El triunfo de Boric en Chile deja a PROSUR con un futuro incierto

El triunfo de Boric en Chile deja a PROSUR con un futuro incierto

COMENTARIO

02 | 02 | 2022

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Los vaivenes políticos en Sudamérica inciden en la debilidad de los procesos de integración regional

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Foto oficial de la reunión constitutiva de PROSUR, celebrada en 2019 en Santiago de Chile [PROSUR]

La integración regional es una de las grandes asignaturas pendientes en América Latina. Los ingresos estatales de la «década de oro» (2004-2014) generaron una confianza en los gobiernos que los llevó a promover una organización para Latinoamérica y el Caribe, la CELAC, para el encuentro de los presidentes, y otra para Sudamérica, UNASUR, más orientada propiamente hacia la integración de políticas gubernamentales. Pero un bolivarianismo crecido supuso la rápida politización de ambas entidades; cuando en Sudamérica cambió el color político de algunos gobiernos, estos pasaron a aniquilar UNASUR y crear PROSUR. Un nuevo vaivén puede ahora acabar con PROSUR: el Chile de Boric ya se distancia; a ver qué ocurre en las elecciones de este año en Colombia y Brasil.

El 22 de marzo de 2019 se creaba en Santiago de Chile el Foro para el Progreso y la Integración de América del Sur, más conocido como PROSUR. En los meses anteriores, la principal organización de integración regional de Sudamérica, la Unión de Naciones Suramericanas o UNASUR, se había venido desmoronando debido al bloqueo para suceder la presidencia pro-témpore y a la crisis venezolana que estaba azotando la política regional. A todo esto, cabe añadir que la región se encontraba gobernada por presidentes que se movían entre el centro y la derecha, a excepción de Uruguay, Bolivia y Venezuela. Para superar esta crisis ocho de las trece repúblicas sudamericanas decidieron abandonar UNASUR, en la que solo se quedaron Venezuela, Bolivia, Guyana y Surinam, y sustituirla con una nueva organización regional: PROSUR.

PROSUR se creó con el fin expreso de continuar y agilizar la labor de integración que había iniciado UNASUR. El propósito era dejar a un lado los posicionamientos ideológicos en los que tanto había insistido esta otra organización (si bien manifestaba de partida el deseo de un liderazgo regional en favor de la democracia, frente al auxilio que UNASUR había querido prestar a la Venezuela de Maduro) y avanzar hacia una integración “más efectiva”. Para ello se decidieron seis áreas temáticas: energía, infraestructura, salud, defensa, seguridad y combate al crimen, y gestión de riesgo y defensa. Así mismo, se crearon grupos y subgrupos de trabajo, creando una estructura jerárquica que iba desde las reuniones de presidente y ministros hasta responsables de aplicar las políticas decididas en cada país, pasando por coordinadores en cada sector.

Si bien las intenciones de PROSUR parecían ambiciosas, sus logros han sido marcadamente modestos. En el informe de gestión de 2020, presentado por la organización al terminar ese año la presidencia pro-témpore de Chile de Chile, se podía observar cómo a pesar de las diversas reuniones de presidentes, ministros y grupos de trabajo (casi todas ellas tuvieron que ser virtuales debido a la pandemia), no se concertó ninguna acción concreta de envergadura. El informe de 2021, publicado en diciembre al término de la presidencia colombiana, únicamente apuntaba la confección de una cartera de 31 proyectos de infraestructura regional, aún por concretarse, y el deseo de avanzar en acciones que lleven a la producción en la región de vacunas contra la pandemia. El presidente colombiano, Iván Duque, se propuso conseguir una mayor presencia de PROSUR en los medios de comunicación, pero en realidad no ha habido especial notoriedad de la organización ante la opinión pública.

Las reuniones celebradas se han limitado básicamente a compartir información entre los representantes de cada país, contando a menudo con invitados expertos de otras organizaciones como la OEA, el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, la OMS-OPS y especialmente el Banco Interamericano de Desarrollo. La única acción concreta que se puede encontrar en su informe de gestión es la compra conjunta de ciertos medicamentos y material sanitario tras una reunión con la OMS-OPS en el contexto coronavírico de 2020, y en la cual no participaron todos los países.

La falta de acciones concretas no es el único problema al que se enfrenta PROSUR. La polarización que caracteriza la región y sobre la cual se fundó la propia organización es el principal desafío para su supervivencia. Si cuando PROSUR se fundó tan solo había tres gobiernos en la izquierda política, hoy es la derecha la que se está quedando sola en el continente. Tan solo cuatro países siguen siendo gobernados por este lado del espectro político: Brasil, Colombia, Ecuador y Paraguay, siendo este último quien ha heredado este año la presidencia pro-témpore. Brasileños y colombianos se enfrentarán en los próximos meses a unas elecciones presidenciales donde la izquierda se ve favorable: su victoria podría marcar el fin definitivo de PROSUR.

La falta de resultados y el giro hacia la izquierda ha venido desmoronado el proyecto iniciado hace menos de tres años en Santiago de Chile. Desde el inicio, Guyana, el único miembro no iberoamericano, mostró una tímida participación ausentándose en más de la mitad de las mesas de trabajo. En el caso de Bolivia, que participaba como miembro observador, dejó de acudir a las conferencias una vez se restableció la normalidad democrática en La Paz y Luis Arce ganó las elecciones. Lo mismo ocurrió con Argentina, donde el presidente Alberto Fernández decidió priorizar el relanzamiento de la CELAC en un tándem con México, debido a su cercanía con Andrés Manuel López Obrador, y ha sido un continuo ausente en PROSUR. El último contratiempo para la organización ha sido la reciente victoria de Gabriel Boric en Chile, uno de los países que más habían impulsado este proyecto de integración. Recientemente, Boric se negó a acompañar al Piñera a la cumbre de PROSUR celebrada a finales de diciembre por considerarla una agenda personal de Piñera, de lo que cabe deducir que el nuevo Gobierno chileno posiblemente prescindirá de la organización. En su lugar, Boric planteó enfocarse en la Alianza del Pacífico, a la que pertenecen México, Colombia y Perú, que hasta ahora ha tenido un perfil netamente económico y no ideológico: la Alianza del Pacífico no se propone vertebrar ningún proceso de integración política, sino que básicamente es un ámbito de libre comercio.

Salvo un giro inesperado de los acontecimientos, PROSUR va a tener difícil su consolidación y puede ser cada vez más irrelevante. La cuestión es que, de momento, no hay una alternativa para la integración de América del Sur, un subcontinente en el que los procesos de integración tienen incluso más sentido que los que aspiran al marco de toda Latinoamérica y el Caribe. La alternativa puede llegar si a final de año en Brasil Lula da Silva vuelve al poder (sin Brasil no hay proyecto sudamericano creíble, aunque es condición sine qua non, pero no suficiente): mientras, la izquierda sudamericana prefiere mirar al México de López Obrador para apuntar al marco más amplio de la CELAC.

En el futuro cercano podemos esperar que la integración latinoamericana siga siendo una tarea pendiente y que, fruto de la polarización, los países sigan priorizando unas u otras organizaciones internacionales según el corte ideológico de los presidentes que la conforman y no el valor estratégico que aporta a la política exterior. Esta estrategia, conllevará la continua pérdida de peso y voz en el tablero internacional que Latinoamérica ya viene sufriendo en los últimos años.