Una geopolítica de conexiones en aceleración

Una geopolítica de conexiones en aceleración

RESEÑA

04 | 03 | 2024

Texto

Saber leer el mapa: cómo nodos, ‘frictores’, vacíos... organizan la distribución del poder en el mundo

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Portada del libro de Yago Rodríguez ‘Por un pedazo de tierra. La nueva geopolítica basada en las conexiones’ (Barcelona: Deusto, 2024) 414 págs.

En ocasiones, el gran descubrimiento es unir los puntos: aparece entonces una imagen que lo explica todo y que antes, por la dispersión de sus elementos, no llegaba a verse. No es que Yago Rodríguez, director del medio ‘Political Room’, maneje componentes nuevos –ahí están los habituales factores de la geopolítica entendida en su sentido más geográfico–, pero los une de tal forma que ofrece una “inteligencia” nueva, una nueva manera de entender los procedimientos que explican la dinámica última del mundo.

Por un lado, está el concepto del “ciclo conector” definido como “el conjunto de los intercambios, de conexiones que establecen los seres humanos en un período”. Las conexiones (el transporte, las comunicaciones) se ven aceleradas por las tecnologías, cuyo ciclo de impacto en la civilización humana conforma esos ciclos conectores. “Los actores que logran efectuar este ciclo más rápido son aquellos que se harán más poderosos y, por lo tanto, las potencias se esforzarán por acelerar sus propios ciclos y obstruir los de sus adversarios”. La precipitación y reducción del tiempo de los ciclos —la navegación a vela que facilitó el comercio de ultramar tuvo una vigencia de siglos; la era digital ha traído realidades que caducan cada pocos años, mientras que la Inteligencia Artificial nos empuja hacia un futuro que vemos con vértigo— ha hecho que un actor como China pueda competir con el hegemón que conocíamos, Estados Unidos, al subirse tempranamente al ciclo de la IA.

Por otro, el autor introduce la idea del “cinturón dorado”, la línea imaginaria que conecta por mar los puntos o zonas más importantes del planeta (importantes por su valor estratégico debido a la generación y concentración de riqueza, por ser lugares de fricción de los núcleos principales o cuellos de botella en la comunicación marítima global). Esa línea, que corta el mundo por medio como una sandía partida de modo irregular, enlaza Japón, Corea, China, Mar Sur de China, Malaca, India, Ormuz, Mar Rojo, Mediterráneo, Canal de la Mancha, Costa Este de Estados Unidos, Canal de Panamá, Méxic y Costa Oeste de Estados Unidos, completando su diámetro a través del Pacífico. Para determinar este trazado, se usan conceptos no del todo nuevos, como los ‘frictores’ o bien los vacíos (como el amazónico o el sahariano), a los que en cualquier caso el autor da algunas concreciones propias. Así, por ejemplo, habla del vacío tibetano, lo que le lleva a marcar en el mapa una media luna asiática entre China, parte de Indochina e India, o del vacío congoleño, que vendría a separar dos núcleos de países africanos (el “balcón atlántico”, en torno al golfo de Guinea, y el “hacha africana”, en torno al cuerno de ese continente en el Índico).

Hacer inteligible todo esto sin la conveniente cartografía hubiera sido tarea imposible, así que el libro incluye varios mapas que permiten entender bien la tesis y las subtesis que plantea Yago Rodríguez.

Se trata de una obra valiente, que no se queda en reiterar las afirmaciones habituales de la geopolítica, sino que desea aportar una nueva interpretación teórica de esta. Probablemente constituye una ambición excesiva, por cuanto el valor de las conexiones generalmente ha estado ya presente en el desarrollo de la disciplina; también el aspecto de ciclo y aceleración ha sido considerado previamente con relación a la tecnología o a ámbitos como lo demografía (el auge demográfico, que en parte explica el ascenso consecutivo de las principales potencias, ha sido cada vez más corto, llegando al extremo de China, devenida en vieja antes de alcanzar la opulencia).

En cualquier caso, la obra de Yago Rodríguez resulta sumamente sugerente, fácil de leer y de seguir —cumpliendo aquí con el propósito de resultar divulgativa sin perder rigor–, con ideas innovadoras, como la de dar protagonismo de “conexores” a las grandes ciudades más valiosas geopolíticamente o la reflexión sobre la “avatarización”, que representa un interesante elemento prospectivo: los universos digitales, en los que los humanos pasaremos gran parte de nuestras vidas, supondrán un notable aumento de consumo de energía eléctrica y exigirá profundizar aún más en la “energización” de nuestro mundo.