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14 de diciembre de 2016

 

Escenas navideñas en la catedral de Pamplona


Alejandro Aranda Ruiz
Graduado en Geografía e Historia

El ciclo de Navidad es el hito más destacado del calendario litúrgico con y después del ciclo de Pascua. Tomada en su sentido más amplio, la Navidad no era una festividad que se constriñera al 25 de diciembre sino que iba mucho más allá, tal y como reza el dicho popular de “hasta la Purificación Pascuas son”. Se trataba de un largo período que daba comienzo entorno al 18 de diciembre con la fiesta de la Expectación o Virgen de la O y llegaba hasta el 2 de febrero con la celebración de la Purificación de la Virgen. Así pues, a lo largo de estas semanas se conmemoraban no sólo el nacimiento de Jesús sino también acontecimientos anteriores y posteriores como la matanza de los Inocentes, la Circuncisión, la Epifanía o el Dulce Nombre de Jesús.

En consecuencia, la importancia y la amplitud de las fiestas de Navidad hicieron que el arte desde fechas muy tempranas se pusiese al servicio de la Navidad y de la infancia de Cristo. Es por este motivo que la iconografía navideña encuentra un hueco entre los muros de la catedral de Pamplona a través de numerosas manifestaciones en escultura y pintura. Manifestaciones y bienes culturales que constituyen algo más que meras obras de arte o exponentes de un estilo y una técnica. Se trata de unos bienes que deben ser tenidos en cuenta a la luz de su contexto y en relación con el fin para el que fueron creados: la liturgia y la fiesta en el marco de la catedral. Todo este patrimonio era una pieza indispensable en el ceremonial y la fiesta materializando las oraciones, los cantos y el espíritu de las diferentes festividades, haciendo tangible lo intangible, visible lo invisible, finito lo infinito. En el caso de esta visita se trata de las fiestas de la Navidad y el arte asociado a ellas.

En lo que a las escenas navideñas en la catedral se refiere, los ejemplos citados en esta visita muestran que todos los estilos artísticos desde el Gótico al Barroco contribuyeron a su plasmación. El claustro es uno de los lugares donde los temas navideños aparecen con más fuerza. Dos claves con el motivo de la Natividad, una con el Anuncio a los Pastores y otra con la Presentación en el Templo. A ellos se suma el relieve de la Adoración de los Reyes realizado por Jacques Perut entre finales del siglo XIII y mediados del XIV. Este protagonismo de la iconografía navideña en el recinto claustral puede obedecer a diversas causas. Sin embargo, es interesante comprobar que durante la construcción del claustro las fiestas de Navidad y Epifanía gozaban de gran predicamento en Pamplona. Si el claustro es comenzado tras la Guerra de la Navarrería de 1276, uno de los documentos litúrgicos más antiguos de la catedral, el Breviario de Barbazán de 1332, otorga a la Navidad la máxima categoría situando a la Epifanía en un grado por debajo. No en vano, la fiesta de la Epifanía es celebrada con gran solemnidad en Pamplona por medio de una procesión con la reliquia de los Santos Reyes que se desplaza hasta el relieve de la Epifanía para ser venerada.

Epifanía, de Jacques Perut. Claustro

Epifanía, de Jacques Perut. Claustro.

Otra vez en el interior del templo, el Gótico vuelve a hacer su aparición asociado a la Navidad en el soberbio retablo de la duda de Santo Tomás o de Caparroso, obra de un pintor foráneo de 1507. Entre las escenas que narran la vida de Cristo y de la Virgen encuentran un lugar el Nacimiento y la Adoración de los Reyes. Estos dos mismos temas vuelven a ser reproducidos en el Renacimiento por medio de dos tablas del segundo tercio del siglo XVI. Pinturas de gusto italianizante que participan de los ideales del Renacimiento a través del protagonismo de la arquitectura clásica, la perspectiva o el paisaje. De fines del siglo XVI data el relieve de la Adoración de los Pastores realizado por Pedro González de San Pedro para el retablo mayor de la seo, hoy en la parroquia de San Miguel. El manierismo encuentra su plasmación en la Adoración de los Reyes situada en la Sala Capitular. Firmada por Jacobus de Marsella, buen ejemplo del protagonismo que tenía el grabado en el proceso creativo, pues emplea estampas de Sadeler y Cornielis Cort.

El Barroco tiene su máxima expresión en la sacristía rococó que en la que, al igual que el claustro, la Navidad tiene un protagonismo especial. En este sentido, sobresalen las pinturas de los lunetos realizadas por Pedro Antonio de Rada en 1762. En ellas hacen su aparición el Nacimiento, la Huida a Egipto y Jesús ante los Doctores. A estas se suma una Natividad realizada en un pequeño cobre y la magnífica escultura del Niño Jesús, atribuida por la Dra. García Gainza al escultor Luis Salvador Carmona, y que hace pareja con un Sanjuanito. En la imagen del Niño, que representa el triunfo de Cristo sobre la muerte, se produce la unión del Nacimiento y la Pasión según era habitual desde la Edad Media y reflejan los textos de numerosos autores.

Al período Barroco también se adscribe el relieve de la matanza de los Inocentes realizado por Francisco Jiménez Bazcardo para el retablo de Santa Catalina contratado en 1686 y que constituía el punto de atención de la fiesta del 28 de diciembre. El mismo motivo se encuentra en una pintura del XVIII situada en la Sala Capitular. Por último, a la primera mitad del siglo XVII corresponde una fastuosa Adoración de los Reyes que preside la sacristía de los beneficiados. Cuadro que a finales del XIX fue empleado en la procesión del 6 de enero cuando por motivos meteorológicos la función fue trasladada al interior de la catedral.

En suma, tal y como se ha podido constatar a lo largo de la visita, gran parte de los temas de la Navidad están representados: el Nacimiento, el Anuncio a los Pastores, la Adoración de los Pastores, la Adoración de los Reyes, la Huida a Egipto, la Matanza de los Inocentes, la Presentación en el Templo o Jesús ante los Doctores. Si bien los temas más repetidos corresponden a las festividades principales la Navidad y la Epifanía. Unas imágenes que tenían sentido en el contexto celebrativo de la catedral para el cual fueron creadas. Un contexto que debe ser tenido en cuenta para su correcta interpretación, valoración y disfrute.