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Sheinbaum presenta en una ‘mañanera’ su libro ‘Diario de una Transición Histórica’, en cuya portada aparece junto a su antecesor [Presidencia de México]
Andrés Manuel López Obrador, presidente número 65 de México y fundador del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), cedió el poder en 2024 a su sucesora y aliada política, Claudia Sheinbaum. Su gobierno se distinguió por un liderazgo personalista y populista, bajo el lema de la ‘Cuarta Transformación’ (4T), que priorizó la justicia social y el fortalecimiento del Estado, pero dejó profundos retos en materia de seguridad, institucionalidad y polarización política.
Morena, por su parte, pasó de ser un movimiento de protesta a consolidarse como un partido hegemónico, evocando los tiempos de la “dictadura perfecta” del PRI (1929–2000), como los llamó Mario Vargas Llosa. AMLO dejó no solo a su sucesora sino una serie de reformas aprobadas tras su salida que han transformado el sistema político mexicano. En este nuevo escenario político surge una pregunta central: ¿quién gobierna realmente México hoy, la presidenta Sheinbaum o el líder moral de Morena, Andrés Manuel López Obrador?
El legado político de AMLO
Primero que nada, es fundamental entender que AMLO construyó un modelo político enraizado en la legitimidad popular más que en la institucional. A través de populismo social y control narrativo, estableció una base de apoyo sólida donde la ciudadanía se siente directamente identificada con el poder político. Su proyecto de la Cuarta Transformación busca que la legitimidad del Estado emane del pueblo, no de instituciones tradicionales.
El propio término ‘cuarta transformación’ quiere enaltecer la imagen del partido Morena y su líder, puesto que lo sitúa en el mismo escalón que los héroes históricos que formaron parte de las tres ‘transformaciones’ anteriores. De esta forma AMLO se colocó propiamente como una futura figura histórica encabezando el renacimiento de México bajo la 4T, por lo que sus seguidores lo admiran casi como a un ‘líder revolucionario’. AMLO realizó más de 1.400 ‘mañaneras’ en seis años, controlando la agenda mediática sin intermediarios. Sheinbaum mantiene este formato, beneficiándose de la legitimidad heredada, pero limitando su capacidad de diferenciación.
En lo económico, AMLO priorizó el fortalecimiento del Estado usando empresas públicas como PEMEX y CFE, en detrimento de inversionistas extranjeros. También militarizó varias tareas civiles, desde la seguridad pública hasta la construcción de infraestructura, normalizando drásticamente la presencia del ejército en la vida cotidiana del país.
En resumen, López Obrador dejó a su sucesora un país más consciente de la desigualdad y por ende más dividido socialmente, donde el carisma presidencial mantiene a la oposición débil. El sexenio de López Obrador no terminó con su salida: su legado institucional, simbólico e ideológico sigue definiendo los límites de la política mexicana.
El poder residual de AMLO
“La sombra de Andrés Manuel López Obrador atormentará a su sucesora”, tituló ‘The Economist’ reflejando la realidad actual de la presidenta Sheinbaum. Lidera un país donde el expresidente sigue marcando la agenda pública sin ocupar ningún cargo. AMLO conserva más del 66% de aprobación ciudadana más de un año después de dejar el cargo, cifra excepcional para un expresidente mexicano. Este respaldo convierte sus opiniones en instrucciones políticas: lo que AMLO aprueba prospera; lo que critica se frena.
A través del control de Morena y la lealtad de gobernadores, senadores y diputados, mantiene capacidad de decisión sobre candidaturas, reformas y alianzas. Según el Wilson Center, “su movimiento funciona más como una estructura vertical que como un partido democrático”. Por ende, podemos interpretar que México tiene un doble liderazgo; la presidenta gobierna, pero el fundador del movimiento dicta la dirección del país.