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El espejo del s.XX reflejó a un payaso

Bofetadas, patadas y tortazos. Valiéndose de ello, un payaso carismático y algo melancólico
ha podido transmitir las ilusiones y los miedos de millones de personas por todo el mundo.
Entre un robusto optimismo y una profunda tristeza está Charlot: esa es su vida y su comedia. 

 

Charlot mudo

Charlot fue, ni más ni menos, la primera gran estrella mundial del cine. Se convirtió en una figura universal, reverenciada y admirada. El tiempo que le tocó vivir en sus múltiples contradicciones –todos sabemos que la primera mitad del s.XX no fue nada tranquila– fue reflejado en una compleja y viva personalidad.

Chaplin comenzó trasladando al cine el vodevil del que de pequeño había aprendido las técnicas y la comicidad. El punto de partida en 1914 fue el Slapstick (de: slap, golpe o bofetada, y stick, palo, una bufonada, payasada, golpe y porrazo…), una comedia en la que la exageración de la violencia física no tiene consecuencias reales: todo lo que sabéis de los pasteles en la cara y patadas en el culo y mucho más.

Si no te ha quedado claro cómo fue eso o por dentro te pica la curiosidad, puedes ver estos dos vídeos MUY graciosos y cortitos, con Harold Lloyd y Buster Keaton (colegas de Chaplin y grandes figuras en el mundo del Slapstick). Se puede ver eternamente sin cansarse:

 

For Heaven´s Sake (1926), por Sam Taylor (productor Harold Lloyd), protagonista: Harold Lloyd.

Este fragmento es un buen microrrelato cómico cuyo mensaje principal podría ser:
“Corre y lucha por lo que quieres”. Harold Lloyd, como se nota en el vídeo,
fue uno de los imitadores de Chaplin, del que finalmente incorporó ciertos rasgos
de carácter de su propio personaje.

Sherlock Jr. (1924), dirigido por Buster Keaton, protagonista: Buster Keaton. 

La violencia de slapstick aquí solo aparece una vez, pero merece la pena.
Lo que más gracia hace es la cara inexpresiva del protagonista.
Y lo que más admiración causa es su capacidad de hacer
todas esas escenas de riesgo él mismo sin ningún apoyo ni seguridad.

Estos dos son unos buenos ejemplos del movimiento Slapstick, aunque un poco tardíos. Aquí tienes los enlaces a Wiki por si te interesa leer más sobre alguno de estos dos: Buster Keaton y Harold Lloyd.

Volviendo a Charlie Chaplin, gracias a Slapstick (en el que sin duda fue rey), el actor consiguió una inmensa popularidad que llegó muy pronto. Ya en 1915, poco más de un año después de comenzar su carrera cinematográfica, había despertado la chaplinitis: una fama desbordante del personaje, reflejada en un merchandizing jamás visto en la historia.  

“En Nueva York se vendían juguetes y estatuillas de mi personaje en todos los almacenes y tiendas.
Las coristas del Ziegfield Follies hacían números a lo Chaplin, alterando su belleza con bigotes,
sombreros hongos, enormes zapatos y anchos pantalones, entonando una canción titulada
¡Esos pies de Charlie Chaplin! Estábamos inundados de toda clase de proposiciones de negocios
relacionados con libros, vestidos, telas, juguetes, cigarrillos y pasta dentífrica. Además, montones
y montones de creciente correspondencia de admiradores creaban un verdadero problema”
(Mi autobiografía, Madrid, 1989 [1964], pp. 188-9).

 

¡Esos pies de Charlie Chaplin!

No se trataba solamente del mundo anglosajón. El nombre Charlot es una denominación acuñada en Francia. Ésta sirvió para superar la barrera del idioma (cualquier idioma básicamente) de la mano de la gran baza que tenía el cine mudo: 

La gestualidad como fundamento del personaje fue la clave: la ausencia de palabra hablada facilitaba la comprensión en las salas de cine de todo el mundo sin ninguna necesidad de mediación por la traducción o censura. El cine, cómico sobre todo, era un arte universal, por poseer la universalidad de lenguaje corporal. Charlot era su primera en la historia superestrella.

Su expresividad permitió que sentimientos de alegría y de tristeza, de superación personal y de optimismo, fueran accesibles a gentes de todo el mundo. Sus espectadores se identificaban con un personaje ficticio, pero profundamente humano, en un tiempo de convulsiones y deshumanización. La primera guerra mundial, la gran revolución rusa, las numerosas crisis y otros acontecimientos no muy bonitos eran el “slapstick” dentro de la vida misma. 

La popularidad de Chaplin pudo apreciarse en cuanto comenzó a viajar fuera de EE.UU. Las recepciones a su llegada a Londres (1921), Venecia y Berlín (1931), París (1932), Bali (1932)… han quedado recogidas en noticieros que muestran multitudes aclamando a la estrella de la pantalla, al Charlot con el que tanto se identificaban los desfavorecidos. He aquí un buen ejemplo:

Chaplin en Venecia. ¡Mirad la cara de majo que tiene!

Charlot sonoro

La llegada del cine sonoro, a partir de 1927, le afectó a Chaplin de forma muy directa. Sin embargo, el director mantuvo su voluntad de seguir realizando películas mudas. Aunque al final hubo de ceder poniendo así punto final al personaje del vagabundo con el bigotillo. Charlie era un señor duro, así que no dejó a su personaje sin protestar:

“Detesto los talkies. Vinieron a estropear el más antiguo arte del mundo, el arte de la pantomima;
aniquilan la gran belleza del silencio. Echan por tierra el actual edificio del cine, destruyen la
corriente que arrastra a los actores hacia la popularidad, y a los amigos del cine para la
atracción de la belleza. La belleza plástica hace que lo más importante perdure en la pantalla.
El cine es un arte pictórico”.
(Mi autobiografía, Madrid, 1989 [1964], p. 359).

¿Realmente el cine es tan pictórico como Chaplin cree? A muchos nos gustan los buenos diálogos, algunas frases del cine incluso entran en el imaginario colectivo: “hasta la vista, baby” o “siempre nos quedará París” o el famoso “I'll be back” de Terminator. 

Charlot desde luego no pudo parar el progreso, tampoco venció la moda al cine sonoro. Eso sí, ha superado a todos lo que hacían cine sonoro en su época. Para asegurarse de ello solo hay que ver lo que el director hace con las pocas palabras (o las no-palabras) que salen en sus últimas películas: 

The nonsense song por Charlot en el filme Modern times.

Es la primera vez que Chaplin emite sonidos. Una pena que no tengan ningún sentido. Todo el mundo anhelaba oír la voz de la super-hiper-gran-estrella universal. Y en vez de las palabras, escucharon un precioso nonsense jamás visto en las pantallas y muy coherente con lo que era su personaje vagabundo. Esta es la letra (la puedes pasar sin problema, en cualquier caso no tiene sentido):

Se bella giu satore

Je notre so cafore

Je notre si cavore (Je la tu la ti la twah

La spinash o la bouchon

Cigaretto Portabello

Si rakish spaghaletto

Ti la tu la ti la twah

Senora pilasina

Voulez-vous le taximeter?

Le zionta su la seata

Tu la tu la tu la wa

Sa montia si n'amora

La sontia so gravora

La zontcha con sora

Je la possa ti la twah

Je notre so lamina

Je notre so cosina

Je le se tro savita

Je la tossa vi la twah

Se motra so la sonta

Chi vossa l'otra volta

Li zoscha si catonta

Tra la la la la la la

Aún así, Chaplin no se queda en un mero sinsentido. Su siguiente película, El gran dictador, una de las más famosas sin duda alguna, tiene un solo monólogo. Pero ¡qué monólogo es este! De todos los filmes de Chaplin, el Dictador, gracias a este monólogo, fue el más exitoso en la taquilla. Aquí lo podéis ver (una joya):

La película, claramente, fue prohibida en Alemania. Seguramente Charlie
lo habría dado todo para saber qué opinaba Hitler de su obra de arte
(la trama se resume en que los alemanes por un error toman a un
barbero judío por su caudillo).

En aquel momento, el interés de Chaplin en los asuntos del Estado, en la política y en la filosofía política fue creciendo exponencialmente. El Buró Federal de Investigaciones (Federal Bureau of Investigation; FBI) empezó a investigar sobre el actor, lo que se convirtió en una auténtica persecución. En Wikipedia se puede leer bastante sobre el caso y todas las acusaciones no muy agradables contra el famoso director. Entre otras muchas cosas, fue acusado de ser comunista. 

A la vez, su vida sentimental también fue un tanto caótica. Poco después de todos los juzgados por los que había pasado, se casó por cuarta vez con su mujer ya definitiva con la que tuvieron 8 hijos.

Sin poder luchar más contra el FBI, Chaplin fue exiliado de EE.UU. y se trasladó a Suiza. Resultó que las acusaciones de los estadounidenses contra el actor no tenían pruebas y el gobierno de Norteamérica le permitió volver, pero Chaplin no quiso. Murió en Suiza, en 1977.

Lo más interesante de este personaje histórico es que ha sido toda su vida un payaso

Un payaso cuyas imágenes han definido el s.XX. Su legado demuestra un compromiso sorprendente hasta para un espectador moderno: 

¿Acaso un payaso puede defender la paz y la libertad bien reflejadas en el discurso que cierra El gran dictador (1940)?, ¿criticar al mundo de beneficio y utilidad que se estaba construyendo, tanto en Tiempos modernos (1936), como en Monsieur Verdoux (1947)? Atrás quedaban sus reflexiones sobre la emigración (El inmigrante, 1917), sobre la pobreza, la superación y la caridad humana (El chico, 1921), incluso sobre el nuevo papel de la mujer en la década de los años veinte (Una mujer en París, 1923) o acerca de la fugacidad de la fama y la desaparición de la popularidad (Candilejas, 1952).

Sus películas siguen dando testimonio de los grandes problemas de la humanidad y de la perplejidad que han causado. Escribía al final de su autobiografía: 

“Nuestro sentido de la vida ha quedado embotado por el ansia de ganancia, el poder y el monopolio.
Hemos permitido que esas fuerzas nos envuelvan con un descuido total de sus nefastas consecuencias.

La ciencia, sin una inteligente orientación o sentido de la responsabilidad, nos ha entregado
a los políticos y las armas militares de destrucción, que tienen en sus manos el destino de todos
los seres vivos de este planeta.

Esta plétora de poder dejada en manos de hombres cuya responsabilidad moral y cuya
competencia intelectual no son, y es lo menos que de ellos puede decirse, infalibles,
y en muchos casos son discutibles, puede terminar en una guerra de exterminio de toda vida
existente sobre la tierra. Sin embargo, vamos ciegamente hacia delante”.
(Mi autobiografía, Madrid, 1989 [1964], pp. 517-8).

 

Francisco Javier Caspistegui

La inspiración de este artículo y su primera redacción, gracias a
Francisco Javier Caspistegui, especialista en la historia moderna y
la historia del arte.
Departamento de Historia, Historia del Arte y Geografía

 

Recomendaciones de lectura:

Entre los muchos libros escritos sobre Chaplin y además de su autobiografía, pueden verse, entre las biografías, las de Peter Ackroyd, Charlie Chaplin, Barcelona, Edhasa, 2016 y la canónica de David Robinson, Chaplin: his life and art, Londres, Grafton, 1985. 

Para el análisis de su cine resulta de especial utilidad el libro de Esteve Riambau, Charles Chaplin, Madrid, Cátedra, 2000. 

Por último, es muy interesante para el contexto cultural en el que surgió y se desarrolló la carrera cinematográfica de Chaplin el libro de Charles J. Maland, Chaplin and American culture: the evolution of a star image, Princeton, Princeton University Press, 1991.

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