El contexto bélico eleva el nivel de exigencia de la Armada española

El contexto bélico eleva el nivel de exigencia de la Armada española

COMENTARIO

17 | 05 | 2023

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Los ejercicios navales Esp-MINEX 23 y las apuestas para el reemplazo de buques mantienen el compromiso con los objetivos de la OTAN

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Cubierta del Juan Carlos I con diversas aeronaves [Armada]

Pese a que la guerra de Ucrania no ha sido especialmente relevante por su facción naval (al menos para el público en general), esta ha jugado sin embargo un papel clave, y ha dejado no pocas lecciones para el futuro de los conflictos navales.

El hundimiento del Moskva en abril de 2022, uno de los eventos más sonados del conflicto, es el primer hundimiento de un buque de guerra –en guerra— desde que los argentinos hundieran el HMS Sheffield de la Armada Real Británica en la guerra de las Malvinas en 1982. El ataque con drones a la base rusa de Sebastopol, en octubre del año pasado, ha sido también otro evento clave. No solo por ser el primero de estas características (usando un dron de superficie no tripulado para atracar nada menos que al buque insignia de la Flota del Mar Negro), sino porque se ha convertido en el último eslabón de una cadena de hitos históricos semejantes en la que se incluyen el ataque a Port Arthur de la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, o los ataques a Tarento y Pearl Harbor durante la segunda Guerra Mundial.

Pero las consecuencias de la guerra de Ucrania para la estrategia naval y la seguridad marítima van más allá, en una época marcada por el retorno a la confrontación entre grandes potencias. Por ello, y a propósito de uno de los últimos ejercicios navales de la OTAN, Esp-MINEX 23, celebrado en aguas españolas a comienzos de mayo, conviene destacar el inestimable papel, a veces olvidado, que juega la Armada en la seguridad de España y de sus aliados.

España, sujeto marítimo

La posición geográfica de España, como ya se ha constatado en infinidad de ocasiones, hace que esté naturalmente inclinada hacia el mar. “A caballo entre el Atlántico y el Mediterráneo”, como señalaba hace años el Almirante Fernando de Bordejé, España tiene costa en dos de los mares más importantes del mundo: se configura como la punta de lanza de Europa hacia el Atlántico, y custodia también el Estrecho de Gibraltar, de suma importancia comercial para el Mediterráneo. Un país que depende en tan grande medida del mar, para su comercio y su seguridad, se ve obligado a contar con una fuerza que le permita controlar ese comercio y usar todas las ventajas que proporciona el mar a su favor. Esto es lo que tradicionalmente conocemos como poder marítimo.

A día de hoy, los activos principales de la flota española incluyen el buque anfibio portaaeronaves L-61 Juan Carlos I (comúnmente denominado portaaviones, aunque no lo es), los dos buques de asalto anfibio L-51 Galicia y L-52 Castilla, 11 fragatas de las clases Santa María y Álvaro de Bazán, seis buques cazaminas y otros seis buques de acción marítima, entre otros. Además, cuenta también con dos submarinos de la clase Agosta (S-70), el Galerna y el Tramontana.

El portaaeronaves, buque insignia de la Armada, proporciona la capacidad de proyección de fuerza con su capacidad para embarcar hasta 30 aeronaves o bien 12 aviones F-35B, además de la fuerza de desembarco de Infantería de Marina. En el último año, el Juan Carlos I ha estado desplegado en el Mediterráneo tomando parte en ejercicios navales de la OTAN (como el Dynamic Mariner/Mavi Balina en Turquía). Por otro lado, los dos buques de asalto anfibio también se dedican a multitud de misiones, incluyendo de mantenimiento de paz y ayuda humanitaria además de su propósito principal (las operaciones anfibias).

Las fragatas se dividen en dos grupos: las seis unidades de la clase Santa María (F-80), construidas durante la década de los 80 e inspiradas en las fragatas americanas Oliver Hazard Perry, y las más modernas cinco unidades de la clase Álvaro de Bazán (F-100), construidas a principios de siglo siguiendo el modelo de los destructores americanos Arleigh Burke. Con ellas y sus capacidades de guerra antiaérea, antisubmarina y antisuperficie, nuestros marinos vigilan nuestras aguas y trabajan por el mantenimiento de la paz en muchas otras regiones del mundo junto a nuestros aliados.

Los demás buques, cada uno con una misión específica, contribuyen también a la seguridad de nuestro país, asegurando nuestras aguas y fortaleciendo nuestros vínculos con los países aliados en el Mediterráneo, el Báltico y el Atlántico.

Esp-MINEX 23 y la Armada española

Como una de las armadas más grandes e importantes de Europa, España es firme contribuyente de las misiones de la OTAN, incluyendo los grupos marítimos permanentes y las numerosas misiones en las que ha intervenido desde su ingreso en 1982. Sus buques participan activamente en la misión europea contra la piratería en el Golfo de Somalia, conocida como Operación Atalanta, tomando parte también anualmente en numerosos ejercicios multinacionales junto a otras armadas y fuerzas militares aliadas.

El ejercicio Esp-MINEX 23, que tuvo lugar la segunda semana de mayo en aguas españolas y contó con la participación de ocho buques españoles, dos italianos, dos tucos, y otro más de Francia y Grecia, es otro ejemplo más de ello. En este caso, se trata de un ejercicio de guerra de minas que se celebra anualmente, en el que también participan asiduamente la Unidad de Buceo de Medidas Contraminas y otras unidades con equipos de operación de vehículos subacuáticos no tripulados.

En el caso de la Armada española, fueron los cazaminas de la clase Segura y los buques de acción marítima (BAM), con actuaciones como limpieza de minas, operaciones de respuesta ante crisis, misiones humanitarias, misiones de mantenimiento de la paz y patrullas marítimas. A través de ellas, trabajando con las demás armadas aliadas, no sólo se logran los objetivos propios de dichas misiones, sino que se contribuye también a mejorar la interoperabilidad entre naciones y a fortalecer la cooperación en materia de seguridad. Como ha quedado patente con la guerra en Ucrania y sus consecuencias para la seguridad europea (incluidos los ataques a las infraestructuras submarinas críticas como el Nord Stream del Báltico), la labor de la Armada es ahora más fundamental que nunca.

El futuro de la Armada española

Pero ante la necesidad permanente de innovar y adaptarse a los nuevos tiempos, la Armada española se encuentra también inmersa en la ejecución de varios programas para dotar a su flota de los sustitutos adecuados cuando llegue el momento de dar de baja los actuales.

Entre ellos, cabe destacar el programa de fragatas F-110, cinco unidades de la clase Bonifaz que sustituirán a las de la clase Santa María. Con ellas, la Armada mejorará significativamente sus capacidades. Los nuevos buques contarán con el nuevo mástil integrado que tendrán estas fragatas, que incluye una gama de sensores de última generación y la capacidad de operar con el máximo sigilo para dificultar a los adversarios detectar su presencia.

Además de ellos, la Armada se encuentra también en fase avanzada del desarrollo de los submarinos de la clase Isaac Peral (S-80). Con la primera unidad prevista para entrar en servicio a finales de 2023 si todo va bien, la Armada irá reemplazando con las unidades previstas en la S-80 a los de la S-70 (de los cuales dos ya han sido retiradas de servicio). La necesidad de contar con un arma submarina adecuada es, a día de hoy, un requisito fundamental para cualquier armada que aspire a tener una presencia sólida. Durante los años inmediatamente posteriores al final de la Guerra Fría, las capacidades de la OTAN fueron menguando ante la falta de un adversario. No obstante, a la par que los aliados bajaban sus defensas, Rusia siguió trabajando en el fortalecimiento de su flota submarina, que se ha convertido en los últimos años en una seria amenaza para los miembros actuales de la Alianza.

Por último, España se encuentra también inmersa en el Programa EPC (European Patrol Corvette) de la Cooperación Estructurada Permanente (PESCO) de la UE, en el que también participan Italia, Francia, Grecia, Dinamarca y Noruega. Mediante este programa, con el que España espera hacerse con 6 nuevas corbetas modernas diseñadas por las empresas Fincatieri y Naval Group, se pretende reemplazar a los patrulleros actuales con estas nuevas unidades que pueden configurarse como patrulleros oceánicos, como corbetas, o como fragatas ligeras. Pese a que el programa sigue adelante sin mayores retrasos, los antecedentes de iniciativas similares por parte de algunos de estos países arrojan lagunas dudas sobre la viabilidad real que la EPC pueda tener.

En los años 90, España participó en el NATO Frigate Replacement (NFR 90), el Programa de Reemplazo de Fragatas para los años 90 de la OTAN con el objetivo de producir precisamente eso: un modelo de fragata multipropósito que fuera adquirido por varias de las armadas aliadas. Sin embargo, la falta de consenso entre estas en cuestiones de armamento, diseño y tamaño finalmente hizo naufragar el proyecto; dando lugar a los destructores clase Arleigh Burke americanos, las Álvaro de Bazán españolas, los destructores clase Daring británicos, o las fragatas Horizon francesas. Por lo tanto, resta ver cómo se desenvolverá este proyecto finalmente, bajo el liderazgo de una UE mucho más consolidada que en los 90.

Si algo ha de quedar claro con este breve repaso es que el retorno a la confrontación entre grandes potencias tendrá consecuencias globales, también para España. Ejercicios multinacionales como el Esp-MINEX 23 son el ejemplo de aquello a lo que los países europeos y de la OTAN deben aspirar cada vez con mayor frecuencia, ya que son también uno de los principales instrumentos de que se disponen para hacer frente a las hostilidades de Rusia y a las demás amenazas que acechan cada vez con más frecuencia en el entorno marítimo del que tanto depende España.