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▲ Escultura budista 'Manos desde el infierno', del Templo Blanco de Watrongkhun, en Tailandia [Pixabay]
COMENTARIO / María Martín Andrade
El tráfico humano es un fenómeno global que afecta a todo el planeta. Sin embargo, con 11,7 millones de víctimas, Asia-Pacífico es actualmente el principal núcleo de operaciones de los grupos de delincuencia organizada que comercian con personas. Gracias a unas condiciones propicias –asiduas catástrofes naturales y crisis de inmigrantes y refugiados, que tienen como resultado un gran número de desplazamientos por la geografía del sur de Asia–, los grupos criminales se encuentran en la mejor situación para operar.
A pesar de los esfuerzos de la ASEAN de fomentar la cooperación internacional entre sus países integrantes para una lucha efectiva, las diferencias regionales y la corrupción frecuentemente prevalecen sobre otros factores. En otras ocasiones, son los propios gobiernos los que se benefician de las corrientes migratorias, propiciando situaciones de trabajos forzados, contribuyendo con ello a que el sudeste asiático siga contando con las cifras más altas de víctimas de explotación sexual y laboral. La mayor parte de la migración en los países de la ASEAN es intrarregional, siendo Indonesia, Malasia y Tailandia los destinos principales de los inmigrantes.
Foco en Tailandia
En Tailandia, en 2010 el 72% de la inmigración era ilegal, y en estos momentos se estima que supera el millón de personas, siendo la mayoría de Myanmar y de otros países vecinos como Camboya, Vietnam y Laos. La explicación por la que Tailandia se ha convertido en destino principal de emigrantes y, por consiguiente, en una importante tabla de juego para las organizaciones dedicadas al tráfico humano, se encuentra en la combinación de un lento crecimiento demográfico, en comparación con otros países de la región, y un alto desarrollo económico que se empieza a experimentar a partir de los años 90. Según el ASEAN Post, Tailandia posee uno de los mercados que más rápido están creciendo entre los miembros de la ASEAN, lo que ha impulsado al gobierno a seguir trabajando en el desarrollo de su infraestructura, para lo que la inmigración es fundamental.
Al comienzo del boom, Tailandia reclutaba inmigrantes sin tener una legislación que se ocupara del fenómeno, lo que dio lugar a que sus promotores aprovecharan la situación para explotar a aquellos que llegaban sin conocimientos de la lengua y las leyes tailandesas. Hasta la llegada del Gobierno del empresario Thaksin Shinowatra no se empiezó a implantar un sistema de registro que otorgaba permisos temporales. No obstante, caducada su vigencia, muchos de esos permisos no eran renovados, dejando de este modo expuestos a miles de trabajadores a la ilegalidad y, de este modo, a la explotación sexual y otra clase de trabajos forzosos en sectores como la agricultura, la pesca, los servicios domésticos o la industria.
Por otro lado, la falta de regulación legal de las agencias de contratación, a las que el Gobierno tailandés no ha prestado especial atención, ha permitido que esas agencias hayan podido disponer de los inmigrantes a su antojo sin sufrir ninguna represalia por ello. La débil legislación junto con unas condiciones mínimas de seguridad para las víctimas, castigándose únicamente penalmente los abusos físicos extremos, configura una situación de desamparo prácticamente total para los explotados, que también se sienten incapaces de acudir a las autoridades por temor a ser deportados.
Tráfico humano: retos y cooperación internacional
No se puede hacer frente a la delincuencia organizada en el sudeste asiático sin enfrentarse antes a la corrupción en los propios países, ya que son muchos los funcionarios que se benefician de facilitar el traspaso de sus fronteras de dichas organizaciones y los inmigrantes ilegales. Además, la falta de información y análisis de inteligencia por parte de los propios cuerpos de seguridad, junto con las dificultades que ofrece una complicada orografía con amplias zonas boscosas y selváticas de muy difícil control, obstaculizan las investigaciones y hace que las autoridades operen a ciegas.
Con la intención de establecer una base legal común, diversos países de la región han firmado la Convención Internacional contra la Delincuencia Organizada Transnacional de Naciones Unidas, con el objetivo de eliminar diferencias legislativas y ofrecer medios para combatir el crimen organizado. No obstante, aunque Tailandia sí que la ha firmado, junto con Singapur y Brunei, aún no la ha ratificado. Otras soluciones se han propuesto también desde la ASEAN, con la creación de Heads of Specialist Strategic Units, cuya intención es fomentar la colaboración y cooperación de los países, intercambiando información. Por otro lado, se ha constituido la Regional Support Office con el fin de establecer pautas para la prevención, detención y protección de las víctimas.
A pesar del aparente interés de la esfera internacional, los países de Asia-Pacífico prefieren regirse por relaciones bilaterales que les permitan ser selectivos con las normas que les conviene aplicar, y una cooperación no es posible si lo que prima es ante todo el interés de cada Estado. Dichos Estados van a seguir estando dispuestos a firmar acuerdos siempre y cuando estos no les vinculen estrictamente porque, como en el caso de Tailandia, la preocupación proveniente del exterior es mayor que la que se percibe a nivel interno.
La lucha contra el tráfico humano en Asia-Pacífico tiene un largo camino por recorrer. Las medidas que se adopten no pueden ser efectivas si por parte de los países involucrados no existe una intención firme de acabar con este problema. El tráfico humano es la rentabilidad de un daño, un negocio del que determinados sectores dominantes se benefician, por lo que para llegar a una cooperación internacional fructífera los Estados del sur de Asia tendrían que percibirlo como la lacra que es para su sociedad.
BIBLIOGRAFÍA
Kranrattanasuit, N. (2014). ASEAN and Human Trafficking: Case Studies of Cambodia, Thailand and Vietnam. International Studies in Human Rights, Volume:109, 4-104.
Henry, N. (2018). Asylum, Work, and Precarity: Bordering the Asia-Pacific. University of Warwick.
Sansó-Rubert, D. (2011). Criminalidad Organizada Transnacional en Asia-Pacífico: Repercusiones para la Seguridad Regional e Internacional. Universidad de Santiago de Compostela-CESEDEN, 159-189.
Origen étnico disputado, agravios de la era colonial británica y miedo a una minoría 'quintacolumnista'
La crisis humanitaria sufrida en Myanmar por minoría musulmana de los rohingyas nos habla también de cuestiones estratégicas. Rodeado el país por poblaciones islámicas, ciertos grupos dirigentes, especialmente los elementos budistas, temen que los rohingyas, que son declarados extranjeros a pesar de llevar generaciones en su territorio, actúen de quintacolumnistas. El miedo a la contaminación yihadista también es invocada por un Gobierno que no ha respetado los derechos humanos de esta minoría.
▲ Refugiados rohingyas [Tasnim News Agency/CC]
ARTÍCULO / Alexia Cosmello Guisande
En agosto de 2017 se daba en Myanmar el que fue conocido como “el gran éxodo de los rohingyas”; un año después, en 2018, reapareció en las primeras páginas de los periódicos internacionales la catástrofe humanitaria que estaba teniendo lugar en ese país. La comunidad internacional, automáticamente, se mostró a favor del grupo minoritario rohingya. Los medios de comunicación hablaron sobre el problema, y siguen haciéndolo, utilizando un lenguaje populista, tratando de buscar la emoción del público.
La historia rohingya es muy poco conocida por la opinión pública, que generalmente desconoce el origen del conflicto y las razones que mueven al Gobierno birmano. Actualmente, los rohingyas están considerados por la ONU como “una de las minorías más perseguidas del mundo”. Para entender bien el núcleo del actual problema es de gran importancia hacer un pequeño análisis sobre la historia de Myanmar, de los rohingyas y de las relaciones entre esa minoría y el país que la acoge.
Historia
El actual estado de Myanmar es un auténtico mosaico de etnias, lenguas, religiones y movimientos insurgentes. Están reconocidas 135 etnias distintas, pero el 90% de la población, aproximadamente, es de religión budista, por lo que las restantes confesiones quedan consideradas como minorías en el país [1]. Concretamente, los rohingyas son de religión musulmana y más de la mitad de la comunidad se encuentra concentrada en la región de Rakhine o Arakan, una de las más pobres del país. Aquí la población está aproximadamente dividida entre: 59,7% budistas, 35,6% musulmanes y el 4,7% restante otras religiones.
Los musulmanes de Rakhine se dividen en dos grupos, por un lado, los kaman que a pesar de ser de otra confesión comparten costumbres con la población budista y tienen reconocida y garantizada la ciudadanía en Myanmar por parte del Gobierno. Por otro lado, los rohingyas, que son una mezcla de diferentes etnias como la árabe, la mogol y la bengalí. A este segundo grupo no se le tiene reconocida la nacionalidad o ciudadanía en el Estado, ya que, a pesar de que sus integrantes llevan generaciones en el país, todavía son considerados inmigrantes ilegales de Bangladesh.
Fue entre 1974, año en que se publicó la Ley de Emergencia sobre Inmigración, y 1982, cuando se aprobó la Ley sobre Ciudadanía, durante el período dictatorial del general Ne Win, que los rohingyas fueron declarados por ley inmigrantes ilegales sin derecho a la ciudadanía en Myanmar. Esta ley, junto a la negativa por parte del Gobierno a una separación en identidades, es una de las razones por las cuales comenzó el conflicto entre las autoridades y los rohingyas. Al conflicto cabe añadirle la participación de los militares, que tienden a instigar la confrontación en la región entre distintos grupos étnicos.
Por el hecho de ser apátridas, que es en sí una violación de los Derechos Humanos, carecen del reconocimiento de otros derechos básicos como el de acceso al trabajo, la educación o la sanidad, además del de libertad de movimiento dentro del propio país. El conflicto con esta comunidad minoritaria va más allá de la religión, pues también afecta a los aspectos político-económicos del grupo. Están siendo discriminados culturalmente, explotados económicamente y políticamente marginados.
Argumentos
Región de Rakhine, en la costa de Myanmar, contigua a Bangladesh |
Para entender los argumentos del gobierno de Myanmar para negarles la ciudadanía hay que comprender la historia de la comunidad. En sí, su origen es confuso, lo cual hace que su situación sea más compleja y controvertida. Ellos mismos dicen ser indígenas originarios de la región donde habitan ahora, Rakhine. La historia no lo contradice, pero tampoco lo confirma; de lo que sí hay evidencia histórica es de que llevan generaciones viviendo allí. Por un lado, una versión de su origen, recogida por la historiadora Jasmine Chia, fecha los primeros asentamientos musulmanes en Arakan (antiguo nombre de Rakhine) durante el siglo VII; esos pobladores continuaron viviendo en la región hasta el siglo IX, pero no es hasta el siglo XV cuando se asientan definitivamente y forman una comunidad. Versiones de historiadores locales contradicen la versión anterior y fechan los primeros asentamientos rohingyas en el siglo XIX cuando el lugar estaba bajo la colonización del Imperio Británico, junto a India y Bangladesh, por lo cual sostienen que en realidad estaban asentados en Chittagong y con el tránsito de personas y los éxodos internos migraron a Rakhine. Por último, el historiador francés Jacques P. Leider afirma que la primera vez que se utilizó el término “rohingya” fue por un médico británico en el siglo XVIII, así que, a pesar de que en esa época no estuvieran todavía asentados en la zona, la etnia ya existía.
Se considera la Segunda Guerra Mundial como el origen de la problemática actual. Japón quiso invadir Birmania, por lo que el Imperio Británico decidió armar a los rohingyas para que lucharan contra los nipones. Pero el grupo empleó las armas otorgadas por las autoridades, así como las técnicas aprendidas, para defender al país en su contra. Quemaron tierras y templos de otras étnicas, principalmente budistas. En 1944 hicieron retroceder a los japoneses, por lo cual los británicos, que seguían teniendo el control de la zona, los elogiaron [2].
En 1948 Birmania consiguió la independencia del Imperio Británico, lo que dio la oportunidad a varias minorías que representan el 40% del actual Myanmar de armarse y rebelarse contra el nuevo sistema político. Aun hoy en día partes del país siguen controladas por estos grupos. Antes de la independencia los musulmanes del país crearon la Muslim Liberation Organization (MLO), que tras 1948 pasó a denominarse Partido Mujahid. Este grupo está dentro de la lista de grupos terroristas redactada por el Terrorism Research and Analysis Consortium (TRAC). El Gobierno permitió la eliminación de la lista de terroristas del país de aquellos grupos que hubieran firmado el alto el fuego con el Estado. Esto implica que desde el Gobierno se permite su libre desarrollo y la inversión en estas zonas necesitadas tras años de aislamiento. Es decir, estos grupos ahora pueden moverse libremente por el país y participar en política. Este no es el caso de los rohingyas, que siguen siendo considerados un grupo de extranjeros y un vehículo para la expansión del jihad, de acuerdo con el punto de vista del Gobierno de Myanmar y los budistas. En el último período, el Estado Islámico ha estado expandiendo internacionalmente la narrativa de la religión islámica, por este motivo los monjes budistas (Ashin Wirathu) han calificado al Islam como una religión que amenaza directamente al Estado de Myanmar y advierten que es a través de la minoría musulmana cómo esas ideas violentas pueden impregnar el país más fácilmente debido al contacto de elementos de esa minoría con los grupos terroristas internacionales.
El Gobierno birmano justifica sus actuaciones contra los rohingyas alegando que el conflicto entre las dos religiones desde el período de colonización británica puede dar lugar a conflictos posteriores. De otro lado, existe miedo por parte del Gobierno, los budistas y las otras minorías hacia los roghingyas por sus organizaciones como la Arakan Rohingha National Organization o la Rohingya Solidarity Organization, las cuales tienen una conexión casi directa con líderes y/o miembros de grupos terroristas como Al-Qaeda o los talibanes.
Los budistas ven con preocupación el rápido crecimiento demográfico de los musulmanes, que llevará posiblemente en un futuro no muy lejano a que los musulmanes estén en condiciones de superar en número a la comunidad budista, dejando así de ser una minoría. Ligado a este miedo, está el hecho de que el país se encuentra rodeado por naciones de religión musulmana, y según los budistas, si se diera una invasión inesperada de Myanmar por parte de algunos de estos países, los rohingyas lucharían a favor de los invasores, ya que no se sienten parte del país [3].
Resentimiento
Aunque puede entenderse ese temor de los budistas y del Gobierno mismo, no son justificables las violaciones de los derechos humanos, algunas de las cuales han generado verdaderas crisis humanitarias. En realidad, detrás de la actitud contraria a los rohingyas, más allá de los argumentos invocados oficialmente ante la comunidad internacional, parece esconderse un resentimiento histórico hacia esa minoría por la quema de templos y tierras en la época colonial y un temor a una confrontación abierta.
Claramente, la historia de un país marca su presente y su futuro, y aquellos sucesos de décadas atrás explican parte de lo que hoy ocurre en Myanmar. Si bien no se pueden olvidar agravios pasados, arrastrar el deseo de venganza de generación en generación es la mejor receta para el fracaso como sociedad o incluso la tragedia. Los maltratados niños rohingyas están creciendo odiando al país donde residen, lo que es contraproducente para los objetivos del Gobierno y retroalimenta el miedo de unos a la reacción de los otros.
[1] FARZANA, Kazi Fahmida. Memories of Burmese Rohingya Refugees: Contested Identity and Belonging. “Introduction” (p. 1-40)
[2] ROGERS, Benedict. Burma: A Nation at the Crossroads. Rider Books, 2015
[3] FARZANA, K. F. op. cit. “The Refugee Problem from an Official Account” (p. 59-86)
ANÁLISIS / Nerea Álvarez
Las relaciones entre Japón y Corea no son fáciles. La anexión japonesa de la península en 1910 sigue muy presente en la memoria coreana. Por su parte, Japón posee un sentido de la historia distorsionado, fruto de haber asumido su culpabilidad en la guerra de modo obligado, forzado por el castigo sufrido en la Segunda Guerra Mundial y la ocupación estadounidense, y no como consecuencia de un proceso propio de asunción voluntaria de responsabilidades. Todo ello ha llevado a que Japón se resista a revisar su historia, sobretodo la de su época imperialista.
Uno elemento clave que dificulta una reconciliación sincera entre Japón y los países vecinos que se vieron invadidos por los nipones en la primera mitad del siglo XX son las mujeres de consuelo o “mujeres confort”. Este grupo de mujeres, procedentes de China, Filipinas, Myanmar, Taiwán, Indonesia, Tailandia, Malasia, Vietnam y Corea del Sur (alrededor del 80% provenían de este último país), son una consecuencia de la expansión de Japón comenzada en 1910. Durante este periodo, los soldados japoneses se llevaron aproximadamente entre 70.000 y 200.000 mujeres a estaciones de confort donde estos abusaban sexualmente de ellas. Estas estaciones siguieron en marcha en Japón hasta finales de los años 40. Según los testimonios de las mujeres supervivientes, los soldados japoneses se las llevaban de diversas formas: secuestro, engaño y extorsión son solo algunos ejemplos.
Según el testimonio de Kim Bok-Dong, una de las mujeres supervivientes, los soldados nipones adujeron que debían llevársela para trabajar en una fábrica de uniformes porque no tenían suficiente personal. En aquel entonces ella tenía 14 años. Los soldados prometieron a su madre devolvérsela una vez fuese mayor para casarse, y amenazaron con el exilio a toda la familia si no los padres no permitían la marcha de la joven. Fue transportada en ferri desde Busan hasta Shimonoseki (prefectura de Yamaguchi, en Japón), junto con otras treinta mujeres. Después tomaron otro barco que las transportó a Taiwán y luego a la provincia de Guangdong. Allí fueron recibidas por oficiales, que las acompañaron hasta el interior de un edificio donde les esperaban médicos. Examinaron sus cuerpos y las acompañaron a sus habitaciones. Las mujeres fueron agredidas y violadas repetidamente. Tras varias semanas, muchas pensaban en el suicidio: “Estábamos mucho mejor muertas” (Kim Bok-Dong, 2018). Muchas murieron debido a las condiciones a las que se les sometía, a causa de enfermedades, asesinadas por los soldados japoneses en los últimos años de la guerra o, si tenían oportunidad, suicidándose. Se estima que sobrevivieron alrededor de un cuarto o un tercio de las mujeres.
Largo proceso
Tras la guerra y pese a conocerse los hechos, ese dramático pasado fue quedando relegado en la historia, sin que se le prestara la atención necesaria. Corea del Sur no estaba preparada para ayudar a estas mujeres (y Corea del Norte había entrado en un absoluto aislamiento). Durante los años 60, las relaciones entre la República de Corea y Japón empeoraron debido a las políticas antijaponesas de los líderes políticos surcoreanos. En 1965, Tokio y Seúl firmaron el Tratado de Normalización, pero quedó demostrado que los asuntos económicos eran lo prioritario. Se tendieron puentes de cooperación entre ambos países, pero el conflicto emocional impedía y sigue impidiendo mayor relación en campos alejados del económico. Japón sigue alegando que en el Tratado de Normalización se encuentran los argumentos para descartar que estas mujeres posean el derecho de legitimación ante tribunales internacionales, aunque en el texto no se las mencione.
Las cosas comenzaron a cambiar en los años 70, cuando se formó en Japón la Asociación de las Mujeres Asiáticas, la cual empezó a arrojar luz sobre este aspecto de la historia reciente. Al principio, incluso el Gobierno coreano ignoró el problema. La razón principal fue la falta de pruebas de que los hechos hubieran ocurrido, ya que el Gobierno de Japón había mandado destruir los documentos comprometedores en 1945. Además, Japón impidió que el Gobierno surcoreano reclamara reparaciones adicionales por daños incurridos durante el período colonial basándose en el tratado de 1965.
La cultura del sudeste asiático jugó un papel importante en la ocultación de los hechos acontecidos. El valor de mantener las apariencias en la cultura oriental primaba sobre la denuncia de situaciones como las vividas por estas mujeres, que debieron callar durante décadas para no ser repudiadas por su familia.
Cuando la República de Corea se democratizó en 1987, el Gobierno surcoreano comenzó a darle importancia a esta cuestión. En 1990, el presidente Roh Tae Woo, pidió al Gobierno de Japón una lista con los nombres de las mujeres, pero la respuesta desde Tokio fue que esa información no existía porque los documentos se habían destruido. El dirigente socialista Motooka Shoji, miembro de la Cámara Alta de la Dieta japonesa, reclamó que se investigara lo ocurrido, pero el Parlamento alegó que el problema ya se habría resuelto con el Tratado de Normalización de 1965. En 1991, Kim Hak-Sun, una de las mujeres que sobrevivieron a la explotación sexual, presentó la primera demanda judicial, siendo la primera víctima en hablar de su experiencia. Esto supuso el arranque de la lucha de un grupo de más de cincuenta mujeres coreanas que pedían el reconocimiento de los hechos y una disculpa oficial del Gobierno japonés. A partir del 8 de enero de 1992, “todos los miércoles a las 12 del mediodía, las víctimas junto a miembros del Consejo Coreano y otros grupos sociales marchan frente a la Embajada de Japón en Seúl. La marcha consiste en levantar carteles exigiendo justicia y perdón y expresar en público sus reclamos”.
El Gobierno de Tokio negó toda implicación en el establecimiento, reclutamiento y estructuración del sistema de las mujeres de confort desde el principio. No obstante, desde la Secretaría del Gabinete tuvo que emitirse en 1992 una disculpa, aunque fue vaga y demasiado genérica, dirigida a todas las mujeres por los actos cometidos durante la guerra. No fue hasta ese año que el Gobierno japonés reconoció su implicación en la administración y supervisión de estas estaciones. La UNHRC determinó entonces que las acciones del Gobierno nipón representaban un crimen contra la humanidad que violó los derechos humanos de las mujeres asiáticas.
En 1993, Japón admitió haber reclutado bajo coerción a las mujeres coreanas. La coerción era la palabra clave para desmentir las declaraciones previas, que indicaban que estas mujeres se dedicaban a la prostitución voluntariamente. El secretario del Gabinete, Yohei Kono, declaró que “el ejército japonés estuvo, directa o indirectamente, involucrado en el establecimiento y la gestión de las estaciones de confort, y en el traslado de mujeres de confort... que, en muchos casos, fueron reclutados en contra de su propia voluntad”. El Gobierno de Japón ofreció sus disculpas, arrepintiéndose de lo sucedido, pero no hubo compensación a las víctimas. En 1994, la Comisión Internacional de Juristas recomendó a Japón pagar la cantidad de $40.000 a cada superviviente. El Gobierno quiso estructurar un plan para pagar a las mujeres con fondos no gubernamentales, pero el Consejo Coreano para las mujeres raptadas por Japón como exclavas sexuales, fundado en 1990 e integrado por 37 instituciones no se lo permitió.
En 1995, el primer ministro Murayama Tomiichi sentó las bases del Asian Women’s Fund, que serviría para proteger los derechos de las mujeres en Japón y en el mundo. A ojos internacionales, esta organización se vio como una excusa para escapar de las responsabilidades legales requeridas, ya que se recaudaba dinero público, lo que hacía que la participación del Gobierno fuese casi imperceptible. Además, comenzó a hacerse oír una creciente opinión minoritaria de ciudadanos afines a la derecha japonesa que calificaban a las mujeres confort de ‘prostitutas’, a las que no era necesario compensar de ningún modo.
No obstante, la compensación monetaria es una de las cuestiones que menos ha importado a este grupo de mujeres. Su prioridad ante todo es restaurar su dignidad. Que el Gobierno japonés no se haya implicado directamente y no acalle opiniones como las de la minoría derechista, es probablemente lo que más les afecte. Ante todo, estas mujeres luchan por que Tokio reconozca los hechos públicamente y ofrezca una disculpa oficial por lo ocurrido.
La ONU ha seguido tomando el papel de mediador a lo largo de los años. Encontramos en varios documentos pertenecientes a la UNHRC declaraciones que instan a Japón a resolver el problema. En un documento que revisa la primera demanda de la organización (2 de febrero de 1996) en el Consejo de los Derechos Humanos, figura la respuesta del primer ministro Ryutaro Hashimoto: “la cuestión acerca de las reparaciones se resolvió mediante tratados de paz y el Gobierno nunca pagará una indemnización a las víctimas”.
En el documento en cuestión, se clasifica de esclavitud militar a las estaciones de confort. Japón respondió negando cualquier tipo de responsabilidad legal, dada la incapacidad de aplicarse retroactivamente la ley internacional del momento, la imprecisión de la definición de estaciones de confort, la no vigencia de leyes contra la esclavitud durante la Segunda Guerra Mundial y la no prohibición en las leyes internacionales de cometer violaciones en situaciones de conflicto internacional. Además, adujo que las leyes existentes durante la guerra solo se podían aplicar a la conducta cometida por los militares japoneses contra ciudadanos de un Estado beligerante, pero no contra los ciudadanos de Corea, ya que esta fue anexionada y formaba parte del territorio japonés.
En 1998, la abogada estadounidense Gay J. McDougall presentó ante la UNHRC un documento que concluía que las acciones tomadas por las Fuerzas Armadas de Japón eran crímenes contra la humanidad. Más tarde, ese mismo año, la ONU adoptó el texto y cambió la definición previa a estaciones de violación.
Estatua de bronce de una “mujer de consuelo” frente a la embajada de Japón en Seúl [Wikipedia] |
Entendimiento que no llega
A lo largo de los años, el problema no ha hecho más que crecer y la política japonesa ha ido alejándose de un posible camino de mejora de las relaciones diplomáticas con sus vecinos. Este problema de revisión de la historia es la base de los movimientos políticos que observamos en Japón desde 1945. Las reformas impuestas por la ocupación estadounidense y los tribunales de Tokio jugaron un papel de gran importancia, así como el Tratado de San Francisco, firmado en 1948. Todo ello ha establecido en la población japonesa una aceptación pasiva de la historia pasada y de sus responsabilidades.
Al haber sido juzgados en los tribunales de 1948, la responsabilidad y culpabilidad que cargaban los nipones se creyó absuelta. Por otro lado, la ocupación de EEUU sobre el archipiélago, tomando el control militar, afectó al orgullo de los ciudadanos. La transformación de la economía, la política, la defensa y, sobretodo, la educación también tuvo sus repercusiones. Desde los comienzos democráticos de Japón, la política se ha centrado en una defensa pasiva, una educación antinacionalista y unas relaciones exteriores alineadas con los intereses de la potencia norteamericana.
Sin embargo, tras las elección como primer ministro en 2012 de Shinzo Abe, líder del Partido Liberal Democrático (LDP), se han introducido numerosos cambios en la política exterior e interior del país, con reformas en campos que van desde la economía hasta la educación y la defensa. Respecto a esta última, Abe se ha enfocado mayormente en reintroducir la fuerza militar en Japón a partir de una enmienda en el artículo 9 de la Constitución de 1945. Este giro se debe a la ideología propia del partido, que quiere dar a Japón un mayor peso en la política internacional. Uno de los puntos clave en su Gobierno es precisamente la postura frente al polémico tema de las mujeres confort.
En 2015, Shinzo Abe y la presidenta de la República de Corea, Park Geun-hye, firmaron un tratado en el que se establecían tres objetivos a cumplir: las disculpas oficiales de Japón, la donación de mil millones de yenes a una fundación surcoreana para el beneficio de estas mujeres y la retirada de la estatua en recuerdo de las mujeres confort levantada frente a la embajada de Japón en Seúl. Este tratado fue el mayor logro en el largo proceso del conflicto, y fue recibido como la solución a tantos años de disputa. Los dos primeros objetivos se cumplieron, pero la controvertida estatua no fue apartada de su emplazamiento. La llegada del presidente Moon Jae-in en 2017 complicó la completa implementación del acuerdo. Ese año, Moon criticó abiertamente el tratado, por considerar que deja de lado a las víctimas y al pueblo coreano en general. Su presidencia ha variado ciertos enfoques estratégicos de Corea del Sur y se desconoce exactamente qué quiere conseguir con Japón.
Acuerdo pendiente
Lo que sí puede concluirse es que retrasar la solución no es beneficioso para ninguna de las partes. Dejar el problema abierto está frustrando a todos los países involucrados, sobre todo a Japón. Un ejemplo de ello es la reciente ruptura de la hermandad entre las ciudades de San Francisco y Osaka en 2018 debido a una estatua en la población estadounidense que representa a las víctimas de este conflicto. En ella se encuentran tres niñas, una niña china, una coreana y una filipina, cogiéndose de las manos. El alcalde de Osaka, Hirofumi Yoshimura, y su predecesor, Toru Hashimoto, habían escrito cartas a su ciudad hermanada desde que se redactó la resolución para construir el memorial. Asimismo, dentro del propio LDP, Yoshitaka Sakurada, calificó de ‘prostitutas’ a este grupo de mujeres en 2016; poco después de haber establecido el tratado de 2015 sobre este tema. Eso ha provocado una respuesta negativa al tratado, ya que se cree que en realidad Japón no busca la reconciliación, sino olvidar el tema sin aceptar la responsabilidad que conlleva.
El problema radica en cómo afrontan la controversia estos países. La República de Corea, con el presidente Moon, busca cerrar las heridas pasadas con nuevos acuerdos, pero Japón solo aspira a cerrar el asunto lo antes posible. La renegociación de un tratado no es la mejor opción para Japón: incluso buscando la mejor solución para ambas partes, saldría perdiendo. En caso de que el presidente Moon logre llegar a un nuevo acuerdo con el primer ministro Abe para solventar los problemas del anterior tratado, se demostraría que las negociaciones anteriores y las medidas adoptadas por Japón en 2015 han fracasado.
Por muchas disculpas que el Gobierno de Japón haya emitido a lo largo de los años, nunca se ha aceptado la responsabilidad legal sobre las acciones en relación a las mujeres confort. Mientras que esto no suceda, no se pueden proyectar futuros escenarios donde la discusión se solucione. El presidente Moon renegociará el tratado con Japón, pero las probabilidades de que resulte son escasas. Todo indica que Japón no tiene ninguna intención de renegociar el tratado ni de hacerse cargo legalmente. Si no alcanzan una solución, las relaciones entre los dos países se pueden llegar a deteriorar debido a la carga emocional que presenta el problema.
La raíz de las tensiones se sitúa en el pasado histórico y su aceptación. Tanto Moon Jae-in como Shinzo Abe deben reevaluar la situación con ojos críticos en relación a sus propios países. Japón debe comenzar a comprometerse con las acciones pasadas y la República de Corea debe mantenerse una posición constante y decidir cuáles son sus prioridades respecto a las mujeres confort. Solo ello puede permitirles avanzar en la búsqueda del mejor tratado para ambos.
Competencia de las dos potencias para disponer de bases en el Índico y tener actividad en países vecinos estratégicos
Los rumores sobre posible uso militar futuro por parte de China del área de Gwadar (Pakistán), donde Pekín ya gestiona un puerto, han añadido en el último año gran atención a la rivalidad que China e India sostienen para asegurarse el acceso a puntos que, repartidos por la región, les permitan el control del Índico. India estima este océano como propio, mientras que para China es vital para garantizar la seguridad de sus suministros energéticos desde Oriente Medio.
▲ Trabajos de China para transformar en isla el arrecife de Subi, en las islas Spratly, en 2015 [US Navy]
ARTÍCULO / Jimena Puga
Las dos principales potencias de Asia-Pacífico, China e India, están compitiendo por la supremacía regional en el océano Índico mediante el establecimiento de bases militares y acuerdos económicos con países fronterizos como Pakistán. El océano Índico, que bordea África, Oriente Medio, Asia y Australia, es la cuna de uno de los puntos más cruciales y estratégicos para el comercio internacional. Casi un 40% del petróleo extraído del mar se produce en el Índico, el cual tiene también depósitos de ricos minerales y de pesca.
Hace cinco años China inició su gran reclamación de territorio en el Mar Meridional de China, y el país ha establecido un status quo territorial a su favor sin recibir ningún impedimento internacional, con el fin de contrarrestar la presencia militar estadounidense en la región, establecida durante la Guerra Fría, y que controla el Mar Meridional de China y todas las mercancías que provienen de África, Oriente Medio y el estrecho de Malaca. Esta expansión territorial del Imperio del Centro empezó en diciembre de 2013; desde entonces China ha construido más de media docena de islas artificiales más, situadas en un lugar estratégico por donde pasa un tercio del comercio marítimo global, y ha desplegado activos militares en ellas.
Sin embargo, la creación de estas islas ha supuesto grandes daños para el ecosistema marítimo de la región. Los arrecifes de coral que China ha destruido para utilizarlos como base para el establecimiento de sus islas, constituían alimento y refugio para numerosas especies marítimas, así como abastecimiento para las empresas de pesca más importantes de Asia. No obstante, gracias a esta expansión territorial China está en una mejor posición no solo para el control marítimo y aéreo de la zona sino también para continuar con el avance de su estrategia de proyección de poder en el Océano Índico y parte del Pacífico para satisfacer sus planes de poder y supremacía en la región.
La neocolonización
A principios de 2018 algunas informaciones apuntaron a que China planea habilitar una base naval junto al puerto que desarrolla en Gwadar, en Pakistán, si bien autoridades de este país niegan que Pekín haya solicitado dar ese uso a las instalaciones. En cualquier caso, el atraque de buques militares en el área de Gwadar pondría en conexión ese punto con la reciente base militar y naval del país construida en Yibuti –la primera que China tiene en el exterior– como parte de una creciente red propia de bases aéreas y navales a lo largo del Océano Índico.
India, la mayor potencia de entre los países regionales, está respondiendo a la expansión china con una inesperada fuerza. Delhi aspira a controlar los puntos más estratégicos del comercio marítimo en el Índico incluyendo los estrechos de Malaca y de Ormuz y el canal de Mozambique. Además, India está ganando acceso a las bases de sus aliados extranjeros en la región. En 2017 firmó un acuerdo de logística con EEUU que supondría el libre acceso a las instalaciones militares estadounidenses a lo largo de la región (acuerdo que quizá tenga algo que ver con el deseo de EEUU de crear una alternativa a la Iniciativa del Cinturón y Ruta de la Seda y frenar el rápido crecimiento de la superpotencia asiática).
En enero de 2018, India también anunció el acuerdo logístico de intercambio con Francia que implica el libre acceso a las instalaciones militares franceses en Yibuti, concretamente en el Mar Rojo y en la isla de Reunión, al sur del océano Índico (quizá para contrarrestar los acuerdos chino-europeos). Por último, India también esta construyendo relaciones estratégicas e infraestructuras cerca del Golfo Pérsico. Y tras años de negociaciones, Delhi ha conseguido formalizar un acuerdo con Irán para modernizar y ampliar el puerto de Chabahar, cerca del estrecho de Ormuz. Aunque es cierto que la gran mayoría de acuerdos son de carácter comercial, tienen el suficiente potencial como para aumentar el acceso y la influencia de India en Asia central.
En respuesta a la base militar de Pekín en Yibuti, Nueva Delhi ha comenzado la búsqueda de acceso a nuevas instalaciones en Seychelles, Omán y Singapur. Desde Tanzania a Sri Lanka las dos potencias asiáticas están intentando aumentar su presencia militar y económica en países a lo largo del Índico en su misión por la supremacía regional. Por último, es posible que la petición de drones a EEUU en 2017 por parte de India tuviese como objetivo la monitorización de la actividad china en el océano.
“Mis compañeros chinos me han dicho de manera explícita que si EEUU continúa sobrevolando y navegando en lo que ellos autodenominan ‘sus aguas’, China derribará al correspondiente intruso”, dijo Matthew Kroenig, analista de la CIA y del Pentágono. “Tal vez sea solo un farol, pero si China derribase un avión americano, sería el escenario perfecto para el incremento de la presencia militar estadounidense. Es duro ver al presidente Trump o a cualquier otro dirigente americano darle la espalda a este asunto”.
COLLAR DE PERLAS DE CHINA. 1-Hong Kong; 2-Hainan; 3-Islas Paracel (en disputa); 4-Islas Spratly (en disputa), 5- Sihanoukville y Raum (Camboya), puertos; 6-Itsmo de Kra (Tailandia), infraestructuras; 7-Islas Coco (Myanmar), antenas; 8-Sittwe (Myanmar), puerto; 9-Chittagong (Bangladesh), puerto; 10-Hambantota (Sri Lanka), puerto; 11-Marao (Maldivas), exploración marítima; 12-Gwadar (Pakistán), puerto; 13-Puerto Sudán; 14-Al Ahdab (Irak), explotación petrolífera; 15-Lamu (Kenia), puerto. Gráfico de 2012; falta señalar la primera base militar de China en el exterior, en Yibuti, inaugurada en 2017 [Edgar Fabiano] |
La globalización
Los movimientos de ambas potencias derivan del miedo a que el resto de países se unan en coalición con su oponente en el futuro, pero tampoco quieren abandonar por completo la expansión de las relaciones económicas el uno con el otro alterando el orden regional de forma demasiado drástica.
Este poder de los débiles tiene limitaciones, pero ha funcionado hasta ahora de forma beneficiosa tanto para India como para China. Debido a la globalización, concretamente en el ámbito económico, los Estados más débiles han adoptado estrategias asimétricas para extraer recursos de sus superpotencias vecinas que aspiran a ser líderes en el panorama internacional. A menudo, estos países fronterizos debían elegir una superpotencia para obtener recursos, tal y como ocurrió durante la Guerra Fría. La diferencia en esta era de globalización es que estos Estados pueden extraer concesiones y recursos de ambos, Pekín y Delhi, sin alinearse formalmente con uno de ellos, como es el caso, por ejemplo, de Vietnam. La ausencia de una rivalidad entre dos bloques, como sucedió durante la Guerra Fría, y los altos niveles de interdependencia económica entre India y China facilitan a muchos de los pequeños Estados evitar firmar una alianza son uno de estos líderes.
La sutil estrategia de India implica desarrollar ententes con Japón y los países miembros de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), así como con Estados Unidos. Concretamente, las negociaciones cuadrilaterales iniciadas entre India, Japón, EEUU y Australia son otro mecanismo estabilizador frente a China.
Sin embargo, las estrategias de los Estados menores al sur de Asia tienen limitaciones. Aunque China está ofreciendo mayor asistencia económica, es poco probable que esos países, excepto Pakistán, formen alianzas militares con China porque si lo hacen, provocaría una contestación negativa por parte de la India, poder dominante en la región, y de Estados Unidos, la superpotencia internacional que todavía tiene una fuerte presencia naval en el océano Índico. Estamos presenciando una nueva dinámica de relaciones diplomáticas en la región de Asia-Pacífico.
Esta nueva tendencia de acercamiento a los países menores se traduce en una inclinación a utilizar el atractivo económico para persuadir a los vecinos antes que utilizar la coerción militar. Está todavía por ver cuánto tiempo continuará esta tendencia. Las nuevas estrategias de India con otras potencias internacionales pueden ser la llave para complicar la libertad de acción y decisión que China está teniendo en el ámbito militar, especialmente en esta época de paz. Lo que está claro es que la aspiración de supremacía de China es visible por todos los países que forman parte de la región de Asia-Pacífico y no será tan fácil de instaurar como el Imperio del Centro pensaba.
▲Área del Indo-Pacífico y territorios adyacentes [Wikimedia-Commons]
ANÁLISIS / Emili J. Blasco
Estamos asistiendo al nacimiento efectivo de Eurasia. Si esa palabra surgió como artificio, para reunir dos geografías adyacentes, sin relación, hoy Eurasia está emergiendo como realidad, en una única geografía. El catalizador ha sido sobre todo la apertura hacia Poniente de China: en la medida en que China ha comenzado a ocuparse de su parte trasera –Asia Central–, y ha dibujado nuevas rutas terrestres hacia Europa, las distancias entre los márgenes de Eurasia también se han ido reduciendo. Los mapas de la Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda tienen como efecto primero presentar un único continente, de Shanghái a París o Madrid. La guerra comercial entre Pekín y Washington y el desamparo europeo del otrora paraguas estadounidense contribuyen a que China y Europa se busquen mutuamente.
Una consecuencia de la mirada cruzada desde los dos extremos del supercontinente, cuyo encuentro construye ese nuevo mapa mental de territorio continuo, es que el eje mundial se traslada al Índico. Ya no está en el Atlántico, como cuando Estados Unidos retomó de Europa el estandarte de Occidente, ni tampoco en el Pacífico, adonde se había movido con el fenómeno emergente del Este asiático. Lo que parecía ser la localización del futuro, el Asia-Pacífico, está cediendo el paso al Indo-Pacífico, donde ciertamente China no pierde protagonismo, pero queda más sujeta al equilibrio de poder euroasiático. La ironía para China es que queriendo recuperar su pretérita posición de Reino del Medio, sus planes expansivos acaben dando centralidad a India, su velada némesis.
Eurasia se encoge
La idea de un encogimiento de Eurasia, que reduce su vasta geografía al tamaño de nuestro campo visual, ganando en entidad propia, fue expresada hace dos años por Robert Kaplan en un ensayo que luego ha recogido en su libro The Return of Marco Polo's World (2018)[1]. Justamente el renacimiento de la Ruta de la Seda, con sus reminiscencias históricas, es lo que ha acabado por poner en un mismo plano en nuestra mente Europa y Oriente, como en unos siglos en los que, desconocida América, no existía nada allende los océanos circundantes. “A medida que Europa desaparece”, dice Kaplan en referencia a las crecientemente vaporosas fronteras europeas, “Eurasia se cohesiona”. “El supercontinente se está convirtiendo en una unidad fluida y global de comercio y conflicto”, afirma.
Para Bruno Maçães, autor de The Down of Eurasia (2018)[2], hemos entrado en una era euroasiática. A pesar de lo que cabría haber predicho hace tan solo un par de décadas, “este siglo no será asiático”, asegura Maçães. Tampoco será europeo o americano, sino que estamos como en aquel momento, al término de la Primera Guerra Mundial, cuando se pasó de hablar de Europa a hacerlo de Occidente. Ahora Europa, desprendida de Estados Unidos, según argumenta este autor portugués, también pasa a integrarse en algo mayor: Eurasia.
Teniendo en cuenta ese movimiento, tanto Kaplan como Maçães vaticinan una disolución de Occidente. El americano pone el acento en las deficiencias de Europa: “Europa, al menos como la hemos conocido, ha comenzado a desaparecer. Y con ella Occidente mismo”; mientras que el europeo señala más bien el desinterés de Estados Unidos: “Uno tiene la sensación de que la vocación universalista estadounidense no es garantizar la preeminencia global de la civilización occidental, sino seguir como la única superpotencia global”.
Cambia el eje del mundo
A raíz del descubrimiento español de América, en el siglo XVI se veía coronar una traslación gradual hacia Occidente de la hegemonía y de la civilización en el mundo. “Los imperios de los persas y de los caldeos habían sido reemplazados por los de Egipto, Grecia, Italia y Francia, y ahora por el de España. Aquí permanecería el centro del mundo”, escribe John Elliott citando un escrito de la época, del humanista Pérez de Oliva[3]. La idea de estación final también se tuvo cuando el peso específico del mundo se situó en el Atlántico, y luego en el Pacífico. Hoy proseguimos de nuevo ese viraje hacia Poniente, hasta el Índico, sin ya quizá mucho ánimo de darlo por definitivo, aunque se complete la vuelta sobre cuyos inicios teorizaron los renacentistas.
Al fin y al cabo, también ha habido traslaciones del centro de gravedad en sentido contrario, si atendemos a otros parámetros. En las décadas posteriores a 1945 la localización media de la actividad económica entre diferentes geografías estuvo situada en el centro del Atlántico. Con el cambio de siglo, sin embargo, el centro de gravedad de las transacciones económicas ha estado emplazado al Este de las fronteras de la Unión Europea, según apunta Maçães, quien pronostica que en diez años el punto medio estará en la frontera entre Europa y Asia, y a mitad del siglo XXI entre India y China, países que están “abocados a desarrollar la mayor relación comercial del mundo”. Con ello, India “puede convertirse en el nudo central entre los extremos del nuevo supercontinente”. Moviéndonos hacia un lado del planeta hemos llegado al mismo punto –el Índico– que en el viaje en sentido contrario.
El mundo isla
A diferencia del Atlántico y del Pacífico, océanos que en el globo se extienden verticalmente, de polo a polo, el Índico se despliega horizontalmente y en lugar de encontrar dos riberas, tiene tres. Eso hace que África, al menos su zona oriental, forme parte también de esta nueva centralidad: si la rapidez de navegación propiciada por los monzones ya facilitó históricamente un estrecho contacto del subcontinente indio con la costa este africana, hoy las nuevas rutas de la seda marítimas pueden acrecentar aún más los intercambios. Eso y la creciente llegada de migrantes subsaharianos a Europa refleja un fenómeno centrípeto que incluso da pie a hablar de Afro-Eurasia. Así que, como apunta Kaplan, referirse al mundo isla como en su día hizo Halford Mackinder “ya no es algo prematuro”. Maçães recuerda que Mackinder veía como una dificultad para percibir la realidad de ese mundo isla el hecho de que no fuera posible circunnavegarlo por completo. Hoy esa percepción debiera ser más fácil, cuando se está abriendo la ruta del Ártico.
En el marco de las teorías complementarias –verso y reverso– de Halford Mackinder y de Nicholas Spykman sobre el Heartland y el Rimland, respectivamente, cualquier centralidad de India tiene que traslucirse en poder marítimo. Cerrado su acceso al interior de Asia por el Himalaya y por un antagónico Pakistán (le queda el único y complejo paso de Cachemira), es en el mar donde India puede proyectar su influencia. Como India, también China y Europa están en el Rimland euroasiático, desde donde todas esas potencias disputarán el equilibrio de poder entre ellas y también con el Heartland, que básicamente ocupa Rusia, auque no en exclusiva: en el Heartland también se encuentran las repúblicas centroasiáticas, que cobran un especial valor en la competencia por el espacio y los recursos de un encogido supercontinente.
Pivot a Eurasia
En esta región del Indo-Pacífico, o del Gran Índico, que va del Golfo Pérsico y las costas de África oriental hasta la segunda cadena de islas de Asia-Pacífico, a Estados Unidos le corresponde un papel exterior. En la medida en que el mundo isla se cohesiona, queda más remarcado el carácter satelital estadounidense. La gran estrategia de Estados Unidos deviene entonces en lo que ha sido el tradicional imperativo del Reino Unido con respecto a Europa: impedir que una potencia domine el continente, algo que más fácilmente se logra apoyando a una u otra potencia continental para debilitar a la que en cada momento sea más fuerte (Francia o Alemania, según la época histórica; hoy Rusia o China). Ya en la Guerra Fría, Estados Unidos se esforzó por impedir que la URSS se alzara en hegemón al controlar también Europa Occidental. Eurasia entra en un juego de equilibrio de poder presumiblemente intenso, como lo fue el escenario europeo entre el siglo XIX y el XX.
Por eso, Kaplan dice que Rusia puede ser contenida mucho más por China que por Estados Unidos, como también Washington debiera aprovechar a Rusia para limitar el poder de China, a sugerencia de Henry Kissinger. Para ello, el Pentágono debiera ampliar hacia el Oeste la presencia estratégica que tiene en el Pacífico Occidental: si como potencia exterior y marítima no puede acceder al centro continental de Eurasia, sí puede tomar posición en las entrañas mismas de esa gran región, que es el propio Índico.
“Si Obama hizo el pivot a Asia, entonces Trump ha pivotado a Eurasia. Quienes toman decisiones en Estados Unidos parecen crecientemente conscientes de que el nuevo centro de gravedad en la política mundial no es el Pacífico ni el Atlántico, sino el Viejo Mundo entre los dos”, ha escrito Maçães en un ensayo posterior a su libro[4].
Imagen de la presentación oficial de la Free and Open Indo-Pacific Strategy japonesa [Mº Exteriores de Japón] |
Alianzas con India
El cambio de foco desde Asia-Pacífico al Indo-Pacífico por parte de Estados Unidos fue expresado formalmente en la Estrategia de Seguridad Nacional publicada en diciembre de 2017, el primero de ese tipo de documentos elaborado por la Administración Trump. Consecuentemente, Estados Unidos ha rebautizado su Comando del Pacífico como Comando del Indo-Pacífico.
La estrategia de Washington, como la de otros destacados países occidentales de la región, sobre todo Japón y Australia, pasa por una coalición de algún tipo con India, por el carácter central de este país y como mejor manera de contener a China y Rusia.
La conveniencia de una mayor relación con Nueva Dehli ya fue esbozada por Trump durante la visita del primer ministro indio, Narendra Modi, a Washington en junio de 2017, y luego por el entonces secretario de Estado, Rex Tillerson, en octubre de 2017. El sucesor de este, Mike Pompeo, abordó un marco más definido en julio de 2018, cuando anunció ayudas de 113 millones de dólares para proyectos destinados a lograr una mayor conectividad de la región, desde tecnologías digitales a infraestructuras. El anuncio fue entendido como el deseo estadounidense de hacer frente a la Iniciativa Cinturón y Ruta de la Seda lanzada por China.
En ocasiones, la Estrategia para el Indo-Pacífico de Estados Unidos se presenta asociada a la Estrategia para un Indo-Pacífico Libre y Abierto (FOIP), que es el nombre puesto por Japón para su propia iniciativa de cooperación para la región, ya expuesta hace diez años por el primer ministro japonés Shinzo Abe. Ambas son coincidentes en contar con India, Japón, Australia y Estados Unidos como los principales garantes de la seguridad regional, pero presentan dos principales divergencias. Una es que para Washington el Indo-Pacífico va desde el litoral oriental de India hasta la costa oeste estadounidense, mientras que en la iniciativa japonesa el mapa va del Golfo Pérsico y la costa africana a Filipinas y Nueva Zelanda. La otra tiene que ver con la manera de percibir a China: la propuesta japonesa busca la cooperación china, al menos en el nivel declarativo, mientras que el propósito estadounidense es hacer frente a los “riesgos de dominio chino”, como se consigna en la Estrategia de Seguridad Nacional.
India también ha elaborado una iniciativa propia, presentada en 2014 como Act East Policy (AEP), con el objeto de potenciar una mayor cooperación entre India y los países de Asia-Pacífico, especialmente de la ASEAN. Por su parte, Australia expuso su Policy Roadmap para la región en 2017, que descansa en la seguridad que ya viene prestando Estados Unidos y aboga por un continuado entendimiento con las “las democracias indo-pacíficas” (Japón, Corea del Sur, India e Indonesia).
Otras consecuencias
Algunas otras consecuencias del nacimiento de Eurasia, de diferente orden e importancia, son:
–La Unión Europea no solo está dejando de ser atrayente como proyecto político e incluso económico para sus vecinos, debido a sus problemas de convergencia interna, sino que la realidad de Eurasia la reduce a ser una península en los márgenes del supercontinente. Por ejemplo, pierde cualquier interés la vieja cuestión de si Turquía forma o no parte de Europa: Turquía va a tener una mejor posición en el tablero.
–Adquieren toda su importancia los corredores que China quiere tener abiertos hacia el Índico (Myanmar y, sobre todo, Pakistán). Sin poder recobrar el estatus milenario de Reino del Medio, China valorará aún más disponer de la provincia de Xinjiang como modo de estar menos escorada en un lado del supercontinente y como plataforma para una mayor proyección hacia el interior del mismo.
–El pivot a Eurasia por parte de Estados Unidos obligará a Washington a distribuir sus fuerzas en una mayor extensión de mar y sus riberas, con el riesgo de perder poder disuasorio o de intervención en determinados lugares. Cuidar el Índico puede llevarle, sin pretenderlo, a descuidar el Mar de China Meridional. Un modo de ganar influencia en el Índico sin gran esfuerzo podría ser trasladar la sede de la Quinta Flota de Bahréin a Omán, igualmente a un paso del estrecho de Ormuz, pero fuera del Golfo Pérsico.
–Rusia se ha visto tradicionalmente como un puente entre Europa y Asia, y ha contado con alguna corriente defensora de un euroasianismo que presentaba Eurasia como un tercer continente (Rusia), con Europa y Asia a cada lado, y que reservaba el nombre de Gran Eurasia al supercontinente. En la medida en que este se encoja, Rusia se beneficiará de la mayor conectividad entre un extremo y otro y estará más encima de sus antiguas repúblicas centroasiáticas, aunque estas tendrán contacto con un mayor número de vecinos.
(1) Kaplan, R. (2018) The Return fo Marco Polo's World. War, Strategy, and American Interests in the Twenty-First Century. Nueva York: Random House
(2) Maçães, B. (2018) The Dawn of Eurasia. On the Trail of the New World Order. Milton Keynes: Allen Lane
(3) Elliott, J. (2015) El Viejo Mundo y el Nuevo (1492-165). Madrid: Alianza Editorial
(4) Maçães, B. (2018). Trump's Pivot to Eurasia. The American Interest. 21 de agosto de 2018
▲Kim Jung-un and Moon Jae-in met for the first time in April, 2018 [South Korea Gov.]
ANALYSIS / Kanghun Ji
North Korea has always utilized its nuclear power as a leverage for negotiation in world politics. Nuclear weapons, asymmetric power, are the last measure for North Korea which lacks absolute military and economic power. Although North Korea lags behind the United States and South Korea in military/economic power, its possession of nuclear weapons renders it a significant threat to other countries. Recently, however, they have continued to develop their nuclear power in disregard of international regulations. In other words, they have not used nuclear issue as a leverage for negotiation to induce economic support. They have rather concentrated on completing nuclear development, not considering persuasion from peripheral countries. This attitude can be attributed to the fact that the development of their nuclear power is almost complete. Many experts say that North Korea judges the recognition of their nation with nuclear power to be a more powerful negotiation tool (Korea times, 2016).
In this situation, South Korea has been trying many different kinds of strategies to resolve the nuclear crisis because security is their main goal: United States-South Korea joint military exercises and United Nations sanctions against North Korea are some of those strategies. Despite these oppressive methods using hard power, North Korea has refused to participate in negotiations.
Most recently, however, North Korea has discarded its previous stance for a more peaceful and amicable position following the PyeongChang Olympics. Discussions about nuclear power are proceeding and the nation has even declared that they will stop developing nuclear power.
Diverse causes such as international relations or economic needs influence their transition. This essay would argue that the soft power strategies of South Korea are substantially influencing North Korea. Therefore, an analysis of South Korea’s soft power strategies is necessary in order to figure out the successful way to resolve the nuclear crisis.
Importance of soft-power strategies in policies against North Korea
North Korea has justified its dictatorship through the development of its ‘Juche’ ideology which is very unique. This ideology is established on the theory of ‘rule by class’ which stems from Marxism-Leninism. In addition, the regime has combined it with Confucianism that portrays a dictator as a father of family (Jung Seong Jang, 1999). Through this justification, a dictator is located at the top of class, which would complete the communist ideal. People are taught this ideology thoroughly and anyone who violates the ideology is punished. To open up this society which has formerly been ideologically closed, their ideology should be undermined by other attractive ideology, culture, and symbol.
However, North Korea has effectively blocked it. For example, recently, many people in North Korea have covertly shared TV shows and music from South Korea. People who are caught enjoying this culture are severely punished by the government. In these types of societies, oppression through hard power strategies doesn’t affect making any kind of change in internal society. It rather could be used to enhance internal solidarity because the potential offenders such as United States or South Korea are postulated as certain enemies to North Korea, which requires internal solidarity to people. North Korea has actually depicted capitalism, United States and South Korea as the main enemies in media. It intends to induce loyalty from people.
As a result, the regime have developed nuclear weapons successfully under strong censorship. Nuclear power is the main key to maintain the dictatorship. The declaration of ‘Nuclear-Economy parallel development’ from the start of Kim Jung-Eun’s government implies that the regime would ensure nuclear weapon as a measure to maintain its system. In this situation, sending the message that its system can coordinately survive alongside South Korea in world politics is important. Not only oppressive strategies but also appropriate strategies which attract North Korea to negotiate are needed.
Analysis of South Korea Soft Power Strategies
In this analysis, I will employ a different concept of soft power compared from the one given by Joseph Nye. Nye’s original concept of soft power focuses on types of behavior. In terms of his concept, co-optive power such as attraction and persuasion also constitutes soft power regardless of the type of resource (Joseph Nye, 2013). However, the concept of soft power I will use focuses on what types of resources users use regardless of the type of behaviors. Therefore, any kinds of power exerted by only soft resources such as images, diplomacy, agenda-setting and so on could be soft power. It is a resource-based concept compared to Nye’s concept which is behavior based (Geun Lee, 2011).
I use this concept because using hard resources such as military power and economic regulation to resolve the nuclear problem in North Korea has been ineffective so far. Therefore, using the concept of soft power which is based on soft resources makes it possible to analyze different kinds of soft power and find ways to improve it.
According to the thesis by Geun Lee (2011: p.9) who used the concept I mentioned above, there are 4 categories of Soft Power. I will use these categories to analyze the soft power strategies of South Korea.
1. Application of soft resources – Fear – Coercive power (or resistance) |
2. Application of soft resources – Attractiveness, Safety, Comfort, Respect – Co-optive power |
3. Application of soft resources (theories, interpretative frameworks) – New ways of thinking and calculating – Co-optive power |
4. Socialization of the co-optive power in the recipients – Long term soft power in the form of “social habit” |
1. Oppression through diplomacy: Two-track diplomacy
South Korea takes advantage of soft power strategies that request a global mutual-assistance system in order to oppress North Korea. Based on diplomatic capabilities, South Korea has tried to make it clear that all countries in world politics are demanding a solution to the North Korean nuclear crisis. Through these strategies, it wants to provoke fear in North Korea that it would be impossible to restore its relationship with the world. These strategies have been influential because they are harmonized with United Nations’ Security Council resolutions. Especially, the two-track diplomacy conducted by the president Moon-jae-in in the United Nations general assembly in 2017 is evaluated to be successful. He gave North Korea two options in order to attract them to negotiate (The fact, 2017). The president Moon-jae-in stressed the importance of cooperation about nuclear crisis among countries in his address to the general assembly. Moreover, he discussed the issue with the presidents of United States and Japan and pushed for a firm stance against the North Korea nuclear problem. However, at the same time, he declared that South Korea is ready for peaceful negotiation and discussion if North Korea wish to negotiate and stop developing its nuclear power. By offering two options, South Korea not only aimed to incite fear in North Korea but also left room for North Korea to appear at the negotiation tables.
Strategies using diplomatic capabilities are valuable because they can induce coercive power through soft resources. However, it would be difficult to judge the effectiveness if North Korea didn’t show any reaction to these strategies. Moreover, the cooperation with Russia and China is very important to persuade North Korea because they are maintaining amicable relationships with North Korea against United States and Japan. In the situation that North Korea has aimed to complete development of nuclear weapons for negotiation, diplomatic oppression is not effective itself for making change.
Joint statement by the leaders of North and South Korea, in April 2018 [South Korea Gov.] |
2. Sports and culture: Peaceful gesture
The attempt to converse through sports and culture is one of the soft power strategies used by South Korea in order to solve the nuclear crisis. This strategy intends to obtain North Korea’s cooperation in non-political areas which could then spread to political negotiations. As a result of this strategy, South Korea and North Korea formed a unified team during the last Olympics and Asian games (Yonhapnews, 2018). However, for it to be a success, their cooperation should not be limited to the non-political area, but instead should lead to a constructive conversation in politics. In these terms, South Korea’s peaceful gesture in the Pyeong-Chang winter Olympic is seen to have brought about positive change. Before the Olympics, many politicians and experts were skeptical to the gesture because North Korea conducted the 6th nuclear test in 2017, ignoring South Korea’s message (Korea times, 2018). In extension of the two-track diplomacy strategy, nevertheless, the South Korea government has continually shown a desire to cooperate with North Korea. These strategies focus on cooperation only in soft power domains such as sports, culture, and music rather than domains that expose serious political intension.
In the United Nations general assembly which adopted a truce for the Pyeong-Chang Olympics, gold medalist Kim-yun-a required North Korea to participate in Olympics on her address (Chungang, 2017). Moreover, in the event for praying successful Olympics, the president Moon-jae-in sent another peaceful gesture mentioning that South Korea would wait for the participation of North Korea until the beginning of Olympics (Voakorea, 2017). This strategy ended up having successfully attracted North Korea. As a result, they composed a unified ice hockey team and diplomats were dispatched from North Korea during the Olympics to watch the game with South Korean government officials. And then, they exchanged cultural performances in Pyeong-Chang and Pyeong-yang. Finally, the efforts led to the summit meeting between South-North Korea, and North Korea even declared that it would stop developing nuclear power and establish cooperation with South Korea.
It is too early to judge whether North Korea will stop developing their nuclear influence. However, it is a success in the sense that South Korea has attracted North Korea into conversations. Especially, South Korea has effectively taken advantage of the situation that all countries in international relations pay attention to the nuclear crisis of North Korea. They continuously pull North Korea into the center of world politics and leave North Korea without alternative option. Continuous agenda-setting and issue making has finally attracted North Korea.
3. Agenda-setting and framing
It is important to continuously set agendas about issues which are related to North Korea’s violations concerning the nuclear crisis and human rights. Although North Korea is isolated from world politics, it can’t operate its system if it refuses to cooperate or trade with other countries. As a result, it do not want to be in constant conflict with world politics. Therefore, the focal point of agenda-setting South Korea should impress is the negative effects of nuclear policies and dictatorship of North Korea. Moreover, South Korea should recognize that the goal of developing nuclear influence of North Korea is not to declare war but to ensure protection for their political system. South Korea needs to continuously stress that political system of North Korea would be insured after nuclear dismantlement. These strategies change thoughts of North Korea and induce it to participate in negotiations.
However, South Korea has not been effectively employing this strategy. Agenda-setting which might arouse direct conflict with North Korea could aggravate their relationship. This explains its unwillingness to resort to this strategy. On the other hand, the United States show effective agenda-setting which relates to the nuclear crisis mentioning Iran as a positive example of a successful negotiation.
South Korea needs to set and frame the agenda about similar issues closely related to North Korea. For example, the rebellion against the dictatorship in Syria and the resulting death of the dictator in Yemen which stem from tyrannical politics could be a negative precedent. Also, the agreement with Iran that acquired economic support by abandoning nuclear development could be a positive precedent. Through this agenda setting, South Korea should change the thought of North Korea about their nuclear policies. If this strategy succeeds, North Korea will obtain a new interpretative framework, which could lead them to negotiate.
4. Competition of system: North Korea defector and Korean wave
The last type of soft power strategy is a fundamental solution to provoke change. While the strategies I mentioned above directly targets the North Korea government, this strategy mainly targets the people and the society of North Korea. Promoting economic, cultural superiority could influence the North Korean people and then it could lead to movements which would require a transition from the current society. There are many different kinds of way to conduct this strategy and it is abstract in that we can’t measure how much it could influence society. However, it could also be a strategy which North Korea fears the most in the sense that it could provoke change from the bottom of the society. In addition to this, it could arouse fundamental doubt about the ‘Juche’ ideology or nuclear development which is maintained by an exploitative system.
One of these strategies is the policy concerning defectors. South Korea has been implementing policies which accept defectors and help them adjust to the South Korea society. These defectors get a chance to be independent through re-socialization. And then, some of them carry out activities which denounce the horrible reality of the internal society of North Korea. If their voice became influential in world politics, it could become a greater threat to the North Korea system. In 2012, some defectors testified against the internal violation of human rights in UNCHR to gain attention from the world (Newsis, 2016).
In addition, recently, Korean dramas and music are covertly shared within the North Korea society (Daily NK, 2018). It could also provoke a social movement to call for change. Because the contents reflect a much higher standard of living, it triggers curiosity and admiration from North Korean people. These strategies lead society of North Korea to socialize with the co-optive power in the recipients. Ultimately, long term soft power could threaten North Korea itself.
Limits and conclusion
This essay has analyzed the strategies South Korea has used in order to resolve the North Korean nuclear crisis. South Korea threatens North Korea utilizing consensus among countries. Strategies its government has shown such as the speech of the president Moon-jae-in in the United Nations general assembly, the winter Olympics which reflected a desire for peace and the two-track diplomacy are totally different from the consistently conservative policies that the previous governments showed during the last ten years. In addition, the declaration of the Trump’s administration that they would continuously pressure North Korea about nuclear issues offered the opportunity to react to North Korea’s nuclear policies. In this process, active joint response among South Korea, United States and Japan is also necessary.
However, it is true that there are some drawbacks. In order for North Korea to eventually accept nuclear disarmament, South Korea absolutely needs to cooperate with Russia and China which are not only in a good relationship with North Korea but also in a comparatively competitive relationship with the United States and Japan. If South Korea will succeed in gaining their support, the process of reaching an agreement concerning nuclear issues would be much easier.
Eventually, in contrast with the hard power strategies with hard resources, soft power strategies with soft resources can only be effective when South Korea offers the second attractive option. The options are diverse. The main point is that North Korea should recognize the positive effects of abandoning nuclear.
Also, South Korea should recognize that the effect of soft power strategies is maximized when it coexists with economic / military oppression through hard power. In other words, South Korea must take into account Joseph Nye’s smart power to solve the nuclear crisis.
In this process, the most important thing is to persuade North Korea by offering an attractive choice. The reason why North Korea desires to have a summit meeting with South Korea and the United States is because they judge that the choice would be more profitable. Therefore, the South Korean government needs to reflect upon what objectives North Korea has when they accept to negotiate. For example, China’s economic opening is an example of a good precedent that North Korea could follow. South Korea needs to give North Korea a blue print such as the example of China and lead the agreement about the nuclear problem.
Lastly, it is difficult to apprehend the effectiveness of soft power strategies with soft resources, mentioned by Geun Lee, in the sense that the data and the figures about this strategy are not easy to measure in contrast with hard power strategies. Also, many causes exist concerning change of North Korea. Therefore, further research needs to establish a system to get concrete and scientific data in order to apprehend the complex causes and effects of this strategy such as that stem from smart power strategies.
References
Geun Lee (2009) A theory of soft power and Korea's soft power strategy, Korean Journal of Defense Analysis, 21:2, 205-218, DOI: 10.1080/10163270902913962
Joseph S. Nye. JR. (2013) HARD, SOFT, AND SMART POWER. In: Andrew F. Cooper, Jorge Heine, and Ramesh Thakur(eds.) The Oxford Handbook of Modern Diplomacy, pp.559-574
Jung Seong Jang. (1999) Theoretical Structure and Characteristics of the Juche Ideology. 북한연구학회보, 3:2, 251-273
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Las repúblicas centroasiáticas se disputan los escasos recursos hídricos de la Cuenca del Mar de Aral
La falta de cooperación efectiva entre las repúblicas por donde atraviesan los dos principales ríos de Asia Central, el Amu Darya y el Syr Darya, que históricamente han alimentado el Mar de Aral, está impidiendo resolver los problemas hídricos de la región. Objetivos a corto plazo, como la explotación hidroeléctrica o las prospecciones petroleras, dificultan el entendimiento, si bien recientes iniciativas apuntan en la correcta dirección.
▲Imagen satelital del Mar de Aral, con el norte abajo [NASA]
ARTÍCULO / Roberto Ramírez Millán
Fuente de vida, alimento de los cultivos, medio de navegación… Son muchas las funciones que cumple el agua como recurso humano. Es indispensable y necesaria para el mantenimiento y desarrollo de cualquier nación. Hoy este recurso se está agotando debido a la gran expansión industrial de los últimos siglos, el crecimiento en masa de la población y el cambio climático. La disputa por el agua dulce, dada su importancia económica, geopolítica y geoestratégica está desencadenando conflictos entre diversos países, conocidos como “guerras del agua”. Eso ocurre en el área del Asia-Pacífico y singularmente en el caso la región de Asia Central, en la Cuenca del Mar de Aral.
Debido a la sequía que caracteriza a esta zona, los ríos Amu Darya y Syr Darya están sometidos a especial tensión como principales proveedores de agua dulce a los países de Asia Central. Desde el colapso de la URSS, junto con sus organizaciones para la negociación de las aguas de esta cuenca, y la independencia de los países localizados en esta región, la falta de una organización internacional efectiva que regule el uso de este recurso entre los Estados ha conllevado una serie de conflictos internacionales debido a las desigualdades de acceso al agua.
En 1993 la República de Kirguistán comenzó a usar la cascada de Naryn como una fuente de energía hidroeléctrica, con la intención de suplir la carencia de combustible orgánico. Con este nuevo uso de las infraestructuras, que conllevaba una gran retención de agua durante el verano, la República de Kirguistán aprovechó para vender energía eléctrica a precios desorbitantes a cambio de gas y carbón, del cual carece, a países como Kazajstán y Uzbekistán. La búsqueda del beneficio propio de los Estados y la falta de cooperación entre ellos imposibilitó alcanzar ningún acuerdo.
Además, en 1997, Kirguistán declaró que el río Syr Darya dejaría de ser a efectos legales un bien común. Para ello, remodeló y restringió el derecho a su uso y exigió a los Estados que se beneficiasen de esta cuenca una ayuda financiera para mantener las reservas de agua dulce disponibles en su territorio. No conforme con esto, remarcó que, si Uzbekistán no pagaba, vendería gran parte de esta agua a China, dañando de este modo los intentos de llegar a un acuerdo entre ambos.
Estos eventos no han sido los únicos que han dificultado la cooperación entre estos países, también se podría destacar la fuerte caída de carácter mundial de los precios de la agricultura irrigada, los cultivos de algodón uzbekos que requieren de grandes cantidades de agua y los problemas consecuencia del cambio climático, entre otros.
Mar de Aral
Además, también hay que tener en cuenta la actual situación en la que se encuentra el Mar de Aral. El que fue uno de los cuatro lagos más grandes del mundo y proveía de sostenibilidad económica a la región, se encuentra en un estado de sequía continua desde 1960. Debido a las mencionadas operaciones en los ríos Syr Darya y Amu Darya, el mar de Aral se dividió en dos partes, el lago norte y el lago sur, quedando totalmente evaporada la zona oriental de este último. Anteriormente el Mar de Aral proporcionaba entre 20.000 y 40.000 toneladas de pescado por año; sin embargo, en la actualidad solo puede suministrar alrededor de 1.000 toneladas.
Para lidiar con los problemas de sequía Kazajstán desarrolló el proyecto “Regulación del lecho del río Darya y preservación de la parte norte del Mar de Aral". Este incluyó la construcción de la presa Kokaral en la orilla sur del lago norte, gracias al apoyo del Banco Mundial. La presa aseguró el crecimiento de ese lago en un 20%. El proyecto también aportó la edificación de un criadero de peces, que fomentó una producción de entre 10.000 y 12.000 toneladas de pescado por año.
Mapa de Asia Central |
Sin embargo, estas medidas a favor del desarrollo del Mar de Aral están siendo contrarrestadas al mismo tiempo por las acciones de Uzbekistán. Si anteriormente la parte uzbeka del Mar de Aral se veía perjudicada por alta irrigación de los cultivos de algodón, es ahora la extracción de petróleo la que está dañando el lago sur. La perforación del suelo en el delta del río Amu Darya y en el fondo del Mar de Aral juegan un papel negativo. En el dilema entre el desarrollo de la industria petrolífera y el gas y la salvación de su parte del Aral, Uzbekistán está demostrando cuál es su prioridad, dados los beneficios del desarrollo de hidrocarburos.
Cooperación efectiva
Los investigadores y expertos de la región son conscientes de que la cooperación entre los seis países es indispensable para su desarrollo; es por ello que en 2001 se creó el Regional Environmental Center for Central Asia (CAREC), una organización no gubernamental encargada de abordar los desafíos ambientales y de sostenibilidad en Asia Central y Afganistán. Esta organización ha denunciado que la región está perdiendo 4.500 millones de dólares anuales debido “a la falta de cooperación mutua efectiva entre los países”, como ha indicado su director ejecutivo, Iskandar Abdullayev.
Por este motivo, el pasado 8 de junio, de la mano de CAREC tuvo lugar la ceremonia de puesta en marcha del Clúster de Innovación e Investigación Científica en el ámbito de la gestión del agua, la primera en Asia Central, cuyo objetivo es “garantizar la efectividad y la sostenibilidad de los proyectos de desarrollo”. Estas y parecidas iniciativas constituyen los primeros pasos para la creación de un futuro próspero y sostenible, evitando represalias y previniendo posibles “guerras del agua”.
BIBLIOGRAFÍA:
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Swain, A. (2004). Managing water conflict: Asia, Africa and the Middle East. Routledge.
Tishkov, V. (1997). Ethnicity, nationalism and conflict in and after the Soviet Union: the mind aflame (Vol. 15). Sage.
[Omar Jaén Suárez, 500 años de la cuenca del Pacífico. Hacia una historia global. Ediciones Doce Calles, Aranjuez 2016, 637 páginas]
RESEÑA / Emili J. Blasco
En solo treinta años, entre la llegada de Colón a América en 1492 y el regreso de Elcano a Cádiz tras su vuelta al mundo en 1522, España agregó a sus dominios no solo un nuevo continente, sino también un nuevo océano. Todos sabemos de la dimensión atlántica de España, pero con frecuencia desconsideramos su dimensión pacífica. Durante el siglo XVI y principios del XVII, el océano Pacífico estuvo fundamentalmente bajo dominio español. España fue la potencia europea presente durante más tiempo y con mayor peso en toda la cuenca de lo que comenzó llamándose Mar del Sur. Española fue la primera Armada que patrulló con regularidad sus aguas –la Armada del Sur, con base en El Callao peruano– y española fue la primera ruta comercial que periódicamente lo cruzó de lado a lado –el galeón de Manila, entre Filipinas y México.
En “500 años de la cuenca del Pacífico. Hacia una historia global”, el diplomático e historiador panameño Omar Jaén Suárez no se limita a documentar esa presencia española y luego hispana, en un vasto espacio –un tercio de la esfera de la Tierra y la mitad de sus aguas– cuyo margen oriental es la costa de Hispanoamérica. Lo suyo, como indica el título, es una historia global. Pero abordar el último medio milenio quiere decir que se parte del hecho del descubrimiento del Pacífico por los españoles y eso determina el enfoque de la narración.
Si la historiografía anglosajona habría quizás utilizado otro prisma, en este libro se pone el acento en el desarrollo de toda la cuenta del Pacífico a partir de la llegada de los primeros europeos, con Núñez de Balboa a la cabeza. Sin olvidar los hechos colonizadores de otras potencias, el autor detalla aspectos que los españoles sí olvidamos, como la base permanente que España tuvo en Formosa (hoy Taiwán), los intentos de la Corona para quedarse con Tahití o las travesías por Alaska en busca de un paso marítimo al norte de América, que tuvieron como punto logístico la isla de Quadra y Vancouver, la gran ciudad canadiense hoy conocida solo por la segunda parte de ese nombre (de hecho, España descuidó poblar Oregón, más interesada en Filipinas y el comercio con las Molucas: todo un pionero “giro hacia Asia”).
Ser de Panamá otorga a Omar Jaén, que ha vivido también en España, una sensibilidad especial por su materia de estudio. El istmo panameño fue siempre la llave del Mar del Sur para el Viejo Mundo; con la construcción del canal, además, Panamá es punto de tránsito entre Oriente y Occidente.
La cuidada edición de esta obra le añade un valor incontestable. Casi ochocientos mapas, gráficos, grabados y fotografías la hacen especialmente visual. Esa cantidad de ilustraciones, muchas a todo color, y el buen gramaje del papel engrosan el tomo, en una impresión que constituye un lujo para cualquier interesado en el Pacifico. Ediciones Doce Calles ha querido esmerarse con este primer título de una nueva colección, Pictura Mundi, dedicada a celebrar viajes, exploraciones y descubrimientos geográficos.
Taiwán llega a importar hasta cuatro veces más que China desde los países centroamericanos que le reconocen como Estado
De los casi doscientos países que existen en el mundo, solo 19 tienen relaciones diplomáticas con Taiwán (y, por tanto, no las tienen con China). De ellos, cinco están en Centroamérica y cuatro en el Caribe. El reconocimiento de Taipéi tiene algunas ventajas para esos países, aunque han ido quedando neutralizadas por el peso comercial de China. Panamá estableció relaciones con Pekín en 2017 y República Dominicana lo acaba de hacer ahora. Aquí examinamos el interés que aún tiene la preferencia por Taiwán para ciertos países de Centroamérica.
ARTÍCULO / Blanca Abadía Moreno
La especial relación de Taiwán con Centroamérica se remonta al período que siguió a la salida de Taiwán en 1971 de la Organización de las Naciones Unidas, donde la China nacionalista fue desplazada por la República Popular de China. Varios países latinoamericanos habían establecido relaciones con Taiwán en la década de 1960, pero la mayoría pasaron paulatinamente a reconocer a Pekín tras el cambio en la ONU. Taiwán retuvo, no obstante, el apoyo de las naciones centroamericanas y en la década de 1980 ganó además el de pequeñas islas del Caribe que entonces adquirieron la independencia.
La emergencia de China como gran socio comercial internacional ha ido restando reconocimientos diplomáticos a Taiwán. Costa Rica estableció plenos vínculos con China en 2007, Panamá en 2017 y República Dominicana el pasado 1 de mayo. Aun así, de los 19 países que siguen optando por Taipéi frente a Pekín, cinco están en Centroamérica: Guatemala, Belice, Honduras, El Salvador y Nicaragua (este país con un hiato de cinco años, de 1985-1990). Otros cuatro se encuentran en el Caribe: Haití y tres minúsculas naciones de las Antillas menores. Si se tiene en cuenta que el resto de países que reconocen a Taiwán tienen poca importancia comercial, salvo Paraguay (se trata del Vaticano, Burkina Faso, Suazilandia y seis microestados de Polinesia), se entiende que Centroamérica absorba el interés diplomático de Taiwán.
Dado que la teoría constitutiva de la estadidad define un Estado como una persona de derecho internacional si, y solo si, es reconocido como soberano por otros, Taiwán se esfuerza en asegurarse que esos países sigan reconociéndolo como sujeto de pleno derecho en el concierto de las naciones; perder su apoyo afectaría directamente a la legitimidad de sus alegaciones como Estado soberano.
Para ello, Taipéi fomenta la relación comercial con ellos, les procura inversiones y utiliza lo que se llama la “diplomacia de la chequera”: la entrega de regalos (y sobornos) para que se mantengan esas relaciones. Los países centroamericanos reciben un promedio de 50 millones de dólares anuales de cooperación no reembolsable declarada. Taiwán orienta la ayuda hacia sus aliados Latinoamericanos por medio del Fondo de Desarrollo y Cooperación Internacional (ICDF), con programas que van desde la construcción de infraestructura hasta la producción de café. Así, Taiwán ha financiado y construido diversos edificios gubernamentales en Nicaragua y El Salvador.
Además, la nación asiática contribuye a programas del Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y es país observador en el Parlamento Centroamericano y otras organizaciones regionales.
Ese esfuerzo, no obstante, no ha impedido que en los últimos años se hayan dado bajas entre los países centroamericanos que le veían dando reconocimiento diplomático. El desarrollo económico de Costa Rica llevó en 2007 a este país a querer mejorar sus cifras comerciales mediante una aproximación a China, que supuso la apertura de una embajada en Pekín y el cierre de la que tenía en Taipéi. Por el mismo motivo, Panamá también optó en 2017 por romper con las relaciones diplomáticas con Taiwán, afirmando que China, un destacado usuario del canal panameño, “siempre ha jugado un papel relevante en la economía de Panamá” y había que eliminar cualquier restricción que lo impidiera seguir siendo.
Relaciones comerciales
Las relaciones comerciales entre Taiwán y los países centroamericanos que le reconocen como Estado se incrementaron significativamente gracias a la apertura en 1997 de la Oficina Comercial de Centroamérica (CATO) en Taiwán, la incorporación de este país al BCIE y la entrada en vigor de varios tratados comerciales. Así, Taiwán firmó tratados de libre comercio con Guatemala (2006), con Honduras y El Salvador (2006) y con Nicaragua (2008).
Esos tratados han facilitado especialmente la exportación centroamericana a Taiwán. Como ocurre con la mayoría de países latinoamericanos, Guatemala, El Salvador, Honduras y Nicaragua tienen a China como uno de los principales orígenes de sus importaciones (el 1º sigue siendo Estados Unidos). Su alineamiento político con Taiwán no les impide ser clientes de la producción de China. De esta forma, en 2016, China estuvo entre los puestos 2º y el 3º como mercado de procedencia, mientras que Taiwán se situó muy abajo en la tabla (entre el puesto 14º y el 23º). Sin embargo, la particular relación con Taipéi hace que Taiwán iguale o sobrepase a China como destino de las exportaciones de los cuatro países centroamericanos mencionados. Ese es el beneficio comercial que obtienen del reconocimiento diplomático a la isla asiática.
De este grupo de países, Nicaragua es el que en 2016 más exportó a Taiwán (83,7 millones de dólares) en comparación con las exportaciones a China (21,5 millones), en una proporción de cuatro a uno. Los principales productos nicaragüenses exportados fueron camarón, azúcar, carne bovina y café.
Honduras exportó a Taiwán por valor de 24,7 millones de dólares –principalmente productos textiles, café y aluminio– frente a los 18,5 millones colocados a China. Por su parte, El Salvador envió a Taiwán cargas por valor de 53,3 millones –sobre todo azúcar–, y de 46,5 millones a China. Guatemala, cuya economía tiene un volumen mayor, fue el único país en vender más a China (75,5 millones), pero en cifras muy similares a las de Taiwán (74 millones), a donde envió sobre todo café, papel y cartón.
Con estas relaciones diplomáticas y comerciales Taiwán pretende mostrar a la sociedad internacional que es un aliado capaz y responsable para la cooperación internacional. Así como hacer ver al mundo que la diplomacia taiwanesa existe pese a los intentos de asilamiento de China. El hecho de que China tenga un especial interés por mercados que le faciliten el acceso a materias primas hace que el gigante asiático esté más atento a las relaciones con diversos países de Sudamérica, ricos en minerales; es ahí donde Pekín concentra sus inversiones latinoamericanas.
Centroamérica, con menor actividad extractiva, se escapa de esta forma de la prioridad china (el interés por el Canal de Panamá es un caso aparte), y queda de momento para la acción de Taiwán. No obstante, el carácter cada vez más residual del apoyo a la isla y el peso mismo de las relaciones con China hacen prever que los países centroamericanos seguirán dándose de baja, uno tras otro, de este particular club.
▲Banderas de Estados Unidos y Japón, en una ceremonia de bienvenida al vicepresidente estadounidense en Tokio, en febrero de 2018 [Casa Blanca]
COMENTARIO / Gabriel de Lange [Versión en inglés]
En las últimas décadas, China ha crecido en fuerza económica y política. La inclusión del documento “Pensamiento de Xi Jinping sobre el socialismo con características chinas para una nueva era” en la Constitución del Partido Comunista chino (PCC), llevada a cabo durante el 19º Congreso de ese partido en octubre de 2017, y la modificación de la Constitución del país para eliminar el límite de dos mandatos presidenciales seguidos, aprobada por el pleno de la Asamblea Popular de China en marzo de 2018, han supuesto la consolidación del poder del actual líder chino.
Por su parte, Estados Unidos ha sido criticado en múltiples frentes por sus relaciones en Asia. Autores críticos con la Administración Trump consideran que su política hacia Corea del Norte, China y la región en general están “dañando los intereses” de EEUU en Asia-Pacífico. La retirada del acuerdo Transpacífico (TPP) “ha socavado la influencia” estadounidense para moldear el futuro regional, dando a China la oportunidad de que lo haga en sus propios términos. La retirada del TPP ha hecho que muchos países asiáticos se pregunten sobre lo que Washington pone sobre la mesa en términos económicos y miren hacia China por si llena este vacío.
Uno de los principales factores que llevan a los países asiáticos a mantener cierta distancia respecto de China y una mayor cercanía a Estados Unidos son los problemas en el Mar del Sur de China. Como en el caso de las Filipinas con las islas Spratly o Vietnam con las islas Paracel. La preocupación de esos países sobre las intenciones chinas les ha empujado a un acercamiento a EEUU. Desafortunadamente para Washington, esa aproximación depende de la propia decisión de China, de insistir o no en sus reivindicaciones sobre islas particulares. La Administración Xi podría decidir que los beneficios de unas relaciones más fuertes con sus vecinos son más importantes que estos territorios en disputa.
La pregunta ahora es: ¿a quién buscarán los otros países asiáticos, especialmente los miembros de la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático), como aliado político? Con los signos de un poder firme, estable y duradero bajo la autoridad consolidada de Xi Jinping, en comparación con una Administración Trump aparentemente impredecible, dividida e internacionalmente criticada, nadie puede sorprenderse de que los vecinos de la región puedan inclinarse más hacia China en un futuro próximo.
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