Qatar: invertir en escaparate deportivo para ganar talla geopolítica

Qatar: invertir en escaparate deportivo para ganar talla geopolítica

ARTÍCULO

22 | 11 | 2022

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La celebración del Mundial de Fútbol pone al emirato en el centro de críticas por su historial en derechos humanos, pero también le supondrá beneficios políticos internacionales

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Imagen promocional de Qatar 2022

El Mundial de Qatar, que acaba de comenzar y se desarrollará a lo largo de los meses de noviembre y diciembre de 2022, es la edición con mayor coste económico y humano de la historia de la competición. La inversión económica, de unos 230.000 millones de dólares, es casi 15 veces superior al siguiente mundial más caro, y el coste en vidas solo es comparable con el mundial de 1978, que se celebró en Argentina durante la dictadura militar de Videla. A pesar de ciertos aspectos negativos, el Mundial también tendrá sus réditos positivos para los intereses geopolíticos del país.

 

Ante una inversión de tal calibre realizada por Qatar en la organización del Mundial, es importante entender que los retornos económicos no son lo que mueve al emirato a acoger esta competición, pues se estima que “únicamente” recuperará 20.000 millones de dólares con el torneo. Qatar espera dos grandes beneficios no económicos con la celebración del Mundial: por una parte, blanquear su imagen de estado autoritario con un nutrido historial de violaciones de los derechos humanos, y por otra parte emplear el Mundial como un foro internacional en el que probablemente serán centrales los temas de seguridad regional de Oriente Medio.

Costes económicos y humanos

En 2010, tras un proceso de selección que continúa siendo investigado por numerosas acusaciones de corrupción, la FIFA concedió la organización de los Mundiales de fútbol de 2018 y 2022 a Rusia y Qatar, respectivamente.

Las acusaciones de corrupción no pararon los pies a Qatar, que ha invertido en la organización del torneo alrededor de 230.000 millones de dólares, lo que sitúa el Mundial de 2022 como el más caro de la historia, por encima de Brasil 2014 (15.000 millones) y de Rusia 2018 (11.600 millones). La cifra tan elevada y la enorme diferencia con el coste de otras ediciones tiene en realidad una explicación sencilla: el gasto estrictamente deportivo ronda los 10.000 millones de dólares, pero Qatar ha aprovechado el Mundial para realizar enormes inversiones en infraestructuras de transporte y alojamiento por todo el país que, sin ser estrictamente deportivas, eran imprescindibles para que fuera viable celebrar un evento del calibre del Mundial.

Tanto la celebración del Mundial como las enormes inversiones en infraestructura son parte del plan “Qatar National Vision” 2030, establecido en 2008 para modernizar el país y convertirlo en una importante potencia regional, y que pone un foco muy importante en el deporte.

Por otra parte, el coste humano que ha supuesto la preparación del Mundial es uno de los aspectos que ha suscitado las críticas más duras. ‘The Guardian’ reveló en una investigación que, desde la concesión de Qatar como sede del Mundial, han muerto en el país en torno a 6.500 trabajadores, la mayoría inmigrantes provenientes de India, Nepal y Bangladesh. La cifra se debe en parte al brutal sistema “Kafala” que daba a los empresarios un poder desmesurado sobre los trabajadores, y que, pese a ser oficialmente abolido, continúa vigente en la práctica en muchos aspectos. La cifra de fallecidos en proporción con el número de deportistas que participará en el Mundial es de 7,8 trabajadores muertos por cada futbolista que pisará el terreno de juego.

Blanqueamiento deportivo

En su plan de modernización de 2008 Qatar estableció el deporte como un pilar del proceso de modernización del país, y las numerosas inversiones realizadas desde entonces en el ámbito deportivo muestran la seriedad del plan.

El principal uso que ha dado Qatar al deporte hasta ahora es el blanqueamiento internacional de su imagen, algo que se conoce como “blanqueamiento deportivo” o sportswashing, que puede definirse como el uso del deporte de distintas maneras por parte de países autoritarios para blanquear su imagen de violaciones de los derechos humanos y otras atrocidades de cara al resto del mundo. Internamente, también se puede utilizar el deporte para justificar políticas que de otro modo resultarían inaceptables, como los desalojos masivos de indigentes en EEUU y Japón justificados en su día por la preparación para los Juegos Olímpicos.

De cara el exterior, el blanqueamiento deportivo se manifiesta en cinco actividades diferentes, que se pueden combinar en una estrategia deliberada, como ha hecho Qatar: propiedad de equipos de futbol profesional, patrocinio de equipos y competiciones, organización y participación en competiciones internacionales, y uso de deportistas conocidos como embajadores.

Qatar dio dos grandes pasos en su estrategia de blanqueamiento deportivo en 2010, cuando, además de conseguir el derecho a organizar el Mundial de 2022, la compañía de aerolíneas del país pagó 163 millones de dólares al FC Barcelona para patrocinar sus camisetas y comenzar a darse a conocer en el mundo del fútbol.  

Apenas un año después, en 2011, el emir de Qatar Tamim bin Hamad Al Thani compró el Paris Saint Germain a través del grupo Qatar Sports Investment, liderado por Nasser Al-Khelafi. Aunque la cifra de la compra del club rondaba los 100 millones de euros, desde 2011 el estado de Qatar ha invertido en el PSG unos 1.300 millones, provocando dos investigaciones por parte de la UEFA respecto a las reglas de juego limpio financiero, y llevando finalmente a que el club cambiara de modelo para cumplir con las normas, pero sin perder la estrecha relación con Qatar, que sencillamente cambió de forma a una más aceptable para la UEFA.

Todos los movimientos de Qatar en el ámbito deportivo desde que el país fue seleccionado como sede para el Mundial de 2022 han ido encaminados a presentarse al mundo a través del deporte y, según se ha ido acercando la fecha de inicio del torneo, los esfuerzos en ese sentido se han ido redoblando. Qatar ha mostrado cada vez más su poderío económico a través del fútbol, llegando, por ejemplo, a fichar a David Beckham como embajador deportivo del país por una cifra que ronda los 200 millones de dólares.

En general, a pesar de la enorme inversión que se ha llevado a cabo, la estrategia de Qatar de blanquear su imagen a través del Mundial no ha sido exitosa. Al contrario, durante los doce años desde la concesión del torneo ha puesto el foco en el historial de derechos humanos del país, así como en las acusaciones de corrupción y sus intereses para organizar el torneo.

Seguridad y “diplomacia de los palcos”

Aunque el Mundial sea parte de la estrategia de poder blando y blanqueamiento de Qatar, está mucho más ligado a las cuestiones de seguridad de lo que parece. Y es que buena parte de la estrategia de defensa del país pasa precisamente por el poder blando. Por eso, aunque la imagen de Qatar no vaya a mejorar todo lo deseado, la celebración del Mundial puede todavía ser muy beneficiosa para el país.

A través de su posicionamiento como proveedor de energía, mediador regional, centro logístico internacional, y ahora como actor en el panorama deportivo mundial, Qatar ha buscado construir una imagen de socio fiable para los diferentes actores geopolíticos. En ese sentido, Qatar ha usado el deporte para mostrar su poder económico haciendo inversiones multimillonarias, fichajes y contratos récord y organizando un superevento como el Mundial con un desembolso nunca visto en ese ámbito. También ha aprovechado el torneo para reforzar su posición en la arquitectura de seguridad regional, con la presencia de la Royal Air Force británica en el Proyecto “Thariyat” bajo pretexto de reforzar la seguridad durante el Mundial, pero que durará medio año.

Dada la complicada arquitectura de seguridad en la región, en la que Qatar se encuentra rodeado de potencias rivales, el país ha dependido históricamente de las garantías de seguridad de sus socios, como fue el caso con el Imperio Otomano, Inglaterra y, posteriormente, Estados Unidos. Hoy en día, sigue siendo imprescindible para Qatar contar con importantes socios en materia de seguridad, e igual de importante es mostrar al mundo esas buenas relaciones con fines disuasorios, como sucede en el caso del despliegue de la aviación británica antes mencionado.

Además, los supereventos deportivos como el Mundial o los Juegos Olímpicos juegan un papel, que muchas veces pasa desapercibido, como foros internacionales en los que se celebran reuniones de alto nivel, pero en un ambiente mucho más distendido que el de las cumbres internacionales. La “diplomacia de los palcos” ha servido históricamente para reunir a líderes que no se verían en otros ambientes, como fue el caso de Vladimir Putin y Mohamed Bin Salman en el partido inaugural del Mundial de 2018 en Rusia. Para Qatar, este tipo de reuniones informales puede ser esencial en su estrategia para posicionarse como un actor regional clave e intercambiar impresiones con representantes de otros países con la tranquilidad de un ambiente informal.

Los temas que más interesan a Qatar y que sin duda se tratarán en las cumbres improvisadas de los palcos y fuera de ellos son la energía y la seguridad regional. Y cuando se hable de estos temas en el próximo mes, Qatar se habrá asegurado de que será una parte importante de la conversación.

Réditos

La estrategia de Qatar para blanquear su imagen a través del Mundial no ha sido exitosa por ahora. De momento, ha servido únicamente para centrar la atención internacional durante años en la situación de los derechos humanos en el país, generando una enorme cantidad de críticas. Sin embargo, pese a esas críticas, Qatar se ha erigido como un actor importante en el sector energético y en la arquitectura regional de seguridad.

Dada la importancia de su papel, es muy improbable que el rechazo generado por la situación de los derechos humanos conlleve un aislamiento internacional o un abandono por parte de sus socios y aliados. Al contrario, el Mundial va a servir a Qatar para mostrar al mundo sus amistades y su poder económico y militar, algo muy valioso para un país pequeño rodeado de rivales, además del papel del evento como foro internacional. En definitiva, el Mundial de Qatar va más allá del blanqueamiento deportivo, es una cuestión de seguridad de Estado.