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La biblioteca de Babel

Luis Enrique Alas, alumno del grado en Literatura y Escritura Creativa, nos invita a llenar nuestra biblioteca de libros y de conocimiento y no perdernos entre las redes de las tecnologías digitales


Es conocido que gracias a la biblioteca de unos cuantos ilustres actualmente podemos disfrutar de los clásicos. Puede parecer que escribir ahora en defensa de las bibliotecas personales, y más aún en una revista con lectores fieles, pueda carecer de valor. Sin embargo, creo que es importante airear un poco este tema, airear la biblioteca.

Antes que nada, quiero que imagines tu biblioteca. Puede ser que la tengas enfrente o quizá estás en ella, así que me basta con que la visualices. Coincidirás conmigo en que es un lugar o espacio donde has ordenado, con mayor o menor éxito los libros que leerás o has leído. Incluso puede que seas tan maniático… ejem, como para haber hecho una lista con los títulos divididos en materia, idioma y submateria e incluso hayas redactado una pequeña nota sobre cada uno de los que has leído.

Quizá lo más evidente de esta maja biblioteca es que la has construido para conservar tus lecturas. Creo que eso es natural. Ya hemos visto cómo los antiguos también lo hacían y lo útil que ha resultado. Es bastante evidente que la razón por la que nos quedamos los libros es por el interés en leerlo. Puede que en tu biblioteca —se me olvidó decirlo antes, ya lo siento— tengas una pila de libros que no hace más que crecer y crecer y que crees nunca podrás reducir a cero… En cualquier caso, los conservas.

Escucho algún comentario ahí al fondo, sí, ahí, desde el bolsillo o desde un afán de progreso. Escucho que si se trata de conservar contenido, es mucho más barato y eficiente hacerlo desde un ordenador. Escucho, también, que ahora existen unos aparatos en los que puedes llevar miles de libros y  además, la batería dura semanas, no un día. Sin embargo, creo que has adivinado que estoy en desacuerdo con esto. Seguro que te ha pasado que hayas visto una carpeta en tu ordenador donde tengas quizá tu tesis doctoral, la investigación para la cura de una enfermedad y que por descuido hagas un clic derecho, borrar, ¿seguro?, claro que sí, borrado para siempre.

Seamos realistas, vivimos en un mundo donde hay demasiada información en unos pocos bits —perdón, bits, ya no lleva cursiva—. Existe ahora un Babel de información donde es imposible navegar. Es fundamental, entonces, entender la biblioteca como un espacio que trasciende de la utilidad de conservar libros. 

Además, coincidimos en que nuestra cultura actual enfatiza la imagen que presentamos ante el mundo. La biblioteca es de lo mejor para ello. La gente que se viste con ropa “única y diferente” tiene la misma ropa “única y diferente” de todos, pero no hay dos bibliotecas idénticas. Ya sea porque no están los mismos títulos, porque están en distinto orden, porque los ejemplares tienen una bonita dedicatoria o una mancha de café o las estanterías están decoradas. No hay mejor forma de reafirmar la identidad que en una biblioteca.

Por último, seamos sinceros, ¿de verdad leíste el PDF aquel que te pasó tu padre diciendo «Hijo mío, lee este libro que lo disfrutarás»? Porque puede que sea que lo descargaste y que hayas leído unas páginas, pero nada tiene que ver con el libro aquel que te dio en la mano. O ponte a pensar, ¿acaso no fue un bonito detalle aquel libro que tu amiga pensó en regalarte? Así que, fuera excusas y llena esa tu biblioteca. Fuera excusas y haz una habitación en tu hogar para una biblioteca. Fuera excusas y compra muchos libros para prestarme.
 

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