Iceberg Madariaga

Iceberg Madariaga

RESEÑA

25 | 04 | 2023

Texto

Universalista en la Sociedad de Naciones, conciliador de las Españas: el pensamiento y la acción de un liberal con renombre, pero poco divulgado

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Portada del libro de Santiago de Navascués ‘Salvador de Madariaga. El hombre que entró por la ventana’ (Madrid: Marcial Pons, 2023) 347 páginas

Cuarenta y cuatro años después de su fallecimiento en Locarno, Suiza, Salvador de Madariaga sigue siendo un perfecto desconocido para la mayoría de los españoles. Lo es a pesar de su enorme talla intelectual; de su ingente e importante producción literaria, parte de la cual no ha merecido aún traducción a su lengua materna; de su carácter poliédrico; del amplio reconocimiento internacional que recibió en vida –como tantas veces sucede entre españoles, más apreciado en el extranjero que en su propio país, en el que es ignorado, cuando no vilipendiado–; o de su talante conciliador, que tan bien encarna el espíritu que recorrió España al final de la década de los años setenta del pasado siglo, y que tanto urge ahora rescatar de la polarización que atenaza al país.

‘Salvador de Madariaga. El hombre que entró por la ventana’ ve la luz con la voluntad de divulgar la vida y obra de este gallego universal que soñó una España distinta a la que le tocó vivir: una nación atormentada que llevó a sus hijos a una cruenta guerra civil y a largos años de desencuentro cuyo final el pensador creyó atisbar antes de su muerte en 1978.

La obra, tesis doctoral del joven historiador Santiago de Navascués, sería ya una aportación notable a la historiografía de la España contemporánea sólo por ofrecer la que, probablemente, sea la mejor semblanza de este polifacético personaje quien, de forma sorprendente, no había sido hasta ahora biografiado de una forma tan completa.

El mérito del autor, no obstante, no se limita a esto pues, además de ello, hace un estudio riguroso y desapasionado, basado en el profundo análisis de múltiples fuentes primarias relacionadas con el personaje, en una lectura concienzuda de su obra, y en un exhaustivo conocimiento del contexto histórico en que Madariaga vivió y trabajó. Y lo hace, además, con un alarde de estilo literario notable. El dominio del castellano que exhibe a lo largo de toda la obra, que no puede ser sino el resultado de años de siembra en un entorno de amor a la lectura y al estudio, es sobresaliente, como lo son la riqueza y precisión del vocabulario que utiliza, o la viveza narrativa con la que trenza un texto accesible y muy ameno que captura todos los matices de la personalidad del protagonista y la evolución de sus posicionamientos políticos.

El Madariaga que nos ofrece esta obra es un personaje difícilmente clasificable. Ingeniero de formación, dedicó su vida a la literatura, al mundo académico, y al periodismo, pero, sobre todo, a las relaciones internacionales, entregado a las causas del internacionalismo y de la cooperación y paz internacionales desde los diferentes puestos que ocupó en la Sociedad de Naciones, de cuya Sección de Desarme llegó a ser el máximo responsable o, en el extranjero también, al servicio de una Segunda República que, como a muchos otros, acabó defraudándole profundamente.

Hombre de talante abierto y conciliador, Madariaga cultivó amistades con personajes de distintas adscripciones políticas y tan diferentes entre sí como Ramiro de Maeztu, Fernando de los Ríos o Julián Besteiro. Su carácter, unido a su adscripción liberal, un tanto heterodoxa –lo que le llevaba a autodefinirse como un ‘liberal herético’–, le valió no pocas incomprensiones, críticas e, incluso, enemistades, procedentes de ambos lados del espectro político. Conocidas en ese sentido son, por ejemplo, las controversias que mantuvo con intelectuales como Ortega y Gasset –quien, de una forma tan conocida como incisiva, definió al gallego como un “tonto en cinco idiomas”– o como Claudio Sánchez Albornoz.

Convencido del valor de la cooperación internacional; defensor a ultranza de la Sociedad de Naciones y del internacionalismo, aún en contra del signo de los tiempos –lo que le valió sobrenombres como los de ‘Don Quijote de La Manchuria’ o ‘conciencia de la Sociedad de Naciones’–; apóstol del liberalismo internacional; promotor incansable de la idea del federalismo europeo; anticomunista radical; antifranquista acérrimo, en gran medida por la inquina personal que sentía por un Generalísimo que expolió sus propiedades españolas, Madariaga fue siempre un hombre contradictorio que, sin ser cristiano, veía al cristianismo como un garante de la libertad, y al mismo Cristo, junto con Sócrates, como el fundamento del espíritu europeo; o que arrostró acusaciones de proximidad o, incluso, colaboracionismo con el régimen del general Franco cuando abogó por la idea de la democracia ‘orgánica’ que tan próxima al Movimiento Nacional llegó a ser. Sin embargo, en medio de todos estos vaivenes, el liberalismo aparece constantemente como un ‘leitmotiv’ en la biografía de Madariaga, incluso cuando su mundialismo se enfríe o cuando, en la última parte de su vida, avance hacia posturas más conservadoras.

Con la fuerza y la solidez de su exposición, Santiago de Navascués deja claro, que, con independencia del juicio personal que merezcan sus postulados políticos o vitales, Salvador de Madariaga ha sido uno de los personajes que han brillado a mayor altura intelectual en la España del siglo XX. Rescatar del olvido su figura es una tarea meritoria en la que se empeña este buen historiador, a cuya evolución y futura producción convendrá prestar atención.