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Gran Muralla de China, cerca de Jinshanling

▲Gran Muralla de China, cerca de Jinshanling [Jakub Halin-Wikimedia Commons]

COMENTARIOPaulina Briz Aceves

La Gran Muralla de China se completó después de décadas de sucesivos esfuerzos de diferentes dinastías, no solo como una línea defensiva, sino también como una señal de la actitud china hacia el mundo exterior. Aunque este muro en la actualidad no tiene uso alguno, más que el ser un atractivo turístico, ha sido ejemplo para la creación de otro gran muro, que aunque no sea físico, tiene los mismos efectos que el original: aislar a la comunidad china del exterior y protegerse de los ataques que atenten contra su soberanía.

El "Gran Cortafuegos de China" –el esfuerzo de vigilancia y de censura en línea del gobierno–monitorea todo el tráfico en el ciberespacio chino y permite a las autoridades tanto denegar el acceso a una variedad de sitios web seleccionados, como desconectar todas las redes chinas de la red mundial de Internet. Además del Gran Cortafuegos, el gobierno chino también ha creado un sistema de vigilancia doméstica llamado "Escudo de Oro", que es administrado por el Ministerio de Seguridad Pública y otros departamentos gubernamentales y agencias locales. El gobierno chino entiende cuán valiosas y poderosas son la tecnología, la innovación e Internet, por eso es cauteloso sobre la información difundida en suelo chino, debido a su temor constante de un posible cuestionamiento del Partido Comunista y desbaratamiento el orden político de China.

Las políticas y estrategias cibernéticas de China son apenas conocidas en el mundo internacional, pero lo que se sabe es que las prioridades de seguridad de las redes de China están motivadas por el objetivo principal del Partido Comunista de mantenerse en el poder. Los gobernantes chinos entienden que lo cibernético es algo ya completamente integrado en la sociedad. Por lo tanto, consideran que para mantener la estabilidad política deben vigilar sobre sus ciudadanos y controlarlos, dejándolos en la sombra mediante la censura, no solo de información general, sino de temas delicados como la masacre en la Plaza Tiananmén o la Revolución de los Paraguas de Hong Kong.

Los filtros que controlan lo que los ciudadanos ven en la web se han vuelto más sofisticados. Además, el gobierno ha empleado alrededor de 100.000 personas para vigilar el internet chino, para controlar la información no solo proveniente del Oeste, sino incluso la que se genera en la propia China. Es cierto que esta intromisión en los medios de comunicación, sin duda, ha hecho que el gobierno chino afirme su poder sobre la sociedad, porque es claro que quien tiene la información definitivamente tiene el poder.

Categorías Global Affairs: Asia Seguridad y defensa Comentarios

It generates many of the raw materials necessary for the global technology production      

China not only has significant reserves of mineral resources, but also leads the world production of many of them. This gives it a remarkable geopolitical leverage as a source of the essential resources for global technology production.

Imagen de satélite

▲Satellite imagery [NASA]

ARTICLEGabriel Ros Casis [Spanish version]

With a vast amount of territory as the Asian country has, it is obvious to think that it is a land with plenty of raw material and natural resources. Through China’s history, this has become a strong geopolitical asset, not only for the country’s development itself but for his trading partners through exports. Nowadays, when talking about these raw materials, China stands out in two main groups: base metals and technology elements.

The group of base materials essentially comprises five metals from the periodic table, being these iron, copper, aluminum, magnesium and zinc (and sometimes, lead and tin are also included). No need to say that most we can find all these metals in everyday-life objects, and that they have been the backbone of the industry for many time. Therefore, every country needs them, placing countries with bigger deposits of these metals on a strategic advantage. But the mineral wealth of a country doesn’t always relate to the later since it can also be measured by the ease and viability of the extraction of the product. In the case of China, both statements would be suitable since the country has the world’s biggest deposits of many of these minerals, leading with magnesium, (79% of global extractions), tin (43%) and zinc (31%).

Regarding the technology metals, it is important to note that they include several minerals such as rare earth elements, precious metals as well as semiconductors. Quantitatively speaking, the amount of these metals needed is minimal, even though their availability is crucial to produce today’s technology. For instance, some of the most common technology metals include some such as lithium, yttrium, palladium, cerium and neodymium, which can be found in smartphone batteries, medicines, magnets or catalysts. Once again China leads with the biggest deposits of some of these elements, highlighting tungsten deposits (83%), rare earths (78%) and molybdenum (38%).

As it can be drawn from this, not only has China the largest deposits on these materials but also it is the world’s number one exporter. Apart from the extraction, the country also refines and manufactures components with minerals such as the aluminum, copper and certain rare earths and in some cases even manufacturing the final product.

Hence, it must be taken into account that the extraction carries several consequences. Environmentally, the extraction always has an impact on the land, maybe minor in China if compared with other countries (because of its massive extension), but still significant. Economically, these extractions entail a big cost, but if managed properly, they can generate a huge revenue. In the political scenario, they are seen as an important geopolitical advantage by making other countries dependent on the supplies.

As a conclusion, it can be drawn from this that China has a great power when it comes to raw material resources, but this comes with a great liability since a substantial part of the commodities used for almost all global technology production depends on this country, which provides the resources but also manufactures them.

Genera muchas de las materias primas necesarias para la producción mundial de tecnología

China no solo tiene importantes reservas de recursos minerales, sino que además lidera la producción mundial de muchos de ellos. Eso le da una notable ventaja geopolítica como fuente de los recursos imprescindibles para de la producción tecnológica global.

Imagen de satélite

▲Imagen de satélite [NASA]

ARTÍCULOGabriel Ros Casis [Versión en inglés]

Con un vasto territorio como el del país asiático, es obvio pensar que posee gran cantidad de materias primas y recursos naturales. A lo largo de la historia de China, esto se ha convertido en una fuerte baza geopolítica, no solo para el propio desarrollo del país en sí, sino también para sus socios comerciales a través de exportaciones. Hoy en día, cuando hablamos sobre estas materias primas, China destaca en dos principales grupos: los metales básicos y los elementos tecnológicos.

El grupo de los metales básicos comprende esencialmente cinco metales de la tabla periódica, siendo estos: hierro, cobre, aluminio, magnesio y zinc (en ocasiones, el plomo y el estaño también se incluyen). No es necesario recordar que podemos encontrar todos estos metales en objetos cotidianos, y que han sido la columna vertebral de la industria por mucho tiempo. Por lo tanto, todo país los necesita, situando a aquellos con mayores yacimientos de estos metales con una ventaja estratégica. Pero la riqueza mineral de un país no siempre viene dada por esta condición, ya que también puede ser medida por la facilidad y viabilidad de la extracción del producto. En el caso de China, ambos argumentos serían válidos, puesto que el país posee los mayores depósitos de muchos de estos minerales, con el magnesio a la cabeza (79% de las extracciones globales) seguido por el estaño (43%) y el zinc (31%).

En lo que respecta a los metales tecnológicos, es importante fijarse en que incluyen diversos minerales, tales como las tierras raras, metales preciosos, así como semiconductores. Desde un enfoque cuantitativo, la cantidad requerida de estos metales es mínima, a pesar de que su disponibilidad es crucial para la producción de la tecnología de hoy en día. Por ejemplo, algunos de los metales tecnológicos más comunes incluyen litio, itrio, paladio, cerio y neodimio, los cuales fácilmente se pueden hallar en las baterías de los teléfonos móviles, en medicamentos, imanes o catalizadores. Una vez más, China se sitúa a la cabeza con los mayores yacimientos de varios de estos elementos, destacando los de tungsteno (83%) seguidos por los conocidos como tierras raras (78%) y el molibdeno (38%).

De esto podemos sacar como conclusión que China no solo tiene los mayores yacimientos, sino que también es el primer exportador mundial. Además de la extracción este país también refina y fabrica componentes con minerales como aluminio, cobre y ciertas tierras raras e incluso en algunos casos llega a manufacturar el producto final.

Por lo tanto, debe tomarse en cuenta que la extracción trae consigo ciertas consecuencias. Ambientalmente, la extracción siempre tiene un impacto en el terreno, quizás menor en China si se compara con otros países (por la extensión de su territorio), pero igualmente significativo. Desde un enfoque económico, estas extracciones conllevan un gran coste, pero que, gestionado de la manera adecuada, puede generar un inmenso beneficio. En el escenario político, son vistas como una importante ventaja geopolítica, creando dependencia en la demanda de otros países.

Como conclusión, se puede extraer de esto que China tiene un gran poder en lo relativo a recursos de materias primas, pero esto acarrea una gran responsabilidad, ya que una parte sustancial de las materias primas usadas para casi toda la producción mundial de tecnología depende de este país, que proporciona los recursos, pero también los fabrica.

Categorías Global Affairs: Asia Energía, recursos y sostenibilidad Artículos

DOC. DE TRABAJOIñigo González Inchaurraga

RESUMEN

El principal, aunque no el único, elemento de contención entre Estados Unidos y China es Taiwán. Mientras que Washington mantiene una política de una sola China, Pekín defiende el principio de “una sola China”, proclamando que solo hay una China en el mundo y que tanto la isla de Taiwán como la zona continental son la misma República Popular China. Las autoridades chinas también sostienen que la soberanía y el territorio chino no pueden dividirse. A los ojos de Pekín, Taiwán es una provincia renegada surgida de la guerra civil china, por lo que la reunificación es la única opción de futuro para la isla. Esta reunificación, preferiblemente, debería producirse de manera pacífica, pero el uso de la fuerza tampoco puede descartarse si Taiwán pretendiese una independencia de jure. Por su parte, el Gobierno de Taipéi reclama su estatus como Estado soberano. El caso es que estando a finales de la década de 2010, resulta complicado seguir pidiendo a China que cumpla con el Derecho Internacional en relación, por ejemplo, a la resolución del Tribunal Permanente de Arbitraje y las disputas territoriales en el Mar de la China Meridional, mientras que Taiwán sigue siendo una anomalía que atenta contra ese mismo Derecho Internacional que Pekín debe cumplir ateniéndose a las normas de la ONU sobre el Derecho del Mar.

 

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Categorías Global Affairs: Asia Orden mundial, diplomacia y gobernanza Documentos de trabajo

The 'One Belt-One Route' project aims to consolidate China's rise as a superpower

The ambitious initiative launched by Xi Jinping to connect China with the rest of the Eurasian continent can be costly and difficult. But unlike the land route through the republics of Central Asia, the seaway can soon be a reality in certain sections, as China has already built some ports in part of the route.

▲The two ways for the 'One Bell-One Route' project [yourfreetemplates]

ARTICLEJimena Puga Gómez [Spanish version]

After the speech of the Chinese president Xi Jinping in 2013 about revitalizing the ancient Silk Road, the project that started as a simple idea has become the biggest challenge for the world economy, a total revolution in the infrastructures of people’s transports, goods, hydrocarbons and high technology. Known as One Belt-One Road (OBOR), this plan is expected to be key for the Chinese supremacy as a superpower over the rest of the countries.

OBOR is now a great plan for redesigning the strategic environment of China, projecting the Chinese economic power, guaranteeing China the access to energy and minerals and stimulating the economic growth in western China. OBOR tries to reach these objectives by promoting a better connectivity between China and Europe through the development of intermediate points in the center, west and south of Asia.

The maritime route, one of the OBOR's key pieces (also known as the Maritime Silk Road of 21st century), will take advantage of the fact that seven of the world's ten biggest harbors are in China, something that helped China to become an important exporter of services of port management.

The maritime Silk Road headed to the East will start in the province of Fujian and will cross Guangdong, Guangxi and Hainan before directing towards the South until the Strait of Malacca. From Kuala Lumpur, the Route will go through Kolkata and Colombo, then it will cross the rest of the Indic Ocean to Nairobi. From Nairobi, it will go to the North around the African Horn and it will move over the Red Sea towards the Mediterranean, with a stop in Athens before coming across with the terrestrial part of the Belt in Venice. In accordance with the maritime tract towards Europe, China’s investment has focused on the Piraeus Port (Greece), and on the development of a network of logistic infrastructures over the Balkans and Hungary. In this strategic map of routes the South Pacific is also included.

To sum up, the Maritime Silk Road is composed by two routes: one from China over the South Sea of China until the harbors of the Indic Ocean, expanding towards Europe; and the other one over the South Sea of China which extends from the East to the South Pacific.

In spite of being a long-term economic project, the Chinese Government has already started the construction of some infrastructures and a series of negotiations with different countries. A clear example is Germany. The EU is the biggest commercial partner of China, while China is the second for the EU. In addition to its great reputation as a reliable partner, Germany is considered as the “door to Europe”. In Duisburg, the biggest indoor harbor of the world, Xi Jinping proposed to Germany working together in order to make possible the new Silk Road. Nowadays, Germany and China are connected by the railway international line Chongqing-Xinjiang- Duisburg. China, in this negotiation period, has shown its capacity to take advantage of its new skill of modernizing and administrating harbors to enforce its strategy.

The initiative of the new Silk Road focuses on the collective construction of fluent, secure and efficient routes of transport which will connect the main harbors along the route. The effects of this economic net ensure benefits not only for China as the leader of the OBOR, but also for all the countries affected by it. However, the financing of the project is still an unknown that should be clarified.

El proyecto 'Un Cinturón-Una Ruta' pretende consolidar el ascenso de China como superpotencia

La ambiciosa iniciativa lanzada por Xi Jinping de conexión de China con el resto del continente Euroasiático puede resultar costosa y difícil. Pero a diferencia de la ruta terrestre a través de las repúblicas de Asia central, la vía marítima puede no tardar en ser una realidad en ciertos tramos, pues China ya ha construido algunos puertos en parte del recorrido.

▲Las vías terrestre y marítima de la iniciativa china [yourfreetemplates]

ARTÍCULOJimena Puga Gómez [Versión en inglés]

Tras el discurso del presidente chino Xi Jinping en 2013 sobre la revitalización de la antigua Ruta de la Seda, la iniciativa que comenzó siendo solo una idea se ha convertido en el mayor desafío económico del Gobierno de Pekín: una revolución que, de llevarse a cabo, modificará las infraestructuras de transporte de pasajeros, mercancías y hidrocarburos, así como la alta tecnología del continente asiático. Denominado como OBOR-One Belt-One Road (Un Cinturón-Una Ruta), el plan pretende ser la clave del ascenso de China como superpotencia regional.

La iniciativa OBOR es un gran plan para rediseñar el entorno estratégico de China, proyectar el poder económico de Pekín, asegurar el acceso del país comunista a los suministros de energía y minerales, e impulsar el crecimiento económico en el oeste de la República Popular. OBOR busca lograr estos objetivos fomentando una conectividad mayor y más rápida entre China y Europa a través de puntos intermedios en el centro, oeste y sur de Asia, así como con Rusia.

Por su parte, la ruta marítima que formará una de las piezas clave de la iniciativa OBOR, también conocida como la Ruta de la Seda del siglo XXI, cuenta con que siete de los diez puertos más grandes del mundo están en China y, como es sabido, estas infraestructuras hacen del gigante asiático un importante exportador de servicios de gestión portuaria. 

La Ruta de la Seda marítima dirigida hacia Oriente, comenzará en la provincia de Fujian y pasará por Guangdong, Guangxi y Hainan, antes de dirigirse hacia el sur hasta el Estrecho de Malaca. Desde Kuala Lumpur, la Ruta seguirá a Kolkata y Colombo, luego cruzará el resto del Océano Índico en dirección a Nairobi. Y desde ese punto del continente africano, recorrerá el Cuerno de África buscando atravesar el estratégico Golfo de Adén has llegar al Mar Rojo. El plan trazado por Pekín pretende crear las infraestructuras suficientes para que los buques chinos puedan llegar a alcanzar de manera segura el Mediterráneo tras navegar por el Canal de Suez. Pero, la ambición del República Popular no se detiene a las puertas de la Unión Europea, ya que China quiere llegar a Atenas surcando el Egeo y de ahí pasar a Venecia, donde buscará las rutas terrestres que hagan posible el desplazamiento de sus mercancías por la toda Unión. La inversión China se ha centrado, entre otros puntos, en el puerto del Pireo, con un nuevo centro logístico y en el desarrollo de una red de infraestructuras logísticas a través de los Balcanes y de Hungría.

En este mapa estratégico de rutas ideado en Pekín, el Pacífico Sur también ha sido incluido. Así, la Ruta de la Seda marítima cuenta con dos rutas. La primera, como se ha dicho, con origen en la costa este de China y que a través del Mar del Sur de China tiene la pretensión de establecer un control estratégico de las islas Spratley, del Estrecho de Malaca y de toda la zona Indo Pacífica, incluyendo el Golfo de Bengala, para llegar al corazón de Europa. La segunda ruta marítima, también atravesará el Mar del Sur de China, para dirigir sus buques hacia los puertos costeros del Pacífico Sur. Con ello, China también controlaría las rutas de las imprescindibles materias primas que le llegan de los países hispanoamericanos

A pesar de tratarse de un proyecto económico a largo plazo, el Gobierno chino ha comenzado ya la construcción de ciertas infraestructuras y las necesarias negociaciones con distintos países. Un claro ejemplo es el de Alemania. La Unión Europea es el mayor socio comercial de China, mientras que la República Popular es el segundo proveedor de la Unión. Muestra de ello es Alemania, país que además de gozar de una excelente reputación como socio fiable en China, es considerada como “la puerta comercial de Europa”. Prueba de ello es que, en un encuentro en Duisburgo, el puerto interior más grande del mundo y un importante centro de transporte y logística de Europa, el presidente chino Xi Jinping propuso a Alemania “trabajar en común para hacer realidad el ambicioso proyecto del resurgimiento del cinturón económico de la nueva Ruta de la Seda del siglo XXI”. Actualmente, Alemania y China están conectadas mediante la línea de ferrocarril internacional Chongqing-Xinjiang-Duisburgo.

Los puertos construidos por China en Hambantota y Colombo, en Sri Lanka; la Zona de Cooperación Económica y Comercial China-Suez, en Egipto; la negociación de Kazajstán del derecho a despejar sus importaciones y exportaciones a través del puerto chino de Lianyungang, y una nueva alianza entre puertos en China y Malasia son ejemplos adicionales de la capacidad de China de aprovechar su nueva destreza como modernizador y administrador de puertos para respaldar su estrategia.

La iniciativa de la nueva Ruta de la Seda es un proyecto que necesitará de inversiones multimillonarias para poder construir infraestructuras de transporte fluidas, seguras y eficientes. Los efectos de esta red económica aseguran beneficios no solo para China, líder de la iniciativa OBOR, sino también para todos los países afectados por ella. No obstante, la financiación del proyecto es todavía una incógnita que convendría ir clarificando.

Categorías Global Affairs: Asia Economía, Comercio y Tecnología Logística e infraestructuras Artículos

This crucial shipping lane faces hard power pressures from both states as they yearn for naval control of contested waters

A thermometer to measure the future balance of power between China and India will be the Strait of Malacca, the key bottleneck that connects the northern Indian Ocean and the Asia-Pacific region. India is advancing positions towards the western mouth of the Strait in order to challenge the expansion of Chinese maritime interests, which pay greater attention to Malacca.

▲Map of the Indo-Pacific region [US DoD]   

ARTICLE / Alejandro Puigrefagut [Spanish version]

Maritime routes are the basis of trade and communication between more than 80% of the countries of the world. This fact makes the natural geographic location of the States a great strategic feature. An especially important point for maritime traffic is the Strait of Malacca, key for trade in the region with the largest population on the planet.

The Strait of Malacca, which connects the South China Sea with the Burma Sea on its way to the Bay of Bengal, is the busiest commercial crossing in the world and, therefore, is a strategic place. Through this corridor that surrounds the western coast of the Malay peninsula and the Indonesian island of Sumatra, approximately 60% of the world's maritime trade transits, exceeding one hundred and fifty ships per day and is the main source of oil supply for two of the main Asian consumers; the People's Republic of China and Japan. This geographical point is key for the entire Indo Pacific region, thus ensuring the free movement of ships becomes strategic. That is why many States in the region, including China and the United States, see the need for protection of this passage in order to be able to supply themselves, export their merchandise and not be blocked by the control of a third country over this area.

In relation to China it is not easy to think that a blockade of its supply due to problems in the Strait of Malacca will happen. In order for this to happen, an armed conflict of great dimensions would have to be generated, propitiating this blockade by a subject that could control - and potentially interrupt - the passage towards the other countries of the region. This potential risk, which today can only be generated by the United States Navy, forces China to be alert and have to develop sufficient military capabilities to protect what it considers its territories in the South China Sea and, by extension, the supply of vital resources that must necessarily cross the Strait of Malacca.

 

 

The positions and presence of the Asian giant in the South China Sea and in the areas adjacent to the Strait of Malacca have increased during the last years, in order to increase its influence on the States of the region. Moreover, to defend its oil and natural gas supplies (from the Persian Gulf), China has extended its presence to the Indian Ocean, although this is not enough. The reality is that in this area there is a great competition between two of the Asian powers with more influence in the region: China and India. Due to the increasing presence and influence of the People's Republic in the Indian Ocean, India has been forced to take proactive measures to improve peace and stability in the region, mobilizing and expanding its presence from its east coast towards the Strait, in order to rebalance the regional power. With this, India can dominate the western access to the Strait and, therefore, have a longer reaction time to maneuver in the Indian Ocean as in the Strait itself and, even, access to the waters of the South China Sea more agilely.

At the same time, this growing approximation of India to the South China Sea, is observed with concern in Beijing, and even, some analysts see India as a threat if an hypothetical case of a war between the two regional powers could occur and India were to block the Strait and, therefore, China's access to certain raw materials and other resources. For this reason, China has carried out various military maneuvers in the past three years together with third States in the Strait of Malacca, especially with Malaysia. During the first exercises in the area, the Ministry of Defence of the People's Republic of China concluded that bilateral relations with Malaysia were strengthened in terms of cooperation in security and defence and that "increase the capacity to jointly respond to real security threats and safeguard regional maritime security.” In addition, for China, the protection of the Strait is a priority because of its great strategic value and because countries like the US or Japan also want to control it.

El transitado paso, decisivo en las estrategias de ambos países para contrarrestarse

Un termómetro para medir el futuro pulso de fuerzas entre China e India será el estrecho de Malaca, paso clave para la conexión entre la zona norte del Índico y la región de Asia-Pacífico. A la mayor expansión de los intereses marítimos chinos, que obligan a Pekín a prestar una gran atención a Malaca, está respondiendo India con el avance de posiciones hacia la boca occidental del estrecho.

▲Mapa del Indo-Pacífico [US DoD]

ARTÍCULO / Alejandro Puigrefagut [Versión en inglés]

Las rutas marítimas son la base del comercio y de la comunicación entre más del 80% de los países del mundo. Este hecho hace que sea de gran importancia estratégica la ubicación geográfica natural de los Estados. Un punto especialmente importante para el tráfico marítimo es el estrecho de Malaca, clave para el comercio de la región con mayor población del planeta.

El estrecho de Malaca, que une el Mar de China Meridional con el Mar de Burma en su ruta hacia el Golfo de Bengala, es el paso comercial más transitado del mundo y, por ello, es un lugar estratégico. Por este corredor que rodea la costa occidental de la península malaya y la isla indonesia de Sumatra, transita aproximadamente el 60% del comercio marítimo mundial, superando los ciento cincuenta buques diarios y es la principal vía de abastecimiento de petróleo de dos de los principales consumidores asiáticos: la República Popular China y Japón. Este punto geográfico es clave para toda la región Indo Pacífica, por lo que asegurar la libre circulación de los buques resulta estratégico. Es por ello que muchos Estados de la región, entre ellos China y Estados Unidos, ven necesaria la protección de este paso a fin de poder abastecerse, exportar sus mercancías y no verse bloqueados por el control de un tercer país sobre esta zona.

En relación a China no es fácil pensar que un bloqueo de su abastecimiento debido a problemas en el Estrecho de Malaca vaya a suceder. Para que este hecho llegue a producirse tendría que generarse un conflicto armado de unas dimensiones extraordinarias, propiciando ese bloqueo por parte de un sujeto que pudiera controlar –y potencialmente interrumpir– el paso hacia los demás países de la región. Este riesgo potencial, que hoy día solo puede generar la Armada de Estados Unidos, obliga a China a estar alerta y tener que desarrollar unas capacidades militares suficientes para proteger los que considera sus territorios en el Mar del Sur de China y, por extensión, el suministro de recursos vitales que deben atravesar necesariamente el Estrecho de Malaca.

 

 

Las posiciones y la presencia del gigante asiático en el Mar del Sur de China y en las zonas colindantes al Estrecho de Malaca se han incrementado durante los últimos años, al objeto de aumentar su influencia sobre los Estados de la región. Más aun, para defender sus abastecimientos de petróleo y de gas natural (proveniente del Golfo Pérsico), China ha extendido su presencia hasta el Océano Índico, si bien esto no es suficiente. La realidad es que en esta zona hay una gran competencia entre dos de las potencias asiáticas con más influencia en la región: China e India. Debido a la creciente presencia e influencia de la República Popular en el Océano Índico, India se ha visto obligada a tomar medidas proactivas para mejorar la paz y la estabilidad en la región, movilizándose y expandiendo su presencia desde su costa este hacia las proximidades del Estrecho, con el fin de reequilibrar la balanza de poder regional. De esta forma, India puede dominar el acceso occidental al Estrecho y, por consiguiente, tener un mayor tiempo de reacción para maniobrar en el Océano Índico como en el propio Estrecho e, incluso, acceder con mayor agilidad a las aguas del Mar del Sur de China.

Al mismo tiempo, esta creciente aproximación de India hacia el Mar de China Meridional, es observada con preocupación en Pekín, e incluso, algunos analistas ven en India una amenaza si se diera el hipotético caso de un conflicto bélico entre las dos potencias regionales e India bloquease el Estrecho y, por tanto, el acceso de China a determinadas materias primas y otros recursos. Por este motivo, China ha llevado a cabo durante los últimos tres años diversas maniobras militares conjuntamente con terceros Estados en el Estrecho de Malaca, especialmente con Malasia. Durante los primeros ejercicios en la zona, el Ministerio de Defensa de la República Popular China concluyó que se fortalecieron las relaciones bilaterales con Malasia en términos de cooperación en seguridad y defensa y que se “aumentó la capacidad de respuesta conjunta ante amenazas de seguridad”. Además, para China la protección del Estrecho resulta una prioridad por su gran valor estratégico y porque países como EE.UU o Japón también desean controlarlo.

Categorías Global Affairs: Asia Seguridad y defensa Orden mundial, diplomacia y gobernanza Artículos

[Graham Allison, Destined for War. Can America and China Escape Thucydides's Trap? Houghton Mifflin Harcourt. Boston, 2017. 364 pages]

 

REVIEW / Emili J. Blasco [Spanish version]

This is what has been called the Thucydides Trap: the dilemma facing a hegemonic power and a rising one that threatens that hegemony. Is war inevitable? When Thucydides recounted the Peloponnesian War, he wrote about the inevitability for the dominant Sparta and the emerging Athens to think of armed confrontation as a means of settling the conflict.

The fact that these two Greek polis necessarily thought about war –and finally they waged it–, does not mean that they did not have other options. History has shown that there are other alternatives: when Wilhemine Germany threatened to overcome Britain's naval force, the attempt of sorpasso (accompanied by several circumstances) led to the First World War, but when Portugal was overtaken by Spain in overseas possessions in the sixteenth century, or when the United States replaced Britain as the world's leading power in the late nineteenth century the power transfer was peaceful.

Destined for War. Can America and China Escape Thucydides's Trap?, by Graham Allison, is a call to Washington and Beijing to do everything possible to avoid falling into the trap described by the Greek historian. In this book the founding dean of the Harvard Kennedy School of Government reviews several historical precedents. Harvard's Belfer Center for Science and International Affairs, of which Allison is director, has researched on them in a program called precisely Thucydides's Trap.

This concept is defined by Allison as "the severe structural stress caused when a rising power threatens to upend a ruling one. In such condition, not just extraordinary, unexpected events, but even ordinary flashpoints of foreign affairs, can trigger large-scale conflict.”

The structural stress is produced by the clash of two deep sensibilities: the rising power syndrome ("a rising state's enhanced sense of itself, its interests, and its entitlement to recognition and respect"), and its mirror image, the ruling power syndrome ("the established power exhibiting an enlarged sense of fear and insecurity as it faces intimations of decline").

Along with those syndroms the two rival powers also experience a 'secutity dilemma': “A rising power may discount a ruling state's fear and insecurity because it 'knows' itself to be well-meaning. Meanwhile, its opponent misunderstands even positive initiatives as overly demanding, or even threatening.”

The use of military force

Allison starts from the fact that China is already putting itself on par with the United States as a world power. It has done so in terms of the volume of its economy (China has already overtaken the U.S. in Purchasing Power Parity) and with regard to some aspects of military force (a report by Rand Corporation predicted that in 2017 China would have an “advantage” or “approximate parity” in 6 of the 9 areas of conventional capability). The author's assumption is that China will soon be able to wrest from the United States the scepter of main superpower. In this situation, how will both countries react?

In the case of China, its thousand-year perspective will probably lead to a attitude of patience, provided there is at least some small progress in its purpose of increasing its global weight. Since 1949 China has only resorted to force in three of 33 territorial disputes. In those cases, the Chinese leaders waged the war –they were limited wars, conceived as a warning to their opponents– even though the enemy was equal or greater, urged by a situation of domestic unrest.

For Allison, “As long as developments in the South China Sea are generally moving in China's favor, it appears unlikely to use military force. But if trends in the correlation of forces should shift against it, particularly at a moment of domestic political instability, China would initiate a limited military conflict, even against a larger, more powerful state like the US.”

For its part, the United States can choose several strategies, according to Allison: accommodate to the new reality, undermine Chinese power (commercial war, fostering separatism of the provinces), negotiate a long peace, and redefine the relationship. The author does not give firm advice, but seems to suggest that Washington should move between the last two options.

He recalls how Britain understood that it could not compete with the United States in the Western Hemisphere, and how from there a collaboration between the two countries grew, as manifested in the First and Second World War. This should happen by accepting that the South China Sea is an area of ​​Chinese influence. The United States should admit this, not out of mere condescension, but because it proceeds to a real clarification of its vital interests.

Despite its positive tone, Destined for War is one of the essays by the American establishment where the end of the American era and the passing the baton to China are most openly announced (it does not seem to glimpse a multipolar or bipolar world, but rather a primacy of the Asian country). It is also one of those assays that puts less accent –clearly less than it should– on the remaining strengths of the U.S. and the problems that can undermine the coronation of China.

[Graham Allison, Destined for War. Can America and China Escape Thucydides's Trap? Houghton Mifflin Harcourt. Boston, 2017. 364 páginas]

 

RESEÑA / Emili J. Blasco [Versión en inglés]

Es lo que se ha llamado la trampa de Tucídides: el dilema al que se enfrentan una potencia hegemónica y otra en alza que amenaza esa hegemonía. ¿Es inevitable la guerra? Cuando Tucídides narró la guerra del Peloponeso, escribió sobre la inevitabilidad para la dominante Esparta y la emergente Atenas de pensar en la confrontación armada como medio para dirimir el conflicto.

El que esas dos polis griegas necesariamente pensaran en la guerra, y finalmente llegaran a ella, no quiere decir que no tuvieran otras opciones. La historia ha demostrado que las hay: cuando la Alemania guillermina amenazó con superar la fuerza naval de Gran Bretaña, el intento de sorpasso (acompañado de varias circunstancias) desembocó en la Primera Guerra Mundial, pero cuando Portugal se vio sobrepasada por España en posesiones ultramarinas en el siglo XVI, o cuando Estados Unidos sustituyó a Gran Bretaña como principal potencia mundial a finales del siglo XIX el traspaso fue pacífico.

La llamada a Washington y Pekín a hacer todo lo posible para no caer en la trampa descrita por el historiador griego la realiza Graham Allison en Destined for War. Can America and China Escape Thucydides's Trap? El decano fundador de la Kennedy School of Government de Harvard repasa en su libro diversos precedentes históricos. Sobre ellos ha investigado el Belfer Center for Science and International Affairs de esa misma Universidad, del que Allison es director, en un programa bautizado precisamente como Thucydides's Trap.

Este concepto es definido por Allison como “el fuerte estrés estructural causado cuando una potencia emergente amenaza con desbancar a una potencia reinante. En tal situación, no solo acontecimientos extraordinarios o inesperados, sino incluso focos ordinarios de tensión en asuntos internacionales pueden desencadenar conflictos a gran escala”.

Ese estrés estructural se produce por el choque de dos profundas sensibilidades: el síndrome de la potencia emergente (“la reforzada sensación que un estado emergente tiene de sí mismo, sus intereses y su derecho a reconocimiento y respeto”), y su imagen inversa, el síndrome de la potencia reinante (“la potencia establecida exhibe una crecida sensación de miedo e inseguridad a medida que enfrenta indicios de declive”).

Junto a los síndromes ambas potencias rivales experimentan también un dilema de seguridad: “una potencia en alza pude no tener en cuenta el miedo y la inseguridad de un estado dirigente porque sabe que ella misma es bienintencionada. Mientras tanto, su oponente malinterpreta incluso iniciativas positivas, tomándolas como excesivamente exigentes o incluso amenazantes”.

El uso de la fuerza militar

Allison parte del hecho de que China ya se está poniendo a la par de Estados Unidos como potencia. Lo ha hecho en cuanto al volumen de su economía (China ya ha sobrepasado a EE.UU. en Paridad del Poder Adquisitivo) y en relación a algunos aspectos de la fuerza militar (un informe de Rand Corporation predecía que en 2017 China tendría “ventaja” o “paridad aproximada” en 6 de las 9 áreas de capacidad convencional. La asunción del autor es que China estará en breve en condiciones de arrebatar a Estados Unidos el cetro de mayor superpotencia. Llegados ante esta situación, ¿cómo van a reaccionar ambos países?

En el caso de China, su perspectiva milenaria probablemente le llevará a una actitud de paciencia, siempre que haya algún pequeño progreso en su propósito de incrementar su peso específico mundial. Desde 1949 China solo ha recurrido a la fuerza en tres de 33 disputas territoriales. En esos casos, los dirigentes chinos plantearon la guerra –guerras limitadas, concebidas como aviso a sus contrincantes– a pesar de que el enemigo era igual o mayor, urgidos por una situación de domestic unrest.

Para Allison, “mientras los acontecimientos en el Mar del Sur de China generalmente se muevan en favor de China, parece improbable que esta use la fuerza militar. Pero las tendencias en la correlación de fuerza se giraran en su contra, particularmente en un momento de inestabilidad política interna, China iniciaría un conflicto militar limitado, contra un estado incluso mayor y más poderoso como Estados Unidos”.

Por su parte, Estados Unidos puede optar por varias estrategias, según Allison: adaptarse a la nueva realidad, minar el poder chino (guerra comercial, fomentar el separatismo de provincias), negociar un paz duradera y redefinir la relación. El autor no da un consejo firme, pero parece sugerir que Washington debiera moverse entre las dos últimas opciones.

Así, recuerda cómo Gran Bretaña comprendió que no podía rivalizar con Estados Unidos en el Hemisferio Occidental, y cómo a partir de ahí se creó una colaboración entre los dos países, puesta de manifiesto en la Primera y Segunda Guerra Mundial. Ello tendría que pasar por aceptar que el Mar del Sur de China es una área de influencia china. Y eso no por mera condescendencia, sino porque Estados Unidos procede a una clarificación real de sus intereses vitales.

A pesar de su tono positivo, Destined for War es uno de los ensayos del establishment estadounidense donde más abiertamente se anuncia el fin de la era americana y el paso de testigo a China (no parece vislumbrar un mundo multipolar o bipolar, sino más bien de primacía de la potencia asiática). También es uno de los que menos acento pone –menos, desde luego, del que debiera– en las fortalezas que mantiene Estados Unidos y los problemas que pueden minar la coronación de China.

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