Tensiones en el Caribe: Venezuela y el despliegue naval estadounidense

Tensiones en el Caribe: Venezuela y el despliegue naval estadounidense

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01 | 09 | 2025

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El envío de buques sigue el patrón clásico de la ‘diplomacia del cañonero’; sin descartarse una escalada, las unidades no son las requeridas para una invasión

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Buques de guerra de EEUU en un despliegue anterior [US Navy]

A lo largo de las últimas semanas, las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela han ido aumentando progresivamente. La Administración Trump lleva tiempo acusando a Nicolás Maduro de implicación en las redes de narcotráfico para introducir droga en territorio estadounidense. A comienzos de agosto, Washington aumentó la recompensa por la captura de Maduro a los 50 millones de dólares y luego ha aumentado su presión sobre el régimen chavista enviando a la proximidad de aguas venezolanas diversos buques de guerra. ¿Es ese despliegue un primer paso para un ataque militar o su pretensión es provocar la caída de Maduro solo con esa proyección de poder?

Ante la presión ejercida por Donald Trump, a la que se han sumado en paralelo otros países de Europa a través de la imposición de sanciones, Maduro ha elevado la retórica y desafiado al mandatario estadounidense en sus pretensiones de llevarlo ante la justicia. En respuesta a las repetidas incitaciones, la marina estadounidense ha realizado en los últimos días un despliegue cerca de las costas venezolanas, la movilización de medios navales en el Caribe más grande desde finales de la Guerra Fría.

La US Navy ha movilizado hasta el momento unidades del Grupo de Asalto Anfibio (Amphibious Readiness Group, ARG) del Iwo Jima (en concreto, al LHD Iwo Jima y los LPD San Antonio y Fort Lauderdale, junto a los más de 2.000 infantes de marina de la Unidad Expedicionaria de Marines (MEU) nº22 embarcados), tres destructores clase Arleigh Burke y (muy posiblemente) un submarino.

El embajador venezolano ante las Naciones Unidas, Samuel Moncada, declaró en una reunión con el secretario general de la ONU que “se trata de una operación de propaganda masiva para justificar lo que los expertos denominan como acción cinética – es decir, una intervención militar contra un país soberano e independiente que no supone una amenaza para nadie”.

Sin embargo, conviene recordar que el poder naval otorga una versatilidad y flexibilidad de respuesta mucho más grande que la ofrecida por el poder terrestre o el aéreo (sobre todo, por la posibilidad del primero de combinar a estos dos últimos con la aviación embarcada y la infantería de marina). En las siguientes líneas repasamos esas características que hacen del poder naval un activo tan fundamental, siguiendo lo que escribíamos hace unos meses a propósito del despliegue de varias unidades y personal de la Armada española para prestar asistencia durante la crisis de la Dana.

El poder naval y sus usos

Como apuntábamos en aquel entonces:

La flexibilidad inherente de las plataformas navales y su consiguiente capacidad para cambiar de un tipo de misión a otro en un plazo muy breve hacen de las armadas, y del poder naval en general, uno de los instrumentos más eficaces de la seguridad nacional. Esto es muy significativo en un momento en el que los efectos de un retorno global a la competencia entre grandes potencias se están mostrando en el mar (por ejemplo, con la crisis del Mar Rojo).

Si bien el propósito principal de los buques de guerra es la conducción de la guerra en el mar o desde el mar, pueden llevar a cabo una amplia gama de tareas si es necesario. Entre ellas se encuentran la vigilancia y el reconocimiento marítimos, las visitas diplomáticas a puertos extranjeros, los ejercicios navales conjuntos con aliados y socios, y la asistencia humanitaria y el socorro en caso de desastre (HADR).

Las funciones fundamentales del poder naval suelen dividirse, a grandes rasgos, en tres: militar, policial y diplomática. Así lo ilustraba Ken Booth a finales de los años 70, estableciendo una clasificación que, pese a que varios autores han desarrollado y adaptado posteriormente con distintos matices, sigue plenamente vigente.

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Las tres funciones del poder naval según Ken Booth [Booth, 1977]

La función militar es la primordial y más representativa, sobre todo en contextos bélicos. Las fuerzas navales tienen la función de proteger el comercio propio y atacar al del enemigo, además de apoyar a las fuerzas terrestres mediante la proyección del poder naval sobre tierra mediante (entre otras) operaciones anfibias o bombardeos sobre objetivos estratégicos en tierra.

La función policial se lleva acabo de forma permanente tanto en tiempos de paz como de conflicto, protegiendo las aguas cercanas a las costas nacionales frente a ataques de cualquier tipo, y evitando que el enemigo pueda llevar a cabo operaciones como las mencionadas más arriba. Esta función puede llevarla a cabo la marina de guerra, pero a menudo corresponde a otros servicios como la Guardia Costera, con embarcaciones diseñadas para operar en el litoral (aguas menos profundas, mayor velocidad de movimiento y, en caso de llevarse armamento, este más ligero que el de los grandes destructores y fragatas).

La función diplomática, que en el mundo anglosajón suele denominarse ‘gunboat diplomacy’ (diplomacia del cañonero), tiene que ver con el empleo de los buques de guerra para contribuir al desarrollo y aplicación de la política exterior de la nación. Las actividades dentro de dicha función van desde los despliegues a regiones concretas para ‘mostrar la bandera’ (muestra del poder de la nación en cuestión) hasta las visitas a puertos y las maniobras conjuntas con otras naciones para fortalecer los vínculos con ellas. Para los casos relacionados con mostrar la bandera, el propósito último suele estar relacionado con la disuasión; la capacidad de hacer ver al otro estado o entidad que cualquier acción hostil que se pueda plantear llevar a cabo no va a tener éxito, haciéndole ver que el coste de ejecutarla va a ser mayor que los beneficios que pudiera proporcionar en caso de éxito. Los buques de guerra, en especial las grandes plataformas como los portaviones y los buques anfibios (pero también los destructores y las fragatas) son símbolos significativos del poder y el estatus nacional.

La US Navy y Venezuela

Sin lugar a dudas, los movimientos recientes en la región recuerdan a la Operación Causa Justa llevada a cabo entre diciembre de 1989 y enero de 1990, la acción militar con la que las fuerzas estadounidenses sacaron del poder al dictador Manuel Noriega. Sin embargo, hay algunos aspectos relacionados con la Operación Causa Justa que la hacen algo distinto a la situación actual (al menos por el momento). En 1989, un soldado estadounidense fue abatido poco antes de la puesta en marcha de la operación, hecho que se suele ver como el detonante de esta. Además, el régimen de Noriega hizo una declaración de guerra formal contra Washington el 15 de diciembre, cinco días antes del comienzo de la operación. Maduro, por otro lado, no ha hecho pública ninguna declaración similar, ni se espera que lo haga.

Al contrario, en el caso de los acontecimientos que están ocurriendo en el Caribe, la decisión de Washington de desplegar sus fuerzas navales se encuadra fundamentalmente dentro de la última de las funciones del poder naval descritas. El antecedente de la Operación Causa Justa es, sin duda, un elemento que contribuye a fortalecer el mensaje disuasorio de Washington. Como ya se ha dicho desde la misma Casa Blanca, Washington se reserva el derecho a llevar a cabo cualquier operación que consiga eliminar la amenaza para su seguridad nacional que constituyen los cárteles que introducen droga dentro del país.

Pero a pesar del pánico que ha ocasionado un despliegue que, como decimos, es el más grande visto en mucho tiempo, la posibilidad real de una invasión a gran escala es muy poco probable dado el número de activos actualmente en la región. Más aún cuando el presidente Trump llegó a la Casa Blanca proclamando su intención de terminar las guerras, no empezarlas. El propósito central de dicha operación debe entenderse como otro ejemplo más de la ya mencionada ‘gunboat diplomacy’, con la que los estadounidenses tienen ya sobrada experiencia como la potencia naval más grande del mundo que han sido durante más de seis décadas. Un aviso para Maduro y sus políticas de represión contra la oposición política y su retórica en las últimas semanas.

Como algunos analistas han subrayado ya, ante tal situación se abren tres posibles escenarios: una fractura interna del régimen, el exilio de Maduro ante el miedo inminente a verse detenido y la intervención militar directa por parte de Estados Unidos (tal vez solo con algún ataque selectivo). Si bien es cierto que el mero hecho de que se hayan movilizado a la región los activos ya descritos demuestra que una posible intervención militar (aunque sea ‘relámpago’) está aún sobre la mesa, ésta es la menos probable de las tres. Máxime cuando el tamaño de la fuerza actual no es suficiente para poder garantizar el cumplimiento de una operación de tales características con éxito. Como bien se ha apuntado, una operación de dichas características se enfrentaría a la posible reacción diplomática y política de otros países. También cabe, no obstante, que nada de esto se lleve a cabo y que los buques estadounidenses se retiren finalmente sin que en Caracas se produzca ningún cambio de régimen.

Aunque no pueda descartarse por entero la opción de una intervención militar limitada, la función del despliegue naval en la región debe entenderse como una declaración contundente y una advertencia frente al mandatario venezolano, la cual en última instancia busca promover un cambio de régimen en el país. Así parece sugerir el testimonio reciente del secretario de Estado, Marco Rubio, avisando a las fuerzas militares venezolanas sobre la importancia de su papel en caso de un posible colapso del régimen actual.

La fuerza desplegada no es la requerida para invadir

Resta, por supuesto, seguir la evolución de los acontecimientos, pero baste con recordar que el poder naval va mucho más allá de las funciones puramente militares. La fuerza desplegada en el Caribe es más que significativa, pero no es la requerida para una operación contra Maduro y su círculo cercano, y tampoco hay indicios concluyentes que apunten a que esta es la opción principal encima de la mesa de los estadounidenses.

El poder naval otorga una flexibilidad única con la que no pueden competir el poder aéreo o el terrestre. La capacidad de movimiento, unida al poderoso simbolismo de los grandes buques de guerra, ha favorecido históricamente el empleo de las fuerzas navales con fines diplomáticos y disuasorios.

Gonzalo Vázquez es investigador de GASS, responsable del programa ‘Marium’.