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La pieza del mes de agosto de 2006

CASA DE LOS SESMA. CORELLA

Pilar Andueza Unanua
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

Corella vivió durante los siglos del Barroco momentos de gran esplendor y desarrollo, que se concretaron en el crecimiento demográfico y urbanístico de la ciudad así como en su monumentalización y embellecimiento gracias a la construcción de varios conventos, a la ampliación, remodelación y ornamentación de sus dos parroquias y, sobre todo, la proliferación de un conjunto de casas solariegas y residencias señoriales. El motivo debemos buscarlo en el desarrollo económico que vivió Corella durante la segunda mitad del siglo XVII y el siglo XVIII. La particular legislación aduanera de Navarra y la estratégica ubicación geográfica de Corella, junto a la frontera castellana, permitió a muchos de sus habitantes participar de un boyante comercio basado en la redistribución: compraban lana castellana que enviaban a Francia para su transformación textil y desde allí importaban productos manufacturados de lujo y especias que introducían en el mercado castellano, tráfico comercial que realizaban siempre a través de Navarra. Esta política económica generó importantes fortunas en un nutrido grupo de familias locales, que, imitando a la vieja nobleza, dieron pasos en aras a lograr un paralelo reconocimiento social. La construcción de una casa principal para la familia, encabezando un mayorazgo con la mayor parte de sus bienes, fue el punto culminante en este proceso. El edificio sería ante los vecinos el símbolo del poder alcanzado, capaz de permanecer además en el tiempo. 

Entre las casas más sobresalientes construidas en este momento debemos situar la conocida como casa de las Cadenas. Se trata de la residencia de los Sesma, una saga dedicada a los negocios muchos de cuyos miembros alcanzaron además importantes puestos en el ejército y en la alta administración del estado borbónico: coroneles, brigadieres, almirantes, capitanes, comisarios de marina, un corregidor de la ciudad de México, un guardajoyas de la reina Mariana de Neoburgo, así como catedráticos, abogados y oidores. Varios de ellos además vistieron los hábitos de las órdenes de caballería de Calatrava, Santiago y Carlos III.


Casa de los Sesma. Corella

Casa de los Sesma. Corella
 

El edificio tiene su origen en la figura de Agustín de Sesma y Sierra. Nacido en 1664 en Corella, sus negocios se centraron en el comercio de la lana, si bien diversificó sus ingresos arrendando por ejemplo las rentas de las tablas reales y accediendo al ámbito de los asientos militares. El radio de acción de sus negocios se extendió hasta Madrid y Cádiz, así como hasta Francia y Holanda. En 1691 casó con la también corellana Josefa Escudero y Ruiz de Murillo, hija de otro comerciante de la localidad. Procrearon dieciséis hijos de los que sobrevivieron dos hijas, Isabel y Agustina, y seis hijos: Agustín, Zenón Bernardo, José Pedro, Felipe, Luis y Miguel, quienes recibieron a cada mayorazgo con motivo de sus respectivos matrimonios, matrimonios perfectamente estudiados y calculados en aras a mantener la preeminencia social y la empresa familiar.

El edificio fue construida sobre unas casas que Josefa recibió como dote de manos de su padre en 1691, que fueron completadas con otras colindantes que el matrimonio compró, ya en 1697, a Martín Escudero, hermano de la señora. Derribados aquellos inmuebles, se dio inicio a esta soberbia construcción en 1704. Un año después, el 17 de octubre, Agustín y Josefa, fundaron un mayorazgo al que vincularon buena parte de sus bienes y a cuya cabeza situaron esta casa de la que declaraban "es fabricada por nosotros". En aquel vínculo habría de suceder, como así fue, su hijo primogénito Agustín, que siguió la estela comercial de su padre.

La casa se convirtió en residencia real durante algunos meses. En efecto, el 14 de junio de 1711, llegó a la ciudad Felipe V, acompañado de su esposa, Mª Luisa Grabiela de Saboya, junto con su pequeño hijo, Luis, príncipe de Asturias. Buscaban la curación de una enferma reina. En esta casa permanecieron alojados hasta su marcha cuando corría el mes de octubre. Este hecho sirvió para que el monarca concediera en 1712 a Agustín la real merced de colocar cadenas en las puertas de su casa, privilegio otorgado a las casas que habían dado alojamiento al rey. Desde entonces el edificio ha venido denominándose popularmente como Casa de las cadenas. Ya en 1753, el entonces propietario del edificio, Agustín de Sesma e Imbulsqueta, nieto del promotor del inmueble, obtendría también la gracia de asiento en el brazo de los caballeros de las Cortes del Reino de Navarra.

El edificio constituye un bloque de marcado carácter horizontal de tres cuerpos sobre el que emerge la caja de la escalera principal. Como es propio de la Ribera está construido en ladrillo y presenta dos fachadas, una abierta hacia la placeta García y otra hacia la calle de San Miguel. Es aquí, donde de manera descentrada, se ubica la portada principal. De medio punto entre pilastras toscanas cajeadas, su estructura es muy similar a otros ejemplares corellanos. El piso noble se articula por medio de pilastras entre las que se sitúan grandes balcones con enmarques en resalte, amplios voladizos y soberbias rejerías de hierro cincelado. Corona el edificio un ático en el que se disponen ventanas y balcones.


Casa de los Sesma. Corella. Detalle

Casa de los Sesma. Corella. Detalle
 

Una magnífica labra heráldica realizada en 1706 se sitúa en la esquina del edificio. Se trata de una ubicación muy poco habitual en tierras navarras. Sin embargo, desde la calle de la Reja este escudo adquiere todo su esplendor merced a una magnífica perspectiva, perspectiva barroca, que desde luego potencia y sirve de reclamo al viandante. Acoge las armas de los Sesma, Escudero, Sierra y Ruiz de Murillo, de acuerdo con la ejecutoria de hidalguía obtenida de los tribunales reales en 1704. 

De acuerdo con las características propias de la arquitectura señorial de la Ribera de Navarra, e incluso del eje del Ebro, se trata de un edificio de gran plasticidad, gracias a los juegos geométricos en la disposición del ladrillo, que lo dotan de interesantes juegos lumínicos y movimiento, elementos propios de la estética barroca.