Geopolítica del espacio, con los pies en la Tierra

Geopolítica del espacio, con los pies en la Tierra

RESEÑA

21 | 03 | 2023

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Las capacidades espaciales de las grandes potencias y su pugna por tener la delantera en la nueva carrera

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Portada de libro de Marcello Spagnulo ‘The Geopolitics of Space Exploration’ (Cham, Suiza: Springer Praxis, 2021) 145 páginas

No es novedad que las guerras se libran también desde el espacio, pero en el caso de la guerra de Ucrania ocurre mucho más: es la primera gran confrontación desde que el mundo ha entrado en la nueva era espacial. La guerra del Golfo fue la puesta de largo de nuevos sistemas armamentísticos desarrollados por Estados Unidos en coordinación con sus satélites. Ahora las tropas de Kiev no solo se ven ayudadas por la información de los satélites militares de Estados Unidos, sino que están haciendo uso de las posibilidades abiertas por la entrada de la iniciativa privada en la actividad espacial, mediante su conexión a internet a través de Starlink, el servicio puesto en marcha por Elon Musk y su constelación de pequeños artefactos. La guerra de Taiwán, de producirse, podría trasladar algunas batallas al mismo espacio, con el uso de armas antisatélite (ASAT); de hecho, una de las novelas que trata de visualizar ese eventual conflicto futuro, ‘Ghost Fleet’, sitúa el comienzo de la guerra precisamente en un ataque chino en el espacio que deja ‘ciegos’ a los submarinos de Estados Unidos, anulando así la supremacía naval de este país.

Del estado de la cuestión de la geopolítica del espacio se ocupa el libro de Marcello Spagnulo, primero publicado en italiano en 2019 y ahora editado en inglés. Spagnulo no utiliza el término ‘astropolítica’, que quizás pone el acento en la ‘geografía’ del espacio y enmarca la disputa de las potencias por el control de ‘territorios’ extraterrestres y órbitas. Eso queda aún un poco lejos en el tiempo, y Spagnulo, como ingeniero, prefiere no dejarse llevar por la imaginación: cuenta las capacidades actuales de los principales países y los desarrollos en los que se encuentran y que son previsibles en el corto y medio plazo. También porque otros aspectos visionarios, como la minería de planetas y asteroides, aún se demorará, el título de la obra prefiere quedarse de momento en la etapa de la ‘exploración’: la era de la explotación y de la colonización podrán llegar, pero la humanidad todavía debe dar con el propelente adecuado que facilite el ir y venir y reduzca la duración de los desplazamientos siderales.

Por eso Spagnulo advierte que una misión tripulada a Marte «no parece realizable» en este siglo, ni siquiera en una situación de rivalidad geopolítica extrema entre Washington y Pekín que reproduzca la carrera que en la anterior Guerra Fría protagonizaron rusos y estadounidenses por llegar a la Luna. “La tecnología es, de hecho, lo que hace muy improbable una expedición humana a Marte en las próximas décadas”. Considera, en cambio, que el gran desarrollo que está teniendo la computación cuántica, en el área de la inteligencia artificial y la robótica, será lo que impulsará la actividad más allá de la atmósfera terrestre: serán los robots enviados desde la Tierra los que realicen la mayor parte de las operaciones espaciales. “Incluso aunque la humanidad vuelva a pisar de nuevo el suelo lunar, es muy probable que los robots sigan siendo los preferidos exploradores lunares por unas cuantas décadas”.

Entre las cuestiones que destaca el libro está el valor estratégico que para los países con capacidades espaciales tiene el acceso autónomo al espacio: disponer un cohete propio que les permita lanzar un satélite –o acudir a repararlo– cuando se estime necesario, sin depender de los servicios de otra potencia. Esos desarrollos tecnológicos, muchas veces secretos, hacen que la cooperación internacional sea solo parcial. “Mientras que las misiones espaciales científicas con frecuencia se han llevado a cabo mediante una extensa colaboración internacional, un motor de cohete nunca ha sido desarrollado o producido mediante la cooperación entre países”. Esta dinámica explica la importancia de disponer un lanzador potente y fiable: la desventaja de la NASA, terminado el programa de trasbordadores, mientras ultima su nuevo sistema de lanzamiento espacial (aunque ya puede alquilar los lanzamientos de Space X, sin necesidad de recurrir más en esta transición a los rusos), y la insistencia de la ESA de disponer de un cohete propio, el Ariane (por especial interés de Francia).

La superioridad espacial estadounidense sigue siendo notable, lo que ha alentado el desarrollo de armas ASAT por parte de Rusia y China. El siguiente estadio para Pekín es la puesta en funcionamiento de su estación espacial, Tiangong, ya situada en la baja órbita terrestre, donde solo quedarán los chinos de modo habitual cuando dentro de poco se abandone la Estación Espacial Internacional, en la que han colaborado la NASA y Roscosmos. Pero el proyecto Artemisa, liderado por Estados Unidos con la colaboración de otros países occidentales, doblará la apuesta, pues supone la construcción de una plataforma en la órbita lunar, permitiendo mayor ambición en proyectos futuros.

El libro de Spagnulo aporta la información esencial, sin excesivos tecnicismos ni excursiones visionarias (145 páginas bien condensadas). No olvida a la Unión Europea como actor de la era espacial, con referencias específicas a Italia, que también ha hecho sus aportaciones en este ámbito (el libro está prologado por el astronauta italiano Luca Parmitano, que estuvo en la Estación Espacial Internacional, y epilogado por el académico Carlo Pelanda). Una pequeña deficiencia es que muchas de las notas a pie de página consisten únicamente en reproducir el enlace de internet donde está la información consultada, en lugar de especificar autores y títulos de artículos, lo que facilitaría su búsqueda por el lector interesado.