Los motores del cambio en el conflicto bélico

Los motores del cambio en el conflicto bélico

ENSAYO*

13 | 11 | 2023

Texto

La tecnología, el ingenio humano y la mutación social están detrás de la transformación en el modo de hacer la guerra

En la imagen

Coraceros saludando a Napoleón en la batalla de Friedland (1807), cuadro de Ernest Meissonier pintado en 1875

Una simple observación de la realidad del conflicto permite constatar cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo; la guerra entre tribus del Neolítico, siendo un mismo fenómeno sociológico, es muy diferente en su ejecución a la del siglo XXI. Esta realidad lleva a inquirir sobre cuáles son los agentes que inducen ese cambio.

Antes de comenzar habría que preguntarse qué se entiende por conflicto o guerra. Sun Tzu la define en ‘El arte de la guerra’ como “una cuestión de vida o muerte”[1]; Aristóteles como el medio para alcanzar la paz; el militar prusiano Von Clausewitz la presenta en su famoso tratado ‘De la guerra’ como la continuación de la política por otros medios (“Der Krieg ist nichts als eine Fortsetzung des politischen Verkehrs mit Einmischung anderer Mittel”[2]).

A los efectos de este texto, entenderemos por conflicto todo aquel enfrentamiento armado entre Estados u otras entidades políticamente organizadas, que se produce cuando la diplomacia no ha podido impedir una situación de confrontación extrema, y que busca como fin, con los diversos medios disponibles, la imposición de la voluntad propia sobre la del rival.

La revisión histórica de la guerra muestra la forma en la que ha cambiado en el tiempo, impulsada por motores varios que la han hecho evolucionar desde los comienzos de las civilizaciones hasta las sociedades contemporáneas del siglo XXI. Entre ellos, se destacan la tecnología, el ingenio humano y el cambio social.

La tecnología

La Real Academia de la Lengua Española (RAE) define la tecnología, en su primera acepción, como el “conjunto de teorías y de técnicas que permiten el aprovechamiento práctico del conocimiento científico”.[3]En base a esta definición, es posible distinguir claramente dos maneras que la tecnología encuentra para afectar y cambiar la sociedad en todas sus dimensiones, entre ellas la seguridad; la primera deriva de la propia evolución de la tecnológica civil que encuentra luego una aplicación militar; y la segunda, de la aplicación directa de la tecnología a la satisfacción de necesidades propias de la seguridad, ofreciendo soluciones tecnológicas durante el conflicto bélico a necesidades del momento.

La humanidad empezó cazando y recolectando frutos sobre la marcha y de manera nómada por la superficie terrestre. Los primeros avances tecnológicos le permitieron cocinar, asentarse y cultivar. Muchos de los pasos que nos han llevado a mejorar nuestro bienestar y nuestra situación en la jerarquía natural se han producido gracias a los avances de las mentes científicas de la sociedad.

Es difícil entender la historia humana sin tener en cuenta los sucesivos avances tecnológicos que se han ido sucediendo; desde los científicos del siglo XV, pasando por la industrialización de los siglos XVIII y XIX, hasta las tecnologías digitales del siglo XXI. El desarrollo de las herramientas de cultivo; la imprenta, que ayudó a compartir conocimiento de manera más rápida; la náutica, tan importante para descubrir América; la máquina de vapor, para el desarrollo de los trenes y la agilización del transporte de mercancías; o internet, con los evidentes avances que contemplamos hoy con respecto a la edad de nuestros padres, son solo algunos ejemplos que ilustran el progreso de la tecnología a lo largo de la historia.

Estos avances tecnológicos han tenido sus repercusiones en todos los ámbitos del ser humano, desde las relaciones interpersonales hasta la política, pasando por la ciencia, la educación o el transporte. Por supuesto, también en el de la seguridad y la defensa de los países se siguen avances y mejoras tecnológicas. Algunos ejemplos son la creación del arco, originalmente pensado para cazar; la construcción de barcos de pesca, posteriormente replanteados como flotas armadas; el telégrafo y el teléfono, para las comunicaciones; el motor de explosión del siglo XX, tan importante en las dos contiendas mundiales; la introducción de drones, que tan profusamente se emplean en la guerra de Ucrania; y un largo etcétera.

Ahora ese progreso tecnológico nos permite avanzar hacia lo que se denomina coloquialmente como el cuarto, quinto y sexto ejércitos, que se emplean para referirse al espacio exterior, internet y la mente humana. Los avances en la computación, la inteligencia artificial y el desarrollo de la tecnología espacial nos permiten hoy en día atacar la soberanía de otros países bloqueando sus satélites, induciendo a su población a pensar de determinada manera a través de ‘fake news’ sobre su gobierno en las redes sociales, etc.

Todo esto hace referencia a la primera manera en la que la tecnología cambia y altera la forma de la sociedad y de la seguridad permitiendo y fomentando cambios que hacen menos laboriosas y más cómodas ciertas tareas del ámbito militar. No debemos olvidarnos, sin embargo, de su segunda forma de influencia: cuando la tecnología acudió para solucionar directamente específicas necesidades en el combate.

Es el caso de la creación de ARPANET (1967), semilla del actual Internet[4]. Creada por el Ministerio de Defensa de los Estados Unidos de América, buscaba solucionar un problema de velocidad en la transmisión, conectando instantáneamente todos los nodos de la red, por lejanos que estuvieran entre sí, y otro de seguridad en las comunicaciones, ya que con esta red directa de ordenadores las ordenes llegaban directamente a su destino sin posibilidad de ser detectadas o interceptadas. Este sistema permitía reducir significativamente el plazo de disponibilidad de una fuerza militar con independencia del lugar del planeta en que estuviera desplegada, pudiendo entrar en acción en objetivos concretos y con órdenes precisas en cualquier momento, lo cual buscaba solucionar el problema de un mundo cada vez más globalizado y conectado. A su vez, cambió por completo las reglas de juego, al poder iniciar una guerra de manera simultánea y casi inmediata en múltiples frentes.

El ingenio humano

El ingenio es el segundo motor que procede a reformar, revitalizar y cambiar el método de hacer la guerra. Este se define en la RAE como: “Facultad del ser humano para discurrir o inventar con prontitud y facilidad”[5].

El ingenio es pues una habilidad netamente humana, que surge de nuestra característica más propia como especie: la razón. Desde los inicios de la Historia, esta ha sido también una de las principales herramientas que han permitido al ser humano vencer los obstáculos a los que se enfrentaba, en el frío invierno o en el campo de batalla.

El ingenio también tiene dos maneras concretas de crear, fomentar, instaurar y asentar cambios en la guerra, que inciden tanto en sus procedimientos como en su tecnología. Este segundo caso guarda una relación directa con lo dicho hasta ahora; su aplicación a las necesidades de la guerra crea soluciones tecnológicas específicamente adaptadas a las necesidades del momento, resolviendo problemas presentes o futuros en el conflicto.

Por otra parte, en lo que se refiere a los procedimientos de combate, el ingenio humano tiene también una gran capacidad de generar cambios, sea para desbloquear una situación o para una conseguir una ventaja. Un ejemplo claro de ello se encuentra en la Primera Guerra Mundial. En 1918, tras años de estancamiento e indecisión en la “guerra de trincheras” del frente occidental, el ingenio militar alemán desarrolló el procedimiento de “guerra de movimiento” para romper el impasse en que se hallaba. El nuevo procedimiento, centrado en la búsqueda del punto débil del frente enemigo para penetrar hasta su retaguardia, no logró la victoria para Alemania en la guerra, pero estuvo próximo a provocar el colapso del oponente.

Más allá de cambiar una situación de empate o estancamiento, el ingenio puede también buscar obtener una ventaja tras una derrota militar. Un ejemplo de esto sería la guerra de guerrillas, término acuñado durante la Guerra de Independencia española contra Napoleón. Este método de combate desarrollado desde antaño por los guerreros hispanos contra Roma (Viriato) y otras tribus en el resto del planeta, se define como“operaciones militares o paramilitares conducidas en territorios ocupados por el enemigo o por fuerzas irregulares, a menudo grupos autóctonos del área de combate”[6]. La aplicación de este procedimiento permitió a España resistir como nación al invasor galo, después de que éste hubiera derrotado a su ejército regular.

Este método de combate, en base y gracias al ingenio, planea emboscadas, arma trampas y bombas, que le otorgan la ventaja de la sorpresa, muchas veces basándose en la tecnología, el conocimiento del terreno y la mayor capacidad de movilidad, como desarrollaron Ernesto Che Guevara o Mao Tse Tung.

El cambio social

El último elemento que consideramos importante en cuanto a su influencia sobre los paradigmas del conflicto es la sociedad en la que se enmarca cada ejército, entendiendo por sociedad, según la RAE, “aquel conjunto de personas, pueblo o naciones que conviven bajo normas comunes”[7]. Esto tiene mucho sentido, ya que el ser humano es un ser social, como ya identificó Aristóteles. Muchas de las actividades del hombre se realizan en conjunto con otras personas y la realidad humana del conflicto no es diferente, puesto que se necesitan dos partes, como mínimo, para que se dé.

Al comienzo de estas líneas se definía la guerra como un enfrentamiento armado entre entidades políticamente organizadas. El estado es una forma de organización social que, cuando es funcional, es capaz de aplicar sus normas y leyes en un territorio concreto y sobre una sociedad determinada; es decir, la propia definición de guerra nos dice que una de sus funciones es la de proteger a la sociedad y sus intereses legítimos, lo cual no impide que en ocasiones se realicen guerras injustas, o que los dirigentes políticos persigan sus intereses particulares y no los comunes de su sociedad.

La forma de combatir en un conflicto armado se ve altamente influenciada por la sociedad de la que emerge, pues no es lo mismo un Estado absolutista del siglo XVIII que una democracia contemporánea. Los cambios sociales influyen en la guerra, limitando lo que una sociedad considera admisible en su ejercicio o posibilitando métodos o procedimientos irrealizables o inasumibles sin ese cambio.

En un estado absolutista o totalitario, el gobernante, al no depender de factores externos ni internos para continuar en el poder, dispone de sus ejércitos buscando épicas y grandes victorias, así como la destrucción total del ejército contrario, con una cantidad ilimitada de recursos humanos y materiales. Sigue, pues, una forma de victoria ideal clásica. Una ilustración clara es el ejército espartano; no cabe duda de que el carácter jerárquico y militarista de Esparta influyó en la manera de combatir de los espartiatas, permitiéndoles soportar mejor el sufrimiento, ser más disciplinados y estar mejor organizados que las tropas de las restantes polis de Grecia. De aquí saldría, pues, la forma de combatir que caracterizó a los legendarios guerreros que se enfrentaron solos en las Termópilas contra el tirano e invasor persa, Jerjes.

Debido a los cambios de la sociedad, el mundo dejó de ver ejércitos profesionales tras la caída de Roma (476 d.C.) y durante la Edad Media. No es hasta la Edad Moderna que resurgen estos, sufragados por las monarquías, como ejemplifica el caso de los famosos Tercios españoles.

Posteriormente, con la Revolución Francesa (1789-1799) surge en la sociedad gala el concepto de ciudadano, lo que permite a Napoleón reclutar en masa una gran cantidad de soldados voluntarios y altamente motivados para sus ejércitos, cosa impensable en el resto de la Europa de su tiempo.

Una forma de combate de este estilo no es concebible en un estado democrático, en el que el gobernante que la utilizara se vería expulsado en las siguientes elecciones, pues supone una gran espera, un alto número de bajas propias y una ingente cantidad de recursos destinados al fin militar, además de la vulneración muchos límites morales. La forma de combatir de las Fuerzas Armadas dentro de una democracia obliga al respeto de unos valores mínimos, al tiempo que exige victorias rápidas que den a la población la sensación de una victoria poco costosa y métodos de combate que produzcan pocas bajas y la menor cantidad posible de recursos.

Por último, pongamos el ejemplo de la era actual, que ha conocido dos guerras mundiales de gran destrucción. Desde finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX hasta nuestros días se han desarrollado las normas que regulan la guerra y se ha especificado el Derecho Internacional Humanitario; esto ha provocado cambios e impuesto limitaciones éticas a la hora de entablar combates.

Los cambios en la sociedad ocurren no sólo entre diferentes épocas, sino también dentro de una misma época, dependiendo mucho de la región y la cultura de cada país. La forma norteamericana y occidental de hacer la guerra no es igual que la que vemos en la guerra de Siria o la propia del pensamiento ruso o de la estrategia china.

Conclusiones

El conflicto cambia con la tecnología, ya que esta incide en la sociedad y eso acaba influyendo en el ámbito de la seguridad y la defensa; la tecnología resuelve necesidades circunstanciales que plantea conflicto (como en el caso del ARPANET).

Por otra parte, el ingenio del ser humano también ha fomentado algunos de los mayores cambios en los paradigmas del conflicto, aportando soluciones creativas y únicas a los problemas y cambiando radicalmente las formas y estrategias de combate. (guerra de guerrillas).

Por último, la sociedad es parte esencial del conflicto, pues este surge para defender a la sociedad de la que emerge y sus intereses. Los cambios sociales cambian también a los ejércitos que las defienden y su forma de combatir; no es lo mismo un estado absolutista del siglo XVIII que una democracia liberal del siglo XXI; como tampoco lo son, actualmente, las sociedades occidentales, con sus reglas de enfrentamiento y el derecho internacional humanitario, que otras como la siria, la rusa o la china.

Los tres factores de cambio aquí discutidos están íntimamente relacionados entre sí, y su interacción funciona a modo de sinergia. Esta estrecha relación resulta obvia si se constata que estos factores nacen directamente de la propia condición humana: los dos primeros de la razón y el tercero además de la dimensión social del género humano. La tecnología y el ingenio nacen de la mente humana y permiten a quien los posea superar todas las adversidades y dificultades en el conflicto a través de herramientas e ideas.

La guerra nace gracias a que hay sociedades que deben protegerse a sí mismas y salvaguardar sus legítimos intereses. Por eso podemos afirmar que, verdaderamente, estos son los motores del cambio en los paradigmas del conflicto, ya que dependen directamente de nuestra naturaleza propia. Mientras el ser humano siga siendo como es, estos motores seguirán ahí, como lo han estado durante la historia completa de la humanidad.

* Comunicación presentada en el XXX Curso Internacional de Defensa, “Los motores de cambio de la seguridad y la defensa”, Jaca 25-29 de septiembre de 2023

 

REFERENCIAS

[1] Sun Tzu. El arte de la guerra. (Biblioteca Digital Omegalfa 2018), 5.

[2] Karl Philipp Gottlieb von Clausewitz. De la guerra. (Obelisco 2021), Capitulo 6

[3] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (23º ed., 2014).

[4] Facultat d’Informàtica de Barcelona de la Universitat Politècnica de Catalunya. Historia de internet.

[5] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (23º ed., 2014).

[6] Coronel Luis Villamarín Pulido, “Guerra Irregular y guerra de guerrillas”, http://www.luisvillamarin.com/defensa-nacional-y-seguridad-nacional/191-guerra-irregular-y-guerra-de-guerrillas

[7] Real Academia Española. Diccionario de la lengua española (23º ed., 2014).