Larga sequía en la venta de armas de Rusia a Latinoamérica

Larga sequía en la venta de armas de Rusia a Latinoamérica

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13 | 05 | 2023

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El fin de la ‘década de oro’ económica y del ‘ciclo bolivariano’ devuelven las exportaciones rusas a la región a su reducido nivel previo

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Defile de la Victoria de 2023 en la Plaza Roja de Moscú [TV rusa]

Rusia acumula ya cinco años sin vender armas a Latinoamérica. Sin conflictos ni amenazas directas a su seguridad, la región suele estar a la cola en la compra de armamento. No obstante, los importantes ingresos que tuvieron sus países gracias al ‘boom’ de las materias primeras llevaron a un incremento del gasto y Rusia fue el proveedor más beneficiado, coincidiendo con el frente anti-estadounidense alentado por Hugo Chávez. Acabado ese singular periodo económico hace ya diez años, la adquisición de armamento ha descendido y también el papel de Rusia. De momento, el interés de Moscú en penetrar en una zona de tradicional influencia de EEUU, devolviéndole la presión que Washington aplica a Rusia en Ucrania, no se ha traducido en un resurgir de su comercio armamentístico con Latinoamérica, en la que pesa mucho la presente crisis económica.

Rusia es el segundo mayor exportador de armas del mundo, después de Estados Unidos y por delante de Francia, China y Alemania. Por su parte, América Latina constituye un amplio mercado que durante el ‘boom’ económico de su ‘década de oro’ (2004-2014) aumentó notablemente su volumen de compras, especialmente en su primer lustro. Coincidiendo ello, en el ámbito político, con el llamado ‘ciclo bolivariano’, ese aumento del gasto militar primó a Rusia como proveedor, que ocasionalmente superó a Estados Unidos como principal suministrador de armas a la región, gracias sobre todo a los pedidos de la Venezuela de Hugo Chávez.

Terminado el periodo de bonanza económica, sin embargo, las adquisiciones totales de armas descendieron. Si en 2010-2014 las compras de material militar por parte de Latinoamérica fueron el 10% de las transferencias globales de armas, en 2015-2019 cayeron al 5,7%, suponiendo un descenso del 40% entre ambos periodos.

El último informe de SIPRI se refiere a la horquilla más reciente de 2017-2021, que ha sido el lustro con menos operaciones de compra de armamento del último medio siglo en el caso de Sudamérica. En 2017-2021, la importación de armas de los países sudamericanos cayó un 55%, marcando una acentuación de la tendencia, plenamente acorde con el empeoramiento económico: al fin del superciclo de las materias primas siguió la crisis de la pandemia y, tras esta, se ha extendido el problema de la alta inflación.

En los últimos años solo Brasil ha mantenido un gasto sustancial, aunque en el puesto número 33 del mundo y con una caída del 17% respecto al periodo anterior (si bien tiene pendiente la entrega de 1100 vehículos blindados, 5 submarinos, 4 fragatas y 31 aviones de combate); le sigue Chile, con un aumento del 16%. El primero realizó el 37% de las importaciones de armas llevadas a cabo en Sudamérica, y el segundo el 21%.

La caída de las importaciones de armas ha ido acompañada de un descenso del protagonismo ruso en Latinoamérica. Desde 2017 ningún país de la región ha adquirido armas rusas, y en 2017 solo lo hizo Nicaragua, ya por debajo de sus volúmenes de compras anteriores. En 2015 y 2016 solo hubo tres países compradores: Brasil, Perú y Nicaragua. Las últimas adquisiciones de Venezuela fueron en 2014, mientras que las de México se dieron en 2012. En el periodo 2015-2019 Rusia solo realizó a Latinoamérica el 0,8% de sus exportaciones –volviendo al reducido nivel previo al auge ya descrito– y desde entonces no ha realizado ninguna más. En sus menguadas compras, los países latinoamericanos han mantenido otros proveedores.

Evolución de las ventas globales de Rusia

La crisis de Covid-19 y la invasión rusa de Ucrania han marcado las dinámicas del comercio internacional, incluida la compraventa de armas. Tras la pandemia, el PIB de Rusia cayó de 1,69 billones de dólares a 1,47 billones, mientras que el gasto público en defensa descendió desde 65.200 millones a 61.7100 millones, suponiendo una caída del 9,49% y del 3,94% respectivamente. Aunque la economía rusa ser ha visto perjudicada por la guerra, esta empuja a un incremento del gasto militar, que ya en 2021 creció un 2,9%, alcanzando 65.900 millones de dólares.

Está por ver cómo las sanciones internacionales afectan a la industria militar rusa, pues Rusia está encontrando modos de compensar su impacto negativo con el incremento de relaciones comerciales con varios países de Oriente Medio y Asia. La necesidad de suministros para su propio Ejército en Ucrania, que condiciona la actual producción rusa de material militar, limita su capacidad de exportación; no obstante, existen sistemas de armas que superan las urgencias rusas en sus frentes y de cuya exportación puede alimentarse una economía necesitada de ingresos.

Entre 2017 y 2021, justo antes del comienzo de la invasión de Ucrania en febrero de 2022, las exportaciones de armas de Rusia disminuyeron desde el 24% que representaban a nivel mundial hasta el 19% de 2011-2016. Sus ventas se concentraron en cuatro países (India, China, Egipto y Argelia), que supusieron el 73% de sus transferencias. El 61% de sus exportaciones fueron para Asia y Oceanía, el 20% para Oriente Medio, el 14% para África y casi el 5% restante para Europa (en el caso de Latinoamérica, en ese periodo solo hubo venta de armas rusas en 2017, a Nicaragua).

Razones del descenso en Latinoamérica

Como ya se ha señalado. el principal motivo de que la compra de armamento ruso en Latinoamérica cayera es esencialmente económico. Mientras que en la llamada ‘década de oro’ el precio de las materias primas aumentó considerablemente, permitiendo a los estados de la región, en su mayoría dependientes de esas exportaciones, modernizar e incrementar sus capacidades militares, el final de los años de bonanza económica en 2014 supuso que los países redujeran su gasto militar. Luego vino la crisis del Covid y el actual periodo inflacionario, que han sometido a especial estrés los presupuestos nacionales.

No obstante, existen otras razones. Una tiene que ver con la coyuntura política. Los gobiernos de izquierda que se alinearon con el ALBA –el frente político regional organizado por Chávez– primaron con sus ingresos económicos de entonces, en varios casos, la compra de armas a Rusia. En especiales dificultades financieras ahora varios de ellos, los países que más han seguido gastando en armamento no son los que estaban encuadrados en el «bolivarianismo». Brasil es el mayor importador, y en los últimos años ha tenido a Franca, Italia, Reino Unido y Estados Unidos como principales proveedores. México, que en el pasado había hecho compras a Rusia, solo hizo algunas adquisiciones en 2020 y 2021 y fue a otros países, sobre todo a Países Bajos y Estados Unidos. Las últimas compras de Perú, en 2016, procedía básicamente de Corea del Sur y España.

Ni siquiera las dictaduras en que han derivado dos de los países de la liga bolivariana han hecho sus encargos a Rusia. Nicaragua hizo unas compras aisladas en 2021, a Países Bajos, mientras que Venezuela compró en 2020 a Países Bajos y España.

La ley estadounidense para contrarrestar a adversarios a través de sanciones (CAATSA por sus siglas en inglés), promulgada en 2017, también ha contribuido a esa reducción en la compra armas a Rusia. Es el caso de México que en 2020 pretendió comprar helicópteros rusos, pero prefirió no verse perjudicado por la normativa de Washington. Esta ley amenaza con imponer sanciones a quienes comercien con Rusia, Irán o Corea del Norte en materia de tecnología y equipamiento militar. La región ha buscado así nuevos socios comerciales como Suecia, Francia y Corea del Sur. Estados Unidos sigue siendo el mayor socio comercial de armamento en Latinoamérica.

Otro aspecto que puede influir en la comercialización de las armas rusas es su grado de desarrollo tecnológico. Si bien la actuación militar de Rusia en 2008 en Georgia fue un éxito, quedó claro que había ciertas deficiencias en su armamento. Por ello, en 2010 Rusia anunció un plan de modernización de su equipamiento militar de diez años de duración, aumentando su presupuesto de defensa y destinando 650.000 millones de dólares para renovar su ejército. Moscú ha logrado impacto en el mercado con algunos desarrollos, como sus sistemas de defensa antiaérea, pero la invasión de Ucrania está demostrando, aún más que la campaña de Georgia, el carácter obsoleto de buena parte del material ruso, lo que perjudica su imagen como exportador de armamento. Tampoco ayuda a su reputación el que Rusia tenga que contar para su campaña en Ucrania con la ayuda de algún país de menor nivel, como Irán.

Por otra parte, la confrontación entre Rusia y Ucrania desde 2014 restó ya a Moscú un destacado cliente, pues entre 2009 y 2013 la dependencia de los componentes y subsistemas militares ucranianos respecto a Rusia era cercana al 87%. El posterior acercamiento de Kiev a la OTAN y el presente conflicto dejan a Rusia sin ese mercado vecino, lo que ha reforzado su giro comercial hacia Asia (con nuevos clientes como Myanmar, Malasia e Indonesia). Asimismo, ha de tenerse en cuenta que esa orientación asiática va verse reforzada por las sanciones económicas y la necesidad de nuevos mercados para sus hidrocarburos.

Si bien en la crisis ucraniana de 2014 Moscú anunció interés en tener bases militares con Nicaragua, Venezuela y Cuba –un deseo de presionar a EEUU en su ‘patrio trasero’, algo expresado de nuevo ocho años después al estallar el presente conflicto–, lo cierto es que eso no ha ocurrido y la relación económica tampoco ha dado ningún salto, ni siquiera en el orden armamentístico. Es más, con la llegada de los gobiernos de centroderecha a Brasil, Chile y Argentina, cuando el fin del ‘boom’ del precio de las materias primas coincidió también con el fin del ciclo político ‘bolivariano’, la compraventa de armas a Rusia descendió́ notablemente. Aunque influía la cuestión ideológica, pesaban sobre todo las dificultades económicas, de forma que una nueva ola posterior de presidentes de izquierda no ha supuesto un relanzamiento de las importaciones de armas desde Rusia, al menos de momento.

La guerra de Ucrania empuja al Kremlin a buscar aliados en el mundo, y un área de interés para Moscú es el de la exportación de armas. En agosto de 2022, en la inauguración del Foro Técnico-Militar Internacional Ejército-2022, Putin declaró que Rusia aprecia sus fuertes lazos con América Latina, Asia y África, y está listapara ofrecer a socios y aliados los tipos de armas más modernas desde armas pequeñas hasta vehículos blindados y artillería, aviones de combate y vehículos aéreos no tripulados.

En las votaciones realizadas en la ONU la mayoría de los países latinoamericanos ha condenado la agresión de Rusia sobre Ucrania (la resolución del pasado 23 de febrero solo tuvo el rechazo de Nicaragua y la abstención de Bolivia, Cuba y El Salvador, además de registrarse la ausencia de Venezuela). No obstante, los países más grandes–Brasil, México, Argentina y Colombia– han querido mantener en general una aparente equidistancia, que más bien beneficia al Kremlin. Sobre esa base puede volver a crecer la venta de armas rusas a la región, pero para que sea efectiva tiene que hacer una recuperación económica que permita un mayor gasto militar.