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Platón y el arte de la política

Víctor Maspons

Vuelve Víctor Maspons, alumno de 1º de Filosofía y Derecho,
para proponernos una reflexión acerca del arte político a través de
Gorgias, un diálogo de Platón que viene perfecto para introducirse
en la filosofía y comprender mejor el servicio político: ¿agradar al
pueblo o educarlo en la virtud? ¿vivir la democracia o caer en demagogia?

Bob May, “spot the liberal”

Bob May, “spot the liberal”, 2012
Flickr

En el Gorgias, Platón nos muestra a Sócrates conversando con el sofista, de mismo nombre que el diálogo, y dos alumnos suyos: Polo y Calicles. El Gorgias es un diálogo espectacular, de gran riqueza literaria y sencillo de leer, ideal para aquellos que quieren empezar a leer filosofía. En él, Sócrates, Gorgias, Polo, Calicles y, de forma breve, Querefonte, discuten, entre otros temas, sobre la naturaleza de la retórica. Habilidad que, igual que hoy, es imprescindible para desenvolverse con éxito en la política. Y Habilidad que Platón despreciaba. ¿Por que la despreciaba? Porque la consideraba una mera destreza para producir agrado y placer, que no se preocupaba por lo justo o lo injusto. Y a los sofistas los veía como aduladores, y no como verdaderos maestros de virtud, aunque se jacten de ello. Para Platón, la retórica era la sombra de la política, que, a diferencia de aquella, era un arte. Ante nuestra situación actual, la crítica de Platón sigue siendo válida y su visión de la política como arte merece una nueva consideración.

En primer lugar, para Platón, el objeto de la política es el “bien del alma” de los ciudadanos (Vallejo, 2017). Hablando sobre el “bien del alma”, Platón se refiere a la virtud. El deber del político es luchar para que sus ciudadanos sean más virtuosos. En Platón, el ejemplo de virtud era la persona moderada y justa, que controla sus pasiones y guarda un orden interior. En definitiva, un político debía dirigir sus discursos a fin de que

“la justicia nazca en las almas de sus conciudadanos
y desaparezca la injusticia, en que se produzca la
moderación y se aleje la intemperancia y en que se
arraigue en ellas toda virtud y salga el vicio” (504d-e). 

Por el contrario, los políticos atenienses no se interesaban por el bien de sus ciudadanos, solo buscaban satisfacer sus placeres y de esta manera, tener su apoyo. Es decir, eran populistas. En la conversación entre Sócrates y Calicles, que creía en nada más que en el derecho del más fuerte y la satisfacción de los placeres, Sócrates le dice: “elogias a hombres que obsequiaron magníficamente a los atenienses con todo lo que estos deseaban, y así dicen que aquellos hicieron grande a Atenas, pero no se dan cuenta de que, por su culpa, la ciudad está hinchada y emponzoñada.” (518e). Sócrates critica a líderes como Pericles, que, aunque dieron gloria a Atenas, le hicieron un gran daño, porque los ciudadanos que les precedieron habían sido peores. No se preocupaban por lo que era justo o injusto, sino por agradar al pueblo. En esta crisis sanitaria, hemos visto cómo los líderes tomaban decisiones no basándose en el bien de la nación, sino en lo que el pueblo quería o en lo que les iba a dar a los políticos más popularidad. Todo, sabiendo que aquellas decisiones podían ser perjudiciales. Así como en Atenas, la democracia se ha convertido en demagogia.

Para Platón, los políticos debían no solo convencer, sino forzar a sus ciudadanos a ser mejores: “...tratando de persuadir a los ciudadanos y de llevarlos contra su voluntad a aquello que pueda hacerlos mejores (…) es esta la única misión de un buen ciudadano.”(517b-c). A primera vista, esto puede sonar a Totalitarismo. Llevándolo a un extremo sí lo es, pero no en su justa medida. Está diciendo algo que en realidad, es evidente: que la ley tiene carácter moral y es coercitiva.  En nuestra sociedad liberal, se considera que la ley tiene que ser moralmente neutra: el Estado no debe definir sobre la moral de nadie. Sin embargo, esto es una utopía. La ley no puede ser neutra y tampoco amoral. El Código Penal es un clarísimo ejemplo de esto: “El que matare a otro será castigado, como reo de homicidio, con la pena de prisión de diez a quince años.” (art. 138, CP). El fin del Código Penal es convencernos de que no hagamos ciertos actos, que atentan contra el orden social y la justicia. Aunque alguien no esté de acuerdo, la pena de diez a quince años lo puede convencer. 

Para Platón, el único ciudadano que se dedicaba al arte
de la política era Sócrates , y terminó muerto precisamente
por eso: “lo que constantemente digo no es para agradar,
sino que busca el mayor bien y no el mayor placer” (521d)

Dicho esto, la ley debe preocuparse por lo justo, por el ius. La justicia es el objeto del Derecho. Debe garantizar que, en el ejercicio del Derecho, se pueda otorgar a cada uno lo que le corresponde. Cabe recalcar, que la ley regula los aspectos fundamentales para garantizar la convivencia, no está llamada a regular todo. En este caso, no tendríamos libertad. De esta manera, el político, por medio de la legislación, debe inculcar en sus ciudadanos virtudes básicas para la convivencia.

Por último, existe otro modo en que el político debe ser maestro de virtud para sus ciudadanos: el ejemplo. Hoy en día, las palabras de un político han perdido mucha credibilidad, aunque nos sigan convenciendo. Que un político nos diga que es honesto, no nos garantiza nada, debe demostrarlo. El líder de una nación, el servidor público, debe ser un ejemplo de virtudes cívicas: debe ser honrado, respetar la ley y ser servicial. No necesitamos que sermoneen sobre la justicia, sino que la vivan, no que prediquen sobre la honestidad, sino que la encarnen, no que perjudiquen a la nación, sino que le sirvan. Cabe preguntarnos si hay en la política alguien que sea de verdad así.

Necesitamos políticos que se preocupen por sus ciudadanos. Políticos que por medio de la legislación y del ejemplo, transmitan virtudes cívicas al pueblo. Para Platón, el único ciudadano que se dedicaba al arte de la política era Sócrates, que terminó muerto precisamente por eso: “lo que constantemente digo no es para agradar, sino que busca el mayor bien y no el mayor placer” (521d). Sócrates buscaba despertar la justicia y las demás virtudes en el corazón de sus ciudadanos. Aunque haya muerto a causa de esto, su legado ha quedado hasta la actualidad. Aquellas personas honestas que creen que tienen vocación para la política, que no tengan miedo: que se lancen. Solo gracias a la gente que busque de verdad lo justo, la situación puede cambiar y el futuro ser más esperanzador. 

Platón y el arte de la política

Bibliografía

Platón. Gorgias. COMPRAR.

Vallejo, A., Vigo, A. Filosofos griegos: de los sofistas a Aristóteles. COMPRAR.

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