Breadcrumb
Blogs
Entries with Categorías Global Affairs Seguridad y defensa and tag nicaragua .
[Scott Martelle, William Walker's Wars. How One Man's Private Army Tried to Conquer Mexico, Nicaragua, and Honduras. Chicago Review Press. Chicago, 2019. 312 p.]
RESEÑA / Emili J. Blasco
La historia de la injerencia de Estados Unidos en América Latina es larga. En pleno Destino Manifiesto de expansión hacia el Oeste de mediados de siglo XIX, para extender el país de costa a costa, también hubo intentos de ampliar la soberanía hacia el Sur. A quienes ocuparon la Casa Blanca les bastó con la mitad de México, que completaba un holgado acceso al Pacífico, pero hubo iniciativas personales de intento de compra e incluso de conquista de territorios centroamericanos.
Una de esas iniciativas fue protagonizada por William Walker, que al frente de varios cientos de filibusteros –la Falange Americana–, arrebató la presidencia de Nicaragua y soñó con un imperio esclavista que atrajera las inversiones de los sureños estadounidenses si la esclavitud se abolía en Estados Unidos. Walker, de Tennessee, intentó primero crear una república en Sonora, para integrar ese territorio mexicano en EEUU, y luego centró su interés en Nicaragua, que entonces resultaba un paso atractivo para los estadounidenses que querían cruzar el istmo centroamericano con destino a las minas de oro de California, donde él mismo había buscado fortuna. Desautorizado y detenido varias veces por las autoridades de EEUU, debido a los problemas que les ocasionaba con los gobiernos vecinos, finalmente fue expulsado de Nicaragua por las armas y murió fusilado cuando intentaba regresar asentando un pie en Honduras.
El libro de Scott Martelle es tanto un retrato del personaje –alguien sin especiales dotes de liderazgo y con una apariencia más bien delicada impropia de un jefe de mercenarios, que no obstante supo generar expectativas lucrativas entre quienes le siguieron (2.518 estadounidenses llegaron a alistarse)–, como una crónica de sus campañas militares al Sur de Estados Unidos. Igualmente describe bien el ambiente a mitad del siglo XIX en ciudades como San Francisco y Nueva Orleans, repletas de migrantes procedentes de otras partes del país y en tránsito hacia donde les llevara la fortuna.
También ofrece un detallado relato de la empresa desarrollada por el magnate Vanderbilt para establecer una ruta, inaugurada en 1851, que utilizaba el río San Juan para llegar al lago de Nicaragua y de allí salir al Pacífico, con ánimo de establecer una conexión ferroviaria y el ulterior propósito de construir en pocos años un canal. Aunque el trayecto por tierra era más largo que el que en ese momento también se trazaba en similares condiciones en el istmo de Panamá, el desplazamiento en barco desde EEUU hasta Nicaragua era más breve que el que obligaba llegar hasta Panamá. Esto último explica que durante la segunda mitad del siglo XIX el proyecto de canal de Nicaragua tuviera más adeptos en Washington que el de Panamá.
Si bien Panamá es uno de los símbolos de la injerencia de EEUU en su «patio trasero», el éxito de la obra del canal transoceánico y su devolución a los panameños desactivan en gran medida una «leyenda negra» que sigue en pie en el caso nicaragüense. Nicaragua es probablemente el país centroamericano que más ha experimentado el «imperialismo» de EEUU. El episodio de Walker (1855-1857) marca un comienzo; luego siguieron las intervenciones militares del propio Gobierno estadounidense (1912-1933), el estrecho apoyo de Washington a la dictadura de los Somoza (1937-1979) y la implicación directa en el combate contra la Revolución Sandinista (1981-1990).
Walker llegó a Nicaragua atraído por el interés estadounidense en el paso interoceánico y con la excusa de ayudar a uno de los bandos que se enfrentaban en una de las tantas guerras civiles entre conservadores y liberales que se daban en las excolonias españolas. Elevado a jefe del Ejército, en 1856 fue elegido presidente de un país en el que apenas pudo controlar el área cuyo centro era la ciudad de Granada, en la orilla norte del lago de Nicaragua.
A medida que asentó su poder se alejó de cualquier idea inicial de integración de Nicaragua en EEUU y soñó con forjar un imperio centroamericano que incluso incluyera México y Cuba. En su estrategia entró la esclavitud, que en Nicaragua se había abolido en 1838 y él la reinstauró en 1856. La imaginó como un medio de impedir que Washington renunciara a ampliar su soberanía a esos territorios, dados los equilibrios internos en EEUU entre estados esclavistas y no esclavistas, y como atracción de capital de los esclavistas sureños. Finalmente fue expulsado del país en 1857 gracias el empuje de un ejército reunido por los países vecinos. En 1860 intentó un regreso, pero fue apresado y fusilado en Trujillo (Honduras). Su aventura estuvo alimentada por la creencia en la superioridad del hombre blanco y anglosajón, que le llevó a despreciar las aspiraciones de los pueblos hispanos y a sobreestimar la capacidad bélica de sus mercenarios.
El libro de Martelle responde más a un propósito historicista que divulgativo, por lo que su lectura no es tanto para el gran público como para los interesados específicamente en el fulibusterismo de William Walker: un episodio, en cualquier caso, de conveniente conocimiento sobre el pasado centroamericano y la relación de Estados Unidos con el resto del Hemisferio Occidental.
El sistema de posicionamiento ruso GLONASS ha colocado estaciones de tierra en Brasil y Nicaragua; las brasileñas son accesibles, pero la nicaragüense da pie a conjeturas
En un momento en que Rusia ha declarado su interés en tener de nuevo instalaciones militares en el Caribe, la apertura de una estación rusa en el área de Managua ha levantado algunas sospechas. Roscosmos, la agencia espacial rusa, ha abierto cuatro estaciones en Brasil, gestionadas con transparencia y fácil acceso; en cambio, la que ha construido en Nicaragua se ve rodeada de secretismo. Lo poco que se sabe sobre la estación nicaragüense, extrañamente mayor que las otras, contrasta con lo abiertamente que pueden recabarse datos sobre las brasileñas.
ARTÍCULO / Jakub Hodek [Versión en inglés]
Ya se sabe que la información es poder. Cuanta más información se tiene y administra, de más poder se goza. Hay que tener este planteamiento a la hora de examinar las instalaciones de estaciones que sirven para apoyar el sistema de navegación por satélites ruso y su construcción en proximidad relativa a Estados Unidos. Por supuesto que ya no estamos en el periodo de Guerra Fría, pero algunas traumas de aquellos viejos tiempos quizás nos pueden servir para entender mejor la posición cautelosa de Estados Unidos y la importancia que ve Rusia en tener sus instalaciones en Brasil y especialmente en Nicaragua.
Ese trasfondo histórico de la Guerra Fría está en el origen de los dos sistemas de navegación más grandes que utilizamos hoy en día. Estados Unidos lanzó el proyecto de Sistema de Posicionamiento Global (GPS) en el año 1973, y posiblemente como respuesta, la Unión Soviética presentó su propio sistema de posicionamiento (GLONASS) tres años después. [1] Han pasado casi 45 años, y estos dos sistemas ya no sirven para que rusos y estadounidenses intenten obtener información sobre el bando contrario, sino que están colaborando y así ofreciendo un sistema de navegación más preciso y rápido para los consumidores que compran un smartphone u otro aparato electrónico. [2]
Sin embargo, para conseguir una cobertura mundial ambos sistemas necesitan no solo satélites, sino también estaciones de tierra repartidas estratégicamente por el mundo. Con ese propósito, Agencia Espacial Federal Rusa Roscosmos ha erigido estaciones para el sistema GLONASS en Rusia, en la Antártida y en Sudáfrica, así como en el hemisferio occidental: ya tiene cuatro estaciones en Brasil y desde el abril de 2017 cuenta con una en Nicaragua, que por el secretismo en torno a su función ha causado desconfianza y sospecha en Estados Unidos [3] (EE.UU., por su parte, tiene estaciones de tierra para GPS en su territorio y en Australia, Argentina, Reino Unido, Bahréin, Ecuador, Corea del Sur, Tahití, Sudáfrica y Nueva Zelanda).
El Sistema Global de Navegación por Satélite ruso (Globalnaya Navigatsionnaya Sputnikovaya Sistema o GLONASS) es un sistema de posicionamiento operado por las fuerzas de Defensa aeroespaciales rusas. Consiste en 28 satélites, permitiendo posicionamiento en tiempo real y speed data para la superficie, el mar y los objetos aerotransportados alrededor del mundo. [4] En principio GLONASS no transmite ninguna información de identificación personal; de hecho, los dispositivos de usuarios solo reciben señales de los satélites, sin transmitir nada de vuelta. Sin embargo, fue desarrollado originalmente con las aplicaciones militares en mente y lleva señales cifradas que se supone que proporcionan resoluciones más altas a los usuarios militares autorizados (lo mismo el GPS estadounidense). [5]
En Brasil, hay cuatro estaciones de tierra que se utilizan para rastrear señales de la constelación GLONASS. Estas estaciones sirven como puntos de corrección en el hemisferio occidental y ayudan a mejorar significativamente la precisión de las señales de navegación. Rusia está en estrecha y transparente colaboración con la agencia espacial brasileña (AEB), promoviendo la investigación y el desarrollo del sector aeroespacial del país sudamericano.
![]() |
En 2013 se instaló la primera estación, ubicada en el campus de la Universidad de Brasilia, que además era la primera estación rusa de ese tipo en el extranjero. Siguió otra estación en el mismo lugar en 2014, y posteriormente, en 2016, se puso una tercera en el Instituto Federal de Ciencias de la Educación y Tecnología de Pernambuco, en Recife. La Agencia Espacial Federal Rusa Roscosmos construyó su cuarta estación brasileña en el territorio de la Universidad Federal de Santa María, en Río Grande del Sur. Además de cumplir su propósito principal de aumentar la exactitud y mejorar el rendimiento de GLONASS, las instalaciones pueden ser usadas por los científicos brasileños para llevar a cabo otros tipos de investigación científica. [6]
El nivel de transparencia que rodeó la construcción y luego ha imperado en la gestión de las estaciones en Brasil definitivamente no es el mismo aplicado a la abierta en Managua, la capital de Nicaragua. Hay varias informaciones que siembran dudas en relación al verdadero uso de la estación. Para empezar, no hay información sobre el costo de las instalaciones o sobre la especialización del personal. El hecho de que se haya puesto a corta distancia de la Embajada de Estados Unidos ha dado pie a conjeturas sobre su uso para escuchas y espionaje.
Además, las respuestas vagas de los representantes de Nicaragua y de Roscosmos acerca del uso de la estación, no han conseguido transmitir confianza sobre el proyecto. Es un “proyecto estratégico” tanto para Nicaragua como para Rusia, concluyó Laureano Ortega, el hijo del presidente nicaragüense. Ambos países aseguran tener una cooperación muy fluida y estrecha en muchas esferas, como en proyectos relacionados con la salud y el desarrollo, sin embargo ninguno de ellos se han materializado con tal velocidad y dedicación. [7]
Dada la mayor presencia militar de Rusia en Nicaragua, facultada por el acuerdo que facilita el atraque de buques de guerra rusos en Nicaragua anunciado por el Ministro ruso de Defensa Serguei Shoigu durante su visita al país centroamericano en febrero de 2015, y concretada también en la donación de 50 T-72B1 tanques rusos en 2016 y el movimiento creciente del personal militar ruso, se puede concluir que Rusia claramente ve importancia estratégica en su presencia en Nicaragua. [8] [9] Todo esto es vito con recelo desde EE.UU. El jefe del Comando Sur estadounidense, Kirt Tidd, advirtió en abril que “los rusos están llevando adelante una actitud inquietante” en Nicaragua, lo que “impacta en la estabilidad de la región”.
Sin duda que cuando potencias mundiales como Rusia o Estados Unidos actúan fuera de su territorio, lo hacen siempre guiados por una combinación de motivaciones. Los movimientos estratégicos son esenciales en el juego de la política mundial. Por esta misma razón, la ayuda que recibe un país o la colaboración que puede establecer con una gran potencia muchas veces está sujeta a una condicionalidad política. En este caso, es difícil saber con seguridad cuál es exactamente el objetivo de la estación en Nicaragua o incluso las de Brasil. A primera vista, el objetivo parece neutro –ofrecer calidad más alta de sistema de navegación y proveer diferente opción a la de GPS–, pero dado el nuevo valor que Rusia está concediendo a sus capacidades geopolíticas, existe la posibilidad de un uso más estratégico.