Introducción

Víctor Eusa Razquin (Pamplona, 1894-1990) es uno de los arquitectos más brillantes de su generación y la figura central de la arquitectura en Navarra durante gran parte del siglo XX. En las más de cinco décadas que transcurren desde la finalización de sus estudios de arquitectura en Madrid en 1920 hasta su jubilación en 1973, firmó centenares de proyectos en territorio navarro, donde concentró la mayor parte de su actividad, con presencia puntual en las provincias limítrofes de Zaragoza, Guipúzcoa y Vizcaya, y en ciudades como Madrid, Talavera de la Reina y Alcoy.

Su actividad arquitectónica coincide con la construcción del II Ensanche de Pamplona, ámbito urbano por excelencia de la obra eusiana, al punto de que sus edificios se convierten en auténticos hitos que caracterizan la trama reticular diseñada por el arquitecto municipal Serapio Esparza. En ellos, “el arquitecto de la capital” plasma tanto su formación académica como las diversas influencias que recibió a lo largo de su prolífica carrera, fruto de sus viajes por Europa y Oriente. Todo ello se concreta en una arquitectura muy personal que alcanza su madurez a finales de los años veinte y se prolonga hasta la Guerra Civil, período en el que se fechan sus obras más conocidas. Con posterioridad a la contienda bélica, el desempeño de los cargos de arquitecto municipal de Pamplona y arquitecto provincial de la Diputación Foral de Navarra abre su obra a una nueva propuesta estética y urbana.

Este recorrido por algunos ejemplos significativos de la arquitectura de Víctor Eusa en Pamplona se plantea con un criterio diacrónico que permite comprobar su evolución. Partiendo de unos inicios titubeantes en los que el sustrato de su formación académica acoge influencias orientales y de la Sezession vienesa (edificio de “La Vasco Navarra”), avanza hacia un regionalismo (casa para Sebastián Goicoechea) hasta alcanzar un lenguaje expresionista emparentado con el art-decó en sus edificios más emblemáticos de rígida geometría y combinación de ladrillo rojo y hormigón (Casa de Misericordia, convento e iglesia “La Milagrosa” de PP. Paúles, colegio de los PP. Escolapios, edificio de viviendas de las calles Fernández Arenas / García Castañón) y que en determinados casos participan de un marcado simbolismo (Seminario de Pamplona). En este eclecticismo de que hace gala Víctor Eusa en la etapa previa a la Guerra Civil, tienen cabida igualmente las modernas vanguardias europeas (Casino Eslava) y la impronta del racionalismo (Clínica San Juan de Dios).

Tras la contienda bélica, Eusa se plegará a un mayor clasicismo, sin renunciar por ello a algunas de sus principales señas de identidad del período anterior (Colegio Santa María la Real de HH. Maristas). Mas con independencia del lenguaje, dos aspectos permanecen constantes en el arquitecto pamplonés: la consideración del lugar con una clara vocación urbana, y la atención al uso y función al que está destinado el edificio.