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El escultor romanista Juan de Anchieta

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Introducción

Tres de los mejores escultores españoles de la Edad Moderna fueron Juan de Anchieta, un vasco avecindado en Pamplona en el siglo XVI, Gregorio Fernández, un gallego establecido en Valladolid en el XVII, y Luis Salvador Carmona, un castellano radicado en la Corte de Madrid en el XVIII. Anchieta fue, seguramente, el más selecto intérprete de la maniera de Miguel Ángel, sin haber conocido personalmente al genio florentino, superando incluso a muchos de sus discípulos italianos. Está considerado como el padre de una de las mayores escuelas miguelangelescas de Europa en territorios de los tres reinos del norte peninsular: Castilla, Navarra y Aragón. Fue un verdadero hombre del Renacimiento y uno de los artistas con mayor proyección, no solo a través de sus discípulos, sino sobre todo de una masa de seguidores, como bien ha puesto en relieve Concepción García Gainza, autora de la mejor monografía sobre este gran maestro.

El Romanismo o manierismo miguelangelesco es un estilo clásico-heroico designado por los propios artistas como la “verdadera manera”. Se basa en la imitación de los prototipos y las composiciones de Miguel Ángel y sus discípulos, y fue adoptado por la Curia romana como estilo oficial de la Iglesia y la más eficaz propaganda de las disposiciones del Concilio de Trento. Para su creación, el genio florentino partió, a su vez, de la escultura helenística y romana, en la que admiraba la fusión de dramatismo y perfección formal. Su sentido de la belleza, de inspiración neoplatónica cristiana, se basa en la adecuación de la forma al contenido, por lo que se rige por unas normas no escritas que Anchieta supo plasmar como pocos escultores. Algunas de las más evidentes son la exaltación anatómica generalizada, sin tener en cuenta la edad o el sexo, para destacar la virtud moral, las expresiones de fiereza y autoridad romana, las telas abundantes que refuerzan la monumentalidad, y el canon de ocho cabezas, conocido en España como la proporción quíntupla. Para representar la intención del alma y el mundo interior, se servirá de distintas fórmulas de sugestión del movimiento, como torsiones forzadas, actitudes declamatorias, brazos alzados o cruzados enérgicamente, líneas serpentinatas, contrapposti, desplazamientos del tema principal, enlaces físicos y espirituales, diferentes contraposiciones visivas y un variado lenguaje no verbal de gestos y manos.

En la sesión XXV del Concilio de Trento quedó claramente definida la función catequética de las imágenes y del retablo como una historia de los misterios de nuestra redención, por lo que los áticos de los retablos romanistas están reservados invariablemente para el Calvario, con Cristo crucificado como culmen de la salvación. En la serliana inferior se dispone la Asunción-Coronación de la Virgen como mediadora. Las historias en relieve, con lecturas de izquierda a derecha, se refieren a la vida de la Virgen e Infancia de Cristo y la Pasión. Los fundamentos de la doctrina revelada, que son los evangelistas, Padres de la Iglesia y virtudes, se suelen situar en los bancos, en tanto que los apóstoles como pilares simbólicos se alojan en las entrecalles. Los ejemplos de vida a seguir los encontramos en las imágenes y ciclos hagiográficos de los santos. En todos los temas se afirman, frente a los protestantes, la autoridad del papa y los prelados, y el valor de los sacramentos y otras disposiciones tridentinas. El sagrario es una microarquitectura que custodia y expone la Eucaristía, y suele mostrar en su portezuela a Cristo resucitado, triunfador sobre la muerte.

El periodo hasta hace poco más desconocido de su vida, los veinte años como aprendiz y oficial en Castilla, que transcurren entre 1551, fecha de su aprendizaje, y 1571, cuando se tasa el retablo de Santa Clara de Briviesca, ha quedado desvelado en un libro de Vasallo Toranzo. Analiza sus intervenciones como oficial al servicio de distintos jefes de compañía como Inocencio Berruguete o Juan de Juni, a quien podemos considerar su maestro, en varios retablos de Valladolid y Palencia. Como ya se suponía, se ha confirmado su intervención a las órdenes de Gaspar Becerra en el retablo mayor de la catedral de Astorga, cuya novedosa traza y estilo constituyen un manifiesto del Romanismo en España. Es el autor entre 1566 y 1569 de las más apuradas tallas y relieves del retablo mayor del monasterio de Santa Clara de Briviesca, contratado por Pedro López de Gámiz y considerado como el más ambicioso mueble litúrgico de todos los tiempos en España.

Su época fecunda, tras contraer matrimonio en 1570 y una vez alcanzada la maestría, transcurrirá en Pamplona, desde donde desarrollará una gran actividad como tracista de retablos y escultor hasta su fallecimiento en 1588, año en el que paradójicamente multiplica sus compromisos, algunos de los cuales dejará inconclusos o no llegará siquiera a iniciar. Su obra madura durante el último cuarto del siglo XVI nos es bien conocida, pudiéndola agrupar por décadas. Los años setenta contemplan la realización de un gran número de retablos y tallas en Aragón (Zaragoza y Jaca), Burgos (Las Huelgas y catedral), encargados por obispos de Pamplona castellanos, País Vasco (Zumaya y Vitoria) y, principalmente, en Navarra (Añorbe, Cáseda, catedral y convento de agustinas recoletas de Pamplona), que trataremos en cada caso en su ruta respectiva. En la década de los ochenta, desde su taller establecido en la calle Navarrería, se fechan otros retablos como los de Aoiz, Obanos, del que solo quedan algunas de sus tallas, y el sagrario, bancos y primer cuerpo del de Santa María de Tafalla, que fue terminado, siguiendo la traza original por su discípulo Pedro González de San Pedro. El último año de su vida llegó a concluir el banco del retablo de San Pedro de Moneo (Burgos), en la capilla de patronato del obispo de Pamplona Pedro de la Fuente, y la Virgen del Rosario de Navarrete (La Rioja). Al igual que a su referente el divino Miguel Ángel, la muerte le sorprendería trabajando.

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CABEZUDO ASTRAIN, J., “Iglesia de Santa María de Tafalla”, Príncipe de Viana, 67-68 (1957), pp. 426-431.

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ECHEVERRÍA GOÑI, P. L. y VÉLEZ CHAURRI, J. J., “López de Gámiz y Anchieta comparados. Las claves del Romanismo norteño”, Príncipe de Viana, 185 (1988), pp. 477-534.

GARCÍA GAINZA, M.ª C., “El retablo de Añorbe y el arte de la Contrarreforma”, en La recuperación de un patrimonio. El retablo mayor de Añorbe, Pamplona, Caja de Ahorros de Navarra, 1995, pp. 4-18.

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TARIFA CASTILLA, M.ª J., “Los modelos y figuras del escultor romanista Juan de Anchieta”, en Fernández Gracia, R. (coord..), Pvlchrvm Scripta varia in honorem M.ª Concepción García Gainza, Pamplona, Gobierno de Navarra-Universidad de Navarra, 2011, pp. 782-790.

VASALLO TORANZO, L., Juan de Anchieta. Aprendiz y oficial de escultura en Castilla (1551-1571), Valladolid, Universidad de Valladolid, Secretariado de Publicaciones e Intercambio Editorial, 2012.