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La isla afronta la crisis económica más grave de los últimos veinte años: el colapso de Venezuela y la presión de Trump ponen en evidencia el inmovilismo de La Habana
El fin de la URSS, gran subvencionadora del régimen castrista, no llevó a La Habana a la apertura económica y política que se dio en la mayor parte del antiguo bloque comunista. Tras un tiempo de grave penuria en la década de 1990, conocido como “periodo especial en tiempos de paz”, Cuba logró otro salvador en Venezuela, evitando así las necesarias reformas. Hoy el colapso venezolano y la presión que está ejerciendo Washington vuelven a poner en evidencia la escasa voluntad de cambio de La Habana, que se enfrenta a otro “periodo especial”, menos intenso, pero igualmente doloroso para el pueblo cubano.
▲ Calle del centro histórico de La Habana [Pixabay]
ARTÍCULO / Patricia Urdánoz
La economía de Cuba podría haber cerrado 2019 con un crecimiento de apenas un 0,5% del PIB y podría repetir ese mismo pobre comportamiento en 2020, de acuerdo con las estimaciones de la Cepal, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe de la ONU. Se trata de cifras que ponen a la isla al borde de la recesión, dado que cabría que se registrara algún trimestre negativo. Aunque el Gobierno cubano sitúa su objetivo económico para este año en el 1%, su apuesta del 1,5% para 2019 puede haber quedado desmentida hasta en un punto porcentual (las organizaciones internacionales, en cualquier caso, no pueden auditar las cuentas de Cuba); además, los elementos que contribuyen a la marcha económica han empeorado.
Las crecientes dificultades económicas han generado miedo en los cubanos sobre un regreso al “periodo especial”, como se conoce la década de 1990 cuando la disolución de la URSS dejó a la isla sin la masiva ayuda que le prestaba Moscú. Ese momento de especiales penurias quedó superado con la ayuda que a partir de 2002 comenzó a llegar desde la Venezuela de Hugo Chávez. El colapso venezolano fue lo que incentivó a Raúl Castro a buscar una salvación mediante el acercamiento a la Administración Obama, pero las nuevas medidas restrictivas de la Administración Trump han dejado a La Habana sin perspectivas.
Los cubanos han comenzado a padecer el desabastecimiento de productos básicos como medicinas y alimentos, y largas e interminables colas vuelven a aparecer en la capital cubana. La economía se encuentra estancada desde 2014: aunque al año siguiente hubo un claro repunte, en 2016 se produjo una contracción, que el Gobierno fijó en un 0,9% del PIB, lo que suponía haber caído en recesión por primera vez desde el “periodo especial”, veinte años atrás.
Aunque es improbable que Cuba vaya a alcanzar las dramáticas cifras de buena parte de la década de 1990, cuando la economía isleña se contrajo aproximadamente en un 35%, algunas estimaciones, recogidas por el Wall Street Journal, consideran que si Venezuela cancelara completamente su ayuda podría darse una contracción del 8% o del 10%.
Antes del “periodo especial” la isla dependía de la Unión Soviética en un 82%. La dependencia de Venezuela es comparativamente menor y además se está reduciendo debido a la grave crisis que padece ese país. La ayuda venezolana, básicamente mediante el envío de petróleo a cambio de la asistencia de médicos, entrenadores deportivos y otro personal, por la que Caracas además paga, suponía el 22% del PIB de Cuba en 2013; en 2017 había caído al 8,5%.
Las perspectivas económicas, en cualquier caso, no son buenas y para este 2020 cabe esperar un empeoramiento en varias áreas, lo que cuando menos prolongará el estancamiento.
Petróleo venezolano, ahora en manos rusas
Si bien la ayuda venezolana ha ido decreciendo, las aportaciones de Caracas continúan siendo importantes, por eso cualquier nueva erosión de esas ayudas tendría su efecto en la economía cubana. Los 100.000 barriles diarios de petróleo que Venezuela estuvo enviando a Cuba durante muchos años se vieron reducidos últimamente a unos 60.000. No es de esperar una mayor reducción, pero el control de la producción de PDVSA que está adquiriendo Rusia le deja al régimen de Nicolás Maduro menos margen de control político sobre el petróleo.
Menos médicos en el exterior
La descontrolada inflación que padece Venezuela podría obligar a reducir el pago que este país aporta por los servicios que en suelo venezolano presta personal cubano. Carmelo Mesa-Lago, economista especializado en Cuba, apunta que Venezuela, que adquiere el 75% de ese servicio profesional cubano en el exterior (una importante vía de acceso a moneda fuerte), ya ha reducido sus compras en un 23% entre 2014 y 2017 y podría verse obligada a un mayor recorte. La Habana, por otra parte, dejó de hacer caja en 2019 con los médicos que tenía destinados en Brasil y lo mismo ocurrirá en 2020 con los que había en Bolivia, después de que cambios políticos en esos países obligara a su regreso a la isla.
Por debajo de la meta de 5 millones de turistas
Las expectativas abiertas en materia de turismo con el incremento de viajes desde EEUU debido a las facilidades que estuvo dando el presidente Obama se han visto frustradas por las restricciones nuevamente impuestas por su sucesor. En 2018 se produjo un descenso del número de turistas, que fue de 4,7 millones, y cifra que en 2019 bajó un 10%, hasta los 4,3 millones. Aunque el Gobierno dice esperar un incremento en 2020, ha dejado de ponerse como meta alcanzar los 5 millones de turistas. A la limitación ya impuesta por Trump en 2018 al viaje de cruceros con base en EEUU, sigue la anunciada recientemente sobre vuelos directos, lo que podría afectar a los ingresos que deje el turismo (quien llega en avión suele gastar más durante su estancia).
Exportaciones moderadas
Los ingresos por exportaciones podrían mejorar, pero ni producción ni precio parece que vayan a experimentar un significativo aumento. La producción de níquel ha estado más bien estancada y la de azúcar se está recuperando de su momento más bajo de la historia registrado en 2017-2018.
Las remesas seguirán fluyendo
Las medidas restrictivas impuestas por la Administración Trump sobre las remesas que llegan a Cuba desde EEUU, que son la mayoría, no parece que vayan a afectar a su monto, pues el límite establecido queda por encima de la cuantía la mayor parte de los envíos. Como indica un estudio de The Havana Consulting Group, el promedio de envío actual está entre los 180 y 220 dólares por transacción, y como el 95% de los cubanos que envían remesas a sus familiares en la isla lo hace una vez al mes no se le llega al tope de 1.000 dólares trimestrales impuesto por Washington y que entró en vigor el pasado mes de octubre. Además, el estudio precisa que el 45% de las remesas a Cuba llegan por vías informales. En 2018, Cuba recibió 3.691 millones de dólares, cifra que prácticamente se dobla si se tienen en cuenta las remesas no dinerarias.
Inversión extranjera insuficiente
Las remesas debieran jugar un importante papel en la potenciación de la economía nacional, y de hecho desde la apertura económica de 2010 funcionaron como una fuente de ingresos similar a la inversión extranjera, pues estuvieron detrás de la puesta en marcha de muchos negocios “cuentapropistas”. Esos negocios por cuenta propia alcanzaron en 2016 los 535.000 trabajadores, según las estadísticas oficiales, pero el estancamiento en el crecimiento del turismo está poniendo en dificultades esa actividad privada. El estudio de The Havana Consulting Group concluye que “a diferencia de la mayoría de los países de América Latina, el gobierno cubano no aprovecha el potencial de las remesas como una vía para atraer capital de inversión al país”. La inversión extranjera directa, en cualquier caso, ha ido aumentando, pero la lentitud en hacer atractiva la zona especial del puerto de Mariel y las dificultades añadidas desde EEUU con la puesta en vigor en 2019 del título cuarto de la Ley Helms-Burton, que anima la presentación de demandas por los bienes expropiados durante la revolución cubana, amortigua el atractivo inversor de la isla.
DESCENTRALIZACIÓN, PERO APERTURA TÍMIDA
El problema de la ineficiencia de la economía cubana viene provocado en gran medida por su modelo de centralización, que crea escasez para los consumidores y gran incertidumbre para los negocios. Junto con otros lastres que acarrea el país desde sus inicios como corrupción, ilegalidades, poco nivel de ahorro, endeudamiento y los insuficientes ingresos por exportación. La deuda externa de Cuba entre los años 1958 y 2017 se multiplicó por 190. Y existe una difícil coyuntura para la emergencia del sector privado.
La isla necesita nuevas reformas económicas estructurales por parte del gobierno, también sería interesante seguir las estrategias económicas de países como Vietnam y China, que han sabido cómo abrirse al mercado internacional partiendo de un gobierno comunista. Por su parte, por sus propios intereses geopolíticos, Washington debería cuidar de que sus medidas de presión no lancen a la isla en brazos de China y Rusia.
El sucesor de Raúl Castro como presidente del país, Miguel Díaz-Canel, y el primer ministro designado por este, Manuel Marrero, han anunciado para este año el comienzo de un proceso de descentralización económica que dará mayor autonomía a las empresas estatales. Está por ver que realmente se avance en esa línea y que eso aumente la eficiencia de la economía cubana, pues las reformas prometidas por Castro han supuesto una apertura muy tímida, no especialmente transformadora.