15 de junio, 2021
ENSAYO / Paula Mora Brito [Versión en inglés]
El terrorismo en el Sahel es una realidad ignorada que afecta a millones de personas. No es de extrañar que la región sea una de las más afligidas por esta práctica. Sus complejas características geográficas dificultan el control de las fronteras (especialmente las del desierto del Sáhara), y la falta de homogeneidad cultural y religiosa, junto a los continuos retos económicos y sociales, agravados por la pandemia del COVID-19, hacen de la región un escenario frágil y conveniente para los grupos terroristas. Además, los países occidentales (principalmente Francia) están presentes en la zona, provocando cierto rechazo en lo relativo a su intervención a los ojos de la población saheliana. Aunque los datos sobre esta problemática son escasos, lo que dificulta su estudio, este artículo tratará de ampliar los conceptos y conocimientos sobre el terrorismo en el Sahel, ampliando su espectro geográfico, para mostrar la vida cotidiana de sus habitantes desde hace varios años. Se pondrá el foco del análisis en la intervención occidental en la lucha contra el terrorismo.
El fenómeno terrorista
El terrorismo es un concepto controvertido, pues está sujeto a la interpretación individual: mientras unos condenan a un grupo por el uso de violencia indiscriminada bajo un objetivo político/social/económico, otros consideran a sus integrantes héroes de la libertad. Solamente su fin define esta actividad: coaccionar e intimidar la intención general sobre una cuestión. Se desarrolla bajo diferentes formas: por el ámbito geográfico (regional, nacional o internacional) o por su objetivo (etno-nacionalista, ideología política y/o económica, religioso o asuntos concretos). Es por ello que cada uno posee unas características distintas.
El terrorismo religioso, como resaltó Charles Townshend en su libro Terrorism: A very short introduction, posee unas características propias. Citando a Hoffman, explica que el objetivo transciende más allá de la política debido a que se considera una demanda teológica. Es una relación bilateral entre los fanáticos y Dios, en la que no cabe posibilidad de diálogo o entendimiento, solo el establecimiento de la demanda. Esta concepción conlleva a que sea un terrorismo internacional, aunque empiece a nivel regional o nacional, pues el grupo de “enemigos” es más amplio. El mesianismo es el motor de esta actividad, y el martirio su arma más potente. La muerte proveniente de la lucha, se presenta como un acto sagrado y refleja la certeza de los integrantes de estos grupos a su ideología.
Occidente tiene dificultades para abordar estas amenazas, pues entiende el mundo de manera secular. Sin embargo, los Estados en los que se desarrollan estos grupos, la religión representa la nación, los valores y el estilo de vida: el individuo es religión y viceversa. Como dijo Edward Said: “El arraigado Occidente, es ciego ante los matices y al cambio en el mundo islámico”. Y es que el terrorismo religioso islámico surge como una respuesta al colonialismo y a la práctica de soft power en las culturas árabes e islámicas, que se ha reforzado a través de la corriente del fundamentalismo islámico.
El terrorismo en el Sahel
El Sahel (“borde, costa” en árabe) es una ecorregión que hace de transición entre el norte y el sur del continente africano, así como de oeste a este, con un área total de 3.053.200 km², constituyendo un cinturón de 5.000 km. Está compuesto por Senegal, Mauritania, Malí, Argelia, Burkina-Faso, Níger, Nigeria, Chad, Sudán, Eritrea y Etiopía. Se trata de una zona privilegiada, pues el desierto se entiende como una vía de comunicación.
El área cuenta con 150 millones de habitantes, de los que el 64% son menores de 25 años y mayoritariamente islámicos suníes. En 2018, el último año que hay datos sobre estos países, la tasa de mortalidad anual por cada 1.000 personas era de 8,05, un índice muy alto comparado con el 2,59 de España en el 2019. La tasa de alfabetización de adultos (mayores de 15 años), de las que solo hay datos de siete de los diez países, es de un 56,06 %. En realidad, es muy desigual: mientras que Argelia posee un 81,40%, Níger o Malí tienen un 35%. La tasa sobre la incidencia de la pobreza sobre la base de la línea de pobreza nacional es de del 41,15% (solo cuatro países tienen datos del 2018). La esperanza de vida es de 63 años.
El territorio encara una crisis económica, política y social. El Sahel es una de las regiones más pobres del mundo, con el norte de Nigeria como uno de los territorios con la mayor cantidad de población extremadamente pobre del planeta. La situación empeoró este año con una caída histórica del precio de las materias primas (más del 20%), que representan un 89% de sus exportaciones. La crisis medioambiental dificulta el desarrollo económico.
El cambio climático ha provocado que el aumento de temperaturas vaya a un ritmo 1,5 veces más rápido que el de la media mundial, lo que ha multiplicado las sequías (de una cada diez años a una cada dos). La inestabilidad política de algunos países, como el Golpe de Estado del 2012 en Malí, dificultan su desarrollo económico.
En este contexto, la inseguridad se ha incrementado desde los ataques del 2004 en el Borno, estado de Nigeria que hace frontera con Camerún y Chad, por parte del grupo terrorista islámico Boko Haram. La actividad terrorista se ha extendido a través de la dirección de Al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQIM), presentes en el norte de Malí, el este de Mauritania, Níger y el oeste de Chad. Esto ha propiciado una crisis demográfica, provocando que 4,2 millones de personas se hayan desplazado y más de un millón se vea incapaz de encontrar trabajo. El programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo estima que, de hoy a 2050, más de 85 millones de sahelianos se verán obligados a emigrar.
La mayoría de ataques tienen lugar en las triple frontera de Malí, Burkina-Faso y Níger; y la de Níger, Nigeria y Chad. Desde el Tratado de Berlín de 1885, las fronteras africanas han supuesto un grave problema ya que fueron una imposición europea que no respetó la realidad tribal y étnica de muchas regiones, obligando y creando una nación de la que sus habitantes no se sienten parte. Esta realidad se reflejó con el caso de Malí, mostrando la fragilidad preexistente de la región.
AQMI ha dividido en katibas (ramas) el Sahel: la Yahia Abou Ammar Abid Hammadu, que se establece entre el sur de Argelia y Túnez y el norte de Níger; y Tarik Ben Ziyad, activa en Mauritania, el sur de Argelia y el norte de Mali. La primera, es conocida por ser más “terrorista”, mientras que la segunda es más bien “criminal”. Esto se debe al mayor grado de crueldad empleado por la Hammadu, pues siguen el takfirismo (guerra contra los musulmanes “infieles”) de Zarqawi (ISIS).
Se apoderan de los territorios a través de negociaciones, en los que establecen un mercado de trafico ilegal. Una vez adquirida un área, establecen sus asentamientos, sus campamentos de entrenamiento y preparan sus próximos atentados. Otro medio de financiación es el secuestro. Es una forma de subyugar, humillar y conseguir ingresos de Occidente. La necesidad de dinero, a diferencia de una organización criminal, no es para el enriquecimiento personal de los componentes, sino para seguir financiando la actividad: comprar lealtades, armas, etc. Del reclutamiento no existen datos de su desarrollo, condiciones, ni objetivos por edades, clase ni sexo.
Las características geográficas y sociopolíticas de la ecorregión han obligado a AQMI ha desarrollar su capacidad de adaptación, como la subdivisión del grupo (Boko Haram), que muestra que ya no necesitan una base física fija como en los años 90s (AQ en Afghanistán). Además, se ha registrado un cambio de estrategia, pues estos grupos están aumentando en un 250%, sus ataques a organizaciones internacionales o infraestructuras del gobierno, y decreciendo los atentados a civiles. Esto puede ser una nueva forma de atraer a los locales pues se promocionan como protectores frente al abuso estatal.
En el 2019 hubo una media de 69,5 ataques mensuales en el Sahel y el Magreb, y el pasado mes de marzo se registraron 438 fallecidos. En 2020 ha disminuido la actividad debido al COVID-19. El terrorismo trae inseguridad política y social, así como económica, pues los inversores no se ven atraídos para hacer negocios en una zona inestable, provocando el mantenimiento de la precariedad. Esto provoca y/o mantiene el subdesarrollo de un estado, ocasionando un gran flujo de migración. Se entra entonces en el círculo vicioso del subdesarrollo y pobreza.
Para España, el suceso más reciente e impactante tuvo lugar el pasado 28 de abril de 2021, cuando los periodistas David Beriain y Roberto Fraile fueron asesinados en Burkina-Faso por la Jama’a Nusrat ul-Islam wa al-Muslimin, Grupo de Apoyo al Islam y a los Musulmanes en español; un grupo terrorista vinculado a Al-Qaeda.
La reciente y repentina muerte del presidente chadiano Idris Déby Itno, el 19 de abril de 2021, a manos de los Combatientes del Frente para el Cambio y la Concordia en el Chad (FACT por sus siglas en inglés Fighters of the Front for Change and Concord in Chad), ha aumentado aún más la inestabilidad en la región. El presidente de las últimas tres décadas luchaba contra este grupo rebelde, creado en 2016 en Libia, que pretendía arrojar a Déby y al régimen dinástico de Chad. Desde que se produjo este suceso, masivas protestas han cubierto las calles de Chad, pidiendo una transición democrática en el país, a lo que el ejército ha respondido matando a algunos de los manifestantes. Este levantamiento se debe a lo que a los chadianos les parece una repetición de su historia y la violación de la constitución de la nación. El ejército chadiano había anunciado la formación de un Consejo de Transición, que duraría 18 meses, bajo el liderazgo de Mahamat Idriss Déby, el hijo del anterior presidente. El problema es que su padre, en 1999, creó el mismo órgano político y prometió lo mismo. Sin embargo, sus promesas no se cumplieron. El Consejo Militar de Transición suspendió la Constitución, en la que se establece en su Título Decimoquinto que el presidente transnacional debe ser el presidente de la Asamblea Nacional.
La situación del Chad es clave en la lucha contra el terrorismo en el Sahel. El país se encuentra entre el Sahel y el Cuerno de África. La retirada o el debilitamiento de las tropas en las fronteras del país suponen un gran riesgo no sólo para Chad, sino también para sus vecinos. Los países fronterizos con el Chad, se verán expuestos a los violentos ataques de los grupos terroristas, ya que Chad cuenta con la mayor fuerza conjunta del G5 Sahel. El país es el estabilizador de la región. Al este, impide que la inestabilidad política sudanesa se extienda por las fronteras. Al sur, Chad ha sido el nuevo hogar de más de 500.000 refugiados que provienen de la República Centroafricana y su enorme crisis migratoria. Al oeste, contrarresta principalmente a Boko Haram, que ahora es un actor importante en Níger y Nigeria. Al norte, contrarresta a los grupos rebeldes libios. Es importante entender que, aunque Libia no forme parte del Sahel, su inestabilidad resuena con fuerza en la región, ya que el país es el nuevo centro de los grupos terroristas en el Sahel, como parece demostrar la muerte del expresidente. El país se ha convertido en la plataforma de lanzamiento de los grupos terroristas de África que pretenden imponer su voluntad en todo el continente. Queda por ver lo que ocurre en Chad, porque cambiará por completo el actual paradigma saheliano.
La lucha occidental contra el terrorismo
Existen iniciativas institucionales para abordar estas cuestiones regionales de forma conjunta, como el grupo G5 Sahel, compuesto por Mauritania, Mali, Níger, Burkina- Faso y Chad, contando con el apoyo de la Unión Africana, la Unión Europea, las Naciones Unidas o el Banco Mundial, entre otros.
También hay ayuda internacional a la región, principalmente de Francia y la Unión Europea. Desde 2013, a petición del gobierno de Malí, el gobierno francés puso en marcha la Operación "Serval" con el objetivo de expulsar a los grupos terroristas en el norte de Malí y otras naciones del Sahel. Le sucedió un año después la Operación "Barkhan", que se centra en la asistencia a los Estados miembros del G5 del Sahel, tratando de proporcionar los recursos y la formación necesarios para que estos países puedan gestionar su propia seguridad de forma independiente. En esta Operación también participan España, Alemania, Estonia y el Reino Unido. El año pasado, 2020, se puso en marcha la Task Force "Takuba", compuesta por fuerzas especiales francesas y estonias, en el cinturón Sáhara-Sahel. A día de hoy, Francia ha desplegado 5.100 militares, ha entrenado a más de 7.000 soldados del G5 Sahel, ha desplegado 750 actividades de entrenamiento o apoyo al combate y tiene 75 oficiales de cooperación en la región.
Francia también ha liderado la intervención internacional en el Sahel. En 2012, en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas promovió la Resolución 2085 para subrayar la necesidad de asistencia internacional en la región. En 2017, Francia fue la precursora de la Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí (MINUSMA), creada en virtud de la Resolución 2391 para prestar asistencia al gobierno de Malí en la estabilización de su país. Cuenta con más de 15.000 efectivos civiles y militares que prestan apoyo logístico y operacional.
La Unión Europea también ha participado a través de tres misiones principales en el marco de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD): Misión de Formación de la Unión Europea (EUTM) Malí, EUCAP Sahel Malí y EUCAP Sahel Níger. La primera se creó en 2013 para formar y asesorar a las fuerzas armadas malienses. También coopera con los Estados miembros del G5 Sahel para mejorar el control de las fronteras. Las otras dos son misiones civiles cuyo objetivo es formar a la policía, la gendarmería y la guardia nacionales, así como asesorar las reformas de seguridad del gobierno nacional. La EUCAP Sahel Níger se creó en 2012 y sigue en vigor. En cuanto a la EUCAP Sahel Malí, se creó en 2014 y se ha prolongado hasta 2023. Además, Francia y la Unión Europea también contribuyen financieramente a la región. El año pasado, la Unión Europea aportó 189,4 millones de euros a la región. Francia aportó alrededor de 3.970 millones de euros durante 2019-2020.
Sin embargo, la incertidumbre por la muerte de Déby ha reconfigurado la percepción local de la intervención occidental, principalmente la francesa. Las protestas que han tenido lugar estas últimas semanas en el Chad también han supuesto una acusación a Francia por respaldar al consejo militar en contra de la voluntad del pueblo. Junto con la Unión Africana y la Unión Europea, Macron declaró en el funeral de Déby "Francia nunca podrá hacer que nadie cuestione (...) y amenace, ni hoy ni mañana, la estabilidad y la integridad de Chad", tras las promesas de Mahamat de "mantenerse fiel a la memoria" de su padre. Estas declaraciones fueron entendidas por los chadianos como que Mahamat seguirá el estilo de liderazgo de su padre y que a Francia no le importa la opresión que ha sufrido el pueblo durante décadas. Es en este punto donde Francia se arriesga a sólo preocuparse por la estabilidad que aportaba Chad en la región, sobre todo en sus intereses geopolíticos en lo que respecta especialmente a Libia y África Occidental. Quizás por ello Macron sintió la necesidad de aclarar una semana después sus palabras: "Seré muy claro: apoyé la estabilidad y la integridad de Chad cuando estuve en N'Djamena. Estoy a favor de una transición pacífica, democrática e inclusiva, no estoy a favor de una sucesión", dijo. No obstante, los sahelianos se están cansando de ser las marionetas de los juegos occidentales, como se ha demostrado este año en Malí con las protestas de los habitantes contra la presencia militar francesa en el país. Occidente debe mostrar su compromiso real con el fomento de los derechos humanos presionando por una transición democrática mientras mantiene su lucha contra el terrorismo.
En conclusión, el terrorismo religioso islamista ha ido en aumento en los últimos años como contrapunto al poder de Estados Unidos en la Guerra Fría. El Sahel es uno de los escenarios predominantes de estas actividades, ya que es una zona con inestabilidad político-económica preexistente que los terroristas han aprovechado. El terrorismo está cambiando sus formas de actuar, mostrando su adaptabilidad en términos de geografía, métodos de actuación y adquisición de recursos. Francia ha demostrado ser el líder de la iniciativa occidental en la región y ha hecho progresos en la misma. Sin embargo, Occidente, especialmente los países europeos, deben empezar a prestar más atención a las causas de los problemas de esta región, recopilando datos y conociendo su realidad. Sólo entonces podrán abordar estos problemas con eficacia, ayudando a las instituciones regionales existentes, buscando soluciones a largo plazo que satisfagan a la población.