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Evolución de la estrategia espacial estadounidense ante la creciente rivalidad de China y Rusia
La perspectiva de entablar batallas en el espacio, como extensión de guerras que puedan mantenerse en la Tierra, buscando interferir en las capacidades que aportan los satélites, ha llevado a la Administración Trump a promover una división específica de las Fuerzas Armadas estadounidenses dedicada a ese dominio, la US Space Force. Aunque su constitución debe ser aún aprobada por el Congreso, el nuevo componente del Pentágono va a contar ya con su presupuesto.
▲ El vehículo orbital X-37B en operaciones de prueba en 2017, en el Kennedy Space [US Air Force]
ARTÍCULO / Ane Gil
Más de 1.300 satélites activos envuelven el globo a día de hoy, proporcionando comunicaciones a nivel mundial, navegación GPS, pronóstico meteorológico y vigilancia planetaria. La necesidad de protegerlos frente a cualquier ataque, que podría trastocar seriamente la seguridad nacional de los países, se ha convertido en una prioridad de las grandes potencias.
Desde que llegó a la Casa Blanca, Donald Trump ha insistido en su idea de constituir una Fuerza Espacial, dándole el mismo rango que a las cinco ramas ya existentes de las Fuerzas Armadas (Ejército, Armada, Marines, Fuerza Aérea, Guardacostas). Trump firmó el pasado 19 de febrero la directiva para la creación de la US Force Space, cuya aprobación final debe aún darse en el Congreso. Sería la primera rama militar que se crea en Estados Unidos desde 1947, cuando se puso en marcha la Fuerza Aérea. El Pentágono cuenta con que ya esté operativa en 2020.
Como ya adelantó hace casi un año el vicepresidente estadounidense, Mike Pence, esta nueva Fuerza Espacial contará con sus propias instalaciones, si bien de momento se nutrirá de apoyo y recursos de la Fuerza Aérea. Según Pence, el objetivo de la Fuerza Espacial es hacer frente a las supuestas amenazas de Rusia, China, Corea del Norte e Irán en el espacio. Aunque su fin último es contener específicamente a Rusia y a China, quienes desde hace algunos años ya están elaborando sus propios métodos con los que conquistar el espacio.
Informes estratégicos de la era Obama
La Administración Trump ha llamado a esa especialización militar en el espacio ante la competencia que presentan China y Rusia en ese mismo dominio, la cual durante la Administración Obama aún era embrionaria. No obstante, aunque durante la presidencia de Barack Obama la Casa Blanca puso un menor acento en los desarrollos militares de las capacidades espaciales, también procuró fomentar la presencia estadounidense en el espacio.
En el documento National Space Policy de 2010, en una redacción más bien inclusiva, Estados Unidos defendió el derecho que tienen todas las naciones a explorar el espacio y pidió que todos los países pudieran trabajar juntos para asegurar una actividad espacial responsable y respetuosa, en un marco de cooperación internacional. La política que entonces se fijaba miraba sobre todo a la dimensión comercial y civil del espacio, en la que EEUU aspiraba a fortalecer su liderazgo.
El documento incluía, no obstante, un apartado sobre seguridad. Así, hacía referencia a la necesidad desarrollar y operar sistemas y redes de información que dieran cobertura a la seguridad nacional, facilitando operaciones de defensa e inteligencia tanto en tiempos de paz como en momentos de crisis y conflicto. Además, pedía desarrollar e implementar planes, procedimientos, técnicas y capacidades para asegurar misiones críticas de seguridad nacional, utilizando los activos espaciales y a la vez aprovechando las capacidades no espaciales de países aliados o de empresas privadas.
Lo que ahí se presentaba de un modo más genérico, la Administración Obama lo concretó en un subsiguiente documento estratégico, la National Security Space Strategy de 2011, donde se presentaba el espacio como un ámbito vital para la seguridad nacional estadounidense. El texto advertía que el espacio es algo “crecientemente congestionado, disputado y competitivo”, lo que apremiaba a EEUU a intentar mantener su liderazgo, aunque sin dejar a un lado la colaboración internacional para hacer del espacio un lugar seguro, estable y protegido.
Seguidamente el documento planteaba objetivos y aproximaciones de carácter estratégico. En concreto, EEUU se proponía “proveer capacidades espaciales mejoradas”, con el fin de mejorar la obtención de sistemas, reducir el riesgo de fallos en las misiones, incrementar el éxito en el lanzamiento y la operatividad de los sistemas y formar profesionales de seguridad nacional para respaldar todas esas actividades espaciales.
Otro de los objetivos señalados era “prevenir y disuadir la agresión contra la infraestructura espacial que respalda la seguridad nacional de EEUU”, que como elemento central incluía negar a los adversarios los beneficios significativos de un ataque, fortaleciendo la resistencia de la arquitectura de sus sistemas. No obstante, el documento precisaba que EEUU se guarda el derecho de responder en defensa propia si la disuasión falla.
Precisamente en ese último caso, el texto estratégico requería preparar las propias capacidades para “derrotar ataques y operativos en un entorno degradado”. Indicaba que las capacidades militares y de inteligencia deben estar preparadas para “combatir” y vencer los ataques dirigidos a sus sistemas espaciales e infraestructura de apoyo.
Rivalidad de China y Rusia en la era Trump
Donald Trump llegó a la presidencia de Estados Unidos con su lema “America First”, que también ha aplicado en la estrategia espacial, priorizando los intereses de su país en un contexto de mayor rivalidad frente a Pekín y Moscú. Su política en relación al espacio hace hincapié en la interacción dinámica y cooperativa entre los intereses militar, civil y comercial, respectivamente, del Pentágono, la NASA y las empresas privadas interesadas en los vuelos extraatmosféricos.
El primer documento estratégico sobre seguridad nacional de la era Trump es la National Security Strategy (NSS) de diciembre de 2017. Aunque en el informe apenas se hace referencia al espacio, el texto supone la declaración de “rivales” de China y Rusia, dando pie a EEUU a confrontar los intereses contrarios de esos países, también fuera de la Tierra. La NSS proclama que EEUU debe mantener su “liderazgo y libertad de acción en el espacio”, y alerta del riesgo de que “otros actores” alcancen la capacidad de atacar activos espaciales estadounidenses obteniendo así una “ventaja asimétrica”. “Cualquier dañina interferencia o ataque contra componentes críticos de nuestra arquitectura espacial que directamente afecte a este vital interés de EEUU se encontrará con una deliberada respuesta en el momento, lugar, manera y dominio de nuestra elección”, advierte el documento.
Algunas de esas cuestiones militares obtienen una mayor elaboración en el informe que meses después elaboró el Pentágono. En el documento Space Operations de abril 2018, la cúpula militar constata que varias naciones están obteniendo avances significativos en las capacidades de control espacial ofensivo, con la intención de desafiar el uso del espacio por parte de EEUU y sus aliados, amenazando sus activos espaciales. Por ello, defiende la importancia de las operaciones fuera del ámbito terrestre, las cuales tienen el objetivo de asegurar y defender las capacidades espaciales contra las actividades agresivas de otros.
“El progreso de nuestros adversarios en la tecnología espacial”, indica el informe, “no solo amenaza el entorno espacial y nuestros activos espaciales, sino que también nos puede negar una ventaja si perdemos la superioridad espacial”. Para mitigar esos riesgos y amenazas, EEUU se compromete “la planificación y la realización de operaciones defensivas y ofensivas”.
Las grandes líneas de la política de Trump en relación al espacio quedan recogidas en el documento National Space Strategy de marzo de 2018. Se trata de una política basada en cuatro pilares: reforzar las arquitecturas espaciales; fortalecer las opciones de disuasión y combate; mejorar las capacidades fundacionales, estructuras y procesos, y fomentar ambientes domésticos e internacionales propicios.
Directivas y presupuesto
Además de los aspectos de seguridad ya señalados, la Administración Trump también ha expresado el deseo de “promover el comercio espacial”, para lo que “simplificará y actualizará regulaciones para la actividad comercial en el espacio para fortalecer la competitividad”.
Para supervisión de esas actividades, que abren el negocio espacial a las empresas privadas estadounidenses y al mismo tiempo marcan un horizonte de explotación mineral de asteroides y planetas, Trump revivió en junio de 2017 el Consejo Nacional del Espacio, dependiente de la Casa Blanca, 24 años después de haber sido disuelto. En diciembre de 2017 Trump firmó la Space Police Directive-1, que ordenaba a la NASA enviar astronautas estadounidenses a la Luna una vez más, y en junio de 2018 firmó una directiva sobre la gestión del tráfico en el espacio (Space Policy Directive-3). La cuarta directiva es la firmada en febrero de 2019 para la creación de la Fuerza Espacial.
La nueva política de Trump no ha sido inmune a las críticas, ya que se argumenta que al erigir la Fuerza Espacial como una división más de las Fuerzas Armadas podría debilitar los recursos de las demás divisiones, lo que pondría en riesgo al país ante un posible ataque o emergencia en la Tierra. De hecho, el general James Mattis, secretario de Defensa durante 2017 y 2018, expresó públicamente al principio alguna reticencia, si bien luego comenzó a ejecutar los planes del presidente.
De acuerdo con los datos facilitados a raíz de la reciente presentación de los presupuestos para el próximo año fiscal, la Fuerza Espacial podría contar con una dotación de 830 personas (repartidas entre el Cuartel General, la Agencia de Desarrollo Espacial y el Comando Espacial, instancias que requerirán 300 millones de dólares para su instalación) y un presupuesto de unos 2.000 millones durante los cinco primeros años. Al final de esos cinco años podría a contar con una nómina de 15.000 personas.
El cambio de Gobierno y su visión más estricta han ralentizado la implementación del acuerdo, pero este avanza en su aplicación
La implementación del acuerdo de paz en Colombia se está llevando a cabo con más lentitud de la que preveían quienes lo firmaron hace dos años, pero no ha habido la parálisis o incluso la crisis que vaticinaban quienes se opusieron a la elección de Iván Duque como presidente del país. La última estimación habla de un cumplimiento de lo estipulado en el acuerdo de paz cercano al 70%, si bien ya se está produciendo un incumplimiento en el 30% restante.
▲ El presidente colombiano, Iván Duque, en una acto público [Efraín Herrera-Presidencia]
ARTÍCULO / María Gabriela Fajardo
Iván Duque llegó a la Casa de Nariño –la sede de la presidencia colombiana– con el lema “Paz con Legalidad”, título que sintetizaba su compromiso de aplicar el acuerdo de paz, firmado en noviembre de 2017, pero reduciendo los márgenes de impunidad que a su juicio y el de su partido, el Centro Democrático, existían para los antiguos combatientes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Cuando se cumple un año de su elección como presidente, cabe realizar un análisis de cómo está siendo la implementación del acuerdo de paz.
Cerca del 70% de las disposiciones del acuerdo se han cumplido ya, total o parcialmente, o lo harán en el tiempo fijado, de acuerdo con la estimación del Instituto Kroc, encargado de hacer la estimación oficial de la implementación del proceso de paz. Según su tercer informe, publicado en abril, el 23% de los compromisos se han cumplido completamente, el 35% han alcanzado niveles avanzados de implementación y se espera que el 12% se cumplan del todo en el momento estipulado. Con todo, existe casi un 31% del contenido del acuerdo que no se ha comenzado a ejecutar, cuando debía estar ya en marcha.
Las Naciones Unidas, a las que el acuerdo concede un papel supervisor, han subrayado los esfuerzos realizados por el nuevo Gobierno para activar las distintas instancias previstas en el texto. En su informe al Consejo de Seguridad, el secretario general de la ONU, António Guterres, destacó a finales de 2018 la puesta en marcha de la Comisión de Seguimiento, Promoción y Verificación de la Implementación del Acuerdo Final (CSIVI) y del Consejo Nacional de Reincorporación (CNR).
Como ha indicado Raúl Rosende, jefe de gabinete de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia, el informe de Guterres estimó positivamente que se hubiera “obtenido la aprobación de 20 proyectos colectivos y 29 proyectos individuales de excombatientes en proceso de reincorporación, valorados en 3,7 millones de dólares y que beneficiarán en total a 1.340 excombatientes, incluidas 366 mujeres”. Esos proyectos han contado con la participación de las gobernaciones de Antioquia, Chocó, Cauca, Meta, Santander, Sucre y Valle del Cauca, las cuales han facilitado mesas departamentales de reincorporación para coordinar esfuerzos locales y regionales, involucrando así en mayor medida a la sociedad civil colombiana.
La ONU también ha expresado algunas preocupaciones, compartidas por la sociedad civil colombiana. La principal tiene que ver con la seguridad en algunas de las zonas históricas del conflicto en las que un elevado número de líderes sociales han sido asesinados. Los asesinatos se han concentrado en Antioquia, Cauca, Caquetá, Nariño y Norte de Santander. De esta forma, a lo largo 2018 fueron asesinados al menos 226 líderes sociales y defensores de Derechos Humanos, según datos del Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz). La Defensoría del Pueblo situó la cifra en 164.
Además, como ha recordado Rosende, en muchas de las comunidades indígenas han tenido lugar asesinatos, amenazas y desplazamiento forzoso. Esto se ha dado en territorios étnicos de los pueblos awá, embera chamí y nasa en Caldas, Cauca, Chocó, Nariño y Valle del Cauca.
Junto a los éxitos y las preocupaciones, la ONU también apunta una serie de retos que tiene por delante el posconflicto. Por un lado, está el de garantizar a los excombatientes una necesaria seguridad jurídica, generando confianza y produciendo reales avances en cuestión de reinserción social y política. Otro gran desafío es lograr el funcionamiento autónomo y efectivo de mecanismos clave como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión para el Esclarecimiento de la Verdad, la Convivencia y la No Repetición o Comisión de la Verdad. Además, está también el reto social de atender a las comunidades afectadas por el conflicto, las cuales reclaman seguridad, educación, salud, tierra, infraestructura y alternativas viables contra las economías ilegales.
Aspectos controvertidos
Los asuntos relacionados con la JEP han centrado las mayores controversias de la actuación de Duque. En marzo, el mandatario presentó objeciones formales a la ley que regula la JEP, de la que desea modificar seis puntos de sus 159 artículos. Dos de ellos se refieren a la extradición de excombatientes, algo que ahora no se contempla si colaboran con el sistema de justicia transicional, especialmente en el caso de delitos cometidos tras la firma del acuerdo. Duque también plantea una reforma constitucional que excluya de la JEP los crímenes sexuales contra menores, determine la pérdida de todos los beneficios si hay reincidencia en un delito y transfiera a la justicia ordinaria los casos de conductas ilegales comenzadas antes del acuerdo y que continuaron después. Las objeciones fueron rechazadas en el mes de abril por la Cámara de Representantes y también por el Senado, aunque la validez del resultado en este último quedó en cuestión, alargando así el debate.
Una nueva polémica puede suscitarse cuando en el mes de agosto deba darse fin a los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR). En ellos o en sus alrededores todavía se encuentran alrededor de 5.000 excombatientes. El Alto Consejero para el Posconflicto, Emilio Archila, ha manifestado que para ese momento, con la ayuda de la FARC (el partido político que sucedió a la guerrilla) y el Gobierno, los excombatientes deben contar con trabajo, tener claro cuál va a ser su residencia y estar preparados para la reincorporación a la vida civil.
Dentro del proceso de reincorporación, es preocupante la falta de cumplimiento por parte de los cabecillas de las FARC de su compromiso, estipulado en el acuerdo de paz, de permanecer hasta el final en los ETCR con el fin de contribuir con su liderazgo a la buena marcha del proceso. Sin embargo, en los últimos meses, diversos jefes han abandonado esos territorios, entre ellos “el Paisa”, quien además no se ha presentado ante la JEP, por lo que esta ha reclamado su captura.
Tampoco el antiguo cabecilla Iván Márquez está colaborando con el sistema de justicia transicional, retrasando sucesivas veces su comparecencia ante la JEP alegando cuestiones de seguridad. Márquez ha mencionado el asesinato de 85 exguerrilleros desde la firma del acuerdo de paz, y ha acusado al Gobierno de serios incumplimientos.
Está además el caso de Jesús Santrich, quien como Márquez había adquirido un asiento en el Congreso gracias a la implementación del proceso de paz. Santrich se encuentra detenido desde abril de 2018 con base a una circular roja de la Interpol a petición de los Estados Unidos, que le acusa del envío de 10 toneladas de cocaína realizado después de la firma del acuerdo de paz.
Un tema bastante abordado desde el momento de las negociaciones tiene que ver con la erradicación forzada y aspersión de cultivos. El programa de sustitución de cultivos ilícitos empezó a dar resultados en 2018, dando lugar a que miles de familias campesinas acordaran con el Gobierno Nacional sustituir sus cultivos de coca por otros cultivos lícitos. Aunque en algunos departamentos como el Guaviare se dio de manera voluntaria la erradicación de cultivos, eso no fue suficiente para compensar el aumento de siembras en 2016 y 2017. En 2018, cerca de 100.000 familias —responsables de un poco más de 51.000 hectáreas de coca— firmaron acuerdos de sustitución y se espera que este número continúe aumentando a lo largo del 2019. Según el gobierno de Colombia, citando cifras del Departamento de Estado de Estados Unidos, se han sembrado más de 209.000 hectáreas de hoja de coca, una muy cifra superior a la de la época de Pablo Escobar, según cifras presentadas por el presidente Iván Duque el mes pasado ante la Corte Costitucional.
Los beneficios de la paz son indiscutibles y queda mucho por hacer para consolidarla. Es una labor que no puede dejarse solamente en manos del Gobierno, sino que requiere del apoyo de los excombatientes, de sus antiguos cabecillas y de la sociedad civil. El gran reto es acelerar la implementación del acuerdo y disminuir la polarización política, todo en busca de lograr la reconciliación nacional.
Entrevista con el embajador Francisco Pascual de la Parte, autor de “El imperio que regresa. La Guerra de Ucrania 2014-2017”
▲ Francisco Pascual de la Parte, durante la presentación de su libro [Manuel Castells]
ENTREVISTA / Vitaliy Stepanyuk
Pocos tienen un conocimiento tan directo de las relaciones de Rusia con Ucrania y otros territorios de la antigua URSS como Francisco Pascual de la Parte, quien ha sido ministro-consejero de la Embajada de España en Moscú, embajador en Kazajstán y cónsul general en San Petersburgo, entre otros destinos. Es autor del libro “El imperio que regresa. La Guerra de Ucrania 2014-2017”. Durante su presentación en la Universidad de Navarra, Global Affairs pudo conversar extensamente con el diplomático español sobre la crisis ucraniana y la política exterior rusa.
1. Desde el punto de vista de la geopolítica de la región, ¿quiénes son los principales actores?
Los principales actores en la crisis ucraniana se dividen en dos grupos: los que participan directamente en el conflicto armado y los que no participan en él, pero sí intervienen en la crisis. Los principales actores, obviamente, son el Gobierno ucraniano y los separatistas de las autoproclamadas Repúblicas pro-rusas del Donbass (regiones de Donetsk y Lugansk), respaldados y armados por Rusia.
En un segundo círculo concéntrico, los actores son Ucrania y Rusia, que se ha anexionado Crimea en respuesta al derrocamiento del presidente ucraniano pro-ruso Viktor Yanukovich, y que, como digo, apoya además a los separatistas ucranianos.
En un tercer círculo concéntrico, se sitúa la discrepancia entre Rusia y la Unión Europea (UE), que estima ilegal la anexión de Crimea y la intervención rusa en el Donbass, por lo que ha impuesto sanciones económicas, respondidas por Rusia.
En un cuarto círculo concéntrico tenemos una rivalidad entre Rusia y Estados Unidos, que acusa a Moscú de violar la integridad territorial de Ucrania y menoscabar con ello la seguridad en Europa. Este enfrentamiento tiene consecuencias para todo el planeta, ya que genera desconfianza y hostilidad entre ambas superpotencias que repercute en sus relaciones mutuas, fundamentalmente en los tratados de desarme y en sus posiciones en crisis como las de Siria, Corea del Norte, Venezuela y cualquier parte del mundo.
Por último, tenemos el enfrentamiento entre Rusia y la OTAN, a la que Rusia imputa la iniciativa hostil de haberse extendido hacia el Este, provocando con ello la reacción rusa cuando, teóricamente, tras la caída de la URSS, la OTAN había prometido no llevar a cabo su ampliación.
Todos estos son los actores. Unos participan en el primer círculo concéntrico, otros en el segundo y otros en todos.
2. En relación con la pregunta anterior, ¿cuál es el principal objetivo en esta lucha?
La respuesta a esta pregunta dependerá del actor en el que nos centremos. Obviamente no persiguen lo mismo los líderes de las repúblicas rebeldes que el Gobierno ucraniano o que el Gobierno ruso. En mi opinión, el régimen ruso persigue garantizar su seguridad mediante la recuperación del rango de gran potencia. Al controlar el espacio postsoviético e impulsar la Unión Económica Euroasiática (UEE) incluyendo a Ucrania, Rusia preveía fortalecer su posición internacional. Pero al negarse Ucrania a formar parte de la UEE y preferir una Asociación con la UE de Bruselas, ese plan de Rusia quedó muy dañado. En otras palabras, como decía Brzezinski, antiguo consejero de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Rusia con Ucrania es un imperio, pero sin Ucrania es un estado normal. Pero como no se resigna a ser un Estado normal, no quiere perder el control sobre Ucrania. Rusia estima que sólo así puede garantizar su seguridad.
El fin que persiguen las autoproclamadas Repúblicas de Donetsk y Lugansk no está muy claro, porque ha ido cambiando con el tiempo. Primero era la autonomía, después la independencia, después la anexión a Rusia y después otra vez la autonomía. Varios de los líderes que proclamaban la independencia han desaparecido en extrañas circunstancias, siendo reemplazados por otros líderes.
En este momento el liderazgo de esas repúblicas está enteramente bajo el control de Moscú. Teóricamente, de ello habría que concluir que el fin de la Repúblicas de Donetsk y Lugansk es el mismo que el fin de los líderes rusos. Pero yo no estoy tan seguro, ya que había dirigentes en los gobiernos de esas repúblicas que, al principio, querían otro tipo de Estado. Es decir, no formar parte de Ucrania, pero tampoco de Rusia, aunque dieran primacía a la relación con esta. Una especie de Estado que fuera autónomo tanto de Rusia como de Ucrania, pero dentro del denominado “mundo ruso”: conjunto de pautas culturales, creencias y costumbres que identifican al pueblo ruso, basado en los valores tradicionales de la Rusia de los zares. Algunos de sus líderes más nacional-patriotas propugnaron, tras proclamar la secesión, fidelidad a la ortodoxia, protección a la familia, prohibición de los abortos, el juego, la prostitución, el divorcio… En fin, un gobierno que no hubiera encontrado encaje ni en una Ucrania integrada en la UE, abierta, por tanto, a asimilar la ideología de género y otros valores contrarios al “mundo ruso”, ni en una Rusia como la actual, que ellos consideraban gobernada por excomunistas descreídos y antiguos jefes de los servicios de inteligencia soviéticos. Los primeros dirigentes separatistas rebautizaron a su nuevo Estado como “Novorrossiya”, retomando el nombre de la Ucrania Oriental en la época zarista, cuyos territorios habían sido conquistados por Catalina la Grande a los turcos y a los cosacos ucranianos en el siglo XVIII.
Pero ese plan no pareció convenir a Rusia. En un momento dado, Moscú dejó de apoyar el “proyecto Novorrossiya” y provocó el reemplazo de los dirigentes que lo propugnaban. ¿Por qué? Muchos analistas estiman que el surgimiento de un Estado como Novorrosiya hubiera dado alas a la ya poderosa corriente nacionalista rusa de extrema derecha (propugnada, entre otros, por Alexander Duguin) que acusaba a Putin de traición por no haber invadido sin contemplaciones toda Ucrania, y fomentaría el surgimiento dentro de la misma Rusia de iniciativas análogas en otros territorios de la Federación Rusa donde los elementos tradicionalistas nacional-patrióticos tuvieran apoyo popular. En consecuencia, Rusia pareció optar por mantener esas repúblicas dentro de Ucrania, pero controladas por ella o, en caso extremo, proceder a una anexión de facto. Ambas soluciones le beneficiaban, pues impedían que Ucrania pudiera incorporarse a la OTAN y que tuviera suficiente margen de maniobra como Estado soberano, al tener dentro el caballo de Troya de esas repúblicas, controladas por dirigentes afines al Kremlin.
El fin que persigue la UE es la estabilidad y prosperidad en su frontera oriental, exportando a las repúblicas ex-soviéticas sus programas de reformas económicas y políticas. Para ello, la UE puso en marcha su programa denominado “Partenariado Oriental” con varias de esas repúblicas. Cuantos más países de la antigua Unión Soviética asimilen los principios de la UE (Derechos Humanos, elecciones transparentes, igualdad ante la ley, ausencia de privilegios de casta, etc.) más segura estará la frontera oriental y más podrá extenderse el mercado europeo hacia esos países, incorporándolos gradualmente. En definitiva, para la UE la finalidad sería la estabilidad de la frontera Este, la extensión a los países de Europa Oriental de los principios que han dado origen a la UE y la expansión a ellos de su área de seguridad y prosperidad.
Para EEUU, el principal objetivo sería el impedir que la URSS se reconstruya bajo otro nombre y vuelva a ser un factor de inestabilidad para las democracias. EEUU ha visto cómo poco a poco el control o la influencia rusa en antiguas regiones y repúblicas soviéticas ha aumentado y cómo estas han ido siendo recuperadas por Moscú, una tras otra. Primero fue Abjasia, luego Transnistria, luego Osetia del Sur…, amén de la influencia rusa en Bielorrusia, Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán y, ahora, Ucrania, tras la anexión de Crimea y el control del Donbass. Algunos analistas observan ese proceso como una reconstrucción del control de Moscú sobre el espacio post-soviético, como ocurría bajo la URSS. Frente a ello, Washington sostiene que cada país tiene derecho a elegir libremente el organismo internacional y el sistema de seguridad colectiva al que quiere pertenecer, por lo que Rusia no tiene derecho de veto sobre la libre opción de un país determinado de Europa Oriental a ser miembro de la OTAN, o dejar de serlo, decisión que deben tomar sus propios ciudadanos, como ocurriría en el caso de Ucrania. En fin, cada parte en esta crisis persigue un objetivo diferente.
3. El conflicto de Ucrania estalló de manera imprevista. Cientos de personas salieron a las calles pidiendo una mejora en las condiciones de vida y el fin de la corrupción. ¿Cómo podríamos explicar el hecho de que el conflicto surgiese tan repentinamente?
En realidad, no se trata de un conflicto aislado, ni surgió por sorpresa, sino que desde la disolución de la URSS, las cancillerías y embajadas occidentales ya recibieron hasta ocho avisos de lo que iba a ocurrir y no supieron interpretar esas advertencias.
El primer aviso se dio en diciembre de 1986, en Kazajistán, con una serie de revueltas populares que ya indicaban lo que iba a ocurrir. Allí tuvieron lugar unos gravísimos disturbios, cuando el presidente de la República Socialista Soviética de Kazajistán, el presidente Kunáyev, dimitió y fue sustituido por un ruso, Gennady Kolbin. En ese momento, jóvenes kazajos salieron a las calles a protestar contra la decisión impuesta por Moscú de nombrar un presidente que no fuera étnicamente kazajo y que no conocía ni el idioma, ni las particularidades del país. Hasta hoy no se sabe el número de muertos que hubo en la represión de las tropas de la KGB, del ejército y de la policía, que fueron enviados urgentemente desde Rusia para aplastar la insurrección.
El segundo aviso consistió en la guerra de 1988 en Nagorno Karabaj (una región montañosa autónoma, poblada por armenios, de religión ortodoxa, enclavada en mitad de la república islámica de Azerbaiyán). Cuando los habitantes y las autoridades de Nagorno Karabaj vieron que la URSS se desintegraba, temieron que en el caos de la desintegración iban a sufrir represión y arreglos de cuentas de la gran mayoría musulmana que les rodeaba. Por consiguiente, el Parlamento de esa región autónoma solicitó la anexión a Rusia. Cuando esto ocurrió, las autoridades de Azerbaiyán enviaron sus tropas para impedir la secesión. Se originó una guerra que aún no ha acabado.
El tercer aviso, ocurrido en 1989, fue la “Masacre de Tiblisi” (Georgia), cuando miles de georgianos salieron a las calles en favor de la independencia de Georgia respecto de la URSS. El ejército soviético envió tropas especiales para reprimir la sublevación, como había ocurrido en Kazajistán. Allí murieron muchos civiles. Esa masacre dio lugar al Síndrome de Tiblisi: ningún alto cargo soviético quiso asumir, desde entonces, la responsabilidad de haber dado la orden de la intervención. A partir de ese momento, el ejército no volvería a intervenir contra el pueblo a no ser que recibiese por escrito una orden con la firma de quien decidía la intervención.
El cuarto aviso data de 1990 con la guerra civil de Transnistria, una franja oriental de mayoría étnica rusa en la república de Moldavia, que es de mayoría étnica rumana. Ocurrió que tras la independencia de Moldavia en 1991, los habitantes de Transnistria temieron quedar oprimidos en el nuevo país, de lengua y tradiciones principalmente rumanas. Por tanto, declararon su propia independencia de Moldavia, iniciando consecuentemente un conflicto que dejaría más de 20.000 muertos.
En todos estos casos y en otros que vendrían después, Rusia apoyó siempre a los secesionistas, puesto que eso era una forma de mantener a las repúblicas que querían separarse de la URSS controladas mediante una minoría dentro de ellas, que impedía su consolidación como soberanas e independientes.
El siguiente aviso consistió en el fallido intento de golpe de Estado en Moscú de agosto de 1991. Aunque fracasó, esa intentona abrió los ojos a otras repúblicas sobre el peligro de involución y regreso a la URSS y, a partir de ese momento, el proceso secesionista se aceleró.
El sexto aviso consistió en el referéndum convocado en Ucrania en diciembre de 1991. Bajo la pregunta “¿Está usted de acuerdo en que Ucrania se separe de la URSS y sea un Estado independiente?”, el 98% de la población ucraniana votó que sí, incluida Crimea.
Junto a estos avisos habían tenido lugar otros indicadores más, como el movimiento separatista en Abjasia (región del noroeste de Georgia), que en 1992 declaró su independencia de Georgia, la cual deseaba independizarse de Rusia por completo. Rusia apoyó a los separatistas también aquí.
El último aviso tuvo lugar en 2007, en Osetia del Sur. Fue tras un intento del gobierno de Georgia para lograr que la región separatista de Osetia del Sur volviese bajo su control empleando para ello su ejército. Rusia, que tenía estacionadas en Osetia Fuerzas para el mantenimiento de la paz desde un conflicto anterior, intervino en favor de los separatistas, obligando a Georgia a renunciar al control de esa región.
4. Aunque a EEUU el conflicto ucraniano le preocupa, no le inquieta tanto como otros temas. De hecho, EEUU no está actuando y únicamente verbaliza su preocupación. ¿Es posible que no esté ofreciendo una respuesta clara porque piensa que fundamentalmente es un problema europeo?
A EEUU le preocupa por la sencilla razón de que la solución de otras crisis que ocurren en el mundo, fundamentalmente las de Siria, Venezuela y la de Corea del Norte, depende de que haya confianza y buena relación entre Moscú y Washington. Y nunca la habrá si previamente no se resuelve el tema de Ucrania. Lo que está envenenando las relaciones es Ucrania. De hecho, dudo mucho que sin la guerra en Ucrania hubiese habido una intervención rusa en la guerra en Siria como la que ha habido.
Cuando Occidente intenta aislar a Rusia imponiendo sanciones, Rusia tiene que salirse por algún lado. Por ello, para demostrar que no se le puede aislar y que es un protagonista en la escena internacional, Rusia interviene en Siria, en Venezuela o donde puede plantar cara a EEUU. Estaría emitiendo un mensaje parecido a este: “aunque me queráis aislar y reducirme a potencia regional de segundo orden, os puedo demostrar que sin mí no tiene solución ninguna crisis mundial. Es más, si quiero, os provoco otras crisis”.
5. ¿Qué opinan los propios ciudadanos rusos sobre la anexión de la península de Crimea?
La intervención y consiguiente anexión de Crimea por Rusia, dentro del conflicto ucraniano, es el punto que más envenena las relaciones entre Rusia y Occidente, pero también repercute en la opinión pública rusa.
Porque, claro, Rusia tiene un PIB del tamaño del de Italia y está manteniendo intervenciones en el exterior que le cuestan mucho dinero. Sus hospitales están en una condición lastimosa, la enseñanza atraviesa por una gran carencia de medios y disminución de calidad, las pensiones son bajísimas, se ha retrasado la edad de jubilación… Muchos en Rusia están disgustados por que, en estas circunstancias, se dediquen recursos ingentes a subvencionar Crimea. Porque Crimea no se sostiene sola. Antes, cuando estaba en paz y gracias al turismo, sí que podía llegar a sostenerse a sí misma. Pero ahora, ¿quién va a Crimea? ¿quién invierte en Crimea? Todo lo subvenciona el gobierno ruso. Eso estaría al alcance de un país con un PIB gigantesco, pero difícilmente un país que tenga un PIB como el de Italia o España y que dedique, directa o indirectamente, un tercio del PIB a sus fuerzas armadas y de policía. Además de tener que subvencionar Crimea, Rusia tiene que subvencionar Abjasia, Transnistria, Osetia y el Donbass. Por este motivo, hay en Rusia quien ya se pregunta si no fue un error la anexión de Crimea, como, por ejemplo, uno de sus más influyentes diarios, “Vedomosti”.
Por otra parte, una razón importante por la que los dirigentes rusos no ven con buenos ojos discutir sobre este asunto podría ser Chechenia. Según algunos expertos de Derecho Internacional, como la catedrática de Derecho Internacional de la Complutense, Araceli Mangas Martín, todos los argumentos que Rusia esgrime para justificar la secesión de Crimea de Ucrania valdrían para justificar una futura secesión de Chechenia de Rusia. ¿Qué ocurriría, se preguntan algunos analistas, si dentro de 10 o 20 años se formara una mayoría chechena que reclamara la secesión de Rusia en un referéndum invocando el precedente de Crimea?
El tema de la legitimidad de la anexión de Crimea es un tema tabú en la sociedad rusa, por muchas razones. No se puede hablar de él con tranquilidad. De hecho, el único diputado de la Duma (Parlamento ruso) que votó en contra de la incorporación de Crimea a Rusia ha tenido que exiliarse porque ha sido amenazado. En los programas de televisión los debates sobre la existencia y legitimidad de la anexión de Crimea no suelen permitirse y cuando se tocan tiene que ser siempre desde el punto de vista oficial.
Despliegue de tropas ucranianas, en junio de 2014 [Wikipedia] |
6. ¿Ve usted posible que Rusia acabe abandonando la guerra en Ucrania? Además, ¿podría Crimea volver a formar parte del territorio ucraniano?
Rusia ha dejado muy clara una cosa: no va a permitir jamás que los rebeldes y los separatistas ucranianos de las Repúblicas de Donetsk y Lugansk sean derrotados por el ejército ucraniano. No lo va a permitir.
La única posibilidad de que Rusia abandonase su intervención militar en Ucrania sería que los secesionistas ganasen su confrontación con el gobierno ucraniano y consolidasen una independencia de este bajo el control indiscutido de Moscú.
Segundo, veo el regreso de Crimea a Ucrania muy difícil, prácticamente imposible. Porque Rusia está convirtiendo Crimea en una inmensa base militar que estima imprescindible frente a una OTAN expansiva. La está dotando de los más modernos sistemas de armamento: radares, cohetes, una moderna flota...
7. Demográficamente, ¿el porcentaje de rusos en Crimea es tan alto como se dice?
Según algunos analistas, el Kremlin juega con las cifras. Unas veces habla de rusos étnicos, otras veces de rusohablantes. Odesa o Jarkiv, por ejemplo, son grandes ciudades ucranianas rusohablantes, pero que están de parte del gobierno de Kiev. ¿Qué entiende Rusia por “ruso”? Dicen las autoridades rusas: “Es que la mayor parte de los habitantes de Crimea votaron legítimamente por la secesión e incorporación a Rusia en referéndum por una mayoría afirmativa en torno al 90%, constituyendo además los rusos la gran mayoría de la población en la península”. Defíname eso. ¿Qué pasa con el 13% de tártaros, qué pasa con el 20% de ucranianos? Y los que Moscú llama rusos en Crimea, ¿qué son exactamente: rusos étnicos, rusohablantes, titulares de pasaporte ruso, rusos por opción, por nacimiento, por matrimonio? ¿Con qué documentación electoral y con qué control de las votaciones se hizo el referéndum? ¿Se contaban como votantes censados las tropas de la base rusa de Sebastopol o no se contaban? ¿Cómo se controlaron las votaciones dentro de los cuarteles militares? En fin, es como decir “españoles” refiriéndonos a cualquier país iberoamericano. En Argentina o Cuba puede haber 700.000 españoles. ¿Aceptamos entonces que en un territorio de Argentina, Cuba o Venezuela, donde la mayoría sean españoles, estos organicen un referéndum por la secesión y su reincorporación a España y les armamos clandestinamente?
La pregunta que nos debería preocupar es: ¿en qué se distingue ciudadanía de nacionalidad? En los países occidentales ciudadanía y nacionalidad son lo mismo. Sin embargo, en Rusia no es así, y aquí vamos al meollo del problema. En los países de la antigua órbita soviética, nacionalidad significa “pertenencia a un grupo étnico”. Mientras que ciudadanía significa “sometimiento al régimen político, jurídico y administrativo de un Estado determinado, con independencia de la etnia a la que se pertenezca”.
En Rusia son cosas completamente diferentes. Tanto es así que en los documentos de identidad de Rusia y de Ucrania, hasta hace poco, figuraba como “nacionalidad” el grupo étnico del titular: judío, tártaro, ruso... Por eso, cuando Rusia se anexionó Crimea, la principal razón que dio el presidente Putin para hacerlo fue que debía proteger a los “rusos” en Ucrania, a “sus” nacionales en Ucrania, frente a la “Junta Fascista” de Kiev que les amenazaba. Para un ruso, puedes cambiar la ciudadanía; en cambio, la nacionalidad no se pierde nunca, y Rusia debe proteger a quienes ostentan la suya.
Todo ello explica que antes de intervenir en una república ex -soviética que se quiere separar de la órbita de Moscú, lo primero que hace Rusia es repartir pasaportes rusos entre ciudadanos de esas repúblicas a los que, a partir de ese momento, considera rusos, y luego, argumenta que los tiene que proteger.
De los ucranianos que vivían en Crimea, muchos la han abandonado. Otros, se han quedado en Crimea, por supuesto, pero sin poder poner en tela de juicio que Crimea pertenece a Rusia, sometiéndose a las autoridades rusas, debiendo, en muchos casos, obtener otra nueva documentación, distinta a la que tenían antes, y prestando lealtad y sometimiento a otro Estado distinto a aquel en el que vivían hasta hace poco.
8. ¿Podríamos decir que Rusia y Occidente tienen interpretaciones diferentes sobre los principios que han de regir las relaciones internacionales?
Ese principio fundamental para el Kremlin de defender militarmente a los rusos estén donde estén, incluido el territorio de otra república ex-soviética, choca con otros principios básicos para la UE, EEUU y países occidentales: la integridad territorial del Estado, la soberanía del Estado y la igualdad de todos antes la ley... Si tú quieres proteger a los rusos que viven en Ucrania anexionándote Crimea porque tiene mayoría rusa, obviamente estás violando el principio de integridad territorial del Estado. Sin embargo, Rusia piensa que ella sí que ha respetado la integridad territorial de Ucrania, porque la integridad territorial tiene para los dirigentes rusos un significado diferente al nuestro. Para ellos la integridad territorial se refiere al aparato del Estado, pero no al territorio. Rusia da prioridad a otros principios, como es la protección de sus nacionales.
Por todos estos motivos este conflicto es tan peligroso, porque ni Occidente ni Rusia pueden renunciar a principios que consideran básicos. Por eso, cuando hablamos de diálogo de la UE y EEUU con Rusia para solventar este conflicto, estamos pidiendo un diálogo entre dos partes que hablan un lenguaje diferente, porque Rusia atribuye a los conceptos un significado completamente distinto al que les atribuimos nosotros.
9. La política rusa de protección de los rusos étnicos puede recordar mucho, en gran medida, la política de la Alemania nazi de la década de 1930 de intentar unir a todos los alemanes étnicos. ¿Considera que la situación es similar?
No solamente a los años 30, sino también al tiempo de la Primera Guerra Mundial, que estalló porque Serbia quería proteger a los serbios que vivían fuera del territorio de Serbia, los cuales se consideraban oprimidos y maltratados por las autoridades del Imperio Austrohúngaro, cuando este se anexionó Bosnia-Herzegovina. Uno de los que se sentían oprimidos, el estudiante Gavrilo Princip, con auxilio logístico de la policía secreta serbia, mató al heredero del trono de Austria-Hungría durante su visita a Sarajevo, la capital de Bosnia-Herzegovina. Eso provocó una reacción en cadena y una Guerra Mundial.
En la Segunda Guerra Mundial, Alemania exige que todos los alemanes vivan dentro del mismo Estado. Desgraciadamente, no todos los alemanes vivían en Alemania. Los nazis deciden entonces lograr que todos los alemanes de raza aria, superior, queden en un solo Estado, dirigidos por un solo Führer. Para ello, se anexionan Austria. Las potencias occidentales se quedan perplejas. Resultaba que también había alemanes en Checoslovaquia, que no estaban bien tratados por las autoridades checoslovacas, según los nazis. Entonces, el Führer fuerza a los checoslovacos a cederle los Sudetes. Luego Alemania se anexiona otros territorios y las potencias occidentales ceden. Más tarde, Hitler reclama el corredor polaco y la ciudad alemana de Danzig, territorio también de población alemana, pero situado en Polonia, y es allí cuando, definitivamente, Inglaterra y Francia, que habían ofrecido garantías a Polonia, reaccionan.
Para algunos analistas occidentales, la situación recuerda mucho a lo que ocurre ahora en la antigua URSS. Primero, Rusia se anexiona una parte de otro país, luego se instala en una parte de otro, con la misma justificación: la de que hay rusos en ellos que hay que proteger. En mi opinión, la situación no es exactamente la misma, pero tiene alarmantes parecidos.
10. La lección de los años 30 es que la política de apaciguamiento no evitó la guerra, sino que simplemente la aplazó e hizo que se combatiese en peores condiciones. Entonces, ¿cuál es la actitud recomendable ante la política rusa?
Existen dos tendencias fundamentales: la primera comprende las tendencias al apaciguamiento y la segunda las tendencias a la firmeza. Entre las tendencias al apaciguamiento encontramos, a su vez, tres corrientes distintas:
–Un primer grupo de expertos llama la atención sobre un hecho fundamental: que Rusia está dispuesta a llegar más lejos que Occidente en el conflicto de Ucrania, porque para Rusia Ucrania es una cuestión vital, mientras que para Occidente no. Habría que llevar a cabo una revisión territorial. Vamos a ceder y vamos a dejar que Rusia se quede con sus rusos, y aquí se acaba el problema. Firmamos un acuerdo, y Rusia tiene su zona de influencia.
–La segunda corriente defiende la idea de convertir Ucrania en un Estado neutral para que Rusia no perciba una amenaza. Ello implicaría que se decida la congelación de la expansión OTAN, que ya no se extendería a ningún país más de la Europa oriental; se otorgue una autonomía muy amplia a las regiones de Ucrania oriental pobladas mayoritariamente por rusos, y se admita que Crimea forma parte de Rusia en compensación a la extensión de la OTAN hacia el Este.
–Según la tercera corriente, Rusia, al anexionarse Crimea y al intervenir en Ucrania oriental, no observó un comportamiento agresivo. Muy al contrario, actuaba en su legítima defensa, y a ningún país se le puede negar la legítima defensa. Decimos eso porque si hubiese triunfado la revolución del Maidán en toda Ucrania, incluida Crimea, y en toda Ucrania se hubiese implantado un régimen proclive a Occidente, hubiera sido cuestión de muy poco tiempo que el nuevo gobierno ucraniano hubiese solicitado el ingreso en la OTAN. Eso hubiera conllevado que las fronteras de la OTAN se hubiesen acercado todavía más a Rusia, poniendo en peligro la seguridad del país. Por tanto, Rusia, al actuar en Ucrania, únicamente lo hace en legítima defensa. Esta tercera corriente propugna la desmilitarización del Donbass, que la seguridad de las fronteras quede garantizada por una fuerza de mantenimiento de la paz bajo el mando de la ONU, y la admisión de Crimea como parte de Rusia, en compensación al hecho de que la OTAN ha incorporado países que antes pertenecían a la URSS.
Como comentamos anteriormente, existe una segunda tendencia que aboga por la firmeza: “No vamos a repetir el error de Múnich de ceder, ceder y ceder, porque si continuamos así, la próxima vez nos encontraremos con que Rusia intenta anexionarse un país báltico”, donde, por cierto, en Estonia y en Letonia tiene importantísimas minorías. La principal corriente de este grupo piensa que no podemos repetir el error de Yalta, de dejar dividir Europa en zonas de influencia y sobre todo de imponer la neutralidad a un país que no la desea. Por otra parte, lo que se estaría haciendo al admitir que Rusia se quedase con todas estas regiones es negarle a Ucrania, precisamente, su derecho a la legítima defensa.
Otro grupo de esta tendencia sostiene que los partidarios de la estrategia de apaciguamiento no ofrecen ninguna solución a cómo se garantizaría entonces la seguridad de los países de Europa del Este. Además, el hecho de no extender la OTAN y de ser condescendientes con Rusia para evitar provocar a Rusia es un dilema falso, porque Rusia ya hace todo lo que puede por fastidiar a Occidente, todo el límite de provocación ya está superado. Si se quiere conseguir la estabilidad de Europa a base de cerrar los ojos y permitir que Rusia controle las zonas que antes pertenecían a la URSS, existe el riego de que Rusia siga ocupando territorios. ¿Hasta dónde tienen que llegar las fronteras de Rusia para que Rusia se sienta segura?
Además de las dos tendencias anteriores, existe una tercera corriente de pensamiento que llama la atención. Dice que en el caso de la Alemania nazi hay un hecho diferencial respecto de la situación actual: en aquel momento no existían las armas nucleares. En aquel momento, quizás fuera prioritario detener a Hitler a costa de pagar un alto precio, porque de lo contrario las consecuencias habrían sido catastróficas. Era un mal menor frente a un mal mayor. Sin embargo, ahora este dilema no existe, ya que ahora el dilema está entre llegar a un entendimiento con Rusia o una guerra nuclear.
La pregunta que plantea esta tercera posición es: ¿cuál es nuestra prioridad, castigar a Rusia o conseguir la estabilidad en Europa? Si elegimos la primera opción, entonces lo que habría que hacer es armar a Ucrania. Sin embargo, si nuestra prioridad es recuperar la estabilidad en Europa, entonces tenemos que iniciar conversaciones con Rusia. En realidad, a largo plazo, Occidente es mucho más fuerte que Rusia, pero el inconveniente que tiene a largo plazo es que no sabes si en ese periodo de tiempo tan grande estaremos todos muertos. Si Rusia ve que es más débil a largo plazo, obviamente intentará aprovechar la situación mientras todavía es fuerte.
Efectivos de la autoproclamada República Popular de Donetsk, en mayo de 2015 [Mstyslav Chernov] |
11. Puede existir la interpretación de que lo que ocurrió en Crimea fuese una reacción de legítima defensa por parte de Rusia para evitar que su base naval de Sebastopol se convirtiera en base de la OTAN. Rusia habría interpretado eso como una amenaza a su seguridad y, por tanto, habría intervenido para proteger su seguridad. Teniendo esto presente, tomemos como ejemplo la crisis de Cuba de 1962. Cuba decidió comprar armamento para colocar cohetes atómicos soviéticos en territorio cubano. Podían hacerlo desde el punto de vista del Derecho Internacional, eran dos países soberanos que podían venderse armas unos a otros. EEUU se sintió atacado ante la posibilidad de que hubiera cohetes en Cuba e intervino en Cuba. ¿No ha ocurrido lo mismo con Crimea y la URSS? En un segundo supuesto, imaginémonos que en México entra un gobierno de corte anti-americano, que se siente muy inseguro hacia EEUU y que decide instalar cohetes nucleares en la frontera de Río Grande. ¿EEUU permitiría en aras del Derecho Internacional de integridad territorial que hubiera baterías de cohetes apuntando a las ciudades de EEUU? ¿Qué piensa usted de esto?
Hay similitudes en esos casos, pero no se pueden comparar. Las diferencias que yo veo son, en primer lugar, que EEUU impuso un bloqueo en Cuba, pero no invadió Cuba, como usted dice, ni se anexionó región de Cuba alguna. Kennedy metió la pata con su invasión de Bahía de los Cochinos, retiró a sus tropas de allí y pidió públicamente perdón por la iniciativa. No me puedo imaginar a un líder ruso pidiendo públicamente perdón por la invasión ilegal por la URSS o por Rusia de un país soberano y sin declaración de guerra: Finlandia en 1939, los Bálticos en 1940, Hungría en 1956, Checoslovaquia en 1968, Afganistán en 1979, Ucrania en 2014….
En segundo lugar, los misiles instalados en Cuba eran armas nucleares ofensivas muy potentes, instaladas clandestinamente, mientras que EEUU no instala armas nucleares ofensivas comparables cerca de Rusia ni lo ha hecho clandestinamente. Moscú estima que los sistemas antimisiles norteamericanos en Polonia y Rumanía pueden convertirse en ofensivos fácilmente, pero tal recelo ruso se solventaría con un eficaz sistema de inspecciones y verificación. Además, los dirigentes rusos saben perfectamente que tales sistemas no constituyen amenaza efectiva alguna frente a su enorme arsenal nuclear. La prueba está en que presumen de él y lo consideran invulnerable, según palabras del propio presidente Putin.
En tercer lugar, lo de México es política ficción. No es imaginable que EEUU invada militarmente México para proteger a las minorías estadounidenses asentadas en ese país, como ha ocurrido con Crimea o el Donbass. Por otro lado, dudo que fuera posible que se instalaran armas nucleares en México con los acuerdos bilaterales y regionales que están vigentes entre EEUU y México y en el marco del tratado de libre comercio entre EEUU, México y Canadá. No olvidemos que, aunque imperfectos, tanto México como EEUU son regímenes democráticos. Sus líderes responden ante sus electores y ante su pueblo, y son elegidos por este. No es el caso de Cuba ni de la URSS, dictaduras comunistas, ni, según algunos autores, de la Rusia actual, régimen autoritario nacionalista. Las democracias no suelen hacer guerras entre ellas.
El único comportamiento de Estados Unidos similar a lo que ocurre en Crimea fue la invasión de la isla caribeña de Granada. Cuando en Granada subió al poder un régimen marxista, EEUU arguyó la necesidad de proteger a los estudiantes estadounidenses que había allí para intervenir, aunque no estaban en peligro.
Otra diferencia es que lo de Ucrania se inscribe en un proceso o tendencia (Kazajistán, Transnistria…), que parece haber estado perfectamente planificado desde 1990, como hemos comentado antes. No es un caso puntual, sorpresivo e improvisado, como fue la reacción de EEUU ante la instalación de misiles en Cuba en 1962.
12. Lo que ha comentado anteriormente sobre la reacción agresiva de Rusia para evitar el largo plazo, recuerda mucho a la estrategia directa de la contención estadounidense durante la Guerra Fría. La respuesta estadounidense era que, precisamente, había que rearmarse y tener una capacidad militar lo suficientemente intimidatoria para que la URSS no se atreviese a actuar agresivamente. Sería esa otra posible conclusión: ¿Hay que rearmarse?
De hecho, lo estamos haciendo. Para mí, el mayor error de Putin ha sido posibilitar que EEUU consiga en 20 días el consenso para un rearme y fortalecimiento de la OTAN que no había conseguido en 20 años. Ahora tienen una OTAN cohesionada y organizada, han conseguido el compromiso a un aumento de los gastos militares por parte de los aliados de la OTAN que antes eran reticentes a hacerlo.
13. Crimea era parte de Rusia hasta que Kruschev se la cedió a Ucrania en 1954. Además, el Imperio Ruso tuvo miles de muertes por recuperar esa península en la Guerra de Crimea. ¿El hecho de que ese territorio pertenezca a Ucrania o a Rusia es algo que podría ser discutible?
En primer lugar, la constatación de que Kruschev regaló Crimea a Ucrania es, según documentados autores, una de las grandes falsedades difundidas por los centros de inteligencia rusos, que ha sido creída por casi todo el mundo en Occidente. Aunque es cierto que la resolución del Presidium del PCUS de 1954 hace que Crimea pase a depender de Ucrania, con motivo del 300 aniversario de la incorporación de Ucrania al Imperio Ruso, este no era el único motivo, ya que Crimea es una zona muy árida, y el suministro de agua, mano de obra, infraestructura… es muchísimo más fácil desde Ucrania que desde Rusia. A efectos prácticos, es mucho más rentable, como se está viendo actualmente, mantener Crimea desde Ucrania que desde Rusia.
En segundo lugar, la región de Taganrog, más rica y más grande que Crimea, que anteriormente pertenecía a Ucrania, se asignó a Rusia. Por eso, algunos analistas piensan que lo que hubo fue una especie de compensación territorial, porque mantener Taganrog desde Ucrania es muy difícil también.
En tercer lugar, el cambio de fronteras administrativas entre las diferentes regiones de la URSS en tiempos de Stalin y de Kruschev era algo habitual y frecuente. Si consideramos anti-constitucional o ilegal la transferencia de Crimea a Ucrania por Kruschev, también hay que considerar ilegales docenas de modificaciones territoriales análogas que se hicieron en esa época en la URSS.
En cuarto lugar, Crimea ha sido parte de Rusia 250 años (Cuba fue española aproximadamente 400 años) y toda Ucrania occidental era Polonia hasta 1939. Luego Polonia tendría igual derecho a reclamar su parte de Ucrania que Rusia a reclamar la suya. Si vamos a justificar la anexión de territorios en base a vínculos históricos sin respetar los tratados internacionales actuales, entonces habría que rehacer todo el mapa mundial y provocaríamos una escalada bélica. Por esta regla de tres, los españoles deberían reclamar mañana mismo Cuba, pues fue un trauma para nosotros perderla, residen allí miles de españoles y fue mucho más tiempo española que Crimea rusa.
En quinto lugar, y más importante, en el Tratado de Amistad y Cooperación entre Rusia y Ucrania de 1997, Rusia reconoció la independencia e integridad territorial de Ucrania, incluida Crimea.
No podemos estar inmersos en un continuo proceso de reivindicaciones históricas. Para evitar eso existen los tratados internacionales que fijan las fronteras e impiden que volvamos a la selva.
14. Hace unos años fuimos testigos de cómo EEUU luchó por la independencia de Kosovo, la cual reconoció. Por tanto, ¿podríamos decir que el caso de Kosovo constituye un precedente que legitima a Rusia a defender la separación de Crimea?
Para muchos analistas, el caso de Kosovo y el caso de Crimea no tienen relación alguna entre ellos. En primer lugar, dicen, EEUU no buscaba anexionarse Kosovo, a diferencia de lo que Rusia hizo con Crimea. En segundo lugar, el reconocimiento de la independencia de Kosovo tuvo lugar después de 10 años de limpieza étnica llevado a cabo por las tropas Serbias en Kosovo contra la población albanesa. El tema se llevó a la ONU y se discutió durante mucho tiempo. Nada parecido ocurrió en Crimea: no había ningún conflicto entre rusos y ucranianos, no se llevó el tema a la ONU, ni siquiera se llevó al Tribunal Internacional de Justicia (Kosovo sí se llevó). Son cosas completamente diferentes. No había habido ningún incidente serio entre etnias en Crimea que justificase la anexión por parte de Rusia. En Kosovo sí los hubo, con miles de muertos.
Esto supone, según muchos autores, otro éxito de la propaganda rusa, que ha conseguido que mucha gente de Occidente considere que son casos similares. Además, habría que ver en qué condiciones se realizó el referéndum en Crimea: no hubo debates en televisión, no hubo diferentes partidos políticos que expusiesen sus posiciones, no hubo observadores internacionales, no hubo un censo fiable, los puntos de votación estaban tomados por el ejército ruso… No sabemos cómo es esa mayoría que votó a favor.
15. ¿Cómo se puede explicar el enorme poder y popularidad de Putin en un país considerado democrático y en el que existen elecciones regulares?
Un asunto que merece la pena comentar es el fracaso de las reformas democráticas en Rusia. Cuando se desintegra el comunismo en la URSS y Rusia opta por la economía de mercado, por la libertad de comercio y por la democracia liberal, espera recibir un modelo civilizado de todo eso. Lo que recibe, en más de una ocasión, son verdaderos gánsters occidentales haciendo negocios, apropiándose de los recursos económicos y culturales de Rusia, y de los cerebros de Rusia… La versión de la economía de mercado que recibe Rusia tras la implantación de la democracia liberal en el país es horrorosa y, a partir de ese momento, las palabras “democracia” y “reformas” quedan totalmente desacreditadas en Rusia. Ellos tienen una idea de reformas y de democracia totalmente nociva y fatal. Eso fue precisamente lo que catapultó al poder a líderes como Vladímir Putin.
Una cosa que no entendimos en Occidente es que, para un ruso, la estabilidad es mucho más importante que la libertad. Sobre todo no entendimos una cosa muy importante, que fue la pasmosa facilidad del tránsito del comunismo al nacionalismo. Fue una ingenuidad pasmosa por parte de los diplomáticos occidentales pensar que los líderes postcomunistas iban a edificar la democracia sobre las ruinas de la URSS y en contra de sus propios intereses.
El tránsito del comunismo al nacionalismo es, en realidad, muy fácil, porque sus elementos básicos son los mismos: primacía del líder sobre las instituciones, del dogma sobre los principios, de la lealtad sobre los méritos, de los slogans sobre el razonamiento, de la propaganda sobre la información, de la historia virtual sobre la real, etc.
Desfile de tropas rebeldes en Donetsk, en mayo de 2015 [Wikipedia] |
16. La población de los países bálticos cuenta con una importante minoría rusa. En esos países se ha estabilizado la situación también porque ha habido un despliegue de la OTAN.¿Ucrania podría entrar en la OTAN y eso estabilizaría la situación o Rusia nunca permitiría que Ucrania entrase en la OTAN?
Hubo un momento en que se le propuso a Rusia unirse a la OTAN. Pero Rusia no quería ser un miembro más de la OTAN, no quería estar sujeta a EEUU, sino que desea tener protagonismo. Por su parte, Ucrania no es igual que los países bálticos. Yo creo que Ucrania no puede, de momento, entrar en la OTAN. Sin embargo, ya hay programas de colaboración entre la OTAN y el gobierno ucraniano. Para mí es consecuencia de la actuación del presidente Putin, porque ¿de qué le sirve ganar Crimea si pierde Ucrania, donde, además, ha hecho surgir un sentimiento anti-ruso? Con esa política, Rusia ha conseguido que la OTAN despierte y se fortalezca (lo que EEUU no había conseguido nunca), y que la mayoría de Ucrania tenga un sentimiento pro-occidental. Todo un balance.
En mi opinión, Rusia hará todo lo posible para evitar que Ucrania entre en la OTAN. No obstante, si Ucrania fuese admitida en la OTAN, Rusia respondería asimétricamente. A mi juicio, el mundo se colocaría al borde de una guerra nuclear.
17. ¿Cree que el asunto de Crimea puede tener una repercusión más amplia, establecer un precedente?
En opinión de muchos analistas, rusos incluidos, lo que Putin ha hecho allí es algo muy peligroso. Porque los argumentos que él da para justificar la secesión de Crimea de Ucrania, valdrían, según esos expertos, para justificar la secesión de otras regiones de Rusia. No ahora, pero sí en el futuro. Rusia tiene cerca de 120 etnias diferentes, imaginémonos que alguna decide aplicarse los argumentos utilizados en al caso de Crimea para justificar su propia secesión.
También hay otra cuestión a tener en cuenta, y es que Rusia se ha presentado como redentora de la humanidad a lo largo de la historia (con la caída de Constantinopla, erigiéndose como la tercera Roma y redentora de lo que quedaba de la civilización, y con la expansión del comunismo tras la Revolución de 1917, con la redención de los oprimidos), y ahora Rusia se presenta de nuevo por tercera vez como redentora de la humanidad. Para Rusia, las pautas morales que ahora en Occidente forman parte ya de los principios básicos de nuestra civilización, son inadmisibles. Ella piensa que nuestra sociedad se está disolviendo y que está totalmente corrompida. Por ejemplo, en Rusia jamás se permitirá la ideología de género y lo consideran como una plaga que está disolviendo la sociedad de Occidente. Esta tendencia que se conoce con el nombre de “mesianismo ruso”, que adopta diferentes formas a lo largo de la historia, es una constante con la que hay que contar. Rusia piensa que no está luchando solamente por Ucrania y por Crimea, sino por toda la civilización.
▲ Black Blade 2016, under the EU’s Helicopter Exercise Programme [European Defence Agency, Fisher Maximilian]
ESSAY / Albert Vidal
The purpose of this paper is to project a potential scenario in the European Union (EU) security and defence field around 2030. The European Commission has already developed a three-legged projection (Mogherini & Katainen, 2017), which presents alternative scenarios, the accomplishment of which will depend on the decisions the European Union and its member states take from now on. Thus, as it makes no sense to describe again the three scenarios, I will be focusing on the most ambitious one: a common security and defence.
To do so, I will begin by briefly depicting where we are today, in terms of EU security and defence. Afterwards, I will introduce the core ideas outlined in the Reflection Paper[1] and develop the 3rd scenario. A variety of issues which include funding, industry capabilities and intelligence, among others, will be tackled.
EU Security and Defence in 2019
As of 2019, the security and defence policies of the EU are embedded in the Common Security and Defence Policy (CSDP) which, although having the astronomical combined budget[2] of more than $220 billion in 2016 (How much is spent on defence in the EU?, 2018), it is far from being the military superpower it ought to be. It is true that the EU Global Strategy[3] provides some guidelines for the development of EU’s policies, but for now it is just a vision and hasn’t yet had the time to deliver tangible results. The Permanent Structured Cooperation (PESCO), on the other hand, offers the potential to work toward the achievement of those goals.
Meanwhile, we can appreciate a costly fragmentation of resources which is embodied in the multiplicity of weapons systems in the EU (up to 178) compared to the US, which has around 30 (Munich Security Report 2017, 2017). Duplication is quite pricey: since every EU Member State has to acquire a little bit of everything to cover its wide range of military necessities, we end up having repeated and useless systems and a lot of money is consequently wasted. The lack of interoperability[4] between different European armies complicates the deployments even more and brings equipment shortages. This gives a strong explanation to why less than 3% of European troops are actually deployed (Defending Europe Factsheet, 2017). Besides, the inexistence of a large fund for military operations and research in technology has hindered the development of European-made equipment and has also prevented large-scale operations. If the member states want to launch a military mission, they need to resort to different sources of funding, such as the Athena Mechanism, the African Peace Facility, the Instrument Contributing to Stability and Peace and several Trust Funds, which causes confusion and a loss of efficiency. The aforementioned examples are not thought to be exhaustive; they are just some examples of today’s chaos in the field of security and defence in the EU.
How ambitious is the EU?
The ‘Reflection Paper on the Future of European Defence’ presents three scenarios of incremental cooperation among the EU member states, with each projection having its own principles and reach (Mogherini & Katainen, 2017).
Scenario A is characterized by the lowest degree of cooperation, which would remain voluntary and member states wouldn’t be bound to a common security and defence. The EU would only be able to deploy civilian missions and small-scale military operations; and its defence industry would remain largely fragmented.
Scenario B depicts an EU defence policy with stronger financial resources and a greater ability to project its military power. Duplication would be reduced and cooperation with NATO would increase.
Scenario C is by far the most interesting one, where a real common security and defence policy would be developed, and it would effectively balance the contributions and competencies among the member states (Bierman, 2018). Such will be the main object of analysis of the present paper.
Ten predictions
Being this section my contribution to the conversation, I hope to be creative enough without falling into vagueness and imprecision.
a) In regards to the structure, the CSDP[5] will remain as a part of the Foreign Affairs Configuration within the Council of the EU and will evolve into the communitarian decision-making-style; that is, intergovernmental decision making (which requires consensus) will become democratic (only requires majority). This inflection point will accelerate development of this field, since consensus will no longer be necessary. In regards to the material capabilities, national armies will begin their transition toward a unified European army. Right now, this may seem crazy. But Europe has taken similar steps before in other areas; and even if states have lost their national decision-making power on economic issues, no big disaster has happened.
Although member states are now fearful of transferring defence competences to the Union, I believe this will eventually occur. Many worry because member states will be losing sovereignty and control of their own army, and they will be at the mercy of the EU’s will. The problem is that defence is a very dear issue to states and there will be little progress toward efficiency and interoperability unless the EU takes complete control. Europe needs to continue advancing in its integration project to face increasingly challenging crisis; staying still will be synonymous with collapse.
b) Funding will be unified under a single European defence fund that will have a dual purpose. Firstly, it will be devoted to research and development; secondly, it will finance all kinds of operations and cover its costs, be it civilian or military ones[6] (a similar idea to the European Peace Facility). Existing funds such as the Athena Mechanism or the APF would obviously disappear. Ideally, all EU member states would devote the equivalent of a 0.4% of the GDP to such fund, which would account for more than $75 billion[7].
c) Apart from that, EU member states should spend a minimum of 1.1% of their GDP in defence, which accounted for $206 billion in 2018. A superior body will coordinate the efforts to ensure that duplication doesn’t take place, and that all materials that are produced, acquired and used are interoperable. Thus, member states will have to follow certain guidelines when investing their resources. If we want to avoid having too many radar stations or minesweepers, the superior body will draft a list with the quotas that each unit, vehicle or system will have and will distribute it among the member states. It will probably be the case that only certain countries will be spending on aircraft carriers, but that won’t mean that such carrier belongs to the country that built it. The novelty is that all the equipment and units will be controlled by a unified European Command Center. Defence will be a policy concerning the community of member states.
d) The multiplicity of systems will be drastically reduced and the EU will only produce a small amount of tanks, battleships and aircrafts models. Such specialization and the optimized production will lower the costs of manufacture[8]. This will bring competition among the different actors in the defence industry, which will definitely produce higher quality technology and equipment. The EU could enhance its cooperation with the industries by inviting such companies to the military exercises; so that they can see which gaps do they have and develop innovative ideas.
e) Relations with external actors will change profoundly. As the national external action will be subsumed under the CFSP, the EU will have an even stronger negotiating power when facing foreign threats, such as Russia. Its relationship with NATO will become awkward, since the EU will have its own army capable of performing high-end operations and will be perfectly fitted to deter Russia. At the same time, the EU will be able to pursue a foreign policy that might not suit the interests of the US, so NATO might become a parallel corpus which, although awkwardly separated from the EU, will maintain its ties with it. In some cases, certain countries will find themselves belonging simultaneously to both NATO and the EU CSDP. What will happen is that EU member states may change their membership status to NATO partners.
f) Other improvements will include a readjustment of the training areas and the recruitment processes[9], which will be brought to an EU scale; this will in turn improve the integration among European soldiers, since they will train jointly from the beginning. Language barriers will be broken and cultural differences will be easily overcome.
g) Nuclear weapons will also be crucial to the future of the CSDP: although it may sound naive that France will give its sovereignty over nuclear weapons to the EU, it still is a possibility that we should not ignore[10]. Maybe we could design a special mechanism on the usage of nuclear weapons by the EU, in which France would have a sort of veto. The UK, on its part, will not be included in the CSDP, and its nuclear weapons and conventional capabilities will continue under their sovereignty.
h) An emphasis will be put on cyber security, Artificial Intelligence systems, quantum technology, laser weapons and autonomous weapons. This is too wide of a topic to be developed here, but what is certain is the need to invest extensively in research. Once all funds come together, research labs and facilities should also start collaborating between them, and this should improve the return on investments.
i) A redesigned Battle Group (BG) concept will impact the way the EU understands its security. Since conflicts after the Cold War have tended to be very localized and asymmetric, it makes little sense to have only such big and numerous forces prepared for combat. What I propose is to create smaller high-readiness special operations forces, which can be deployed in less than 3 days, instead of the 15 days that it takes for Battle Groups[11]. Again, smaller units with cyber support and advanced technology will be a lot more efficient, silent and precise. War is evolving, the EU should as well.
j) Africa will change a lot in the coming years. Right now it is the EU’s primary foreign policy concern and it will probably continue to be in 2030. The EU has realized how dangerous another major crisis in Northern Africa might be, because if mixed with the massive population growth and poverty it may provoke colossal migration waves, as we have never seen. To avoid it, the EU should ideally adopt a double-pronged strategy: on the one hand, it should focus on the development of the region. On the other hand, it should address one and for all the chaos present in certain Northern African countries. I am aware of how complex this is, since regional factions, terrorists and liberation groups are often mixed up. Training the police forces through capacity-building missions and strengthening the judicial system and other governmental institutions is a needed step, which should be followed by more development-focused approaches.
Conclusion
I have laid out in this paper where we are today in terms of EU Security and Defence, and I have then further developed the ideas proposed by the 3rd scenario of the Reflection Paper, the most ambitious one. But, what is the utility of projecting such scenario? Well, the EU is facing today multiple challenges that range from terrorism, to migration and a potential internal disintegration. Brexit means that the strongest European army is leaving and the EU now needs to rethink itself. This is a critical point for the future of Europe: crisis means a crucial time in which a decisive change is impending. We need to think extreme during onerous times and consider proposals that would have otherwise remained in the shade.
[1] The ‘Reflection Paper on the Future of European Defence’ sets the different scenarios for moving towards a security and defense union
[2] USD $220 billion is the aggregate amount that all countries participating in the CSDP spend in defense
[3] The European Union Global Strategy was adopted on 28 June 2016
[4] Interoperability is defined as the intellectual capacity of military professionals to come together in one formation, face one common problem and try to develop solutions for it. Its biggest challenges are logistics, communication systems and a common understanding of what ‘interoperability’ actually means (Piatt & Leed, 2014). Today, the lack of interoperability creates an opportunity cost of $27 billion a year (Europe is starting to get serious about defence, 2017)
[5] CSDP will continue to be subsumed to the Common Foreign Security Policy (CFSP). As part of Scenario C, I also envisage the community asserting its rule over the CFSP But this is a different topic that we will not tackle here
[6] The legal restrictions on financing military activities from the EU’s budget would disappear
[7] According to the GDP in 2018; in 2030 it will probably be a bigger amount.
[8] According to the European Parliament, joining up the EU defense market would save $27 billion a year (Europe is starting to get serious about defence, 2017).
[9] Another proposal is an EU military conscription, which would diminish the costs greatly
[10] Given that we are projecting Scenario C, we are aiming for a coherent CSDP
[11] Battle Groups would then be used as back-up forces for longer and bigger operations
BIBLIOGRAPHY
Bierman, B. (2018). A Critical Analysis of the Future of the EU’s CFSDP. Global Affairs & Strategic Studies. Retrieved March 1, 2019, from
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Defending Europe Factsheet. (2017). Retrieved from
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How much is spent on defence in the EU? (2018). Retrieved from
Mogherini, F., & Katainen, J. (2017). Reflection Paper on the Future of European Defence. Brussels. Retrieved from
Munich Security Report 2017. (2017). Munich. Retrieved from
Piatt, W., & Leed, M. (2014). The Future of European Collective Defense. Washington DC: Center for Strategic & International Studies. Retrieved from
La posibilidad de que el Gobierno de Bolsonaro busque catologar de terrorista al Movimiento Sin Tierra por ocupar fincas a la fuerza reabre una histórica controversia
Cuando en torno a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro Brasil aprobó su primera legislación antiterrorista, la iniciativa fue vista como un ejemplo a seguir por otros países latinoamericanos, hasta entonces poco familiarizados en general con un fenómeno que desde el 11-S tenía preeminencia en muchas otras partes del mundo. Sin embargo, la posiblidad de que, con el impulso político de Jair Bolsonaro, algún movimiento social, como el de los Sin Tierra, pase a ser catalogado como terrorista, viene a reavivar viejos temores de la izquierda brasileña y a acentuar la polarización social.
▲ Bandera del Movimento Dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (MST)
ARTÍCULO / Túlio Dias de Assis
En el último Festival de Cine de Berlín, el famoso actor y cineasta brasileño Wagner Moura presentó una película un tanto controvertida, “Marighella”. El filme retrata la vida de un personaje de la historia brasileña reciente, amado por unos y odiado por otros: Carlos Marighella, lider de la Ação Libertadora Nacional. Esta organización fue una guerrilla revolucionaria responsable de varios atentados contra del régimen dictatorial militar que entre 1964 y 1985 rigió Brasil. Por ello, la película provocó reacciones muy dispares: para algunos, es la justa exaltación de un auténtico mártir de la lucha antifascista; para otros, una apología del terrorismo de guerrillas armadas. Esta pequeña contienda ideológica acerca de “Marighella”, aunque pueda parecer insignificante, es el reflejo de una antigua herida en la política brasileña que se reabre cada vez que el país debate sobre la necesidad de una legislación antiterrorista.
El concepto de legislación antiterrorista es algo que se ha asentado en muchas partes del mundo, especialmente en Occidente tras el 11-S. Sin embargo, esta noción no es tan común en Latinoamérica, probablemente por la poca frecuencia de ataques de este tipo sufridos por la región. Con todo todo, la falta de atentados no implica que no haya presencia de movimientos de ese género en los países americanos; es más, varios de ellos son conocidos por ser “refugio” de organizaciones de esta índole, como ocurre en la Triple Frontera, la zona de contacto entre las fronteras de Argentina, Brasil y Paraguay. Lo que sucede en ese área se debe en gran medida a la falta de legislación directa y efectiva contra el terrorismo organizado por parte de los gobiernos nacionales.
En el caso de Brasil, al igual que ocurre en algunos de sus países vecinos, la falta de una legislación antiterrorista se debe al temor histórico por parte de los partidos de izquierda a su posible en contra de movimientos sociales de cierto carácter agresivo. En Brasil, esto se vio ya reflejado en transición política de finales de la década de 1980, cuando hubo una clara protesta por parte del PT (Partido dos Trabalhadores), entonces bajo el mando de Luiz Inácio “Lula” da Silva, en contra de todo intento de introducir el concepto antiterrrorista en la legislación. Curiosamente, la misma Constitución Federal de 1988 menciona la palabra “terrorismo” dos veces: primero, como algo que debe rechazarse en la política exterior brasileña, y segundo, como uno de los crímenes imperdonables contra la Federación. Pese a ello, no prosperó ningún intento de definir dicho crimen, y aunque tras los atentados del 11-S se reanudaron las discusiones acerca de una posible ley, la izquierda laborista –ya durante la presidencia de Lula– siguió justificando su negativa invocando la persecución ejecutada por la Junta Militar de la dictadura. Véase que la misma expresidenta Dilma Rousseff fue encarcelada por formar parte de la VAR-Palmares (Vanguarda Armada Revolucionária Palmares), un grupo revolucionario de extrema izquierda que formaba parte de la oposición armada al régimen.
Amenaza terrorista en los JJOO
Durante los mandatos del PT (2003-2016) no hubo ningún tipo de iniciativa legislativa por parte del Gobierno sobre el tema; además, cualquier otro proyecto que surgiera desde el Legislativo, ya fuera el Senado o la Cámara de los Diputados, se veía bloqueado por el Ejecutivo. A menudo el Gobierno también justificaba su posición aludiendo una supuesta “neutralidad”, escudándose en el deseo de no involucrarse en conflictos externos. Esta actitud llevaría a que varios prófugos acusados de participar o colaborar en atentados en otros países se refugiaran en Brasil. Sin embargo, a mediados de 2015, al acercarse al inicio de los Juegos Olímpicos de 2016 en Río de Janeiro, se valoró el riesgo de un posible atentado ante un evento de tamaña relevancia. Esto, junto a la presión de la derecha en el Congreso (téngase en cuenta que Rousseff ganó las elecciones de 2014 con un margen muy estrecho, de menos del 1%), llevó a que el Gobierno petista pidiera al parlamento que redactara una definión concisa de terrorismo y de otros crímenes relacionados, como los relativos a la financiación. Finalmente, la primera ley antiterrorista brasileña fue firmada por Rousseff en marzo de 2016. Si bien esta es la versión “oficial” de ese proceso, no son pocos los que defienden que la razón real para la implantación de la ley fuera la presión ejercida por el FATF (Grupo de Acción Financiera contra el Blanqueo de Capitales, creada por el G8), dado que esta entidad había amenazado con incluir a Brasil en la lista de países no cooperantes contra el terrorismo.
La ley antiterrorista brasileña tuvo su eficacia, pues sirvió de marco legal para la llamada Operação Hardware. Mediante esta operación la Policía Federal Brasileña logró arrestar a varios sospechosos de una rama del DAESH operativa en Brasil, los cuales planeaban realizar un atentado durante los JJOO de Río. El juez federal Marcos Josegrei da Silva condenó a ocho sospechosos por afiliación a un grupo terrorista islámico, en la primera sentencia de este tipo en la historia de Brasil. La decisión del juez fue bastante controvertida en su momento, en gran medida debido a la poca familiaridad de la sociedad brasileña con este tipo de riesgos. Por ello, muchos brasileños, incluida parte de la prensa, criticaron la “desproporcionalidad” con la que se les trataba a los acusados.
Impulso Bolsonarista
Desde entonces Brasil viene a ser considerado como una especie de ejemplo entre los país sudamericanos en la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, no parece que el status quo mantenido durante el final de la administración Rousseff y el corto mandato de Temer vaya a quedar intacto por mucho tiempo. Esto se debe al ardiente debate suscitado por la derecha bolsonarista, que aboga para que sean clasificadas como terrorismo las actividades delictivas de varios grupos de extrema izquierda, especialmente el MST (Movimento Dos Trabalhadores Rurais Sem Terra). El MST es el mayor movimiento social agrario, de talante marxista, y es conocido a nivel nacional por sus ocupaciones de aquellas tierras que el grupo considera “inútiles o malaprovechadas” a fín de que “se les de un mejor uso”. La ineficacia del Estado a la hora de detener las invasiones de propiedad privada llevadas a cabo por el MST ha sido denunciada de modo recurrente en el Congreso, especialmente durante los años de gobierno del PT, sin mayores consecuencias. Sin embargo, ahora que la derecha tiene un mayor peso, el debate ha vuelto a cobrar vida y no son pocos los diputados que han mencionado ya su intención de procurar denominar al Movimiento Sin Tierra como organización terrorista. El propio Bolsonaro ha sido un férreo defensor de proscribir al MST.
Asímismo, a la vez que el actual ministro de Justicia, Sergio Moro, anuncia la posibilidad de la creación de un sistema de inteligencia antiterrorista, siguiendo el modelo de su homólogo estadounidense, y el Congreso debate la expansión de la actual lista de orrganizaciones terroristas para incluir grupos como Hezbolá, otros políticos brasileños han decidido poner en marcha en el Senado una propuesta de legislación para criminalizar las acciones del MST. En caso de ser aprobada, esta iniciativa vendría a hacer realidad el temor que la izquierda ha invocado todos estos años. Al fin y al cabo, esta no es que sea la mejor manera de cumplir la promesa de “gobernar para todos”. Es más, una medida tan desproporcionada para este tipo de actividades no haría más que aumentar la ya intensa polarización política hoy presente en la sociedad brasileña: más bien sería lo equivalente a echar sal a una vieja herida, una que parecía estar ya a punto de cicatrizar.
[Francisco Pascual de la Parte, El imperio que regresa. La Guerra de Ucrania 2014-2017: Origen, desarrollo, entorno internacional y consecuencias. Ediciones de la Universidad de Oviedo. Oviedo, 2017. 470 páginas]
RESEÑA / Vitaliy Stepanyuk [Versión en inglés]
En esta investigación sobre la guerra de Ucrania y la intervención rusa en el enfrentamiento, el autor analiza el conflicto centrándose en sus precedentes y el contexto internacional en el que se desarrolla. Para ese propósito, también analiza con especial énfasis las relaciones de Rusia con otros Estados, particularmente desde la caída de la URSS. Por encima de todo, este estudio abarca la interacción de Rusia con Estados Unidos, la Unión Europea, los países vecinos surgidos de la desintegración de la URSS (Estonia, Letonia, Lituania ...), el Cáucaso, las repúblicas de Asia Central (Kazajstán, Uzbekistán...), China y la participación rusa en el conflicto de Medio Oriente. Todas estas relaciones tienen, de alguna manera, repercusiones en el conflicto ucraniano o son una consecuencia de él.
El libro está estructurado, como el propio autor explica en sus primeras páginas, de tal manera que permite diferentes modos de leerlo. Para aquellos que desean tener un conocimiento general de la cuestión ucraniana, pueden leer solo el comienzo del libro, que ofrece una breve descripción del conflicto desde sus dos perspectivas nacionales. Aquellos que quieran también comprender el entorno histórico que llevó al enfrentamiento, pueden leer además la introducción. El segundo capítulo explica el origen de la suspicacia rusa hacia las ideas liberales y la incapacidad occidental para comprender las preocupaciones y los cambios sociales rusos. Aquellas personas que deseen asimilar el conflicto en todos sus detalles y comprender sus consecuencias políticas, estratégicas, legales, económicas, militares y culturales deben leer el resto del libro. Finalmente, aquellos que solo quieran comprender las posibles soluciones a la disputa pueden pasar directamente a los dos últimos capítulos. En las últimas páginas, los lectores también pueden encontrar una amplia bibliografía utilizada para escribir este volumen y algunos apéndices con documentos, textos y mapas relevantes para el estudio del conflicto.
El problema de Ucrania comenzó a finales de 2013 con las protestas en la plaza Maidan de Kiev. Casi seis años después, el conflicto parece haber perdido interés internacional, pero la verdad es que la guerra continúa y aún no se ve su final. Cuando comenzó, fue un choque que nadie esperaba. Cientos de personas salieron a las calles pidiendo mejores condiciones de vida y el fin de la corrupción. Los medios de comunicación internacionales hicieron una amplia cobertura de lo que sucedía, y todo el mundo estaba al corriente de las noticias sobre Ucrania. Inicialmente sostenidas de manera pacífica, las protestas se tornaron violentas debido a la represión de las fuerzas gubernamentales. El presidente huyó del país y se estableció un nuevo Gobierno, orientado a favor de Europa y aceptado por la mayoría de los ciudadanos. Sin embargo, este logro fue respondido por la intervención rusa en territorio ucraniano, que resultó en la anexión ilegal de la península de Crimea, en una acción que Rusia justificó alegando que solo estaban protegiendo a la población rusa que vivía allí. Además, comenzó un conflicto armado en la región de Donbass, al este de Ucrania, entre las tropas ucranianas y un movimiento separatista apoyado por Rusia.
Esto es solo un breve resumen de cómo se originó el conflicto, pero ciertamente las cosas son más complejas. Según el libro, la guerra de Ucrania no es un conflicto aislado que sucedió inesperadamente. De hecho, el autor sostiene que la reacción de Rusia fue bastante presumible en esos años, debido a las condiciones internas y externas del país, generadas por la actitud de Putin y por la mentalidad rusa. El autor enumera advertencias de lo que podría suceder en Ucrania y nadie se dio percibió: protestas civiles en Kazajstán en 1986, la Guerra de Nagorno Karabaj (una región entre Armenia y Azerbaiyán) comenzada en 1988, la guerra de Transnistria (en Moldavia) iniciada en 1990, los movimientos separatistas en Abjasia y Osetia del Sur (dos regiones de Georgia) ... Rusia normalmente apoyaba y ayudaba a los movimientos separatistas, alegando en algunos casos que tenía que proteger a las minorías rusas que vivían en esos lugares. Esta daba una idea bastante clara de la posición de Rusia hacia sus vecinos y reflejó que, a pesar de haber aceptado al principio la independencia de estas antiguas repúblicas soviéticas tras la caída de la URSS, Rusia no estaba interesada en perder su influencia en esas regiones.
Instintos rusos
Una idea interesante que se muestra en el libro es el hecho de que, aunque la URSS colapsó y las instituciones soviéticas desaparecieron, permaneció el anhelo de un imperio fuerte, así como la desconfianza y rivalidad con las potencias occidentales. Esas cuestiones dan forma a la política interna y externa de Rusia, definiendo especialmente las relaciones del Kremlin con las otras potencias. La esencia de la URSS persistió bajo otra bandera, porque las élites soviéticas permanecieron sin ser apartadas. Podría pensarse que la supervivencia de esas inercias soviéticas se debe al proceso de reforma ineficaz sostenido por los poderes liberales occidentales en la URSS después de su caída. Pero hay que tener en cuenta que la repentina incursión de las costumbres e ideas occidentales en una sociedad rusa no preparada para asimilarlas, sin una estrategia dirigida a facilitar ese cambio, impactó negativamente en el pueblo ruso. A finales de los años noventa, la mayoría de los rusos pensaban que la introducción de las llamadas “reformas democráticas” y el libre mercado, con sus resultados inesperados de corrupción masiva y deterioro social, había sido un gran error.
En ese sentido, la llegada de Putin significó el establecimiento del orden en una sociedad caótica, aunque significó el fin de las reformas democráticas. Además, el pueblo de Rusia vio en Putin un líder capaz de enfrentarse a las potencias occidentales (no como Yeltsin, el anterior presidente ruso, que había tenido una posición débil hacia ellos) y llevar a Rusia al lugar que debería ocupar: Rusia como un gran imperio.
Una de las principales consecuencias del conflicto ucraniano es que el contexto de las relaciones entre Rusia y las potencias occidentales se ha congelado de manera dramática. A pesar de que sus relaciones fueron malas después del colapso de la URSS, esas relaciones se deterioraron mucho más debido a la anexión de Crimea y la guerra en Ucrania.
El Kremlin adoptó la sospecha, especialmente hacia Occidente, como un principio básico. Al mismo tiempo, Rusia fomentaba la cooperación con China, Egipto, Siria, Venezuela, Irán, India, Brasil y Sudáfrica como un medio para enfrentar a la OTAN, la UE y Estados Unidos. Por un lado, el presidente Putin quería reducir el peso de las potencias occidentales en la esfera económica internacional; por otro, Rusia también comenzó a desarrollar relaciones más sólidas con países alternativos para enfrentar las sanciones económicas impuestas por la Unión Europea. Debido a estas dos razones, Rusia creó la Unión Económica Euroasiática (EAEU), constituida en mayo de 2014, con el objetivo de construir una integración económica sobre la base de una unión aduanera. Hoy en día, la EAEU está compuesta por cinco miembros: Armenia, Bielorrusia, Kazajstán, Kirguistán y Rusia.
Además, Rusia ha denunciado en extremo la expansión de la OTAN a los países de Europa del Este. El Kremlin ha utilizado este tema como una excusa para fortalecer su Ejército y establecer nuevas alianzas. Junto con algunos aliados, Rusia ha organizado entrenamientos militares masivos cerca de las fronteras de Polonia y los países de los Balcanes. También está trabajando para crear disputas entre los miembros de la OTAN y debilitar a la organización.
En particular, el conflicto ucraniano también ha mostrado las diferencias entre la determinación rusa y la indecisión de Occidente, lo que significa que Rusia ha sido capaz de llevar a cabo medidas violentas e ilegales sin ser respondida con soluciones sólidas y concretas por parte de Occidente. Podría decirse que Rusia utiliza, sobre todo, el poder duro, aprovechando los medios económicos (la venta de petróleo y gas, por ejemplo) y militares para dictar las acciones de otra nación a través de la coacción. Su uso del poder blando ocupa, de alguna manera, un lugar subordinado.
Según algunos analistas, la guerra híbrida de Rusia contra Occidente incluye no solo tropas, armas y computadoras (piratas informáticos), sino también la creación de "conflictos congelados" (por ejemplo, la guerra de Siria) que ha establecido a Rusia como parte indispensable en la resolución de conflictos, y el uso de la propaganda, los medios de comunicación y sus servicios de inteligencia. Además, el Kremlin también participó en la financiación de partidos políticos pro-rusos de otros países.
La actividad rusa es incomprensible si no tomamos en consideración la propaganda fuerte y poderosa (incluso más poderosa que el sistema de propaganda de la URSS) utilizada por las autoridades rusas para justificar el comportamiento del Gobierno hacia sus propios ciudadanos y hacia la comunidad internacional. Uno de los argumentos más utilizados es culpar a Estados Unidos de todos los conflictos que están ocurriendo en el mundo y justificar las acciones de Rusia como una reacción a una posición agresiva estadounidense. Según los medios rusos, el objetivo supuestamente principal de EEUU es oprimir a Rusia y fomentar el desorden global. En ese sentido, la tendencia general rusa es reemplazar la democracia liberal por la idea nacional, con grandes exaltaciones patrióticas para crear un sentido de unidad, contra un adversario definido, los Estados con democracias liberales y las Organizaciones Internacionales.
Otro tema interesante es la explicación que da el autor acerca de cuán diferente es la visión de Rusia sobre el mundo, la seguridad, las relaciones entre las naciones o el Estado de Derecho en comparación con las concepciones occidentales. Mientras que Occidente se centra en la defensa y la aplicación del derecho internacional, Rusia afirma que cada país es responsable de su propia seguridad y toma todas las medidas necesarias al respecto (incluso si contradice el derecho internacional o cualquier tratado o acuerdo internacional). Definitivamente, lo que se ve hoy es una Nueva Guerra Fría consistente en un bloque de Estados liberal-democráticos, que tiende al logro de un amplio comercio y finanzas globalizadas, contra otro bloque de los principales regímenes totalitario y capitalista-autoritario, con una clara tendencia a la militarización.
Aciertos y perspectiva
El libro ofrece una visión profunda y amplia de lo que hoy en día es la política exterior rusa. Destaca la idea de que el conflicto ucraniano no es una disputa aislada, sino un conflicto que se inserta en una red de circunstancias mucho más compleja. Deja claro que las relaciones internacionales no funcionan como un mecanismo estructurado y con patrones, sino como un campo donde los países tienen diferentes puntos de vista sobre cómo se rige el mundo y sobre cuáles deberían ser sus reglas. Podríamos decir que hay una lucha entre una visión liberal apoyada por Occidente, que enfatiza la cooperación internacional y el rechazo del poder como la única forma de actuar en la esfera internacional, y una visión realista, defendida por Rusia, que explica los asuntos exteriores en términos de poder, centralismo estatal y anarquía.
Uno de los aciertos del libro es que muestra las diferentes posturas de muy distintos analistas, con críticas a las actividades tanto rusas como occidentales. Esto permite al lector examinar el conflicto bajo diferentes perspectivas y adquirir una visión completa y crítica del tema. Además, el texto ayuda a aprender y comprender el estado real de las cosas en otros países de Europa del Este, Asia Central y el Cáucaso, regiones poco conocidas en la sociedad occidental.
Se trata de un excelente trabajo de investigación, que permite examinar la complicada realidad que rodea la guerra de Ucrania y profundizar en el estudio de las relaciones entre las naciones.
Los bombarderos estratégicos seguirán importando en el equilibrio geopolítico como “armas de disuasión masiva”
La flota estadounidense de bombaderos B-52 va a recibir una serie de mejoras que impulsarán su vida en activo al menos hasta la década de 2050. Para entonces, el B-52 llevará volando cerca de 90 años, desde su despegue en la presidencia de Eisenhower. Esto le convertirá, de lejos, en el modelo de avión que más tiempo llevará volando con su operador principal, en este caso la USAF.
▲ Un B-52G cuando estaba en servicio [USAF]
ARTÍCULO / Jairo Císcar Ruiz
Puede que las palabras “bombardero estratégico” suenen a Guerra Fría, a Unión Soviética y a aviones espías, pero hoy es un concepto que está al orden del día a pesar de sonar muy lejano. Es cierto que la situación actual de la aviación estratégica se ve limitada por el Acuerdo de Praga de 2010 (START III), que restringe a 700 los vectores de lanzamiento de armas nucleares desplegados. Entre estos vectores se encuentran los bombarderos estratégicos, los ICBM (misiles intercontinentales) y los SLBM (lanzamiento submarino). A pesar de que actualmente tanto Rusia como EEUU han reducido notablemente el número de sus bombarderos (EEUU cuenta “solo” con 176), las armas estratégicas (y con ello, los bombarderos) van a seguir siendo una parte fundamental del equilibrio geopolítico en las relaciones internacionales.
Solo hay 3 países en el mundo que tengan en su arsenal bombarderos estratégicos, EEUU, Rusia y China (aunque el Xian H-6 chino se encuentra muy por debajo de sus homólogos rusos y estadounidenses), y esta escasez de aviones hace que sean tan preciados y supongan un elemento diferenciador en el campo de batalla. Pero no solo es en el campo de batalla donde estos aviones provocan un desequilibrio, sino que especialmente destacan en el ámbito de las relaciones internacionales como “armas de disuasión masiva”.
Un bombardero estratégico es un avión diseñado no para el campo de batalla directamente, sino para penetrar en el territorio enemigo y atacar tanto objetivos estratégicos (bases militares, cuarteles generales, búnkers...) como lugares críticos para el esfuerzo de guerra de un país. El hecho de que un país cuente en su flota de aeronaves con un avión así claramente supone un elemento disuasorio hacia posibles enemigos. Tanto Rusia como EEUU –especialmente este último país– son capaces de tener permanentemente en el aire a sus bombarderos (gracias a los repostajes en vuelo) cargados con hasta casi 32 toneladas de armamento, con una duración de vuelo solo restringida a la capacidad de aguante de la tripulación. En esta “diplomacia del miedo”, los bombarderos estratégicos seguirán siendo elementos destacados en el plano de la geoestrategia y el equilibrio de fuerzas a nivel mundial. EEUU es plenamente consciente de ello y por eso se está embarcando en una serie de ambiciosos planes para seguir gozando de superioridad aérea y geoestratégica. De estos planes, uno de los más nuevos y, quizás, más esperados es el anuncio de que los B-52 americanos seguirán volando hasta, al menos, 2050.
Aunque se presuponía que iba a ser así, la confirmación que dio la US Air Force no deja de ser menos sorprendente: la flota de B-52 en activo va a recibir una serie de mejoras que van a impulsar su vida en activo hasta, como mínimo, la década de 2050. No sería una noticia demasiado notable teniendo en cuenta que es habitual la aprobación de paquetes de mejora, ya sea de aviónica o de software para aumentar la vida útil de los aviones en servicio, pero la realidad es que último B-52 Stratofortress salió de la planta de ensamblaje de Boeing en Wichita (Kansas) en el año 1962. Es decir, que en 2050 la flota completa llevaría volando cerca de 90 años, lo que le haría ser, con gran diferencia, el modelo de avión que más tiempo llevará volando con su operador principal, en este caso la USAF.
Polivalencia, efecto disuasorio y menor coste operativo
¿Pero puede un avión que fue puesto en servicio a partir de 1955, con Eisenhower como presidente, plantar cara a los nuevos modelos de bombarderos, como el B-2 o el futuro B-21 Raider? ¿Es justificable el enorme desembolso que pretende realizar el Congreso de EEUU? Se calcula que solo en motores podría gastar 11.000 millones; para el ejercicio 2019 están aprobados casi 300 millones.
La respuesta es sí. Tanto por su polivalencia estratégica, como por su efecto disuasorio y su, comparativamente, escaso coste operativo, el B-52 se convierte en un aparato vital para EEUU.
Su polivalencia en combate ha sido largamente probada, desde su “debut” en la Guerra de Vietnam, donde fue protagonista de los bombardeos en alfombra (es capaz de lanzar más de 32 toneladas de explosivos). Conforme fue avanzando el tiempo demostró que no solo podía lanzar bombas, sino misiles de largo alcance como el AGM-158 JASSM o el antibuque Harpoon. Su gran capacidad armamentística le hace ser uno de los aviones insignia de ataque a larga distancia de EEUU. Así se ha atestiguado en la misión internacional contra el Daesh, en la que, hasta ser relevados por el B-1, los B-52 realizaron 1.850 misiones de combate, arrojando unas 12.000 bombas, algo que fue fundamental para la victoria sobre el Daesh en Mosul.
Precisamente hablando de larga distancia es donde el B-52 apabulla: sin repostaje, un B-52 puede volar más de 15.000 km, llegando a haber volado 20.000 km en situaciones extraordinarias. Esto ofrece una capacidad de ataque a nivel global, ya que en caso de repostar, solo impediría estar indefinidamente en vuelo la propia resistencia de la tripulación. Esta capacidad los hace ideales no solo para efectuar bombardeos desde bases alejadas del enemigo, sino para participar en tareas de búsqueda, pudiendo realizar entre dos aviones un “escaneo” de 364.000 km2 en una dos horas. Esto resulta vital para su uso por parte de la US Navy en misiones antisubmarinas o de detección de armadas enemigas.
Los mismos parámetros y ventajas se aplican al uso del B-52 como arma de disuasión “masiva”. Creado inicialmente para tener permanentemente una escuadra en vuelo armada con bombas nucleares, y así garantizar una respuesta inmediata ante cualquier agresión, actualmente los aviones destacados en Guam se utilizan como parte de la táctica estadounidense de libre paso por las aguas internacionales del Mar de China. También se han empleado como apoyo aéreo permanente en zonas de especial riesgo como el valle de Korengal, en Afganistán, o al principio de la propia guerra, en Tora Bora. Al tener un B-52 en espera, las tropas podían disponer en pocos momentos (y durante un largo tiempo) de un apoyo aéreo que, de otra manera, tardaría en llegar.
Otra ventaja incontestable de estos aparatos es su, relativo, bajo coste en proporción con los otros bombarderos de la flota estadounidense. Primero hay que aclarar que el coste por hora de vuelo no es solo cuenta el combustible utilizado, sino también el coste de mantenimiento, repuestos... Es cierto que a estos precios teóricos no se les añaden ni el coste de la munición (que puede ascender a decenas de millones) ni otras variables como el sueldo de pilotos, mecánicos, coste de seguro, costes de aparcamiento en hangares u otras variables que resultan clasificadas, pero sí que sirven para darnos una visión global de su coste operativo. Los B-52 cuestan al contribuyente estadounidense unos 70.000 dólares por hora. Puede parecer un precio extraordinariamente alto, pero su “hermano” el B-2 alcanza los 130.000 dólares la hora. A pesar de ser precios exorbitantes para un ejército como el español (los Eurofighter cuestan unos 15.000 dólares/hora), para el presupuesto de Defensa de EEUU no es significativo (Trump pretende llegar hasta los 680.000 millones de dólares en presupuesto).
Un B-52H después de ser reabastecido en vuelo por un KC-135 Stratotanker sobre Afganistán [USAF] |
Renovación de motores
Hemos visto que el B-52, ese Big Ugly Fat Fellow como lo apodan cariñosamente sus tripulaciones, puede seguir siendo un vector a tomar en cuenta en el aire durante los próximos años, pero la USAF no quiere que se convierta en un actor secundario, sino que siga siendo el actor principal. Para ello, ha creado el programa Commercial Engine Reengining Program (CERP) para sustituir los viejos motores originales. Los TF33 tienen ya más de 50 años, y en los últimos 20 años su coste se ha duplicado, debido a la falta de recambios (actualmente tienen que canibalizar las piezas de motores retirados) y a su ineficiente consumo. No hay que olvidar que tiene 8 motores, por lo que el consumo no es asunto baladí. Para sustituirlos, la USAF ha abierto un concurso que se debería fallar a partir de mediados de 2019. De momento, las especificaciones de la USAF pretenden, como mínimo, conseguir motores un 25% más eficientes y que tarden 5 veces más en necesitar una reparación, lo que supondría un ahorro a 30 años vista (hasta 2050) de cerca de 10.000 millones de dólares. Con un contrato muy jugoso (se habla del orden de 11.000 millones de dólares para sustituir los 650 motores de la flota de B-52), las grandes empresas de aviación militar han empezado a presentar sus propuestas, entre ellas Pratt&Whitney (con el PW815), General Electric (con el nuevo Passport Advanced Turbofan) y Rolls-Royce (con el Pearl o el BR735). Otras insignias de la industria aeronáutica están pendientes de presentar sus propuestas.
Pero no solo los motores se verán beneficiados de las mejoras y la inversión, sino que precisamente la compra de nuevos motores va a hacer necesario un cambio en la instrumentación de la cabina: de esta manera, también van a aprovechar la remodelación para cambiar los viejos indicadores analógicos y pantallas de rayos catódicos por las modernas pantallas multifuncionales que vemos en cualquier caza actualmente. El secretario asistente de la USAF para compras, William Roper, también ha comentado que se están considerando nuevos asientos eyectables.
Más allá de las especulaciones, es seguro que en el marco del Radar Modernization Program (RMP), se van a invertir 817 millones de dólares entre los ejercicios fiscales de 2019 y 2023 en la compra de nuevos sistemas de radar para sustituir los APQ-166, de los años 60. También se va a comprar nuevo software táctico de datos Link 16, ya que es el único avión de la USAF que no lo tiene incorporado y es vital para llevar acabo operaciones conjuntas, tanto dentro del propio ejército estadounidense como con ejércitos OTAN europeos.
En futuro, se adaptará el software y el propio avión para aumentar sus capacidades ofensivas, como ya se hizo con el programa IWBU, que aumentó su capacidad de carga en la bodega en un 67%. Uno de los objetivos principales de la remodelación de corte ofensivo es poder llevar como mínimo una GBU-43/b (o MOAB; Madre de todas las bombas; la bomba no nuclear más potente del mundo). Para ello se está diseñando un nuevo pilón alar que pueda soportar 9.000 kilos de peso. Ya de cara a un futuro, el B-52 podrá llevar misiles hipersónicos, pero eso no se verá hasta mediados de la década de 2020 como mínimo.
De esta manera, la USAF pretende conseguir que el B-52 Stratofortress siga siendo la opción A de su flota a la hora de realizar bombardeos pesados. Por tanto, el B-52 va a seguir siendo un factor estratégico-militar fundamental para entender las relaciones internacionales durante los años venideros. Nadie hubiera afirmado en 1955 que aquel avión, por muy bueno que fuera, podría seguir volando hasta cien años más tarde. Para ello quedan todavía 31 años, pero veremos qué nos depara el B-52, ese “gran tipo gordo y feo” que se ha convertido, gracias a su magnífico diseño y construcción, en el decano de los aviones de bombardeo: el B-52 (posiblemente) el mejor bombardero del mundo.
Del auxilio soviético a la carrera con EEUU para aprovechar la riqueza mineral de asteroides
La llegada de un artefacto chino al lado oculto de la Luna ha llevado a la opinión pública mundial a fijarse en el programa espacial chino, más desarrollado de lo que muchos imaginaban. Auxiliados por los soviéticos en sus inicios, los chinos han acabado cogiendo en algunos programas la delantera (probablementes más aparente que real, dados ciertos contratiempos sufridos), como el desarrollo de una estación espacial permanente propia, y compiten con Estados Unidos en el deseo de aprovechar la riqueza mineral de asteroides.
▲ Centro de lanzamiento de satélites Jiuquan [CNSA]
ARTÍCULO / Sebastián Bruzzone [Versión en inglés]
El origen del programa espacial chino1 se encuentra en los inicios de la Guerra Fría, en plena tensión entre Estados Unidos y la Unión Soviética por el control de la política internacional. Desde 1955, el presidente Mao Zedong buscaba el respeto de las potencias mundiales y decidió seguir los pasos del país vecino, la URSS. En marzo del año siguiente, la Quinta Academia del Ministerio de Defensa Nacional comenzó el desarrollo de un primer misil balístico (Plan Aeroespacial Chino de Doce Años). Tras el lanzamiento del Sputnik 1 por la Unión Soviética en 1957, Mao se volcó en el desarrollo de un satélite artificial chino que sería activo en el espacio dos años después (Proyecto 581), en un esfuerzo material y económicamente apoyado por la Unión Soviética. Sin embargo, a principios de la década de 1960, la URSS retiró toda su asistencia económica y tecnológica tras la acusación de Pekín de que el primer secretario del Comité Central del PCUS, Nikita Kruschev, era revisionista y quería restaurar el capitalismo.
La Administración Espacial Nacional China (CNSA) es la responsable de los programas espaciales. El primer vuelo espacial tripulado chino tuvo lugar en 2003, con Yang Liwei, a bordo de la nave Shenzhou 5, que se acopló a la estación espacial Tiangong-1. De este modo, China se convertía en la tercera nación en mandar hombres fuera de la Tierra. El principal objetivo de las misiones Shenzhou es el establecimiento de una estación espacial permanente. Hasta hoy, nueve hombres y siete mujeres chinos han viajado al espacio.
Desde 2007, China ha mostrado un especial interés por Luna. El programa chino de exploración lunar consta de cuatro fases. En la primera (Chang’e 1 y 2), llevada a cabo con CZ-3A, se lanzaron dos sondas orbitales lunares no tripuladas. En la segunda (Chang’e 3 y 4), en 2013, con CZ-5/E, tuvo lugar el primer alunizaje de dos rovers. La tercera (Chang’e 5 y 6) se ejecutó en 2017 con CZ-5/E, consistiendo en alunizaje y regreso de muestras. La cuarta, con CZ-7, está prevista para 2024; consistirá en una misión tripulada y la implantación de bases permanentes en la superficie lunar.
La misión Chang’e 4 fue lanzada el 8 de diciembre de 2018 y se posó sobre la superficie lunar el 3 de enero de 2019, en el cráter Von Kárman (186 kilómetros de diámetro), en el hemisferio sur de la cara oculta del satélite. Las imágenes transmitidas por el rover Yutu-2 mostraron que esta superficie lunar nunca antes explorada está densamente perforada por cráteres de impacto y que su corteza es más gruesa que el lado visible. Como parte de un ensayo biológico, pudo hacerse brotar una semilla de algodón, pero los altos niveles de radiación, la gravedad menor que la terrestre y los bruscos cambios de temperatura hicieron sucumbir la planta de algodón pocos días después. Los astrónomos consideran que el lado oculto está protegido de las interferencias que proceden de la Tierra, por lo que desde ese lugar sería posible estudiar mejor la evolución de estrellas y galaxias.
A mediados de 2017, se hicieron públicas las intenciones chinas de buscar minerales escasos en la Tierra en la superficie de asteroides, y a ser posible en su interior. Dentro del programa espacial de China, este tema concreto ocupa un importante lugar. De acuerdo con Ye Peijan, máximo responsable del programa de exploración lunar, su país está estudiando en los últimos años la posibilidad de ejecutar una misión que capture un asteroide para situarlo en la órbita de la Luna, y así poder explotarlo mineralmente, o incluso utilizarlo como una estación espacial permanente, según South China Morning Post. El mismo responsable ha destacado que en el Sistema Solar y cerca de nuestro planeta existen asteroides y astros con una gran cantidad de metales preciosos y otros materiales. Dicho plan se pondrá en marcha a partir del año 2020. Para ello, la CNSA utilizará las naves de carga Tianzhou, a diferencia de las Shenzhou tripuladas de exploración cuyo objetivo principal es el establecimiento de una estación espacial permanente, o las Chang’e de misiones lunares.
El coste de este plan futurista sería elevadísimo, pues supondría la organización de misiones complejas y de alto riesgo, pero el interés no decaerá, ya que podría ser muy rentable a largo plazo y daría beneficios billonarios. Según Noah Poponak, analista de Goldman Sachs, un solo asteroide podría tener más de 50.000 millones de dólares en platino, así otros metales preciosos y agua.
La captura de un asteroide exige, primero, que una nave aterrice en su superficie, para anclarse. La nave deberá tener motores extremadamente potentes, para que, al estar anclado, pueda ser capaz de arrastrar el asteroide entero a la órbita de la Luna. Estos propulsores, con la potencia suficiente como para poder mover una roca de miles de toneladas, todavía no existen. Ye Peijan ha advertido que esta tecnología necesaria para tal experiencia espacial podría tardar 40 años aproximadamente en desarrollarse. Por el momento, en marzo de 2017 China comunicó en la prensa oficial que tenía intención de enviar sondas al cosmos para estudiar trayectorias y características de algunos asteroides. Con ello, entra en directa competencia con la NASA, que también está desarrollando un programa dirigido a un asteroide.
Tiangong-1 fue el primer laboratorio espacial que China puso en órbita, en 2011, con una longitud de 10,5 metros, un diámetro de 3,4 metros y un peso de 8,5 toneladas. Su objetivo era realizar experimentos dentro del programa espacial chino y poner en marcha la estación permanente que la CNSA busca tener en órbita para el año 2023. Contra todo pronóstico, en 2016 se perdió el control digital de la nave que acabó destruido en pedazos sobre el océano Pacífico, al noroeste de Nueva Zelanda. Ese mismo año de 2016 se lanzó un segundo módulo, Tiangong-2, con los mismos objetivos. Por otro lado, China está progresando en el plan de establecer una estación espacial permanente. Según Yang Liwei, la cápsula central se lanzará en 2020 y los dos módulos experimentales en los dos años posteriores, con misiones tripuladas y naves espaciales de carga.
La necesidad de un apoyo aéreo cercano en la lucha contra el ISIS ha hecho replantearse la preferencia de la tecnología sobre la efectividad
En las últimas décadas la constante apuesta por la superación tecnológica había llevado a descartar viejos modelos de aviones de combate que, convenientemente equipados, estás demostrando ser más efectivos en operaciones de contrainsurgencia. Las urgencias planteadas especialmente por la lucha contra el Estado Islámico han convertido esos viejos modelos en una suerte de capacidad de Operaciones Especiales de las Fuerzas Aéreas.
▲ OV-10 Bronco [USAF, TSgt Bill Thompson]
ARTÍCULO / Ignacio Yárnoz
Agosto de 2015. En el marco del Programa de Operaciones Especiales “Combat Dragon II”, dos aviones OV-10G+ Bronco despegan de una base aérea de Estados Unidos en el norte de Irak. La misión de estos aviones bimotores de tiempos de la guerra de Vietnam es doble. En primer lugar, socorrer a los combatientes peshmergas ante los ataques de los insurgentes del Daesh (al-Dawla al-Islamiya al-Iraq al-Sham); la segunda, demostrar la eficacia de los aviones a hélice low cost en operaciones COIN (Counter Insurgency). La misión resultó ser un éxito e hizo replantearse muchas cosas en el Pentágono, donde el asombro inundó los despachos al tratarse de una misión de contrainsurgencia con aviones de hace 50 años.
Hay que destacar los tres pilares fundamentales que hicieron de esta misión un éxito. En primer lugar, está el factor humano que formaba parte de la misión. Los valientes pilotos que se embarcaron en ella fueron minuciosamente escogidos por su experiencia en misiones especiales, además de ser oficiales instructores de la USAF Weapons School. Esto tenía una gran importancia dada la delicadeza de la misión y la precisión que esta requería. A continuación veremos por qué.
El segundo pilar a destacar es el armamento y material utilizado. Más concretamente se trata de los nuevos, pero muy prometedores cohetes guiados por láser APKWS (Advanced Precision Kill Weapon System) y múltiples sistemas modernos de vigilancia infrarroja como el MX-15HD FLIR. Los primeros son cohetes de 70 mm parecidos a los “Hydra” (un sistema estadounidense de cohetes aire-aire/aire-tierra conocidos por ser los más utilizados en el mundo como armamento en helicópteros) a los que se les puede incorporar un sistema de guiado y control láser. Son cohetes que pueden ser disparados o desde muy cerca o a distancias más largas en todos los ángulos que se quiera, dando un margen de tiro al piloto muy amplio que le otorga una importante ventaja táctica. Además, su alta precisión hace que pueda eliminar enemigos o destruir vehículos de blindaje ligero con una eficacia que otros sistemas no llegarían a alcanzar, al menos no sin causar mayor daño colateral. Ahí está la clave comentada en el primer pilar: unos pilotos experimentados en el manejo de armas de precisión acompañados de los medios adecuados hacen de esta una combinación perfecta que convertía a los OV-10G+ Bronco en verdaderas armas de precisión.
Por último, y como tercer pilar, está el propio avión: el OV-10G+ Bronco (o “Black Pony”). Este veterano de la guerra de Vietnam es una leyenda de la aviación. El Bronco nació tras ser aprobada por la Marina y las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos una especificación de servicio triple llamada “LARA” (Light Armed Reconnaissance Aircraft, Aeronave Ligeramente Armada de Reconocimiento), expedida a finales de 1963 y concebida para dicha guerra. LARA estaba basada en la necesidad de un nuevo tipo de avión de ataque ligero y observación para la “lucha en la jungla”. Durante el conflicto, los Bronco realizaron operaciones de observación, control aéreo avanzado, escolta de helicópteros, reconocimiento armado, servicios de transporte ligero y limitadas acciones de ataque al suelo. Los Bronco también llevaron a cabo reconocimiento radiológico aerotransportado, observación aérea táctica y para la artillería naval, así como control aéreo de operaciones de apoyo tácticas y, en el frente de batalla, fotografía aérea de baja altura.
Sin embargo, las doctrinas cambiaron desde que las bombas inteligentes se integraron en las fuerzas aéreas. El control aéreo avanzado, una de las misiones principales de este avión, pasó a manos de las tropas terrestres de élite con designadores láser y transmisiones digitales. El concepto de usar los Bronco para merodear sobre una zona y dejar caer munición no fue explorado. Finalmente, el aparato fue dado de baja en julio de 1994.
A-10 Thunderbolt [USAF, MSgt William Greer] |
OV-10 Bronco y A-10 Thunderbolt
Se trata de un avión de ataque ligero y observación propulsado por dos turbohélices que, aun siendo un avión de ala fija, cumple con las capacidades de un helicóptero y de un dron. Como los drones, el OV-10 puede sobrevolar el campo de batalla durante horas, pero con mayor visibilidad que un RQ9 Reaper y con mayor capacidad de armamento. El modelo original era capaz de volar a una velocidad de hasta 560 km/h, llevar hasta 3 toneladas de munición externa y permanecer sobrevolando una zona durante más de tres horas. Por último, este versátil aparato es capaz de operar desde pistas cortas o semipreparadas (STOL) con bajos costes de operación y mantenimiento. En la mayoría de los casos puede volar con un solo motor. Esto último hace del OV-10 Bronco y todos sus homólogos un gran activo dado que mientras los aviones a reacción tienen un gran consumo de combustible en cada vuelo (desde 20.000 dólares el jet más barato, el F16), los aviones ligeros de ataque solo cuestan unos miles de dólares por operación. Asimismo, los aparatos disponibles en estos momentos solo pueden despegar y aterrizar en pistas largas y caras de mantener que se deben ubicar a cientos de kilómetros de la línea del frente y, en consecuencia, el tiempo eficaz de sus misiones es menor y su consumo de combustible es mayor.
Sin embargo, la tendencia de la USAF siempre ha inclinado la balanza hacia la alta tecnología en vez de hacia la efectividad. Desde la Segunda Guerra Mundial y con el principio de la Guerra Fría, la manera estadounidense de luchar ha sido contar con una tecnología superior. Ha habido un constante enfoque en los más importantes avances tecnológicos en los que se encuentra a la vanguardia. Sin embargo, estos aviones efectivos han encontrado un nicho dentro del Ejército, posiblemente las Operaciones Especiales de las Fuerzas Aéreas. Y es que la necesidad de un apoyo aéreo cercano en la lucha contra el ISIS ha hecho replantearse la estrategia de muchos mandos. De hecho, también ayudó a convencer a la Fuerza Aérea a reconsiderar sus planes de retirar el A-10 Thunderbolt II (A-10 Warthog como lo apodan en la USAF). Los motivos resultan ser análogos al de la puesta en marcha de aviones como el OV-10 Bronco: la necesidad de efectividad, experiencia, apoyo aéreo cercano y control aéreo avanzado, todo ello combinado con bajos costes de mantenimiento.
En el caso del A-10 Thunderbolt II, se trata de un avión diseñado específicamente en torno a su arma principal, un cañón GAU-8/A de 30 mm montado directamente bajo el fuselaje. Con un blindaje de titanio de 540 kg, incorpora dos turbinas General Electric TF34-GE-100 montadas en una posición elevada, de manera que el avión pueda aterrizar en entornos austeros tales como terrenos difíciles, sucios o arenosos. Además, la aerodinámica y tecnología de los motores permiten al A-10 volar más lento y más bajo, y por tanto más cerca de las fuerzas en tierra y los blancos enemigos, específicamente a 555 km/h y a 30 metros de altitud. Por último y no menos importante, es barato de comprar (una media de 11 millones de dólares por cada uno de los 715 construidos) y de operar (unos 17.000 dólares por hora de vuelo).
Aunque el OV-10 Bronco no fue finalmente el seleccionado por la USAF en el marco del Combat Dragon II, ha marcado un hito en la historia aeronáutica. La USAF ha decidido finalmente decantarse por el modelo brasileño A29 SuperTucano, un avión biplaza que ronda los 580 km por hora y posee la aviónica sofisticada típica de los cazas de cuarta generación, incluidos receptores de alerta por radar, sensores por infrarrojos de barrido frontal y la capacidad de lanzar bombas y misiles guiados de precisión. En definitiva, un avión con las mismas capacidades que el OV-10 Bronco de control aéreo avanzado y observación táctica. Este modelo ya forma parte de las fuerzas aéreas afganas, libanesas y nigerianas (países con amenazas de insurgencia como Boko Haram, Hizbulá y Al-Qaeda) además de estar en proceso de sustitución de los Bronco en Filipinas, donde también se están aplicando las mismas técnicas de contrainsurgencia usadas en Iraq para combatir a Daesh en esta región. Independientemente de que no se trate del legendario Bronco, el paradigma sigue latente. Ha quedado demostrado que la aviación ligera puede ser capaz de erigirse como un poderoso aliado en las operaciones COIN de la actualidad.
La Administración Trump avala completar en el teatro europeo el despliegue del sistema Aegis puesto en marcha por Obama
El principal despliegue de defensa en Europa lo constituye el Sistema de Defensa de Misiles Balísticos, una capacidad de la OTAN que se ha ido completando siguiendo el llamado Enfoque Adaptativo por Fases Europeo (EPAA). Puesto este en marcha durante la Administración Obama, la Administración Trump lo acaba de ratificar en su Missile Defense Review. El abandono del tratado de Armas Nucleares de Alcance Intermedio (INF Treaty), que ataba a Estados Unidos y Rusia, pone el sistema de defensa de misiles en la agenda de prioridades europea.
▲ Lanzamiento del misil ESSM desde la fragata española Álvaro de Bazán [Armada]
ARTÍCULO / Martín Biera
En la era preindustrial las batallas se libraban en gran medida cara a cara, pero en la era tecnológica la línea de defensa puede situarse a gran distancia. Así, en Europa el principal despliegue de defensa lo constituye el Sistema de Defensa de Misiles Balísticos. Se trata de una capacidad de la OTAN que integra el sistema naval Aegis y el sistema terrestre Patriot, producidos por las empresas Lockeed Martin y Raytheon, respectivamente, y que pueden emplearse en un mismo escenario.
Su despliegue en Europa fue propuesto por la Administración Obama en 2009 en lo que se conoce como Enfoque Adaptativo por Fases Europeo (European Phased Adaptive Approach o EPAA). Este programa pretende desarrollar progresivamente capacidades antibalísticas que ayuden a la defensa de los aliados de la OTAN en el teatro europeo.
El documento Missile Defense Review, hecho público por el Pentágono en enero, reitera el compromiso estadounidense con el programa pautado. “Estados Unidos está comprometido con completar el despliegue del EPAA”, indica el texto.
Si en otros aspectos, la Administración Trump ha dado indicios de un cierto retraimiento de su despliegue militar en el mundo, en este punto mantiene su contribución tecnológica y operativa para que la OTAN pueda sostener en el teatro europeo su arquitectura de defensa de misiles. “Estados Unidos reforzará las capacidades regionales de defensa de misiles y las relaciones cooperativas con sus aliados y socios”, añade el documento. Reclama, no obstante, como ya ha hecho en relación a las contribuciones generales a la OTAN por parte de sus Estados miembro, “inversiones adicionales de los aliados en defensa de misiles, incluyendo desarrollo y producción conjuntos, para repartir mejor la carga de la defensa común”.
Implementación en fases
El EPAA se plantea en cuatro fases, de acuerdo con el Ministerio de Exteriores de Polonia y la administración del ex -Presidente Obama en la estrategia de implementar sistemas avanzados anti misiles balísticos en Europa.
La primera fase, implementada en 2011, incluyó el despliegue en el mar Mediterráneo de barcos equipados con el Sistema Antimisiles Balísticos (SAMB) Aegis y lanzaderas de misiles SM-3 IA capaces de interceptar misiles de corto y medio alcance (hasta 3.000 kilómetros). Con el sistema de combate Aegis está dotada la fragata Álvaro de Bazán (la Armada española es la única en Europa, además de la noruega, integrada en este sistema). También incluyó la instalación de un dispositivo de radar situado en Turquía, el AN/TPY-2, que funciona en la banda X (sección de microondas del espectro electromagnético, utilizada por satélites de comunicación).
La segunda fase se implementó en 2015. Cubre adicionalmente el despliegue en Rumanía de un sistema de lanzamiento de misiles tierra-aire tipo IB-SM-3 capaz de combatir misiles de corto y mediano alcance de más de 500 kilómetros de alcance efectivo, y el despliegue de los cuatro barcos con la capacidad Aegis AMB. Las capacidades de radar AN/TPY-2 fueron mejoradas con una red de sensores adicionales.
La tercera fase, en 2018, consistió en el despliegue en Polonia de un lanzador de misiles de tipo II-SMA basado en tierra capaz de combatir misiles de alcance intermedio (IRBM hasta 5.500 km). Las lanzaderas se sitúan en la base de Redzikowo.
La última fase tendrá lugar en 2020 que permitirá a los aliados de los Estados unidos mejorar los sistemas anti misiles contra proyectiles de medio y largo alcance e ICMBs, está fase se culminará con la implementación de sistemas SM-3 Block IIB que incluirá además un sistema de control y comando
Así, pues, el sistema SAMB Aegis incluye las capacidades desplegadas en las dos bases permanentes (en Polonia y Rumanía) y a bordo de cuatro barcos Aegis BMD (en el mar Mediterráneo, con base en Rota), así como un radar que opera en la banda X y una red de sensores, lo que permite defender al continente europeo frente a misiles de corto, medio y largo alcance.
Funcionamiento
Primero satélites de infrarrojos y de comunicación se encargan de la alerta temprana. Cuando un misil balístico es lanzado, es detectado por el satélite infrarrojo; la información que capta es enviada a un satélite de comunicaciones, que notifica a un cuartel de la OTAN, donde se analiza. En el caso de Europa esa información es enviada a la base de Ramstein en Alemania, donde se confirma si ese proyectil es una amenaza. Después, se comunica a todos los efectivos apropiados, tanto comandancias como sistemas de defensa.
Cuando en el trayecto ascendente del misil el motor termina de quemar el combustible, el satélite de infrarrojo ya no puede detectarlo, por lo que ahí se cuenta con la actuación de sensores de largo alcance, como el sistema AN/TPY-2 o el sistema naval Smart-L Radar que está localizado en Holanda. Esos sensores detectan y continúan analizando el misil para que pueda ser interceptado. El proceso también integra el sistema Aegis, que consta de radares AN/SPY-1 con capacidad de rastrear más de cien objetos. Juntos, estos sistemas realizan un análisis más detallado de rastreo y posibles consecuencias que pueda tener misil balístico.
Todos los sistemas, tanto en tierra como en mar y aire, tienen la capacidad de compartir y actualizar al momento la información. La clave de este sistema es la capacidad de destruir el misil fuera de la atmósfera, gran parte gracias al sistema Aegis, aunque también sistemas como el THAAD pueden proporcionar capacidades adicionales. El sistema Aegis ofrece cobertura a misiles que sobrepasaron la atmósfera; en el caso de que un proyectil vuelva a entrar en la atmósfera, entra en funcionamiento el sistema Patriot, que es usado por Francia, Alemania, España y otros países.
Sistema Patriot
Tras la decisión de Polonia de destinar a defensa un mayor porcentaje del PIB, se espera que este país aumente su capacidad militar. El pasado 28 de marzo Polonia firmó un acuerdo con Estados Unidos, valorado en 4.750 millones de dólares, para la compra del sistema de misiles Patriot. Su fabricante, Raytheon, se comprometió a construir en Polonia partes clave del sistema, creando “empleos nuevos de alta tecnología”, tal como requería la legislación polaca.
Polonia se unirá a otros quince países de Europa, el Pacífico y Oriente Medio que comparten y operan con este sistema Este acuerdo llega después de que Polonia firmara un acuerdo de diez años con Raytheon para facilitar la introducción de los misiles Patriot entre las capacidades defensivas del país. A mediados de 2018 Varsovia tuvo ciertas complicaciones en la adquisición de los Patriot, pues la oposición puso trabas para la aprobación de la compra. Finalmente, el gobierno polaco y Raytheon firmaron el proyecto en el valor acordado de 4.750 millones de euros
En noviembre de 2017 Rumanía y Suecia mostraron interés también por la compra de Patriots. En el caso de Oriente Medio, los países que principalmente utilizan este sistema son Israel y Qatar, si bien el Pentágono ha manifestado su deseo de retirar sus baterías de la región.
Esquema del Sistema de Defensa de Misiles Balísticos [Ministerio de Defensa de Japón] |
Alternativa rusa
La compra polaca de misiles Patriot fue criticada por Rusia. La portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores, Maria Zakharova, condenó la “progresiva militarización” de ese país. Moscú ve esos movimientos de “militarización” como un elemento de desestabilización del aparato militar y político en Europa y una amenaza para Rusia.
El Kremlin criticó el despliegue de las baterías de sistemas de misiles Patriot como una violación del tratado de control de armamentos firmado en 1987 entre Mijaíl Gorbachov y Ronald Reagan. Este tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (INF Treaty) está a punto de ser abandonado por Estados Unidos por entender que Rusia lo ha estado vulnerando con algunos de sus desarrollos de misiles.
Ante la carrera por avances en la tecnología para los misiles tierra aire, la industria armamentística rusa desarrolló los S-400 Triumf, que la OTAN designa como SA-21 Growler. El sistema del S-400 es un sistema de defensa móvil, lo que ofrece una mayor versatilidad y potencia de fuego. Países como Arabia Saudí, Turquía o India han mostrado su interés de comprar este sistema a pesar de las sanciones de EEUU. Que grandes usuarios y clientes del armamento estadounidense se interesen por empresas de la competición plantea un problema para la industria militar norteamericana. El S-400 tiene capacidad de llegar a un techo de vuelo de 185 kilómetros y una distancia de alcance efectivo de 120, 250 y 400 kilómetros dependiendo del misil empleado. Para 2020 el Ejército ruso contará con una nueva generación de sistema de misiles, los S-500, una versión más avanzada y más potente que las actuales.
Disuasión
“La invencibilidad está en uno mismo, la vulnerabilidad en el adversario.
La invencibilidad es una cuestión de defensa, la vulnerabilidad, una cuestión de ataque. Mientras no hayas observado vulnerabilidades en el orden de batalla de los adversarios, oculta tu propia formación de ataque, y prepárate para ser invencible, con la finalidad de preservarte. Cuando los adversarios tienen órdenes de batalla vulnerables, es el momento de salir a atacarlos”. El arte de la guerra, Sun Tzu.
Los sistemas tanto de la OTAN como de Rusia tienen claramente una faceta disuasoria. Todo operativo militar tiene un papel relevante en el plano diplomático, político y de intereses. Tras la anexión rusa de Crimea y de las maniobras Vostok 2018 y Trident Juncture los sistemas de defensa antimisiles se muestran como el futuro de la seguridad europea e internacional. En los últimos años, en un contexto de militarización del espacio por parte de las potencias militares mundiales, se está llevando a cabo una actualización de los sistemas de misiles que no solamente permite llegar más lejos sino también ser más precisos. De acuerdo con la estrategia de defensa tanto europea como de la organización atlántica ha llevado a sus socios a tener mejores capacidades que sus competidores para velar por la seguridad de los Estados. En consecuencia, una progresiva pero efectiva modernización de los sistemas antimisiles.
En los últimos años, ante el avance y la modernización armamentística de Rusia y China, Estados Unidos ha visto la necesidad de desarrollar sistemas en el espacio capaces de derribar misiles, con cierto parecido al cancelado Pebbles Program. El programa Pebbles trataba de poner en órbita sistemas autónomos con capacidad para interceptar cualquier proyectil lanzado por los competidores de Estados Unidos. Estos sistemas otorgarían a Estados Unidos y sus aliados con una capacidad de contrarrestar casi cualquier tipo de proyectil concediendo una ventaja sin precedentes. El empleo de los sistemas antimisiles refuerza la unión entre Estados Unidos y sus aliados, de esta manera permite que la defensa sea más efectiva y la cooperación como una relación de necesidad.
Por otra parte, hay analistas que pueden ver esta escalada en la compra y utilización de sistemas AMB como una nueva guerra fría, al menos a menor escala, principalmente porque se da en Europa y en nuevas facetas como la económica, manifestada a través de la influencia que las empresas armamentísticas ejercen sobre los gobiernos nacionales.
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