Blogs

Entradas con Categorías Global Affairs Reseñas de libros .

[Eduardo Olier, La guerra económica global. Ensayo sobre guerra y economía (Valencia: Tirant lo Blanc, 2018), 357 pgs]

RESEÑAEmili J. Blasco

La guerra económica global
La guerra es a la geopolítica lo que la guerra económica es a la geoeconomía. A estos dos últimos conceptos, muy dependientes uno de lo otro, ha dedicado buena parte de su actividad investigadora y docente Eduardo Olier, impulsor en España de otro campo relacionado con los anteriores: la inteligencia económica. 

El libro La guerra económica global (2018) es una suerte de colofón de lo que podríamos considerar una trilogía, cuyos volúmenes previos fueron Geoeconomía. Las claves de la economía global (2011) y Los ejes del poder económico. Geopolítica del tablero mundial (2016). Así, primero hubo una presentación de la geoeconomía, como un campo específico inseparable de la geopolítica (la utilización de la economía por parte de las potencias como nuevo instrumento de fuerza), y luego una apuesta por la concreción de los diferentes vectores en lucha, con un prolífico uso de gráficos y estadísticas, poco habitual de la producción intelectual en español para una obra de divulgación. Este tercer libro es algo más filosófico: tiene cierta labor de escoba, rematando o redondeando ideas que antes habían aparecido en algunos casos menos contextualizadas en su marco conceptual, y de integración de todas las reflexiones en un edificio más compacto. Sin apenas gráficos, aquí la narración fluye con más atención al proceso argumental.

La guerra económica global, además, pone el foco en la confrontación. “La guerra económica es el envés de la guerra política, como las guerras militares, siempre de origen político, acaban mostrando su ser como guerras económicas”, dice Olier. Comparte la opinión de que “cualquier transacción económica tiene en su seno un peligro de conflicto”, de que “el comercio nunca es neutro y encierra en sí un principio de violencia”: en definitiva, que “la guerra es el resultado de un intercambio económico defectuoso”. El autor advierte que a medida que un país aumenta su bienestar al mismo tiempo impulsa su capacidad militar para tratar de conseguir más poder. Esto no tiene por qué conducir a la guerra, pero la dependencia económica, según Olier, aumenta las posibilidades de esta. “La posibilidad de aumentar los beneficios económicos procedentes de una potencial victoria incrementa la posibilidad de comenzar un conflicto armado”, asegura.

Olier es deudor del desarrollo de esta disciplina llevado a cabo en Francia, donde en 1997 nació la Escuela de Guerra Económica, como centro académico adscrito a la Escuela Superior Libre de Ciencias Comerciales Aplicadas. Esos estudios hacen especial hincapié en la inteligencia económica, que en Francia está muy ligada a la actuación de los servicios secretos del Estado en defensa de la posición internacional de las grandes compañías francesas, cuyos intereses están estrechamente vinculados a los imperativos nacionales cuando se trata de sectores estratégicos. Olier representa en España al Instituto Choiseul, un think tank francés dedicado a estas mismas cuestiones.

Entre las interesantes aportaciones de La guerra económica global está la datación e interrelación de las sucesivas versiones de internet, la globalización y la OTAN: comienzo de la Guerra Fría, 1950 (globalización 1.0 y OTAN 1.0); disolución de la URSS, 1991 (globalización 2.0); creación de internet, 1992 (web 1.0); entrada de Polonia en la OTAN (OTAN 2.0); nacimiento de las redes sociales, 2003 (web 2.0); anexión de Crimea por parte de Rusia y consolidación del ciberespacio en todas las actividades, 2014 (globalización 3.0, OTAN 3.0 y web 3.0). En este cronograma añade en otro momento la guerra de divisas: guerra de divisas 1.0 (1921-1936), 2.0 (1967-1987), 3.0 (2010); no se trata de un addendum estrambótico, sino muy a propósito, pues Olier sostiene que, si las materias primas son una de las claves de la guerra económica, las divisas “no dejan de ser la materia prima de la economía, ya que pueden marcar quién tiene y quién no tiene el poder”. 

Toda esa reflexión la sitúa en un contexto de juego encadenado de ciclos y contraciclos, donde los ciclos económicos y políticos están interconectados. Haciendo referencia a los ciclos largos de Kondratiev, que se renuevan cada medio siglo, recuerda que en 1993 habría comenzado el último ciclo, de forma que “el periodo expansivo debería llegar hasta 2020, para proceder a la caída y completar el ciclo de 50 años, más o menos, hacia 2040, en que comenzaría una nueva expansión” (esto lo escribe Olier sin prever cómo la actual pandemia iba a reforzar, de momento, la predicción).

Así como en geopolítica hay unos cuantos imperativos, la geoeconomía también se rige por algunas leyes, como las que mueven directamente a la economía: cuando hay crecimiento económico, baja el paro y sube la inflación, y al revés; el conflicto para un país y su entorno internacional es cuando retrocede la economía, sube el paro y también lo hace la inflación, dándose una situación de estanflación.

La geoeconomía como disciplina obliga a mirar de frente la realidad presente y la que viene, sin dejarse engatusar por los deseos sobre el mundo que quisiéramos, de ahí que la mirada sobre la Unión Europea acabe siendo sombría. Olier cree que Europa vivirá su inestabilidad sin revoluciones, pero con pérdida de poder global. “La burocratización de las estructuras de gobierno en Bruselas no ayudará sino al incremento de los populismos. El Brexit (...) será una nueva revolución silenciosa que disminuirá el poder del conjunto. Lo que vendrá aumentado por las diferentes visiones y estrategias” de los países miembros. “Una circunstancia que dará mayor poder a Rusia en Europa, mientras que Estados Unidos mirará al Pacífico en su personal conflicto con China”.

En su opinión, solo Francia e Inglaterra, por su potencia militar, ofrecen signos de querer participar en el nuevo orden mundial. Los demás grandes países europeos quedan a un lado: Alemania muestra que el poder económico no es suficiente, Italia tiene bastante con tratar de no desintegrarse políticamente... y España es “el eslabón más débil de la cadena”, como ya sucedió hace poco más de ochenta años, cuando el nuevo orden que se configuraba en Europa confrontó primero a las grandes potencias en la Guerra Civil española antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Olier advierte que “el nirvana de las sociedades opulentas europeas” se verá seriamente amenazado por tres fenómenos: la inestabilidad de las políticas internas, las migraciones masivas desde África y el envejecimiento demográfico que hará perder dinamismo.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Global

[Pablo Pérez López, Charles de Gaulle, el estadista rebelde (Ciudadela: Madrid, 2020), 218 págs]

RESEÑA / Jairo Císcar

Coincidiendo con el 50 aniversario del fallecimiento de Charles de Gaulle y con el 75 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, el profesor Pablo Pérez López publica esta nueva biografía del “más ilustre de los franceses”, como a veces es referido. Cuando se emprende la escritura de una biografía, y más cuando es acerca de un personaje del que se han escrito infinidad de libros y artículos, se corre el riesgo de diluirse en lo anterior y no aportar nada nuevo. Sin embargo, este volumen nos presenta al personaje desde una óptica diferente: su rebeldía. Rebeldía entendida como lucha por lo que se cree justo, como un inconformismo activo que empuja a superar la mediocridad, como amor y servicio a Francia en sus momentos más oscuros. Precisamente creo que este es uno de los mayores logros del libro: presentar, en apenas 200 páginas y con un estilo amable y directo, un nuevo retrato del general francés, al que encumbra –más allá de los claroscuros disculpables de toda persona– como un modelo a seguir y un ejemplo de valentía que cuenta con plena actualidad.

El libro nos presenta la vida de De Gaulle de manera cronológica, desde su infancia hasta su muerte. Resulta fundamental, para entender al gran hombre que será posteriormente, hacer un análisis de su vida temprana. Se presenta así a un joven inquieto y soñador, devoto cristiano desde muy pronta edad. Un joven que al descubrir con apenas 14 años una vocación, la de la vida militar, que marcará toda su vida y la vida de millones de compatriotas suyos, se aplicará enormemente a ella hasta convertirse en un sobresaliente líder. Destaca también en el libro el amplio uso de pasajes de sus memorias o textos manuscritos del protagonista, que revelan la faceta más desconocida del personaje: su psique, su amor, su devoción, su rebeldía. Porque hay que recalcar que se muestra a un De Gaulle consciente de sí mismo (que no prepotente) y que tiene claro que tiene una misión.

Pronto se pasa a introducir al entonces capitán, que sobresalió durante la Gran Guerra por sus sesudos análisis y capacidad prospectiva, al que su amor por Francia nunca le nubló el juicio a la hora de señalar los fallos propios y ajenos. Un joven que a pesar de la humillación que le supuso caer prisionero (a pesar de sus heroicos esfuerzos que le valieron la Legión de Honor), no cejó de aprender y examinar al enemigo, aprovechando cada momento de sus 32 meses de cautiverio.

Se sigue su evolución tras la Gran Guerra, ya como una promesa en el séquito de Petáin. Pero no todo son éxitos. La vida de De Gaulle está trazada en la grandeza de los hombres que saben sobreponerse a las dificultades. Quizás la más especial, y en la que se aprecia su verdadero carácter, es en la vida de su hija Anne, que padeció síndrome de Down, y con quien De Gaulle desarrolló un extraordinario vínculo y cercanía. Con ella era con quien el pensativo general se vestía de afable y afectuoso padre.

Esta formación de su carácter me parece esencial para entender el resto del libro, y por tanto el resto de su vida. Sin ánimo de acabar haciendo un resumen completo del volumen (que como se ha dicho anteriormente abarca toda su trayectoria vital, con especial y necesario énfasis en su “vida política”), me parecía necesario reflejar la singular propuesta y objetivo de este libro, que no es otro sino mostrar ese lado más desconocido del general francés, esa rebeldía e inconformismo que le empujó a tener un peso importantísimo en la creación de la actual forma de la República Francesa y cuya impronta, 50 años después de su muerte, sigue viva en Europa y en la política francesa.

Personalmente, me ha atraído mucho el estilo y organización del escrito. Hace que la propuesta sea amena y fácil de leer, a la vez que un trabajo muy serio y profundo, que invita a una reflexión constante. Muestra la intimidad y la soledad de un hombre ante la incomprensión de sus contemporáneos, con respecto a los que siempre estuvo adelantado. Un hombre que, en definitiva, siempre antepuso el bien mayor, su amada Francia, al bien propio. Un experto tanquista que supo dirigir a su país en momentos tan distintos: el gobierno de la Francia Libre en Londres, el desfile en los Campos Elíseos, la revuelta de Argel, el nacimiento de la Vª República Francesa, Mayo del 68 y su postrera dimisión, como hombre de honor, tras perder el referéndum sobre el Senado y las regiones que convocó, en uno de sus últimos actos de rebeldía, en contra de todos sus asesores.

Finalmente, De Gaulle fue rebelde hasta la muerte, rechazando cualquier funeral de estado y reposando, junto a su querida hija, en un pequeño pueblo francés. Su lápida –que simplemente reza: Charles de Gaulle, 1890-1970– no hace sino mostrar su rebeldía final. Murió el hombre, pero nació el mito.

Categorías Global Affairs: Unión Europea Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Juan Tovar Ruiz, La doctrina en la política exterior de Estados Unidos: De Truman a Trump (Madrid: Catarata, 2017) 224 páginas]

RESEÑA /  Xabier Ramos Garzón

Todo cambio en la Casa Blanca lleva a un análisis de lo que fue la política del presidente saliente y a la especulación sobre la política del que llega. Dado el peso de Estados Unidos en el mundo, la visión sobre los asuntos internacionales de cada administración resulta determinante para el orden mundial. Juan Tovar Ruiz, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Burgos, se ocupa en este libro de la esencia de la política exterior de cada presidente –fundamentalmente de Truman a Trump (la de Biden, lógicamente, aún está por definir)–, que en muchos casos sigue una hoja de ruta definida que da en llamarse “doctrina”.

Entre las fortalezas del libro se encuentran el hecho de que combina varios puntos de vista: por una parte, abarca, desde el punto de vista realista, los efectos estructurales e internos de cada política, y por otra, analiza las ideas e interacciones entre actores teniendo en cuenta el punto de vista constructivista. El autor explora los procesos de toma de decisión y sus consecuencias, considera la efectividad final de las doctrinas americanas, en el contexto general de las relaciones internacionales, y examina las influencias, rupturas y continuidades entre distintas doctrinas a lo largo del tiempo. A pesar de la relativamente corta historia de Estados Unidos, el país ha contado con una extensa y compleja política exterior que Tovar, centrándose en las últimas ocho décadas, sintetiza con especial mérito, adoptando un punto de vista principalmente general que resalta lo sustantivo.

El libro está dividido en siete capítulos, organizados por etapas históricas y, dentro de cada una, por presidentes. El primer capítulo, a modo introductorio, abarca desde el periodo posterior a la independencia de Estados Unidos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta etapa se muestra como antecedente clave en la ideología futura americana, con dos posicionamientos especialmente determinantes: la Doctrina Monroe y el Idealismo Wilsoniano. El segundo capítulo se ocupa de la Primera Guerra Fría, con las doctrinas Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson. A lo largo del capítulo se contextualizan los distintos postulados y se señalan las cuestiones que fueron clave en la creación de unas doctrinas que solo afectaron a la política exterior del momento, sino se imbricaron en el núcleo del pensamiento político estadounidense. El tercer capítulo trata de la Distensión, periodo ocurrido entre 1969 y 1979 en el que se dieron las doctrinas de Nixon y Carter. Al llegar al cuarto capítulo nos situamos en la Segunda Guerra Fría y el final de la confrontación EEUU-URSS, tiempo en que encontramos las doctrinas de Reagan y Bush senior. A partir de este punto, los siguientes capítulos (quinto, sexto y séptimo) tratan el periodo de Postguerra Fría, apareciendo en este periodo las doctrinas de Clinton, Bush junior y las más recientes –por tanto, aún sujetas a estudio– de Obama y Trump.

En las conclusiones el autor resume cada uno de los capítulos en base a caracterizaciones académicas o políticas y realiza algunas matizaciones, como advertir que en su opinión la política exterior de Obama es más bien una “no doctrina”, ya que combina elementos de distintas ideologías y es en parte contradictoria. Obama trató varios conflictos de formas diferentes: así, afrontó de forma realista las “guerras de necesidad” (Afganistán) y de acuerdo con el planteamiento internacionalista liberal conflictos como el de Libia. Aunque la flexibilidad llevada a cabo por Obama puede ser considerada una debilidad por algunos, ya que no siguió una política firme y marcada, también puede verse como la necesaria adaptación a un entorno continuamente cambiante. Muchas son las ocasiones en las que un presidente estadounidense, como Bush hijo, ha llevado a cabo una política exterior rígida, ideológicamente hablando, que en última instancia logró poco éxito práctico.

Otro ejemplo de variante de la doctrina convencional que muestra el autor es la “antidoctrina” llevada a cabo por Trump. Quien fuera presidente hasta 2021 ejecutó una política caracterizada por numerosas contradicciones y variaciones respecto al papel que EEUU había venido ejerciendo en el mundo, arrojando con ello dudas e incertidumbres sobre la actuación esperable de la superpotencia americana. Esto vino dado por la inexperiencia política de Trump, tanto en el ámbito como en el plano doméstico, la cual causó inquietud no solo en actores internacionales sino en el núcleo del propio Washington.

Del análisis de las distintas doctrinas mostradas en el libro podemos destacar cómo cada una de ellas se adapta a un contexto social, histórico y político específico, y a la vez todas responden a una compartida tradición política de un país que, como superpotencia, manifiesta ciertas constantes a la hora de procurar mantener la paz y garantizar la seguridad. Pero esas constantes no deben ser confundidas con aspectos universales, ya que cada país presenta sus propias particularidades y cuenta con intereses determinados: adaptar sin más los posicionamientos estadounidenses a los planes de política exterior de otros países puede ocasionar fallos caóticos, si no se reconocen esas diferencias.

Por ejemplo, países como España, que dependen de la pertenencia a la Unión Europea, no podrían entrar en guerras aleatorias unilateralmente como ha hecho Estados Unidos. No obstante, España podría adoptar algunos elementos, como en materia de toma de decisiones, ya que este tipo de doctrinas facilita enormemente objetivar y estandarizar los procesos de análisis y resoluciones.

Categorías Global Affairs: Norteamérica Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Carlos Lopes, Africa in Transformation: Economic Development in the Age of Doubt (London: Palgrave, 2018), 175 pp]

REVIEW /  Emilija Žebrauskaitė

The emergence of a new discourse about ‘Africa rising’ is not at all surprising. After all, the continent is home to many fastest-growing economies of the world and the African sub-regions experienced economic growth way above the world average for more than a decade. New opportunities are opening up in the continent and Africa is becoming to be viewed as an attractive opportunity for investments and entrepreneurship. 

However, Carlos Lopes views the discourse about ‘Africa rising’ as a narrative that was created by foreigners interested in the continent and the economic opportunities it offers, without the consideration to the Africans themselves. In his book Africa in Transformation: Economic Development in the Age of Doubt Lopes presents an alternative view of the continent, it’s challenges and achievements: an alternative view that is centered on Africans and their needs as opposed to the interests of the foreign investors.

The book describes a wide scope of topics from political to economic to intellectual transformation, all of them focusing on the rethinking of the traditional development models and providing a new, innovative approach to building the continent and its future.

One of the main points Lopes highlights is the importance of the agricultural transformation in Africa as a starting point for industrialization and development. The agricultural sector provides nearly 65% of Africa’s population with employment. It is, therefore, one of the most important sectors for the continent. Drawing on historical evidence of other countries successfully climbing out of poverty relying on the transformation of the local agriculture, he comments that while some African countries have managed to increase their agricultural production, comparing to the rest of the world, the progress so far is pretty modest.

Lopes also points out that countries with low agricultural production are less industrialised as well. The solution he offers for Africa’s industrialisation starts with agricultural transformation. He argues that the first step is the need for agricultural transformation that would lead to increased labour productivity, which would, in turn, lead to greater access to food per unit of labour, reducing the price of food relative to the income of the worker of the agricultural sector, allowing for the budget surplus to appear and become an impetus for the demand of goods and services beyond the agricultural sector.

While Lopes argues that the increase of Africa’s labour productivity is as best “modest” compared to other developing regions of the world, at first glance this statement might seem contradictory to the fact that many African countries are among the fastest-growing economies of the world. However, the critique of Lopes highlights that despite the economic growth of the continent, it did not generate sufficient jobs, nor it was equally distributed across the continent. Furthermore, the growth did not protect African economies from the rocky nature of the commodity exports on which the continent relies, making the growth unstable.

According to Lopes, not only the diversification of the production structures is required, there is a need for the creation of ten million new jobs in order to absorb the immense youth number entering the markets. As the trade liberalisation forced unequal competition upon local African industries, Lopes suggests using smart protectionist measures that are not directly trade-related and therefore outside of the influence of WTO. In the end, the African economy must be internally driven and less dependent, and the policies should focus to protect it.

This leads us to another focus of the book, namely the lack of policy space for African countries. The economic and political theories reflected upon Africa by the developed countries, specifically the US, do not leave enough space for African countries to develop their own policies based on local circumstances and necessities. In cases where the ideas imposed from abroad fail to function in African circumstances, the continent is left without much space for adjustment. Lopes discusses the failure of the Bretton Woods institutions to remain impartial in their policymaking, and the disastrous effect the neo-liberal policies, enforced on the whole world until the crisis of 2008.

While Lopes agrees that the lack of the capability of enforcing the IMF and World Bank policies by the implementing countries contributed to their ineffectiveness, the lack of flexibility from the part of the international organizations to adapt the policies to the regional circumstances and the arrogant denial to admit their inefficiency were the major factors contributing to the negative social impact, namely inequality, that neo-liberalism enhanced in Africa. According to Lopes, now that the trustworthiness of the international financial institutions has decreased, more space is left for Africa to reformulate and enforce its own policies, adapting them to the existing circumstances and needs.

In the end, the book approaches the problems faced by modern-day Africa from a multidisciplinary point of view, discussing topics ranging from ideology and ecology to economy and politics. Carlos Lopes is a loud and confident voice when it comes to the contribution of the ‘Africa rising’ narrative. While he does not deny the accomplishment of the continent, he is cautious about the narrative that portrays Africa as an economic unit, interesting due to and only because of new economic possibilities that are opening for foreign interests. His alternative is the idea of ‘Africa in transformation’ – the view that focuses on the growth of the possibilities for the people of Africa and transformation of a continent from an object of someone’s exploitation, to a place with its own opportunities and opinions, offering the world new ideas on the most important topic of contemporary international debates.

Categorías Global Affairs: África Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros

[Mondher Sfar, In search of the original Koran: the true history of the revealed text (New York: Prometheus Books, 2008) 152pp]

 

REVIEW /  Marina G. Reina

 

Not much has been done regarding research about the authenticity of the Quranic text. This is something that Mondher Sfar has in mind throughout the book, that makes use of the scriptural techniques of the Koran, the scarce research material available, and the Islamic tradition, to redraw the erased story of the transmission of the holy book of Muslims. The same tradition that imposes “a representation of the revelation and of its textual product-which (…) is totally alien to the spirit and to the content of the Quranic text.”

The work is a sequencing of questions that arise from the gaps that the Islamic tradition leaves regarding the earliest testimony about the Koran and the biography of Prophet Muhammad. The result is an imprecise or inconclusive answer because it is almost impossible to trace the line back to the very early centuries of the existence of Islam, and due to an “insurmountable barrier” that “has been established against any historical and relativized perception of the Koran (…) to consecrate definitively the new orthodox ideology as the only possible and true one.” 

As mentioned, Sfar’s main sources are those found in the tradition, by which we mean the records from notorious personalities in the early years of the religion. Their sayings prove “the existence in Muhammad’s time of two states of the revealed text: a first state and a reworked state that have been modified and corrected.” This fact “imperils the validity and identity of Revelation, even if its divine authenticity remains unquestioned.”

The synthesis that the author makes on the “kinds of division” (or alterations of the Revelation), reducing them to three from certain ayas in the Koran, is also of notorious interest. In short, these are “that of the modification of the text; that of satanic revelations; and finally, that of the ambiguous nature of the portion of the Revelation.” The first one exemplifies how the writing of the Revelation was changed along time; the second is grounded on a direct reference to this phenomenon in the Koran, when it says that “Satan threw some [false revelations] into his (Muhammad’s) recitation” (22:52), something that, by the way, is also mentioned in the Bible in Ezekiel 13:3, 6.

Another key point in the book is that of the components of the Koran (the surahs and the ayas) being either invented or disorganized later in time. The manuscripts of the “revealed text” vary in style and form, and the order of the verses was not definitively fixed until the Umayyad era. It is remarkable how something as basic as the titles of the surahs “does not figure in the first known Koranic manuscript”, nor was it reported by contemporaries to the Prophet to be ever mentioned by him. The same mystery arises upon the letters that can be read above at the beginning of the preambles in the surahs. According to the Tradition, they are part of the Revelation, whilst the author argues that they are linked to “the process of the formation of surahs”, as a way of numeration or as signatures from the scribes. As already mentioned, it is believed that the Koran version that we know today was made in two phases; in the second phase or correction phase surahs would have been added or divided. The writer remarks how a few surahs lack the common preambles and these characteristic letters, which leads to think that these elements were added in the proofreading part of the manuscript, so these organizational signals were omitted.

It may seem that at some points the author makes too many turns on the same topic (in fact, he even raises questions that remain unresolved throughout the book). Nonetheless, it is difficult to question those issues that have been downplayed from the Tradition and that, certainly, are weighty considerations that provide a completely different vision of what is known as the "spirit of the law.” This is precisely what he refers to by repeatedly naming the figure of the scribes of the Prophet, that “shaped” the divine word, “and it is this operation that later generations have tried to erase, in order to give a simplified and more-reassuring image of the Quranic message, that of a text composed by God in person,” instead of being “the product of a historical elaboration.”

What the author makes clear throughout the book is that the most significant and, therefore, most suspicious alterations of the Koran are those introduced by the first caliphs. Especially during the times of the third caliph, Uthman, the Koran was put on the agenda again, after years of being limited to a set of “sheets” that were not consulted. Uthman made copies of a certain “compilation” and “ordered the destruction of all the other existing copies.” Indeed, there is evidence of the existence of “other private collections” that belonged to dignitaries around the Prophet, of whose existence, Sfar notes that “around the fourth century of the Hijra, no trace was left.”

The author shows that the current conception of the Koran is rather simplistic and based on “several dogmas about, and mythical reconstructions of, the history.” Such is the case with the “myth of the literal ‘authenticity’,” which comes more “from apologetics than from the realm of historical truth.” This is tricky, especially when considering that the Koran is the result of a process of wahy (inspiration), not of a literal transcription, setting the differentiation between the Kitab (“the heavenly tablet”) and the Koran (“a liturgical lesson or a recitation”). Moreover, Sfar addresses the canonization of the Koran, which was made by Uthman, and which was criticized at its time for reducing the “several revelations without links between them, and that they were not designed to make up a book” into a single composition. This illustrates that “the principal star that dominated the period of prophetic revelation was to prove that the prophetic mission claimed by Muhammad was indeed authentic, and not to prove the literal authenticity of the divine message,” what is what the current Muslim schools of taught are inclined to support.

In general, although the main argument of the author suggests that the “Vulgate” version of the Koran might not be the original one, his other arguments lead the reader to deduce that this first manuscript does not vary a lot from the one we know today. Although it might seem so at first glance, the book is not a critique to the historicity of Islam or to the veracity of the Koran itself. It rather refers to the conservation and transmission thereof, which is one of the major claims in the Koran; of it being an honorable recitation in a well-guarded book (56:77-78). Perhaps, for those unfamiliar with the Muslim religion, this may seem insignificant. However, it is indeed a game-changer for the whole grounding of the faith. Muslims, the author says, remain ignorant of a lot of aspects of their religion because they do not go beyond the limits set by the scholars and religious authorities. It is the prevention from understanding the history that prevents from “better understanding the Koran” and, thus, the religion.

Categorías Global Affairs: Oriente Medio Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

Javier Blas & Jack Farchy, The World For Sale. Money, Power and the Traders. Who Barter the Earth's Resources (London: Random House Business, 2021) 410 pp.

 

RESEÑA  Ignacio Urbasos

En el que probablemente sea el primer libro dedicado exclusivamente al mundo del trading de materias primas, Javier Blas y Jack Farchy tratan de adentrarse en una industria tremendamente compleja y caracterizada por el secretismo y opacidad de sus operaciones. Con más de dos décadas de experiencia periodística cubriendo el mundo de los recursos naturales, primero para el Financial Times y más tarde para Bloomberg, los autores parten de valiosos testimonios de profesionales del sector para construir un relato honesto. 

El libro cubre la historia del mundo del comercio de las materias primas, comenzando con la aparición de pequeños intermediarios que respondían a la necesidad creciente tras la Segunda Guerra Mundial de abastecer de materias primas a las economías occidentales en sus procesos de reconstrucción. La nacionalización petrolera de los años sesenta ofreció una oportunidad sin precedentes para estos intermediarios de entrar a un sector que, hasta la fecha, había quedado restringido a las grandes petroleras tradicionales. Los nuevos petro-estados, ahora con el control de su propia producción de crudo, necesitaban que alguien comprara, almacenara, transportara y finalmente vendiese su petróleo en el extranjero. Esta oportunidad, unida a las crisis del petróleo de 1973 y 1978, permitió a estos intermediarios obtener un botín inédito: un sector en auge y con una enorme volatilidad en sus precios, lo que permitía obtener millonarios beneficios. Con la caída de la Unión Soviética y el colapso socioeconómico de buena parte del mundo socialista, las empresas dedicadas a la compraventa de materias primas encontraron un nuevo mercado, con ingentes recursos naturales y sin ningún tipo de experiencia en la economía de mercado capitalista. Con la entrada del siglo XXI y el denominado “Superciclo de las Commodities”, las empresas de trading gozaron de un periodo de ganancias desorbitadas en un contexto de rápido crecimiento global liderado por China. Es en estas dos últimas décadas cuando Vitol, Trafigura, Glencore o Cargill incrementaron exponencialmente sus ingresos, con presencia global y gestionando todo tipo de materias primas, tanto de forma física como financiera.

A lo largo de los diferentes capítulos, los autores abordan sin complejos los claroscuros del mundo del trading. En muchas ocasiones, estas compañías han permitido a países en crisis evitar el colapso económico ofreciendo financiación y la posibilidad de encontrar un mercado para sus recursos, como en el paradójico caso de Cuba, que se echó en brazos de Vitol para abastecerse de petróleo a cambio de azúcar durante el “Periodo Especial”. Sin embargo, la posición dominante de estas compañías frente a estados en una situación de enorme vulnerabilidad ha terminado por generar relaciones en la que los beneficios se reparten de forma desigual. Un caso paradigmático y que se cubre en el libro de forma exhaustiva es el de Jamaica en los años setenta, enormemente endeudada y empobrecida, Marc Rich and Company se convirtió en uno de los principales acreedores del país, a cambio de hacerse con el control de facto de la producción minera de bauxita y aluminio del país. Estas situaciones continúan en la actualidad, con Glencore como el principal acreedor del Chad y un actor fundamental en las políticas fiscales de austeridad del país africano.

Los autores tampoco esconden la falta de escrúpulos de estas compañías para maximizar sus beneficios. De esta forma, abastecieron a la Sudáfrica del apartheid de petróleo o vendieron de forma clandestina el crudo iraní en plena Crisis de los Rehenes. Igualmente, estas grandes empresas nunca tuvieron problemas para lidiar con autócratas o ser parte activa de grandes tramas de corrupción. Los escándalos medioambientales tampoco han sido una rareza para estas compañías, que se han visto obligadas a pagar indemnizaciones millonarias por gestiones negligentes de productos tóxicos, como en el caso de Glencore y el vertido de azufre en Akouedo, que se saldó con 95.000 víctimas y el pago de 180 millones al gobierno de Costa de Marfil. No es de extrañar que muchos de los directivos de estas compañías hayan terminado en prisión o perseguidos por la ley, como en el caso de Mark Rich, fundador de Glencore, que tuvo que vivir en España hasta obtener un polémico indulto de Bill Clinton el último día de su presidencia.

Sin duda alguna The World For Sale de Javier Blas y Jack Farchy permiten comprender mejor un sector tan opaco como el del comercio de materias primas. Una industria dominada por empresas con complejas estructuras fiscales de presencia transnacional y cuyas actividades muchas veces quedan fuera del escrutinio público. Siendo una industria con una importancia económica y política creciente, es fundamental leer este libro para obtener una perspectiva crítica y realista de una parte esencial de nuestra economía globalizada.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Global

RESEÑA /  Emili J. Blasco

La disciplina de “riesgo político” puede ser concebida de modo restrictivo, como es habitual, referida al análisis prospectivo sobre disrupciones que, obradas por estados y gobiernos, pueden afectar a la estabilidad política y social y al marco regulatorio y, por tanto, a los intereses de inversores, empresas y sectores económicos. Esa concepción, que la globalización también lleva a llamar “riesgo geopolítico”, es solo una parte –en realidad, la menor– del planteamiento de Nigel Gould-Davies, quien al poner el adjetivo “global” en el título de su libro se está refiriendo a un riesgo político conceptualmente más general, fusionado con campos como la reputación corporativa, los asuntos públicos y la diplomacia empresarial.

El autor reivindica como esencial para una empresa su relación con el entorno y reclama que en la dirección de una compañía haya siempre alguien responsable de engagement (que podríamos traducir como implicación, compromiso, participación o colaboración):  un engager que tenga el mismo nivel de autoridad que el ingeniero que sabe cómo manufacturar el producto y el comercial que sabe cómo monetarizarlo; alguien especializado en “persuadir” a los actores externos –gobiernos y grupos de la sociedad civil– de las bondades de la compañía, creando “alineamientos” beneficiosos para la empresa. Un engagement tanto de ámbito nacional como internacional, si la actividad o los intereses exceden las propias fronteras, dando lugar a la “diplomacia corporativa”, pues el actual “aumento de los riesgos políticos significa que una compañía necesita una política exterior”.

Gould-Davies considera que estas cuestiones más políticas no son una “impertinente intrusión” en los mercados, sino que son algo endógeno a ellos. Así que la empresa, además de atender los asuntos de producción y comercialización, también debe prestar igual interés a una tercera dimensión: la implicación con los agentes políticos y sociales para evitar o superar riesgos que se le presenten en esa esfera externa. Se trata de “una tercera actividad y un tercer rol para llevarla a cabo: una nueva pieza política en el mecanismo de la creación de valor”.

El autor pone el acento en la gestión del presente y del futuro a muy corto plazo, y resta importancia al análisis prospectivo a corto y medio plazo que ha venido siendo propio de los analistas de riesgo político. Se queja de que estos últimos han prestado “demasiada atención a la predicción, con sus frecuentes decepciones, y demasiado poca al engagement”; “el engagement, en cambio, requiere relativamente poca predicción más allá del corto plazo”. “Hay mucha actividad de riesgo político desequilibrada, produciendo gran cantidad de análisis y predicción, pero mucho menos orientación sobre qué hacer”

Además, a diferencia del análisis de riesgo político habitual, más centrado en la acción de estados o gobiernos, el concepto que el autor usa se extiende muy especialmente a las presiones que pueden derivarse de la sociedad civil. “Los nuevos riesgos políticos salen de fuerzas sociales no estatales: consumidores, inversores, opinión pública, sociedad civil, comunidades locales y medios. No buscan desafiar la propiedad o los derechos de uso de bienes productivos. No buscan destruir, tomar o bloquear. Su foco es más estrecho: normalmente buscan regular los términos en los que la producción y el comercio tienen lugar (...) Su motivo es usualmente un compromiso ético con la justicia y la equidad. Su meta es mitigar los amplios impactos adversos de la actividad corporativa sobre otros; son desinteresados más que egoístas”.

Gould-Davies constata que, si bien antes lo habitual eran amenazas gubernamentales en países en desarrollo o emergentes, que cuentan con sociedades menos estables y un estado de derecho sin consolidar, hoy las presiones sobre las empresas están aumentando en las naciones desarrolladas. “La probabilidad de un conflicto mayor y de una desglobalización está aumentando, pero más importante es que su impacto está girando hacia el mundo desarrollado”, escribe. Además, el hecho de que cada vez haya menos paz social en los países occidentales es un elemento crecientemente perturbador: “Una violencia civil sostenida en un país altamente desarrollado ya no es un cisne negro, sino un cisne gris: improbable pero concebible; posible de definir, pero imposible de predecir”.

Al poner el foco en la gestión del presente y caracterizar la actividad como engagement, de suyo muy centrada en la comunicación, Gould-Davis estira demasiado el concepto clásico de riesgo político, que ha estado más orientado al análisis y la prospección. Con ello pisa actividades que están conociendo un amplio desarrollo por sí mismas, como la comunicación y la reputación corporativas o la influencia en cuestiones regulatorias a través de funciones de lobby o de gestión de asuntos públicos.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Global

[Marko Papic, Geopolitical Alpha. An Investment Framework for Predicting the Future (Hoboken, Nueva Jersey: Wiley, 2021), 286 páginas]

RESEÑA /  Emili J. Blasco

«En la era post-Trump y post-Bréxit la geopolítica es todo lo que cuenta», asegura Marko Papic en Geopolitical Alpha, un libro sobre riesgo político cuyo propósito es aportar un método o marco de trabajo para quienes se dedican al análisis de prospectiva. Consultor en fondos de inversión, Papic condensa aquí su experiencia en una profesión que ha ganado atención en los últimos años por la creciente inestabilidad política nacional e internacional. Si los factores de riesgo antes se concentraban en los países en desarrollo o emergentes, ahora también se dan en el mundo avanzado.

Con el título del libro, Papic designa un proceso de análisis en el que la geopolítica propiamente dicha, en su acepción más vinculada a la geografía, es solo una parte de las consideraciones a tener en cuenta, pues el autor sostiene que primero importan los condicionantes políticos y luego los económicos (y financieros). Para el conjunto del análisis y las estimaciones a las que este da lugar, Papic utiliza el calificativo «alfa geopolítica» (o «geopolítica alfa»), como refiriéndose a una geopolítica plus o reforzada: una que tiene en cuenta las constricciones políticas o macroeconómicas además de los tradicionales imperativos geopolíticos.

En el fondo se trata de una cuestión nominalista, en una batalla colateral en la que el autor se enreda innecesariamente. Diríase que es un ajuste de cuentas con su anterior empleador, el Stratfor dirigido por George Friedman, a quien Papic alaba en sus páginas, pero que soterradamente parece criticar por basar gran parte de su prospectiva en la geografía de las naciones. Sin embargo, sugerir eso es hacer una caricatura del sólido análisis de Friedman. En cualquier caso, Papic ciertamente ha reforzado su formación con estudios financieros y saca un útil e interesante partido de ellos.

La idea central del libro, dejando ya al margen esa rivalidad anecdótica, es que para poder determinar qué actuaciones harán los gobiernos no hay que atender a las intenciones que proclaman, sino a aquello que les constriñe y les obliga a actuar de determinada manera. «Los inversores (y cualquiera interesado en pronóstico político) debería focalizarse en las constricciones materiales, no en las preferencias de los políticos», dice Papic, y añade una frase que repite, escrita en cursiva, en varios capítulos: «Las preferencias son opcionales y están sujetas a constricciones, mientras que las constricciones no son opcionales ni están sujetas a preferencias».

Esas constricciones materiales, según el orden de importancia que establece Papic, son los condicionamientos políticos (la mayoría con la que se cuenta, qué opina el votante medio, el nivel de popularidad del gobierno o del mandatario, el tiempo en el poder o el contexto nacional e internacional, entre otros factores), los macroeconómicos y financieros (margen de maniobra presupuestaria, niveles de déficit, inflación y deuda, valor de bonos y moneda...) y los geopolíticos (los imperativos que, derivados inicialmente de la geografía –el particular lugar que los países ocupan en tablero del mundo–, marcan la política exterior de las naciones). A esa lista, añade los asuntos constitucionales y legales, pero solo a tener en cuenta si los factores mencionados previamente no suponen ninguna constricción, pues conocido es que los políticos no tienen mucho problema en circunvalar las leyes.

El autor, que presenta todo esto como un método o marco de trabajo, considera que el hecho de que pueda haber políticos irracionales que de entrada no se sometan a constricciones materiales objetivas no hace descarrilar el planteamiento, pues esa situación se acaba venciendo porque «no hay irracionalidad que pueda alterar la realidad». No obstante, admite como posible objeción que, así como la opinión del votante medio condiciona la actuación del político, pueda darse una «sociedad histérica» que condicione al político y que ella misma no se vea afectada a corto plazo por constricciones objetivas que le hagan plegarse a la realidad. «El tiempo que toda una sociedad tarda en volver a la cordura es un pronóstico desconocido e imposible», reconoce.

Papic propone un proceso de análisis razonable, en líneas generales seguido por otros analistas, por eso sobra cierta jactancia inicial, algo petulante, sobre sus personales dotes prospectivas indispensables para inversores. No obstante, la obra tiene el mérito de una exposición sistematizada y rigurosa.

El texto está jalonado de casos específicos, cuyo análisis está no solo bien documentado sino además convenientemente ilustrado con tablas de notable interés. Entre ellas la que presenta la evolución de la opinión favorable al euro en Alemania y la creciente posición eurófila del votante medio alemán, sin lo que Merkel no habría llegado al punto, antes impensable, de aceptar la mutualización de la deuda en la UE. O las que constatan cómo el comercio de Inglaterra, Francia y Rusia con Alemania aumentó antes de la Primera Guerra Mundial, o el de Estados Unidos con Japón antes de la Segunda Guerra Mundial, lo que ejemplifica que la rivalidad entre naciones normalmente no afecta a sus transacciones comerciales.

Otros aspectos interesantes de la obra son su advertencia de que «la clase media forzará a China a salir de la excitación geopolítica», porque la inestabilidad y el riesgo internacional pone en peligro el progreso económico chino, y «mantener feliz a su clase media toma precedencia a la dominación sobre el mundo». «Mi marco basado en constricciones sugiere que Pekín está mucho más constreñido de lo que los políticos estadounidenses parecen pensar (...) Si Estados Unidos empuja demasiado fuerte sobre el comercio y la economía, amenazará la directiva primaria para China: escapar de la trampa del ingreso medio. Y ahí es cuando Pekín respondería con agresión», afirma Papic.

En relación con la UE, el autor no ve riesgos para la integración europea en la próxima década. «El imperativo geopolítico es claro: integrarse o perecer en la irrelevancia. Europa no se está integrando por cierta fantasía utópica fuera de lugar. Sus estados soberanos se están integrando por debilidad y miedo. Uniones por debilidad son a menudo más sostenibles a largo plazo. Después de todo, las trece colonias originales de Estados Unidos se integraron por miedo a que el Reino Unido pudiera finalmente invadirles de nuevo».

Otra aportación sugerente es etiquetar como “Consenso de Buenos Aires” la nueva política económica en la que parece estar adentrándose el mundo, alejándose del Consenso de Washington que ha regido los estándares económicos internacionales desde la década de 1980. Papic indica que estamos permutando la era de «laissez faire» por otra de cierto dirigismo económico.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Global

[Daniel Méndez Morán, 136. El plan de China en América Latina (2018), 410 páginas]

RESEÑA Jimena Puga

Mediante una investigación en primera persona sobre el terreno y el testimonio personal de chinos y latinoamericanos, que dan al relato carácter de reportaje documentado, Daniel Méndez resume detalladamente la huella que la creciente superpotencia asiática está dejando en la región. Esto permite al lector conocer las relaciones entre ambas culturas desde el punto de vista económico y sobretodo, político. La cifra del título –136– es el número que, según explica el autor, Pekín asigna a su plan para Latinoamérica, en su planificación de distintos programas de expansión sectorial y geográfica por el mundo.

El libro comienza haciendo una breve reflexión sobre el rápido crecimiento de China desde la muerte de Mao Zedong y gracias a las políticas de crecimiento y apertura de Deng Xiaoping entre 1980 y 2000. Este resurgir no se ha reflejado solo en la economía china, sino también en la sociedad. Las nuevas generaciones de profesionales chinos cuentan con mejor formación universitaria y mayor dominio de idiomas extranjeros que sus mayores, y por tanto más preparados para las relaciones internacionales. Sin embargo, Liu Rutao, consejero económico y comercial de la Embajada de China en Chile explica al autor que “la historia de la salida de China al extranjero tiene tan solo quince años, así que ni el gobierno ni las empresas tenemos un pensamiento muy maduro sobre la forma de actuar en el extranjero, por eso todos necesitamos estudiar”.


No obstante, la corta experiencia del país en el ámbito internacional no supone un obstáculo ya que, como pone de manifiesto el libro, para acelerar este proceso de aprendizaje China cuenta con un atajo muy efectivo: el dinero. De hecho, el objetivo de muchas de las inversiones chinas más importantes en América Latina no es solo el acceso a recursos naturales, sino también a capital humano y sobretodo a conocimiento. Gracias a sus ingentes recursos financieros, las empresas chinas están adquiriendo empresas con experiencia y contactos en el continente americano, contratando a los mejores profesionales de cada país y comprando marcas y tecnologías. “Esta fase es muy difícil. Las empresas chinas van a pagar para aprender. Pero todo se aprende pagando”, explica a Méndez el diplomático Chen Duqing, embajador de China en Brasil entre 2006 y 2009.

Después de esta visión general, el libro pasa a la relación de China con distintos socios latinoamericanos. En el caso de México, existe una lucha contra el famoso made in China. El imperio del centro fue a México hace 40 años a estudiar el programa maquilador; cuando regresaron, según explica Méndez, dijeron: “México está haciendo eso para Estados Unidos, nosotros vamos a hacerlo para el mundo”. Y de esta forma, unos años más tarde China diseñó y mejoró la estrategia. Hay pocas dudas de que el made in China les ha ganado la partida a las maquiladoras mexicanas, y son todas estas décadas de competencia y frustración las que explican las complejas relaciones políticas que viven los dos países. Así lo testimonian las personas entrevistadas por el autor. A Jorge Guajardo, este modelo le recuerda al orden colonial impuesto por España y continuado por Reino Unido: “Yo les decía en ocasiones a los chinos: Señores, ustedes no pueden ver América Latina nada más que como un lugar al que van por recursos naturales y a cambio mandan productos manufacturados. Nosotros ya fuimos colonia. Y no nos gustó, no funcionó. Y optamos por dejar de serlo. No quieran ustedes repetir ese modelo”.

El resultado de estas nuevas tensiones es que ninguno de los dos países ha conseguido lo que estaba buscando. México apenas ha aumentado sus exportaciones a China y el gigante asiático apenas ha incrementado sus inversiones en el país latinoamericano. En 2017 tan solo había 30 empresas chinas instaladas en México, un numero muy pequeño comparadas con las 200 que había en Perú. Otros diplomáticos del continente reconocen que en cualquier encuentro internacional en el que ambos países están presentes, el país latinoamericano es siempre el más reacio a aceptar las propuestas de Pekín. Para China, la “resistencia” mexicana es tal vez su mayor escollo diplomático en la región: el mejor ejemplo de que su ascenso no ha beneficiado a todos los países del Sur.

Méndez cuenta que, a diferencia de México, la estrategia peruana de apostar por la minería ha encontrado un socio ideal al otro lado del Pacífico. Necesitado de minerales para alimentar su industria y construir nuevas ciudades, la enorme demanda china ha tirado con fuerza de la economía peruana. Entre 2004 y 2017 el comercio entre ambos se multiplicó por diez y el gigante asiático se convirtió en el primer socio comercial de Perú. China ya no solo es importante por su demanda de cobre, plomo y zinc, sino también por los flujos de inversión y su capacidad de poner en marcha proyectos mineros. Estas condiciones financieras, muy difíciles de conseguir en la banca privada, son en muchas ocasiones la ventaja comparativa que permite a las empresas estatales chinas batir a sus competidores occidentales.

¿Qué significa esto para América Latina? ¿Deberían preocuparse los países latinoamericanos de esta estrategia política y económica que a través de empresas estatales invierte de forma masiva en sus recursos naturales? Como indica el libro, muchos diplomáticos piensan que hay que estar atentos. A diferencia de las compañías privadas, cuyo objetivo primordial es obtener beneficios y entregar dividendos a sus accionistas, las chinas están en ultima instancia controladas por políticos que pueden tener otra agenda. En este sentido, la expansión de tantas empresas estatales en recursos naturales también puede convertirse en un arma de presión e influencia.

Si algún dirigente latinoamericano, por ejemplo, decidiera reunirse con el Dalai Lama o se opusiera a alguna iniciativa diplomática liderada por Pekín, el gigante asiático podría utilizar sus empresas estatales a modo de represalia, advierte Méndez. De la misma forma que si el gobierno peruano quisiera cancelar algún proyecto chimo por infracciones laborales o medioambientales, Pekín podría amenazar con denegar la aprobación de protocolos fitosanitarios o retrasar otras inversiones. Además, China es cada vez más consciente de que su imagen, su capacidad de persuasión y su atractivo cultural (soft power) son vitales para ampliar su proyecto político y económico.

Por otro lado, y más al sur de la región, Uruguay se ha convertido en el laboratorio perfecto para China. Las fábricas uruguayas están preparadas para producciones cortas de unos pocos miles de automóviles, el país cuenta con mano de obra especializada y las buenas infraestructuras permiten en muy poco tiempo plantarse en Brasil o Argentina. Hay que tener en cuenta que las empresas chinas son todavía poco conocidas en América Latina y no cuentan con demasiados recursos financieros, y en Uruguay pueden hacer un testeo de mercado.

En cuanto a Brasil, Méndez habla especialmente de la diplomacia de los satélites. Éstos no sirven solo para llevar la televisión a los hogares y para utilizar el GPS en el móvil, sino también por sus capacidades militares y el prestigio político que implican. Brasil ha colaborado con otros países como Argentina y Estados Unidos, pero las tensiones políticas y económicas casi siempre suelen poner limites a la cooperación espacial. Aunque pueda resultar paradójico, en el caso de China la distancia parece ser una bendición ya que no hay problemas geopolíticos entre ambos: a veces es más difícil trabajar con tus vecinos que con las personas que están muy lejos. Para Pekín, las misiones espaciales sirven para aumentar todas las dimensiones de su poder: incrementa sus capacidades militares y contribuye a su industria espacial y a la competitividad en un sector económico con mucho futuro. Y por ultimo, también le sirve como campaña de relaciones públicas en el mundo. No obstante, las diferencias tecnológicas y económicas se están haciendo tan patentes que a China incluso el gigante sudamericano se le está quedando pequeño.

Desde el punto de vista geoestratégico, Méndez no quiere dejar pasar la construcción de una estación espacial china en un terreno de 200 hectáreas en la provincia argentina de Neuquén, que cuenta con una inversión inicial de 50 millones de dólares y que se enmarca en el programa chino de exploración de la Luna. Además, Argentina es el único país en el que la presencia del Banco Industrial y Comercial de China es tan notable y popular entre la sociedad. Este banco chino ha conseguido ofrecer los mismos servicios que cualquier otra institución bancaria argentina.

Por último, Chile es uno de los países con los que mejores relaciones tiene Pekín, pero ¿por qué China no invierte en Chile? La respuesta es sencilla. En Chile los procesos de inversión son claros, transparentes e iguales para todos los países. No hay excepciones y los inversores tienen que seguir al pie de la letra las complejas regulaciones legales. La cultura de negocios es distinta, y a los chinos eso de necesitar abogados y 20.000 permisos para todo no les gusta. Les gusta pagar sobornos, y en Chile la corrupción provoca mucha indignación.

A lo largo de este análisis país por país, el autor ha ido dejando clara una cosa: China tiene un plan. O al menos, ha sido capaz de apostar durante décadas por la formación de funcionarios con el objetivo de diseñar una estrategia en América Latina. Esa capacidad de planificación y esos objetivos marcados a largo plazo le han servido al gigante asiático para avanzar posiciones en los últimos años y dejar una huella profunda en muchos países del continente americano. Y, ¿en qué consiste el plan? Está claro que el objetivo número uno de China es económico. Ha conseguido “colarse” con éxito en los tres grandes bloques comerciales en los que se encuadran los países latinoamericanos: NAFTA, Alianza del Pacífico y Mercosur.

Pero la economía per se no es lo único que mueve a China. Para lograr sus objetivos económicos, Pekín también necesita tejer relaciones políticas y contar con aliados que puedan defender sus posiciones diplomáticas. Su defensa de la no interferencia en asuntos internos y de un mundo multipolar exige a cambio el silencio de los países latinoamericanos sobre la violación de derechos humanos en su país y el respeto, por ejemplo, a la política de una sola china. El gigante asiático quiere ampliar todas sus fortalezas y no está dispuesto a renunciar a ninguna de ellas.

En conclusión, tenga o no China una estrategia para América Latina, América Latina no tiene una estrategia para China. Y China no es una ONG; si algo demuestra la historia reciente es que cada país busca en el ámbito de las relaciones internacionales la defensa de sus egoístas intereses nacionales. China tiene su agenda y la está persiguiendo. Tal vez haya llegado el momento de que América Latina tenga la suya propia.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Latinoamérica

[Alyssa Ayres, Our Time Has Come. How India Is Making Its Place in the World (Oxford University Press: Oxford, 2020) 360 pgs.]

RESEÑA /  Alejandro Puigrefagut 

Una India en ascenso progresivo quiere ocupar un lugar destacado entre las potencias globales. En las últimas décadas, las discusiones sobre el surgimiento global de la India y el lugar que le corresponde en el mundo han ido en aumento, en ocasiones en un contexto de posibles alianzas para hacer frente a un excesivo predominio de China.

Alyssa Ayres, experta sobre India, Pakistán y el Sur de Asia del Council on Foreign Relations de Estados Unidos, refleja bien, a través de su libro Our Time Has Come. How India Is Making Its Place in the World, el papel que desempeña esta democracia a nivel internacional, los obstáculos a los que se sigue enfrentando y las implicaciones de su ascenso para Estados Unidos y otros países de la región del Indo-Pacífico, como Pakistán y China. Es justo decir que la expansión económica de India ha colocado a este país entre las principales potencias emergentes del mundo, pero ahora quiere avanzar y conseguir un lugar entre las potencias globales.

Para la plena comprensión del papel que juega India a nivel global, la autora analiza su realidad política, económica y social interna. India es la mayor democracia del mundo, por lo que abarca una amplia gama de partidos nacionales y regionales que abogan por políticas radicalmente dispares. Esto crea complicaciones a la hora de llegar a acuerdos que beneficien a gran parte de la población. Además, otros factores que complican la relación entre la población son la división social y la religión. Para empezar, la India tiene un grave problema de división social provocada por la distinción entre clases sociales, o castas, las cuales algunas continúan teniendo un peso importante en la toma de decisiones. Igualmente, la cuestión religiosa adquiere un papel destacado debido a la gran cantidad de religiones que conviven en el territorio indio; no obstante, la mayoría hindú y musulmana son las que marcan la agenda política.

Ayres destaca dos características que moldean la posición de la India actual en el mundo: la propia percepción de país en desarrollo y la abstención en los enredos mundiales. Según la autora, a pesar del surgimiento de India como una de las economías más grandes del mundo, continúa teniendo a nivel nacional una percepción de sí misma como un país sentenciado a estar siempre entre las naciones en desarrollo. Eso provoca que las políticas económicas nacionales frenen y obstaculicen las ambiciones internacionales y por ende se encuentren en un conflicto continuo. Por el otro lado, históricamente, India se ha mantenido al margen de los grandes problemas globales y de los distintos bloques internacionales con su política de no alineación.

Our Times Has Come, a pesar de defender el elevado posicionamiento de India en el sistema internacional, subraya también los grandes desafíos a los que se enfrenta este país por no haber abandonado sus antiguas políticas. En primer lugar, la economía sigue siendo ciertamente proteccionista y no existe un consenso claro sobre las nuevas aportaciones que podría traer una economía de mercado más abierta. En segundo lugar, India sigue luchando contra el legado de su política exterior de no alineación y sigue siendo ambivalente sobre cómo debería ejercer su poder en las instituciones multilaterales. Y, en tercer lugar, este país sigue siendo demasiado protector de su autonomía, por lo que busca moldear sus interacciones internacionales en términos indios. De ahí que India tienda a moverse con cautela y deliberación en la esfera internacional.

Por otro lado, el libro hace hincapié en las relaciones entre India y Estados Unidos. La interacción entre ambos países difiere de sus relaciones con otros Estados debido a que Nueva Delhi, aunque busca una relación estratégica y económica más cercana con EEUU, no quiere estar sujeta a las obligaciones inherentes de esta alianza, sino adquirir autoridad sin tener que inclinarse ante Washington.

Ayres enfatiza la necesidad de reformar la gobernanza global para crear un espacio específico para Nueva Delhi. Entre sus recomendaciones se incluye el respaldo a la membresía de India en el Consejo de Seguridad de la ONU y otras instituciones que establezcan la agenda económica y de seguridad globales. Está claro que India, como potencia en ascenso, debería entenderse y apreciarse mejor en sus propios términos. En otras palabras, Nueva Delhi debería adquirir un papel más fundamental en el ámbito internacional y tomar cierto liderazgo para evitar verse presionado por sus competidores directos a nivel regional y global.

Las páginas de Our Times Has Come aportan varios años de conocimiento y estudio de primera mano sobre la política exterior de la India, mostrando sus complejidades y las grandes características que la moldean. La académica Alyssa Ayres, a través de este libro, nos ofrece un análisis imprescindible para entender qué es la India, pero, sobre todo, qué quiere llegar a ser.

Categorías Global Affairs: Asia Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros