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20 de diciembre de 2013

Conferencias

EL ÓRGANO DE LARRAGA EN SU CONTEXTO HISTÓRICO Y CULTURAL

Las cajas de órgano del siglo XVIII y el ejemplo de Larraga

D. Ricardo Fernández Gracia.
Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro

En la conferencia que impartimos con el título de “Contribución de los talleres escultóricos navarros al órgano barroco: las espectaculares cajas de los siglos XVII y XVIII”, marcamos unas líneas generales acerca de las tipologías y evolución de las cajas conservadas en Navarra, correspondientes al Siglo de las Luces (Memoria de la Cátedra de Patrimonio y Arte Navarro, 2011, pp. 138-140).

La caja de Larraga, documentada por Sagaseta y Taberna en su conocida monografía (1775), está muy cercana en el tiempo y en el espacio geográfico a las de Sesma (1771, de impronta cortesana) o Peralta (1783, obra del italiano Santiago Marsili), ejemplos estos últimos en sintonía con el Rococó académico y europeo. Sin embargo, pertenece a lo que podemos denominar como adaptación de aquella última fase del Barroco, más leve y menos pesada, por parte de los talleres locales de distintas localidades navarras. Posee ciertas analogías con las coetáneas de otros tantos talleres de distintas localidades como las de Huarte-Araquil (1766), la desaparecida de Santa María de Sangüesa (1767), Villava (1777), Mendigorría (1782) o Cáseda (1785), todas ellas con frontones y movimientos de corte borrominesco. Por otra parte, comparte con todos los ejemplos dieciochescos su carácter escenográfico, así como la complejidad formal en planta y alzados, con dinamismo, ostentación, espectacularidad y suntuosidad, en clara fusión de las artes (arquitectura, escultura y pintura). Además, el hecho de estar revestidas sus superficies de oro y color les otorgan una gran riqueza, en tanto que su decoración se basa en símbolos de abundancia, triunfo y gloria, albergando personajes celestes que tañen instrumentos de viento y cuerda. Todo ello persigue junto a la retórica del predicador y los oficios litúrgicos generar un auténtico caelum in terris un espacio milagro y alucinante, propio del Barroco, un arte y ambiente que quiere cautivar a través de los sentidos, mucho más vulnerables que el intelecto.

Su construcción fue obra de un hijo de la localidad, Miguel Zufía, que se empleó a fondo en labores de escultura y retablística regional del momento. Su personalidad artística fue a no dudarlo doble, ya que hay que plantear la existencia de un padre y un hijo con el mismo nombre, ya que el Miguel Zufía que a sus 82 años, en 1825, hizo la imagen de Nuestra Señora de la Soledad para Cascante nació hacia 1743, no puede ser el mismo que trabajaba a mediados de siglo. El primero de los Zufía hizo para Caparroso en 1749, el monumento de la localidad y en 1757 realizó la entrega del retablo mayor de la ermita de la Virgen del Soto en la misma localidad. En éste último proyecto o en el retablo de las Ánimas de Cárcar (1761) pudo participar ampliamente junto a su hijo Miguel de Zufía, el joven, autor de la caja de Larraga. Las obras que se documentan a partir de mediados de la década de los sesenta pertenecerían al hijo. Entre estas últimas hay que citar los colaterales de la parroquia de Berbinzana (1765), los púlpitos de la parroquia de Peralta (1766), los colaterales de Cáseda (1774-1777) y algunas imágenes de bulto redondo para Pitillas, Beire y Eslava.


Órgano de Larraga

Órgano de Larraga
 

Una circunstancia ya señalada es que, al igual que en Lerín, los autores del instrumento y la caja eran naturales y vecinos de las respectivas localidades. Si en Lerín lo fueron el organero José Mañeru y Ximénez y el tallista Juan José Vélaz ; en Larraga figuran el organero Diego Gómez y el maestro Miguel Zufía, ambos de la localidad. Son, sin duda, datos que hablan per se de la vitalidad de los talleres de ambas especialidades artísticas y quizás de la hipotética relación entre ambas, empujando una a la otra.

La caja de Larraga es esbelta porque la arquitectura del templo lo permite. Destaca por varios aspectos que haremos notar y, al igual que otras del momento, se caracteriza por su espectacularidad, dinamismo y suntuosidad. En primer lugar, es destacable por el diseño con los extremos laterales escorzados, lo que le priva del esquema de típico cajón que suelen tener estos instrumentos. Las placas adventicias doradas de buen diseño, basados en grabados de la época, que incorporan instrumentos de viento (trompetas, trompas y gaitas) y cuerda (violines), son de exquisita ejecución. El diseño del ático con las líneas quebradas llama también la atención, a fortiori en el paramento central en donde las torrecillas semicilíndricas van a tener su remate en los agudos frontones de líneas rectas tan utilizadas en esos momentos en el diseño de otro tipo de obras como los retablos. Por otra parte, las contras, con las espectaculares cabezas realizadas en grises y negros, sin policromía propiamente dicha como las de otros instrumentos, ganan en expresividad, en sintonía con la ménsula tallada de la torre central del instrumento. 

Por lo que se refiere a policromía, el dorado general de Sesma y otras piezas un poco anteriores en su cronología ha desaparecido en aras a la combinación con marmoleados y otros colores, algunos claramente repintados, dentro de la estética del rococó.
 

Órgano de Larraga. Detalle con el escudo de la villa 

Órgano de Larraga. Detalle con el escudo de la villa 
 

El programa iconográfico se compone de las citadas placas adventicias con instrumentos tallados a los que hemos hecho alusión, además del escudo heráldico de la localidad y la tiara papal, junto a unas esculturas de bulto redondo que en su día portarían instrumentos musicales, en clara alegorización del arte musical y de la primacía del órgano sobre todos ellos, por imitarlos y poder conjugarlos, cual grupo de cámara o pequeña orquesta, en sus interpretaciones. No faltan algunos ángeles con palmas de triunfo, idea inherente siempre al órgano como símbolo de poder y persuasión, y figuras sedentes que han perdido sus alas y atributos que hablarían del instrumento como metáfora de las jerarquías angélicas, idea harto difundida en la literatura del momento. Remata el conjunto una figura de la Fama al igual que en portadas de libros, casas consistoriales o palacios.

En definitiva, una caja barroca que se organiza siguiendo una composición teatral, con su emplazamiento elevado, casi aéreo, que ocupa un espacio intermediario entre la bóveda celeste y la tierra, dándole la apariencia inestable de un movimiento dinámico ascendente. A ese ambiente aéreo coopera la presencia de múltiple presencia de los ángeles y la ascensionalidad de sus torres. Esta impresión viene ampliada por la decoración de la caja, su estatuaria y su significado simbólico que hacen del órgano una arquitectura eminentemente expresiva.

Mueble e instrumento propiamente dicho, hablan del cuidado del patronato de la parroquia de Larraga que, a lo largo de los siglos, cuidó de su amueblamiento y culto, con la elección de singulares maestros que trabajaron para su fábrica y retablos, singularmente en la época barroca, en que los órganos formaron parte de aquella concepción unitaria y globalizante de las artes y la retórica dentro del templo, asociándose con la sugerente palabra cantada. El papel de los sentidos en la percepción de la música emanada de los tubos del órgano estaba en plena sintonía con la liturgia del momento que trataba de excitar a quienes asistían a sus funciones a una mayor piedad a través de los olores, los sonidos y cuanto la vista era capaz de percibir.