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Francia y Alemania se acercan a Polonia como tercer país del núcleo duro, en lugar de sumar a Italia o España
Dejando a un lado las críticas de los últimos años a las reformas judiciales polacas, París y Berlín buscan un grado de cooperación especial con Polonia con el fin de que esta no ejerza la función de puerta europea para la influencia de Washington que antes correspondía al Reino Unido. Para franceses y alemanes, Polonia parece un socio más fiable que Italia y España, cuya inestabilidad política complica la elaboración de estrategias de seguridad y defensa a medio y largo plazo.
▲ Macron con el presidente y el primer ministro polacos durante su visita a Varsovia de febrero de 2020 [Palacio del Elíseo]
ARTÍCULO / Jokin de Carlos Sola
El Consejo Europeo es quizás el órgano más importante de la UE. Encargado de marcar objetivos, marca la agenda al Parlamento y a la Comisión. Es en este órgano donde los estados están representados como tales y donde asuntos como el peso de la población y de la economía de cada país toman una importancia particular.
Francia y Alemania logran así su gran relevancia en el Consejo Europeo, donde además su influencia ideológica sobre otros gobiernos europeos se traduce en un liderazgo no oficial de la Unión. Ambos países han querido establecer un grado de cooperación especial con Polonia, para ganar influencia sobre uno de los países que les sigue en población y con ello reducir la presencia de Estados Unidos en Europa. Esa colaboración a tres bandas se concreta en el Triangulo de Weimar.
Por otra parte, el Brexit ha abierto una carrera extraoficial por saber quién será el tercer país más influyente en la Unión Europea. Todo esto en un momento en que políticos como Emmanuel Macron o Ursula von der Leyen están llamando al refortalecimiento de una política exterior común. Países Bajos, bajo Mark Rutte, ha tratado de lograr ese puesto a través de alianzas con países ideológicamente afines en la llamada Nueva Liga Hanseática. Sin embargo, Polonia también parece tener partidarios para ocupar ese puesto. De esta carrera parecen haberse caído Italia y España, dos de los países más grandes.
Recuperar una idea olvidada
El Triangulo de Weimar nació en 1991, con el objetivo de ayudar a Polonia en su salida del comunismo. En aquel año se celebró una reunión entre los ministros de Asuntos Exteriores de los tres países: Roland Dumas, Hans-Dietrich Genscher y Krzysztof Skubiszewski. Con esa reunión, Polonia logró que Francia y Alemania le dieran una consideración especial entre los países europeos que habían estado al otro lado del Telón de Acero y que pronto entrarían en la OTAN y más tarde en la UE (Polonia ingresó en la Alianza Atlántica en 1999 y en 2004 en la UE).
A partir de entonces representantes de los tres gobiernos se reunieron con relativa frecuencia. Hasta 2016 hubo ocho cumbres de los jefes de Estado, así como 23 encuentros de ministros de Asuntos Exteriores y dos de responsables de Defensa. En 2013 los tres países decidieron formar un batallón bajo comando de la UE (uno de los 18 que hay), con el nombre de Grupo de Combate Weimar o Batallón Weimar, integrado por oficiales y soldados de los tres países.
Desde 2015, sin embargo, las relaciones comenzaron a enfriarse a raíz de la llegada al poder en Polonia del partido Ley y Justicia, de tendencia mucho más atlantista y menos tolerante hacia Rusia. En 2016 el ministro de Exteriores polaco Witold Waszczykowski llegó a declara que el Triángulo de Weimar no tenía mayor importancia para su país. Ese mismo año hubo un intento de reavivar la cooperación tripartita con una reunión de los tres titulares de Exteriores para afrontar temas como el Brexit o la crisis de los refugiados, pero sin mucho éxito.
Durante los siguientes tres años la cooperación disminuyó y se produjeron críticas francesas y alemanas hacia el Gobierno polaco. La sustitución de Waszczykowski moderó las manifestaciones de Varsovia, pero las relaciones no fueron a ser tan fluidas como al principio. El malestar de Polonia hacia Berlín se debería sobre todo a la construcción del Nord Stream 2 (la duplicación del gaseoducto que une directamente Alemania y Rusia); la desconfianza hacia París era por su aparente simpatía con Moscú. Por su parte, sobre todo tras la llegada de Macron al Elíseo, Francia comenzó a sentir desconfianza hacia Polonia por su estrecha relación con Washington.
No obstante, a partir de 2019 comenzó a haber un nuevo acercamiento. Francia pasó a pensar que es mejor tener a Polonia cerca y así alejar a Estados Unidos, mientras que Polonia consideró que en realidad podía hacer compatible su cercanía a Francia y Alemania con al apoyo militar estadounidense para defenderse de Rusia. En febrero de 2020 Macron visitó Varsovia y se reunió con el presidente Duda y el primer ministro Morawiecki para mejorar las relaciones entre los dos países y recuperar la idea del Triángulo.
Marginación de España e Italia
Puede sorprender que Alemania y Francia busquen a Polonia en lugar de querer contar más con Italia o España, países no solo con más población sin con mayores economías. Pero las razones son claras. A pesar de las divergencias en política exterior entre Francia y Polonia, es innegable que el país eslavo es capaz de ofrecer algo que ni España e Italia pueden aportar: estabilidad. Desde 2016 los dos países mediterráneos han estado viviendo una crisis política interna tras otra, lo que obliga a sus gobiernos a mantener los asuntos de política exterior en segundo plano.
En España ningún Gobierno ha contado con mayoría absoluta en el Parlamento desde 2015, y no parece que eso vaya a cambiar. Entre 2015 y 2019 ha habido cuatro elecciones generales y dos primeros ministros. Esta situación dificulta la aprobación de leyes, entre ellas la fundamental del presupuesto, sin el cual no se puede esperar un compromiso en política exterior.
En Italia el comienzo del tornado comenzó con la caída de Matteo Renzi a finales de 2016. Desde entonces el país ha visto dos primeros ministros y tres gobiernos. Esto puede no resultar sorprendente en el caso italiano, pero sin duda la inestabilidad percibida es ahora mayor. Además, existe desconfianza de los otros socios europeos por los tratos de Italia con China sobre la Nueva Ruta de la Seda, algo que en general causa más preocupación que los coqueteos de Polonia con Estados Unidos. En términos geopolíticos también es motivo de alerta la posibilidad de que una crisis política convierta en primer ministro a Salvini, quien no ha sido sutil en su admiración hacia la Rusia de Putin.
Por el contrario, pese a haber cambiado de primer ministro y gabinete en 2018, Polonia ha mostrado una clara línea de política exterior desde la llegada de Ley y Justicia al poder, además de un constante crecimiento económico. Tras la victoria en las elecciones de 2019 todo parece indicar que Mateusz Morawiecki seguirá siendo primer ministro por lo menos hasta 2023. Esa perdurabilidad de políticas hace de Polonia un aliado más atractivo, a pesar de las tensiones por las polémicas reformas judiciales polacas.
Por otra parte, la coordinación con Polonia ofrece a París y Berlín una vía para integrar más a los países del antiguo bloque soviético en la toma de decisiones de la Unión Europea.
Tres visiones
No obstante, el deseo de creación de un órgano de cooperación en el seno del Triángulo de Weimar supone todo un reto, pues cada país representa, de una forma u otra, uno de tres de los programas de política exterior que dividen a Europa.
En un extremo del espectro está el gaullismo francés, que aboga por una Europa independiente y es receloso de la presencia de Estados Unidos en Europa, pues hay que recordar que Francia ya tiene un fuerte ejército. París abandonó esta perspectiva por la atlantista en 2007 con Sarkozy, pero ha sido recuperada por Macron. Esto hace que la retórica de Macron pueda llevar a encontronazos con los norteamericanos, al tiempo que también busca marcar perfil propio frente a Moscú y Pekín.
En medio se encuentra el pragmatismo alemán: Alemania no quiere aumentar los conflictos y prefiere centrarse en su economía. Por un lado negocia con los rusos recibir gas para la actividad de su industria y por otro quiere que las tropas de Estados Unidos sigan en su territorio, pues su marcha le obligaría a aumentar el gasto en seguridad. En los planes europeos para la recuperación tras la pandemia de Covid-19 Alemania ha estado claramente más ausente y Macron ha sido quien ha tomado la iniciativa.
Finalmente encontramos el atlantismo polaco. Polonia es quizás el país más atlantista de la UE. Incluso bajo la Administración Trump ha habido un nivel alto de pro-americanismo entre la población y la clase política. El Gobierno ha pujado por lograr acoger una base estadounidense y el ministro de Defensa Mariusz Błaszczak ha elogiado de modo entusiasta el papel de Estados Unidos como defensor del mundo libre. Esto no es nuevo, pues ya la invasión de Irak de 2003 fue apoyada por Polonia, frente al rechazo de Francia y Alemania. Polonia sigue viendo a Rusia como su mayor amenaza y a Estados Unidos y la OTAN como garantes de protección.
Vuelve el Triángulo
Su situación geográfica explica la posición de Polonia y no va a dejar de querer bases de la OTAN en su territorio. No obstante, entiende que necesita aliados cercanos con mayor estabilidad interna –de ahí su acercamiento a Alemania y Francia– que la que ofrece la Administración Trump, cuya imagen internacional está muy dañada, o un Reino Unido más ocupado en gestionar el Brexit que los asuntos de seguridad.
Por otra parte, Macron quiere evitar que Polonia sustituya a Reino Unido como representante de la política norteamericana en Europa, por eso ha cambiado de estrategia para evitar alienarla con las críticas a sus reformas judiciales. Macron no las mencionó en su visita a Varsovia de febrero de este año y únicamente animó a “respetar los valores europeos”. De alguna forma Macron entiende que tras el Brexit va a necesitar a Polonia para avanzar en sus planes de política exterior europea y por ello es importante traerla a la sala de mando. Macron llegó a decir en Varsovia que Polonia, Alemania y Francia deberían guiar a la Unión post-Brexit. Además, anunció el envío de 600 hombres más a Polonia, lo que elevará a 5.100 los soldados franceses en ese país.
En ese encuentro, ambos mandatarios acordaron reunirse con la canciller alemana, Angela Merkel, si bien las limitaciones impuestas por la pandemia del coronavirus han ralentizado algunos contactos, a la espera también de que la economía comience a recuperarse. La presidencia del Consejo recién estrenada por Alemania, por otra parte, desaconseja que Berlín aparezca excesivamente alineado con un determinado vector europeo. Pueda darse, pues, una cierta hibernación coyuntural del Triángulo de Weimar; en cualquier caso, aunque se trata de una fórmula arriesgada, si se coordina con el Parlamento y con la Comisión su consolidación podría suponer un avance en la cohesión y la gobernanza europea.