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Cartel de propaganda exaltando la figura de Gadafi, cerca de Ghadames, en 2004 [Sludge G., Wikipedia]

▲ Cartel de propaganda exaltando la figura de Gadafi, cerca de Ghadames, en 2004 [Sludge G., Wikipedia]

ENSAYOPaula Mora

El 20 de octubre de 2011 fue asesinado el coronel Muamar Muhamad Abu-Minyar el Gadafi, poniéndose fin a un régimen dictatorial que duró más de cuarenta años. Esa fecha significó esperanza, libertad y democracia, o por lo menos esas eran las aspiraciones de muchos de los que contribuyeron a un cambio en Libia. Sin embargo, la realidad hoy, nueve años después, es casi inimaginable para aquellos rebeldes que el 23 de octubre de 2011 pensaron que sus hijos podrían envejecer en una democracia. La guerra civil que sufre el país desde entonces ha propiciado la desintegración de la nación. Para entender esto, es primordial entender la propia naturaleza del poder político libio, totalmente distinta a la de sus vecinos y a la de sus antiguas metrópolis: el tribalismo.

El tribalismo libio presenta tres características: es contractual, pues está fundado en negociaciones permanentes; las bases territoriales de los pueblos han ido moviéndose hacia las ciudades, pero los lazos no se han distendido, y la extensión territorial de estos pueblos sobrepasan las fronteras de Libia. El territorio libio se compone en un 90% de desierto, lo que ha propiciado la persistencia del poder tribal. Los pueblos originarios han luchado, y siguen haciéndolo, por el control territorial y la armonía de sus territorios, que se logra a través de alianzas tradicionales renegociadas cada cierto tiempo entre las tres regiones principales del país: Tripolitania, Cirenaica y Fezán.

El tropismo Tuareg

La cultura beduina y su mitología de los tiempos de las cavernas transaharianas, previas a la época colonial, explican que Gadafi enfocara su política hacia el Sahara y África del Norte. Estos pueblos consideraban el desierto como una vía de comunicación, no como un obstáculo o una frontera. Bajo la dictadura, las costumbres y el habla beréber fueron protegidas y promovidas.

Los Tuareg son un pueblo beréber de tradición nómada que se extiende por cinco países africanos: Argelia, Burkina Faso, Libia, Malí y Níger. Poseen su propio idioma y costumbres. En Libia, ocupan el territorio del suroeste, junto a las fronteras de Argelia, Túnez y Níger. El dictador proclamó en numerosas ocasiones su afinidad con este pueblo, afirmando incluso pertenecer a este linaje por parte de madre. Los consideraba aliados de su proyecto panafricanista.

Gadafi no se veía como el líder del movimiento, sino como un “guía” de la revolución. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta visión revolucionaria fue apaciguándose hasta convertirse en una visión realista y pacificadora. Este cambio se debió principalmente a la incapacidad de los Tuareg de superar las divisiones internas (tribus) y a su voluntad de abandonar la lucha armada. Las consecuencias fueron que lo que empezó como una lucha nacional y social, degeneró en un tráfico de drogas y armas.

El colonialismo italiano

En abril de 1881, Francia ocupó Túnez. Esto provocó rencores en Italia pues la regencia de Túnez estaba pensada como una prolongación natural de Italia, dado que 55.000 italianos residían en el territorio. En vista de esta situación, y para evitar un enfrentamiento con Francia, Italia decidió entonces crear un proyecto libio. En 1882, Italia, Alemania y el Imperio Austrohúngaro crearon la Triple Alianza. Como consecuencia de esto, Francia se opuso al proyecto libio de Italia.

Ante la oposición de Francia a sus planes en Libia, Italia buscó una compensación en el Mar Rojo y en 1886 intentó, fallidamente, conquistar Etiopía. Pero el nacionalismo italiano de la época no se iba a dar por vencido, pues aspiraba a crear “una Italia más grande”. Tras la victoria etíope, solo le quedaban dos alternativas africanas: Marruecos, que ya había sido prácticamente colonizado por Francia, o la Regencia Turca de Trípoli, que llevaba establecida desde 1858.

Finalmente, Italia se decidió por esta última y en 1902 buscó el apoyo de Francia para llevar a cabo su proyecto. Bajo el compromiso de la Triple Alianza, le ofreció neutralidad en la frontera compartida de los Alpes en caso de guerra y la renuncia al proyecto marroquí. París no se mostró interesado, en cambio Rusia ofreció en 1908 su apoyo a Italia para debilitar al Imperio Otomano. Empezó así la guerra ítalo-turca. El pretexto italiano fue el supuesto maltrato que sufrían los colonos instalados en Libia por parte del régimen turco, al cual dio un ultimátum. Bajo mediadores austrohúngaros, los turcos aceptaron transferir el control de Libia a Italia, movimiento que este país consideró una maniobra turca que solo buscaba ganar tiempo para prepararse para la guerra. El 29 de septiembre de 1911, Italia declaró la guerra al Imperio Otomano. Esto trajo importantes consecuencias para la Triple Alianza, pues Austria-Hungría temía que el conflicto libio derivara en uno directo con el Imperio Otomano, mientras que Alemania se vio enfrentada al dilema de tener que elegir bando, pues gozaba de buenas relaciones con ambas partes. El 18 de octubre de 1912, debido a los peligros abiertos en diferentes frentes, el Imperio Otomano decidió firmar el Tratado de Lausana-Ouchy a través del cual cedió a Italia Tripolitania, Cirenaica y las islas del Dodecaneso.

Durante la Primera Guerra Mundial, Italia formaba parte de la Triple Entente, por lo que el Imperio Otomano no le declaró la guerra. La amenaza al control italiano de Libia no estaba tanto entre sus enemigos europeos, sino entre la población del propio país africano. Aprovechando la guerra, la Sanûsiya (una orden religiosa musulmana fundada bajo el Imperio Otomano que se oponía a la colonización) empezó a atacar al ejército italiano. Estos rebeldes fueron ganando territorio, hasta que los aliados de Italia pasaron a la ofensiva. El 21 de agosto de 1915, el día que Italia se cambió al bando de los Aliados, la táctica cambió. Pese a que también le ofrecían apoyo, los nuevos aliados de Italia estaban lidiando con insurgencias en sus colonias, y se ocupaban, sobre todo, de custodiar sus fronteras para que los insurgentes no pasaran y propagaran las ideas independentistas.

El 17 de abril de 1917, el emir Idris As-Sanûsi, aliado del Imperio Otomano, dándose cuenta de la proximidad de la victoria aliada, firmó con Italia el Pacto de Acroma, mediante el cual Italia reconoció la autonomía de la Cirenaica y a cambio el emir aceptó el control italiano de la Tripolitania.

 

Distribución geográfica de etnias en Libia [Wikipedia]

Distribución geográfica de etnias en Libia [Wikipedia]

 

La independencia colonial

La Segunda Guerra Mundial tuvo un papel clave en África, pues alentó el nacionalismo del continente. Italia, aliada de Alemania, intentó entre 1940 y 1942 ocupar el Canal de Suez a través de la frontera de Libia, pero el objetivo no fue alcanzado.

En 1943, Libia cayó en manos de la Francia Libre (de Charles de Gaulle) e Inglaterra: la primera administraba Fezán; la segunda, la Tripolitania y Cirenaica. Al final de la guerra, y con el cambio de bando de Italia en su curso, esta propuso una división tripartita de Libia. Estados Unidos y la Unión Soviética se opusieron, y estipularon que el territorio quedaría bajo la tutela de Naciones Unidas (ONU). Entonces dos posiciones políticas se opusieron en Libia: por un lado, los “progresistas”, que defendían la creación de un estado democrático unitario, y por otro, los pueblos originarios de la Cirenaica, que defendían un reino cuyo líder sería Mohammed Idris As-Sanûsi, el líder de la Sanûsiya.

El 21 de noviembre de 1949, a través de la Resolución 289, Naciones Unidas fijó la independencia de Libia para el primero de enero de 1952. Sin tener en cuenta ninguna realidad geográfica, histórica, religiosa, cultural y política, la ONU impuso el nacimiento de un país soberano constituido por las tres principales regiones independientes. En 1950, tuvo lugar la elección de la Asamblea Nacional, compuesta por 60 diputados (20 por región). El 2 de diciembre del mismo año, después de arduas negociaciones, la Asamblea acordó que Libia fuera una monarquía federal compuesta de tres provincias y que tuviera como Rey a Mohammed Idriss As-Sanûsi.

Inicialmente el Reino pudo asentarse dado el reconocimiento internacional y el descubrimiento de yacimientos petroleros que permitían a Libia convertirse en el país más rico del continente. Este optimismo, sin embargo, ocultaba que el verdadero problema libio residía dentro de sus fronteras: el país era regido por los pueblos originarios de Cirenaica. Para equilibrar el poder, el rey decidió nombrar como primer ministro a Mahmoud el-Montasser, un tripolitano.

Sin embargo, el rey cometió el error de no haber fundamentado su monarquía en la Sanûsiya, sino en su tribu, la Barasa. El régimen se convirtió en totalitario. Después de manifestaciones pro-Nasser, el rey prohibió en 1952 los partidos políticos, y despidió a más de diez gobernadores, quienes fueron reemplazados por prefectos. En cuanto a las relaciones exteriores, bajo el reinado de Idriss, Libia firmó con Gran Bretaña una alianza de veinte años mediante la cual los ingleses podrían utilizar las bases militares libias. Con Estados Unidos suscribió uno similar que concedió permiso a los norteamericanos para construir la base Wheelus Field, cerca de Trípoli. Finalmente, firmó un tratado de paz con Italia por el que la antigua metrópolis se comprometía a pagar reparaciones siempre y cuando Libia protegiera las propiedades de los 27.000 italianos que aún residían allí. Estas medidas llevaron el reino a la perdición, puesto que sus países vecinos y su población consideron que el rey no estaba siendo solidario con Egipto al alinearse con los países occidentales.

La caída de la monarquía

El 1 de septiembre de 1969 se produjo un golpe de estado en el país para derrocar a Idriss; este, gravemente enfermo, anunció su abdicación para el día siguiente. El Consejo de Comandancia de la Revolución (CCR), constituido por los oficiales que habían propiciado este cambio de gobierno, abolió la monarquía y proclamó la República Árabe Libia. La junta militar que se estableció en el poder estaba compuesta por una docena de miembros, en su mayoría de los dos pueblos originarios principales: los Warfalla y los Maghara. Estos últimos eran de ideología marxista, lo que propició el régimen del coronel Muamar el Gadafi.

Durante las primeras semanas de gobierno, los nuevos dirigentes intentaron tomar todas las precauciones posibles para evitar una intervención británica y americana. Emitieron un comunicado garantizando la seguridad de los bienes de los extranjeros y prometiendo que las compañías petroleras no serían nacionalizadas. Ante estas declaraciones, que no se alineaban con el comunismo, Estados Unidos y Occidente reconocieron el 6 de septiembre el nuevo gobierno.

Las verdaderas intenciones del nuevo gobierno aparecieron poco después. Al mes del comunicado, las autoridades libias anunciaron que los tratados anteriores relativos a las bases militares tendrían que ser nuevamente negociados. También pidieron una renegociación de la fiscalidad de las compañías petroleras. Finalmente, en 1971, fue creado un partido único: la Unión Socialista Árabe.

El gobierno de Gadafi

El 15 de abril de 1973, casi cuatro años después del golpe de estado del 69, Gadafi pronunció un discurso en el que invitó a las “masas populares” a retomar el poder confiscado por el partido de la Unión Socialista Árabe. Se impuso como cabeza del país, promoviendo una revolución cultural y política que proponía, por un lado, una reforma de las instituciones con una aplicación más estricta de los preceptos de la sharia, y por otro, la idea de que los agresores del pueblo eran los países árabes aliados con Occidente e Israel.

Gadafi basó su poder en una profunda recomposición tribal. La primera medida que tomó, al día siguiente de la toma de poder, desconfiando de Cirenaica y de sus tribus fieles al rey Idriss, fue la de constituir una alianza con el pueblo de Hada, con la que buscó equilibrar el poder de los Barasa.

En segundo lugar, se divorció de su mujer, de origen turco-kouloughli, la cual constituía un obstáculo para las alianzas con los pueblos que le eran necesarios para ampliar su base de poder. Se casó entonces con una mujer de Firkeche, un segmento de la tribu de los Barasa. Este matrimonio le permitió construir una alianza entre los Qadhafa y las grandes tribus de Cirenaica ligadas a los Barasa.

En tercer lugar, construyó también una alianza con la Misrata, una élite letrada que ocupó posteriormente muchos de los puestos del régimen. Sin embargo, con el paso del tiempo, esta alianza se rompió y propició un crecimiento del odio hacia el coronel que jugaría un rol importante en la revolución que acabó con Gadafi.

En cuarto lugar, después de haber perdido a la Misrata, Gadafi recompuso su estrategia apoyándose en su propia confederación, la de los Awlad Sulayman, enemigos de los Misrata desde la época del dominio italiano. Esta alianza cubría la ciudad de Trípoli y extendía geográficamente el territorio del mandatario.

En quinto lugar, el problema del gobernante vendría dado justo por los puntos anteriores: las alianzas tribales. Fracciones de sus aliados conspiraron contra él en 1973 para intentar dar un golpe de estado. El ejército de Gadafi, sin embargo, lo impidió y condenó a muerte a los cabecillas. A partir de este punto, el coronel empiezó a desconfiar de las tribus de esta región, la de Tripolitania, y comenzó a romper poco a poco relaciones con ellas. Esto le resultaría fatal.

Gadafi de cara al mundo

El activismo internacional bajo Gadafi buscaba la fusión de los pueblos árabes con el objetivo de crear un califato transnacional. En 1972, pese a que aún no controlaba la totalidad del territorio libio, contribuyó a la creación de la Unión de Repúblicas Árabes (Libia, Egipto y Siria), que se disolvería en 1977. En 1984, creó la Unión Libia-Marroquí, que desaparecería dos años después. Otras cuatro tentativas tuvieron lugar: con Túnez en 1974, con el Chad en 1981, con Argelia en 1988 y con Sudán en 1990; ninguna de ellas salió adelante. Estos intentos de unión provocaron tensiones en el continente, sobre todo con Egipto, con el cual hubo un conflicto fronterizo del 21 al 24 de julio de 1977. La consecuencia fue el cierre de la frontera mutua hasta marzo de 1989.

En cuanto al resto del mundo, el apoyo del dictador a los movimientos terroristas durante los años 80 le crearon enemigos, especialmente Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia. Varios ataques propiciados por el régimen libio, como el derribo de un avión americano encima de la ciudad escocesa de Lockerbie y asesinatos de embajadores, llevaron en 1992 al Consejo de Seguridad de la ONU a adoptar una política de sanciones de embargo comercial y financiero. A ello se sumó la orientación socialista del coronel, quien nacionalizó las empresas petroleras y los bienes de los residentes italianos alegando que fueron robados durante la época colonial.

La caída del régimen

Con el paso del tiempo, el régimen fue perdiendo poder y apoyo nacional. Esta decadencia se debió a la marcha de la economía, pues los ciudadanos se beneficiaban de los ingresos directos de los hidrocarburos: la sanidad y la educación eran gratis, y la agricultura estaba subvencionada. Además, existía el proyecto de crear un “gran río” (Great Man Made River, GMMR), de 4.000 kilómetros. En resumen, los cinco millones de habitantes tenían una vida excepcional, con un PIB per cápita de 3.000 euros en 2011.

La oposición principal provenía de los ambientes islámicos, más concretamente de los Hermanos Musulmanes y de grupos salafistas (movimiento de ultraderecha islámico suní), quienes a partir de 1995 se radicalizaron con la ayuda de los grupos de Afganistán. Sus razones para oponerse a Gadafi eran la occidentalización del país: el dejar atrás en cierta medida el tropismo Tuareg y un giro hacia los países del Norte. Ese mismo año estalló una rebelión islamista iniciada por el Frente por la Liberación de Libia en Cireniaica. Gadafi respondió con una gran represión, estableciendo leyes anti-islámicas que castigaban cualquier persona que no denunciara a los islamistas y el cierre de la mayoría de las zawiya (escuelas y monasterios religiosos), sobre todo las de la Sanûsiya.

En 2003, Libia reconoció su participación en el atentado de Lockerbie y se comprometió a indemnizar a todas las víctimas. Esto propició que el Consejo de Seguridad de la ONU levantara las sanciones. En diciembre de ese mismo año, el país renunció a la producción de armas de destrucción masiva y en 2004 se adhirió al Tratado de No-Proliferación Nuclear. Con estas nuevas medidas, el régimen fue aliándose con los países de occidente, que a su vez promovieron la industrialización del país. Un ejemplo fue el tratado firmado entre Gadafi y el primer ministro italiano Silvio Berlusconi, por el que Italia se comprometía a reembolsar 5.000 millones de dólares a Libia, en un periodo de 25 años, siempre y cuando el país africano se abriera al mercado italiano y evitara la inmigración clandestina a Europa.

Libia no vivió “la primavera árabe”, pues estaba sufriendo una guerra civil nacida en Cirenaica, que comenzó como un levantamiento de una minoría beréber que vivía cerca de la frontera con Túnez. Gadafi, con el miedo de estropear la buena imagen que por fin había logrado construir en la comunidad internacional, decidió no emplear la fuerza militar para restablecer su poder en Cirenaica, pero con el paso del tiempo no le quedó más remedio que hacerlo. Esta acción conllevó lo que él ya sabía: la protesta internacional.

El primer país en oponerse fue la Francia de Nicolás Sarkozy. Bajo el pretexto de injerencia humanitaria, Francia, junto con los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), decidieron destruir el régimen de Gadafi. En marzo de 2011 reconocieron al Consejo Nacional de Transición (CNT). La Unión Africana quería también el cambio de gobierno, pero sin embargo defendió que se hiciera mediante una negociación, con el fin de evitar consecuencias negativas como la desintegración del Estado. 

Durante el mes de febrero de 2011, el coronel tuvo que hacer frente a una triple sublevación. En Cirenaica, por parte de los yihadistas (recordemos las leyes anti-islámicas), quienes contaban además con el apoyo de Turquía y las mafias locales, que desde el acuerdo ítalo-libio sobre la migración se sentían amenazadas. En Tripolitania, por pare de los beréberes, que veían ahora negada su identidad en favor de la defensa del nacionalismo árabe. Finalmente, también en Misrata, zona tenía una cuenta personal que arreglar con el dictador desde 1975 (conflicto tribal).

Gadafi tomó medidas preventivas, como la prohibición de manifestaciones o la suspensión de eventos deportivos, y anunció reformas sociales favorables a la población pensando que se trataba de quejas que no trascenderían. Su error de análisis fue pensar que la contestación tenía un motivo social, mientras que sus razones eran de tipo tribal, regional, político y religioso.

El gobierno pudo controlar la situación durante un mes, hasta que el 15 de febrero la violencia escaló hasta convertir el conflicto en una auténtica guerra civil.

La injerencia extranjera empezó el 17 de marzo, cuando el ministro de Asuntos Exteriores francés promovió en el Consejo de Seguridad de la ONU la Resolución 1973, que autorizaba la creación de una zona de exclusión aérea sobre Libia, así como la imposición de las “medidas necesarias” para otorgar la protección a los civiles. Esta resolución excluía la ocupación terrestre, y fue apoyada por la Liga Árabe, con el apoyo aéreo militar de Qatar.

A los pocos días, el 21 de marzo, la intervención de los países de la OTAN sobrepasó las pautas de la Resolución 1973, pues la residencia de Gadafi fue bombardeada bajo el pretexto de que servía como centro de comando. La Unión Africana, apoyada por Rusia, pidió entonces el “cese inmediato de todas las hostilidades”. Por su parte, la Liga Árabe recordó a la OTAN que se estaba desviando de sus objetivos declarados. Sin embargo, los países occidentales no hicieron caso. El 31 de marzo, a través de su hijo Saif al-Islam, el coronel propuso un referéndum sobre la instauración de una democracia en Libia. La OTAN estaba dispuesta a examinar sus propuestas, pero el Consejo Nacional de Transición se opuso rotundamente, pues exigía simple y llanamente la salida de Gadafi del poder.

El 16 de septiembre, el Consejo de Seguridad, mediante la Resolución 2009, creó la Misión de Apoyo de las Naciones Unidas en Libia (UNSMIL, por sus siglas en inglés). Su objetivo era asistir a las autoridades nacionales para el restablecimiento de la seguridad y el Estado de Derecho, a través de la promoción del diálogo político y de la reconciliación nacional.

La “liberación” del país tuvo lugar el 23 de octubre de 2011, cuando Gadafi fue capturado de camino de Fezzan, acompañado de su hijo. Su convoy fue atacado por las fuerzas áreas de la OTAN. Fue hecho prisionero y posteriormente linchado por sus compatriotas. El presidente del Consejo Nacional de Transición, Mustapha Adbel Jalil, se proclamó entonces como el nuevo gobernante legítimo del país hasta nuevas elecciones.

Libia después de Gadafi

El presidente transitorio, declaró en su primer día que la sharia sería la base de la Constitución, así como del Derecho, restableció la poligamia e ilegalizó el divorcio. Las consecuencias de la guerra civil fueron tremendas: llevaron a la desintegración del país. La muerte de Gadafi no marcó el fin del conflicto, pues las milicias tribales, regionales y religiosas que participaron en la guerra defendían diferentes visiones sobre cómo debía ser el nuevo gobierno, lo que hacía imposible una unificación.

En el exterior, el descontrol territorial cambió la geopolítica de la región de Sáhara-Sahel, ofreciendo nuevas oportunidades a los yihadistas.

Tres periodos pueden distinguirse. El primero, entre 2011 y 2013, podría considerarse como el tiempo de la incertidumbre, pero también el de la esperanza y la ilusión democráticas. Pese a las guerras entre los distintos pueblos por diferentes ideologías (defensores del antiguo régimen contra los fundamentalistas musulmanes defensores de las tradiciones islámicas) y una guerra de poder territorial (Cirenaica contra Tripolitania por la capital del nuevo Estado), se estaban instaurando lo que parecían mecanismos democráticos.

El 31 de octubre de 2011 fue elegido Abdel Rahim al-Keeb, originario de Trípoli, por 26 votos de 51, como primer ministro del gobierno de transición. Las elecciones legislativas tuvieron lugar el 7 de julio de 2012; en ellas ganó el Congreso Nacional General (CNG), que reemplazó al Consejo Nacional de Transición. Pero la situación estaba lejos de consolidarse. El 11 de septiembre de 2012, el embajador americano, John Chistropher Stevens fue asesinado por un grupo salafista denominado Ansar al-Sharia.

El segundo período empezó a principios de 2013. Libia estaba en el camino de la normalización mediante elecciones democráticas y la reactivación de la exportación de petróleo y gas. Sin embargo, el año siguiente fue el del comienzo de la anarquía y las tentativas de recomposición del orden interno. Los “avances democráticos” no habían sido suficientes, pues las regiones contaban con una gran autonomía y no había seguridad fronteriza. Nadie había sido capaz de controlar en su totalidad el territorio libio. El presidente de Chad, Idriss Déby, quien ya había advertido sobre estas consecuencias cuando tuvo lugar la intervención occidental en la guerra civil, denominó la nueva situación libia como una “somalización”.

A partir de febrero de 2014, esta anarquía se tradujo en una serie de dimisiones de cargos del “gobierno” debidas a las amenazas por parte de las distintas milicias del país y de protestas frente al CNG, pues el gobierno no fue disuelto después de la expiración del mandato. El 20 de febrero tuvieron lugar las elecciones de los 60 miembros de la Asamblea constituyente que tenía como objetivo redactar una nueva constitución, pero sólo el 15% de los electores participaron. Mientras tanto, el 6 de marzo, en Roma, en la Conferencia Internacional sobre Libia, el ministro de Asuntos Exteriores italiano consideró que el problema principal era la “superposición de legitimidad”.

El tercer período, tuvo lugar a finales de 2014, cuando empezó la denominada “segunda guerra de Libia”. A partir de 2015 entró en escena el Estado Islámico, lo que cambió el cuadro político libio. La ONU creó un órgano ejecutivo de transición denominado Gobierno de Acuerdo Nacional (GNA por sus siglas en inglés), con el objetivo de dirigir la política libia en esta nueva situación. Se formó por la unión del Congreso General Nacional y la Cámara de Representantes. Está compuesto por 32 ministros, y Fayez-al Sarraj ocupa el cargo de presidente del Consejo Presidencial y de primer ministro del GNA.

Libia se encontraba entonces con dos parlamentos, uno en Trípoli, bajo el control de los islamistas, y el otro, reconocido por la comunidad internacional, en Tobruk, Cirenaica, cerca de la frontera egipcia, el cual había sido forzado a desistir de actuar por las fuerzas yihadistas. Esto llevó al comienzo de otro conflicto, que sigue en vigor actualmente. En la Cirenaica, tiene lugar una guerra confusa y multiforme, en la que participan los yihadistas y los que apoyan al general Jalifa Haftar, quien lidera el Ejército Nacional Libio (LNA, por sus siglas en inglés) y se opone tanto a los yihadistas como al Gobierno de Acuerdo Nacional. A través de su ejército, el general lanzó en mayo ataques aéreos contra grupos islamistas en Bengasi, con el objetivo de apoderarse del Parlamento. Además, acusa al primer ministro Ahmed Maiteg de cooperar con grupos islamistas. En junio, Maiteg renunció después de que la Corte Suprema dictaminase que su nombramiento fue ilegal.

En 2014, Haftar lanzó la “Operación Dignidad” contra los islamistas, intentando sacar del poder al coronel Moktar Fernana, comandante de la policía militar y elegido por Misrata y los Hermanos Musulmanes. Esta misión fracasó debido al poder de las diferentes milicias musulmanas a lo largo del territorio de Tripolitania, dividido en diferentes áreas: está la ciudad de Misrata, que ess territorio yihadista bajo el mando de los Hermanos Musulmanes; al Oeste, reina la milicia beréber arabófona de Zenten; en la capital, la milicia islamista Farj Lybia tiene el control, mientras que Fezzan y el Gran Sur se han convertido en territorios casi autónomos, donde se combate a los Tuareg.

En junio de 2014, tuvieron lugar las elecciones parlamentarias. Los partidos islamistas fueron derrotados, hubo una baja participación debido a la inseguridad y el boicot de los partidos dominantes, y surgió un enfrentamiento entre las fuerzas leales al CNT y las del nuevo Parlamento o Cámara de Representantes (HoR por sus siglas en inglés). Finalmente, surgió el Gobierno de Salvación Nacional, con Nouri Absuhamain, aliado de los Hermanos Musulmanes, como presidente.

En julio, la seguridad nacional se deterioró gravemente a raíz de varios acontecimientos. El aeropuerto Internacional de Trípoli fue destruido por los conflictos entre la milicia de Misrata y su operación Dawa Libia contra la milicia de Zintan; el HoR se trasladó a Tobruk después de que la Corte Suprema de Trípoli (compuesta por el CNT) lo disolviera; el CNT se votó a sí mismo como reemplazo para la Cámara de Representantes; Asar al-Sharia pasó a controlar Bengasi, y los enviados de la ONU dejaron el país debido a la creciente inseguridad.

El 29 de enero de 2015, el LNA y sus aliados de Trípoli declararon un cese del fuego después del “Diálogo Libio” organizado por la ONU en Ginebra para fomentar la reconciliación de los distintos bandos. El 17 de diciembre del mismo año tuvo lugar el Acuerdo Político Libio, o Acuerdo Skhirat, promovido por UNSMIL. Su objetivo era resolver la disputa entre la Cámara de Representantes legítima, con sede en Tobruk y al-Bayda, y el CNT, con sede en Trípoli. Se creó un Consejo de la Presidencia, compuesto por 9 miembros para formar un gobierno de unidad que en dos años condujera a elecciones. El HoR debía ser el único parlamento y actuaría como tal hasta los comicios.

El 30 de marzo de 2016, el GNA llegó a Trípoli por mar debido al bloqueo aéreo. El asentamiento del gobierno legítimo propició que después de dos años, en abril, la ONU volviera al territorio. Además, el GNA, junto con las fuerzas aéreas estadounidenses, liberó Sirte del ISIS en diciembre del 2016. Sin embargo, el LNA siguió ganando territorio, contando en septiembre con el control de las terminales orientales de petróleo.

En julio de 2017, el LNA expulsó al ISIS de Bengasi. Un año después, controló Derna, el último territorio occidental bajo grupos terroristas. El 17 de diciembre, Haftar declaró nulo el Acuerdo Político Libio, pues las elecciones no habían tenido lugar, resaltando la obsolescencia del gobierno libio creado por la ONU. El general comenzó entonces a tomar fuerza en el contexto nacional e internacional: “Todas las instituciones creadas bajo este acuerdo son nulas, pues no han obtenido completa legitimidad. Los libios sienten que han perdido su paciencia y que el prometido periodo de paz y estabilidad se ha convertido en una fantasía lejana”, declaró Haftar.

El 19 de abril de 2019 era la fecha en la que se iba a celebrar la Conferencia Nacional Libia en Ghadamas para avanzar en acuerdos y cerrar una fecha en la que se llevaran a cabo las elecciones presidenciales y parlamentarias. Sin embargo, días antes la convocatoria de conferencia fue cancelada debido a la “Operación Inundación de Dignidad” del LNA con el objetivo de la “liberación” del país.

 

Correlación de fuerzas en la guerra civil libia, en febrero de 2016 [Wikipedia]

Correlación de fuerzas en la guerra civil libia, en febrero de 2016 [Wikipedia]

Correlación de fuerzas en la guerra civil libia, en febrero de 2016 [Wikipedia]

 

La injerencia extranjera

La situación libia actual es preocupante. La comunidad internacional teme que el país se convierta en la próxima Siria. El Ejército Nacional de Liberación, dirigido por Haftar, es apoyado por los Emiratos Árabes Unidos, con la esperanza de detener el avance de los Hermanos Musulmanes, a quienes consideran una organización terrorista. También lo apoyan Egipto y Rusia, interesados en el control de los recursos energéticos del país. El Gobierno de Acuerdo Nacional, con Fayez al-Sarraj como líder, representa el gobierno legítimo para la comunidad internacional (la ONU lo reconoce). Además, cuenta con el apoyo de Estados Unidos y los países de la Unión Europea (menos Francia), así como Turquía y Qatar, que le otorgan apoyo militar (sobre todo los turcos). Sin embargo, Estados Unidos y la UE defienden las fronteras marítimas de Grecia e Israel frente al deseado proyecto turco de construir tuberías de gas por el Mediterráneo para abastecerse.

El acercamiento entre Haftar y Francia empezó en 2015. El país europeo intentó transformar al LNA en un actor legítimo, asistiéndole con operativos clandestinos, fuerzas especiales y consejeros. El 20 de julio de 2016, la Francia de Holland le declaró oficialmente su apoyo militar después del asesinato de tres soldados franceses de fuerzas especiales en Bengasi a manos del GNA, que argumentó que fue una “violación de su soberanía nacional”. El 25 de julio de 2019 tuvo lugar la Cumbre de París. Macron invitó a los dos líderes a dialogar sobre la paz y la unidad. El mayor interés de Francia es erradicar el terrorismo.

El 6 de marzo de 2019, el Acuerdo de Abu Dhabi reunió a los líderes de los bandos más importantes de la guerra libia y puso énfasis en varios aspectos: Libia como Estado civil, reducción del período de transición de gobierno, unificación de las institucionales estatales (como el Banco Central), el cese del odio y su incitación, la celebración de elecciones presidenciales y parlamentarias a finales del año, la transferencia pacífica del poder, la separación de poderes y el seguimiento de los puntos acordados por parte de la ONU. El lugar de la reunión muestra la gran implicación que los Emiratos Árabes Unidos tienen en esta guerra, en especial como aliado del general Haftar. El país del Golfo Pérsico negó el apoyo al ataque en Trípoli que tuvo lugar el 31 de marzo del 2020 por parte del LNA. Sin embargo, varios medios de comunicación libios declararon que dos aviones de carga militares llegaron a la base aérea Emirati Al-Khadim, en el este de la ciudad libia de Marj, provenientes de la base aérea Sweihan de Abu Dhabi.

El 27 de noviembre de 2019, tuvo lugar el Acuerdo de Frontera Marítima entre el GNA y Turquía. El presidente de Turquía, Erdogan, y Fayez al-Sarraj, firmaron dos memorandos de entendimiento. Pactaron un límite de 18,6 millas náuticas, como frontera marítima compartida entre Turquía y Libia y firmaron un acuerdo de cooperación militar por el que Ankara enviaría soldados y armamento. En vez de crear una nueva tropa, que llevaría más tiempo, Turquía ofreció un sueldo de 200 dólares al mes para luchar en Libia frente a los 75 que daba por luchar en Siria.

El problema con la frontera marítima es que ignora las islas de Chipre y de Grecia y viola sus derechos amparados por la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar de 1994, si bien ninguno de estos dos países ha acudido al Tribunal del Derecho del Mar. El interés turco reside en la posibilidad de la presencia de petróleo y gas natural en la costa sur de Creta. El acuerdo por lo pronto durará lo que duré el GNA, en una situación de inestabilidad a lo que también contribuye la impopularidad de la intervención militar en Turquía.

El 2 de enero de 2020, los presidentes de Argelia y Túnez se reunieron con Jalifa Haftar. El presidente argelino, Abdelmadjid Tebboune, insistió en que la solución del problema libio debe ser interna y no depender de la afluencia de armas propiciada por la injerencia extranjera. Propuso la creación de nuevas instituciones que permitan la organización de elecciones generales y el establecimiento de las nuevas bases del Estado democrático libio con la aprobación de la ONU.

El 6 de enero, el LNA tomó control sobre Sirte. Esta ciudad es estratégica pues se halla cerca de la “media luna petrolera” de Libia, una franja costera en la que se encuentran varias terminales importantes de exportación de petróleo.

El 12 de enero, Rusia y Turquía declararon una tregua en Siria y Libia. Este acuerdo fue un quid pro quo, puesto que Rusia tiene mayores intereses en Siria que en Libia, pues busca un puerto en el Mediterráneo, y Turquía, como se explicó anteriormente, desea construir un sistema de suministro de gas a través del mar Mediterráneo desde Libia. Sin embargo, el acuerdo no se está cumpliendo, sobre todo en el escenario libio. Enviados de la ONU alegan que ambos países siguen proporcionando armamento a los guerrilleros.

El 19 de enero tuvo lugar la Conferencia de Berlín, que constituyó un intento de apaciguamiento de la situación del país. Participaron Estados Unidos, Rusia, Alemania, Francia, Italia, China, Turquía y Argelia, y se expresó el compromiso a acabar con la injerencia política y militar en el país. Sin la intervención de terceros actores, el país no podría mantener una guerra civil pues ninguno de los bandos tiene suficiente fuerza. En la conferencia, también se discutió sobre el incumplimiento del embargo de armas establecido por el Consejo de Seguridad de la ONU en 2011. El problema es que ninguna potencia, en especial Turquía y Rusia, reconoce su implicación, por lo que no hay responsabilidades ni tampoco sanciones.

Una semana después tuvo lugar la primera violación del pacto. En cuanto a la tregua, el Gobierno de Haftar, con el objetivo de recuperar la capital, lanzó una ofensiva en dirección a la ciudad de Misrata, donde se encuentra una base importante del Gobierno de Acuerdo Nacional. Además, la misión especial de la ONU en Libia (UNSMIL) afirmó que sigue llegando material a los bandos combatientes por vía aérea.

El 31 de marzo, la Unión Europea lanzó la "Operación Irini” (“paz” en griego). Sustituye a la “Operación Sofía” de 2015, que tenía como objetivo combatir el tráfico de personas frente a las costas libias. La nueva operación ha cambiado de objetivo principal, pues luchará por hacer cumplir el embargo de armas. Además, cuenta con otras tareas secundarias como el control del contrabando petrolero, la continuación de la formación de los guardacostas libios y el control del tráfico de personas a través de la recopilación de información con el uso de patrullas aéreas. Esta iniciativa nace sobre todo por parte de Italia, primer país al que llegan los refugiados libios y por lo tanto preocupado por la inmigración. Este liderazgo se manifiesta en el desarrollo de la operación, ya que el cuartel general se encuentra en Roma y la dirección operativa está a cargo del contralmirante italiano Fabio Agostini. Por lo pronto, tiene una duración de un año.

El 5 de abril, la ONU hizo un llamamiento al cese de las hostilidades para combatir el Covid-19. Llamó a una tregua humanitaria en la que participen no solo los bandos nacionales, sino también las fuerzas extranjeras. El virus se cobró la vida Mahmud Jibril, antiguo primer ministro y líder de la rebelión contra Gadafi.

Nueva geopolítica regional y conclusión

Podemos definir la nueva geopolítica libia a través de los siguientes puntos. En primer lugar, la propagación de las armas por toda la región Sáhara-Sahel, la zona de los viejos y actuales conflictos. En segundo, la amenaza fronteriza que sienten Egipto, Argelia y Túnez por el conflicto interno. Finalmente, el desinterés de las nuevas autoridades libias por al Gran Sur, pues prácticamente se ha independizado, controlando casi la totalidad del comercio a través del Sahara. Al-Qaeda, a través de subgrupos como Fajr Lybia, está intentando establecer un Estado Islámico de África del Norte imitando el de Iraq. Para ello, en las zonas conquistadas, el Daesh destruye el paradigma tribal liquidando a los jefes de las tribus que no quieren aliarse con ellos con el objetivo de aterrorizar al resto. Es a través de estas prácticas como todas las milicias yihadistas pudieron aliarse al final de 2015. Frente a esto, Naciones Unidas patrocinó como primer ministro a Fayez Sarrraj, quien se instaló en Trípoli en abril de 2016. 

Libia es un estado privilegiado en cuanto a riquezas naturales. Sin embargo, en su historia ha sufrido mucho y lo sigue haciendo. Ha pasado por monarquías, colonización y dictaduras hasta finalmente convertirse hoy en un Estado fallido. Su estructura política es complicada, pues es tribal, y por eso ninguno de los sistemas políticos ha triunfado del todo porque no ha logrado armonizar las organizaciones internas. Hoy el país consta de tres gobiernos rivales y cientos de milicias y grupos armados que siguen compitiendo por el poder y el control del territorio, rutas comerciales y emplazamientos militares estratégicos. Para que la situación se resuelva, es necesario que los países que participan activamente en el conflicto (Rusia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos y Qatar) cumplan el embargo de armas establecido por la ONU. Además, las potencias extranjeras deben aumentar su comprensión del país para acertar en propiciar la mejor solución posible. Aunque Libia esté al borde de convertirse en la próxima Siria, todavía quedan oportunidades para salvar la situación y darle al país lo que hace tiempo no tiene: estabilidad.

 

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