En la imagen
Buques de guerra de EEUU en un despliegue anterior [US Navy]
A lo largo de las últimas semanas, las tensiones entre Estados Unidos y Venezuela han ido aumentando progresivamente. La Administración Trump lleva tiempo acusando a Nicolás Maduro de implicación en las redes de narcotráfico para introducir droga en territorio estadounidense. A comienzos de agosto, Washington aumentó la recompensa por la captura de Maduro a los 50 millones de dólares y luego ha aumentado su presión sobre el régimen chavista enviando a la proximidad de aguas venezolanas diversos buques de guerra. ¿Es ese despliegue un primer paso para un ataque militar o su pretensión es provocar la caída de Maduro solo con esa proyección de poder?
Ante la presión ejercida por Donald Trump, a la que se han sumado en paralelo otros países de Europa a través de la imposición de sanciones, Maduro ha elevado la retórica y desafiado al mandatario estadounidense en sus pretensiones de llevarlo ante la justicia. En respuesta a las repetidas incitaciones, la marina estadounidense ha realizado en los últimos días un despliegue cerca de las costas venezolanas, la movilización de medios navales en el Caribe más grande desde finales de la Guerra Fría.
La US Navy ha movilizado hasta el momento unidades del Grupo de Asalto Anfibio (Amphibious Readiness Group, ARG) del Iwo Jima (en concreto, al LHD Iwo Jima y los LPD San Antonio y Fort Lauderdale, junto a los más de 2.000 infantes de marina de la Unidad Expedicionaria de Marines (MEU) nº22 embarcados), tres destructores clase Arleigh Burke y (muy posiblemente) un submarino.
El embajador venezolano ante las Naciones Unidas, Samuel Moncada, declaró en una reunión con el secretario general de la ONU que “se trata de una operación de propaganda masiva para justificar lo que los expertos denominan como acción cinética – es decir, una intervención militar contra un país soberano e independiente que no supone una amenaza para nadie”.
Sin embargo, conviene recordar que el poder naval otorga una versatilidad y flexibilidad de respuesta mucho más grande que la ofrecida por el poder terrestre o el aéreo (sobre todo, por la posibilidad del primero de combinar a estos dos últimos con la aviación embarcada y la infantería de marina). En las siguientes líneas repasamos esas características que hacen del poder naval un activo tan fundamental, siguiendo lo que escribíamos hace unos meses a propósito del despliegue de varias unidades y personal de la Armada española para prestar asistencia durante la crisis de la Dana.
El poder naval y sus usos
Como apuntábamos en aquel entonces:
La flexibilidad inherente de las plataformas navales y su consiguiente capacidad para cambiar de un tipo de misión a otro en un plazo muy breve hacen de las armadas, y del poder naval en general, uno de los instrumentos más eficaces de la seguridad nacional. Esto es muy significativo en un momento en el que los efectos de un retorno global a la competencia entre grandes potencias se están mostrando en el mar (por ejemplo, con la crisis del Mar Rojo).
Si bien el propósito principal de los buques de guerra es la conducción de la guerra en el mar o desde el mar, pueden llevar a cabo una amplia gama de tareas si es necesario. Entre ellas se encuentran la vigilancia y el reconocimiento marítimos, las visitas diplomáticas a puertos extranjeros, los ejercicios navales conjuntos con aliados y socios, y la asistencia humanitaria y el socorro en caso de desastre (HADR).
Las funciones fundamentales del poder naval suelen dividirse, a grandes rasgos, en tres: militar, policial y diplomática. Así lo ilustraba Ken Booth a finales de los años 70, estableciendo una clasificación que, pese a que varios autores han desarrollado y adaptado posteriormente con distintos matices, sigue plenamente vigente.