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El refuerzo económico catarí y la ampliación de sus relaciones con Rusia, China y Turquía restaron eficacia al bloqueo que le habían impuesto sus vecinos del Golfo
Es una realidad: Catar ha vencido en su pulso contra Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí tras más de tres años de ruptura diplomática en los que ambos países, junto con otros vecinos árabes, aislaron comercial y territorialmente a la península catarí. Razones económicas y de configuración geopolítica explican que el bloqueo impuesto finalmente se haya desvanecido sin que Catar haya cedido en su línea diplomática autónoma.
El emir de Catar, Tamim Al Thani, en la Conferencia de Seguridad de Múnich de 2018 [Kuhlmann/MSC]
ARTÍCULO / Sebastián Bruzzone
En junio de 2017, Egipto, Jordania, Arabia Saudí, Bahréin, Emiratos Árabes Unidos, Libia, Yemen y Maldivas acusaron a la familia Al Thani de apoyar el terrorismo islámico y a los Hermanos Musulmanes e iniciaron un bloqueo total al comercio con origen y destino en Catar hasta que Doha cumpliera con trece condiciones. Sin embargo, el pasado 5 de enero de 2021, el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, recibió al emir de Catar, Tamim bin Hamad Al Thani, con un inesperado abrazo en la ciudad saudí de Al-Ula, sellando el final de un capítulo oscuro más de la historia moderna del Golfo Pérsico. Pero, ¿cuántas de las trece exigencias ha cumplido Catar para reconciliarse con sus vecinos? Ninguna.
Como si nada hubiera pasado. Tamim Al Thani llegó a Arabia Saudí para participar en la 41º Cumbre del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) en la que los estados miembros se comprometieron a realizar esfuerzos para fomentar la solidaridad, la estabilidad y el multilateralismo ante los desafíos de la región, que se enfrenta al programa nuclear y de misiles balísticos de Irán, así como a sus planes de sabotaje y destrucción. Además, el CCG en su conjunto agradeció el papel mediador de Kuwait, del entonces presidente estadounidense Donald J. Trump y de su yerno, Jared Kushner.
La reunión de los líderes árabes del Golfo ha sido el deshielo en el desierto político tras una tormenta de acusaciones mutuas e inestabilidad en lo que se denominó “crisis diplomática de Catar”; ese acercamiento, como efecto inmediato, despeja la normal preparación de la Copa del Mundo de fútbol prevista en Catar para el próximo año. Siempre es positivo el retorno del entendimiento regional y diplomático en situaciones de urgencia como una crisis económica, una pandemia mundial o un enemigo común chiíta armando misiles en la otra orilla del mar. En todo caso, el Catar de los Al Thani puede coronarse como el vencedor del pulso económico frente a los emiratíes Al Nahyan y los saudíes Al Saud incapaces de asfixiar a la pequeña península.
Los factores
La pregunta relevante nos devuelve al título inicial previo a estas líneas: ¿cómo Catar ha conseguido resistir la presión sin doblegarse lo más mínimo frente a las trece condiciones exigidas en 2017? Varios factores contribuyen a explicarlo.
Primero, la inyección de capital por QIA (Qatar Investment Authority). A principios del bloqueo, el sistema bancario sufrió una fuga de capitales de más de 30.000 millones de dólares y la inversión extranjera disminuyó notablemente. El fondo soberano catarí respondió ingresando 38.500 millones de dólares para proveer de liquidez a los bancos y reactivar la economía. El bloqueo comercial repentino de los Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí supuso una espantada financiera que llevó a inversores extranjeros, e incluso residentes cataríes, a transferir sus activos fuera del país y liquidar sus posiciones ante el miedo a un colapso del mercado.
Segundo, el acercamiento a Turquía. En 2018, Catar salió al rescate de Turquía comprometiéndose a invertir 15.000 millones de dólares en activos turcos de todo tipo y, en 2020, a ejecutar un acuerdo de permuta o swap de divisas con el fin de elevar el valor de la lira turca. En reciprocidad, Turquía aumentó en un 29% la exportación de productos básicos a Catar e incrementó la presencia militar en la península catarí frente a una posible invasión o ataque de sus vecinos, construyendo una segunda base militar turca cerca de Doha. Además, como medida de refuerzo interna, el gobierno catarí ha invertido más de 30.000 millones de dólares en equipamiento militar, artillería, submarinos y aviones de empresas americanas.
Tercero, la aproximación a Irán. Catar comparte con el país persa el yacimiento de gas South Pars North Dome, considerado el más grande del mundo, y se posicionó como mediador entre la Administración Trump y el gobierno ayatolá. Desde 2017, Irán ha suministrado 100.000 toneladas diarias de alimentos a Doha ante una posible crisis alimenticia causada por el bloqueo de la única frontera terrestre con Arabia Saudí por la que entraba el 40% de los alimentos.
Cuarto, el acercamiento a Rusia y China. El fondo soberano catarí adquirió el 19% del accionariado de Rosneft, abriendo las puertas a la colaboración entre la petrolera rusa y Qatar Petroleum y a más joint ventures empresariales entre ambas naciones. En la misma línea, Qatar Airways aumentó su participación hasta el 5% del capital de China Southern Airlines.
Quinto, su refuerzo como primer exportador mundial de GNL (Gas Natural Licuado). Es importante saber que el principal motor económico de Catar es el gas, no el petróleo. Por ello, en 2020, el gobierno catarí inició su plan de expansión aprobando una inversión de 50.000 millones de dólares para ampliar su capacidad de licuefacción y de transporte con buques metaneros, y otra de 29.000 millones de dólares para construir más plataformas marítimas extractoras en North Dome. El gobierno catarí ha previsto que su producción de GNL crecerá un 40% para 2027, pasando de 77 a 110 millones toneladas anuales.
Debemos tener en cuenta que el transporte de GNL es mucho más seguro, limpio, ecológico y barato que el transporte del petróleo. Además, la Royal Dutch Shell vaticinó en su informe “Annual LNG Outlook Report 2019” que la demanda mundial de GNL se duplicaría para 2040. De confirmarse este pronóstico, Catar estaría a las puertas de un impresionante crecimiento económico en las próximas décadas. Por lo tanto, lo que más le conviene en esa situación es mantener sus arcas públicas solventes y un clima político estable en la región de Oriente Medio. Por si fuera poco, el pasado noviembre de 2020, Tamim Al Thani anunció que los presupuestos estatales futuros se configurarán en base a un precio ficticio de 40 dólares por barril, un valor bastante más pequeño que el WTI Oil Barrel o Brent Oil Barrel que se encuentra en torno a 60-70 dólares. Es decir, el gobierno catarí indexará su gasto público considerando la volatilidad de los precios de los hidrocarburos. En otras palabras, Catar busca ser previsor frente a un posible desplome del precio del crudo, impulsando una política de gasto público eficiente.
Y sexto, el mantenimiento del portafolio de inversiones de Qatar Investment Authority, valorado en 300.000 millones de dólares. Los activos del fondo soberano catarí constituyen un seguro de vida para el país que puede ordenar su liquidación en situaciones de necesidad extrema.
Catar tiene un papel muy importante para el futuro del Golfo Pérsico. La dinastía Al Thani ha demostrado su capacidad de gestión política y económica y, sobre todo, su gran previsión a futuro frente al resto de países del Consejo de Cooperación del Golfo. La pequeña “perla” peninsular ha dado un golpe sobre la mesa imponiéndose sobre el príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, y sobre el príncipe heredero de Abu Dhabi, Mohammed bin Zayed, que ni se presentó en Al-Ula. Este movimiento geopolítico, más la decisión de la Administración Biden de mantener la política de línea dura frente a Irán, parece garantizar el aislamiento internacional del régimen ayatolá del país persa.
Diversos países de América celebran en 2021 sus dos siglos de una ruptura con España que no siempre significó una independencia definitiva
Varias naciones americanas conmemoran este año los dos siglos de su separación de España, recordando un proceso que con pocos años de diferencia se dio en todas las posesiones españolas en la América continental. En algunos casos, fue un proceso de independencias sucesivas, como ocurrió con Guatemala, que luego perteneció al Imperio Mexicano y después a una república centroamericana, y Panamá, que formó parte de Colombia hasta el siglo XX. Pero incluso posteriormente, ambos países experimentaron la injerencia directa de Estados Unidos, en episodios muy decisivos para toda la región.
Ceremonia de entrega del Canal de Panamá a las autoridades panameñas, el 31 de diciembre de 1999
ARTÍCULO / Angie Grijalva
Durante 2021 varios países americanos celebran su independencia de España; el mayor de ellos y con más faustas festividades es México. En otras naciones, la fecha de 1821 queda matizada por desarrollos históricos posteriores: Panamá conmemora también cada año el día de 1903 en que rompió con Bogotá, mientras que en el caso de Guatemala aquella independencia no supuso de inmediato una república propia, pues junto con sus naciones vecinas en 1822 dependió nominalmente de México y entre 1823 y 1839 formó parte de las Provincias Unidas del Centro de América y de la República Federal de Centroamérica. Además, la hegemonía regional de Estados Unidos puso en cuestión en décadas posteriores la plena soberanía de esos países: Guatemala sufrió en 1954 el primer golpe de Estado que abiertamente promovía Washington en el Hemisferio Occidental, y Panamá no tuvo absoluto dominio sobre todo su territorio hasta que los estadounidense entregaron el canal en 1999.
Panamá y su canal
La proyecto del Canal de Panamá era importante para Estados Unidos porque permitía unir fácilmente por mar sus dos costas y consolidaba el ascenso mundial que buscaba la presidencia de Theodore Roosevelt, guiada por la máxima de que solo aquella nación que controlase ambos océanos sería una potencia verdaderamente internacional. Dada la negativa de Colombia, a quien pertenecía la provincia de Panamá entonces, a aceptar las condiciones que ponía Estados Unidos para construir el canal, retomando las obras del paralizado proyecto francés, Washignton se vio ante dos opciones: invadir el istmo o propiciar la independencia de Panamá frente a Colombia[1]. Finalmente escogió esto último, prestando apoyo a las tropas revolucionarias panameñas que se levantaron contra Bogotá; la República de Panamá declaró su independencia el 3 de noviembre de 1903 y con ella Roosevelt negoció un acuerdo muy favorable para Estados Unidos que daba a este soberanía perpetua sobre el canal y sobre una amplia franja de tierra a cada lado del mismo. Washington pasó así a controlar Panamá y a extender su dominio regional.
Tras una década de díficiles trabajos y de un elevado número de muertes entre la mano de obra, llegada de todo el Cribe y también de Asia, debido sino al dengue, la malaria y la fiebre amarilla, en 1913 el océano Atlántico y el Pacífico quedaron finalmente conectados y el canal se abrió al tránsito de buques.
Con el tiempo, la soberanía estadounidense sobre una porción del país y las bases militares allí instaladas alimentaron en Panamá un movimiento de rechazo que cobró especial virulencia en la década de 1960. La Administración Carter admitió negociar la cesión del canal en un acuerdo de 1977 que incorporaba a los panameños en la gestión del tráfico interocéanico y fijaba la entrega de todas las instalaciones en 1999. Cuando esto finalmente se produjo, el país vivió la ocasión como una nueva fiesta de independencia, diciendo adiós a unas tropas estadounidenses que solo diez años antes se habían mostrado muy activas, invandiendo la Ciudad de Panamá y otras áreas para apresar al mandatario Manuel Noriega por narcotráfico.
Momento crítico en Guatemala
El canal de Panamá permitió a Estados Unidos una indudable proyección de poder sobre su hemisferio. No obstante, durante la Guerra Fría Washington creyó necesario echar mano también de operaciones, en algún caso directas, para derribar gobiernos que consideró próximos al comunismo. Esto ocurrió con el derrocamiento de Jacobo Árbenz en Guatemala en 1954.
La llegada de Árbenz a la presidencia en 1951 constituyó una amenaza para la United Fruit Company (UFCO) por la reforma agraria que impulsaba[2]. Aunque el avance de los partidos comunistas en América Latina comenzaba a crecer, la verdadera amenaza en ciertos países era la expropiación de tierras de los monopolios estadounidenses. Se estima que para 1950, la UFCO era dueña en Guatemala de al menos 225.000 hectáreas de tierra, de las cuales la reforma agraria iba a expropiar 162.000 en 1952. Con apoyo político de Washington, la UFCO alegó que la compensación que se le ofrecía no se correspondía con el valor verdadero de la tierra y tachó al gobierno de Árbenz de comunista a pesar de que esto no era cierto.
En 1953, la recién estrenada Aministración Eisenhower estableció un plan para desestabilizar al gobierno y dar un golpe de Estado contra Árbenz. Por un lado, el secretario de Estado John F. Dulles buscó el apoyo de la Organización de los Estados Americanos, propiciando la condena a Guatemala por la recepción de un cargamento de armas procedente de la Unión Soviética, que había sido adquirido por la negativa de Estados Unidos a vender armas al país centroamericano. Por otro, la CIA puso en marcha la misión PBSUCCESS para garantizar la intendencia de una facción del Ejército guatemalteco dispuesta a rebelarse contra Árbenz. El movimiento fue encabezado por el coronel Castillo Armas, que estaba exiliado en Honduras y desde allí abrió la invasión el 18 de junio de 1954. Bombardeada la capital, el grueso del Ejército rehusó a responder, dejando solo a Árbenz, quien en pocos días renunció.
Ya en el poder, Castillo Armas devolvió las tierras expropiadas a UFCO y llevó al país nuevos inversores estadounidenses. Dulles calificó esta victoria como “el más grande triunfo en contra del comunismo en los últimos cinco años”. El derrocamiento de Árbenz fue visto por Estados Unidos como un modelo para las siguientes operaciones en América Latina. El Premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa ha señalado que esta acción contra Árbenz podría verse como “el momento en que se jodió Latinoamérica”, pues para muchos fue la evidencia de que no era posible el desarrollo normal de la democracia, y eso empujó a ciertos sectores a defender la revolución como única vía para hacer prosperar sus sociedades.
[1] McCullough, D. (2001). The Path Between the Seas: The Creation of the Panama Canal, 1870-1914. Simon & Schuster.
[2] G. Rabe, S. (2017). Intervention in Guatemala, 1953-1954. In S. G. Rabe, Eisenhower and Latin America: The Foreign Policy of Anticommunism. The University of North Carolina Press.
Un acuerdo de mínimos en el último momento evita el caos de un Brexit sin acuerdo, pero se tendrán que seguir negociando flecos durante los próximos años.
Fragmento de mural sobre el Brexit [Pixabay]
ANÁLISIS / Pablo Gurbindo
Después de que el Reino Unido saliera oficialmente de la Unión Europea el 31 de enero de 2020 a medianoche, con la entrada en vigor del Acuerdo de Retirada, parecía que el asunto que ha prácticamente monopolizado el debate en Bruselas en los últimos años quedaba zanjado. Pero nada más lejos de la realidad. Se había resuelto el “Brexit político”, pero aún restaba por resolver el “Brexit económico”.
Este acuerdo dispuso para evitar el caos un periodo de transición de 11 meses, hasta el 31 de diciembre de 2020. Durante este periodo el Reino Unido, a pesar de estar ya fuera de la UE, tenía que seguir sometiéndose a la legislación europea y al Tribunal de Justicia de la UE como hasta ahora, pero sin tener voz y voto comunitario. El objetivo de esta transición era el dar tiempo a ambas partes para llegar a un acuerdo para definir la relación futura. Todas las partes sabían que en 11 meses no iba a dar tiempo. Solo un nuevo acuerdo comercial tarda años en negociarse, el acuerdo con Canadá tardó 7 años, por ejemplo. Para ello el periodo de transición incluía una posible prorroga antes del 30 de junio, pero Johnson no quiso pedirla, y prometió a sus ciudadanos tener un acuerdo comercial para el 1 de enero 2021.
Con el miedo de un posible Brexit sin acuerdo, y las graves consecuencias que tendría para las economías y ciudadanos de ambas partes, finalmente se llegó a un acuerdo el 24 de diciembre, solo una semana antes del fin del periodo de transición.
Este acuerdo entró en vigor el 1 de enero de 2021 de manera provisional, dado que en una semana no daba tiempo a que fuera aprobado. Ahora cabe preguntarse: ¿En qué consiste este acuerdo? ¿Cuáles han sido los puntos de fricción? ¿Y cuáles han sido las primeras consecuencias palpables durante estos primeros meses?
El Acuerdo de Comercio y Cooperación (ACC)
Lo que hay que dejar claro desde un principio es que este es un acuerdo de mínimos. Es un Brexit duro. Se ha evitado el Brexit sin acuerdo que hubiera sido catastrófico, pero sigue siendo un Brexit duro.
El ACC entre el Reino Unido y la Unión Europea comprende un acuerdo de libre comercio, una estrecha asociación en materia de seguridad ciudadana y un marco general de gobernanza.
Los puntos más importantes del Acuerdo son los siguientes:
Comercio de bienes
El ACC es muy ambicioso en este sentido, pues establece un libre comercio entre las dos partes sin ningún tipo de arancel o cuota a ningún producto. Si no hubiera habido acuerdo en este sentido, su relación comercial se hubiera regido por las normas de la Organización Mundial del Comercio (OMC), con sus cuotas y aranceles correspondientes. No obstante, este libre comercio tiene un pero. Esa ausencia de cualquier tipo de arancel o cuota es solo para los productos “originarios británicos”, y aquí es donde radica la complejidad.
Las reglas de origen están detalladas en el ACC, y aunque por regla general el acuerdo es generoso para calificar a un producto como “británico”, hay determinados sectores donde esta certificación será más exigente. Por ejemplo, para que un vehículo eléctrico producido en el Reino Unido y exportado a la UE evite aranceles es necesario que por lo menos el 45% de su valor añadido sea británico o europeo y que su batería sea íntegramente británica o europea. A partir de ahora demostrar el origen de cada envío en ciertos sectores va a convertirse en un infierno burocrático que antes del 31 de diciembre no existía. Y la reexportación de productos extranjeros sin transformación desde suelo británico a Europa ahora va a tener que sufrir un doble arancel: uno de entrada al Reino Unido y otro de entrada a la Unión.
Pero, aunque no existan ningún tipo de arancel o cuota en los productos, el flujo comercial habitual no se va a mantener. Por ejemplo, en el ámbito del comercio de productos agroalimentarios, la ausencia de acuerdo en el régimen sanitario y fitosanitario del Reino Unido significa que desde ahora para el comercio de estos productos van a ser necesarios certificados sanitarios que antes no lo eran. Este incremento del “papeleo” puede tener importantes consecuencias para los productos que sean más fácilmente sustituibles, pues los importadores de estos productos van a preferir ahorrarse esta burocracia extra cambiando los proveedores británicos por otros europeos.
Servicios financieros
En materia de servicios el acuerdo es bastante pobre, pero destaca la falta de acuerdo respecto de los servicios financieros, sector muy importante para el Reino Unido, que genera por sí solo el 21% de las exportaciones por servicios británicas.
Mientras el Reino Unido formaba parte de la Unión sus entidades financieras podían operar libremente en todo el territorio comunitario gracias al “pasaporte financiero”, ya que todos los Estados Miembros tienen acordadas unas normas de regulación y de supervisión de los mercados similares. Pero esto ya no aplica al Reino Unido.
El Gobierno británico decidió unilateralmente mantener el fácil acceso a sus mercados de las entidades comunitarias, pero la Unión no ha respondido recíprocamente.
Ante la ausencia de acuerdos en materia financiera, la normativa europea referida a entidades de terceros países, como regla general, sencillamente facilita a estas entidades el instalarse en la Unión para poder operar en sus mercados.
Uno de los objetivos de la UE con esta falta de reciprocidad puede haber sido el deseo de arrebatar a la City de Londres, primera plaza financiera europea, parte de su capital.
Ciudadanos
La mayor parte de este apartado quedó resuelto con el Acuerdo de Retirada, que garantizaba de por vida el mantenimiento de los derechos adquiridos (residencia, trabajo…) para los ciudadanos europeos que ya se encontraran en suelo británico, o los británicos que se encontraran en suelo europeo.
En el ACC se ha acordado la supresión de la necesidad de solicitar visado bilateralmente para estancias turísticas que no excedan los 3 meses. Para estos casos ahora será necesario llevar el pasaporte, no bastará con el documento nacional de identidad. Pero para estancias superiores se requerirán visados de residencia o de trabajo.
En cuanto al reconocimiento de titulaciones y cualificaciones profesionales y universitarias, a pesar del interés del Reino Unido de que se mantuvieran de forma automática como hasta ahora, la UE no lo ha permitido. Esto podría suponer por ejemplo que profesionales titulados como abogados o enfermeros tengan más dificultades para que se les reconozca su título y puedan trabajar.
Protección de datos y cooperación en seguridad
El acuerdo va a permitir mantener la cooperación policial y jurídica, pero no con la misma intensidad que antes. El Reino Unido ya no formará parte de las bases de datos comunitarias sobre estos asuntos. Los intercambios de información solo se harán a instancia de parte, ya sea solicitando información como enviando por iniciativa propia.
Las relaciones británicas con Europol (Oficia Europea de Policía) o con Eurojust (Agencia europea para la cooperación judicial) se mantendrán, pero como colaboración externa.
Participación en programas de la Unión
El Reino Unido seguirá formando parte de algunos programas comunitarios como: Horizon, principal programa de cooperación científica europea; Euratom, a través de un acuerdo de cooperación externo al ACC; ITER, un programa internacional para el estudio de la energía de fusión; Copernicus, un programa dirigido por la Agencia Espacial Europea para el desarrollo de la capacidad autónoma y continua de observación terrestre; y SST (Space Surveillance and Tracking) un programa europeo de rastreo de objetos espaciales para evitar su colisión.
Pero por otro lado el Reino Unido no continuará en otros programas, destacando el importante programa de intercambio estudiantil Erasmus. Johnson ya ha anunciado la creación de un programa nacional de intercambio estudiantil que llevará el nombre del matemático británico Alan Turing, que descifro el código Enigma durante la Segunda Guerra Mundial.
Puntos de fricción en la negociación
Ha habido ciertos puntos que por su complejidad o simbolismo han sido los principales puntos de fricción entre la Unión y el Reino Unido. Incluso han puesto en jaque el éxito de las negociaciones. Los tres principales baches para la negociación han sido: la pesca, el “level-playing field” y la gobernanza.
Sorprende la desmesurada importancia que ha tenido la pesca sobre la negociación, teniendo en cuenta que solo representa el 0,1 % del PIB británico, y no es un sector esencial tampoco para la UE. Su importancia radica en su valor simbólico, y la importancia que le han dado los partidarios del Brexit como ejemplo de recuperación de la soberanía perdida. También hay que tener en cuenta que es uno de los puntos en los que el Reino Unido partía con ventaja en las negociaciones. En las aguas británicas se encuentran algunos de los principales caladeros de Europa, que han venido representando el 15% del total de la pesca europea. De estos caladeros el 57% se lo llevaban los 27, y el 43% restante se lo llevaban los pescadores británicos. Porcentaje que enfurecía mucho al sector pesquero británico, que ha sido uno de los principales sectores que apoyaron el Brexit.
La intención británica era negociar anualmente las cuotas de acceso a sus aguas, siguiendo el ejemplo que tiene Noruega con la UE. Pero finalmente se ha acordado un recorte del 25% de las capturas de forma progresiva, pero manteniendo el acceso a aguas británicas. Este acuerdo estará en vigor durante los próximos cinco años y medio, a partir de entonces serán necesarias nuevas negociaciones que serán entonces anuales. A cambio, la UE se ha guardado la posibilidad de represalias comerciales en el caso de que se deniegue el acceso a las aguas británicas a los pescadores europeos.
“Level-playing field”
El tema de la competencia desleal era uno de los temas que más preocupaban en Bruselas. Dado que a partir de ahora los británicos no tienen que seguir la legislación europea, existía la preocupación de que, a apenas unos kilómetros de la Unión, un país del tamaño y peso del Reino Unido redujera considerablemente sus estándares laborales, medioambientales, fiscales o de ayudas públicas. Esto podría provocar que muchas empresas europeas decidieran trasladarse al Reino Unido por esta reducción de estándares.
El acuerdo establece un mecanismo de vigilancia y de represalias en casos de discrepancias si una de las partes se siente perjudicada. Si hay un conflicto, dependiendo del caso, se someterá a un panel de expertos, o se someterá a arbitraje. Para la UE hubiera sido preferible un sistema donde las compensaciones arancelarias fueran automáticas y si no interpretadas por el TJUE. Pero para el Reino Unido uno de sus principales objetivos en la negociación era no estar bajo la jurisdicción del TJUE de ninguna forma.
Gobernanza
El diseño de la gobernanza del acuerdo es complejo. Está presidido por el Consejo de Asociación Conjunto que garantizará que el ACC se aplique e interprete correctamente, y en el que se debatirán todas las cuestiones que puedan surgir. Este consejo será ayudado por más de treinta comités especializados y grupos técnicos.
Si surge una disputa se acudirá a este Consejo de Asociación Conjunto. Si no se alcanza una solución por mutuo acuerdo se acudirá entonces a un arbitraje externo cuya resolución es vinculante. En caso de incumplimiento, la parte perjudicada está autorizada para tomar represalias.
Este instrumento permite a la UE cubrirse las espaldas ante el riesgo del Reino Unido de incumplir parte del acuerdo. Este riesgo ganó mucha fuerza durante las negociaciones, cuando Johnson presentó ante el Parlamento británico la Ley de Mercado Interior, que pretendía evitar cualquier tipo de aduana interior en el Reino Unido. Esta ley iría en contra de la “salvaguarda irlandesa” acordada por el propio Johnson y la UE en el Acuerdo de Retirada, e iría contra el derecho internacional como contravención clara al principio del “pacta sunt servanda”. Al final esta ley no se tramitó, pero creo gran tensión entre la UE y el Reino Unido, en la oposición británica a Johnson e incluso entre sus propias filas al poner la credibilidad internacional del país en tela de juicio.
Consecuencias
Durante estos primeros meses de entrada en vigor del ACC ya se han podido ver varias consecuencias importantes.
La polémica retirada del Renio Unido del programa Erasmus ya se ha hecho notar. Según las universidades británicas, las solicitudes de estudios de ciudadanos europeos han disminuido un 40%. La pandemia ha tenido que ver en esa importante reducción, pero hay que tener en cuenta también que las tasas universitarias en el Reino Unido tras la salida del programa han aumentado por cuatro.
Respecto a los servicios financieros, la City de Londres ya ha perdido durante estos primeros meses el título de principal centro financiero europeo en favor de Ámsterdam. Los intercambios diarios de acciones en enero en Ámsterdam sumaron 9.200 millones de euros, superior a los 8.600 millones de euros gestionados por la City. La media londinense el año pasado fue de 17.500 millones de euros, muy superior a la segunda plaza europea que fue Fráncfort, con una media de 5.900 millones de euros. El año pasado la cifra media de intercambios de Ámsterdam fue de 2.600 millones de euros, lo que la situaban como sexta plaza financiera europea. La falta de reciprocidad de la UE respecto a los servicios financieros ha podido cumplir su objetivo por ahora.
Una de las anécdotas más curiosas que demuestran los cambios que ha propiciado el Brexit durante estos primeros meses ha sido el video viral de las autoridades aduaneras neerlandesas confiscando unos sándwiches de jamón de unos transportistas que llegaban en ferry desde el Reino Unido a Países Bajos. Con la entrada en vigor del ACC no se permite la exportación de los productos de origen animal sin los certificados sanitarios correspondientes.
A pesar de la ausencia de aranceles y cuotas, el incremento burocrático se esperaba que fuera a afectar al intercambio comercial y así ha sido. Según datos de la Asociación de Transporte por Carretera del Reino Unido, las exportaciones británicas a la UE a través de los puertos cayeron un 68% en enero respecto al mismo mes del año pasado.
Parecía que los sectores pesqueros británicos podían ser de los principales beneficiarios del Acuerdo, pero tras estos primeros meses los pescadores británicos no están satisfechos. Los nuevos requerimientos burocráticos ralentizan las entregas y algunos pescadores se quejan de que las capturas se les echan a perder al no poder entregarlos a tiempo en ciertos mercados europeos. Según representantes pesqueros escoceses, los retrasos debido a la burocracia están provocando una pérdida de un millón de libras al día al sector. Hay que tener en cuenta que las exportaciones pesqueras del Reino Unido a la UE representaban en el año 2019 el 67% del total. Ante las quejas del sector, el Gobierno británico ya ha anunciado una ayuda de 23 millones de libras.
Conclusión
El Acuerdo alcanzado es sin duda un mejor resultado que el no acuerdo, pero es un acuerdo incompleto, y va a ser necesario seguir negociando cosas. El futuro del ACC dependerá del cambio de posición del Reino Unido, que durante la negociación ha primado tener una autonomía regulatoria y recuperar su “soberanía perdida”. El acuerdo es también frágil pues permite a cualquiera de las partes poner fin a la relación negociada si se avisa con 12 meses de antelación.
La Unión Europea y el Reino Unido están condenados a entenderse. La Unión tendrá que aprender a convivir con un vecino con mucho poder e influencia, y el Reino Unido tendrá que aprender a vivir en la esfera de influencia de los 27.
Pero, llegado el momento, al Reino Unido siempre le quedará la opción del artículo 49 del Tratado de la UE que regula la adhesión de nuevos países a la Unión.
El naciente reino inglés se consolidó en oposición al poder al otro lado del Canal de la Mancha, dando lugar a un particularismo hoy especialmente vivo
Sin ya marcha atrás, una vez consumado el Bréxit, Inglaterra busca establecer una nueva relación con sus vecinos europeos. Su marcha no ha sido secundada por ningún otro país, con lo que Londres tiene que entenderse con una Unión Europea que se mantiene como bloque. A pesar del dramatismo con que muchos europeos han acogido el adiós británico, estamos ante un capítulo más de la compleja relación que una gran isla tiene con el continente al que está próxima. Isla y continente siguen donde la geografía les ha colocado –a una distancia de particular valor– y posiblemente reproducirán vicisitudes ya vistas a lo largo de su mutua Historia.
Fragmento del tapiz de Bayeux, que ilustra la batalla de Hastings de 1066
ARTÍCULO / María José Beltramo
El resultado del referéndum de 2016 sobre el Bréxit pudo sorprender, como sin duda ha sorprendido el abrupto modo con que finalmente el Reino Unido abandonó de modo efectivo la Unión Europea el 31 de diciembre de 2020. No obstante, lo que hemos visto no es tan ajeno a la historia de la relación de los británicos con el resto de Europa. Si nos retrotraemos siglos atrás podemos ver un patrón geopolítico que se ha repetido otras veces, y también en la actualidad, sin por ello tener que hablar de determinismo.
Aunque cabe mencionar algunos momentos previos en la relación de la insular Britania con el continente junto al que se encuentra, como por ejemplo el periodo de romanización, la gestación del patrón que al mismo tiempo combina vinculación y distanciamiento, o incluso rechazo, podemos quizá situarla a comienzos del segundo milenio, cuando a partir de invasiones normandas que cruzan el Canal de la Mancha el naciente reino de Inglaterra se consolida precisamente frente al poder de la otra orilla.
Inglaterra en época normanda
Normandía adquirió entidad política en el norte de Francia cuando en 911, tras invasiones vikingas, el jefe normando Rolón llegó a un acuerdo con el rey franco que le garantizaba el territorio a cambio de su defensa[1]. Normandía se convirtió en ducado y fue adoptando el sistema feudal franco, facilitando la paulatina integración de ambos pueblos. Esa intensa relación acabaría suponiendo la plena incorporación de Normandía en el reino de Francia en 1204.
Antes de la progresiva disolución normanda, sin embargo, el pueblo escandinavo asentado en esa parte del norte francés llevó su particular carácter y capacidad organizativa, que aseguró su independencia durante varios siglos, al otro lado del Canal de la Mancha.
La relación normando-inglesa comenzó en 1066 con la batalla de Hastings, en una invasión que llevó al duque de Normandía, Guillermo el Conquistador, a ser coronado en Londres como rey de Inglaterra. La llegada de los normandos tuvo diversas consecuencias. Desde el punto de vista político, introdujeron las islas en las relaciones europeas del momento y adecuaron el feudalismo inglés al normando, mezcla que sentaría las bases del futuro parlamentarismo inglés. En cuanto a la economía, los normandos demostraron su capacidad organizativa escandinava en la reorganización de las actividades productivas. En sus diferentes conquistas, los normandos supieron aprovechar lo mejor de cada sistema y adaptarlo a su cultura y necesidades, y así ocurrió en Inglaterra, donde desarrollaron una idiosincrasia particular.
A partir de esta toma de contacto con el continente, Inglaterra comenzó a consolidarse como monarquía sin dejar su vinculación con el ducado de Normandía. No obstante, con su fortalecimiento a partir de la caída de los Plantagenet en Francia, Inglaterra tomó el impulso que le faltaba para terminar por conformarse como un reino independiente, del todo separado del continente, desvinculado de una Normandía con un linaje débil y en estado crítico. De hecho, que el reino de Francia absorbiera el ducado normando facilitó el desarrollo y consolidación de la monarquía inglesa como una entidad independiente y fuerte[2].
La separación respecto al continente europeo nos remite al análisis que hace Ortega y Gasset sobre la decadencia europea y la crisis moral que atraviesa[3]. Las potencias continentales, al estar en una situación de continuidad geográfica, y por tanto en mayor contacto, son más propensas a contagiar su situación entre sí y a ser dominadas por otra potencia mayor. Inglaterra, una vez roto el puente de los vínculos feudales que la conectaba con el resto de Europa, no encuentra dificultad para tomar distancia cuando lo considera oportuno, siempre en beneficio de sus intereses, algo que vemos repetido varias veces a lo largo de su historia. Esto es especialmente manifiesto en las vicisitudes que jalonan la relación del Reino Unido con el continente a lo largo de las décadas finales del segundo milenio.
La situación inglesa desde 1945
La Segunda Guerra Mundial debilitó enormemente a Reino Unido, no solo económicamente, sino también como imperio. En el proceso de descolonización posterior, Londres perdió posesiones en Asia y África; además el conflicto del canal de Suez confirmó su declive como protagonista imprescindible, precisamente a manos de quien le había sustituido como primera potencia mundial, Estados Unidos. La confrontación de posguerra con la Unión Soviética y la presencia estadounidense en Europa hizo que la relación trasatlántica ya no se basara en vínculo preferencial que Washington tenía con Inglaterra, por lo que el papel de los ingleses también menguó[4].
En 1957 Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo crearon la Comunidad Económica Europea (CEE). El conservador Harold MacMillan, primer ministro británico entre 1957 y 1963, rechazó sumar el Reino Unido a la iniciativa, pero consciente de la necesidad de revitalizar la economía británica y “la dificultad de mantener una política ajena a los interese europeos”, propició la constitución en 1959 de la EFTA (European Free Trade Asociation) junto a Suecia, Noruega, Dinamarca, Suiza, Austria y Portugal.
El Mercado Común resultó ser todo un éxito y en 1963 el Reino Unido se planteó entrar en él, pero la Francia de De Gaulle le cerró el paso. Los ingleses volvieron en 1966 a presentar su solicitud, pero fue rechazada de nuevo por De Gaulle. La concepción de Europa del general francés no incluía el bloque atlántico, seguía pensando en construir Europa sobre un eje franco-alemán.
En la década de los 1970 hubo un viraje direccional en la política europea. Los conservadores británicos ganaron las elecciones de 1970 y en 1973 su país ingresó en la CEE. La crisis económica internacional, especialmente complicada en el Reino Unido, hizo que los laboristas, de nuevo en el poder, plantearan una revisión de las condiciones de adhesión y que el premier Harold Wilson convocara un referéndum en 1975: 17 millones de británicos defendieron quedarse (el 67% de los votantes) frente a solo 8 millones que reclamaron un primer Brexit.
No obstante, cuando en 1979 se puso en marcha el Sistema Monetario Europeo (SME) para equiparar las monedas y conseguir la “convergencia económica”, el Reino Unido decidió no unirse a ese acuerdo voluntario. Europa estaba registrando un auge económico paulatino, pero la economía inglesa no seguía el mismo ritmo, lo que en parte llevó a las elecciones anticipadas de 1979. En ellas vencieron los conservadores con Margaret Thatcher, quien se mantuvo en Downing Street hasta 1990. La revolución Thatcher “marcó la vía de salida a la crisis de los años setenta”. En 1984, Londres disminuyó su contribución a los fondos comunitarios y Thatcher, muy reticente los presupuestos comunitarios y otros procedimientos que reducían la soberanía nacional, solicitó nuevamente una revisión de los acuerdos.
En 1985 se firmaron los Acuerdos de Schengen (la apertura de fronteras entre determinados países generando una especie de segunda frontera mucho más amplia), que entraron en vigor diez años más tarde. Nuevamente, Reino Unido se mantuvo al margen. Como también ocurrió con relación al euro, cuando la moneda única se hizo efectiva en 2002, manteniendo hasta hoy la libra esterlina.
La inmigración desde los países del centro y este de Europa, tras la ampliación de la UE de 2004, admitida por el laborista Tony Blair, y la aceleración de los mecanismos de armonización financiera a raíz de la crisis de 2008-2011, afrontada con desagrado por el conservador David Cameron, aportaron argumentos para el discurso contrario a la UE en el Reino Unido. Esto supuso el auge del antieuropeo UKIP y la asunción de sus postulados luego por amplios sectores tories, amalgamados finalmente por la controvertida personalidad de Boris Johnson.
En una entrevista con la BBC Johnson se refería en 2016 a muchos de los argumentos utilizados en favor del Bréxit, como la visión dialéctica que tiene el Reino Unido sobre su relación con el continente o el miedo a la pérdida de soberanía y a la disolución del perfil propio en el magma europeo. El premier volvió a esas ideas en su mensaje a los británicos cuando el país se disponía a comenzar su último año en la UE. Sus palabras eran en cierta forma el eco de un tira y afloja de siglos.
Patrones que se repiten
Como hemos podido constatar Inglaterra ha mantenido siempre un ritmo propio. Su separación geográfica del continente –a suficiente distancia como para poder preservar una dinámica particular, pero también suficientemente cerca como para temer una amenaza, que en ocasiones resultó efectiva– fue determinando el carácter identitario, marcadamente insular, de los británicos y su actitud frente al resto de Europa.
Nos hallamos ante una potencia que a lo largo de la Historia ha buscado siempre mantener su soberanía nacional a toda costa y cuyo imperativo geopolítico se ha concretado en evitar que el continente fuera dominado por una gran potencia rival (la percepción, durante la gestión de la crisis de 2008, de que Alemania volvía a ejercer cierta hegemonía en Europa pudo alimentar el Bréxit).
Quizá en el periodo medieval no podamos vincular esto con una estrategia política meditada, pero sí de manera involuntaria y circunstancial vemos cómo desde un primer momento se dan ciertas condiciones que propician el distanciamiento de la isla del continente, aunque sin perder el contacto de manera radical. En la historia más reciente observamos esta misma actitud distante, esta vez premeditada, con la que se persiguen intereses enfocados en la búsqueda de la prosperidad económica y el mantenimiento tanto de su influencia global como de su soberanía nacional.
[1] Charles Haskins, The Normans in European History (Boston and New York: Houghton Mifflin Company, 1915)
[2] Yves Lacoste, Géopolitique : La longue histoire d’aujourd’hui (Paris: Larousse, 2006)
[3] José Ortega y Gasset, La rebelión de las masas (Madrid: Alianza Editorial, 1983)
[4] José Ramón Díez Espinosa et al., Historia del mundo actual (desde 1945 hasta nuestros días), (Valladolid: Universidad de Valladolid, 1996)
Intento de ambos de recolocar a Francia en el centro geoestratégico de Europa, con oposición de Alemania
El sobrino de Napoleón Bonaparte y el actual presidente de la República Francesa no son vidas completamente paralelas, pero entre ambos existen algunas similitudes realmente sugerentes. Es frecuente afirmar que los presidentes franceses reviven algo del empaque añorado de la monarquía decapitada; en el caso de Macron hay probablemente mucho de eso, pero también la asunción de unos imperativos geopolíticos ya evidenciados en el Segundo Imperio.
Napoleón III con uniforme en un retrato de 1850, y Macron en su mensaje televisado de Nochevieja de 2019
ARTÍCULO / José Manuel Fábregas
El hecho de que Emmanuel Macron decidiera que la cumbre del G7 se celebrara en la ciudad vascofrancesa de Biarritz en agosto de 2019 hizo que se produjera un acercamiento simbólico con la figura de Napoleón III. El emperador, y sobrino de Napoleón Bonaparte, transformó el antiguo pueblo pesquero en un núcleo vacacional cosmopolita donde se reunían aristócratas europeos y miembros de las altas esferas políticas a escala internacional. Por su parte, Macron volvió a situar a Biarritz como el escenario de las grandes discusiones políticas mundiales.
Así confluyen dos personalidades que, con el atractivo de haber sido los más jóvenes jefes de Estado del país, comparten dos aspectos fundamentales en su forma de entender la política francesa. Primero, la influencia que ha tenido en ambos su infancia a la hora de desarrollar una forma personalista de entender la jefatura del Estado. Y, segundo, cómo los dos han intentado recolocar a Francia en el centro geoestratégico de Europa y han sido obstaculizados por Alemania.
Cuál es el papel que debe tener el jefe del Estado
Dado que nació siendo quinto en el orden sucesorio de Napoleón I, el joven Luis Napoleón Bonaparte nunca previó que llegaría a convertirse en heredero de la casa imperial en 1832. Según cuenta su biógrafo Paul Guériot, su madre, Hortensia de Beauharnais, le inculcó desde pequeño la idea de que estaba destinado a reconstruir el ya acabado Imperio Napoleónico. La insistencia de su madre por que tuviera una perfecta formación intelectual y militar transformaron a Luis Napoleón –que recibió educación del jacobino, y seguidor de la figura de Robespierre, Philippe Le Bas– en una persona solitaria, tímida y megalómana obsesionada por restaurar la Francia Napoleónica[1].
La revolución de febrero de 1848, según Jacob Talmon, era inevitable “aunque fue, sin embargo, un accidente”[2]. El historiador israelí explica que los levantamientos en varios lugares de Europa fueron una reacción directa a la reordenación territorial del Congreso de Viena (1815). En este contexto de descontento o desilusión por el sistema de la Restauración, la figura de Luis Napoleón Bonaparte pudo haberse beneficiado de la imagen de revolucionario romántico que le habían asignado los periódicos y escritos de opinión de la época. Tras unos fallidos intentos de golpe de estado en Estrasburgo (1836) y en Bolonia (1840), el futuro emperador pasó un breve periodo de tiempo en prisión. Esto fue un aspecto determinante en la construcción del personaje de héroe romántico que tanta admiración despertó en una sociedad amante de las novelas de Alejandro Dumas[3]. La explotación de esta personalidad mediante un gran aparato propagandístico le permitió ganar holgadamente las elecciones de diciembre de 1848. Así, también podría decirse que el establecimiento del Segundo Imperio –ratificado por un plebiscito popular en noviembre de 1852– fue el siguiente paso en su principal proyecto político: el renacimiento de la Francia Napoleónica.
Por su parte, el actual presidente de la República Francesa también experimentó una infancia sobreprotectora que forjó, al igual que el último emperador de Francia, una personalidad solitaria y una forma individualista de entender la política. Anne Fulda subraya en su biografía de Emmanuel Macron que, al nacer un año después de la muerte de su hermana mayor y tras un complicado parto, su nacimiento fue considerado como un milagro. Esto pudo haber fomentado, junto con una educación competitiva en la que sobresalió como “niño prodigio”, su auto convencimiento de estar destinado a gobernar el país[4]. Sin embargo, su elección como jefe de Estado no fue fruto de una estrategia a largo plazo, sino más bien, como la de Luis Napoleón, de un movimiento táctico. La imagen renovadora que Macron ofrecía fue aprovechada de manera inteligente en unos comicios en los que se enfrentaba a rivales que presentaban ciertas debilidades comunicativas, como aquellos con un perfil bajo como François Fillon (republicano) y Benoît Hamon (socialista), u otros con tonos más extremistas como Marine Le Pen (Frente Nacional) y Jean-Luc Mélenchon (Francia Insumisa).
En 2015, siendo todavía ministro de Economía, Emmanuel Macron hizo una interesante reflexión para el semanario Le 1 sobre cuál era el rol del presidente en Francia. Entendía que los ciudadanos franceses sentían una carencia tras la caída de la monarquía que habían intentado llenar mediante el fortalecimiento de la figura del presidente. Este excesivo peso del personalismo en la forma de entender la política de Macron también se ha demostrado recientemente en el relevo de Édouard Philippe como primer ministro. Debido a que la popularidad de este había crecido en el último año al mostrarse más carismático y calmado en contrapunto con la sobreactuación y el abusivo protagonismo del presidente, Macron escogió como su sustituto a Jean Castex, con un perfil más tecnócrata que no ensombrezca al presidente de cara a su reelección.
Qué papel debe jugar Francia en Europa
Este firme compromiso de ambos dirigentes por darle una mayor importancia y visibilidad al cargo de jefe del Estado trasciende las fronteras del país galo. Napoleón III y Emmanuel Macron también comparten el deseo de situar a Francia en el centro del equilibrio europeo.
Habiendo ganado las elecciones con un discurso en contra del orden heredado del Congreso de Viena, Napoleón III tenía su propio proyecto europeo basado en la libre integración o separación de las distintas identidades nacionales del viejo continente. Un claro ejemplo de ello fue la Guerra de Crimea (1854-1856). Temiendo que el decadente Imperio Otomano acabase siendo vasallo de Rusia, el emperador defendió, junto al Reino Unido y al Reino de Cerdeña, su independencia de los otomanos en un conflicto que separaría a Rusia de las demás potencias occidentales temporalmente[5]. El tratado de París (1856) no solo finalizaría la guerra, sino que también motivaría a Napoleón III a iniciar una política intervencionista en Europa.
El sueño imperial de Napoleón III le obligó a desarrollar una activa política exterior centrada en la ampliación de las fronteras francesas y el reordenamiento del continente teniendo en cuenta dos valores principales: el nacionalismo y el liberalismo. Sin embargo, comenta con acierto Henry Kissinger que su labor diplomática fue hasta tal punto confusa que “Francia no obtuvo nada”[6]. Al apoyar la unificación de Italia a costa de la pérdida de territorio del Imperio Austríaco, Napoleón favoreció involuntariamente la creación de Alemania. Estos hechos debilitaron fuertemente la influencia geoestratégica de Francia de cara a ese nuevo orden europeo al que aspiraba. En cambio, fueron las inteligentes tácticas diplomáticas de Bismarck las que realmente acabarían con el sistema de Viena, acelerando la caída del Segundo Imperio francés en la batalla de Sedán (1870).
Junto a esto, Emmanuel Macron se presenta como el salvador de la Unión Europea en un contexto marcado por el auge de movimientos populistas y euroescépticos. No obstante, sus ambiciosos proyectos de reformas se han topado con la reticencia de Angela Merkel.
En una reciente entrevista para The Economist, Emmanuel Macron señaló que la OTAN estaba en “muerte cerebral” y que Europa se encontraba “al borde del precipicio” al depender de Estados Unidos y no contar con una independencia en términos de defensa. Macron opta por una mayor integración de la Unión Europea en el ámbito estratégico, llegando a proponer incluso un único ejército paneuropeo. A modo de respuesta, la canciller alemana Angela Merkel le objetó que en este momento Europa no tiene capacidad para defenderse por sí sola y que, consecuentemente, depende de la Alianza Atlántica. Además, Macron también ha desafiado el aparente acuerdo entre los países de la Unión respecto a la incorporación de nuevos miembros y la relación con Rusia. El veto del presidente francés a una posible incorporación de Albania y Macedonia del Norte, alegando que no cumplían las cláusulas de la UE sobre corrupción, ha llegado a ser calificado como un “error histórico” al dejar el futuro de los países balcánicos a merced de Rusia y China. Esta posición no la comparte respecto a Rusia, con la cual está dispuesto a destensar las relaciones diplomáticas e incluso sugiere una mayor integración del país en Europa.
En definitiva, Emmanuel Macron y Napoleón III comparten una visión excesivamente egocéntrica. La sobreexposición de determinadas características personales en asuntos de Estado y la desmedida pretensión de liderazgo en Europa son dos aspectos comunes a estos dos jóvenes líderes. Pese a que la historiografía ya ha juzgado los errores que precipitaron a Luis Napoleón al exilio, todavía queda por saber si Macron está o no condenado a repetir la historia de su antecesor.
[1] Guériot, P. (1944). Napoleón III. Madrid: Ediciones Técnicas.
[2] Talmón, J.L. (1960). Mesianismo político. La etapa romántica. Ciudad de México: Ed. Aguilar.
[3] Guériot, P. (1944). Napoleón III. Madrid: Ediciones Técnicas.
[4] Fulda, A. (2017). Emmanuel Macron, el presidente que ha sorprendido a Europa. Madrid: Ediciones Península.
[5] Milza, P. (2004). Napoleón III. París: Éditions Perrin.
[6] Kissinger, Henry (1994). Diplomacia (Primera Edición). Barcelona: Ediciones B.
Cartoon depicting Belgian King Leopold II (in the middle) at the Berlin Conference of 1884, by engraver F. Maréchal
COMMENTARY / Cameron Buckingham
The highwaters of the controversy about Belgium's colonial past in Africa, that dominated news at some point in 2020, have receded without Belgian grand institutions taking significant steps to redress the bad reputation. Belgian King Leopold II ordered horrible atrocities throughout the African continent but with the heaviest effect on the Democratic Republic of Congo. The genocide of over six million and slave labour of the Congolese people led by the late Belgian king resulted in immense wealth and can be directly linked to the success of Belgium in the modern-day. In the same way, it can be directly linked to the underdevelopment and continued struggle of the Democratic Republic of Congo.
Currently, there has been an international movement to address the racial problems that plague the modern world. Regardless of the organization or political ideology, it is imperative to acknowledge these problems which stem directly from the unjust colonization, occupation, abuse, and slave trade throughout history. By actively not making any acknowledgment towards this issue, Belgium takes an ignorant stance which not only greatly affects its relations with central African countries, but an international stage speaks to its passive stance on Racism.
In 2019, a working group of experts from the United Nations issued a statement, composed of 74 key points of improvement the country should undertake, to the media with their conclusions of the effects of the colonial past within the country. The Working Group specifically condemned the Belgian government for their lack of engagement with the African minority in their population, as well as their lack of representation in federal institutions and media. The Working Group called on Belgian to improve their education resources so that they accurately portray what truly happened in Africa during colonial and Imperial times. Most importantly they urged Belgium to work on the recognition and social invisibility of people of African Descent, to make a clear and public apology to the African States and adopt a plan of action to confront racism within their country.
Domestic decolonisation
Within the country, the biggest reforms and measures to confront racism are taking place in the capital city of Brussels. One of the biggest changes is the Royal Museum for Central Africa: the museum has taken strides to remove elements of colonialism on display. However, the overall paternalistic attitude of the museum strains the relationship between Belgium and central African countries like the Democratic Republic of Congo and Burundi. In light of recent events, A statue of Leopold II has been removed by the Antwerp museum after it was set on fire by protestors. There have been many statues defaced by protestors all over Belgium, all calling for his image to be removed from public space as seen in this article Statue of Leopold II, Belgian King Who Brutalized Congo, Is Removed in Antwerp. Simultaneously the government of Brussels has also made attempts to change the names of public spaces or infrastructure that have ties to colonization Most notably seen in a road tunnel, Belgium seeks new name for road tunnel as it takes on colonial past. Brussels has also launched a project to decolonize public space within the city, this was in direct reaction to the BLM movement. This is the most significant action the Belgian state has taken in an attempt to reshape its public history. From road tunnels to parks, the city is making an effort to change. All of these are very pertinent changes as Brussels is the capital city and hopefully, the rest of the nation follows suit. It is equally important to note the work being carried out by the government institution, Inter-Federal Centre of Equal Opportunities (UNIA), which is a public institution that fights discrimination and works to promote equal opportunities for African descendants in Belgium, has acted tremendously to improve the life of African descendants in Belgium
Despite these advancements, many flaws must be addressed. The Royal Museum of Central Africa chooses certain displays to take down but maintains that history must be preserved. The problem with this is not the artifacts themselves, rather the information and context that turns their public history into a glorification of colonialism. The same can be said for the textbooks and educational resources propagated by the state. The history told in these state resources surrounding the Congolese genocide and the colonisation of Africa do not accurately portray the events and continues a passive ignorant mindset towards this part of their history. It furthers a paternalistic take on history that paints the Belgian leaders as people who were benevolent and brought civilization; When in reality they were brutal oppressors to native populations who exploited and abused central Africa in the name of wealth. While progress is being made, it is not nearly enough considering the global progress and the scale of impact Belgium's colonisation continues to have domestically and internationally.
African reparations
Countries such as Congo and Burundi still have effects today of the violence and loss from the Congolese genocide over a century ago. Their overall underdevelopment and indicators such as HDI, CPI, and GDP can be directly linked to the causes of Belgian colonization. Burundi has asked for $43 billion in reparations, while the Belgian government has yet to offer anything. Other African countries have sought reparations but Belgium has yet to pay any. This is significant because the lack of response and acknowledgment shown by the Belgian government especially during this racially charged period in time points to a blind spot of ignorance of the state. The farthest they have gone to show any sort of repatriation is by returning the tooth of an important political figure in Congo, this information can be accessed here: Belgium to return tooth of assassinated Congolese leader Patrice Lumumba to family | DW | 10.09.2020. This is dismal because it fails to acknowledge the ongoing effects of their colonists' period which paints horribly for their public history in the diplomatic sphere. The Belgian government has an opportunity to better utilize public history for the good of their image, as well as their growth as a country and relations with others however by not taking actions they are hurting themselves. Not only have the economies of these post-colony countries not been able to fully develop, the success of the Belgium economy that is rooted in colonisation creates a twisted paradox for these countries; Their resources and suffering were exploited by an Imperial power who continues to reap the benefits while they are left impoverished and impacted. In this sense, the exploitation of central Africa by Belgium continues today.
Conclusions and recommendations.
Belgium is missing the opportunity to take advantage of such a racially charged time to condemn their past behaviour, acknowledge their impact on Africa, and offer their support to countries they devastated. Belgium should uplift itself by creating a new public history, one that condemns their past. After 11 weeks of social media observation, the Belgium Ministry of Foreign affairs has not posted any content related to racial awareness or their former African colonies. One of the greatest tools today is social media, instead of only posting the glories of their country they should bring awareness to their past, on the biggest platform possible. However, it is not enough to bring light to this issue on social media. It is important to work with other governments, such as the Democratic Republic of Congo, to amend and take necessary actions. Belgium needs to consider economic treaties with central Africa that would not only benefit both countries but make reparations for the African states. The goal of Belgian actions should be not only to acknowledge their colonial past but to actively make reparations and accurately acknowledge their atrocities and the impact they have had on central Africa, as well as the impact it's had on Belgian success as a country.
While Belgium ignores their colonial past, surrounding countries such as the Netherlands condemn and continue to actively work against racial cleavages in society. France, in a similar manner, continues to denounce the actions taken by Napoleon Bonaparte and even uses their history to emphasize their strengths not only in times of racial equality but also during coronavirus. With this in mind, it is time for Belgium to step up and meet or exceed the awareness of their neighbours and take actions to address their history and use it as a tool to improve.
The low voter turnout did not lead to questioning the reelection of Rebelo de Sousa, but it helped the far-right candidate to get a distant third place
President Marcelo Rebelo de Sousa during a statement to the nation, in January 2021 [Portuguese Presidency]
ANALYSIS / Elena López-Dóriga
Last Sunday 24th of January of 2021 Portugal held presidential elections despite of the country being in lockdown due to the advance of the Covid-19 pandemic. The President of the Republic Marcelo Rebelo de Sousa was re-elected, winning another five-year term after a campaign fought amid one of the world’s worst outbreaks of coronavirus. The re-elected president won with a majority of 60.7% of the votes, therefore, with no need to go for a second round. It was already certain that he was going to win this election as he was already known as the favorite candidate in the polls. Nevertheless, the triggering questions for this election relied in how much the turnout could be affected due to the critic situation of coronavirus that Portugal was facing in the middle of a lockdown, and how much relevance was the new far-right wing party Chega was going to achieve, as it had been attaining a lot of popularity since its creation in the last April 2019. The elections were marked indeed by the historic absence of almost 61% (the electoral turnout was 39.24% of the registered voters), and the third position in the ranking of André Ventura, the leader of Chega.
Historical background of the political system
Portugal had the longest lasting authoritarian regime in Western Europe in the 20th century, between 1926 until 1974; it was led by Antonio de Oliveira Salazar in a historical period known as “Estado Novo”. Autarchy and tradition had limits, as Portugal managed to join the NATO in 1949 and the EFTA in 1960, allowing economic growth for the country and the development of social policies that benefited the citizens. However, after the nearly fifty years of authoritarian rule and compared to other European countries, Portugal was still much more rural and its population much more likely to be illiterate or to have only a few years of schooling. After the Revolution of April 25th also known as the “Carnation Revolution”, which overthrew the regime leaded by Salazar’s successor Marcelo Caetano, there was a transition towards a parliamentary democracy based on a new constitution.
The political and economic instability in the first years following the revolution was high since the democratic transition was done through a revolutionary rupture made led by the Movement of the Armed Forces (MFA). However, the MFA kept the promise to leave the government after one year, and the first Constituent Assembly elections were held the 25 of April of 1975, exactly one year after the Revolution. The Portuguese semi-presidential regime was defined as a system of government in which the president of the Republic, appointed by means of direct popular vote in a competitive election. The impacted choice of electoral system was the proportional representation system, which aimed to reflect the full distribution of voter’s preferences as closely as possible. Voters were grouped in “distritos” and the number of votes is fairly proportional to the population in each district. The National Assembly was composed by 250 members initially, but it was reduced to 230 seats in 1989.
An economic background
In 1960 Portugal joined the EFTA as a liberal state with a social model, and finally entered the European Union in the year 1986 as well as Spain. It thought that the Economic and Monetary Union would ensure peace among the Europeans, acceleration of the economic development and improve the levels of social justice. Portugal’s policy makers eagerly endorsed the European integration process, and it became an economic policy priority to be in the group of early euro adopters.
While Portugal experienced rapid economic growth in the years that preceded the launch of the euro (between 1995 and 2000), the country’s macroeconomic performance since the introduction of the euro was not as high as expected. Nonetheless, the country registered strong progress in a number of social-economic indicators. Between 2009 and 2016 Portugal experienced a severe economic crisis characterized by falling GDP, high unemployment, rising government debt and high bond yields. This was caused by a combination of the global recession, lack of competitiveness and limitations of being in the Euro. In May 2011, due to increasingly untenable interest rates on its bonds, Portugal necessitated a bailout, and accepted a package of 78 billion euros from the European Commission, the European Central Bank and the International Monetary Fund, known colloquially as the Troika, in return of addressing its financial unsustainability. Between 2010 and 2020 Portugal experienced a boom in tourism that made the industry one of the biggest contributors to the national economy and the largest employer, with almost 1 million direct and indirect jobs according to the World Travel & Tourism Council.
The result of the elections
In order to understand the Portuguese political scene, we need to make a distinction between the right-wing parties and the left-wing parties. On the one hand, there are the right-wing parties Chega and CDS-PP (People’s Party), in the center-right there is the Social Democratic Party (PPD/PSD), in the center-left the Socialist Party (PS), and the Left Bloc (BE) and the PCP (Portuguese Communist Party) on the left.
The 2021 presidential elections were won by Marcelo Rebelo de Sousa, former leader of the Social Democratic Party (PPD/PSD), with a majority of 60.7% of the votes. The PSD was founded on the year 1974 and has remained one of the main political parties of the country, either staying in government or in the opposition. Marcelo Rebelo de Sousa joined the party the same year of its creation and became a member of the National Assembly. In 2016 he won the presidential elections in the first round with 52% of the votes, succeeding Anival Cavaco Silva, member of the Social Democratic Party as well. This time, in his victory speech, the president renewed his commitment to the Portuguese, saying he was going to be a president that “respects pluralism and difference, a President who never gives up on social justice”. Nevertheless, the question for these elections was not who was going to be in first place, as the polls were already announcing that Marcelo would be reelected by majority according to CESOP (Centro de Estudos e Sondagens da Universidade Católica Portuguesa), the question was actually who was going to win the second and the third position, the Socialist Party or the new far right-wing party of Chega.
The second position was finally won by Ana Gomes from the Socialist Party (PS), with 12,97% of the votes. The main difference between PSD and PS lies in the fact that PSD seeks to preserve costumes and liberalize the economy, whereas the PS would like to liberalize the costumes and be more conservative with the economy. The PS was created in 1973 and managed to take two of its leaders to the country’s presidency, between 1986 until 2006. The Socialist Party started to make a difference when they chose to act on topics classified as “fracturing” such as de facto unions, abortion, same-sex marriage (which was approved in the year 2009), gender quota systems and euthanasia.
When it comes to how the healthcare system should be managed, the PSD explains in its program that it defends a health sector with more private initiative, referring to this model as a “freedom of choice” one. The PS, instead, defends that it is essential to focus on the centrality of the National Healthcare Services to “look at the careers of health professionals, so they don’t continue to be pushed to the private sector or to emigration”.
The pandemic of the coronavirus has been an important issue discussed during the campaign. Even though in the United States postal voting gained a relevant dimension this year because of the pandemic, in Portugal none of this was possible, because according to paragraph 3, article 121 of the Constitution of the Republic, in the election for the president of the Republic the right to vote must be exercised in person in the national territory. Ana Gomes criticized the impossibility of postal voting for many Portuguese emigrants: “It is unworthy that our emigrants, most of them, could not vote because postal voting or electronic voting had not been regulated. This is an indignity, and the responsibility rests with President Marcelo Rebelo de Sousa”, she said. She also claimed that it was a mistake for the elections to be scheduled so late taking into account the advance of the pandemic and not allowing all the measures to be ensured in order to guarantee an opportunity for all people to vote and avoid a high abstention: in fact, these elections were the ones with the highest abstention in Portugal’s history, with almost 61%.
The rise of the far right-wing party Chega
Many European countries have witnessed the rise of extreme right-wing parties over the last few years, which have gained significant votes and sometimes threatened the position of traditional parties. In Portugal, however, far right-wing had failed to gain electoral support until recently, when the political party of Chega was created in 2009. Chega literally means in Portuguese “Enough!” and the leader running the party is André Ventura, an ex-TV commentator on football and true crime legal shows. Polls were certain about the fact that he was going to be in close competition for second place in the election, and indeed he was very close as he attained 11.9% of the votes.
Ventura took advantage of the intense torrent of media attention surrounding him and his party which helped the party grow exponentially in popularity. Ventura’s tactics and topics of interest were prototypical right-wing; they have even been considered populist by many because of the charismatic leader giving empowered speeches about the Portuguese identity referring to his party as “the voice of the people” and confronting this group against “the system”. Among his most controversial claims during the campaign was his repeated quote “I will not be the president of all Portuguese”, but only of the good or decent Portuguese (“Portugueses de bem”). Amid those he excludes from that definition are, most preeminently, criminals and people who live on state subsidies. He claimed that there are two groups of people in Portugal, the ones that work and the ones that barely work but live at the expense of those that do work and pay taxes. That is why he referred to himself as “a president without fear of the system” that aims to change radically. His agenda was heavily focused on criminality (and support to the police) and the alleged misuse of public money and corruption.
Like Donald Trump in the US or the political party Vox in Spain, the Chega leader has used the social network of Twitter to explain or reinforce some of his most controversial political positions. As a characteristic of many extreme right-wing parties, Chega is anti-immigration and often explicitly targets the ‘gypsies’, known in Portugal as ‘ciganos’, as an ethnic minority that lives at the expense of the state subsidies. In the speech André Ventura gave just when the results of the elections were known, he admitted that the objective of reaching the second position was not achieved but he said that it was a historic night in which a party declared anti-system broke with the spectrum of the traditional right with around half a million votes; he warned the winner party of PSD that Chega was going to be a “fundamental part” of the Portuguese politics.
Elections in the worst moment of the pandemic
In the week before the election, Portugal reported the highest daily averages in the world for new coronavirus cases and deaths per 100,000 inhabitants, according to data collected by the John Hopkins University. Despite of the country being in lockdown due to the high incidence of Covid-19 and the critic situation of the hospitals, in the last week, the country registered more than 80,000 new cases of coronavirus, which turned Portugal into the country with more cases at an international level (10,3 million people). This numbers were very striking for Portugal, as this third wave of coronavirus was hitting harder than the first one in March 2020, where the country managed to control the pandemic and never witnessed the collapse of hospitals that happened in Spain or Italy. In his victory speech, the re-elected president vowed to make the fight against Covid-19 his top priority. The situation got so critic to the point that Germany’s military agreed to send medical staff and equipment to Portugal, where space in hospital intensive care units was running out after the surge in coronavirus infections.
Coronavirus marked this 2021 presidential elections and the pandemic was probably the reason why Portugal had the lowest level of electoral turnout ever, as people from risk groups did not want to risk leaving home and other were required to stay at home in quarantine. Other reasons for the 60.76% abstention was a possible lack of interest in politics and a lower voting by the Portuguese living abroad.
The presidency of Portugal in the Council of the EU
The Council of the European Union is the institution that represents the governments of the EU; its presidency rotates among the EU member states every six months. This year, from January to June, it is Portugal national government’s turn to preside the Council, succeeding Germany and preceding Slovenia. Therefore, Portugal’s current prime minister and head of government Antonio Costa took over the baton, the symbol of the EU Council Presidency. He belongs to the Socialist Party, but the recent re-election of the Marcelo Rebelo de Sousa as a head of state will not affect the main priorities for the Portuguese presidency: the economic and social recovery based on the engines of the climate and digital transitions, drivers for growth and more and better jobs, the development of the European Union Social Pillar and the reinforcement of the strategic autonomy. Besides, Antonio Costa was elected in the year 2015 and has already been working with Marcelo Rebelo de Sousa as a president since its first election in 2016. Costa congratulated him on the victory “with the best wishes for the continuity of the presidential term… in fruitful institutional cooperation”.
In the previous six months of German Presidency, the Covid-19 pandemic was the central challenge, and Angela Merkel concluded in her final speech that Europe was committed to the fight against the virus by promoting, procuring and distributing vaccines. She gave the word to Antonio Costa, who remarked what will be the motto of the Portuguese presidency: “Time to deliver: a fair, green and digital recovery”.
[Michael J. Seth, A Concise History of Modern Korea. From the Late Nineteenth Century to the Present (Plymouth, UK: Rowman & Littlefield, 2019), Volume 2, 356 pages]
REVIEW / Jimena Villacorta
Normally, when thinking about the Korean Peninsula, we emphasize on the divided region it is now, and how the Korean War (1950-1053) had a great impact on the two independent territories we have today, North and South Korea. We forget that it once was a culturally and ethnically homogenous nation, that because of its law, couldn’t even trade with outsiders until the Treaty of Kanghwa in 1876 which marked a turning point in Korean history as it ended isolation and allowed the Japanese insertion in the territory which had great effects on its economic and political order.
Michael J. Seth narrates the fascinating history of Korea from the end of the 19th century to the present. In this edition he updates his previous work, published originally ten years before, and he presents it as a “volume 2”, because his latest years of research have produced a “volume 1”, titled A Concise History of Premodern Korea, which follows Korea's history from Antiquity through the nineteenth century.
From falling under Japanese imperialism and expansionism to its division after the Second World War, this book explores the economic, political and social issues that modern Korea has faced in the last decades. The author provides its readers a great resource for those seeking a general, yet detailed, history of this currently divided nation in eight chapters. The first two chapters focus on what happened before the Korean War and on how neighbors and other actors. Russia had great influence in the region until its defeat in the Russo-Japanese War (1904-1905). Consequently, Korea became a colony of Japan until the Allied Forces victory during the Second World War. Japanese rule is described as harsh and detrimental for Koreans as they intended to force their own culture and system in the territory. Although, in despite of its aggressiveness, the Japanese contributed to Korea’s industrialization. Countries like China and the United States were also major players. From 1885 to 1894, China had a strong presence in the peninsula as the Chinese didn’t want other powers to take over the territory.
The rest of the book emphasizes on the war and the consequences it had, tracing the different course both countries took becoming contrasting societies with different political and economic systems. The reason for the great differences between the two Koreas is the difference in governments and influences they had after the war, a war that stopped because of a ceasefire, as to date they haven’t signed a peace treaty. Even if South Korea was under Syngman Rhee’s authoritarian and corrupt regime tight after the Korean War, it soon became democratized and the country began to quickly advance in matter of technology and human development leaving North Korea out in the open under a totalitarian dictatorship lead by Kim Jong-un. However, after the separation of the two zones, Kim II-sung was the founder of the North in 1948 and his family dynasty has ruled the country since then. During this period, South Korea has had six republics, one revolution, two coups d'état, the transition to democratic elections and nineteen presidencies. In terms of economics, they went from having a very similar GDP at the beginning of the 1970s to very different outcomes. While South Korea has progressed rapidly, becoming one of the world’s leading industrial producers, North Korea became stagnant due to its rigid state system. South Korea also has a high level of technological infrastructure. Moreover, North Korea became a nuclear power, which has been in its agenda since the division. But as he explores the technical differences of both states, the author fails to elaborate in historical debates and controversies regarding both regions, but he emphasizes on the fact that after sixty years of division, there are still no signs or reunification.
Without a doubt, it is interesting to learn about Korea’s past colonial occupation and its division, but what I believe is the most captivating is to understand how North Korea and South Korea have evolved as two independent very different states because of the uniqueness and complexity of its history, while still sharing a strong sense of nationalism. As the author says, “No modern nation ever developed a more isolated and totalitarian society than North Korea, nor such an all-embracing family cult. No society moved more swiftly from extreme poverty to prosperity and from authoritarianism to democracy than South Korea.”
Narratives from the Kremlin, the Duma and nationalist media embellish Russia's history in an open culture warfare against the West
Russian media and politicians, influenced by a nationalist ideology, often use Russian history, particularly from the Soviet time, to create a national consciousness and praise themselves for their contributions to world affairs. This often results in manipulation and in a rising hostility between Russia and other countries, especially in Eastern Europe.
A colored version of the picture taken in Berlin by the Red Army photographer Yevgueni Jaldei days before the Nazi's capitulation
ARTICLE / José Javier Ramírez
Media bias. Russia is in theory a democracy, with the current president Vladimir Vladimirovich Putin having been elected through several general elections. His government, nonetheless, has been accused of restricting freedom of opinion. Russia is ranked 149 out of 179 countriesin the Press Freedom Index, so it is no surprise that main Russian media (Pravda, RT, Sputnik News, ITAR-TASS, …) are strong supporters of the government’s version of history. They have been emphasizing on Russia’s glorious military history, notoriously since 2015 when they tried to counter international rejection of the Russian invasion of Crimea appealing to the spirit of the 70th World War II anniversary. On the other side, social networks are not often used: Putin lacks a Twitter account, and the Kremlin accounts’ posts are not especially significant nor controversial.
Putin’s ideology, often called Putinism, involves a domination of the public sphere by former security and military staff, which has led to almost all media pursuing to justify all Russian external aggressions, and presenting Western countries, traditionally opposed to these policies, as hypocritical and Russophobic. Out of the remarkable exceptions to these pro-government public sphere, we might mention Moscow Today newspaper (whose ideology is rather independent, in no way an actual opposition), and the leader of the Communist faction, Gennady Andreyevich Zyuganov, who was labelled Putin several times as a dictator, without too much success among the electorate.
Early period. Russian media take pride in having an enormously long history, to the extent of having claimed that one of its cities, Derbent, played a key role in several civilizations for two thousand years. However, the first millennium of such a long history often goes unmentioned, due to the lack of sources, and even when the role of the Mongolian Golden Horde is often called into question, perhaps in order to avoid recognizing that there was a time where Russians were subjected to foreign domination. In fact, Yuri Petrov, director of RAS Russian History Institute, has refused to accept that the Mongolian conquest was a colonization, arguing that it was a process of mixing with the Slavic and Mongolian elites.
Such arguments do not prevent TASS, Russian state’s official media, from having recognized the battle of Kulikovo (1380) as the beginning of Russian state history, since this was the time where all Russian states came together to gain independence. Similarly, Communist leader Zyuganov stated that Russia is to be thanked for having protected Europe from the Golden Horde’s invasion. In other words, Russian media have a contradictory position about the nation’s beginning: on one hand, they deny having been conquered by the Mongolian, or prefer not to mention such a topic; on the other, they widely celebrate the defeat of the Golden Horde as a symbol of their freedom and power. Similar contradictions are quite common in such an official history, dominated by nationalist bias.
Czarism. Unlike what might be thought, Russian Czars are held in relative high esteem. Orthodox Church has canonized Nicolas II as a martyr for the “patience and resignation” with which he accepted his execution, while public polls carried by TASS argued that most Russians perceive his execution as barbaric and unnecessary. Pravda has even argued that there has been a manipulation of the last Czar’s story both by Communists and the West (mutual accusations of manipulation between Russian and Western media are quite common): according to Pyotr Multatuli, a historian interviewed by Pravda, the last Czar was someone with fatherly love towards its citizens, and he just happened to be betrayed by conspirators, who killed him to justify their legitimacy.
But this nostalgic remembrance is not exclusive solely to the last Czar, there are actually multiple complimentary references to several monarchs: Peter the Great was credited by Putin for introducing honesty and justice as the state agencies principles; Catherine the Great for being a pioneer in experimentation with vaccines, and she was even the first monarch to have been vaccinated; Alexander III created a peaceful and strong Russia… Pravda, one of the most pro-monarchy newspapers, has even argued that Czars were actually more responsible and answerable to society than the USA politicians, or that Napoleon’s invasion was not actually defeated by General Winter, but by Alexander I’s strategy. The appreciation for the former monarchy might be due to the disappointment with the Soviet era, or in some way promoted by Putin, who since the Crimean crisis inaugurated several statues to honor Princes and Czars, without recognizing their tyranny. This can be understood as a way of presenting himself as a national hero, whose decisions must be obeyed even if they are undemocratic.
USSR. The Soviet Union is the most quoted period in the Russian media, both due to their proximity, and because it is often compared to today’s government. Perceptions about this period are quite different and to some extent contradictory. Zyuganov, the Communist leader, praises the Soviet government, considering it even more democratic that Putin’s government, and has advocated for a re-Stalinisation of Russia. Nonetheless, that is not the vision shared neither by Putin nor by most media.
Generally speaking, Russian media do not support Communist national policy (President Putin himself once took it as “inappropriate” being called neo-Stalinist). There is a recognition of Soviet crimes while, at the same time, they are accepted as something that simply happened, and to what not too much attention should be drawn. Stalin particularly is the most controversial character and a case of “doublethink”: President Putin has attended some events to honor Stalin’s victims, while at the same time sponsored textbooks that label him as an effective leader. The result, shown in several polls, is that there is a growing indifference towards Stalin’s legacy.
However, the approach is quite different when we talk about the USSR foreign policy, which is considered completely positive. The media praise the Russian bravery in defeating Nazi Germany, and doing it almost alone, and for liberating Eastern Europe. This praise has even been shown in the present: Russian anti-Covid vaccine has been given the name of “Sputnik V”, subtly linking Soviet former military technology and advancement to the saving of today’s world (the name of the first artificial satellite was already used for the news website and broadcaster Sputnik News). Moreover, Putin himself wrote an essay on the World War II where he argued that all European countries had their piece of fault (even Poland, whose occupation he justifies as politically compulsory) and that criticism of Russia's attitude is just a strategy of Western propaganda to avoid accepting its own responsibilities for the war.
This last point is particularly important in Russian media, who constantly criticize Western for portraying Russia and the Soviet Union as villains. According to RT, for instance, Norway should be much more thankful to Russia for its help, or Germany for Russia’s promotion of its unification. The reason for this ingratitude is often pointed to the United States and its imperialism, because it has always feared Russia’s strength and independence, according to Sputnik, and has tried to destroy it by all means. The accusations to the US vary among the Russian media, from Pravda’s accusation of the 1917 Revolution having been sponsored by Wall Street to destabilize Russia, to RT’s complaint that the US took advantage of Boris Yeltsin’s pro-Western policies to impose severe economic measures that ruined Russian economy and the citizens’ well-being (Pravda is particularly virulent towards the West).
What the European neighbours think. As in most countries, politicians in Russia use their national history mostly to magnify the reputation of the nation among the domestic public opinion and among international audiences, frequently emphasizing more the positive aspects than the negative ones. What distinguishes Russian media is the influence the Government has on them, which results in a remarkable history manipulation. Such manipulation has arrived to create some sort of doublethink: some events that glorify Russia (Czars’ achievements, Communist military success, etc.) are frequently quoted and mentioned while, at the same time, the dark side of these same events (Czars’ tyranny, Stalin’s repression, etc.) is ignored or rejected.
Manipulated Russian history is often incompatible with (manipulated or not) Western history, which has led to mutual accusations of hypocrisy and fake news that have severely undermined the relations between Russia and its Western neighbours (particularly Poland, whom Russia insists to blame to some extent for the World War II and to demand gratitude for the liberation provided by Russia). If Russia wants to strengthen its relationships, it must stop idealizing its national history and try to compare it with the Western version, particularly in topics referring to Communism and the 20th century. Only this way might tensions be eased, and there will be a possibility of fostering cooperation.
A separated chapter on this historical reconciliation should be worked with Russia's neighbours in Eastern Europe. Most of them shifted from Nazi occupation to Communist states, and now they are still consolidating its democracies. Eastern Europe societies have mixed feelings of love and rejection towards Russia, what they don't buy any more is the story of the Red Army as a force of liberation.
Ships of the US, India and Japan in the Bay of Bengal during exercise Malabar 2017 [US Navy]
JOURNAL / Shahana Thankachan
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INTRODUCTION
There can be no objective and singular definition of the Indo-Pacific, one can only provide an Indian definition, a Japanese definition, a US definition, an ASEAN definition, etc. This is not to say that there are no common grounds in these definitions, there are as many commonalities as there are differences, and this is what makes this topic so hot and dynamic. The geopolitical reality of the Indo-Pacific perfectly represents a great power rivalry at the systemic level and also a perfect regional security complex. In this complex matrix, this paper will seek to focus on the Indo-Pacific from the perspective of India. While the term “Indo” in the Indo-Pacific does not mean India, it does refer to the Indian Ocean and India is the most important power in the Indian Ocean. Therefore, it is very important to fully understand the Indian perspective. The paper will begin by outlining the origin of the concept and thereafter the challenges in the Indian approach to the Indo-Pacific and the future prospects.