El calor de su mano me despertó de la siesta en los percheros del clóset, hoy desde hace meses me volvió a tomar. Asumí que era hora de regresar a la rutina de la universidad y que terminaron las vacaciones. Otra vez, de vuelta a que elogien los diseños de mi color.
Cerezas de cerámica siento dentro de mí. La dueña coloca en mí más piezas: ángeles, cajitas de música, alcancías, etc. Son todas cosas viejas, mis vestiduras toman conciencia de eso por el polvo que sueltan. ¿Dónde está la computadora y la agenda? Pensé que quizás tenía una reunión de colecciones. Tal vez quería mostrar la variedad de piezas que conservó su madre antes de morir. De pronto, sentí una libreta, así que confirmé que mi teoría era cierta. Qué buena idea es compartir con las chicas las figuras del pasado. Escuchar historias ajenas era lo que más extrañé estas vacaciones.
En el ascensor removí entre las cosas y no encontré los tesoros de mi ama. Ya es tarde… se pondrá muy enojada si no los ve. Se olvidó de su frasco olor a durazno y de sus otras botellas pegajosas. Ni modo.
Al salir de la casa sentí el aire caliente, asfixiante para mi tipo de piel. El rojo se puede oscurecer con la luz del sol. Aún más, con el sudor de mi ama, mi esencia es probable que se pierda. Ella lo ignoró, por lo que supuse que llevaba prisa. Ni en el metro estaba quieta, sentía todos sus movimientos. Creo que este no es el camino a la universidad, ¿será que eligió el bolso incorrecto? El sol fuerte logra pegarme al salir de la gran vía.
Todos caminan deprisa y nunca había visto tanta variedad de bolsos. Eran diferentes tipos desde miniaturas hasta de tela delgada con imágenes impresas. ¿Hace cuánto que nos ponen estampados? Hay tantos nuevos modelos, algunos ni siquiera parecen bolsos, porque solo les entra la tarjeta. Debo admitir que todos combinan muy bien con la persona que los lleva. Sin embargo, ¿desde cuándo nuestro prestigio es por acompañar la ropa del ser y no al ser? La ropa no importa, es solo un accesorio que no carga nada.
La rapidez de mi dueña detiene mi indignación. Ni siquiera me otorga el tiempo de escuchar lo que dice la gente por los cafés. Tampoco de mirar cómo es cada bolso. Solo me da tiempo de observar a una chica que parecía dirigirse a la misma dirección. Ella llevaba un bulto enorme a punto de rebosar. Quizás es que tenía que dejar algunas cosas a alguien. No sé, yo sigo sin saber por qué mi ama me está jalando tanto. Se detiene un momento a contestar una llamada, la cual no me permite ni escuchar porque me tapa mientras vamos por un callejón. No entiendo nada…
Sus pegajosas manos me tocan y siento que mi correa está a punto de rendirse. Si cedo a ella, quizás mi ama, se percate de que no puedo cargar cosas tan pesadas. Y mejor compre una bolsa de plástico que aguante más que yo . Sí, soy más sensible, esas porque son resistentes y útiles. Yo no soy para eso. Mi mejor amiga me está tratando como una.
Por fin entramos a un lugar, puedo descansar. Lo húmedo de mi ama aún me aturde, pero logre volver a la realidad. Espero que se detenga un buen tiempo aquí. Quiero descansar. Parece que mi querida amiga lo sabe, porque me coloca sobre una mesa. Consigue escuchar unas voces, así como el tacto de unas manos grandes.
– ¿Entonces, señorita, todo, incluyendo la bolsa, irá a donación?
– Sí, todo. Las piezas son valiosas y de buena calidad para regatear.
– ¿Y el bolso?
– Lo pueden regatear o no. Aunque creo que ya dio lo suyo.
– Ey, coloca este bolso por ahí en la pila para destruirlo.
Siento que me vuelven a zarandear y me avientan en un depósito.