Blogs

Blogs
Contrarreloj: Andando hacia la felicidad ¿o corriendo?

Miguel Rodríguez Rodríguez, alumno de 4º de ESO del colegio Stella Maris de Madrid y colaborador habitual de nuestra revista, nos invita en este ensayo a reflexionar sobre nuestra forma de vivir el tiempo. ¿Caminamos hacia la felicidad… o corremos sin rumbo?

“ ¿Qué es, pues, el tiempo? ¿Quién podrá explicar esto fácil y brevemente?

  ¿Quién podrá comprenderlo con el pensamiento, para hablar luego de él?

Y, sin embargo, ¿qué cosa más familiar y conocida mentamos

en nuestras conversaciones que el tiempo?

¿Qué es, pues, el tiempo? Si nadie me lo pregunta, lo sé;

pero si quiero explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé.”

S Agustín de Hipona, Confesiones, Cap XI

 

Si tu tarde suele empezar a las cinco, hora a la que sales del colegio, si después tienes fútbol; baloncesto; música o alguna otra extraescolar,  si tras una hora y media de duro entrenamiento bajo el sol vas a la piscina  para tonificar los músculos, de la cual sales otra hora y media más tarde, si,  tras cuarenta minutos de trayecto en autobús a tu casa consigues por fin responder a todos tus mensajes y ver las últimas fotos que han colgado tus amigos en las redes sociales,  si cuando por fin ibas a sentarte a estudiar tu madre grita desde la cocina ¡La cena está lista!  y miras el reloj y son las nueve de la noche:  no te preocupes, no eres más que un adolescente normal y corriente.

En esta situación nos encontramos casi todos los jóvenes de ahora, y ante ella, invariablemente, respondemos: “ ¡Es que no tengo tiempo!”.  Sin embargo,  este comentario fascina a nuestros abuelos, que poco menos que nos consideran ya personas con un futuro resuelto o empresarios ocupados, cuando nada podría estar más lejos de la realidad. Algunos autores y filósofos también han dado su opinión sobre este tema, planteando preguntas como ¿Pasa más rápido el tiempo ahora que antes o es nuestro modo de vida el que no nos da un respiro? ¿Ha  conseguido nuestra cosmovisión utilitarista  transformar incluso el tiempo en un factor de producción?

En este ensayo,  trataré de responder a esta y otras preguntas relacionadas con nuestra visión del tiempo, hablaré de diversas teorías que han surgido en torno a este concepto utilizando los escritos de varios filósofos,  tanto antiguos como modernos,  y finalmente, intentaré arrojar un poco de luz sobre ciertas concepciones dañinas que están de boga en la sociedad actual utilizando la novela Momo, de Michael Ende.

En primer lugar,  hemos de conocer a los filósofos cuyas reflexiones vamos a utilizar, para lo cual empezaremos con una pequeña biografía de cada uno por orden cronológico, para después extraer de sus obras lo que nos interesa sobre el tema de este ensayo.

Para empezar trataremos dos tópicos de la literatura y filosofía griegas: el cronos y el kairós. Jorge Zabaleta, periodista y articulista de la revista estadounidense Panoramical, explica: “Kairós estaba representado por un joven con alas en los pies y casi inalcanzable, pero que podía ser atrapado si se le agarraba por la larga cola de pelo que colgaba de su cabeza calva”, mientras que el cronos podría compararse a “una suerte de energía imantada que nos impele a avanzar sin retorno y sin descanso”. Estas dos imágenes del tiempo que nos da Zabaleta fueron una constante en el pensamiento griego. Mientras que el cronos era el tiempo como medida, como fuerza irresistible que nos obligaba a vivir la simple sucesión de minutos y horas, el kairós era el momento oportuno, un punto de inflexión en nuestra vida que habíamos de aprovechar. Los griegos dieron mucha importancia a este matiz, y el hecho de diferenciar estos dos tipos de “tiempo” nos demuestra que centraban su atención en la calidad del tiempo, intentando siempre encontrar un kairós o momento oportuno en medio de un monótono cronos, como demuestra la cita del filósofo griego Isócrates “el hombre sabio (...) maneja bien las circunstancias con las que se encuentra día a día, y posee un juicio que es preciso para enfrentar las ocasiones en el momento preciso”. Tras diferenciar estos dos conceptos pasaremos directamente a analizar a diferentes filósofos y su manera de ver el tiempo.

San Agustín nació en el 354 en Tagaste (Norte de África). Desde pequeño, la influencia del Imperio Romano caló en él, no sólo porque Roma fuera la cultura dominante, sino porque su padre, Patricio, le transmitió este ideario latino. Alma inquieta, de joven fue buscando insaciablemente la verdad, siendo primero maniqueo, y más tarde, tras muchas oraciones por parte de su madre Santa Mónica, se hizo cristiano. Su pensamiento, basado en el platónico, ha sido una de las bases de nuestra cultura occidental. Su obra más influyente, Confesiones, habla sobre la búsqueda interior de Dios que se da en el hombre, mientras las reflexiones se entremezclan con referencias a su vida. Tras ser ordenado obispo de Cartago, falleció en esa ciudad en el año 430. San Agustín empieza dándole al tiempo la propiedad de creación de Dios, lo que podemos ver bien en esta cita suya “Tú creaste todos los tiempos, y antes de todos los tiempos eres tú, y no hay tiempo alguno que no hayas tú creado.”(Confesiones, XI, 14, 17). Por lo tanto, todo lo creado por Dios tiende a Él, porque es Dios su origen último, y si el tiempo tiende a Él, nuestro tiempo también debe dedicársele a Dios: “Nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti” es una de las máximas del santo, y en palabras de Enrique Eguiarte, agustino recoleto: “La historia es el tiempo de proyección hacia Dios” . Además, al ser Dios eterno, como nos explica S. Agustín (“en tu eternidad ves todas las cosas inmutables; y en tu presente, que no pasa, todo es presente.” (Confesiones, XI, 13, 16)), y el tiempo tender a Dios porque Él lo ha creado, por lo tanto, el tiempo tiende a la eternidad. Para explicar la concepción de San Agustín del tiempo podríamos utilizar esta metáfora: el tiempo es una cuerda, tan larga como la historia de la humanidad,  de la cual un peso enorme, Dios,  tira hacia un acantilado que no tiene fondo, que es la eternidad. Así  entendemos la tensión  del tiempo de la que habla el obispo de Hipona. Por último, el santo no logra comprender la naturaleza de los tiempos presente, pasado y futuro, pues el pasado ya no es, el presente es tan efímero que en cuanto has pensado en él ya no es presente, y el futuro todavía no ha sucedido “¿Qué son, pues, el pasado y el futuro, si el pasado ya no es y el futuro todavía no es? En cuanto al presente, si fuese siempre presente y no pasase al pasado, no sería tiempo, sino eternidad.”(Confesiones, XI, 14, 17) ¿Vivimos  entonces en un no tiempo?  San Agustín contesta que no,  porque el tiempo debe ser medido desde el alma, nuestra parte espiritual, que es la que sufre los efectos del paso del tiempo junto con el cuerpo. El alma, con su capacidad de raciocinio, puede percatarse del paso del tiempo “Es en ti, alma mía, donde mido los tiempos, la afección que en ti producen las cosas que pasan.” — Confesiones, XI, 27, 36. En conclusión,  el tiempo acaba no en la muerte sino en la eternidad con Dios, a la que tenemos que dirigir nuestra vida como el timonel dirige su barco. Además, nuestra alma, nuestro interior, es el que nos informa sobre el paso del tiempo, dándole así cada persona al tiempo un encanto propio.

Henri Bergson, nacido en 1859 en París y fallecido en 1941, fue un influyente filósofo que reflexionó sobre la conciencia, la percepción del tiempo y la creatividad, pero desde un estilo literario y conciso, que hizo que fuera leído no sólo en el ámbito de su querida Academia Francesa (de la que era miembro), sino en muchos otros círculos, lo que contribuyó grandemente a que ganara el Premio Nobel de Literatura en 1927. En su libro Durée et simultanéité (Duración y simultaneidad) propone una concepción   puramente subjetiva del tiempo, del cual podemos diferenciar un  tiempo cuantitativo o medible, que  es el que usa la ciencia y la tecnología  y el verdadero tiempo, el más humano, o como lo llamaba él,  la durée o duración. “Existe una experiencia puramente cualitativa y subjetiva del paso del tiempo, antes de que lleguemos a cuantificarlo, pero esta es la verdad del tiempo y no una mera deformación subjetiva de un hecho originalmente objetivo”. Su teoría  consiste en llevar el  valor del tiempo cualitativo a un extremo, casi como aplicar la teoría de la relatividad de Einstein (que pretendía ser puramente  científica) a un ámbito filosófico.  De hecho, Bergson  tuvo discusiones con el físico alemán por este tema, tal y como podemos ver en el artículo Henri Bergson, el gran filósofo que desafió cara a cara a Einstein sobre la naturaleza del tiempo (y cambió para siempre la discusión sobre el tema) escrito por la periodista Margarita Rodríguez. Aunque no nos suscribamos del todo a la teoría de Bergson,  sería quizás necesario que se empezara a  apreciar el tiempo  dependiendo de su calidad y no de su cantidad,  porque "cuando cortejas a una bella muchacha, una hora parece un segundo. Pero cuando te sientas sobre carbón al rojo vivo, un segundo parecerá una hora.” - como dijo Einstein.

Max Weber nació en Erfurt, Alemania, en 1864. Aunque viviera de la economía política y sus escritos fueran casi íntegramente de carácter jurídico, es sobre todo conocido por sus análisis de la sociedad, en los cuales estudió el papel de las ideas religiosas en el mundo moderno, el efecto del capitalismo en la economía y la cultura y el rol de la razón en la filosofía de su era. Figura más humilde que Bergson, es aun así considerado padre fundador de la sociología moderna, a la que se dedicó hasta su muerte en 1920. En su libro La ética protestante y el espíritu del capitalismo, Weber  habla de cómo el protestantismo, y especialmente el calvinismo consideran que “La pérdida de tiempo es uno de los pecados más graves.”, haciéndose así una jaula de hierro (stahlhartes Gehäuse) alrededor del hombre, que le obliga a dar cuentas de todo lo que hace con su tiempo, y da al tiempo un valor puramente numérico, en sus  propias palabras: “El dominio de la vida por la organización racional se expresa también en la necesidad de rendir cuentas del uso del tiempo.” Weber insiste en que debemos abandonar el sentido de la eficiencia para medir el tiempo, y empezar a disfrutar de él de una manera más pausada y menos interesada.

Martin Heidegger nació en Messkirch en 1889 (lector español: si consigues pronunciar su nombre y lugar de nacimiento, plantéate estudiar alemán). Consagrado filósofo, su bautismo como tal fue su obra Ser y tiempo, considerada una de las más influyentes del siglo XX. Su éxito fue sacándolo del río de la teología católica donde se había formado, desviándolo hacia corrientes filosóficas como el existencialismo y la fenomenología (el estudio de cómo se presentan las cosas a la conciencia, analizando la experiencia sin interpretaciones previas o externas). Ni siquiera su muerte, en 1976, consiguió reducir su influencia en disciplinas desde la ontología hasta la literatura, pero contribuyó al surgimiento de controversia por su presunta vinculación con el nazismo. Heidegger habla en su obra  Ser y Tiempo de un concepto muy importante:  el Dasein o ser-ahí, una forma de hablar del ser humano como un ente en el tiempo, pero no de un ente aislado del tiempo, sino profundamente conectado con él y con el mundo (“El ser del Dasein se comprende a partir del tiempo y es en sí mismo temporal.”-dice Heidegger en Ser y Tiempo), hasta tal punto, que como explica  la filósofa y periodista Carmen Segura en su artículo sobre el filósofo alemán “él pensaba que la vida debía ser entendida desde sí misma y que el vivir había de ser experimentado como un acontecimiento que ni está fijado ni es objetivable”.De nuevo vemos cómo un filósofo, al ver en la cuantificación exagerada del tiempo un riesgo para su disfrute,  se deja caer al lado completamente opuesto de la red.  Otra cuestión muy interesante que trata es la muerte. Para Heidegger, “la muerte no es un suceso posterior, sino una posibilidad constante del Dasein.”, es  una experiencia que puede tocarnos en cualquier momento de nuestro presente, y que, una vez seamos conscientes de ella, asignaremos al tiempo su valor  real cualitativo.

Paul Tillich nació en 1886 y murió en 1965. Salió de su Alemania natal para huir del nazismo, y emigró finalmente a los Estados Unidos. Su reconocida aptitud para la teología y filosofía lo llevó a dar clase en universidades como Harvard y Chicago, y se destacó por integrar el existencialismo con la cosmovisión protestante. Acuñó nuevos términos filosóficos y tuvo como objetivo tender puentes entre la religión y la filosofía. Para Tillich,  el tiempo no es sólo algo que pasa, sino algo que nos atraviesa, el tiempo es la finitud misma, “La finitud está en el corazón mismo del tiempo; ser en el tiempo es ser finito.” , y el hombre, que es en el tiempo, es por lo tanto finito. Sin embargo, la esperanza no se acaba al final de la vida.  Tillich no habla de final, sino de kairós, “El kairós es el momento en que el tiempo se llena de sentido.”, y ese preciso momento en el que pasamos del tiempo a la eternidad es posible gracias a Cristo ( a partir de aquí es donde Tillich  empezará a hablar de filosofía y religión de la mano),  porque “En Cristo, lo eterno penetra en el tiempo sin dejar de ser eterno.”. La eternidad será por lo tanto para el ser humano no un tiempo infinito, sino un ser en totalidad, o como mejor explica Tillich, “La eternidad no es lo interminable, sino lo eterno-presente.”. No ignoremos entonces nuestra naturaleza finita con vocación infinita,  y aprovechemos el tiempo para dejarnos atravesar constantemente por la flecha del Kairós que nos irá acercando a la eternidad. Porque,  en verdad,  hasta que no satisfagamos nuestra vocación a la eternidad, nuestra alma no encontrará  nada que la llene, y si recordamos a San Agustín, “ nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Dios”.... - o por lo menos, eso opinaría Tillich.

Emmanuel Lévinas nació en 1906 en Lituania, pero obtuvo la nacionalidad francesa, que mantuvo hasta su muerte en 1995. Personaje muy complejo, reflexionó sobre el judaísmo, la guerra y la ética. Estudió en Estrasburgo y en Friburgo, donde fue alumno de Edmund Husserl y Martin Heidegger, del que ya hemos hablado. Fue otro de los grandes seguidores de la fenomenología, se orientó hacia la ética como filosofía primera, en especial en relación con el Otro. En efecto,  Lévinas opina que el tiempo no es solo una sucesión de instantes, sino que es un eterno kairós, es el instante oportuno que me separa del Otro. Pero ¿ qué es el Otro? El Otro es  lo desconocido, el destino del hombre, aquello a lo que los  creyentes llaman Dios,  los  filósofos Verdad y los moralistas Bien.  El tiempo es, por lo tanto, una distancia infinita hasta que encontremos al Otro (“El tiempo no es la conciencia de la duración, sino la separación, la distancia infinita del Otro.”- es como lo explica Lévinas).  Tal y como nos explica la filósofa Lourdes Zariategui “La referencia al infinito se produce en la inmediatez de la perturbación , del Deseo que enciende el rostro del Otro que se aproxima”. El tiempo es, entonces, también una obligación ética o moral, es la responsabilidad de utilizar cada minuto enfocado a encontrar al Otro (quizás comparable al anhelo de Dios de San Agustín), “El tiempo no es sino la espera del Otro.”- dirá Lévinas. Una bonita invitación a dar sentido a nuestro tiempo, aunque al principio sea difícil de comprender su punto de vista, es totalmente necesario ver el rostro de ese Otro que hace de cada minuto un kairós lleno de significado y esperanza.

Paul Ricoeur nació en 1913, en Francia, y murió muy recientemente: en el 2005. Último filósofo francés del que vamos a hablar, es normalmente relacionado con la fenomenología. Vivió la Segunda Guerra Mundial como prisionero de guerra, pero, tras ella hizo una buena carrera académica en universidades como Nanterre, Chicago y Lovaina. Su pensamiento se caracteriza por una atención constante al lenguaje, a contar historias y a la ética. Es más,  para Ricoeur el tiempo tiene una dualidad ( probablemente se basó en las ideas de San Agustín),  una esfera medible y cuantificable, o en boca de Tillich “El tiempo se escapa y, sin embargo, lo medimos. Es invisible y, sin embargo, lo narramos.” y otra esfera que nos interpela, un tiempo que podemos interpretar, atesorar, dar sentido, dar cronología, dar importancia a través de la narración. “El tiempo se vuelve humano en la medida en que puede ser narrado, y la narrativa encuentra su plena significación cuando se convierte en una condición de nuestra experiencia temporal”, dirá para explicar esto.  El tiempo no es algo abstracto, una medida puramente física, sino que mediante la narración lo hacemos nuestro, lo encerramos en un significado por medio de palabras y hacemos que esta narración nos ayude a comprender el tiempo y su efecto en nosotros. Literalmente dirá Ricoeur “La identidad del sí mismo es una identidad narrativa. El sujeto solo se comprende en el tiempo.” El tiempo, por lo tanto, tiene que ser recordado mediante la narración, pues solo así el hombre se conocerá a sí mismo y ganará sabiduría.

Reinhart Koselleck nació en 1923 en Görlitz, Alemania, vivió la Segunda Guerra Mundial como soldado y prisionero y falleció en 2006. Aunque fue historiador, se especializó en un tema muy filosófico: la teoría del tiempo histórico. En sus obras trata la evolución de conceptos como “progreso”, “historia” o “revolución” y su evolución en el tiempo. Koselleck  introduce dos conceptos fundamentales para entender la historia: el espacio de experiencia (Erfahrungsraum), lo que hemos vivido, lo que está “detrás de nosotros”  y horizonte de expectativas (Erwartungshorizont), lo que esperamos,  lo que “ aún no es”. Argumenta que desde  la Edad Moderna se viene dando un paradigma en el cual el horizonte de expectativas está cada vez más lejos del espacio de experiencia, pues empezamos a desear cosas que nunca antes han pasado y a imaginar futuros que podrían parecer improbables, revolucionarios, “El tiempo histórico se convierte en tiempo acelerado cuando el horizonte de expectativa se emancipa del espacio de experiencia”,  es la frase que usa el filósofo. Ya  vemos que lo de nuestra “vida acelerada” no es nada nuevo.

Giorgio Agamben nació en Roma, en 1942. Es un filósofo conocido por sus estudios en Filosofía Política, Teología y Estética. Ha sido profesor en varias universidades europeas. Se ha centrado en conceptos como la soberanía o el estado de excepción. En su libro Homo Sacer, nos explica por qué el tiempo está como “parado”  en la actualidad,  porque el hombre moderno no le da un sentido, sino que simplemente lo deja pasar o espera a que otro le dé un sentido: “El tiempo moderno está marcado por la capacidad de esperar sin fin, de no hacer nada, de permanecer suspendido.” Realmente predijo la era de las “personas- pantalla”, sujetos “ zombies” que ponen el piloto automático y se dejan llevar. Habla  de que nuestro paradigma es una “excepción”, en la que el progreso que se ha venido dando a lo largo de toda la historia puede ser interrumpido por un retroceso, una catástrofe, o cualquier evento impredecible “el estado de excepción es una suspensión de la norma.”

Franco Berardi (más conocido como “Bifo”), nacido en 1949, es un escritor y activista italiano, un filósofo que ha trabajado en medios de comunicación alternativos, tratando teorías sobre el cuerpo, la mente y el capital, y una figura destacada en este ámbito.  A lo largo de  toda su obra, explica que el mundo moderno, completamente digitalizado y hecho cómodo para el hombre ha conseguido que el tiempo pase a ser una sucesión de estímulos, sensaciones, tareas, interminables listas de trabajos por hacer o reels por ver “El tiempo histórico ha sido abolido: solo queda una secuencia de shocks informativos sin profundidad”. El  tiempo ha pasado a ser algo que no dominamos, algo que nos supera, porque  ante la infinitud de experiencias con las que llenar nuestros vacíos,  nuestro cerebro simplemente se rinde “el cerebro ya no puede seguir el ritmo del tiempo digital. El tiempo de la mente humana no coincide con el tiempo de la máquina.” . ¿Quién no ha empezado a ver reels de Instagram y ha perdido la conciencia del tiempo? Sin embargo, esta aceleración ansiosa no perjudica solamente nuestro presente, sino que mina nuestro futuro:  tal y como explica  Bifo “La aceleración elimina el futuro, porque impide imaginar, narrar, desear.” Un  mundo hedonista, con unas pasiones que le consumen ¿la solución?, “la poesía es la herramienta para reaprender el ritmo del cuerpo, para desactivar la violencia del tiempo digital.”. Pues simplemente centrarse en placeres sanos, sencillos, como la poesía o el arte en general.

Byung-Chul Han nació en 1959 en Corea del Sur, pero está instalado en Alemania. Es conocido por su estilo accesible, casi divulgativo, y su enfoque en diagnosticar los problemas culturales del capitalismo. Estudió Filosofía en Friburgo y Literatura Alemana en Múnich, y ha publicado muchos ensayos sobre temas como el tiempo, el poder, la transparencia, la fatiga y la hiperconectividad. Trabaja por el momento en la Universidad de las Artes de Berlín. Han, a lo largo de su prolífica carrera,  ha dejado claro lo que opina del tiempo y nuestra sociedad: “La sociedad del siglo XXI ya no es una sociedad disciplinaria, sino una sociedad de rendimiento. El sujeto de rendimiento se explota a sí mismo.”  Según Han,  nuestra búsqueda constante de la efectividad y la ganancia le ha quitado al tiempo todo su sentido,  y el tiempo ya no es un camino de aprendizaje o la búsqueda de un sentido, sino una fragmentación de las horas basada en nuestra lista de tareas pendientes, una manera de autoesclavizarnos “la aceleración no permite la construcción de sentido. En ella no hay duración ni narración. El tiempo no se despliega, sino que se atomiza.” Explicado a través de una metáfora, el tiempo es un terreno fértil que podemos dedicar a lo que queramos (familia, amigos, pasiones, trabajo….), pero nuestro mundo de “ acción reacción”,  de diversiones fáciles, ha hecho que ahora no sea más que  un arenero lleno de granitos de grava sin sentido entre ellos (la check-list de la que hablábamos o los continuos inputs digitales),  pues no tienen un objetivo o fertilidad común. En segundo lugar, el hecho de tener a nuestra disposición una continua fuente de entretenimiento hace que no seamos capaces de aburrirnos,  y es precisamente en el aburrimiento donde han surgido ideas tan maravillosas como la  ley de la gravedad, el Quijote o Las Meninas. Han se lamenta al respecto: “Hoy en día el aburrimiento profundo apenas es posible. La hiperactividad y la hipercomunicación lo impiden.” y en otro lugar: “La hiperactividad suprime toda alteridad temporal. Todo debe estar disponible de inmediato. La espera se convierte en un defecto.”. Para resumir, me gustaría citar el artículo La Utilidad de la Filosofía “en un mundo que solo busca la utilidad material de las cosas, hay otras que ofrecen un retorno no monetizable pero infinitamente valioso”

Hartmut Rosa, nacido en 1965 en Turingia, es sociólogo. Pertenece a la Escuela de Frankfurt. Imparte clases en la Universidad Friedrich-Schiller de Jena y es director del Instituto Max Weber. Su obra gira en torno a la teoría de la “aceleración social” y a nuestra relación con el mundo, los otros y nosotros mismos. Para él,  la aceleración actual fragmenta el tiempo y lo despersonaliza, el ir demasiado rápido nos impide disfrutar del trayecto, como nos explica Rosa: "La aceleración en la vida moderna conduce a la pérdida del tiempo profundo y vivido". Al igual que Bifo, también opina que esta actitud deteriora el tejido de nuestro futuro, y en su frase "La aceleración no solo causa un agotamiento físico, sino una incapacidad para habitar el tiempo de manera plena" demuestra una profunda preocupación por  esta despersonalización del tiempo, que nos impide aprovechar nuestros kairós, y convierte nuestra vida en un eterno kronos.

Para terminar el ensayo, me gustaría hacer referencia al libro Momo de Michael Ende. En él se cuenta la historia de Momo, una niña abandonada que vive en las ruinas de un anfiteatro en medio de una gran ciudad. Momo escucha a la gente con la que habla, y así, poco a poco, va haciendo amigos, que van no tanto a pedirle consejo como a que les escuche: "Momo se sentó, y aunque nadie le habló, fue como si todos se calmaran de golpe. A veces, no hace falta decir nada. A veces, lo único que hace falta es escuchar.".  Momo es la personificación de un amigo que dedica todo el tiempo a sus amigos, del  escuchar-y-reflexionar antes  que el no-parar-de-hacer: “Momo sabía escuchar de tal manera que los tontos se daban cuenta de sus pensamientos inteligentes.”. La gente es feliz porque, a pesar de vivir de manera sencilla, tiene tiempo para lo que le importa "La gente que tiene tiempo, tiene lo más importante. Si tienes tiempo, tienes todo lo que puedes necesitar.".A lo largo de la historia van apareciendo unos personajes enigmáticos, los hombres grises, que convencen a la gente de la ciudad para trabajar más rápido e ir adquiriendo nuevas responsabilidades para así ganar más.  Momo se da cuenta de que todo ha cambiado, sus amigos ya no tienen tiempo para ella.  Todo se hace deprisa, corriendo, y mal,  ya no se pone amor en las cosas que se hacen “La gente nunca parecía darse cuenta de que, al ahorrar tiempo, estaban perdiendo algo más. A nadie le importaba admitir que la vida era cada vez más pobre, sombría y monótona. Los que más lo sentían eran los niños, porque ya nadie tenía tiempo para ellos.". Sin  embargo, aunque la eficiencia de las personas ha aumentado, ya no tienen más tiempo, sino que  empieza a surgir el clásico comentario de “ no tengo tiempo” …“Cuanto más tiempo ahorraban, más pobres estaban de tiempo.” . Para  salvar al mundo  Momo visita al dueño del tiempo, el maestro Hora,  que le explica que cada persona tiene una flor preciosa, que es su tiempo, y que si ellos no viven su tiempo como es debido, los hombres grises se lo robarán, pues el tiempo no se puede ahorrar "Porque cada hombre tiene su propio tiempo. Y solo mientras siga siendo suyo se mantiene vivo." , y es que “El tiempo de los hombres no puede guardarse en cajas, sino que se esfuma si no se vive.”. ¿No es este libro una preciosa metáfora de nuestra situación actual?-

Pues "El verdadero tiempo no se puede medir por el reloj o el calendario." sino que eres tú el que tienes que decidir qué hacer con el tiempo que te ha sido dado, y así aportarás un valor y un sentido a cada minuto y cada segundo.

Entonces.. ¿vamos a dejar que el reloj pise al alma?

"Todo el tiempo que no se percibe con el corazón está tan perdido como los colores del arco iris para un ciego o el canto de un pájaro para un sordo." (Momo, Michael Ende)

Más entradas de blog