¿Un bloqueo naval en el Mediterráneo? Ecos de la Operación Sophia

¿Un bloqueo naval en el Mediterráneo? Ecos de la Operación Sophia

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23 | 09 | 2023

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La avalancha migratoria sobre la isla italiana de Lampedusa ha llevado a Roma a poner sobre la mesa la posibilidad de una acción naval de control marítimo

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Operación Sophia [EUNAVFOR MED]

En los últimos días, la llagada masiva y descontrolada de inmigrantes a la isla italiana de Lampedusa ha llevado al gobierno italiano a exigir a la UE acciones contundentes al respecto, amenazando con un bloqueo naval por parte de Italia en caso de que Bruselas no tome una decisión pronto. Esto pone sobre la mesa la posibilidad de volver a aplicar una iniciativa como la Operación Sophia, de control en el Mediterráneo, lanzada en 2015 ante una crisis similar.

Durante siglos, el Mediterráneo ha sido testigo de incontables movimientos de personas a través de sus aguas. Estos tránsitos, a menudo desde el continente africano a la vieja Europa, traen consigo grandes desafíos, especialmente para aquellos que se ven forzados a cruzar en una barcaza de 10 metros que apenas puede mantenerse a flote con 40 personas a bordo.

La reciente llegada de miles de inmigrantes a Lampedusa desde África ha motivado una fuerte reacción de la primera ministra italiana, Georgia Meloni, cuyas declaraciones Meloni para muchos vuelven a poner sobre la mesa la Operación Sophia y la posibilidad de restablecer una iniciativa similar para frenar las oleadas de inmigrantes.

Merece la pena, por tanto, repasar brevemente la historia de la Operación Sophia, junto con algunas nociones básicas de lo que supone un bloqueo naval, para defender la necesidad o no de reestablecer la Operación Sophia para hacer frente a la actual situación en el Mediterráneo

Operación Sophia

El problema de la inmigración marítima ha sido uno de los dolores de cabeza más serios para la Unión Europea desde sus orígenes, especialmente para aquellos países que ‘cuelgan’ del continente más cercanos a África: España, Italia y Grecia.

Para tratar de paliar los efectos de estas movilizaciones, idénticas a la más reciente en Lampedusa, la UE decidió establecer en el año 2015 la conocida como Operación Sophia (EU Naval Force Mediterranean o EUNAVFORMED). Con ella, Bruselas buscaba reforzar sus capacidades para identificar y capturar todas aquellas embarcaciones sospechosas de llevar inmigrantes ilegales o traficantes. Su nombre definitivo (el oficial era EUNAVFOR MED) fue acuñado por la predecesora de Josep Borrell, Alto Representante de la UE para política de seguridad, Federica Morgherini, que en su visita al cuartel general de la operación en Roma declaró:

“Me gustaría sugerir a los Estados Miembros que cambiemos el nombre de la Operación: en vez de llamarla EUNAVFOR MED, propongo el nombre Sophia. Para honrar las vidas de las personas que estamos salvando, las vidas de las personas que queremos proteger, y para enviar al resto del mundo el mensaje de que la lucha contra la inmigración ilegal y las redes de tráfico de personas es una vía de proteger la vida humana”.

La operación comenzó a andar ese mismo año, planeada con una estructura en cuatro fases distintas. La primera, centrada en la vigilancia marítima a lo largo de las redes de tráfico ilegal hacia Europa. La segunda, enfocada en la búsqueda y dispersión de todas aquellas embarcaciones sospechosas. La tercera, para requisar dichas embarcaciones y tomar medidas legales contra los traficantes capturados. Y la última, el repliegue de fuerzas y final de la operación. Las dos primeas fases fueron llevadas a cabo, pero la tercera nunca llegó a realizarse.

Durante su desarrollo, se contó con la colaboración de países como Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Irlanda, Holanda, Eslovenia, España y Reino Unido (por entonces, aún miembro de la Unión). Un esfuerzo multinacional conjunto, de mayor calibre incluso que el desplegado con la aún activa Operación Atalanta en las costas del cuerno de África para luchar contra la piratería, en la que las citadas naciones contribuyeron con buques y aeronaves; éstas últimas sobre todo de patrulla marítima. España fue, junto a Italia, el tercer país que más buques desplegó, tras Alemania y Francia, llegando a enviar las seis fragatas de la clase Santa María (F-80), el patrullero Rayo, y el buque de aprovisionamiento de combate (BAC) Cantabria.

Durante la operación, que se extendió durante cinco años, decenas de miles de inmigrantes fueron rescatados del mar. Sólo en 2016, tras un año de actividad, las embarcaciones aliadas habían rescatado a más de 13.000 personas, lo que motivó al Consejo de la UE a extender su duración. Cuando terminó oficialmente en 2020, habiendo rescatado a más de 44.000 personas, la UE dedicó su atención al embargo impuesto por las Naciones Unidas a Libia, pero los movimientos de personas han vuelto a alcanzar niveles que hacía años no se veían, exigiendo así una respuesta contundente, y volviendo a poner sobre la mesa la opción de restablecer la Operación Sophia.

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Mapa de las 4 operaciones navales de ayuda humanitaria en el Mediterráneo, con su fecha de inicio [Consejo Europeo]

¿Es factible establecer un bloqueo naval?

Como mencionábamos, ante las masivas llegadas de inmigrantes a la isla italiana de Lampedusa, la primera ministra italiana ha dado un golpe encima de la mesa, llamando la atención a la UE ante la impasividad mostrada por otros países. Meloni ha afirmado en los últimos días que se necesita un “cambio de paradigma serio”, y ha amenazado a Bruselas con el establecimiento de un bloqueo naval frente a sus aguas para frenar la llegada ilegal de estas personas. ¿En qué consiste un bloqueo naval? ¿Es factible en estos momentos?

Razón de ser de un bloqueo naval. En esencia, un bloqueo naval es una acción táctica utilizada con el propósito de “denegar al enemigo el uso de embarcaciones o aeronaves para transportar personal y bienes a o desde territorio enemigo”. Su aplicación más efectiva y común tiene lugar en tiempos de guerra, bien para cortar los suministros a las fuerzas enemigas, o bien para evitar la movilización de sus fuerzas a bases o puntos estratégicos desde los que pueda infligir un daño significativo sobre las fuerzas propias. Un ejemplo común, utilizado en numerosas ocasiones durante la Segunda Guerra Mundial, consiste en colocar embarcaciones alrededor de los puertos y bases navales del enemigo, impidiéndole salir de ellos y exponiéndolo a un ataque en caso de que lo intente.

Otro ejemplo más reciente lo encontramos en la situación actual en el Mar Negro, con las fuerzas rusas bombardeando instalaciones portuarias ucranianas y amenazando con atacar cualquier buque (sin importar su bandera) que se dirija a puertos ucranianos o salga de los mismos. Con ello, Rusia pretende impedir el acceso de ayuda a Ucrania a través de este mar, cortando al mismo tiempo gran parte del comercio marítimo de grano, cereal, fertilizantes y otros productos que se exportan desde la región. Es decir, hacer más costosas las probabilidades de éxito de Kiev y sus aliados.

Implicaciones legales. Los movimientos migratorios a través del Mediterráneo cruzan de una costa a otra, lo que implica entrar en las aguas territoriales de Italia antes de llegar a sus costas. La Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar (UNCLOS, por sus siglas en inglés), que regula todas las cuestiones relativas al mar en términos legales, establece en su artículo 19 que “el tránsito es inocente siempre que no sea perjudicial para la paz, el buen orden o la seguridad del estado costero”, especificando además que se ha de considerar perjudicial “la carga o descarga de cualquier bien, moneda o persona contrario a las leyes fiscales, de inmigración o sanitarias del país en cuestión”. Además, en su artículo 25(sobre los derechos de protección del Estado costero) establece que los estados “pueden tomar las medidas necesarias en sus aguas territoriales para prevenir todo paso que no sea inocente”.

Por lo tanto, Italia está en posición de tomar las medidas que considere oportunas al respecto, dado que la llegada masiva de estas embarcaciones y de los miles de inmigrantes en situación irregular amenaza de forma directa a la población nacional y a la integridad territorial del país. El bloqueo naval podría ser también una opción a tener en cuenta, siempre que éste se establezca con el propósito explícito de evitar la llegada masiva de personas en situación ilegal y no acarree otros daños colaterales que puedan afectar directamente a otros países. Pese a ello, el establecimiento de un bloqueo naval multinacional por parte de la UE es algo altamente difícil de realizar dada su magnitud.

Alternativas al bloqueo. En el caso de la propuesta italiana, Meloni ha afirmado que su idea de llevar a cabo el bloqueo deriva precisamente de la Operación Sophia. La tercera fase de dicha operación descrita más arriba, la cual nunca llegó a implementarse, establecía la interdicción de embarcaciones con personas en situación irregular. En la práctica, esto supone lo más cercano a un bloqueo naval en tiempos de paz. Por lo tanto, teniendo en cuenta los resultados que tuvo la Operación Sophia hace unos años, restablecerla de nuevo con el mismo propósito de entonces parece una opción realista, con serias garantías de efectividad, y merece ser estudiada en detalle. Como decimos, un bloqueo naval en sentido estricto no es factible en estos momentos, y muy probablemente Meloni haya decidido ponerlo encima de la mesa para estimular una respuesta rápida desde Bruselas.

En última instancia, lo más conveniente para los intereses de Italia y el resto de países de la UE pasa por algo similar a la Operación Sophia, que no implique un bloqueo naval en sentido estricto, y que se apoye en la disuasión como herramienta principal. Así, se ayudaría a reducir la presión sobre Italia, descendiendo el número de migrantes en situación irregular; pero, sobre todo, tendría el propósito de disuadir a los responsables de estas tragedias y hacerles ver que el coste de llevar a cabo tales acciones puede resultarles más perjudicial de lo que están dispuestos a asumir. Al final del día, ese es el objetivo último de la disuasión, hacer ver a tu enemigo que el potencial beneficio que pueda obtener con sus acciones no superará los costes derivados de ellas.

Eso es lo que la UE debe buscar: una disuasión seria apoyada por medidas efectivas que demuestren una determinación clara.

Negativa al bloqueo: Fortalecer la cooperación marítima

Como era de esperar, la UE no ha respondido a las exigencias de Meloni como ella hubiera deseado. La presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha anunciado recientemente un plan de ayuda para Italia, con 10 medidas que no contemplan el establecimiento de un bloqueo naval ni el restablecimiento de la Operación Sophia. Sí que menciona el fortalecimiento de las patrullas y las operaciones de vigilancia marítima desde el mar y desde el aire, con el propósito de impedir la llegada ilegal de estas embarcaciones a costas italianas, pero como ocurre a menudo con estas iniciativas, las propuestas carecen de una concreción clara que indique cómo llevarlas a cabo. Esto pone en entredicho la efectividad de las medidas propuestas por la Comisión.

Independientemente de las medidas concretas que se tomen finalmente, lo que sí está claro es que la decisión y la contundencia del mensaje de Meloni tendrán efectos positivos a corto y medio plazo. Prueba fehaciente de ello es el plan elaborado por la Comisión inmediatamente después de sus exigencias; un plan que difícilmente hubiese sido elaborado tan rápidamente si la presión del gobierno de Meloni no hubiese sido igual de fuerte. Pero reconocer el problema no es sino el primer paso para resolverlo.

Para poder resolverlo, la UE debe perseguir algo similar (si no idéntico) a la Operación Sophia, que transmita un mensaje contundente a los responsables del tráfico ilícito de personas, y les haga ver que los costes derivados de sus acciones son mayores que cualquier beneficio que puedan obtener con él. Sophia ya trajo resultados positivos para la UE, y permitiría en este caso reducir la presión migratoria en Italia sin llegar a un bloqueo naval. El ejemplo de Sophia, así como de la Operación Atalanta en el Índico, son prueba suficiente de que los Estados Miembros están capacitados para cumplir con la misión. Que exista o no una voluntad firme de llevarla a cabo es otra cosa distinta.