Bolivia avanza en su reactor nuclear de investigación de la mano de Rusia

Bolivia avanza en su reactor nuclear de investigación de la mano de Rusia

ARTÍCULO

29 | 12 | 2023

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Moscú gana influencia en el país andino, donde también explotará reservas de litio

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Interior de un reactor nuclear de investigación [Lseaveratnif]

La construcción del reactor nuclear de investigación que Bolivia lleva a cabo en El Alto, de la mano la compañía rusa Rosatom, ha acelerado su plan de ejecución desde que el verano pasado se instaló la vasija que albergará el propio reactor. Inicialmente prevista la puesta en marcha de la instalación para finales de 2023, su inauguración ha sido pospuesta hasta 2025. El proyecto es muestra de la buena relación del Gobierno del MAS con Rusia y del interés de este país por Bolivia, donde también se está asegurando la explotación de litio.

El interés de Evo Morales por la ‘nuclearización’ de Bolivia (entendida como acceso a la tecnología del átomo, no como desarrollo del arma nuclear) comenzó poco después de su llegada al poder. En 2010 anunció la intención de construir una planta nuclear para producir y exportar energía, que se realizaría con la ayuda de Irán a cambio de vender a ese país el uranio que pudiera existir en Bolivia. Era algo que formaba parte del programa del ‘Bolivarianismo’: también Hugo Chávez compartía entonces los mismos planes en Venezuela (en realidad era un ‘seguidismo’ de Morales). No obstante, la idea se truncó enseguida en ambos lugares aludiendo al desastre nuclear de Fukushima.

Morales mantuvo, de todos modos, el propósito nuclear y más adelante, con un socio menos problemático que Irán y una instalación reducida a un reactor de investigación (no una planta de mayor potencia para la producción eléctrica) siguió adelante con el proyecto, ahora con Rusia. Así, Morales y Vladimir Putin firmaron en marzo de 2016 un acuerdo de cooperación nuclear; para desarrollarlo al mes siguiente se creó la Agencia Boliviana de Energía Nuclear (ABEN). En 2017 la ABEN firmó un contrato con Rosatom, la gran compañía nuclear rusa, para la construcción del Centro de Investigación y Tecnología Nuclear (CNRT), con un coste inicial previsto de 300 millones de dólares. Su ubicación, finalmente decidida en El Alto, junto a La Paz, la convertirá en la instalación nuclear más alta del planeta, a 4.000 metros de altitud. En 2019 ambos mandatarios reafirmaron su colaboración en este campo.

De acuerdo con la ABEN, el proyecto consiste en varias partes: un reactor nuclear de investigación de baja potencia (200 kilovatios de potencia térmica), moderado y enfriado por agua ligera; el Complejo Ciclotrón Radiofarmacia Preclínica; el Centro Multipropósito de Radiación, y un laboratorio de investigaciones nucleares y capacitación. Se trata de un tipo de complejo que tienen muchos países y que habitualmente cuenta con la supervisión del Organismo Internacional de la Energía Atómica.

La agencia especifica que los reactores nucleares de investigación “son instalaciones diseñadas para estudiar y desarrollar aplicaciones nucleares con fines científicos y tecnológicos” –por tanto, no militares–, e indica que el objetivo “es desarrollar aplicaciones nucleares con fines pacíficos, con responsabilidad social y ambiental”. Las instalaciones tendrán tres aplicaciones: el desarrollo de la medicina nuclear (por ejemplo, con la elaboración de radioisótopos que ayuden en el diagnóstico y tratamiento del cáncer), el uso de irradiación en el sector agrícola (conservación de alimentos y el control de plagas, bacterias y enfermedades) y la investigación científica.

El proyecto tardó en comenzar a ejecutarse debido sobre todo a la inestabilidad institucional del país. Desde que en 2016 un referéndum rechazó la posibilidad de una nueva reelección de Morales hubo incertidumbre sobre el futuro político boliviano. Morales optó por una reelección en principio ilegal, pero tras la votación y aparente evidencia de fraude tuvo que dejar el poder, dando paso a un año de interinidad en el que gobernó la oposición. El MAS regresó al Gobierno a finales de 2020 con Luis Arce como presidente y fue entonces cuando pudo comenzarse la construcción. Esta arrancó en 2021 bajo la dirección de Rosatom y poco después se pudo probar ya la cadena de producción radiofarmacéutica. Estaba previsto terminar todo el proyecto para últimos de 2023, si bien la finalización ha quedado postpuesta hasta 2025.

En mayo de 2023, a cargo de especialistas del Instituto de Investigación de Reactores Nucleares de Rusia, que forma parte de Rosatom, tuvieron lugar en Dimitrovgrad las pruebas del reactor que se instalará en El Alto (SM-3 de 200kWr), con el fin de comprobar el correcto funcionamiento de los distintos elementos del proceso, antes de proceder a su progresivo traslado a Bolivia. En agosto Rosatom instaló en El Alto el primer componente, la vasija que albergará al reactor, y en octubre seleccionó a 53 candidatos profesionales bolivianos que se formarán en Rusia en la gestión de reactores nucleares. La Academia Técnica de Rosatom, encargada de esa formación, considera que uno de los retos de este tipo de proyectos es la falta de competencia en las naciones en desarrollo y la dificultad en la transmisión de conocimientos debido a la barrera del idioma.

Intereses más allá de la medicina y la agricultura

El interés de Rusia en Bolivia no solo radica en la obtención de beneficios económicos por la venta de la tecnología nuclear para investigación, sino también en la influencia que puede ejercer en un gobierno sudamericano con pocas simpatías hacia Estados Unidos. Pero además Moscú tiene un interés particular en poder explotar litio, pues Bolivia es el país con las mayores reservas del mundo de este mineral. A diferencia de Argentina y Chile, países con los que forma el llamado ‘triángulo del litio’ –por las singularidades de la zona del altiplano andino y del desierto de Atacama–, Bolivia no ha atendido este sector por falta de financiación y ahora se abre a que puedan participar compañías extranjeras. Las primeras concesiones han sido para empresas de China y de Rusia. Una de ellas es Uranium One Group, que es parte de Rosatom y también está presente en el negocio del litio. Esa compañía y la estatal Yacimientos de Litio Bolivianos acordaron la construcción de un complejo industrial en el salar de Pastos Grandes para la extracción y producción de ese mineral. Rosatom también está opta a otras licencias en las regiones de Potosí y Oruro.

Desde Estados Unidos se sospecha que cuando Morales impulsó el proyecto existía la pretensión de que Bolivia adquiriera el dominio del ciclo completo del átomo, aunque sin sobrepasar sus usos pacíficos. El propósito inicial de una central nuclear, cuando Bolivia tiene a su alcance la independencia energética por otros medios (abundantes hidrocarburos y capacidades hidrológicas, así como amplias opciones de energía renovable), sugería esa intención. Ahora podrá avanzar en esa dirección, aunque sus especialistas se quedarán en un estadio intermedio (el enriquecimiento de uranio para uso médico es muy bajo).

En este contexto, la publicación del Comando Sur estadounidense destaca la colaboración entre La Paz y Moscú, que se ha hecho más intensa los últimos años. Bolivia ha evitado la condena de Rusia por su invasión de Ucrania y ha salido públicamente en defensa de Putin en varias ocasiones.