Breadcrumb
Blogs
Entries with Categorías Global Affairs Oriente Medio .
[Bruce Riedel, Kings and Presidents. Saudi Arabia and the United States since FDR. Brookings Institution Press. Washington, 2018. 251 p.]
RESEÑA / Emili J. Blasco
Petróleo a cambio de protección es el pacto que a comienzos de 1945 sellaron Franklin D. Roosevelt y el rey Abdulaziz bin Saud a bordo de USS Quincy, en aguas de El Cairo, cuando el presidente estadounidense regresaba de la Conferencia de Yalta. Desde entonces, la especial relación entre Estados Unidos y Arabia Saudí ha sido uno de los elementos claves de la política internacional. Hoy el fracking hace menos necesario para Washington el petróleo arábigo, pero cultivar la amistad saudí sigue interesando a la Casa Blanca, incluso en una presidencia poco ortodoxa en cuestiones diplomáticas: el primer país que Donald Trump visitó como presidente fue precisamente Arabia Saudí.
Los altos y bajos en esa relación, debidos a las vicisitudes mundiales, especialmente en Oriente Medio, han marcado el tenor de los contactos entre los distintos presidentes de Estados Unidos y los correspondientes monarcas de la Casa de Saúd. A analizar el contenido de esas relaciones, siguiendo las sucesivas parejas de interlocutores entre Washington y Riad, se dedica este libro de Bruce Riedel, quien fue analista de la CIA y miembro del Consejo de Seguridad Nacional estadounidense como especialista en la región, y ahora dirige el Proyecto Inteligencia del think tank Brookings Institution.
En esa relación sorprende la posición central que ocupa la cuestión palestina. A veces podría pensarse que la invocación que muchos países árabes hacen del conflicto palestino-israelí es retórica, pero Riedel constata que en el caso de Arabia Saudí ese asunto es fundamental. Formó parte del pacto inicial entre Roosevelt y Abdulaziz bin Saud (el presidente estadounidense se comprometió a no apoyar la partición de Palestina para crear el Estado de Israel sin contar con el parecer árabe, algo que Truman no respetó, consciente de que Riad no podía romper con Washington porque necesitaba a las petroleras estadounidenses) y desde entonces ha aparecido en cada ocasión.
Los avances o estancamientos en el proceso de paz árabe-israelí, y la distinta pasión de los reyes saudís sobre este asunto, han marcado directamente la relación entre las administraciones estadounidenses y la Monarquía saudí. Por ejemplo, el apoyo de Washington a Israel en la guerra de 1967 derivó en el embargo petrolero de 1973; los esfuerzos de George Bush senior y Bill Clinton por un acuerdo de paz ayudaron a una estrecha relación con el rey Fahd y el príncipe heredero Abdalá; este, en cambio, propició un enfriamiento ante el desinterés mostrado por George Bush junior. “Un vibrante y efectivo proceso de paz ayudará a cimentar una fuerte relación entre rey y presidente; un proceso encallado y exhausto dañará su conexión”.
¿Seguirá siendo esta cuestión algo determinante para las nuevas generaciones de príncipes saudís? “La causa palestina es profundamente popular en la sociedad saudí, especialmente en el establishment clerical. La Casa de Saúd ha convertido la creación de un estado palestino, con Jerusalén como su capital, en algo emblemático de su política desde la década de 1960. Un cambio generacional es improbable que altere esa postura fundamental”.
Además de este, existen otros dos aspectos que se han mostrado disruptivos en la entente Washington-Riad: el Wahabismo impulsado por Arabia Saudí y el requerimiento de Estados Unidos de reformas políticas en el mundo árabe. Riedel asegura que, dada la fundacional alianza entre la Casa de Saúd y esa estricta variante suní del Islam, que Riad ha promovido en el mundo para congraciarse con sus clérigos, como compensación cada vez que ha debido plegarse a las exigencias del impío Estados Unidos, no cabe ninguna ruptura entre ambas instancias. “Arabia Saudí no puede abandonar el Wahabismo y sobrevivir en su forma actual”, advierte.
Por ello, el libro termina con una perspectiva más bien pesimista sobre el cambio –democratización, respeto de los derechos humanos– que a Arabia Saudí le plantea la comunidad internacional (ciertamente que sin mucha insistencia, en el caso de Estados Unidos). No solo Riad fue el “principal jugador” en la contrarrevolución cuando se produjo la Primavera Árabe, sino que puede ser un factor que vaya contra una evolución positiva de Oriente Medio. “Superficialmente parece que Arabia Saudí es una fuerza de orden en la región, alguien que está intentando prevenir el caos y el desorden. Pero a largo plazo, por intentar mantener un orden insostenible, aplicado a la fuerza por un estado policial, el reino podría, de hecho, ser una fuerza para el caos”.
Riedel ha tratado personalmente a destacados miembros de la familia real saudí. A pesar de una estrecha relación con algunos de ellos, especialmente con el príncipe Bandar bin Sultan, que fue embajador en Estados Unidos durante más de veinte años, el libro no es condescendiente con Arabia Saudí en las disputas entre Washington y Riad. Más crítico con George W. Bush que con Barack Obama, Riedel también señala las incongruencias de este último en sus políticas hacia Oriente Medio.
▲Satellite imagery of the Jordan River [NASA]
ANALYSIS / Marina Díaz Escudero
Water is an essential natural resource, not only for individual survival on Earth, but also for nation-states and their welfare; having an effect on socio-economic development, trade, health and population productivity.
As a natural determinant of power, its accessibility must be considered by states in their policies on national security; “hydropolitics” being the branch of study for this phenomenon. Although it has been, and continues to be, a major source of inter-state conflict, it is an arena in which cooperation and diplomacy between rival countries can set the ground for further political agreements, effectively leading to more stable and peaceful relations.
On the other hand, when water is used as a natural border or must be shared between various countries, concurrent cooperation between all of them is essential to find an effective and non-violent way to approach the resource. Otherwise, an overlapping of different, and potentially contradictory, bilateral agreements may lead to frictions. If one of the concerned countries is not present in negotiations, as some historical events suggest (e.g. 1992 multilateral negotiations in Moscow, where Lebanon and Syria where not present), this will always constitute an obstacle for regional stability.
Moreover, although 71% of the Earth’s surface is covered by water, factors such as economic interests, climate change, and explosive population growth are also challenging the sustainable distribution of water sources among countries. The future effects of this scarcity in the region will demand consistent political action in the long-term and current leaders should bear it in mind.
Water availability and conflict in the MENA region
The Middle East and North Africa (MENA) region is known as an arid and semi-arid region, with only 1% of the world’s renewable water resources. On average, water availability is only 1,200 cubic meters, around six times less than the worldwide average of 7,000 cubic meters.
As global temperatures rise, more frequent and severe droughts will take place in the region and this will make countries which already have socio-economic rivalries more prone to go to war with each other. According to the World Resources Institute, thirteen of the thirty three states that will suffer from worse water scarcity in the twenty-first century will be Middle Eastern countries.
To cite the findings of the National Intelligence Council (NIC) report, Global Trends: Paradox of Progress, more than thirty countries – nearly half of them in the Middle East – will experience extremely high water stress by 2035, increasing economic, social, and political tensions.
Although claims to the land were and are the main motives for much of the current conflict, water, as part of the contested territories, has always been considered as a primary asset to be won in conflict. In fact, recognition of the importance of water lent the term, the “War over Water”, to conflicts in the region, and control over the resource constitutes a significant advantage.
Despite there being several water bodies in the Middle East (Nile, Euphrates, Tigris…), the Jordan River basin is one of the most significant ones today in terms of its influence on current conflicts. The Jordan River Basin is a 223 km long river with an upper course from its sources up to the Galilee Sea, and a lower one, from the latter to the Dead Sea. Territories such as Lebanon, Israel and the West Bank are situated to its West, while Syria and Jordan border it to the East. Water scarcity in the Jordan watershed comes from many different factors, but the existence of cultural, religious and historical differences between the riparian countries (situated on the banks of the river) has led to a centuries-long mismanagement of the source.
Tensions between Zionism and the Arab world on regards to the Jordan River became noticeable in the 1950s, when most Arab countries rejected the Johnston Plan that aimed at dividing the water by constructing a number of dams and canals on the different tributaries of the river. The plan was based on an earlier one commissioned by the United Nations Relief and Works Agency (UNWRA) and was accepted by the water technical committees of the five riparian countries. Nevertheless, the Arab League didn’t give the go-ahead and even hardened its position after the Suez Crisis.
In spite of this, Jordan and Israel decided to abide by their allocations and developed two projects, the Israeli National Water Carrier (to transport water from the north to the center and south) and Jordan’s East Ghor Main Canal (King Abdullah Canal). In retaliation and with severe consequences, Arab states reunited in an Arab Summit (1964) and decided to divert Jordan’s headwaters to the Yarmouk river (for the Syrian Arab Republic and Jordan), depriving Israel of 35% of its Water Carrier capacity.
This provocation led to a series of military clashes and prompted Israel’s attack on Arab construction projects; a move that would help precipitate the 1967 Six-Day War, according to some analysts. As a result of the war, Israel gained control of the waters of the West Bank (formely Jordan-annexed in the 1948 war and today still controlled by the Israeli Civil Administration) and the Sea of Galilee (today constituing about 60% of the country’s fresh water).
Later, in 1995, by the Article 40 of the Oslo II political agreement, […] Israel recognized Palestinian water rights in the West Bank and established the Joint Water Committee to manage and develop new supplies and to investigate illegal water withdrawals. Nevertheless, the loss of control over water in the West Bank has never been accepted by neighbouring Arab countries as, despite the agreement, much of the water coming from it is still directly given to Israeli consumers (and only a smaller fraction to Palestinians living under their control).
Role of water in Syrian-Israeli hostilities
Hostilities have been covering the agenda of Syrian-Israeli relationships ever since the Armistice Agreements signed by Israel with each of the four neighbouring Arab countries in 1949. This is compounded by the fact that there is seldom mutual agreement with resolutions proposed by the United Nations Security Council (UNSC).
The Golan Heights, a rocky plateau in south-western Syria, was taken away by Israel in the aftermath of the Six-Day War and is still considered an Israeli-occupied territory. In 1974 the Agreement on Disengagement was signed, ending the Yom Kippur War and resulting in the formation of the United Nations Disengagement Observer Force (UNDOF), a buffer zone separating the Israeli portion of the Golan Heights and the rest of Syria. Although Israel kept most of the Golan Heights territory, in 1981 it unilaterally passed the Golan Heights Law to impose its jurisdiction and administration on the occupied territory (refusing to call it “annexation”). These laws did not receive international recognition and were declared void by the UNSC.
The fact that Israel’s Prime Minister Benjamin Netanyahu stated in April 2016 in a weekly cabinet meeting that “the Golan Heights will remain forever in Israeli hands” has once again triggered the rejection of UNSC’s members, who have declared that the status of the Heights “remains unchanged.”
Rainwater catchment in the Golan Heights feeds into the Jordan River and nowadays provides a third of Israel's water supply. Although “Syria has built several dams in the Yarmouk river sub-basin, which is part of the Jordan River basin”, the Golan Heights are likely to remain an important thorn in future Israeli-Syrian relationships.
Map of the Jordan River Basin [Palestinian Authority] |
Water as a casus belli between Lebanon and Israel
In March 2002, Lebanon decided to divert part of the Hasbani (a major tributary of the Jordan upper course) to supply the lebanese Wazzani village. Ariel Sharon, the former Prime Minister of Israel, said that the issue could easily become a "casus belli". According to Israel, Lebanon should have made consultations before pumping any water from the Springs, but both the Lebanese government and Hezbollah (a shi’a militant group) condemned the idea.
The Wazzani project, according to Lebanon, only aimed to redevelop the south by extracting a limited amount of water from the Hasbani; 300 MCM per year (they drew 7 MCM by the time). The actual conflict with Israel began when Lebanon started constructing the pumping station very close to the Israeli border.
The United States (US) decided to establish a State Department water expert in order to assess the situation “and cool tempers” but in 2006, during the Lebanon war, the pumping station and other infrastructures, such as an underground water diversion pipe which run Letani river water to many villages, were destroyed.
Although Israeli-Lebanese tensions have continued due to other issues, such as spying, natural gas control and border incidents, water source domination has been a significant contributor to conflict between the two states.
Inter-Arab conflicts on water allocation
Some inter-Arab conflicts on regards to water distribution have also taken place, but they are small-scale and low level ones. In 1987, an agreement was signed between Jordan and Syria which allowed the latter to build twenty five dams with a limited capacity in the Yarmouk River. Later on it was proved that Syria had been violating the pact by constructing more dams than permitted: in 2014 it had already constructed forty two of them. New bilateral agreements were signed in 2001, 2003 and 2004, but repeated violations of these agreements by Syria in terms of water-allocation became unsustainable for Jordan. Most recently (2012), former Jordan's water minister Hazim El Naser stressed the necessity “to end violations of the water-sharing accords.”
Although these are low-level tensions, they could quickly escalate into a regional conflict between Jordan, Syria and Israel, as a decrease of water from the Yarmouk released by Syria to Jordan may prevent Jordan to comply with its commitments towards Israel.
Regional cooperation: from multilateralism to bilateralism
Since the beginning of the last century, attempts to achieve multilateral cooperation and a basin-wide agreement between the five co-riparian countries have been hindered by regional political conflict. Boundary definition, choices about decision-making arrangements, and issues of accountability, together with other political divisions, can help explain the creation of subwatershed communities of interest instead of a major watershed agreement between all neighbour countries.
The Israeli-Palestine peace process begun in 1991 with the Conference in Madrid, attended by all riparians: Israel, Jordan, Palestine, Lebanon and Syria. Co-sponsored by the US and the Soviet Union as representatives of the international community, it addressed several regional issues, such as environment, arms control, economic development and, of course, water distribution (in fact, water rights became one of the trickiest areas of discussion).
In 1992, multilateral negotiations about regional cooperation continued in Moscow but this time they were only attended by Israel, the Jordanian-Palestinian delegation and the international community; Syria and Lebanon were not present. “After the failed Johnston plan, external efforts to achieve a multilateral agreement through cooperation on water sources were attempted by the Centre for Environmental Studies and Resource Management (CESAR) […] As Syria and Lebanon did not want to participate in a process involving Israel, (it) ran parallel processes for Israel, the Palestinian Authority and Jordan on the one hand, and Syria and Lebanon on the other hand.”
As a matter of fact, bilateral instruments grew in importance and two treaties, between Israel and Jordan/Palestine respectively, were signed: The Treaty of Peace between The Hashemite Kingdom of Jordan and The State of Israel (1994) and The Israeli-Palestinian Interim Agreement on the West Bank and the Gaza Strip (Oslo II, 1995). Discussions about water use and joint water management played an important role and were included in the annexes.
In 1996, the Trilateral Declaration on Principles for Cooperation on Water-Related Matters and New and Additional Water Resources was signed by Israel, Jordan and the Palestine Liberation Organisation (PLO) and in 2003 the first two initiated a plan called Roadmap for Peace which included the revival of cooperation on regional issues like water.
Although Israel and Syria started some negotiations to solve the Golan Heights’ problem in 2008, after the break out of the Syrian civil war distrust between both actors has increased, leaving the most important thorn in multilateral regional negotatiations still unsolved. Nevertheless, “a new government in Syria after the end of the war may provide new opportunities for improved bi- and ultimately multilateral cooperation,” says the FAO. The previous year (2007) Jordan and the Syrian Arab Republic also signed some agreements “in regard to shared water in the Yarmouk river basin.”
Role of Non-Governmental Organizations
Civil society has also been an important platform for resource-management discussions between riparian countries.
Middle Eastern rhetoric, according to the BBC, “often portrays the issue of water as an existential, zero-sum conflict - casting either Israel as a malevolent sponge sucking up Arab water resources, or the implacably hostile Arabs as threatening Israel's very existence by denying life-giving water.”
For this reason, in 2010, Friends of the Earth Middle East (FoEME, also called EcoPeace Middle East) stressed the importance of replacing this win-lose approach for a compromising perspective of mutual gains for all. In this way, their proposals don’t “include quantitative water allocations, but the implementation of a joint institutional structure that is continuously tasked with peaceful conflict resolution over water resources; […] defining water rights not as the access to a certain water quantity, but as a broader bundle of rights and duties to access and use the available water and to uphold quality and quantity standards.”
Through “The Good Water Neighbors” project (2001), the NGO tried to raise awareness about the negative consequences of leaving this issue unmanaged and reiterated its willingness to strenghten ”institutional capacities for collaboration in the region.” According to the staff, Israel, Jordan and Palestine could develop a certain interdependence, focused on water (Israel to Jordan/Palestine) and solar-generated electricity (Jordan to Palestine/Israel), in order to facilitate the powering of desalination plants and produce more cleanwater for sale.
The use of this type of political support for transboundary cooperation, based on water access but focused on solving less cultural and sensitive problems (like environmental sustainability), as a means to opening up avenues for dialogue on other political issues, could be the key for a lasting peace in the region.
According to Gidon Brombert, cofounder and Israeli director of FoEME, adopting “healthy interdependencies is a powerful way to promote regional water and energy stability as a foundation for long-lasting peace between our people.”
A testament to the success of these initiatives is the fact that Jordan and Israel scored 56.67 under the Water Cooperation Quotient (WCQ) 2017, which means that there is currently zero risk of a water-related war between both states (50 is the minimum score for this to apply).
Final key points and conclusions
There is no doubt that water issues have been a key discussion point between riparian countries in the Jordan River watershed since the late nineteenth century, and rightly so, as the only way to achieve a long-lasting peace in the region is to accept that water management is an integral part of political discourse and decisions. Not only because it is an essential factor in the conflicts that arise between states, but because agreements on other political matters could be furthered through the establishment of sound agreements in the hydropolitical arena.
In other words, a “baby-step” approach to politics should be applied: peaceful discussions on this and other matters leveraged to talk about other sources of conflict and utilized to improve political relations between two parties. The Korean conflict is a good example: although both Koreas are far from agreeing with regards to their political outlook, they have been able to cooperate in other fields, such as the Winter Olympic games. Communication during the games was used to subtly suggest avenues for a political reapproachment, which now seems to be progressing satisfactorily.
As for multilateral-bilateral conditions of negotiations, it is important to take into account the fact that the Jordan River basin, mainly due to its geological condition as a watershed, has to be shared by several different countries, five to be exact. This may seem obvious but clearly many actors don’t see its implications.
Understandably, it is very difficult for a state to manage various bilateral agreements concerning the same asset with countries that are mutually at odds with one another. Their contents can overlap, creating contradictions and making the achievement of a general arrangement not only disorganized, but also challenging. Notwithstanding, a multilaterally agreed distribution of the basin’s water – taking into account the necessities of all riparians simultaneously, could more easily pave the way for further cooperation on other, pressing, political issues.
Last but not least, it is important not to forget about policies related to other regional affairs, and their potential effect on water management. Climate change, for instance, will certainly affect water availability in the MENA region and the Jordan River basin, easily disrupting and modifying past and future agreements on the resource’s allocation and distribution. Attention should also be paid to interest groups and to the economic situation of the countries involved in the negotitations, as these will be determinant in states’ decisions about the implementation of certain future projects.
▲Crown Prince Mohammad bin Salman and President Donald Trump during a meeting in Washington in 2017 [White House]
ANALYSIS / Naomi Moreno
Saudi Arabia used to be the only country in the world that banned women from driving. This ban was one of the things that the Kingdom of Saudi Arabia (KSA) was best known for to outsiders not otherwise familiar with the country's domestic politics, and has thus been a casus belli for activists demanding reforms in the kingdom. Last month, Saudi Arabia started issuing the first driver's licenses to women, putting into effect some of the changes promised by the infamous Crown Prince Mohammad bin Salman (MBS) in his bid to modernize Saudi Arabian politics. The end of the ban further signals the beginning of a move to expand the rights of women in KSA, and builds on piecemeal developments that took place in the realm of women’s rights in the kingdom prior to MBS’ entrance to the political scene.
Thus, since 2012, Saudi Arabian women have been able to do sports as well as participate in the Olympic Games; in the 2016 Olympics, four Saudi women were allowed to travel to Rio de Janeiro to compete. Moreover, within the political realm, King Abdullah swore in the first 30 women to the shura council − Saudi Arabia's consultative council − in February 2013, and in the kingdom's 2015 municipal elections, women were able to vote and run for office for the first time. Finally, and highlighting the fact that economic dynamics have similarly played a role in driving progression in the kingdom, the Saudi stock exchange named the first female chairperson in its history − a 39-year-old Saudi woman named Sarah Al Suhaimi − last February.
Further, although KSA may be known to be one of the “worst countries to be a woman”, the country has experienced a notable breakthrough in the last 5 years and the abovementioned advances in women’s rights, to name some, constitute a positive development. However, the most visible reforms have arguably been the work of MBS. The somewhat rash and unprecedented decision to end the ban on driving coincided with MBS' crackdown on ultra-conservative, Wahhabi clerics and the placing of several of the kingdom's richest and most influential men under house arrest, under the pretext of challenging corruption. In addition, under his leadership, the oil-rich kingdom is undergoing economic reforms to reduce the country's dependency on oil, in a bid to modernize the country’s economy.
Nonetheless, despite the above mentioned reforms being classified by some as unprecedented, progressive leaps that are putting an end to oppression through challenging underlying ultra-conservatism traditions (as well as those that espouse them), a measure of distrust has arisen among Saudis and outsiders with regards the motivations underlying the as-of-yet seemingly limited reforms that have been introduced. While some perceive the crown prince's actions to be a genuine move towards reforming Saudi society, several indicators point to the possibility that MBS might have more practical reasons that are only tangentially related to progression for progression's sake. As the thinking goes, such decrees may have less to do with genuine reform, and more to do with improving an international image to deflect from some of the kingdom’s more controversial practices, both at home and abroad. A number of factors drive this public scepticism.
Reasons for scepticism
The first relates to the fact that KSA is a country where an ultraconservative form of shari'a or Islamic law continues to constitute the primary legal framework. This legal framework is based on the Qur'an and Hadith, within which the public and many private aspects of everyday life are regulated. Unlike in other Muslim majority countries, where only selective elements of the shari'a are adopted, Wahhabism – which is identified by the Court of Strasbourg as a main source of terrorism − has necessitated the strict adherence to a fundamentalist interpretation of shari'a, one that draws from the stricter and more literal Hanbali school of jurisprudence. As such, music and the arts have been strictly controlled and censored. In addition, although the religious police (more commonly known as the Committee for the Promotion of Virtue and the Prevention of Vice) have had their authority curbed to a certain degree, they are still given the authority to enforce Islamic norms of conduct in public by observing suspects and forwarding their findings to the police.
In the past few years, the KSA has been pushing for a more national Wahhabism, one that is more modern in its outlook and suitable for the kingdom’s image. Nevertheless, the Wahhabi clergy has been close to the Al Saud dynasty since the mid-18th century, offering it Islamic legitimacy in return for control over parts of the state, and a lavish religious infrastructure of mosques and universities. Therefore, Saudi clerics are pushing back significantly against democratization efforts. As a result, the continuing prevalence of a shari'a system of law raises questions about the ability of the kingdom to seriously democratise and reform to become moderate.
Secondly, and from a domestic point of view, Saudi Arabia is experiencing disharmony. Saudi citizens are not willing to live in a country where any political opposition is quelled by force, and punishments for crimes such as blasphemy, sorcery, and apostasy are gruesome and carried out publicly. This internal issue has thus embodied an identity crisis provoked mainly by the 2003 Iraq war, and reinforced by the events of the Arab Spring. Disillusionment, unemployment, religious and tribal splits, as well as human rights abuses and corruption among an ageing leadership have been among the main grievances of the Saudi people who are no longer as tolerant of oppression.
In an attempt to prevent the spill over of the Arab Spring fervor into the Kingdom, the government spent $130 billion in an attempt to offset domestic unrest. Nonetheless, these grants failed to satisfy the nearly 60 percent of the population under the age of twenty-one, which refused to settle. In fact, in 2016 protests broke out in Qatif, a city in Saudi Arabia's oil-rich, eastern provinces, which prompted Saudis to deploy additional security units to the region. In addition, in September of last year, Saudi authorities, arguing a battle against corruption and a crack down on extremism, arrested dozens of people, including prominent clerics. According to a veteran Saudi journalist, this was an absurd action as “there was nothing that called for such arrests”. He argued that several among those arrested were not members of any political organization, but rather individuals with dissenting viewpoints to those held by the ruling family.
Among those arrested was Sheikh Salman al-Awdah, an influential cleric known for agitating for political change and for being a pro-shari'a activist. Awdah's arrest, while potentially disguised as part of the kingdom’s attempts to curb the influence of religious hardliners, is perhaps better understood in the context of the Qatar crisis. Thus, when KSA, with the support of a handful of other countries in the region, initiated a blockade of the small Gulf peninsula in June of last year, Awdah welcomed a report on his Twitter account suggesting that the then three-month-old row between Qatar and four Arab countries led by Saudi Arabia may be resolved. The ensuing arrest of the Sheikh seems to confirm a suspicion that it was potentially related to his favouring the renormalization of relations with Qatar, as opposed to it being related to MBS' campaign to moderate Islam in the kingdom.
A third factor that calls into question the sincerity of the modernization campaign is economic. Although Saudi Arabia became a very wealthy country following the discovery of oil in the region, massive inequality between the various classes has grown since, as these resources remain to be controlled by a select few. As a result, nearly one fifth of the population continues to live in poverty, especially in the predominantly Shi’a South where, ironically, much of the oil reservoirs are located. In these areas, sewage runs in the streets, and only crumbs are spent to alleviate the plight of the poor. Further, youth opportunities in Saudi Arabia are few, which leaves much to be desire, and translates into occasional unrest. Thus, the lack of possibilities has led many young men to join various terrorist organizations in search of a new life.
Statement by MBS in a conference organized in Riyadh in October 2017 [KSA] |
Vision 2030 and international image
In the context of the Saudi Vision 2030, the oil rich country is aiming to wean itself of its dependence on the natural resource which, despite its wealth generation capacity, has also been one of the main causes of the country's economic problems. KSA is facing an existential crisis that has led to a re-think of its long-standing practice of selling oil via fixed contracts. This is why Vision 2030 is so important. Seeking to regain better control over its economic and financial destiny, the kingdom has designed an ambitious economic restructuring plan, spearheaded by MBS. Vision 2030 constitutes a reform programme that aims to upgrade the country’s financial status by diversifying its economy in a world of low oil prices. Saudi Arabia thus needs overseas firms’ investments, most notably in non-oil sectors, in order to develop this state-of-the-art approach. This being said, Vision 2030 inevitably implies reforms on simultaneous fronts that go beyond economic affairs. The action plan has come in at a time when the kingdom is not only dealing with oil earnings and lowering its reserves, but also expanding its regional role. As a result, becoming a more democratic country could attract foreign wealth to a country that has traditionally been viewed in a negative light due to its repressive human rights record.
This being said, Saudi Arabia also has a lot to do regarding its foreign policy in order to improve its international image. Despite this, the Saudi petition to push the US into a war with Iran has not ceased during recent years. Religious confrontation between the Sunni Saudi autocracy and Iran’s Shi’a theocracy has characterized the geopolitical tensions that have existed in the region for decades. Riyadh has tried to circumvent criticism of its military intervention in the Yemen through capitalizing on the Trump administration's hostility towards Iran, and involving the US in its campaign; thus granting it a degree of legitimacy as an international alliance against the Houthis. Recently, MBS stated that Trump was the “best person at the right time” to confront Iran. Conveniently enough, Trump and the Republicans are now in charge of US’ foreign affairs. Whereas the Obama administration, in its final months, suspended the sale of precision-guided missiles to Saudi Arabia, the Trump administration has moved to reverse this in the context of the Yemeni conflict. In addition, in May of this year, just a month after MBS visited Washington in a meeting which included discussions regarding the Iran accords, the kingdom has heaped praise on president Trump following his decision to withdraw from the Iran nuclear deal.
All things considered, 2018 may go down in history as the irreversible end of the absolute archaic Saudi monarchy. This implosion was necessitated by events, such as those previously mentioned, that Saudi rulers could no longer control or avoid. Hitherto, MBS seems to be fulfilling his father’s wishes. He has hand-picked dutiful and like-minded princes and appointed them to powerful positions. As a result, MBS' actions suggest that the kingdom is turning over a new page in which a new generation of princes and technocrats will lead the breakthrough to a more moderate and democratic Saudi Arabia.
New awareness
However, although MBS has declared that the KSA is moving towards changing existing guardianship laws, due to cultural differences among Saudi families, to date, women still need power of attorney from a male relative to acquire a car, and risk imprisonment should they disobey male guardians. In addition, this past month, at least 12 prominent women’s rights activists who campaigned for women's driving rights just before the country lifted the ban were arrested. Although the lifting of the ban is now effective, 9 of these activists remain behind bars and are facing serious charges and long jail sentences. As such, women continue to face significant challenges in realizing basic rights, despite the positive media endorsement that MBS' lifting of the driving ban has received.
Although Saudi Arabia is making an effort in order to satisfy the public eye, it is with some degree of scepticism that one should approach the country's motivations. Taking into account Saudi Arabia’s current state of affairs, these events suggest that the women’s driving decree was an effort in order to improve the country’s external image as well as an effort to deflect attention from a host of problematic internal and external affairs, such as the proxy warfare in the region, the arrest of dissidents and clerics this past September, and the Qatari diplomatic crisis, which recently “celebrated” its first anniversary. Allowing women to drive is a relatively trivial sacrifice for the kingdom to make and has triggered sufficient positive reverberations globally. Such baby steps are positive, and should be encouraged, yet overlook the fact that they only represent the tip of the iceberg.
As it stands, the lifting of the driving ban does not translate into a concrete shift in the prevailing legal and cultural mindsets that initially opposed it. Rather, it is an indirect approach to strengthen Saudi’s power in economic and political terms. Yet, although women in Saudi Arabia may feel doubtful about the government’s intentions, time remains to be their best ally. After decades of an ultraconservative approach to handling their rights, the country has reached awareness that it can no longer sustain its continued oppression of women; and this for economic reasons, but also as a result of global pressures that affect the success of the country's foreign policies which, by extension, also negatively impact on its interests.
The silver lining for Saudi woman is that, even if the issue of women's rights is being leveraged to secure the larger interests of the kingdom, it continues to represent a slow and steady progression to a future in which women may be granted more freedoms. The downside is that, so long as these rights are not grafted into a broader legal framework that secures them beyond the rule of a single individual − like MBS − women's rights (and human rights in general) will continue to be the temporary product of individual whim. Without an overhaul of the shari'a system that perpetuates regressive attitudes towards women, the best that can be hoped for is the continuation of internal and external pressures that coerce the Saudi leadership into exacting further reforms in the meantime. As with all things, time will tell.
▲ISIS Toyota convoy in Syria [ISIS video footage]
ANALYSIS / Ignacio Yárnoz
When you go to a Toyota distributor to buy a Toyota Land Cruiser or a Toyota Hilux, what they proudly tell you is how resistant, fast and reliable the truck is. However, what they do not tell you is how implicated in wars and conflicts the truck has been due to the very same characteristics. We have seen in recent newscasts that in many of today´s conflicts, there’s a Toyota truck; no matter how remote the country is. This is because, if the AK47 is the favourite weapon for militias in developing countries, the Toyota Hilux and Land Cruiser are the militia’s trucks of choice.
This is no surprise when one considers that the Toyota Land Cruiser was initially designed to be a military car inspired by the famous Jeep Willis at the time Japan was occupied by the US after Japan´s defeat in World War II. However, its popularity among terrorist groups, militias, as well as developing countries’ national armies only gained ground in the 80’s when a conflict between Chad and Libya proved the trucks’ effectiveness as war machines; simultaneously calling into question the efficacy of traditional war strategies and military logistics.
This little-known story is about how an army comprising 400 Toyota pickups of the Chadian army outmanoeuvred and overwhelmed a vastly superior force equipped with soviet-era tanks and aircrafts of the Libyan army. The historical event demonstrated how a civilian truck was able to shape international borders, tipping the balance in favour of the inferior party to the conflict.
The Toyota War
The Toyota War is the name given to the last phase of the Chad-Libyan War that raged on for almost a decade, yet did not have relevance until its last phase. This last phase began in 1986 and ended a year later with a heavy defeat inflicted on the Libyan army by the Chadians. In total, 7,500 men were killed and 1.5 billion dollars worth of military equipment was destroyed or captured. Conversely, Chad only lost 1,000 men and very little military equipment (because they hardly had any).
The last phase of the conflict developed in the disputed area of the North of Chad, an area that had been occupied by Libyan forces in 1986 due to its natural resources such as uranium (highly interesting for Gadhafi and his nuclear armament project). At the beginning of 1987, the last year of the war, the Libyan expeditionary force comprised 8,000 soldiers, 300 T-55 battle tanks, multiple rocket launchers and regular artillery, as well as Mi-24 helicopters and sixty combat aircrafts. However, the Libyan soldiers were demotivated and disorganized. The Chadians, on the other hand, had nothing but 10,000 brave and motivated soldiers with neither air support nor armoured tanks. However, by 1987, Chad could count on the French Air Force to keep Libyan aircraft grounded but, perhaps more importantly, a 400 Toyota pickups fleet equipped with MILAN (Missile d´infanterie léger antichar) anti-tank guided missiles sent by the French Government. Additionally, it could also be equipped with .50 calibre machine guns, with archaic flak cannons for anti-air purposes or even rocket clusters to be used as WWII-style artillery.
This logistical combination proved to be superior to that employed by the Libyan army as Toyota pickup trucks could easily outmanoeuvre the heavily armoured Russian tanks. Whereas the latter consumed around 200 L/100 km, the Toyota trucks consumed a fraction, at 10L/100 km. In addition, Toyota Trucks could mobilize groups of 20 people in a single truck, enabling faster transport and deployment of troops to the conflict scene; an advantage the Russian tanks did not have.
Reminiscent of the Maginot line when the Nazi army challenged the old trenches system utilizing a fixed artillery method with the innovative Thunder war strategy, the Chad Army emerged victorious over the Libyans through a simple strategic innovation in military logistics. Something clearly demonstrated in the Battle of Fada. In this instance, a Libyan armoured brigade defending Fada was almost annihilated: 784 Libyans and CDR (Democratic Revolutionary Council) militiamen died, 92 T-55 tanks and 33 BMP-1 infantry fighting vehicles were destroyed, and 13 T-55s and 18 BMP-1s were captured, together with the 81 Libyan soldiers operating them. Chadian losses, on the other hand, were minimal: only 18 soldiers died and three Toyotas were destroyed.
All in all, this situation was one of the first deployments of the Toyota Hilux in a conflict zone, demonstrating the reliability of the truck and its high performance in harsh environments. A testament to the Toyota’s endurance was its featuring in the famous TV show “Top Gear” where a 1980’s Toyota Hilux was put to a wrecking ball, set on fire, submerged in a sea bay for 5 hours, then left on the top of a building waiting its final demolishment, yet still rolled.
Ever since, Toyota trucks have been sighted in conflicts in Nicaragua, Ethiopia, Rwanda, Liberia, the Democratic Republic of the Congo (CDR), Lebanon, Yemen, Sudan, and Pakistan and as the New York Times has reported, the Hilux remains the pirates' 'ride of choice.' The deployment of Daesh of a fleet of hundreds of Toyotas in Mosul in 2014 was a lasting testament of the trucks’ durability.
Chad's troops during the war against Lybia in the 1980s [Wikimedia Commons] |
Adaptability
How could the West deal with this issue? To deploy a massive fleet of Humvees? It would be naïve to attack an enemy with their own means. This hardly appears to constitute an effective solution. Humvees are already being substituted by JLTV (Joint Light Tactical Vehicle) due to their vulnerability to IED’s (Improvised Explosive Devices); something insurgents are allowed to use but western countries are not due to international treaties and ethical values (how can a mine be designed such that it can distinguish a civilian truck from a Toyota driven by insurgents?). This proves the challenge that counterinsurgency policies (COIN) entail and the need to move to a next generation as far as COIN strategies are concerned.
The Toyota example is one of many that clearly signals a need for conventional state armies to adapt their logistical capabilities to better match the challenges of non-conventional warfare and insurgencies; the primary forms of conflict in which our nations are today engaged. The first lesson is clearly that the traditional focus on high power and the availability of resources is poorly suited to respond to contemporary insurgencies and military engagement with primarily non-state entities. Rather, there is a growing need for logistical versatility, combining both attack power and high manoeuvrability. The Toyota issue is an interesting example that illustrates how groups like Daesh have been able to mobilize an easily accessible, relatively non-expensive market commodity that has proven to be effective in lending the group precisely the kind of logistical aid required to successfully wage its insurgency. This being said, there are a number of dilemmas posed to nation states engaging in COIN strategies that prevent them from being able to employ the same methodology. Clearly there is a need to constantly engage in the adaptation of COIN strategies to respond to new threats and the surprising innovation of the adversary. However, COIN campaigns have been difficult to manage, and even harder to win, since time immemorial.
Recent research in political science and economics investigates a number of difficulties security forces face during conflicts with insurgent actors (Trebbi et al., 2017). Development and military aid spending have uneven effects, and conventional military strategies, including aerial bombardment, can erode civilian support for the COIN. Although states have historically used mass killings of non-combatants to undermine logistical support for guerrilla actors, evidence from modern insurgencies indicates that these measures may have the opposite effect: in some cases, such measures may encourage recruitment and mobilization (Trebbi et al., 2017). As such, the challenge is to constantly adapt to meet the requirements of contemporary warfare, whilst simultaneously assessing and remaining cognizant of the effects that COIN measures have on the overall campaign.
Adaptation through learning and innovation occurs on a much different time-scale than evolution. Although both involve information exchange with the environment and with elements within the system, evolution occurs over long periods of time through successive generations that have been able to successfully survive to changes (Hayden, 2013). Learning is the process of modifying existing knowledge, behaviours, skills, values, or preferences, and innovation involves the incorporation of a previously unused element into the system, or the recombination of existing elements in new ways.
Airstrikes
In the previous example of the conflict between Chad and Libya, it was mentioned that the Libyan army had its air force inoperative due to the presence of French air support. Another important point to make is that Toyotas may have been effective war machines for the terrain and surrounding environment, yet would nevertheless have been vulnerable to airstrikes had the Libyan army been able to engage air power against the Chadians. Air and space are part of the future of COIN strategies, despite composing only one element of them. They are our eyes (UAV systems), our way to get away or deploy forces (Chinook helicopters for example) and also the sword that can eliminate the threat (e.g. Predator drones). However, maintaining complete dominance over the battle space does not guarantee victory.
Due to the success of the air campaign in Operation Desert Storm, airpower seemed to be the predominating weapon of choice for future warfare. Yet, recent operations in Afghanistan and Iraq have called that assertion into question. Airstrikes in ground operations have proven to be controversial in small wars, especially when it comes to civilian casualties and its impact on civilian morale (an element that could enhance local support to insurgents). This is why, to win popular support, the US air force had to rethink its operations in Afghanistan and Iraq to win popular support (this also a result of Taliban and Pakistani propaganda and political pressure). Most recently, the US, along with France and the UK, have engaged in massive airstrikes on strategic infrastructure devoted to chemical development supposedly for a military use. Although being calibrated, proportional and targeted, those attacks have created a lot of internal debate in the West and have divided society. As such, the future environment seems certain to further limit the kind of strikes it can make with airpower and missiles.
Consequently, technologically superior air assets nowadays face significant challenges in engaging dispersed and oftentimes unseen opponents. The Air Force must determine how modern airpower can successfully engage an irregular opponent. Air power, the “strategic panacea” of Western policymakers (Maxey, 2018), will no longer maintain the same utility that it does against rural insurgents. Although tactical Predator strikes and aerial reconnaissance may have shifted the street-to-street fighting against Daesh, such operations are severely limited within expansive megacities. The threat of civilian casualties is often too high, even for precision-guided munitions with limited blast radius. Further. buildings and layers of infrastructure often obscure a clear overhead view.
For 2030, the United Nations (UN) suggests that around 60 percent of global population will live in urban areas. There are 512 cities of at least one million inhabitants around the world, and this is expected to grow to 662 cities by 2030. Many of the megacities that will emerge will come from the developing world. That is why it is so urgent to design strategies to adapt to operating within metropolitan environments where small roads prevent large tanks to manoeuvre, where buildings give cover to heavy cannon targets and where one is more exposed to the crosshairs of insurgents taking cover in civilian infrastructure.
As U.S. Army Chief of Staff Gen. Mark Milley remarked in 2016; “In the future, I can say with very high degrees of confidence, the American Army is probably going to be fighting in urban areas. We need to man, organize, train and equip the force for operations in urban areas, highly dense urban areas, and that’s a different construct. We’re not organized like that right now”.
In addition to this, National armies must be able to work through host governments, providing training, equipment and on-the-ground assistance to their local partners. The mere presence of a foreign army in the area often creates a negative perception among the local population and, unfortunately, in other cases, violent opposition. However, if the army patrolling the city wears the national flag, things change. Defeating an insurgency depends upon effective state building.
REFERENCES
Engel, P. (2018). These Toyota trucks are popular with terrorists — here's why. Business Insider. [Accessed 21 Apr. 2018].
S.L.P., I. (2018). La guerra de los Toyota en Siria. Instituto de Estrategia S.L.P. [Accessed 21 Apr. 2018].
Wang, A. (2018). How did the Toyota pickup become terrorists’ favorite truck?. Quartz.
Maxey, L. (2018). Preparing for the Urban Future of Counterinsurgency.
Smallwarsjournal.com. (2018). Air and Space Power COIN / IW | Small Wars Journal.
Costas, J. (2018). El lado oscuro y bélico del Toyota Land Cruiser. Motorpasion.com.
Tomes, R. R. (2004). Relearning counterinsurgency warfare. Parameters, 34(1), 16-29.
Hayden, N. K. (2013). Innovation and Learning in Terrorist Organizations: Towards Adaptive Capacity and Resiliency. System Dynamics Society.
Ryan, A., & Dila, M. (2014). Disruptive Innovation Reframed: Insurgent Design for Systemic Transformation.
Trebbi, F., Weese, E., Wright, A. L., & Shaver, A. (2017). Insurgent Learning (No. w23475). National Bureau of Economic Research.
ENSAYO / Túlio Dias de Assis [Versión en inglés]
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, sorprendió en diciembre con otra de sus declaraciones, que al igual que muchas anteriores tampoco carecía de polémica. Esta vez el tema sorpresa fue el anuncio de la apertura de la embajada de EEUU en Jerusalén, consumando así el reconocimiento de la milenaria urbe como capital del único estado judío del mundo actual: Israel.
El polémico anuncio de Trump, en un asunto tan controvertido como delicado, fue criticado internacionalmente y tuvo escaso apoyo exterior. No obstante, algunos países –pocos– se sumaron a la iniciativa estadounidense, y algunos más se manifestaron con ambigüedad. Entre estos, diversos medios situaron a varios países de la Unión Europea. ¿Ha habido realmente falta de cohesión interna en la Unión sobre esta cuestión?
Por qué Jerusalén importa
Antes de todo, cabría analizar con más detalle la situación, empezando por una pregunta sencilla: ¿Por qué Jerusalén es tan importante? Hay varios factores que llevan a que Hierosolyma, Yerushalayim, Al-quds o simplemente Jerusalén tenga tamaña importancia no solo a nivel regional, sino también globalmente, entre los cuales destacan los siguientes tres: su relevancia histórica, su importancia religiosa y su valor geoestratégico.
Relevancia histórica. Es uno de los asentamientos humanos más antiguos del mundo, remontándose sus primeros orígenes al IV milenio a.C. Aparte de ser la capital histórica tanto de la región de Palestina o Canaán, como de los varios reinos judíos establecidos a lo largo del primer milenio a.C. en dicha parte del Levante.
Importancia religiosa. Se trata de una ciudad sacratísima para las tres mayores religiones monoteístas del mundo, cada una por sus propias razones: para el Cristianismo, principalmente debido a que es donde se produjo la crucificción de Cristo; para el Islamismo, aparte de ser la ciudad de varios profetas –compartidos en las creencias de las demás religiones abrahámicas– y un lugar de peregrinación, también es adonde hizo Mahoma su tan conocido viaje nocturno; y obviamente, para el Judaísmo, por razones históricas y además por ser donde se construyó el tan sacro Templo de Salomón.
Valor geoestratégico. A nivel geoestratégico también posee una gran relevancia, ya que se trata de un punto crucial que conecta la costa mediterránea levantina con el valle del Jordán. Por lo que su poseedor tendría bajo su control una gran ventaja geoestratégica en la región del Levante.
No es de extrañarse, pues, que el estatus de esta ciudad sea uno de los principales puntos de conflicto en las negociaciones para la paz entre ambos pueblos, como es bien sabido. De ahí que la intervención de Trump no haya sido de gran ayuda para poder retomar el proceso de paz; más bien, podría argüirse, ha sido todo lo contrario: ha provocado la protesta no solo de los palestinos locales, sino de todo el mundo árabe, logrando así desestabilizar aún más la región. Ha habido reacciones contrarias de Hamas, de Hezbollah y también de varios gobiernos islámicos de Oriente Medio (entre ellos incluso el de Erdogan, a pesar de que la República de Turquía de jure sea un estado laico). Hamas llamó a una intifada en contra de Israel: las múltiples manifestaciones en los territorios palestinos concluyeron con varios centenares de heridos y una docena de muertos, debido a enfrentamientos con los cuerpos policiales israelíes.
La posición de Europa
Europa, por su parte, intenta mantener una postura bastante más neutra y equilibrada, orientada a lograr la paz regional. La disposición de mediación de la Unión Europea tiene en cuenta principalmente las resoluciones aprobadas por la ONU sobre tan problemático tema. Las declaraciones europeas, consideradas un tanto irrealistas y utópicas bajo la perspectiva de muchos israelíes, se basan en cuatro puntos esenciales: los dos estados, los refugiados, la seguridad y estatus de Jerusalén.
La existencia de dos estados. Según la UE, una solución uniestatal sería contraria a los intereses de ambas partes, puesto que impondría la soberanía de uno de los pueblos por encima de la del otro. Por lo tanto, Bruselas estima que lo más adecuado sería la solución biestatal: que cada pueblo tenga su estado y que las fronteras entre ambos estén basadas en las vigentes el 4 de Junio de 1967, antes de la Guerra de los Seis Días. Aún y todo, se admitirían cambios a estos límites de soberanía, siempre y cuando ambas partes así lo desearan y lo aprobaran.
La cuestión de los refugiados. La UE considera que deberían tomarse medidas duraderas para la cuestión de los refugiados palestinos fuera de su tierra natal (especialmente en países vecinos como Líbano y Jordania), con el objetivo de que puedan regresar a su país.
La seguridad. Otro de los puntos primordiales para los europeos sería la cuestión de la seguridad, para ambos bandos: Por una parte, habría que establecer medidas para acabar con la ocupación israelí de los territorios palestinos. Por otra, habría que afrontar con medidas eficaces el problema del terrorismo palestino en la zona.
Estatus de Jerusalén. Teniendo en cuenta la importancia de dicha ciudad, Bruselas considera que no habría mejor solución que una resolución en la que hubiera soberanía compartida entre ambos hipotéticos estados. Adicionalmente, la ciudad sagrada de las tres religiones también sería la capital de ambos estados simultáneamente.
Sin embargo, como ya se ha mencionado previamente, se desconfiaba de la postura de varios estados-miembro, llegándose incluso a sospechar de un posible apoyo a la decisión americana. Esto se dedujo de estados como Chequia o Hungría, debido a algunas declaraciones sacadas de contexto o mal explicadas, que hacían aparentar que las disidencias entre Bruselas y Visegrado seguían aumentando. No obstante, si hay algo que destaca en la respuesta europea es la unión y coherencia interna.
El gobierno checo no hizo más que reconocer Jerusalén Occidental como capital de Israel, igual que hará con Jerusalén Oriental una vez Palestina vuelva a poseer la soberanía de su territorio. El gobierno magyar tampoco contradijo las posiciones europeas, ya que sus únicas declaraciones fueron que Europa no tendría por qué pronunciarse sobre las acciones diplomáticas de EEUU. Posteriormente, el primer ministro húngaro aclaró que la UE debe mantenerse firme en la política que ha defendido hasta el momento y que esa es de facto la postura magyar sobre el asunto. Además, el presidente francés Emmanuel Macron, durante su reunión con el primer ministro israelí Netanyahu, ya mencionó que Francia no apoyaba la decisión de Trump sobre Jerusalén, y de igual forma le habló Federica Mogherini, la Alta Representante de Asuntos Exteriores de la Unión Europea, manteniendo la postura mediadora neutral que ha asumido la UE hasta el momento.
Por tanto, ni la UE ni ninguno de sus estados-miembro han mostrado ninguna señal de apoyo a la decisión unilateral americana. Los europeos siguen unidos en su diversidad, quoniam “In varietate concordia”.
Bibliografía
European Union External Action, Middle East Peace process, 15/06/2016 - 12:32
European Council on Foreign Relations, EU backed into a corner on Israel-Palestine, Commentary by Hugh Lovatt, 12th December, 2017
Politico, EU dismisses Netanyahu’s Jerusalem prediction, by Jacopo Barigazzi, 12/11/17, 12:29 PM CET
EU Observer, Two EU states break ranks on Jerusalem, by Andrew Rettman, 7th Dec 2017, 16:36
Website of the Hungarian Government, Hungary has successfully represented its position on the issue of Jerusalem, December 15th, 2017
France Diplomatie, Israël/Territoires palestiniens - Relations avec l’Union Européenne
Ministry of Foreign Affairs of the Czech Republic, Position of MFA to Issue of Jerusalem, 06.12.2017 - 20:00
European Union External Action, Netanyahu realised there is full EU unity on Jerusalem, Mogherini says after EU Foreign Affairs Council, 12/12/2017 - 18:06
European Union External Action, Middle East: EU stands by two-State solution for Israel and Palestine; Iran nuclear deal, 05/12/2017 - 18:22
European Union External Action, EU won't give up on peace in the Middle East, says Mogherini, 19/09/2017 - 18:33
The Guardian, Death toll rises to 12 in violence after Trump's Jerusalem recognition, Associated Press in Gaza, Sun 24 Dec 2017 18.55 GMT
El País, Hamás anuncia una tercera intifada por el reconocimiento de Jerusalén como capital israelí, Madrid 7 DIC 2017 - 17:49 CET
Le Parisien, Trump sur Jérusalem : «C'est une nouvelle humiliation infligée au monde arabe», International, par Myriam Encaoua, 08 décembre 2017, 9h47
Radio France Internationale, Vives réactions après l'annonce de Trump sur Jérusalem, 06-12-2017
BBC, Muslim nations urge recognition of East Jerusalem as Palestinian capital, 13 December 2017
[Javier Lesaca, Armas de seducción masiva. Ediciones Península, 2017. 312 páginas]
RESEÑA / Alejandro Palacios Jiménez
¿Qué es lo que le lleva a un joven a abandonar a sus amigos y familia y a despojarse libremente de sus sueños para unirse al Estado Islámico? Con esta pregunta en mente, Javier Lesaca nos sumerge en esta narrativa en la que se disecciona el aparato comunicativo que utiliza el ISIS para ganar adeptos y extender sus ideas e influencia a través del Califato virtual.
Gracias a su amplia trayectoria profesional, el autor muestra en Armas de seducción masiva un alto grado de profundidad y análisis, el cual no está reñido con una narrativa amena y convincente. Javier Lesaca Esquiroz (Pamplona, 1981), licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra, trabaja como investigador en el Observatorio Internacional de Estudios sobre Terrorismo. Su amplio conocimiento sobre el tema le ha permitido desempeñar labores en organismos como el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o el Gobierno de Navarra. Experiencias laborales que complementa con la participación en foros como el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) o el Diálogo Euro-Árabe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Su principal hipótesis es que la crisis de credibilidad en las instituciones tradicionales, potenciada por la crisis económica y financiera de 2008 y palpable en el movimiento 15-O, unido a la revolución tecnológica del siglo XXI, ha permitido al Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés; o Dáesh, por su nomenclatura árabe) influir de una manera nunca antes vista en las percepciones de los ciudadanos occidentales, en concreto en las de los millenials. Estos, que no se sienten representados por sus respectivas instituciones estatales, buscan sentirse importantes y participar en un proyecto nuevo que les ayude a dar sentido a sus vidas y a levantarse cada día por una causa por la que valga la pena luchar. Y Dáesh les ofrece justamente eso.
Pero, ¿qué es Dáesh? Lejos de explicaciones históricas y religiosas, Lesaca nos presenta una respuesta inédita: el Estado Islámico encarna lo que se denomina el terrorismo moderno, el cual utiliza instrumentos propios de las nuevas generaciones para hacer llegar sus mensajes. En otras palabras, Dáesh se presenta como un movimiento social global que utiliza campañas de comunicación locales que se difunden en todo el mundo y cuyos actos terroristas se usan como mera “performance” dentro de toda una estrategia de comunicación más amplia. Así, Dáesh se define como un movimiento sin líderes que, paradójicamente, se aleja de los elementos más puramente religiosos para adecuarse así a las inquietudes de la audiencia juvenil a la que planean seducir.
El hecho de ser un movimiento descabezado no implica que internamente no esté organizado. Al contrario, el ISIS es un grupo terrorista que utiliza las redes sociales de manera muy eficaz y que cuya estructura interna le permite no solo influir, sino también estar en posesión de algunos medios de comunicación. Su estrategia consiste tanto en desarrollar medios propios como en utilizar lo que se llaman los “medios ganados”. Los primeros hacen referencia a la gran estructura comunicativa de Dáesh fundamentada en: notas de prensa, infografías, reportajes fotográficos, revistas en diferentes idiomas, la agencia de noticias Al Amaaq, radio Al Bayan, producciones musicales Ajnabá, la página web Isdarat (clausurada), productoras audiovisuales y el marketing offline en algunos lugares de Irak y Siria (vallas, carteles publicitarios o cibercafés). Por su parte, los medios ganados se miden en función de las veces que el grupo terrorista consigue que sus acciones condicionen la agenda de los medios de comunicación tradicionales.
El uso de tal cantidad de vías de comunicación con el objetivo de crear un mundo paralelo, que sus activistas llaman el Califato, y de segmentar geográficamente a la audiencia para modificar el encuadre del mensaje –todo ello amparándose en torticeras interpretaciones del Corán–, es lo que se conoce como terrorismo transmedia. Para hacer que esta estrategia sea lo más eficaz posible, nada se deja a la improvisación. Un ejemplo que se muestra en el libro es el del control que el todopoderoso productor ejecutivo sirio Abu Mohamed Adnani, amigo del líder del califato, Abu Bakr al Baghdadi, ejercía sobre sus subordinados, a los cuales les supervisaba y aprobaba los contenidos y mensajes que ISIS transmitía a la opinión pública. Tanto es así que Adnani fue considerado por Occidente como el hombre que de facto ejerció el verdadero liderazgo diario dentro de la organización terrorista hasta su muerte en 2016.
Toda esta estrategia comunicativa es desgranada en el libro de manera precisa gracias a la gran cantidad de ejemplos concretos que el autor aporta sobre matanzas que Dáesh ha llevado a cabo desde su existencia y de la manera en que estas han sido transmitidas. En este sentido, Lesaca pone énfasis en la eficacia con la que el ISIS, haciendo uso de los nuevos medios de comunicación, camufla ejecuciones reales entre imágenes de videojuegos (Call of Duty) o de películas de ficción (Saw, Juegos del hambre, Sin City) para así difuminar la línea que separa la realidad de la ficción, creando lo que se denomina una narrativa transmedia. La idea es simple: ¿cómo te van a parecer crueles estas imágenes si son parecidas a las que ves en una sala de cine comiendo palomitas?
En última instancia, Javier Lesaca intenta definir una estrategia útil para hacer frente al terrorismo del futuro. Él asegura que no está claro de qué herramientas se deben dotar los Estados para hacer frente a esta nueva forma de terrorismo. Sin embargo, una buena forma de hacerlo sería poniendo de moda la democracia, es decir, reforzar los valores que han permitido la construcción de la sociedad del bienestar y el desarrollo del mayor periodo de prosperidad de nuestra historia. “El Estado Islámico ha conseguido ganar la victoria de la estética, es por ello que debemos conseguir que valores como la democracia, libertad e igualdad sean productos culturales atractivos”, afirma Lesaca. Pero no sólo basta con esto, dice. Además, “debemos impulsar el fortalecimiento institucional mediante la erradicación de la corrupción y la puesta en marcha de políticas que permitan crear una economía capaz de absorber todo el talento de las nuevas generaciones y conseguir una gestión eficaz de los servicios públicos”.
En resumen, se trata de un libro de conveniente a lectura para todos aquellos que se quieran familiarizar con la organización interna y estructuras del poder de Dáesh, sus objetivos y los medios que este grupo utiliza para su consecución. Además, resulta una guía valiosísima para el estudio y posterior reacción de Occidente a las campañas de comunicación no solo del Estado Islámico, sino también de posteriores organizaciones terroristas las cuales formarán parte de lo que ya se denomina el terrorismo moderno.
▲Traslado de inmigrantes llegados del norte de África a la isla italiana de Lampedusa [Vito Manzani]
ANÁLISIS / Valeria Nadal [Versión en inglés]
A fines de 2017, Cable News Network (CNN) publicó un video grabado anónimamente con una cámara oculta que mostraba la venta de cuatro hombres en Libia, por 400 dólares cada uno. Era un ejemplo de venta de esclavos a ciudadanos libios para trabajo o a cambio de un rescate, en el caso de hombres, o como esclavas sexuales, en el caso de las mujeres. Las escandalosas imágenes desencadenaron una respuesta global; varias celebridades de Hollywood se unieron a las protestas pidiendo el fin del tráfico de esclavos en Libia. Francia, Alemania, Chad, Nigeria y otros países han exhortado a Libia a abordar este grave problema mediante un programa de repatriación de inmigrantes y la evacuación de los campos de detención, donde operan muchas de las mafias de esclavos. Las circunstancias, sin embargo, no parecen haber mejorado desde que el video fue publicado debido, principalmente, a que continúa habiendo falta de coordinación estatal para abordar el problema, junto a otros factores. ¿Cómo es posible que un comercio de esclavos haya podido ocurrir dentro de Libia?
Libia es un extenso país ubicado en el norte de África, con una larga costa mediterránea. Hasta 2011, año en que estalló la Primavera Árabe, Libia era uno de los países más estables de la región. Tenía una de las mayores expectativas de vida en toda África, y un sistema educativo –desde la educación primaria hasta la universidad– mejor que la mayoría de los países vecinos. Sin embargo, esta situación de estabilidad y relativa prosperidad llegó a su fin en febrero de 2011, cuando las revueltas que comenzaron en Túnez, y que se habían extendido a países como Yemen, Jordania y Egipto, alcanzaron Libia.
A diferencia de otros estados en la región, que pudieron resolver de manera pacífica las demandas de los manifestantes, la inmediata amenaza de una guerra civil en Libia obligó a una intervención internacional para resolver el conflicto. Estados Unidos (EEUU) y la Unión Europea (UE), con el apoyo de las Naciones Unidas (ONU), actuaron contra el régimen dictatorial de Muamar el Gadafi. Con la captura y el asesinato de Gadafi por parte de las tropas rebeldes, la guerra parecía haber terminado. Sin embargo, al carecer de un plan viable para una transición política, la situación se deterioró aún más cuando varios actores políticos intentaron llenar el vacío de poder dejado por la desaparición de Gadafi.
En la actualidad, Libia sigue experimentando una inestabilidad política grave y se considera que es un estado fallido. Aunque hay un gobierno promovido y reconocido por la ONU, el Gobierno de Unidad Nacional (GUN), este no controla todo el país y es desafiado por varios grupos de poder, muchos de los cuales son milicias armadas. Debido a esta falta de autoridad gubernamental, así como a su ubicación estratégica en la costa mediterránea, Libia se ha convertido en la base de operaciones de las mafias, que se aprovechan de la voluntad de refugiados e inmigrantes de llegar a Europa a través de la ruta terrestre de Libia. La política de fronteras abiertas lanzada por la UE en 2015 no ha ayudado a frenar sus actividades, ya que ha facilitado el establecimiento de rutas de tráfico de personas. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) estima que al menos 400.000 personas se encuentran actualmente en centros de detención libios, donde los inmigrantes son un objetivo fácil para el comercio de esclavos. El GUN ha abierto una investigación formal y se ha reunido con líderes europeos y africanos para permitir la repatriación de emergencia de refugiados e inmigrantes. Sin embargo, la efectividad de los esfuerzos de las autoridades libias es limitada. No obstante, una cuestión más importante es el papel que puede desempeñar la comunidad internacional para aliviar el problema, del cual las organizaciones no gubernamentales (ONG) han sido voces clave en el debate.
Testimonios
Desde 2015, Oxfam ha informado ampliamente a la comunidad internacional sobre la crisis migratoria en Libia, y ha enfatizado la necesidad de que los países europeos busquen y encuentren una solución para los miles de hombres, mujeres y niños que sufren esta situación. Los casos documentados en Libia de trata de esclavos, llevados a cabo por contrabandistas y milicias, han hecho que la búsqueda de una solución sea aún más urgente.
A raíz de esta alarmante situación en Libia, el 9 de agosto de 2017, Oxfam publicó un boletín titulado "Ya no eres humano", en el que analizó los hechos de la situación en Libia y culpó a los países europeos de sus “políticas erróneas destinadas a evitar que las personas lleguen a Italia”. Para desarrollar este informe, Oxfam habló “con hombres y mujeres que han pasado meses siendo golpeados, atados como animales y vendidos como mano de obra barata en la escandalosa trata de esclavos de Libia”, y se basó en los “... angustiados testimonios de inmigrantes que pasaron tiempo en Libia antes de escapar a Italia”.
Los testimonios relatan escenas impactantes de violencia sexual, tortura y trabajo esclavo; también cuentan casos de personas que han estado cautivas por la imposibilidad de pagar el precio exigido por los contrabandistas. Eso último le sucedió a Peter, un nigeriano de 18 años: “Una vez que llegamos a Sabah, en Libia, me llevaron al 'Gueto' (...) Nos dieron un teléfono para llamar a nuestras familias y pedirles dinero. Si no podías pagar los 1.500 dinares libios [alrededor de 100 euros], te mantenían cautivo y te golpeaban”.
Después de escuchar estos testimonios, Oxfam ha llegado a la conclusión de que las políticas europeas deben tener en cuenta las experiencias de personas obligadas a abandonar sus hogares, ya que la información que proporcionan muestra claramente que “Libia sigue siendo un país marcado por abusos sistemáticos contra los Derechos Humanos y (...) el intento de la UE de garantizar que las personas no puedan salir de Libia solo pone a más hombres, mujeres y niños en riesgo de abuso y explotación”.
Algunas de las soluciones que Oxfam ha propuesto son la promoción de operaciones de búsqueda y rescate con fines humanitarios, aumentar el número de solicitudes de inmigración que se aceptan procesar, la creación de rutas seguras hacia Europa y poner fin a la política que impide que los inmigrantes se vayan de Libia.
Abrir, cerrar fronteras
Otra agencia internacional que ha denunciado activamente la situación inhumana en Libia es Amnistía Internacional. Según los datos de esta organización, el mundo se enfrenta a uno de los casos más graves de esclavitud en el siglo XXI. Los refugiados e inmigrantes que llegan al territorio libio son detenidos y torturados en centros de detención antes de ser vendidos como esclavos. Quienes logran escapar de tan horribles condiciones no terminan necesariamente en mejores circunstancias: al menos 3.000 personas han muerto intentando cruzar el Mediterráneo.
Siendo una de las organizaciones más activas con respecto a la situación en Libia, Amnistía Internacional ha pedido a los Estados miembros de la UE que dejen de cerrar sus fronteras a los refugiados e inmigrantes de Libia. Sostiene que esta política europea solo fomenta y alimenta la violencia y la extorsión en territorio libio, lo que convierte a la UE en cómplice de esta crisis.
Amnistía Internacional recuerda que, desde finales de 2016, el cierre de las fronteras europeas ha favorecido un aumento del control por parte del Departamento libio de Lucha contra la Inmigración, que ahora supervisa los centros de detención donde los refugiados e inmigrantes no solo son detenidos arbitraria e indefinidamente, sino que también se venden con frecuencia como esclavos. Además, según la organización, la incapacidad o falta de voluntad europea para actuar, creyendo erróneamente que lo que ocurre fuera de las fronteras europeas no tiene consecuencias en los asuntos internos de la UE, ha permitido a la Guardia Costera libia interceptar personas en el mar. En lugar de llegar a la "tierra prometida", los inmigrantes son llevados por la fuerza de vuelta a Libia, donde son encerrados y maltratados nuevamente en los centros de detención. Todo esto se ve favorecido por los acuerdos alcanzados por la UE y las autoridades libias locales, respaldadas por grupos armados, en lo que respecta al control de los flujos migratorios hacia Europa.
Coordinación internacional
El 7 de diciembre de 2017, el Consejo de Seguridad de la ONU celebró una sesión de emergencia para tomar medidas respecto a la situación del comercio de esclavos en Libia. Esta situación fue descrita como un “abuso de los Derechos Humanos que también puede constituir crímenes contra la humanidad”, en cuyo caso las autoridades libias y todos los estados miembros de la organización deberían actuar de acuerdo con el derecho internacional público llevando a los responsables ante la Corte Penal Internacional (CPI). Además, la ONU señaló en esa sesión a las autoridades libias como uno de los principales actores cómplices del creciente fenómeno del tráfico de esclavos, debido a su ineficacia para investigarlo y administrar justicia. La organización ha hecho también especial hincapié en la necesidad de que el Gobierno de Libia asegure las fronteras y que sus acciones cuenten con el respaldo de diversos instrumentos internacionales, de modo que se pueda contrarrestar eficazmente la trata de personas. Asimismo, la ONU ha alentado la cooperación con la UE y la Unión Africana (UA) para garantizar la protección de refugiados e inmigrantes, bajo la premisa de que el éxito solo se logrará si todos los actores involucrados colaboran.
Mientras tanto, la ONU ya está operando en el territorio a través de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), que ha ayudado a 13.000 personas a salir de los centros de detención en Libia, y otras 8.000 de los de Níger. Pero los esfuerzos de la OIM no terminan en Libia. Una vez que los refugiados y los inmigrantes están a salvo, la organización almacena su información y testimonios y les ofrece la posibilidad de regresar a su hogar, garantizando la asistencia de la OIM en el proceso.
A pesar de los intentos de unificar los esfuerzos de todas las organizaciones que actúan sobre el terreno, la realidad es que la ONU no cuenta hoy con un plan de acción que incluya a todas las partes para poner fin a la esclavitud en Libia y buscar una solución común. Según los informes de esta organización, la esclavitud en Libia podría terminar en 2030, después de 20 años de prueba y error. Sin embargo, no es sorprendente que la mayoría de las ONG no tengan planes de acción.
Las soluciones de las ONG
Las ONG desempeñan un papel importante para ayudar a aliviar los problemas humanitarios causados por las migraciones; sin embargo, las soluciones que sugieren muchas veces no tienen en cuenta las complejas realidades políticas que hacen que alcanzar esas soluciones sea, si no totalmente imposible, al menos todo un desafío. Como resultado, muchas de las propuestas ofrecidas por agencias de derechos humanos como Oxfam y Amnistía Internacional son demasiado amplias para que sean de utilidad práctica. La crisis migratoria, que alcanzó su apogeo en el verano de 2015 con la invitación efectiva de varias naciones europeas a que los refugiados migrasen a Europa –junto con la relajación de las regulaciones de Dublín y la apertura de fronteras dentro de la UE– paradójicamente ayudó a agravar el problema. Estas medidas proporcionaron un incentivo para la migración masiva de personas que no entraban en la categoría de "refugiados", alentando la asunción de riesgos entre los inmigrantes con la premisa de que las fronteras permanecerían abiertas y que todos serían bienvenidos.
El resultado no ha sido solo el rápido retroceso en esta política por parte de una serie de países que inicialmente lo apoyaron, como Austria, sino también un dramático conflicto interno y diplomático dentro de la UE entre países que están en contra de la migración masiva al territorio de la Unión. La crisis también arrojó luz sobre la incapacidad de las leyes existentes tanto de la UE, como de sus estados miembros, para encontrar soluciones al problema de la migración. Así pues, la política de apertura de las fronteras como una solución al problema puede ser bien intencionada, pero ineficaz a la hora de proporcionar una solución equilibrada al problema.
Del mismo modo, garantizar pasajes seguros para los inmigrantes de vuelta a su país de origen se basa en el supuesto de que existe en Libio un gobierno que realmente funciona, con el que se pueden coordinar tales esfuerzos; sin embargo, no existe tal entidad hasta el momento. Mientras que el GUN tiene una cantidad limitada de control sobre ciertas franjas de territorio, el problema sigue siendo que en otras partes de Libia este gobierno no ejerce ningún control. Si bien ayudar a la (limitada) migración y/o repatriación y asegurar las fronteras terrestres y marítimas podría ser un primer paso para frenar el flujo, el hecho es que la inestabilidad política en Libia –así como en otras naciones– es lo que genera redes de contrabando, una de las cuales es el tráfico de esclavos.
Por lo tanto, la política europea de ayudar a más personas relajando las fronteras apenas resuelve el problema. En su apogeo, la crisis migratoria vio a cientos de miles de inmigrantes cruzar las fronteras abiertas en Europa, sin ningún plan realista para lidiar con los números. Además, parece que la prensa internacional está informando con menor ahínco sobre las diversas dificultades que los inmigrantes enfrentan dentro de sus nuevos estados anfitriones como resultado de una política utópica en la que el cielo es el límite para la inmigración. Lo que es más importante, la política de puertas abiertas para la inmigración –impulsada por una serie de organizaciones humanitarias– también ha conducido a la proliferación de redes de contrabando dentro de Europa que han requerido el establecimiento de nuevas fuerzas de trabajo para enfrentarlas, aunque el resultado de esta medida podría ser peor ya que un mayor control puede llevar al surgimiento de nuevas rutas y puntos de acceso. Casi el 90% de los migrantes que llegan a Europa son facilitados por el negocio multinacional de contrabando. El cuestión es que las actividades ilegales prosperan como resultado de políticas fallidas y de la incapacidad de encontrar soluciones políticas determinadas para la crisis migratoria: un ingrediente necesario para adoptar medidas prácticas que resulten exitosas.
El papel primordial de los estados
La falta de control gubernamental sobre el territorio en Libia, característico de un estado fallido, ha hecho posible la proliferación de actividades ilegales y altamente humillantes contra la dignidad humana, como la trata de esclavos. Imágenes como la de la CNN, que proporcionaba evidencia de cómo se vendían personas como esclavos en los centros de detención, han aumentado la conciencia internacional sobre el problema. Numerosas organizaciones, lideradas por la ONU, han intensificado su trabajo en los últimos meses para tratar de poner fin a una situación tan desastrosa. Estos esfuerzos han logrado algunos resultados, sin embargo, no existe un método significativo para mejorarlos porque no están coordinados a nivel estatal, y es poco probable que la cooperación a gran escala requerida por todas las partes involucradas sea posible.
Además, los efectos de la crisis migratoria no son exclusivos de Libia o África, y se han manifestado en Europa también. Aunque la trata de personas, tanto en la trata de esclavos como para otros fines, ocurre en una escala mucho mayor (y bastante alarmante) en el teatro africano, el fenómeno ha afectado a Europa de manera similar como resultado de su fracasado –o inexistente– plan de acción para gestionar la inmigración, tanto interna como externamente. La solución es necesariamente política, y la realidad es que, por muy intencionadas y necesarias que sean, las soluciones independientes y basadas en los derechos que propugnan las ONG no serán determinantes para resolver el problema. Solo los estados, trabajando en conjunto con varias ONG, pueden poner fin a esta miseria a través de soluciones bien pensadas y coordinadas. Y la triste realidad es que no todos necesariamente pueden salvarse en el proceso, ni todos los inmigrantes podrán obtener su "sueño europeo".
ENSAYO / Andrea Pavón-Guinea [Versión en inglés]
-
Introducción
La combinación de ataques terroristas en suelo europeo, el surgimiento del Estado Islámico, la guerra civil siria y la crisis de los refugiados han puesto de manifiesto la importancia del diálogo intercultural entre la Unión Europea y el mundo islámico. En este contexto de guerra asimétrica y retos no tradicionales de seguridad, la Unión Europea está centrando sus recursos en iniciativas de la sociedad civil basadas en poder blando que puedan contribuir a la prevención de la radicalización. Mediante la creación de la Fundación Anna Lindh para el desarrollo intercultural, la Unión Europea dispone de un instrumento sin igual para acercar a las sociedades civiles de ambas orillas del Mediterráneo y contribuir a la mejora de las relaciones Euro-Mediterráneas.
-
Las relaciones Euro-Mediterráneas y el diálogo intercultural
Las relaciones entre la Unión Europea y el Mediterráneo Sur empezaron[1] a ser reguladas formalmente con la creación del Proceso de Barcelona en 1995[2].
La Declaración de Barcelona daría lugar a la creación de la Asociación Euro-Mediterránea; un foro de relaciones multilaterales que, ‘basadas en un espíritu de asociación’, pretende convertir la cuenca mediterránea en un ‘área de diálogo, intercambio y cooperación que garantice la paz, la estabilidad y la prosperidad’. El Proceso de Barcelona traería así a colación uno de los principios fundadores de la Unión Europea, aquel que llama a alcanzar los objetivos comunes mediante un espíritu de corresponsabilidad (Suzan, 2002). La Declaración persigue tres objetivos fundamentales: en primer lugar, la creación de un área común de paz y estabilidad a través del refuerzo de la seguridad y del diálogo político (sería la llamada ‘cesta política’); en segundo lugar, la construcción de una zona de prosperidad compartida a través de la asociación económica y financiera (‘cesta económica y financiera’); y, en tercer lugar, la promoción del entendimiento entre las cultures a través de las redes de la sociedad civil: el llamado diálogo intercultural (cesta de ‘asuntos sociales, culturales y humanos’).
Más de veinte años después de la Declaración, los reclamos de la política actual en el Mediterráneo Sur subrayan la importancia del desarrollo del diálogo intercultural para la seguridad europea. Aunque los políticos europeos rechazaran la tesis del choque de civilizaciones de Huntington cuando ésta fue articulada por primera vez, se convertiría, sin embargo, en un escenario a considerar después de los ataques del once de septiembre: un escenario, sin embargo, que podría evitarse mediante la cooperación en el ámbito de la ‘tercera cesta’ de la Asociación Euro-Mediterránea, es decir, a través del diálogo reforzado y la cooperación cultural (Gillespie, 2004).
-
Luchando contra la radicalización a través del diálogo intercultural: La Fundación Anna Lindh
Así pues, haciendo hincapié en que el diálogo entre culturas, civilizaciones y religiones en toda la región Euro-Mediterránea es más necesario que nunca para promover el entendimiento mutuo, los socios Euro-Mediterráneos acordaron durante la quinta conferencia Euro-Mediterránea de Ministros de Asuntos Exteriores, en Valencia en 2002, establecer una fundación cuyo objetivo fuese el desarrollo del diálogo intercultural. De esta manera nace la Fundación Anna Lindh para el Diálogo entre Cultures que, con sede en Alejandría, comenzaría a funcionar en el año 2005.
Cabe destacar que Anna Lindh es única en su representación y configuración, pues reúne a todos los socios Euro-Mediterráneos en la promoción del diálogo intercultural, que es su único objetivo. Para ello, se basa en la coordinación de una red regional de más de 4.000 organizaciones de la sociedad civil, tanto europeas, como mediterráneas.
A pesar de que lleve en funcionamiento ya más de diez años, su trabajo se centra en la actualidad en el desarrollo del diálogo intercultural con el fin de prevenir la radicalización. Este énfasis ha sido continuamente puesto de manifiesto en los últimos años, por ejemplo, en el Foro Mediterráneo de la Fundación Anna Lindh, celebrado en Malta en octubre de 2016, su mandato en el diálogo intercultural contenido en la nueva Política Europea de Vecindad (18.11.2015) y en la estrategia de la Alta Representante Mogherini para la promoción de la cultura en las relaciones internacionales.
Sin embargo, han sido los recientes ataques terroristas en Europa los que han resaltado la necesidad urgente de abordar el fenómeno de la radicalización[3], que, en última instancia, puede llegar a conducir al extremismo violento y al terrorismo. En este sentido, la prevención de la radicalización[4] es una pieza clave en la lucha contra el terrorismo, tal y como ha sido puesto de manifiesto en la Agenda Europea de Seguridad en 2015[5]. Esto es así porque la mayoría de los terroristas sospechosos de haber atentado en suelo europeo son ciudadanos europeos, nacidos y creados en estados miembros de la Unión Europea, donde han experimentado procesos de radicalización que culminarían en actos de violencia terrorista. Este hecho evidencia ‘la dimensión transnacional del terrorismo islamista’ (Kaunert y Léonard, 2011: 287), así como la naturaleza cambiante de la amenaza, cuyos motores son diferentes y más complejos que previos procesos de radicalización: ‘La radicalización de hoy tiene diferentes fundamentos, opera sobre la base de diferentes técnicas de reclutamiento y comunicación y está marcada por objetivos globalizados y móviles dentro y fuera de Europa, creciendo en diversos contextos urbanos’[6]. El siguiente mapa muestra el número de arrestos por sospecha de terrorismo yihadista en Europa en 2016.
Fuente: Europol (2016) |
En consecuencia, la Fundación Anna Lindh puede entenderse como una respuesta alternativa y no conflictiva al discurso del choque de civilizaciones y la guerra contra el terrorismo liderada por Estados Unidos (Malmvig, 2007). Su objetivo principal que es el de crear ‘un espacio de prosperidad, convivencia y paz’ mediante ‘la restauración de la confianza en el diálogo y la reducción de los estereotipos’ se basa en la importancia otorgada por la Unión Europea al desarrollo del diálogo intercultural entre civilizaciones como elemento crucial de cualquier programa político y estratégico dirigido a los países mediterráneos vecinos (Rosenthal, 2007). Dicho de otro modo, la creación de un área de diálogo, cooperación e intercambio en el sur del Mediterráneo es una prioridad clave de la política exterior de la Unión Europea. Además, con la creación de la Fundación Anna Lindh, la Unión Europea está reconociendo que para que la Asociación Euro-Mediterránea funcione, el diálogo entre las organizaciones de la sociedad civil, y no solo entre las elites políticas, es esencial.
Así pues, Anna Lindh, como organización basada en red de redes de la sociedad civil, se vuelve instrumento crucial para abordar la prevención de la radicalización. En esta línea, el grupo de trabajo de implementación de la lucha contra el terrorismo de Naciones Unidas[7] ha argumentado que el Estado por sí solo no cuenta con los recursos necesarios para luchar contra la radicalización terrorista, y, por lo tanto, necesita cooperar con socios de otra naturaleza para llevar a cabo esta tarea. La involucración de la sociedad civil y las comunidades locales serviría así para aumentar la confianza y la cohesión social, llegando incluso a ser un medio para llegar a ciertos segmentos de la sociedad con los que los gobiernos tendrían dificultades para interactuar. La naturaleza de los actores locales, tal y como ha resaltado la Unión Europea mediante la creación de la Fundación Anna Lindh, sería la más acertada para prevenir y detectar la radicalización tanto a corto como a largo plazo[8].
Conclusión
De esta forma, el diálogo intercultural constituye una herramienta para abordar el fenómeno de la radicalización en la región del Mediterráneo Sur, donde los legados de un pasado colonial exigen que ‘se encuentren interlocutores más creíbles entre las organizaciones no gubernamentales’ (Riordan, 2005: 182). Con el objetivo de prevenir la radicalización terrorista dentro y fuera de Europa, y asumiendo que prácticas basadas en el diálogo y la mutualidad pueden ofrecer un marco adecuado para el desarrollo y mejora de las relaciones Euro-Mediterráneas, la Unión Europea debería avanzar hacia asociaciones reales dirigidas hacia el fomento de la confianza entre las personas y rechazar cualquier programa de acción unilateral que suponga una reproducción del discurso del choque de civilizaciones (Amirah y Behr, 2013: 5).
[1] Previamente a la Declaración de Barcelona se intentó regular la cooperación Euro-Mediterránea mediante el Diálogo Euro-Árabe (1973-1989); sin embargo, aunque concebido como un foro de diálogo entre la entonces Comunidad Económica Europea y la Liga Árabe, las tensiones de la Guerra del Golfo terminarían frustrando su trabajo (Khader, 2015).
[2] La Asociación Euro-Mediterránea se complementaría con la Política Europea de Vecindad (PEV) en 2004. Basada en la política europea de ampliación, su lógica subyacente es la misma: “Intentar exportar las normas y valores de la Unión Europea a sus vecinos” (Gsthöl, 2016: 3). En respuesta a los conflictos en las regiones del Mediterráneo Sur, el aumento del extremismo y el terrorismo y la crisis de los refugiados en Europa, la PEV ha sufrido dos importantes revisiones, una en 2011 y otra en 2015, perfilando un enfoque más diferenciado entre los países de la PEV para conseguir una mayor estabilización de la zona. La PEV se basa en un bilateralismo diferencial (Del Sarto y Schumacher, 2005) y abandona la prevalencia del principio multilateral y regional inherente al Proceso de Barcelona.
[3] Aunque se pueden diferenciar varios tipos de extremismo político, esta nota se centra en el extremismo islamista y el terrorismo yihadista, pues es el extremismo suní el que ha sido responsable del mayor número de ataques terroristas en el mundo (Schmid, 2013). Cabe destacar también en este aspecto que aún no existe una definición universalmente válida del concepto de ‘radicalización’ (Veldhuis y Staun 2009).
[4] Since 2004, the term ‘radicalization’ has become central to terrorism studies and counter-terrorism policy-making in order to analyze ‘homegrown’ Islamist political violence (Kundnani, 2012).
[5] The European Agenda on Security, COM (2015) 185 of 28 April 2015.
[6] The prevention of radicalization leading to violent extremism, COM (2016) 379 of 14 June 2016
[7] First Report of the Working Group on Radicalization and Extremism that Lead to Terrorism: Inventory of State Programmes (2006)
[8] The prevention of radicalization leading to violent extremism, COM (2016) 379 of 14 June 2016
Bibliografía
Amirah, H. and Behr, T. (2013) “The Missing Spring in the EU’s Mediterranean Policies”, Policy Paper No 70. Notre Europe – Jacques Delors Institute, February, 2013.
Council of the European Union (2002) “Presidency Conclusions for the Vth Euro-Mediterranean Conference of Foreign Ministers” (Valencia 22-23 April 2002), 8254/02 (Presse 112)
Del Sarto, R. A. and Schumacher, T. (2005): “From EMP to ENP: What’s at Stake with the European Neighborhood Policy towards the Southern Mediterranean?”, European Foreign Affairs Review, 10: 17-38
European Union (2016) “Towards an EU Strategy for International Cultural Relations, Joint Communication to the European Parliament and the Council” (https://ec.europa.eu/culture/policies/strategic-framework/strategy-international-cultural-relations_en).
European Commission. “Barcelona Declaration and Euro-Mediterranean Partnership”, 1995.
Gillespie, R. (2004) “Reshaping the Agenda? The International Politics of the Barcelona Process in the Aftermath of September 11”, in Jünemann, Annette Euro-Mediterranean Relations after September 11, London: Frank Cass: 20-35.
Gstöhl, S. (2016): The European Neighborhood Policy in a Comparative Perspective: Models, Challenges, Lessons (Abingdon: Routledge)
Kaunert, C. and Léonard, S. (2011) “EU Counterterrorism and the European Neighborhood Policy: An Appraisal of the Southern Dimension”, Terrorism and Political Violence, 23: 286-309
Khader, B. (2015): Europa y el mundo árabe (Icaria, Barcelona)
Kundnani, A. (2012) “Radicalization: The Journey of a Concept”, Race & Class, 54 (2): 3-25
Malmvig, H. (2007): “Security Through Intercultural Dialogue? Implications of the Securitization of Euro-Mediterranean Dialogue between Cultures”. Conceptualizing Cultural and Social Dialogue in the Euro-Mediterranean Area. London/New York: Routledge: 71-87
Riordan, S. (2005): “Dialogue-Based Public Diplomacy: A New Foreign Policy Paradigm?”, in Melissen, Jan, The New Public Diplomacy: Soft Power in International Relations, Basingstoke, England: Palgrave Macmillan: 180-193.
Rosenthal, G. (2007): “Preface: The Importance of Conceptualizing Cultural and Social Co-operation in the Euro-Mediterranean Area”. Conceptualizing Cultural and Social Dialogue in the Euro-Mediterranean Area. London/New York: Routledge: 1-3.
Schmid, A. (2013) “Radicalization, De-Radicalization, Counter-Radicalization: A Conceptual Discussion and Literature Review”, ICCT Research Paper, March 2013
Suzan, B. (2002): “The Barcelona Process and the European Approach to Fighting Terrorism”. Brookings Institute [online] https://www.brookings.edu/articles/the-barcelona-process-and-the-european-approach-to-fighting-terrorism/ [accessed 14 August 2017]
Veldhuis, T. and Staun, J. (2009) Islamist Radicalisation: A Root Cause Model (The Hague: Clingendael)
▲Cumbre trilateral de Rusia, Turquía e Irán en Sochi, en noviembre de 2017 [Presidencia de Turquía]
ANÁLISIS / Albert Vidal y Alba Redondo [Versión en inglés]
La respuesta de Turquía a la Guerra Civil Siria (SCW) ha pasado por varias fases, condicionadas por las circunstancias cambiantes del conflicto, tanto a nivel nacional como a nivel internacional: desde dar apoyo a los rebeldes sunitas con afiliaciones cuestionables, hasta ser uno de los objetivos del Estado Islámico (ISIS), pasando por un intento fallido de golpe de estado en 2016, y condicionando siempre sus decisiones de política exterior a la cuestión kurda. A pesar de una postura inicialmente agresiva contra Assad al comienzo de la guerra en Siria, el éxito y la fuerza creciente de la oposición kurda, como resultado de su papel en la coalición anti-ISIS, ha influido significativamente en la política exterior de Turquía.
Las relaciones entre Turquía y Siria estuvieron plagadas de dificultades durante el siglo pasado. El río Éufrates, que nace en Turquía, ha sido una de las principales causas de enfrentamiento entre ambos países. La construcción de presas por parte de Turquía limita el flujo de agua a Siria, causando pérdidas en su agricultura y generando un impacto negativo en la economía siria. Este problema no se limita al pasado, ya que en la actualidad el proyecto GAP (Proyecto de Anatolia Suroriental) amenaza con comprometer aún más el suministro de agua de Irak y de Siria a través de la construcción de 22 presas y 19 presas hidroeléctricas en el sur de Turquía .
Además de las disputas por los recursos naturales, el apoyo de Hafez al-Assad al Partido de los Trabajadores de Kurdistán (PKK) en las décadas de 1980 y 1990 dificultó enormemente las relaciones entre los dos países. Sin embargo, el conflicto se evitó por completo con la firma del Protocolo de Adana en 1998. Otra fuente de discordia entre Siria y Turquía han sido las reclamaciones territoriales hechas por ambas naciones sobre la provincia de Hatay, todavía reivindicada por Siria, pero administrada por Turquía, quien la incorporó a su territorio en 1939.
A pesar de las cuestiones mencionadas, Siria y Turquía disfrutaron de una buena relación durante la década anterior a la Primavera Árabe y a las revoluciones del verano de 2011. La respuesta internacional a la reacción del régimen sirio ante los levantamientos fue variada, y Turquía no estuvo segura de qué posición tomar hasta que, finalmente, optó por apoyar a la oposición rebelde. Así, Turquía ofreció protección en su territorio a los rebeldes y abrió sus fronteras a los refugiados sirios. Esta decisión señaló la etapa inicial del declive de las relaciones entre Siria y Turquía, pero la situación empeoró significativamente después del derribo de un avión turco el 22 de junio de 2012 por parte de las fuerzas sirias. Esto dio lugar a enfrentamientos fronterizos, pero sin la intervención directa de las Fuerzas Armadas turcas.
Desde la perspectiva de la política exterior, hubo dos razones principales para revertir la política de no intervención de Turquía. El primer motivo fue una serie creciente de ataques del Estado Islámico (ISIS) en julio de 2015 en Suruc, la Estación Central en Ankara y el Aeropuerto Atatürk en Estambul. La segunda razón, y posiblemente la más importante, fue el temor de Turquía a la creación de un protoestado kurdo en sus países vecinos: Siria e Irak. Esto condujo al lanzamiento de la Operación Escudo del Éufrates (también conocida como Ofensiva de Jarablus), considerada una de las primeras acciones militares directas de Turquía en Siria desde que comenzó la SCW. El objetivo principal era asegurar un área en el norte de Siria libre de control de las facciones ISIS y del Partido de la Unión Democrática (PYD). La Ofensiva de Jarablus fue apoyada por el Artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas (el derecho de las naciones a la legítima defensa), así como varias resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas (Nos. 1373, 2170, 2178) correspondientes a la responsabilidad global de los países para luchar contra el terrorismo. A pesar de ser un éxito en el cumplimiento de sus objetivos, la ofensiva de Jarablus terminó prematuramente en marzo de 2017, sin que Turquía descartase la posibilidad de intervenciones futuras similares.
Internamente, la intervención militar y la postura asertiva de Erdogan apuntaban a obtener el apoyo público de los partidos nacionalistas turcos, especialmente el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) y el Partido de la Gran Unidad (BBP), así como el respaldo general del público para los cambios constitucionales que entonces se proponían. Eso le daría a Erdogan mayores poderes ejecutivos como presidente. Consecuentemente, una campaña de distracción en el extranjero fue más que bienvenida, dado el malestar interno creciente y el descontento general, tras el intento de golpe en julio de 2016.
A pesar de la asertividad que Turquía muestra hacia Siria, la intervención militar turca no indica fortaleza. Por el contrario, la invasión efectiva de Erdogan en el norte de Siria ocurrió tras las disputas (entre Siria e Irak) que amenazaban con socavar los objetivos turcos, tanto en el interior como en el exterior. Por ello, la injerencia limitada de Estados Unidos (EE.UU.) y el fracaso de las fuerzas rebeldes para derribar el régimen de Assad significó la perpetuación de la amenaza terrorista; y, lo que es más importante, el continuo fortalecimiento de las facciones kurdas, que suponían la fuerza más efectiva contra el ISIS. En efecto, el éxito de los kurdos en la coalición anti-ISIS les había ayudado a obtener un reconocimiento mundial similar al de la mayoría de los estados-nación; reconocimiento que supuso un mayor apoyo financiero y el aumento de provisión de armas. Una región kurda, armada y ganando legitimidad por sus esfuerzos en la lucha contra el ISIS, es sin duda la razón principal de la intervención militar turca. De todos modos, la creciente influencia kurda ha dado lugar a una actitud cambiante y ambigua de Turquía frente al Assad a lo largo de la SCW.
▲Visita de Erdogan al comando de la Operación Rama de Olivo, en enero de 2018 [Presidencia de Turquía] |
Postura cambiante de Turquía frente a Assad
Mientras que Turquía apoyó agresivamente la destitución de Assad al comienzo de la SCW, esta postura ha ido quedando relegada, cada vez más, a un segundo plano; con respecto a otras cuestiones más importantes de la política exterior de Turquía con sus estados vecinos, Siria e Irak. De hecho, declaraciones recientes de funcionarios turcos reconocen abiertamente la resiliencia del gobierno de Assad, un hecho que abre la puerta a la futura reconciliación entre ambas partes. Estas declaraciones también refuerzan una opinión muy profusa, según la cual, Assad será una pieza clave en cualquier futuro acuerdo sobre Siria. Así, el 20 de enero de 2017, el vice-primer ministro de Turquía, Mehmet Şimşek, dijo: "No podemos seguir diciendo que Assad debería irse. Un acuerdo sin Assad no es realista".
Esta relajación de la retórica hacia Assad coincide con un cambio positivo en las relaciones de Turquía con los aliados del régimen sirio en el conflicto (Irán y Rusia), en sus intentos por lograr una resolución del conflicto. Sin embargo, la posición oficial turca respecto a Assad carece de consistencia, y parece ser muy dependiente de las circunstancias.
Recientemente, tuvo lugar una guerra de palabras iniciada por Erdogan con el presidente sirio, en la que el presidente turco acusó a Assad de ser un terrorista. Además, Erdogan rechazó cualquier tipo de negociación con Assad sobre el futuro de Siria. Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores sirio, Walid Muallem, respondió acusando a Erdogan de ser responsable del derramamiento de sangre del pueblo sirio. El 2 de enero de 2018, fuerzas leales a Assad dispararon proyectiles hacia territorio turco. Dicho lanzamiento provocó una respuesta inmediata de Turquía. El 18 de enero, Mevlüt Çavusoglu (ministro de Exteriores turco) anunció que su país tenía la intención de llevar a cabo una intervención aérea en las regiones sirias de Afrin y Manbij.
Unos días más tarde, la Operación Rama de Olivo fue lanzada, con el pretexto de crear una "zona de seguridad" en Afrin (en la provincia siria de Alepo); aunque se ha centrado casi totalmente en expulsar lo que Erdogan llama "terroristas" kurdos, que en realidad se componen de facciones kurdas respaldadas por EE.UU. Estos grupos kurdos han desempeñado un papel crucial en la coalición anti-ISIS. La operación se inició, supuestamente, en respuesta a los planes de EE.UU. de crear una fuerza fronteriza de 30.000 kurdos sirios. Erdogan declaró en un discurso reciente: "Un país al que llamamos aliado insiste en formar un ejército del terror en nuestras fronteras. ¿A quién puede atacar ese ejército terrorista sino a Turquía? Nuestra misión es estrangularlo antes de que nazca". Esto ha empeorado significativamente las relaciones entre ambos países, y ha desencadenado una respuesta oficial de la OTAN, en un intento por evitar la confrontación entre aliados de la OTAN en Manbij.
EE.UU. está buscando un equilibrio entre los kurdos y Turquía en la región, pero ha mantenido su apoyo formal a las SDF. Sin embargo, según el analista Nicholas Heras, EE.UU. no ayudará a los kurdos en Afrin, ya que solo intervendrá en las áreas de misión contra el ISIS; comenzando por Manbij y hacia el Este (por lo tanto, Afrin no está bajo la protección militar de los EE. UU.).
Impacto del conflicto sirio en las relaciones internacionales de Turquía
El conflicto sirio ha tenido un fuerte impacto en las relaciones turcas con un amplio abanico de actores internacionales; de los cuales, los más importantes tanto para Turquía como para el conflicto son Rusia, Estados Unidos, la Unión Europea e Irán.
El derribo de un avión ruso SU-24 en 2015 provocó un deterioro de las relaciones entre Rusia y Turquía. Sin embargo, gracias a las disculpas del presidente turco a Putin en junio de 2016, las relaciones se normalizaron, dando comienzo a una nueva era de cooperación entre ambos países. Esta cooperación alcanzó su culmen en septiembre del mismo año cuando Turquía compró un sistema de misiles de defensa S-400 a Rusia, a pesar de las advertencias de sus aliados de la OTAN. Además, la empresa rusa ROSATOM ha planificado la construcción de una planta nuclear en Turquía por un valor de 20 mil millones de dólares. Así, la colaboración entre ambas naciones se ha fortalecido en la esfera militar y la económica.
Sin embargo, a pesar del acercamiento, aún existen diferencias significativas entre ambos países, en particular con respecto a las perspectivas de política exterior. Por un lado, Rusia ve a los kurdos como aliados importantes en la lucha contra ISIS; y los considera miembros esenciales en las reuniones de resolución pacífica del posconflicto (PCR). Por otro lado, la prioridad de Turquía es llevar la democracia a Siria y prevenir el federalismo kurdo, lo que se traduce en su rechazo a incluir a los kurdos en las conversaciones de PCR. No obstante, los lazos entre Turquía y Rusia parecen ser bastante fuertes en este momento. Esto puede deberse al hecho de que la hostilidad (en el caso de Turquía, en aumento) de ambos países hacia sus contrapartes occidentales supera a sus diferencias con respecto al conflicto sirio.
La relación entre Turquía y Estados Unidos es más ambigua. Como miembros importantes de la OTAN, ambos países comparten importantes lazos de trabajo. Sin embargo, observando los acontecimientos recientes, se puede ver cómo estas relaciones se han ido deteriorando. El principal problema entre Washington y Ankara ha sido la cuestión kurda. EE.UU. apoya a las milicias de las Unidades de Protección Popular (YPG) en el SCW, sin embargo, las YPG son consideradas un grupo terrorista por Turquía. Aún no se sabe cómo evolucionará su relación, pero posiblemente ambas partes lleguen a un acuerdo con respecto a la cuestión kurda. A día de hoy (enero de 2018), el enfrentamiento en el norte de Siria está en punto muerto. Por un lado, Turquía no piensa dar su brazo a torcer en la cuestión kurda, y por otro lado, EE.UU. perdería su prestigio como superpotencia si decidiera sucumbir a las exigencias turcas. El apoyo a los kurdos se ha basado, tradicionalmente, en su papel en la campaña anti-ISIS. Sin embargo, a medida que la campaña va terminando, EE.UU. se está viendo en un compromiso intentando justificar su presencia en Siria de cualquier manera. Su presencia es crucial para mantener su influencia en la región y, lo que es más importante, para evitar la dominación del escenario en conflicto por parte de Rusia e Irán.
La negativa de los EE.UU. a extraditar a Fethullah Gülen, un enemigo acérrimo que, según Ankara, fue uno de los instigadores del fallido golpe de estado de 2016, ha tensado aún más sus relaciones. Según una encuesta del Pew Research Center, solo el 10% de los turcos confía en el presidente Donald Trump. A su vez, Turquía declaró recientemente que sus acuerdos con los EE.UU. están perdiendo validez. Erdogan subryaó que la disolución de los lazos entre ambos países afectaría seriamente el ámbito legal y económico. Además, el turco Zarrab fue declarado culpable en un juicio en Nueva York, por ayudar a Irán a evadir sanciones al permitir un plan de lavado de dinero, que se filtraba a través de bancos estadounidenses. Este ha sido un gran problema para Turquía, puesto que uno de los acusados tenía vínculos con el partido AKP de Erdogan. Sin embargo, Erdogan ha calificado el juicio como una continuación del intento de golpe de estado, y ha hecho frente a las posibles críticas organizando una campaña mediática para difundir la idea de que Zarrab fue uno de los autores de la conspiración contra Turquía en 2016.
Con respecto a la Unión Europea, las relaciones también se han deteriorado, a pesar de que Turquía y la UE mantienen fuertes lazos económicos. Como resultado de la "purga" de Erdogan después del fallido golpe de estado, el continuo deterioro de las libertades en Turquía ha tensado las relaciones con Europa. En noviembre de 2016, el Parlamento Europeo votó a favor de suspender las negociaciones de adhesión a la UE con Turquía, justificando su decisión en el abuso de los derechos humanos y el declive del estado de derecho en Turquía. Al adoptar, cada vez más, las prácticas de un régimen autocrático, el acceso de Turquía a la UE se está volviendo imposible. En un reciente encuentro entre los presidentes turco y francés, el presidente francés, Emmanuel Macron, hizo hincapié en los lazos entre la UE y Turquía, pero sugirió que no había posibilidades realistas de que Turquía se uniese a la UE en un futuro cercano.
Desde 2017, después de la victoria de Erdogan en el referéndum constitucional a favor del cambio de sistema (de un sistema parlamentario a uno presidencial), las negociaciones de acceso a la UE han cesado. Además, varios órganos europeos, que se ocupan de cuestiones de derechos humanos, han colocado a Turquía en lista "negra", basándose una evaluación, según la cual el estado de la democracia en Turquía está en grave peligro debido al AKP.
Otro tema relacionado con el conflicto sirio entre la UE y Turquía son los refugiados. En 2016, la UE y Turquía acordaron transferir 6.000 millones de euros para apoyar la recepción turca de cientos de miles de refugiados sirios. Aunque esto pareció ser el comienzo de una cooperación fructífera, las tensiones han seguido aumentando debido a la capacidad limitada de Turquía para acoger a tal número de refugiados. La crisis humanitaria en Siria es insostenible: más de 5 millones de refugiados han abandonado el país y solo un pequeño número de ellos ha recibido suficientes recursos para recomenzar sus vidas. Este problema continúa creciendo día a día, y más de 6 millones de sirios han sido desplazados dentro de sus fronteras. Turquía acoge, a día de hoy, a más de 3 millones de refugiados sirios y, por consiguiente, las políticas de Ankara han resultado influenciadas en gran medida por esta crisis. El 23 de enero, el presidente Erdogan afirmó que las operaciones militares de Turquía en Siria terminarían cuando todos los refugiados sirios en Turquía pudieran regresar sanos y salvos a su país. La ayuda humanitaria está siendo enviada a los civiles en Afrin, en donde Turquía lanzó la última ofensiva contra los milicianos kurdos del YPG.
Con respecto a la relación entre Irak y Turquía, en noviembre de 2016, cuando las fuerzas iraquíes llegaron a Mosul para luchar contra el Estado Islámico, Ankara anunció que enviaría el ejército a la frontera iraquí, para prepararse ante los posibles desenlaces en la región. El ministro de Defensa turco agregó que no dudaría en actuar si se cruzaba la línea roja de Turquía. Este recibió una respuesta inmediata del primer ministro iraquí, Haidar Al-Abadi, quien advirtió a Turquía que no invadiera Irak. A pesar de esto, en abril de 2017, Erdogan sugirió que en etapas futuras, la Operación Escudo del Eufrates se extendería al territorio iraquí: "una operación futura no solo tendrá una dimensión siria, sino también una dimensión iraquí. Al Afar, Mosul y Sinjar están en Irak "
Finalmente, Rusia, Turquía e Irán han cooperado en el marco de las negociaciones de Astana por la paz en Siria, a pesar de tener intereses algo divergentes. En una reciente llamada entre el presidente iraní Rouhani y Erdogan, el presidente turco expresó su esperanza de que las protestas en Irán, que ocurrieron a fines de 2017, terminen. Las relaciones entre los dos países son extrañas: en la SCW, Irán apoya al gobierno sirio (chiíta), mientras que Turquía apoya a la oposición siria (suní). Algo similar ocurrió en la intervención de 2015 en Yemen, donde Turquía e Irán apoyaron a las facciones opuestas. Esto ha llevado a disputas entre los líderes de ambos países, sin embargo, tales tensiones se han aliviado desde que Erdogan realizó una visita a Irán para mejorar su relación. La crisis diplomática de Qatar también ha contribuido a esta dinámica, ya que colocó a Irán y Turquía contra Arabia Saudí y a favor de Qatar. Aunque existe un elemento duradero de inestabilidad en las relaciones entre ambos países, su relación ha ido mejorando en los últimos meses, ya que Ankara, Moscú y Teherán han logrado cooperar en un intento de superar sus diferencias para encontrar una solución al conflicto sirio.
¿Qué le espera a Turquía en Siria?
Gracias a las negociaciones en Astana, un futuro acuerdo de paz en la región parece posible. Las zonas de “cese de hostilidades” son un primer paso necesario, para preservar algunas áreas de la violencia de la guerra, como señalaba el plan estratégico turco desde los inicios. Dicho esto, el resultado se complica por una serie de factores: la fortaleza de las facciones kurdas es un elemento de discordia importante, así como una fuente de conflicto para los poderosos que manejarán la transición en el posconflicto.
Hay dos factores principales que, claramente, han impactado las decisiones sobre política exterior de Turquía, en relación con el conflicto sirio. El primero tiene que ver con la larga y compleja historia de Turquía y sus minorías kurdas, así como su obsesión por evitar que los kurdos alcancen un grado de autonomía territorial. De conseguirse, ello envalentonaría a los kurdos turcos y amenazaría la integridad territorial de Turquía. Turquía atacó unilateralmente posiciones de la oposición kurda, incluidas algunas respaldadas por un aliado de la OTAN (los EE.UU.), demostrando así hasta donde es capaz llegar para asegurarse que los kurdos no formen parte de la solución al finalizar la guerra civil. Todo esto produce incertidumbre y aumenta las posibilidades de que surjan nuevos conflictos en Siria.
El segundo factor está relacionado con la naturaleza cambiante del gobierno en Turquía, con un alejamiento del modelo occidental-democrático hacia un modelo más autoritario y cuasi teocrático, tomando a Rusia e Irán como aliados políticos. En su pivote hacia el este, Turquía mantiene un frágil equilibrio, teniendo en cuenta que sus objetivos difieren de los de sus nuevos amigos (Rusia e Irán), con respecto al resultado político en Siria. Los acontecimientos recientes indican, sin embargo, que Turquía parece estar llegando a un acuerdo sobre la cuestión de Assad, a cambio de obtener más flexibilidad para tratar con la cuestión kurda (parte de la coalición anti-ISIS), que considera una amenaza para su seguridad nacional.
Actualmente, en enero de 2018, la relación entre Turquía y EE.UU. parece estar en un punto muerto, especialmente en relación al grupo SDF respaldado por EE.UU. Erdogan ha declarado que, después de su operación en Afrin, continuará con un movimiento hacia Manbij. Por tanto, bajo los auspicios de la OTAN, se está negociando un acuerdo para delinear claramente las zonas en las que ambos países están militarmente activos. Existe una gran incertidumbre, con respecto a cuánto tiempo pueden durar tales acuerdos de partición (bajo el pretexto de una coalición anti-ISIS), antes de que estalle un nuevo conflicto. Sin embargo, parece probable que uno de los dos escenarios posibles ocurrirá para evitar el posible estallido de la guerra entre las grandes potencias en Medio Oriente.
Existen dos opciones. O se llega a un acuerdo con respecto al futuro papel de las SDF y otras facciones kurdas, con el consentimiento de Turquía, o bien, de lo contrario, EE.UU. retirará su apoyo a los kurdos, basándose en el mandato según el cual su alianza se limitaba a la lucha conjunta en la coalición anti-ISIS. En este último caso, EE.UU. se arriesga a perder la ventaja política y militar que le otorgan los kurdos en la región. También se arriesga a perder la confianza de sus aliados kurdos, un hecho que podría tener serias repercusiones estratégicas en la implicación de EE.UU. en esta región.