Gran Estrategia, el impacto global de las grandes potencias

Gran Estrategia, el impacto global de las grandes potencias

RESEÑA

19 | 07 | 2022

Texto

Una contribución desde el continente europeo –considerando a la UE como actor relevante– a un campo dominado por bibliografía procedente del ámbito cultural anglosajón

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Portada del libro de Sven Biscop ‘Grand Strategy in 10 Words. A Guide to Great Power Politics in the 21st Century’ (Bristol: Bristol University Press, 2021) 222 páginas.

En un mundo como el de los estudios estratégicos, en el que la bibliografía procedente del ámbito cultural anglosajón ocupa un lugar preeminente, no abundan títulos que ofrezcan puntos de vista diferentes a los prevalentes en Estados Unidos o Gran Bretaña. Con ‘Grand Strategy in 10 Words. A Guide to Great Power Politics in the 21st Century’, Sven Biscop, analista del Real Instituto Egmont de Asuntos Internacionales de Bruselas, hace un aporte relevante, y desde un ángulo diferente, a la literatura especializada. Gestado durante el confinamiento decretado en Bélgica como medida para luchar contra la pandemia del COVID-19, el libro está escrito por un europeo que, además, es un europeísta convencido, como se deduce claramente una vez concluida la lectura de la obra.

Resulta difícil encasillar ‘Grand Strategy in 10 Words’, más allá de decir que pertenece al amplio elenco de trabajos dedicados a los estudios estratégicos. Se trata, por encima de todo, de un texto de carácter analítico en el que el autor estudia el comportamiento estratégico de las “grandes potencias”, que define como aquéllas con “la ambición de tomar decisiones y con los recursos para llevar a cabo acciones con un impacto global”.

A la vez, empero, el título tiene una significativa faceta didáctica; cada capítulo es ocasión de profundizar en una de las diez características –simple, competitiva, racional, aliada, integral, creativa, ágil, valiente, ‘sucia’ (sic) y proactiva– que, en opinión del propio Biscop, deben adornar toda “gran estrategia”, definida ésta como la que “tiene que ver con los objetivos vitales que debe alcanzar un estado para asegurar la supervivencia de su forma de vida, que justifica la movilización, si es necesaria, de todos los instrumentos y recursos a disposición del dicho estado”.

Con una prosa clara, muy atractiva, y fácilmente comprensible para especialistas y legos, el autor va trenzando sus argumentos, capítulo a capítulo, de forma bastante convincente –a pesar de teñirlos a veces de un cierto sesgo ideológico–, siguiendo un mismo método expositivo en cada uno de ellos consistente en comenzar por presentar un rasgo de la gran estrategia con una reflexión de índole teórica, para analizar a continuación cómo éste se materializa en la gran estrategia de cada una de las cuatro grandes potencias por él definidas.

Más allá de estas dos finalidades, el libro tiene también una intención prescriptiva que nace de la preocupación que siente el escritor por la posibilidad de que la rivalidad entre las grandes potencias pueda derivar en un conflicto armado entre ellas. En palabras del propio Biscop, “uno de los objetivos del libro es demostrar que la política de las grandes potencias puede tomar un camino distinto al de la rivalidad”. La idea, formulada al principio de la obra, y que puede pecar de un cierto optimismo, aparece desarrollada en el capítulo de conclusiones, y se apoya en la propuesta que hace el autor de cuatro preceptos que, observados, ayudarían a mantener la legítima, y no necesariamente negativa, competición entre grandes potencias dentro de unos límites de tensión tolerables que alejarían el fantasma de la confrontación armada.

Biscop describe un mundo multipolar –más propiamente, “tetrapolar”– basado en los nodos de poder que representan Estados Unidos, Rusia, China y la Unión Europea. Sin restarle validez, esta visión del sistema internacional que plantea puede resultar un tanto problemática. De entrada, obvia el papel de actores tan sobresalientes como Japón o India –por citar sólo dos–, quizás no “grandes potencias” de acuerdo con la definición seguida en el texto, pero con gran influencia sobre el sistema internacional. En segundo lugar, la inclusión de Rusia en el club de las “grandes potencias” es debatible pues, si es cierto que algunos indicadores –como su inmensidad territorial y su enorme arsenal nuclear– le colocan claramente en este campo, otros –como su demografía o el peso de su economía–, argumentarían en contra de esta opción. Por último, considerar a la Unión Europea, en las presentes condiciones, como una “gran potencia”, es más un ejercicio de voluntarismo que la constatación de una realidad.

Es cierto que el proyecto de integración de los estados miembros ha avanzado considerablemente, que su PIB agregado está al nivel de los de Estados Unidos o China, e incluso que es una potencia con capacidad nuclear, aunque considerar que la ‘force de frappe’ francesa está a disposición de la UE sea suponer mucho. Sin embargo, la integración es todavía muy imperfecta, especialmente en el campo de la seguridad y el conjunto continúa siendo un “enano militar”. Por todo ello, considerar a la Unión Europea como una “gran potencia”, entendida ésta como un actor unitario capaz de definir y de poner en práctica una gran estrategia coherente e integral merecedora de tal nombre, se antoja un tanto excesivo.

Estas cuestiones no constituyen, en modo alguno, un demérito para un título que, además de tener el valor ya aludido de ofrecer un punto de vista diferente, traza un repaso completo y muy útil de lo que significa forjar una gran estrategia coherente, y que, por el camino, discute las cuestiones estratégicas más importantes en la actualidad, desde el acuerdo nuclear con Irán, al Cinturón y la Ruta, pasando por el COVID o el concepto de la “Responsabilidad de Proteger”: prácticamente todas ellas tienen cabida en una muy interesante y recomendable obra diseñada por su autor bajo la premisa de que “entender la gran estrategia [de las grandes potencias] es crucial para entender el mundo”.