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¿Necesita el universo una explicación fuera de sí mismo si ya tiene sus leyes físicas que incluso permiten pensar en la «auto-creación»?

Autor: Javier Sánchez Cañizares
Publicado en: 50 Preguntas sobre la Fe, 14

Cuando se habla de «explicación» hay que precisar bien qué es lo que queremos explicar, porque, para un mismo hecho, puede haber diferentes niveles de descripción. Así, por ejemplo, la explicación de que Messi caiga al suelo en un partido de fútbol es variada: se debe a la fuerza de la gravedad, a que ha tropezado con un obstáculo en el terreno de juego, a la zancadilla de otro jugador o a su propia intención de engañar al árbitro para que pite una falta (dejo a gusto del lector la decisión entre las dos últimas posibilidades, que son incompatibles entre sí).

El universo tiene explicaciones naturales, que son las que investiga la ciencia. Se trata de comprender cómo, a partir de procesos físicos muy básicos, el universo es tal y como lo conocemos (con galaxias, estrellas, planetas y vida). Hoy por hoy, el modelo más comúnmente aceptado para este tipo de explicaciones es la teoría del Big Bang, que dice que el universo comenzó a partir de una singularidad espacio-temporal hace unos 13.700 millones de años. Al hablar de una singularidad, queremos decir que no sabemos lo que pasó en ese momento, porque ahí las leyes de la física ya no funcionan (las cantidades relevantes se hacen infinitas).

El modelo del Big Bang es el que mejor se ajusta a los datos experimentales de que disponemos. Sin embargo, hay otros modelos teóricos (como el universo sin condiciones de contorno de Hartle y Hawking, la cosmología cíclica conforme de Penrose o las teorías del multiverso) que intentan englobar el Big Bang en una teoría más amplia que evite la singularidad inicial. Hay que decir que estos modelos no tienen, en la actualidad, ningún apoyo experimental. Por eso el Big Bang sigue siendo el modelo más seguido por los científicos.

Pero ¿qué sucedería si nuevas mediciones diesen la razón a uno de esos modelos? Pues estaríamos simplemente ante el modo habitual en que avanza la ciencia, donde las pruebas experimentales acaban decidiendo cuáles son las teorías que mejor explican la realidad observada. Por eso el modelo del Big Bang, como todo modelo científico, es un modelo provisional que puede ser mejorado eventualmente. 

Todas estas son explicaciones físicas o naturales del universo. Lo explican a partir de una serie de transformaciones naturales (desde una realidad que evoluciona a otra). Sin embargo, dichas explicaciones no logran responder a una pregunta más radical que podemos hacernos: ¿Por qué existe algo en vez de no existir nada? Si pretendemos contestar a esta pregunta recurriendo a las leyes naturales no encontraríamos una respuesta, porque podríamos seguir preguntando: ¿Y por qué existen esas leyes? 

Decimos que el universo necesita una explicación «fuera» de sí mismo no en cuanto a las leyes físicas, sino para responder a esa pregunta radical. La razón última de la existencia del universo la estudian la filosofía y la teología. Siguiendo el camino racional propio de estos saberes, distinto y complementario del de la ciencia, se llega a conocer que el universo tiene una causa necesaria (que existe por sí misma y no puede no existir) fuera de él; y que esa Causa es Dios, que ha creado el universo, con sus leyes naturales, por amor. 

Así, cuando hablamos de creación, nos referimos a la razón última del existir. Por eso, el concepto de «auto-creación» es en sí mismo contradictorio. Lo que no es no puede ser responsable de su propio ser. Lo que necesita ser creado, porque podría no ser, no tiene en sí mismo la razón de su ser y no puede «crearse». Entonces, afirmamos que el universo ha de tener la razón última de su existencia en otro ser, cuya existencia es necesaria, al que llamamos Dios.