años de quienes nunca lo hacen) y en posiciones políticas extremas e indiferentes (el 45% evita las noticias). Los factores más determinantes en la evasión informativa son el interés declarado por la política y la actualidad. Solo el 10% de los interesados en los asuntos públicos y el 6% de los interesados en las noticias suele evitar la información.
Las principales motivaciones para evitar las noticias son mayoritariamente emocionales. La desconfianza hacia los medios, percibidos como parciales o poco fiables, es el motivo más citado (35%), seguido por el cansancio ante la sobrecarga informativa (35%) y el impacto negativo en el estado de ánimo (34%). Las mujeres tienden a evitar las noticias por motivos emocionales (31%), mientras que los hombres lo hacen por razones de contenido o utilidad (el 28% cita la falta de imparcialidad y el 11%, la irrelevancia percibida).

Una audiencia mayoritariamente conectada
El consumo de noticias en España parte de una estructura digital más desarrollada que en la media europea. El 94% de los encuestados usa el teléfono inteligente para cualquier fin y un 80% lo hace con fines informativos (77% en la UE). Además, se caracteriza por un crecimiento acelerado de otros dispositivos más incipientes como los altavoces y relojes inteligentes. En el primer caso, el 20% de los españoles los usa con fines informativos, casi el doble que en Europa (12%). En el caso de los relojes, son utilizados por un 15% de los encuestados españoles, frente al 12% europeo. En general, los datos muestran que el consumo de información en España es multipantalla: el 29% emplea al menos tres dispositivos para seguir la actualidad y casi el 80% alterna plataformas de manera habitual.
La televisión y las redes sociales, principales fuentes informativas en un mercado en retroceso
El consumo de noticias no solo es multipantalla, sino también fragmentado desde el punto de vista de las fuentes informativas más consultadas por los encuestados. La televisión se mantiene como principal fuente, aunque su uso ha caído 18 puntos desde 2019 hasta el 54% en 2025. Las redes sociales se consolidan como la segunda fuente más común (46%), a pesar de haber descendido también siete puntos respecto a 2019. Los diarios impresos han visto reducida a la mitad su penetración en ese mismo período (del 38% al 19%), y la radio ha caído del 27% al 18%. Los sitios web y apps de periódicos tradicionales también han experimentado un descenso pronunciado estos años, del 44% al 25%, una caída de 19 puntos. Estas cifras revelan un escenario marcado por la pérdida de peso de todos los canales informativos, en el que la desconexión informativa crece y las audiencias se fragmentan, especialmente en función del nivel de interés en las noticias: las personas muy interesadas prefieren fuentes tradicionales como televisión y webs de periódicos, mientras que quienes muestran poco o ningún interés optan mayoritariamente por redes sociales.


El algoritmo vence a la marca como puerta de entrada a las noticias
La gran diversidad de fuentes informativas empleadas por los españoles corre en paralelo con una enorme descentralización y mediación en las vías de acceso a las noticias. Las modalidades basadas en algoritmos compiten con la relevancia de la marca y la utilidad de los buscadores para erigirse en principales accesos informativos de los ciudadanos. Los datos de 2025 no son una excepción a años anteriores y las marcas periodísticas pierden protagonismo como puerta de entrada directa, mientras que los algoritmos, buscadores y agregadores se ofrecen como experiencia más personalizada, pero también más fragmentada y difícil de controlar para las propias marcas. Así, el acceso algorítmico sigue siendo el modo dominante de acceso a las noticias, pese a retroceder respecto al año anterior (59% frente al 66%), sobre todo por la caída de las redes sociales como puerta a la actualidad, que pasan del 45% al 38% de los encuestados.
Como consecuencia, la marca, aunque sigue siendo relevante para los usuarios más interesados y confiados en las noticias, ha perdido peso como vía/portal de entrada a la actualidad. Así, el 69% de los usuarios españoles ya no accede habitualmente a las noticias digitales a través de una marca periodística concreta, sino que inicia su trayecto informativo por vías laterales o indirectas, es decir, mediante redes sociales, buscadores, agregadores, correo electrónico o notificaciones móviles. El acceso directo a las noticias a través de marca es la vía principal para el 37% de los encuestados.

Uso informativo de agregadores y chatbots
Dentro de ese conjunto de accesos automatizados, los agregadores de noticias ocupan ya una posición significativa: el 26% de los encuestados los ha utilizado con fines informativos. Esta cifra agrupa distintas modalidades de agregación, entre las que destacan Google Discover (25%) y otros agregadores integrados en los dispositivos Android (23%). En cambio, el uso de chatbots de inteligencia artificial como fuente informativa sigue siendo muy marginal: solo un 3% de los usuarios declara haber recurrido a ellos para informarse.

Alertas de noticias: entre la saturación y la búsqueda de relevancia
Las alertas o notificaciones también son una vía de acceso indirecto minoritaria entre los españoles. Ya sea por desinterés o por elección consciente, casi un tercio de los usuarios (28%) afirma no haberlas recibido nunca, y si sumamos a quienes las desactivaron por saturación (17%) o por considerarlas escasa utilidad (12%), el resultado es un panorama en el que este canal de distribución informativa parece no haber calado profundamente. Incluso entre quienes se interesan activamente por las noticias, hay quienes optan por silenciar estos avisos si consideran que interrumpen en exceso o no aportan contenido relevante.
Este rechazo no es homogéneo y varía notablemente según el perfil sociodemográfico del encuestado. Las mujeres son más proclives a no haberlas recibido nunca (30% frente al 25% de los hombres), mientras que los hombres tienden más a desactivarlas por exceso (18%). Por edad, los jóvenes menores de 24 años tienden a no usarlas y los mayores de esa edad tienden a desactivarlas por saturación (hasta el 20%).

Personalización de contenidos: utilidad y desconfianza
Asociada a la descentralización de las vías de acceso a la información, el consumo de medios es cada vez más personalizado, aunque no siempre de manera consciente para el usuario. Dos de cada tres personas (66%) reciben noticias adaptadas a sus intereses, ya sea porque lo han solicitado directamente (22%) o porque los algoritmos lo hacen por ellos, sin su intervención (44%). La actitud de los encuestados ante esta personalización es ambivalente. Aunque muchos valoran su utilidad para recibir contenidos acordes a sus intereses (52%) y gestionar la sobrecarga informativa (47%), existe una preocupación extendida por los posibles efectos negativos. El 62% teme que la personalización les haga perderse noticias importantes, y un 54% cree que puede reforzar visiones parciales o sesgadas del mundo.
Los usuarios consideran que las redes sociales (65%) y los motores de búsqueda (59%) personalizan más los contenidos que los agregadores de noticias (41%) o las apps de medios informativos (38%). La confianza en la personalización es mayor cuando proviene de medios informativos y menor en el caso de redes sociales, que son percibidos como los entornos más agresivos en personalización por el 65% de los encuestados.

Usos informativos de las redes sociales
Como hemos visto, las redes sociales gozan de una enorme relevancia en el mercado de las noticias en España. Son la segunda fuente más consulta para informarse (46%) y la puerta principal para más de un cuarto de los ciudadanos (28%). Dentro de las redes sociales, ninguna plataforma domina claramente ya el espacio, lo que manifiesta un consumo diverso.
En concreto, Facebook, otrora red indiscutida, ha cedido terreno como canal informativo desde el 53% en 2014 hasta el 24% en 2025; en paralelo, tras ascender hasta el 36% en 2019, WhatsApp se ha estabilizado en el 23% como canal de difusión de noticias —síntoma del viraje hacia entornos cerrados y conversacionales—. YouTube se ha consolidado como plataforma audiovisual transversal (19% de uso informativo) y equilibra la fragmentación propia de otras redes, mientras TikTok encarna la ruptura generacional: uno de cada cuatro usuarios de 18-24 años (25%) recurre a ella para informarse, superando a Facebook (16%) y acercándose a Instagram (28%). X, aunque menguante en volumen global, mantiene su influencia entre los más interesados por la actualidad (21%).
Esta diversificación de plataformas sociales obliga a los medios de comunicación a desarrollar simultáneamente lógicas públicas (feeds abiertos) y lógicas privadas (grupos de mensajería), así como a adaptar los formatos —vídeo vertical, stories, directos— a ritmos algorítmicos diferentes.

Percepción y gobernanza de la moderación de contenidos en redes sociales
A la par que crece su centralidad informativa, aumenta la exigencia social sobre cómo deben gestionarse los contenidos problemáticos en las redes sociales. Una mayoría de españoles (51%) respalda que las plataformas eliminen publicaciones falsas o dañinas, frente al 20% que defiende la no intervención. El consenso se vuelve matizado al preguntarse quién debe ejercer ese control: el 38% prefiere la autorregulación corporativa, el 28% confía más en organismos públicos independientes y apenas un 13% delegaría la tarea en la propia comunidad de usuarios.
El tipo de estrategia a seguir en la moderación de contenidos de redes sociales está condicionado por la ideología. Quienes se sitúan en el centro político apoyan en un 61% una moderación equilibrada, mientras los extremos —sobre todo en la derecha— desconfían de cualquier filtro, en nombre de la libertad de expresión. Por el contrario, la izquierda hace hincapié en frenar discursos de odio y desinformación, lo que explica su mayor apoyo a la retirada de contenido nocivo. La edad también infunde matices: los jóvenes de 18 a 24 años muestran mayor tolerancia hacia mensajes polémicos y optan por modelos de autorregulación, mientras los mayores de 55 reclaman marcos institucionales más estrictos para salvaguardar la integridad del espacio público.

En general, la ciudadanía duda de la eficacia real de las reglas actuales: persiste la impresión de que no se hace lo suficiente contra el discurso dañino, percepción que alimenta la demanda de soluciones híbridas donde plataformas, reguladores y sociedad civil compartan responsabilidades.
Marcas periodísticas offline y online más utilizadas
En el panorama fragmentado, descentralizado y personalizado de información, la presencia de las marcas periodísticas sigue siendo notable, aunque con matices importantes. En general, los datos de 2025 revelan la reducción de la dieta informativa de los españoles: menos de la mitad de los encuestados (49%) consultó cinco o más marcas periodísticas a la semana, frente al 81% que lo hacía en 2016: treinta puntos menos en una década. De manera lógica y en paralelo, ha aumentado el porcentaje de personas que usan una o dos marcas a la semana, pasando del 6% en 2016 al 21% en 2025. También ha crecido notablemente el grupo de los que no utilizan ninguna fuente periodística, del 2% al 9%.

Esta concentración del consumo en pocas marcas ofrece dos interpretaciones. La positiva es que es un indicio de fidelización por parte de los consumidores, que concentran su atención en sus marcas favoritas. La negativa, una dieta informativa más reducida plantea serios retos desde el punto de vista del pluralismo informativo. Cuantos menos medios consulta una persona, más expuesta está a sesgos cognitivos y a dinámicas de aislamiento informativo, que son reforzados precisamente por la creciente personalización de los contenidos, que limita la exposición a perspectivas diversas.
En concreto, la reducción de la dieta informativa en España en 2025 se refleja en un mercado dominado por un número reducido de medios que concentran la mayor parte del alcance y fidelidad de las audiencias offline y online. La creciente fragmentación del consumo y del avance de nuevos actores digitales no impide que las grandes cabeceras tradicionales —especialmente televisivas y de prensa— mantengan su liderazgo como principales medios de información para la mayoría de los españoles.
En el entorno offline, la televisión sigue siendo la fuente más utilizada. Antena 3 lidera el consumo informativo con un 38% de audiencia semanal y un 28% de consumo frecuente (tres o más días por semana). Le siguen RTVE (con un 27% semanal), La Sexta (23%), Telecinco (21%) y Cuatro (18%). Estos datos reflejan una fidelización estable en torno a las cadenas generalistas, que aún logran mantener audiencias amplias incluso frente al avance de las plataformas digitales. La radio presenta niveles más bajos de consumo, aunque con cierta estabilidad. COPE y Cadena SER alcanzan un 10% de audiencia semanal y Onda Cero se sitúa por detrás (6%). Aunque lejos del alcance televisivo, estas emisoras conservan públicos fieles, especialmente entre usuarios mayores. En prensa escrita, El País encabeza la lista con un 20% de audiencia semanal, seguido por El Mundo y 20 Minutos (ambos con un 17%) y ABC, La Vanguardia y La Razón (en torno al 11%).

En el ámbito online o digital, Antena 3 también se sitúa como la marca más consultada (17% de uso semanal y 13% de fidelidad), lo que refleja una estrategia de adaptación exitosa desde el entorno televisivo. RTVE ocupa el segundo lugar entre los medios audiovisuales online (10%), mientras que Telecinco y La Sexta (5%) presentan una brecha significativa entre su alcance en televisión y su proyección digital. Los medios nativos digitales consolidan su presencia, aunque sin diferencias significativas entre ellos: Okdiario lidera el listado (12%), seguido por 20 Minutos (12%), elDiario.es (11%), El Confidencial y El Español (10%). En conjunto, los nativos digitales han logrado posicionarse como actores importantes, especialmente entre usuarios más jóvenes, aunque su penetración sigue siendo menor que la de los grandes grupos tradicionales.

El valor de la información local
La prensa local y regional mantiene una posición relevante en el panorama informativo español. Casi la mitad de los ciudadanos (47%) declara tener un gran interés por las noticias de su entorno inmediato, aunque esta cifra ha caído quince puntos desde 2020 (62%), acorde con la tendencia general de pérdida de interés informativo. El análisis generacional muestra que mientras para las generaciones mayores la prensa local sigue siendo vital, para los más jóvenes se ha vuelto prescindible. Solo el 28% de los jóvenes entre 18 y 24 años admite su interés por estas informaciones, frente al 55% de los mayores de 65 años. El nivel económico y educativo también influye en el interés por lo local. El 55% de las personas con rentas altas se declara muy interesado en noticias locales, frente al 39% de quienes tienen bajos ingresos.
El 60% de los encuestados que se fían de las noticias declara interesarse por lo local, frente al 42% de los desconfiados. Paralelamente, el 65% de quienes están muy interesados en la información se interesa por lo local frente al 17% de los desinteresados.

Sucesos, cultura y servicios mandan en las noticias locales
No toda la información local despierta el mismo interés. Los españoles parecen buscar, sobre todo, noticias que les afecten directamente o que les ayuden a entender mejor su entorno cotidiano. Por eso, los sucesos (delitos, accidentes, emergencias) encabezan la lista de los contenidos más consultados (52%). También destacan las noticias sobre actividades culturales locales (45%) y los asuntos de servicio público, como transporte, basuras o incidencias municipales (44%). En cambio, las noticias sobre política o gobierno local no captan tanta atención: solo un tercio de los encuestados las consulta (33%). Algo similar ocurre con los anuncios clasificados (25%) o los deportes locales (21%). Estas cifras reflejan que lo local interesa cuando es útil, inmediato o vivencial; menos cuando remite a lo institucional o a lo administrativo.
Además, la forma de acceder a esta información varía con la edad. Las generaciones mayores se mantienen fieles a los formatos tradicionales: televisión, radio o prensa escrita. En cambio, los jóvenes que se informan sobre lo local lo hacen casi siempre por canales digitales, ya sea redes sociales, plataformas de noticias o mensajería instantánea. Esto obliga a los medios regionales y locales a adaptarse a nuevas lógicas de distribución y consumo si quieren mantener su relevancia.

Formatos en expansión: la madurez del vídeo, la oportunidad del pódcast
El consumo de noticias en vídeo ha alcanzado en España un umbral de normalidad que lo sitúa como el formato de mayor crecimiento neto dentro de la dieta digital. Siete de cada diez internautas (71%) afirma haber visto contenidos informativos audiovisuales en el último año, un registro que coloca al país claramente por delante de Dinamarca (54%) o el Reino Unido (49%), aunque todavía lejos de Grecia (87%). Esta adopción masiva se apoya en una oferta multiplataforma donde YouTube, Facebook e Instagram concentran cada una en torno a una cuarta parte de la audiencia (≈ 23 %), mientras que los sitios web y aplicaciones de medios obtienen un 21%.
La popularidad del vídeo revela patrones generacionales muy marcados. Entre los menores de treinta y cinco años, TikTok irrumpe como primera referencia con un 34% de uso semanal, seguido de Instagram y X (29%). En el extremo opuesto, más de un tercio de los mayores de sesenta y cinco años confía en Facebook o YouTube para informarse —ambas superan el 30%—, y combina estas fuentes con WhatsApp (24%) y con las páginas tradicionales de noticias (24%).
El nivel de interés también modula el itinerario: quienes se declaran muy atentos a la actualidad privilegian YouTube (34%), Facebook (32%) y las webs de los medios (31%); cuando el interés declina, el consumo se desplaza hacia redes de entretenimiento como Instagram o TikTok, que retienen en torno al 20% incluso entre los usuarios menos motivados.
Pese a la penetración general, el formato dista de ser universal. Casi tres de cada diez consumidores intensivos de noticias digitales reconocen no haber visto vídeos informativos en las semanas recientes, prueba de que la adopción masiva convive con nichos de resistencia o saturación.

El pódcast informativo: oportunidad latente
En contraste con el dinamismo audiovisual, el pódcast informativo se mantiene en España como un formato aún incipiente: solo el 4% de los internautas lo utiliza cada semana para seguir la actualidad, frente a una media internacional del 11%. Esa cifra sitúa al país a la cola de Europa, pero encierra un matiz alentador: entre quienes sí lo escuchan, la valoración es alta y la predisposición al pago supera la de cualquier otro soporte digital.
El ecosistema sonoro es híbrido. Conviven pódcast nativos —de orientación habitualmente analítica o activista— con programas de radio tradicional escuchados en diferido, circunstancia que revela la difusión paulatina del concepto entre oyentes que no siempre distinguen entre el directo lineal y el audio bajo demanda. La puerta de entrada se abre sobre todo en plataformas generalistas: YouTube y Spotify comparten la primera posición, mencionadas cada una por alrededor del 39% de los usuarios en el informe global, muy por delante de aplicaciones especializadas como iVoox o de las plataformas propias de los medios.
IA y periodismo: entre la incomodidad y la indiferencia
La inteligencia artificial en el periodismo genera recelos (el 48% se siente incómodo con las noticias generadas por IA bajo supervisión periodística), indiferencia (36%) y escasa aceptación (16%). Estos datos sitúan a España como uno de los países con menor rechazo frontal y uno de los más prudentes a la hora de acogerla. El nivel medio de comodidad con las noticias automatizadas en España es 2,49 sobre 5 puntos, cifra superior al promedio del resto de países analizados (2,39) y por encima de otros países de su entorno como Reino Unido (2,03), Francia (2,37) o Alemania (2,36). No obstante, estas actitudes hacia el uso de la IA en el periodismo están condicionadas por variables sociodemográficas como el sexo, la edad, el nivel educativo y económico: los encuestados varones, más jóvenes, con mayor nivel educativo, e ingresos tienden a mostrar una actitud más favorable.

Además de estas variables, el conocimiento previo sobre esta tecnología y la confianza general en los medios también influyen en la percepción del uso de noticias automatizadas. En general, aquellos encuestados más familiarizados con la IA manifiestan una visión más favorable hacia su uso, lo que demostraría que parte del recelo proviene no tanto de la aplicación concreta, sino del desconocimiento de la tecnología y sus límites.
Por otro lado, aquellos que suelen confiar en las noticias y en el trabajo de los periodistas tienden a ofrecer una actitud más positiva del uso de la IA en el periodismo y estarían más dispuestos a usarla como una herramienta complementaria y no sustitutiva del quehacer periodístico. No es casualidad que el rechazo hacia la IA esté más asociado a preocupaciones sobre la calidad, la veracidad y la pérdida del criterio humano que a problemas tecnológicos: el 79% de los que desconfía de las noticias automatizadas supervisadas por un periodista muestra un elevado grado de preocupación por los bulos. Todo parece indicar que existe una relación entre el recelo hacia la IA y el temor a que los contenidos automatizados favorezcan la generación y difusión de desinformación o errores.
En este sentido, la ciudadanía parece demandar garantías editoriales, transparencia en el uso de estas tecnologías y una supervisión humana que mantenga el control sobre los valores informativos. La incomodidad no se traduce necesariamente en un rechazo absoluto, pero sí en una cautela activa: se acepta que la IA puede ayudar a los periodistas, pero se teme que su aplicación sustituya el juicio profesional o degrade la calidad del contenido.

El reto del pago por noticias: fidelización frente a la gratuidad
La disposición de los españoles a pagar por contenidos informativos digitales no muestra grandes cambios respecto al año pasado. El 10% de los encuestados declara haber realizado algún pago en el último año y evidencia la resistencia generalizada del público a pagar por acceder a información digital. Las suscripciones siguen siendo la principal forma de pago digital (60 %), destacando las exclusivamente las digitales (38%) frente a las combinadas con papel (22%). El pago por unidad representa un 17 %, mientras que el acceso gratuito ligado a otros servicios cae al 27%. Las donaciones se mantienen en torno al 13%.

Este panorama se agrava cuando se examinan posibles incentivos para incrementar el número de pagadores. La mayoría de los que no pagan (73%) afirma que no lo hará nunca, independientemente de que le ofrezcan pago conjunto, servicios adicionales o modelos de pago más flexibles. La cifra es notablemente inferior al promedio del resto de países (66%). Solo un 11% estaría dispuesto a considerar un modelo de tarifa plana para acceder conjuntamente a múltiples sitios informativos. La misma proporción (11%) podría interesarse en pagar si la oferta incluyera servicios adicionales como videojuegos, recetas o libros electrónicos y un 6% pagaría por formatos más flexibles como el acceso semanal o por artículos individuales.

Entre los pagadores, su decisión está directamente relacionada con el interés por la información. El segmento de usuarios que combina alto interés y alta confianza en las noticias presenta el porcentaje más elevado de pago digital (17%), seguido por el grupo muy interesado pero desconfiado (14%). Posiblemente en este segundo caso, el pago se dirige hacia fuentes percibidas como más fiables o de mejor calidad. En el otro extremo, el pago por noticias es marginal (6%) entre aquellos que combinan baja confianza y escaso interés por la actualidad.
La participación en las noticias, más privada y pasiva
La participación de los ciudadanos en el debate público no solo pierde intensidad, sino que se desliza hacia formas más privadas, pasivas y poco deliberativas. El 25% de los encuestados no realizó en 2025 ninguna de las modalidades de participación (comentar, compartir, leer o hablar sobre noticias), seis puntos más que en 2024. La modalidad de participación más frecuente sigue siendo la conversación personal cara a cara (36%), especialmente entre los grupos mayores. Le siguen las modalidades de participación pasiva como la lectura individual de comentarios de noticias ―bien en redes (25%, cinco puntos menos que en 2024), bien en diarios digitales (19%, cinco puntos menos)― o el compartirlas a través de mensajería instantánea (23%, siete puntos menos). También las acciones más visibles en línea muestran un claro descenso: solo el 13% comenta noticias en redes o foros digitales (cuatro puntos menos), el 9% participa votando en encuestas (cinco puntos menos) y el 16% puntúa una noticia o marca me gusta (cinco puntos menos).
En general, la participación se mueve con dos motores clave: el interés por la actualidad y el uso informativo de las redes sociales. Quienes muestran alto interés en la actualidad participan casi universalmente (87%) y comparten o comentan con mucha mayor frecuencia que el resto. De manera similar, los usuarios que recurren a plataformas como Facebook o X para informarse presentan una tasa de participación del 91%, frente al 68% de quienes no las usan.
