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Deontología Biológica

Índice del Libro

Capítulo 23. Manipulaciones de la reproducción humana.

N. López Moratalla

a) Sentido biológico del sexo y sexualidad humana

Como comenta A. del Amo -comunicación oral-, "sorprende verificar que el modo de reproducción normal y universal -desde los seres más inferiores hasta los más organizados- sea la reproducción sexual, siendo así que este modo de reproducción nos aparece como un sistema complicado, poco económico, sobre todo en las plantas y animales acuáticos en los que la fecundación es externa, y el encuentro de los gametos de los progenitores es muy aleatorio. Especialmente si se compara con la multiplicación asexual que nos aparece como una reproducción extremadamente sencilla y eficaz: un fragmento del cuerpo se convierte en un nuevo individuo.

El sentido biológico del sexo parece bastante claro. Mientras la reproducción asexual origina descendientes genéticamente idénticos, la reproducción sexual da origen a una descendencia genéticamente heterogénea. Esta heterogeneidad supone, de una parte, la existencia de diferencias individuales entre los individuos pertenecientes a cada especie, lo que se puede llamar la personalidad biológica de cada individuo. Al mismo tiempo, se aumenta así la probabilidad de que algunos individuos tengan una dotación genética que les haga aptos para sobrevivir en nuevas condiciones ambientales, sin que se corra el peligro de la desaparición de la especie. De modo que, si la vida se ha abierto paso en el tiempo a pesar de numerosos cambios ambientales, no solo de ambiente físico sino también biológico, ha sido gracias a la existencia de la reproducción sexual, gracias a la existencia del sexo. Y por otra parte si la vida se ha diversificado en el espacio, se ha debido también a la reproducción sexual. En efecto, al aumentar el número de individuos y expandirse el área de distribución de una especie, inevitablemente acabará alcanzando áreas con ambientes distintos del originario.

El sexo es, pues, un rasgo biológico al servicio de la propagación de la vida. Este es su sentido biológico".

En los animales hay instintos que hacen eficaz la reproducción sexual, al asegurar la relación entre individuos de sexos diferentes, por lo que biológicamente esta atracción se ordena igualmente a la reproducción. Es más, esta atracción sexual entre animales, se produce exclusivamente en determinados periodos de tiempo -generalmente con carácter cíclico- que coinciden precisamente con los momentos en que es posible fisiológicamente la fecundación; es lógico, ya que si la atracción sexual está al servicio de la reproducción aquella tenga lugar cuando ésta se puede dar; si se eliminara del reino animal esta atracción, las especies se extinguirían. Así pues, biológicamente el sexo y la atracción sexual se ordenan y están íntimamente ligados a la reproducción.

La sexualidad en el hombre tiene un significado propio y profundo, es una dimensión humana, expresión de donación. En el hombre, por su perfecta unidad de cuerpo y espíritu no hay nada que sea solamente anímico, ni tampoco nada de él es por completo reducible a lo meramente biológico e instintivo. El cuerpo es la expresión de la persona y la sexualidad humana no es, por tanto, algo solamente del cuerpo, biológico exclusivamente, como ocurre en los animales, sino del hombre en su totalidad y de este modo está al servicio de la más importante pasión humana, que es el amor, la donación al otro.

La atracción sexual en el hombre presenta en relación al mero instinto sexual de los animales unas diferencias fundamentales. Ya en el nivel más biológico no está la atracción sexual humana ligada al tiempo cíclico de la fertilidad femenina, como ocurre hasta en los más evolucionados de los primates, ni tiene el automatismo característico del instinto, sino que es modelable plenamente por la racionalidad. El hombre, con la luz de su inteligencia, descubre los valores y el significado de lo que está inscrito en su propia naturaleza y puede de esta manera desarrollar su personalidad humana, integrando de forma armónica y congruente todas sus dimensiones.

La sexualidad humana integra todo aquello que se inserta en la biología, pero, al mismo tiempo, la sobrepasa; y la sobrepasa en cuanto que es expresión de una donación completa, de toda la persona, de todo lo que se es, al otro; en este sentido, decíamos antes, está al servicio del amor, del darse plenamente a una persona del otro sexo.

Cada una de las personas humanas está marcada por la sexualidad. En el sexo -masculino o femenino- radican las notas más características que le constituyen como hombre o como mujer, tanto en el plano biológico como en el psicológico y en el espiritual, de tal forma que es uno de los factores principales que le caracterizan, es parte integrante de su personalidad. Pero la corporeidad y la sexualidad no se identifican por completo; aunque en su constitución normal el cuerpo humano lleva todos los caracteres sexuales específicos y sea, por tanto, hombre o mujer; sin embargo, el que sea cuerpo forma parte de la persona humana, más profundamente que el hecho de serlo en versión femenina o masculina. Esto supone el que, aun siendo la sexualidad parte integrante de la personalidad, no significa que la actividad sexual sea necesaria para que la vida humana se realice plenamente. De hecho, esa plenitud se alcanza también en la continencia. Ahora bien, por el contrario, para que la actividad sexual sea plenamente humana, sea conforme a la dignidad de la persona, requiere no estar al margen del dominio que la razón ha de tener sobre los apetitos, requiere una realización de acuerdo con la verdad del hombre.

Como señala A. Ruiz Retegui -cfr. capítulo 16- nuestra condición sexuada es verdaderamente decisiva; la sexualidad no es una dimensión insignificante o accesoria del hombre, pues es justamente por el ejercicio de esa facultad que está unida a la condición humana "dividida" en hombres y mujeres, por lo que se inicia nuestra existencia. Existimos justamente como fruto del amor de nuestros padres. Es por la sexualidad, por esa dimensión de la persona humana, por lo que nuestros padres se han hecho partícipes del amor de Dios. Esto es muy grande y desde luego encierra un gran misterio porque significa que los padres disponen de la materia que ha de ser informada por el alma. Cuando Dios crea a cada persona lo hace no El solo, sino que se apoya en la capacidad generadora que tienen los padres en virtud de la sexualidad. Esto, a la vez que nos da una muestra o una razón de la trascendencia de la sexualidad, sitúa su posición dentro de la condición humana; la sexualidad -la masculinidad o la feminidad- se inscribe en el hombre justamente para esto, es decir, en orden a la participación en el poder creador de Dios.

Es dimensión de la persona, no es mero mecanismo biológico de reproducción de organismos. Nada en el hombre es pura biología y la sexualidad, menos. Como es dimensión personal para que cada persona -hombre o mujer- pueda participar en ese poder creador del amor de Dios, lo que inscribe en el hombre es una capacidad de cooperar con el Amor Creador y esa capacidad deberá tener por lo tanto la categoría de signo del Amor Creador: lo que va a participar con el Amor Creador debe parecerse, debe participar no solo en su eficacia sino en su propia estructura eficiente; por esto la sexualidad inscribe en el hombre una estructura de donación. Esta estructura de donación es bastante peculiar y no es la única estructura de donación que hay en el hombre. Hay otra más radical -por estar llamado a Dios en cuanto persona única e irrepetible- que es capacidad de querer, de darse; por esta capacidad el hombre puede darse a muchos como un maestro puede darse a muchos discípulos, o un médico a muchos enfermos, etc.; en este caso la donación a uno no impide la donación a otro ya que se da en cuanto persona y de suyo no incluye donarse con la corporalidad, aunque, por ejemplo, por amor a un amigo se entregue sangre o se entregue un riñón. Sin embargo, la estructura de donación que inscribe en la persona la sexualidad es una donación en su singularidad que incluye esencialmente la entrega de su dimensión corporal, la entrega del cuerpo en su estructura fecunda. Al ser el cuerpo principio de su singularidad hace que la donación que es de suyo personal, sea potencialmente fecunda y sea definitiva.

Así por el hecho de que el hombre tiene un cuerpo, que es humano, sabe que no es un simple animal, sino un animal racional, un hombre. Y porque el cuerpo humano expresa -además de la humanidad del hombre- el aspecto de la masculinidad o de la feminidad, descubre un nuevo sentido en su propio cuerpo que es un enriquecimiento recíproco en la unidad que se crea por la unión corporal, por la que un hombre y una mujer adquieren la capacidad procreativa. Ese acto no es, pues una mera función orgánica para la transmisión de la vida como ocurre en los animales; sino que en su estructura natural es una acción personal de cada uno de los dos que es expresión de la donación recíproca.

De ahí la norma ética -de ley natural- de no romper esta unidad entre unión y procreación en cualquiera de sus dos direcciones. Es decir, ni buscar la actividad sexual impidiendo la procreación, ni, por el contrario, buscar artificialmente una procreación independiente del sexo.

Por no ser un acto meramente biológico, sino un acto humano, toda la persona está comprometida en él: supone asumir la atracción sexual -que no está estrictamente determinada por el instinto sexual- en la donación al otro y acoger o aceptar al otro ser humano como don, no como objeto para uno mismo. Si los factores biológicos de la generación no estuvieran integrados en la unidad de ese acto humano el matrimonio perdería su valor, que es precisamente la estrecha e íntima relación entre el amor conyugal que lleva a la mutua entrega del cuerpo y el poder de generar nuevas vidas humanas en esa donación. Entonces la sexualidad humana pierde su sentido, se degrada, al quedar reducido su uso solo a fines del placer fisiológico e individual y sin estar orientada como corresponde a su naturaleza a la procreación y educación de los hijos y la relación padres-hijos perdería también su más profundo sentido.

Cuando la Iglesia Católica expone reiteradamente estos principios1 2 3 morales en torno a la sexualidad, no defiende un principio a aceptar simplemente por los católicos, sino unos principios de ley natural sin respeto a la cuales ningún hombre, ni ninguna sociedad, se podrán alcanzar la auténtica plenitud de la vida humana.

b) Manipulaciones de la relación sexo-reproducción-familia

En el hombre, la orientación de la sexualidad no acaba en la transmisión de la vida, sino que añade la educación de la prole en la familia, estableciéndose una profunda relación padres-hijos que supera plenamente el ámbito de lo biológico.

En los últimos decenios, principalmente en países de la cultura llamada occidental, se han introducido y propagado conductas que afectan las relaciones sexo-reproducción; a la conducta de los miembros de la pareja entre sí y a la relación de los descendientes con los padres. Tales conductas son incluso presentadas frecuentemente como progresistas. Tal es el caso de a) sexo sin reproducción: por ejemplo, esterilización, interrupción del acto, anovulatorios, métodos abortivos, (aborto directo, dispositivo mecánico, anovulatorios abortivos) etc.; b) reproducción sin sexo: inseminación artificial, fecundación "in vitro", clonaje asexual, y c) rotura del núcleo familiar: divorcio, unión temporal, limitación hedonística del número de hijos, fecundación heteróloga, etc.

Estas conductas son reprobadas tanto por la ética natural, como por la ética cristiana. Pero, además, como hemos visto, desde el conocimiento biológico, son claramente aberrantes y regresivas. El biólogo está, pues, moralmente obligado a hacerlo saber, tanto a la opinión pública en general, como a quienes están al frente de los poderes públicos. Y ha de tener en cuenta estos conocimientos, unidos a un profundo respeto por el hombre y la vida humana, cuando investiga en estos campos. Hay técnicas utilizadas para la mejora de la ganadería, mediante las cuales el hombre interviene en la reproducción animal, para aprovechar posibilidades a su servicio, o para aumentar sus conocimientos que no se llevan a cabo siguiendo los procesos naturales, sino manipulando esos procesos. No es lícita la aplicación al hombre de estas tecnologías que manipulan su reproducción. El mayor conocimiento que se ha logrado acerca del modo de transmisión de la vida está conduciendo en el momento actual a un grave deterioro de lo humano; una vez más el poder que el hombre adquiere con los conocimientos científicos no va acompañado de la prudencia que sería deseable y necesaria; una vez más se olvida de que no todo lo que técnicamente puede hacer, lo debe hacer, si no es éticamente admisible: el significado natural de una acción humana no puede cambiarse por el significado que el "manipulador" quiera darle.

Analizaremos algunas de estas manipulaciones iniciadas en época reciente y en las que la investigación biológica -biomédica- está directamente implicada. Con todas ellas se lesiona el recto uso de la sexualidad; en alguna, se añaden, además, otros problemas -graves, como la muerte provocada- que aumenta su ilicitud ética.

c) Regulación de la natalidad y anticoncepción

Bajo la denominación de métodos no naturales empleados para la anticoncepción se engloban todos aquellos sistemas que impiden el desarrollo normal de los gametos, su liberación o su fusión a través del empleo de productos químicos o biológicos y también las intervenciones mecánicas sobre el acto sexual, y sus aberraciones; si bien estas últimas proceden de conductas personales directamente, las otras tienen su origen en investigaciones científicas que ponen a disposición de la gente los productos necesarios y el sistema de utilización. A estos últimos nos vamos a referir.

Teniendo en cuenta el mecanismo principal de su acción de impedir la fecundación, se pueden distinguir por una parte los que interrumpen la gametogénesis por diferentes procesos como son los análogos de LH-RH, antihormonas, antimitóticos que impiden la multiplicación, etc. Un segundo grupo estaría constituido por aquellos compuestos que impiden la fusión de los gametos bien desencadenando fenómenos inmunológicos de rechazo, bien poniendo en marcha sistemas que ocluyen los conductos gonofóricos.

Desde un punto de vista ético la utilización de cualquier método cuyo fin directo sea impedir la concepción es ilícito, y por ello es también ilícito participar en investigaciones relacionadas con este tema. La razón de la ilicitud de estos métodos es -como se ha desarrollado antes- que al impedir la procreación se establece una profunda limitación al acto conyugal que queda privado de ser la expresión del verdadero amor conyugal en la entrega recíproca.

Las circunstancias añaden otros problemas éticos a la utilización de las técnicas anticonceptivas. El más grave es que en su mayoría tienen además un efecto antiimplantatorio como ocurre con la antiprogresterona, la vacuna anti-hCG, o los dispositivos intrauterinos; por ello si no impidieran la fecundación, producirían después un efecto abortivo que sería el causante de la no natalidad. Más recientemente, en 19864, se ha puesto a punto el uso de un antagonista de la progesterona, RU-486 -llamada píldora abortiva- cuyo efecto primario es impedir la nidación del embrión, y que ofrece -según afirman sus "inventores"- una alternativa razonable al aborto quirúrgico, sin el riesgo de anestesia, complicaciones quirúrgicas, infertilidad y secuelas psicológicas que éste produce.

Por otra parte, y especialmente la contracepción hormonal, lleva consigo un incremento de alteraciones genéticas y de trastornos del sistema reproductivo de la descendencia y aumenta las gestaciones ectópicas, así como diferentes efectos secundarios en quienes la utilizan. Los procesos biológicos que capacitan la procreación son complejos, y con una regulación muy precisa, y al interferir alguno de ellos se desequilibran otros y se expone así a la persona a riesgos que son de suyo innecesarios.

Es absolutamente diferente la regulación de la natalidad siguiendo el cauce natural fundamentado en la disposición biológica de la capacidad generativa en la mujer sujeta a un ritmo de periodos cortos. Cuando hay motivos suficientes, es legítimo el recurso a los periodos infecundos; esta regulación de la fertilidad es éticamente recta, ya que obedece a la verdad de la persona -inscrita en ese orden natural de la fecundidad humana- y por tanto es acorde con su dignidad. No es un método más de evitar la concepción que se convierte en lícito por ser natural; los métodos anticonceptivos, por el contrario, impiden el desarrollo de los procesos naturales al establecer una barrera en alguna de las etapas. La regulación natural supone un dominio racional y libre de la actividad sexual que se sirve del conocimiento de las leyes naturales legítimamente, puesto que respeta la naturaleza del acto.

La investigación científica que busca el conocimiento de los tiempos de fertilidad e infertilidad de la mujer con el fin de descubrir métodos para conocerlos con seguridad es de un gran valor; intenta encontrar unos parámetros fiables para predecir con tiempo suficiente la ovulación y para determinar cuándo ésta ha tenido lugar. Con ello, señala Juan Pablo II5, ese conocimiento científico "se convierte en el sendero por donde la libertad de la persona humana lleva a cabo una procreación responsable. Sólo de este modo las parejas casadas, en posesión del conocimiento necesario, pueden llevar a cabo una "armonización" de todas las dimensiones de su humanidad y salvaguardar la verdad toda del amor matrimonial".

d) Fecundación artificial

Las técnicas que permiten manipular las células reproductoras han avanzado considerablemente y su aplicación a la mejora ganadera ha sido de gran utilidad. Los espermatozoos, pueden conservarse durante años congelados a -180ºC en nitrógeno líquido y recuperan su movilidad y capacidad fecundante al pasar de nuevo a la temperatura ambiental. La inseminación artificial, utilizando espermatozoos depositados en "bancos de semen", ha permitido grandes mejoras, por ejemplo, en la cría de toros, ya que puede comprobarse la calidad de la descendencia de un ejemplar concreto antes de realizar una inseminación a gran escala. La inseminación es técnicamente muy simple; se reduce a depositar semen en el útero. Esta técnica se comenzó a aplicar al hombre durante la guerra de Corea; semen congelado, obtenido de los soldados americanos, fue usado para fecundar a sus esposas a miles de kilómetros de distancia.

Por otra parte, la manipulación de óvulos -más complicadas dado el número mucho menor, de orden del uno por ciclo menstrual, pero que se puede aumentar hasta 10 mediante inductores hormonales- ha permitido la fecundación artificial bajo control microscópico -fecundación "in vitro"-. Tras el desarrollo del cigoto hasta la fase de 16 a 32 células se implanta en el útero de una mujer preparada hormonalmente donde se completa el desarrollo embrionario.

La aplicación de la técnica de fecundación extracorpórea al hombre se presentó a la opinión pública con ocasión del nacimiento, en julio de 1978, de la primera mal llamada "niña probeta" como un éxito tecnológico conseguido por los doctores R. Edwards y P. Steptoe. El alarde publicitario de este hecho no fue bien recibido en los medios científicos -en donde en un principio se rechazó la publicación- ya que se consideró que estas técnicas habían sido utilizadas desde hacía tiempo, con pequeñas diferencias en animales y por tanto no aportaban nada nuevo a la Ciencia. Posteriormente en la publicación del trabajo se dio a conocer que Louise Brown nacía tras más de 100 intentos fallidos en los que vidas iniciadas "in vitro" no consiguieron alcanzar su completo desarrollo embrionario. La doble finalidad de estos trabajos, que era por un lado la de investigar y por otro aportar un sistema que permita la maternidad en mujeres con esterilidad por obstrucción de las trompas de Falopio, quedaron explícitamente expuestos por Edwards en los comienzos del desarrollo de esta técnica6.

Durante estos últimos años se han ido desarrollando métodos artificiales de concepción basados en estas dos técnicas, y se han presentado como soluciones para vencer la esterilidad, aunque lógicamente ninguna de ellas la cura. Existen, sin embargo, soluciones para eliminar la esterilidad en algunos casos, que permiten, por tanto, la posibilidad de una concepción natural posterior; la microcirugía de trompas, tiene actualmente el mismo índice de éxito que la fecundación "in vitro"; pero los esfuerzos de la práctica y de la investigación médica -y biomédica- se han centrado casi en exclusiva en el desarrollo de los métodos artificiales de fecundación más que en conocer con profundidad y conseguir la eliminación de estos tipos de defectos que producen esterilidad.

Ambos métodos artificiales de concepción coinciden en que tanto en uno como en otro se da una separación total entre fecundación y acto sexual, y por esta razón son ilícitos éticamente. A continuación, veremos una descripción más detallada de los procesos implicados, con el fin de completar el análisis desde el punto de vista ético, ya que tienen aspectos característicos propios cada uno de ellos.

Fecundación "in vitro"

Este procedimiento -fecundación "in vitro" con transferencia del embrión, FIVET- requiere en primer lugar la obtención de los dos gametos. La obtención de los óvulos se realiza -bajo anestesia- bien por la laparoscopia, bien por punción ovárica transvesical bajo visión directa por ecografía. En los primeros años de utilización de estas técnicas, los óvulos procedían de un ciclo ovárico normal, y por tanto se conseguían de uno en uno. Dadas las dificultades que se presentan para conseguir la nidación correcta del embrión las posibilidades de éxito fueron tan limitadas, que se añadió como etapa previa la inducción de una ovulación múltiple mediante el empleo de diversas sustancias u hormonas. De esta forma se destinan a la fecundación no uno sino varios óvulos obtenidos de una mujer en un mismo ciclo.

El semen se obtiene habitualmente por masturbación, lo que supone empleo de un medio inmoral. Y si procede de donantes se conserva, durante el tiempo tras congelación, en los llamados "bancos de semen".

Los óvulos mantenidos durante unas 8 horas en un medio de cultivo apropiado son fecundados por la adición de una suspensión concentrada de espermatozoos móviles. Comprobada la fecundación, se mantiene en cultivo el embrión hasta la fase de blastocito.

Posteriormente se transfieren tres de los embriones en el estado de blastocito al útero de una mujer convenientemente preparada, mediante tratamiento hormonal, para hacer posible la nidación; generalmente, si un primero no consigue implantarse puede, sin embargo, facilitar que alguno de los otros dos lo haga. Se introducen en un catéter con suero de la misma mujer a través del canal cervical hasta el fundus uterino. El resto, "los embriones excedentes" se congelan para una transferencia posterior, o se destinan a experimentación. La perfecta implantación y ulterior avance del desarrollo embrionario no están técnicamente logrados; según las propias estadísticas de los iniciadores de estas técnicas7 el 90% de los embriones mueren en esta transferencia al útero; en un plazo inferior a 3 años transfirieron 1.200 embriones de los que nacieron 139 niños.

La fecundación "in vitro" se aplica en numerosas clínicas existentes actualmente en diversos países ante problemas de esterilidad que se podrían clasificar de la siguiente forma:

a) Esterilidad por obstrucción de trompas.- La fecundación se lleva a cabo con óvulos de la mujer y esperma del marido o a veces de un donante anónimo. Los embriones excedentes congelados pueden ser usados con años de intervalo para que los padres consigan otros hijos, hermanos gemelos del primero o son donados a otras parejas. De ordinario, quien completa la gestación es la madre biológica -donadora del óvulo- aunque puede ocurrir que sea una mujer diferente a la que se le transfiere el embrión. Se convierte así en un comercio rodeado de grandes incentivos económicos.

Dentro de este tipo -que fue con el que se inició la aplicación de la técnica- se encuentra la que se denomina fecundación homóloga; es decir, aquella en la que los gametos pertenecen a un hombre y una mujer unidos en matrimonio.

b) Esterilidad femenina por anomalía del útero con ovarios normales.- En estos casos los gametos del marido y de la mujer se fecundan artificialmente y el embrión se transfiere a una "madre uterina" que completa la gestación. El hijo tendrá todos los caracteres de los progenitores, pero lo dará a luz otra mujer.

c) Esterilidad femenina por ausencia de óvulos.- La fecundación del óvulo de una donante se lleva a cabo con el semen del marido y el embrión transfiere a la esposa, que llevará a cabo la gestación. Se trata, pues, de una fecundación heteróloga. El hijo es biológicamente del marido, pero adoptivo de la mujer.

d) Esterilidad de la pareja por incompatibilidad genética o inmunológica.- Un embrión donado es transferido a la esposa. Realmente es una adopción de un niño en una etapa bien precoz de su vida, mientras está aún en su etapa de vida uterina. Con ello pretenden conseguir que la esposa tenga la sensación de "realizarse" en esa gestación.

e) Esterilidad masculina.- Se realiza la fertilización de óvulos de la esposa con espermatozoos de un donante con posterior transferencia del embrión. Lógicamente en esta fecundación heteróloga el hijo es de la mujer y se podría considerar adoptivo del marido.

Se plantean variaciones sobre los tipos descritos de este método de fecundación artificial. Así, después de la muerte de la madre el embrión congelado puede completar su desarrollo embrionario si se transfiere al útero de otra mujer. Una mujer soltera que desea un hijo, con plena independencia de un hombre, completaría la gestación de un embrión obtenido al fecundar un óvulo suyo con semen de un donante anónimo. O el caso extremo -aceptado por la legislación sueca aprobada al respecto y pedido también en Inglaterra- de pretender una "maternidad" en una pareja de homosexuales en la que una contribuiría con el óvulo, que, fecundado por semen de un donante, sería transferido al útero de la otra, que daría a luz8. En 1986, Robert Winston, jefe del laboratorio de fertilización del hospital londinense de Hammersmith anunciaba sus intentos de lograr el embarazo de un varón por implantación de un embrión en la región renal del abdomen.

Se viene también planteando la gestación en útero de animales de un embrión humano obtenido por fecundación "in vitro". Se habla incluso de fertilización interespecie con primates superiores.

Un último aspecto, y no menos importante por cierto es el de la disposición de los embriones no utilizados. ¿Qué hacer con los embriones "sobrantes" o con los que puedan tener alguna tara? Si son anormales y el médico detecta alguna anomalía, podría sentirse tentado a destruirlos o a destinarlos a investigación; hay que señalar que la manipulación necesaria de los gametos y la exposición del embrión a un ambiente no natural lleva consigo una tasa de malformaciones más elevada que en la concepción natural.

Inseminación artificial

Ante problemas de esterilidad masculina se está recurriendo a la inseminación de la mujer con espermatozoos procedentes de un donante anónimo produciéndose así una fecundación artificial heteróloga. La utilización de éstas técnicas -aunque sin el despliegue publicitario de la fecundación "in vitro"- está siendo bastante frecuente. Es llamativo, por ejemplo, el hecho de que durante el año 1982 se produjeron 1000 embarazos por este procedimiento sólo en Gran Bretaña9, país que no se caracteriza precisamente por una elevada cota de natalidad. Es la denominada inseminación por donante, AID.

Se plantea también la utilización de este procedimiento si tras la muerte del marido la esposa desea un hijo, usando para la fecundación su semen congelado. Y se discute en diversas clínicas la conveniencia o no de fecundar artificialmente a mujeres solteras que desean un hijo y el derecho a que les sea concedida su petición.

Se han introducido también variantes de esta técnica, buscando un acercamiento mayor de los gametos y una concentración más alta del esperma en la inseminación artificial homóloga, usando por tanto semen del marido y no de un donante (AIH). Los resultados obtenidos con la inseminación intrauterina (IVI) y con la inseminación intraperitoneal son negativos para unos equipos, mientras que otros los encuentran satisfactorios10.

Valoración ética y aspectos legales de la fecundación artificial

El llamado derecho al hijo.- La finalidad primaria de la fecundación homóloga es buena, aunque el legítimo deseo de un hombre y una mujer, unidos en matrimonio, a ser padres no justifique por sí mismo el recurso a cualquier procedimiento. No existe un derecho de los esposos a tener un hijo porque ninguna persona humana es debida a otra, como si fuera simplemente una cosa, un objeto. Tienen, lógicamente, el derecho a que nadie, ningún tipo de autoridad, les imponga qué número de hijos y cuándo pueden tenerlos; es un asunto de la conciencia de los esposos en el uso de su libre y responsable paternidad. Pero el reconocimiento y la respuesta a este derecho es claramente diferente de la afirmación de que les sea debido el hijo. Los cónyuges tienen el derecho a los actos naturales que conducen a la procreación, pero no derecho a la procreación efectiva.

Fecundación heteróloga.- En la fecundación heteróloga la finalidad se desvirtúa. El contexto conyugal es el único legítimo para generar una vida humana y educar la persona nacida. No sólo es inadmisible desde el punto de vista ético la maternidad fuera del matrimonio sino también cuando la fecundación artificial se ha llevado a cabo con los gametos pertenecientes a un hombre o una mujer diferente a los esposos. El marido, o la mujer, no son el padre, o la madre, biológicos y el padre, o la madre, biológicos no serán los que eduquen a ese hijo, sino que son simplemente donadores de gametos; estos donantes declinan toda su responsabilidad -y hasta han de esconder su identidad- como padres. Este tipo de fecundación es contraria a la unidad del matrimonio; "la fidelidad de los esposos, en la unidad del matrimonio, comporta el recíproco respeto de su derecho a llegar a ser padre o madre exclusivamente el uno a través del otro"3.

El juicio ético que califica de inmoral a la fecundación heteróloga no lo hace tanto a causa de que la paternidad sea anónima, o por el peligro de consanguinidad en poblaciones pequeñas, etc., sino por el hecho de ser contrario -como también en el caso de la homóloga- a la conexión que por naturaleza existe entre los significados unitivo y procreativo de la sexualidad conyugal3. Estos son otros factores que agravan el juicio ético. Pero estos factores deben tenerse también en consideración porque una rotura o un debilitamiento de la relación natural padres-hijos tiene de hecho repercusiones muy serias en una vida humana.

Como señalaba Lejeune11, refiriéndose a la inseminación artificial heteróloga, "es posible pensar que más graves serían sus efectos psicológicos. La disociación entre paternidad y acto de amor, que se ha querido comparar con la sublimación afectiva que se da en la adopción, es en realidad muy diferente, porque uno de los procreadores, la madre, es un progenitor biológico "bona fide", mientras que el otro, el padre, es absolutamente extraño a sus hijos. La generación por estos métodos podría conducir a la creación de una "fractura" todavía mayor entre las generaciones, con toda la inestabilidad afectiva y racial que podemos intuir". En la fecundación "in vitro" puede darse además la posibilidad de separación entre la madre biológica, donadora del óvulo, y la madre uterina receptora del cigoto; "las consecuencias objetivas -añade el mismo científico- serán todavía más graves... veremos resquebrajarse el último lazo natural entre las generaciones. Si siempre se ha podido tener una duda acerca de la paternidad en ciertos casos, no podría haberla nunca acerca de la maternidad después de haber asistido a un parto. Ahora vemos que este lazo puede ser totalmente roto, por lo menos en algunos casos particulares... Temo incluso que, el hecho de entrar en posesión de esta técnica, puede contribuir a la ruina del buen sentido natural y del respeto que tenemos por los seres humanos".

Los años que han transcurrido desde que Lejeune hiciera esos comentarios han mostrado que sus temores no eran infundados. Las legislaciones y las propuestas de leyes que regulen la propiedad de los embriones, sus derechos hereditarios, o la demanda judicial por impericia del equipo que realiza la fecundación, etc., que veremos más adelante, demuestran la ruina de ese buen sentido natural y del respeto por los seres humanos.

También la maternidad sustitutiva presenta serios problemas éticos: "representa una falta objetiva contra las obligaciones del amor materno..., ofende la dignidad y el derecho del hijo a ser concebido, gestado, traído al mundo y educado por sus propios padres. Instaura un detrimento de la familia, una división entre los elementos físicos, psíquicos y morales que la constituyen"3.

Producto de un acto técnico.- También sería ilícita la fecundación artificial si se tiene en cuenta otro aspecto, no menos grave. El hombre es de tal dignidad que no puede ser "fabricado" por otro hombre, sino que ha de ser generado a través del amor de sus padres. Es cierto que el amor de unos esposos con un problema de esterilidad es lo que mueve su deseo de conseguir un hijo; pero en la fecundación artificial el acto que da comienzo a la vida del hijo es un acto técnico puesto por unos terceros; "Sólo un acto de amor en el cual toda la persona de los cónyuges esté implicada es digno de dar origen a una nueva persona humana"12. Lo que se da por amor en este caso -los gametos- es un producto del cuerpo y no la persona misma. El hijo no engendrado en el acto sexual no es propiamente fruto del amor de sus padres. De ahí que se dañe también su dignidad.

El desarrollo tecnológico ha acostumbrado de tal forma al hombre de la civilización actual a fabricar cualquier cosa, que se ha hecho difícil en ocasiones reparar en la gravedad que supone sacar el origen de una nueva vida humana del entorno profundamente humano de la sexualidad conyugal, para situarla en el mundo de la técnica donde el padre o la madre, convertidos en simples donadores de gametos, no son ya insustituibles, y lo único que queda como algo imprescindible es el trabajo de un técnico capacitado y hábil.

Hasta tal punto se establece una relación parecida a la que se da entre quien hace un encargo y quien lo recibe, que entre los problemas planteados se encuentra ya el de la demanda al equipo por impericia técnica, o la no aceptación de un hijo con taras. Incluso se establece el derecho a elegir para la transferencia al útero de entre los embriones aquellos que correspondan al sexo deseado, o el tiempo más adecuado para la gestación.

Otros problemas éticos.- Otros problemas concurren también, que, aunque circunstanciales, es decir, que podrían evitarse con modificación o con un mayor perfeccionamiento técnico de los métodos, incrementan el grado de ilicitud. Por una parte, el riesgo alto, e innecesario, de muerte a que se someten un número elevado de embriones.

En el Congreso Internacional de Helsinki de 1985 se dieron a conocer las cifras siguientes: de los 124.585 óvulos fecundados artificialmente se produjeron 1.369 embarazos con 628 abortos y unos 600 nacimientos; y sólo un 17% de las parejas sometidas a esta técnica consiguen el nacimiento de un hijo.

Por otra parte, al fin primario de estas técnicas, el de producir una nueva vida, se une también frecuentemente el objetivo, por supuesto, desde cualquier ángulo que se mire ilícito, de obtener "material humano" para la experimentación, imposible de conseguir de otra forma, al usar los embriones excedentes; si bien este problema puede de hecho desaparecer si se fecundaran menos óvulos o se implantaran todos los fecundados.

Hay que tener en cuenta, además, la fase de congelación del embrión; nadie es dueño de la vida de un ser humano y por tanto nadie tiene el derecho a interrumpir el proceso vital, "constituye una ofensa al respeto debido a los seres humanos, por cuanto les expone a graves riesgos de muerte o de daño a la integridad física, les priva al menos temporalmente de la acogida y de la gestación materna3.

Legislaciones

Los continuos abusos que se han producido en la práctica de la fecundación artificial y el desconcierto ante derechos y deberes en este "negocio atípico" donde intervienen padre y madre biológicos, equipo biomédico, madre fisiológica, y la posibilidad de hacer contratos de "compra-venta" de gametos y de embriones, etc. ha dado lugar a que en muchos países se haya pedido ya, y con urgencia, una legislación.

Elisabeth Panthon en 1982, examinaba los problemas plantados en torno a la fecundación "in vitro" y a la congelación, para fines diversos, de los embriones obtenidos por fecundación en el laboratorio13. Señaló la necesidad de plantear desde el aspecto jurídico la solución a "casos" que podían darse, dado que los embriones congelados pueden ser vendidos, o implantados a fin de continuar su desarrollo en una mujer diferente de la donadora del óvulo, o dejarse durante bastante tiempo en congelación antes de implantarlos en útero, etc. Entre los "casos" a decidir planteaba, por ejemplo, el de a quién pertenece el niño nacido en el supuesto de conflicto entre la madre biológica y la madre "uterina"; o el de si existe derecho a reclamar la herencia paterna por parte del nacido años después de la muerte de su padre, etc.

Una vez más la pregunta ética acerca de cómo se debe proceder atendiendo a la dignidad del hombre, a su valor, a la salvaguardia de la familia, etc. se sustituye en las sociedades permisivas por una pregunta acerca de qué intereses deben primar: los del futuro hijo, los de los padres, los de la Ciencia o los meramente económicos. Reducido lo moral o inmoral a lo penalizado o no penalizado, la ciencia técnica queda absolutamente desorientada y lejos de estar al servicio del hombre entra al servicio de los deseos de los hombres y de innobles intereses. Testart, que intervino en la concepción del primer "niño-probeta" francés se muestra, después, preocupado por las exigencias crecientes de esta técnica médica al servicio del deseo: "en cuanto fuimos capaces de hacer nacer a un niño por fecundación "in vitro", se nos preguntó sobre la posibilidad de elección del sexo. ¿Cómo no suponer que, en cuanto esto sea posible, la ansiedad de las parejas que desean un niño en vez de una niña será tan grande como lo es hoy la de los matrimonios estériles?". En 1987 Testart se retiraba de este campo, al igual que su colega Vicenzo Abate, el ginecólogo italiano que hizo nacer al primer niño de su país por FIVET y congelación del embrión.

En 1982, el gobierno británico encargó a Mary Warnock la formación de un Comité Investigador para examinar las técnicas y sus implicaciones y para formular unas recomendaciones acerca de la futura política oficial. En julio de 1984 se hizo público el informe y se dio de plazo el final del año para que los organismos interesados y los ciudadanos particulares presentaran sus sugerencias que serían cuidadosamente consideradas antes de tomar decisiones y establecer las normas legales. En el informe brillan por su ausencia principios éticos fundamentales y el ser humano queda considerado en gran medida como un objeto de experimentación o de explotación.

Otros sistemas no sustitutivos del ejercicio de la sexualidad

Para algunos científicos la fecundación artificial se presentaba como la respuesta de la ciencia al deseo de muchos matrimonios estériles de ser padres. El convencimiento de que es su intencionalidad lo que da sentido y significado a las realidades, hizo olvidar o desconocer la verdad propia del acto conyugal y la dignidad de la persona humana, que hace que nunca puede ser tratada como objeto. El desencanto, al comprobar una vez más que la ciencia técnica no es nunca fuente de progreso, si no está orientada por criterios éticos, ha seguido al entusiasmo inicial. Pero el problema de la esterilidad es y debe ser un reto que encuentran ante sí las Ciencias biomédicas; los conocimientos científicos y el desarrollo tecnológico pueden contribuir realmente a eliminar la limitación que causa la esterilidad o, al menos, plantear procedimientos en los que "el medio técnico no sustituya al acto conyugal, sino que sea una facilitación y una ayuda para que aquel alcance su finalidad natural" (cfr. nº 6 de la cita 3).

Más recientemente han empezado a aparecer publicaciones acerca de experiencias preliminares usando técnicas de transferencia de gametos que facilitan el encuentro de éstos sin sustituir al acto natural14.

e) Clonaje asexual

Hasta fechas recientes la producción artificial de hombres "clónicos" -exactamente iguales entre sí por tener la misma información genética-, obtenidos asexualmente a partir de un solo progenitor, que aporta los núcleos de algunas de sus células somáticas ha constituido simplemente el tema de numerosas novelas de ciencia ficción.

Clonación por transferencia de núcleos

La multiplicación vegetativa se había logrado en anfibios mediante la sustitución del núcleo del huevo fecundado por el núcleo de una célula somática; el individuo resultante posee las características del donante del núcleo y no, como es lógico, de los donantes de los gametos que constituyeron el huevo. Se obtiene así una copia -o múltiples copias si el proceso se realiza varias veces- exacta del donante de células somáticas.

Las modificaciones irreversibles que sufre el genoma de mamíferos durante el desarrollo embrionario establece una barrera biológica a la obtención de individuos clónicos a partir de un progenitor adulto, dado que el mensaje genético de sus células no está en condiciones de volver a ser expresado tras su trasplante a un cigoto. Por este motivo el clonaje humano parecía ser sólo un producto de la imaginación de los novelistas aficionados al tema; sin embargo, esa barrera natural ha sido rota al obtenerse en 198115 clones de un embrión precoz de ratón, mediante la transferencia de núcleos; por tanto, existe la posibilidad de que técnicamente se puedan "producir" hombres en serie a partir de los núcleos de las células de un embrión precoz. Lógicamente esta pretensión ha sido calificada en el ámbito científico como "la mayor locura de la historia"; pero, sin embargo, algunos biólogos se la plantean como un objetivo deseable; como recoge Marcel Blanch16, Joshua Lederberg, premio Nobel de Medicina ha sido uno de los primeros en defender el clonaje humano como medio de reproducción, sin riesgo de deterioro del patrimonio genético, de los "individuos superiores" y piensa que los hombres clónicos serían especialmente aptos para realizar trabajos que requieren una estrecha colaboración, como pueden ser una operación quirúrgica o una misión espacial.

Otros señalan que estos hombres en serie darían un gran juego a la Ciencia, por el hecho de ser biológicamente idénticos, si son utilizados por los científicos para realizar experimentos dirigidos a conocer la importancia que tiene en los seres humanos el factor naturaleza y el factor cultura.

Para Joseph Fletver, de la Universidad de Virginia, la sociedad podría tener necesidad de hombres clónicos especializados, para cumplir ciertas funciones específicas, como por ejemplo, individuos especialmente resistentes a las radiaciones, o de pequeña talla para los vuelos de altura o los viajes espaciales.

Una transferencia de núcleos de blastómeros de un embrión de 8 ó 16 células de oveja a huevos fertilizados, a los que se les ha quitado el núcleo, se ha llevado a cabo con éxito en 1986. Esto permite el clonaje de animales domésticos17.

Clonación por inducción de gemelaridad múltiple

El desarrollo de las técnicas de fecundación extracorpórea y la posibilidad de conservación indefinida tras congelación de los embriones han suscitado de nuevo el tema del clonaje mediante divisiones sucesivas de una mórula, que, cultivadas y transferidas al útero de diversas mujeres, darían lugar a numerosos individuos clónicos.

Un proyecto que algunos han llegado a plantear es el siguiente: separación de células de una mórula de sexo femenino antes de ser implantada para completar su gestación, desarrollo de esas células hasta blastocitos y congelación. Cuando haya llegado a la edad adulta tendrá la posibilidad de completar en su útero -o en el de una madre uterina- su propia copia; una hermana gemela con 15 o 20 años de diferencia. Se trata por tanto del intento de dirigir artificialmente la aparición de gemelos, disociando mecánicamente las células pertenecientes de un embrión precoz.

Clonaje por partenogénesis

Un intento diferente de clonaje humano, en este caso a partir de un adulto, había sido llevado a cabo anteriormente, en 1976, por Schettles18: trasplantó el núcleo de una espermatogonia con una dotación genética de 46 cromosomas a un óvulo desnucleado. Tras cultivo "in vitro" se desarrolló hasta la fase de blastocito y, como el autor refiere en la publicación, destruyó el embrión en esta fase por miedo al resultado final en caso de que hubiera completado su desarrollo embrionario una vez implantado en útero. Se trataría de un clonaje por partenogénesis, no natural en mamíferos. En especies inferiores, como insectos o peces, un nuevo individuo se puede formar a partir de único gameto. No deja de ser tranquilizador, en cierto sentido, la existencia en mamíferos de una infranqueable barrera biológica al clonaje de adultos. Se ha conocido recientemente19 que la aportación genética paterna y materna no son equivalentes, sino diferentes y complementarias, y ambas necesarias para que el desarrollo embrionario pueda asegurarse. Durante la gametogénesis se produce un "marcaje" específico de los dos gametos que les permite una actuación específica: la dotación derivada del padre actúa preferentemente en los tejidos extraembrionarios, mientras la de la madre lo hace en el embrión. De esta forma, la biología exige para el desarrollo de un nuevo individuo mamífero que el núcleo de la que va a ser la célula cigoto esté formado por las dos mitades de dotación genética que aportan cada uno de los gametos de sus progenitores.

La ilicitud del clonaje humano es obvia; lesiona, además de los principios éticos que hemos considerado en este capítulo, el derecho de toda persona humana a que su propia identidad genética no haya sido elegida por nadie, sea cuales fueren los motivos de esa elección. Aparece claro ante estos planteamientos que es el mismo hombre quien resulta en definitiva inhumanamente tratado y atacada su dignidad cuando con el poder que le otorga el conocimiento científico se erige en dominador absoluto para quien hasta la persona humana es instrumento al servicio de las tareas que se propone.

Notas

(1) PABLO VI. Encíclica Humanae Vitae, nº 12.

(2) JUAN PLABLO II. Audiencia general 22.VIII.84.

(3) Documento de la Congregación de la Doctrina de la Fe. "Instrucción sobre el respeto de la vida humana naciente y la dignidad de la procreación". Cardenal Ratzinger. Roma, febrero, 1987.

(4) COUZINET, B., STRAT, N., ULMANN, A., BAULIEU, E.E., y SCHAISUN, G., N. Engl. J. Med. 1986, 315, 1565-1570.

(5) Discurso al Congreso Internacional para Estudio sobre el Matrimonio y la Familia. L'Osservatore Romano. 785.

(6) EDWARDS, R.C. "Reproduction: Chance and Choice". En Genetic Engineering. (Ed. Patterson). British Broedeasting. Londres, 1969. pp. 25-32. Cfr. Gobstein C. "External Human Fertilization". Sci. Am. 240, 33-43, 1979.

(7) EDWARDS, R.G. "Situación actual de la fecundación "in vitro". Boletín Médico de IPPF, 18, 5, 1984.

(8) Algunas publicaciones: Fertility and sterility, 13. 182-184, 1985; Arch. Intern Med. 145, 527-531, 1985; Arch. Intern. Med. 145, 419-420, 1985.

(9) "Legal restraints proposed for UK". Nature, 310, 266, 1984.

(10) Algunos artículos al respecto: Lancet 1984, 533-35; 1986, 693-694; 1986, 972-973; 1986, 916-17; 1987, 270; 1987, 52-53.

(11) LEJEUNE, J. "Las manipulaciones genéticas". Palabra, 175, III, 1980.

(12) CAFFARRA, C. "Genética y manipulación". Folletos M C, nº 396, 1985.

(13) PANTHON, E. "Embrions humains congelés: qui sont les parents?". Le Recherche, 137, 1196, 1982. Las "profecías" de E. Panthon acerca de la posible problemática se han cumplido. Por citar algún ejemplo baste recordar algunas polémicas suscitadas y que han tenido amplio eco en la prensa. Las gemelas francesas Magali y Christina Sevault luchando, por Stephane, fruto de la inseminación de Christina con el semen del marido de Magali, estéril tras un aborto accidental. La maternidad de alquiler ha dividido la opinión en los EEUU acerca del destino de "Baby M"; los Stern habían pagado 10.000 dólares para que la Sra. Whitehead fuera inseminada por el Sr. Stern y les entregara posteriormente el hijo; tras el nacimiento la madre se niega a entregarlo. Los bancos de semen se han convertido en un auténtico mercado negro y se han llegado a crear, además, con la especificidad de racistas y de feministas. Corinne Parpalix ha conseguido sentencia favorable a la restitución del semen de su marido difunto de uno de los bancos.

(14) McLANGHLIN, D.S., TROIKE, D.E., TEGENKAMP, T.R. y McCARTHY, D.G. "Tubal ovum transfer: a Catholic approved alternative to in vitro fertilization". Lancet, p. 214, 1987.

(15) ILLMENSE y HOPPE, G. Cell 23, 30, 1981; véase también MARX, J.L. "Three mice 'cloned' in Switzerland". Science, 211, 375-376, 1981.

(16) BLANCH, M. "Clonaje des mammiferes: le 'meilleur des mondes' est il pour demain"? La Recherche, 121, 482-483, 1981.

(17) WILLADSEN, S.M. "Nuclear transplatation in sheep embryos". Nature 320, 63, 1986.

(18) SCHETTLES, L.B. "Diploid nuclear replacement in mature human ova with cleavage". Am. J. Obstet. Gynecol., 133, 22-25, 1976.

(19) HAMMER, R.E. et al. J. Embriol exp. Morph. 97 (Suppl) 1986, 257-262.

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