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Del Malleus Maleficarum a los cuentos de brujas

¡Una dosis de terror para la semana de Halloween!
Paulina Laphond Payán, alumna de 3ª año del grado de Historia de la
Facultad de Filosofía y Letras y autora de la cuenta @historiarte2x3,
nos trae un fascinante análisis acerca de uno de los tratados más
controvertidos en la Historia del mundo occidental. 



«El Aquelarre o El Gran Cabrón» de Francisco de Goya. Wikimedia Commons. Ver fuente.

Estamos en la semana de Halloween y no podría ser un mejor momento para hablar sobre brujas: ¿existen o existieron?, ¿cómo eran?, ¿en qué consistían las cazas de brujas? Sin duda, este es uno de los temas que mayor fascinación desata entre los historiadores de la Edad Moderna. 

Los cuentos de brujas que nos llegan inmediatamente a la cabeza están seguramente influenciados por las películas que, a diferencia de los cuentos de hadas, siempre incluyen ancianas demacradas que se montan en escobas, hacen pociones jugosas para conseguir envenenar a alguien y llevan un sombrero muy puntiagudo. No obstante, parte de estos cuentos no son del todo cuentos, sino una realidad que se remonta al siglo XV, con algunas diferencias.

La era de las brujas

BEIC Digital Library. Fuente de la imagen.

Gran parte de las creencias sobre las brujas se encuentran recopiladas en el libro Malleus Maleficarum (del latín, “El martillo de las brujas”) escrito por Jacob Sprenger y Heinrich Kramer, dos monjes alemanes, en 1486. 

Este libro fue uno de los más famosos durante la Edad Moderna, ya que a lo largo de tres siglos, se convirtió en el manual indispensable para la Inquisición en la lucha contra la brujería en Europa y América, la cual daría lugar a la llamada Caza de brujas.

Para situarnos en el contexto: la Edad Moderna fue un tiempo de división de Europa entre monarquías protestantes y monarquías católicas. Por su parte, la Santa Inquisición se fundó por razones religiosas en lo que respecta a la búsqueda de la salvación de las almas. 

De la misma forma, se instauró por razones políticas ya que su objetivo era deshacerse de enemigos dentro de los reinos católicos, lo cual implicaba aniquilar todo rastro de herejías. Sin embargo, es importante anotar el hecho de que, según afirma María Elvira Roca Barea, las ejecuciones por brujería fueron más abundantes en el contexto protestante que en España.

En aquel entonces, como aparece en un interesante artículo del profesor de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Navarra, Jesús María Usunáriz, la brujería era considerada una herejía y por lo tanto un delito, que a su vez, amenazaba la seguridad y el orden social de la Monarquía, ya que iba acompañada de crímenes horribles como asesinatos de los más inocentes. 
 

Las víctimas de brujería

Los autores del Malleus Maleficarum relacionaban y atribuían la práctica de la brujería y las artes maléficas en su mayoría a las mujeres, debido a que supuestamente ellas estaban marcadas fuertemente por el pecado original de Eva y eran más susceptibles ante las tentaciones del demonio. Sin embargo, hay que tener en cuenta que hubo hombres en los procesos inquisitoriales juzgados por brujería, aunque en menor medida.
 

Entre los siglos XV y XVIII se podría estimar que se produjeron entre

40.000 y 60.000 condenas de muerte por brujería.
 


«Dos viejos comiendo sopa» de Francisco de Goya. Wikimedia Commons. Ver fuente.
 

Pero ¿por qué fueron las mujeres, sobre todo curanderas, el objetivo principal en las cazas de brujas? Según Monter, estas asociaciones correspondían a “proyecciones de miedos patriarcales hacia mujeres atípicas” (Horsley, 712). Mientras, Mildelfort (Horsley, 713) sugiere que estas mujeres, en su mayoría independientes, podían ser sujetos de sospecha en tanto que podían constituir elementos irruptores de la rígida sociedad del siglo XV.
 

El estereotipo de la bruja según el Malleus Maleficarum

Como parte de la tradición de brujas que ha llegado a nuestros días, resume el profesor Usunáriz del libro de Richard Horsley, a una bruja se le describía por cuatro características principales: practicar el maleficium o hacer daño mediante recursos sobrenaturales, volar, acudir a las reuniones de brujas, llamadas aquelarres y contraer un pacto con el demonio. 

«El Aquelarre» de Francisco de Goya. Wikimedia Commons. Ver fuente.

Además se creía que las brujas podían provocar grandes tempestades, esterilidad en hombres, tenían el hábito de comer niños y a los que no mataban les ofrecían como sacrificio a los demonios. Incluso podían producir abortos y causar la muerte de hombres embrujados con solo mirarlos. 

El Malleus Maleficarum sostiene que el fin de toda brujería es efectuar encantamientos por medio de una mirada o cualquier otro hechizo. 

Para esto había distintos remedios, ya sea amuletos para el mal de ojo, por ejemplo, que se repartían entre la sociedad por el miedo a ser embrujados.

Aunque el Malleus fue muy importante para la difusión de la creencia de las brujas en la sociedad, también es verdad, como señala Raúl Madrid, doctor en Derecho por la Universidad de Navarra, “no produjo ni creó, sin embargo, el concepto de brujería; que ya se había configurado cincuenta años antes. Su novedad radica en su carácter sistemático, que ayudó a difundir la cuestión en la mentalidad colectiva”.
 

«A una bruja se le describía por cuatro características principales: practicar el maleficium
o hacer daño mediante recursos sobrenaturales, volar, acudir a las reuniones de brujas,
llamadas aquelarres y tener un pacto con el demonio.»

 

La evidencia sugiere que las creencias sobre las brujas marcaron la sociedad de la Edad Moderna en gran medida. Lo que se creía, en muchos casos, coincide con lo que ha llegado a nuestra cultura. La diferencia es que la mayoría de nosotros lo tomamos como un simple cuento que aparece en libros de niños pequeños o en películas ficticias. 

Sin embargo, en el siglo XV y posteriormente, estas creencias determinaron el comportamiento de toda una comunidad. En ciudades, pueblos y comunidades la sospecha era parte de la cotidianidad. Es muy posible que la población europea viviese con el constante miedo de que una sola mirada pudiera arruinar la vida entera e incluso poner en peligro la salvación del alma después de la muerte. 

Desgraciadamente, estas acusaciones de brujería también fueron objeto de manipulación y se utilizaban como solución a problemas de otra índole o se aprovechaban para desquitarse con personas que querían quitar de en medio por alguna razón.

Finalmente, no se puede negar que todas las sociedades han elaborado una serie de mitos exagerados a fin de producir temor y rechazo a determinados grupos sociales. En este caso, se podría sugerir que los mitos divulgados por el Malleus Maleficarum pretendían, a partir del miedo a la brujería, alejar a la población cristiana de actos heréticos e invitarles a acercarse a la Iglesia Católica, ya sea para fines espirituales o políticos.
 

Bibliografía

 

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