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[Pablo Pérez López, Charles de Gaulle, el estadista rebelde (Ciudadela: Madrid, 2020), 218 págs]

RESEÑA / Jairo Císcar

Coincidiendo con el 50 aniversario del fallecimiento de Charles de Gaulle y con el 75 aniversario de la victoria aliada en la Segunda Guerra Mundial, el profesor Pablo Pérez López publica esta nueva biografía del “más ilustre de los franceses”, como a veces es referido. Cuando se emprende la escritura de una biografía, y más cuando es acerca de un personaje del que se han escrito infinidad de libros y artículos, se corre el riesgo de diluirse en lo anterior y no aportar nada nuevo. Sin embargo, este volumen nos presenta al personaje desde una óptica diferente: su rebeldía. Rebeldía entendida como lucha por lo que se cree justo, como un inconformismo activo que empuja a superar la mediocridad, como amor y servicio a Francia en sus momentos más oscuros. Precisamente creo que este es uno de los mayores logros del libro: presentar, en apenas 200 páginas y con un estilo amable y directo, un nuevo retrato del general francés, al que encumbra –más allá de los claroscuros disculpables de toda persona– como un modelo a seguir y un ejemplo de valentía que cuenta con plena actualidad.

El libro nos presenta la vida de De Gaulle de manera cronológica, desde su infancia hasta su muerte. Resulta fundamental, para entender al gran hombre que será posteriormente, hacer un análisis de su vida temprana. Se presenta así a un joven inquieto y soñador, devoto cristiano desde muy pronta edad. Un joven que al descubrir con apenas 14 años una vocación, la de la vida militar, que marcará toda su vida y la vida de millones de compatriotas suyos, se aplicará enormemente a ella hasta convertirse en un sobresaliente líder. Destaca también en el libro el amplio uso de pasajes de sus memorias o textos manuscritos del protagonista, que revelan la faceta más desconocida del personaje: su psique, su amor, su devoción, su rebeldía. Porque hay que recalcar que se muestra a un De Gaulle consciente de sí mismo (que no prepotente) y que tiene claro que tiene una misión.

Pronto se pasa a introducir al entonces capitán, que sobresalió durante la Gran Guerra por sus sesudos análisis y capacidad prospectiva, al que su amor por Francia nunca le nubló el juicio a la hora de señalar los fallos propios y ajenos. Un joven que a pesar de la humillación que le supuso caer prisionero (a pesar de sus heroicos esfuerzos que le valieron la Legión de Honor), no cejó de aprender y examinar al enemigo, aprovechando cada momento de sus 32 meses de cautiverio.

Se sigue su evolución tras la Gran Guerra, ya como una promesa en el séquito de Petáin. Pero no todo son éxitos. La vida de De Gaulle está trazada en la grandeza de los hombres que saben sobreponerse a las dificultades. Quizás la más especial, y en la que se aprecia su verdadero carácter, es en la vida de su hija Anne, que padeció síndrome de Down, y con quien De Gaulle desarrolló un extraordinario vínculo y cercanía. Con ella era con quien el pensativo general se vestía de afable y afectuoso padre.

Esta formación de su carácter me parece esencial para entender el resto del libro, y por tanto el resto de su vida. Sin ánimo de acabar haciendo un resumen completo del volumen (que como se ha dicho anteriormente abarca toda su trayectoria vital, con especial y necesario énfasis en su “vida política”), me parecía necesario reflejar la singular propuesta y objetivo de este libro, que no es otro sino mostrar ese lado más desconocido del general francés, esa rebeldía e inconformismo que le empujó a tener un peso importantísimo en la creación de la actual forma de la República Francesa y cuya impronta, 50 años después de su muerte, sigue viva en Europa y en la política francesa.

Personalmente, me ha atraído mucho el estilo y organización del escrito. Hace que la propuesta sea amena y fácil de leer, a la vez que un trabajo muy serio y profundo, que invita a una reflexión constante. Muestra la intimidad y la soledad de un hombre ante la incomprensión de sus contemporáneos, con respecto a los que siempre estuvo adelantado. Un hombre que, en definitiva, siempre antepuso el bien mayor, su amada Francia, al bien propio. Un experto tanquista que supo dirigir a su país en momentos tan distintos: el gobierno de la Francia Libre en Londres, el desfile en los Campos Elíseos, la revuelta de Argel, el nacimiento de la Vª República Francesa, Mayo del 68 y su postrera dimisión, como hombre de honor, tras perder el referéndum sobre el Senado y las regiones que convocó, en uno de sus últimos actos de rebeldía, en contra de todos sus asesores.

Finalmente, De Gaulle fue rebelde hasta la muerte, rechazando cualquier funeral de estado y reposando, junto a su querida hija, en un pequeño pueblo francés. Su lápida –que simplemente reza: Charles de Gaulle, 1890-1970– no hace sino mostrar su rebeldía final. Murió el hombre, pero nació el mito.

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[Juan Tovar Ruiz, La doctrina en la política exterior de Estados Unidos: De Truman a Trump (Madrid: Catarata, 2017) 224 páginas]

RESEÑA /  Xabier Ramos Garzón

Todo cambio en la Casa Blanca lleva a un análisis de lo que fue la política del presidente saliente y a la especulación sobre la política del que llega. Dado el peso de Estados Unidos en el mundo, la visión sobre los asuntos internacionales de cada administración resulta determinante para el orden mundial. Juan Tovar Ruiz, profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad de Burgos, se ocupa en este libro de la esencia de la política exterior de cada presidente –fundamentalmente de Truman a Trump (la de Biden, lógicamente, aún está por definir)–, que en muchos casos sigue una hoja de ruta definida que da en llamarse “doctrina”.

Entre las fortalezas del libro se encuentran el hecho de que combina varios puntos de vista: por una parte, abarca, desde el punto de vista realista, los efectos estructurales e internos de cada política, y por otra, analiza las ideas e interacciones entre actores teniendo en cuenta el punto de vista constructivista. El autor explora los procesos de toma de decisión y sus consecuencias, considera la efectividad final de las doctrinas americanas, en el contexto general de las relaciones internacionales, y examina las influencias, rupturas y continuidades entre distintas doctrinas a lo largo del tiempo. A pesar de la relativamente corta historia de Estados Unidos, el país ha contado con una extensa y compleja política exterior que Tovar, centrándose en las últimas ocho décadas, sintetiza con especial mérito, adoptando un punto de vista principalmente general que resalta lo sustantivo.

El libro está dividido en siete capítulos, organizados por etapas históricas y, dentro de cada una, por presidentes. El primer capítulo, a modo introductorio, abarca desde el periodo posterior a la independencia de Estados Unidos hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Esta etapa se muestra como antecedente clave en la ideología futura americana, con dos posicionamientos especialmente determinantes: la Doctrina Monroe y el Idealismo Wilsoniano. El segundo capítulo se ocupa de la Primera Guerra Fría, con las doctrinas Truman, Eisenhower, Kennedy y Johnson. A lo largo del capítulo se contextualizan los distintos postulados y se señalan las cuestiones que fueron clave en la creación de unas doctrinas que solo afectaron a la política exterior del momento, sino se imbricaron en el núcleo del pensamiento político estadounidense. El tercer capítulo trata de la Distensión, periodo ocurrido entre 1969 y 1979 en el que se dieron las doctrinas de Nixon y Carter. Al llegar al cuarto capítulo nos situamos en la Segunda Guerra Fría y el final de la confrontación EEUU-URSS, tiempo en que encontramos las doctrinas de Reagan y Bush senior. A partir de este punto, los siguientes capítulos (quinto, sexto y séptimo) tratan el periodo de Postguerra Fría, apareciendo en este periodo las doctrinas de Clinton, Bush junior y las más recientes –por tanto, aún sujetas a estudio– de Obama y Trump.

En las conclusiones el autor resume cada uno de los capítulos en base a caracterizaciones académicas o políticas y realiza algunas matizaciones, como advertir que en su opinión la política exterior de Obama es más bien una “no doctrina”, ya que combina elementos de distintas ideologías y es en parte contradictoria. Obama trató varios conflictos de formas diferentes: así, afrontó de forma realista las “guerras de necesidad” (Afganistán) y de acuerdo con el planteamiento internacionalista liberal conflictos como el de Libia. Aunque la flexibilidad llevada a cabo por Obama puede ser considerada una debilidad por algunos, ya que no siguió una política firme y marcada, también puede verse como la necesaria adaptación a un entorno continuamente cambiante. Muchas son las ocasiones en las que un presidente estadounidense, como Bush hijo, ha llevado a cabo una política exterior rígida, ideológicamente hablando, que en última instancia logró poco éxito práctico.

Otro ejemplo de variante de la doctrina convencional que muestra el autor es la “antidoctrina” llevada a cabo por Trump. Quien fuera presidente hasta 2021 ejecutó una política caracterizada por numerosas contradicciones y variaciones respecto al papel que EEUU había venido ejerciendo en el mundo, arrojando con ello dudas e incertidumbres sobre la actuación esperable de la superpotencia americana. Esto vino dado por la inexperiencia política de Trump, tanto en el ámbito como en el plano doméstico, la cual causó inquietud no solo en actores internacionales sino en el núcleo del propio Washington.

Del análisis de las distintas doctrinas mostradas en el libro podemos destacar cómo cada una de ellas se adapta a un contexto social, histórico y político específico, y a la vez todas responden a una compartida tradición política de un país que, como superpotencia, manifiesta ciertas constantes a la hora de procurar mantener la paz y garantizar la seguridad. Pero esas constantes no deben ser confundidas con aspectos universales, ya que cada país presenta sus propias particularidades y cuenta con intereses determinados: adaptar sin más los posicionamientos estadounidenses a los planes de política exterior de otros países puede ocasionar fallos caóticos, si no se reconocen esas diferencias.

Por ejemplo, países como España, que dependen de la pertenencia a la Unión Europea, no podrían entrar en guerras aleatorias unilateralmente como ha hecho Estados Unidos. No obstante, España podría adoptar algunos elementos, como en materia de toma de decisiones, ya que este tipo de doctrinas facilita enormemente objetivar y estandarizar los procesos de análisis y resoluciones.

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[Mondher Sfar, In search of the original Koran: the true history of the revealed text (New York: Prometheus Books, 2008) 152pp]

 

REVIEW /  Marina G. Reina

 

Not much has been done regarding research about the authenticity of the Quranic text. This is something that Mondher Sfar has in mind throughout the book, that makes use of the scriptural techniques of the Koran, the scarce research material available, and the Islamic tradition, to redraw the erased story of the transmission of the holy book of Muslims. The same tradition that imposes “a representation of the revelation and of its textual product-which (…) is totally alien to the spirit and to the content of the Quranic text.”

The work is a sequencing of questions that arise from the gaps that the Islamic tradition leaves regarding the earliest testimony about the Koran and the biography of Prophet Muhammad. The result is an imprecise or inconclusive answer because it is almost impossible to trace the line back to the very early centuries of the existence of Islam, and due to an “insurmountable barrier” that “has been established against any historical and relativized perception of the Koran (…) to consecrate definitively the new orthodox ideology as the only possible and true one.” 

As mentioned, Sfar’s main sources are those found in the tradition, by which we mean the records from notorious personalities in the early years of the religion. Their sayings prove “the existence in Muhammad’s time of two states of the revealed text: a first state and a reworked state that have been modified and corrected.” This fact “imperils the validity and identity of Revelation, even if its divine authenticity remains unquestioned.”

The synthesis that the author makes on the “kinds of division” (or alterations of the Revelation), reducing them to three from certain ayas in the Koran, is also of notorious interest. In short, these are “that of the modification of the text; that of satanic revelations; and finally, that of the ambiguous nature of the portion of the Revelation.” The first one exemplifies how the writing of the Revelation was changed along time; the second is grounded on a direct reference to this phenomenon in the Koran, when it says that “Satan threw some [false revelations] into his (Muhammad’s) recitation” (22:52), something that, by the way, is also mentioned in the Bible in Ezekiel 13:3, 6.

Another key point in the book is that of the components of the Koran (the surahs and the ayas) being either invented or disorganized later in time. The manuscripts of the “revealed text” vary in style and form, and the order of the verses was not definitively fixed until the Umayyad era. It is remarkable how something as basic as the titles of the surahs “does not figure in the first known Koranic manuscript”, nor was it reported by contemporaries to the Prophet to be ever mentioned by him. The same mystery arises upon the letters that can be read above at the beginning of the preambles in the surahs. According to the Tradition, they are part of the Revelation, whilst the author argues that they are linked to “the process of the formation of surahs”, as a way of numeration or as signatures from the scribes. As already mentioned, it is believed that the Koran version that we know today was made in two phases; in the second phase or correction phase surahs would have been added or divided. The writer remarks how a few surahs lack the common preambles and these characteristic letters, which leads to think that these elements were added in the proofreading part of the manuscript, so these organizational signals were omitted.

It may seem that at some points the author makes too many turns on the same topic (in fact, he even raises questions that remain unresolved throughout the book). Nonetheless, it is difficult to question those issues that have been downplayed from the Tradition and that, certainly, are weighty considerations that provide a completely different vision of what is known as the "spirit of the law.” This is precisely what he refers to by repeatedly naming the figure of the scribes of the Prophet, that “shaped” the divine word, “and it is this operation that later generations have tried to erase, in order to give a simplified and more-reassuring image of the Quranic message, that of a text composed by God in person,” instead of being “the product of a historical elaboration.”

What the author makes clear throughout the book is that the most significant and, therefore, most suspicious alterations of the Koran are those introduced by the first caliphs. Especially during the times of the third caliph, Uthman, the Koran was put on the agenda again, after years of being limited to a set of “sheets” that were not consulted. Uthman made copies of a certain “compilation” and “ordered the destruction of all the other existing copies.” Indeed, there is evidence of the existence of “other private collections” that belonged to dignitaries around the Prophet, of whose existence, Sfar notes that “around the fourth century of the Hijra, no trace was left.”

The author shows that the current conception of the Koran is rather simplistic and based on “several dogmas about, and mythical reconstructions of, the history.” Such is the case with the “myth of the literal ‘authenticity’,” which comes more “from apologetics than from the realm of historical truth.” This is tricky, especially when considering that the Koran is the result of a process of wahy (inspiration), not of a literal transcription, setting the differentiation between the Kitab (“the heavenly tablet”) and the Koran (“a liturgical lesson or a recitation”). Moreover, Sfar addresses the canonization of the Koran, which was made by Uthman, and which was criticized at its time for reducing the “several revelations without links between them, and that they were not designed to make up a book” into a single composition. This illustrates that “the principal star that dominated the period of prophetic revelation was to prove that the prophetic mission claimed by Muhammad was indeed authentic, and not to prove the literal authenticity of the divine message,” what is what the current Muslim schools of taught are inclined to support.

In general, although the main argument of the author suggests that the “Vulgate” version of the Koran might not be the original one, his other arguments lead the reader to deduce that this first manuscript does not vary a lot from the one we know today. Although it might seem so at first glance, the book is not a critique to the historicity of Islam or to the veracity of the Koran itself. It rather refers to the conservation and transmission thereof, which is one of the major claims in the Koran; of it being an honorable recitation in a well-guarded book (56:77-78). Perhaps, for those unfamiliar with the Muslim religion, this may seem insignificant. However, it is indeed a game-changer for the whole grounding of the faith. Muslims, the author says, remain ignorant of a lot of aspects of their religion because they do not go beyond the limits set by the scholars and religious authorities. It is the prevention from understanding the history that prevents from “better understanding the Koran” and, thus, the religion.

Categorías Global Affairs: Oriente Medio Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Daniel Méndez Morán, 136. El plan de China en América Latina (2018), 410 páginas]

RESEÑA Jimena Puga

Mediante una investigación en primera persona sobre el terreno y el testimonio personal de chinos y latinoamericanos, que dan al relato carácter de reportaje documentado, Daniel Méndez resume detalladamente la huella que la creciente superpotencia asiática está dejando en la región. Esto permite al lector conocer las relaciones entre ambas culturas desde el punto de vista económico y sobretodo, político. La cifra del título –136– es el número que, según explica el autor, Pekín asigna a su plan para Latinoamérica, en su planificación de distintos programas de expansión sectorial y geográfica por el mundo.

El libro comienza haciendo una breve reflexión sobre el rápido crecimiento de China desde la muerte de Mao Zedong y gracias a las políticas de crecimiento y apertura de Deng Xiaoping entre 1980 y 2000. Este resurgir no se ha reflejado solo en la economía china, sino también en la sociedad. Las nuevas generaciones de profesionales chinos cuentan con mejor formación universitaria y mayor dominio de idiomas extranjeros que sus mayores, y por tanto más preparados para las relaciones internacionales. Sin embargo, Liu Rutao, consejero económico y comercial de la Embajada de China en Chile explica al autor que “la historia de la salida de China al extranjero tiene tan solo quince años, así que ni el gobierno ni las empresas tenemos un pensamiento muy maduro sobre la forma de actuar en el extranjero, por eso todos necesitamos estudiar”.


No obstante, la corta experiencia del país en el ámbito internacional no supone un obstáculo ya que, como pone de manifiesto el libro, para acelerar este proceso de aprendizaje China cuenta con un atajo muy efectivo: el dinero. De hecho, el objetivo de muchas de las inversiones chinas más importantes en América Latina no es solo el acceso a recursos naturales, sino también a capital humano y sobretodo a conocimiento. Gracias a sus ingentes recursos financieros, las empresas chinas están adquiriendo empresas con experiencia y contactos en el continente americano, contratando a los mejores profesionales de cada país y comprando marcas y tecnologías. “Esta fase es muy difícil. Las empresas chinas van a pagar para aprender. Pero todo se aprende pagando”, explica a Méndez el diplomático Chen Duqing, embajador de China en Brasil entre 2006 y 2009.

Después de esta visión general, el libro pasa a la relación de China con distintos socios latinoamericanos. En el caso de México, existe una lucha contra el famoso made in China. El imperio del centro fue a México hace 40 años a estudiar el programa maquilador; cuando regresaron, según explica Méndez, dijeron: “México está haciendo eso para Estados Unidos, nosotros vamos a hacerlo para el mundo”. Y de esta forma, unos años más tarde China diseñó y mejoró la estrategia. Hay pocas dudas de que el made in China les ha ganado la partida a las maquiladoras mexicanas, y son todas estas décadas de competencia y frustración las que explican las complejas relaciones políticas que viven los dos países. Así lo testimonian las personas entrevistadas por el autor. A Jorge Guajardo, este modelo le recuerda al orden colonial impuesto por España y continuado por Reino Unido: “Yo les decía en ocasiones a los chinos: Señores, ustedes no pueden ver América Latina nada más que como un lugar al que van por recursos naturales y a cambio mandan productos manufacturados. Nosotros ya fuimos colonia. Y no nos gustó, no funcionó. Y optamos por dejar de serlo. No quieran ustedes repetir ese modelo”.

El resultado de estas nuevas tensiones es que ninguno de los dos países ha conseguido lo que estaba buscando. México apenas ha aumentado sus exportaciones a China y el gigante asiático apenas ha incrementado sus inversiones en el país latinoamericano. En 2017 tan solo había 30 empresas chinas instaladas en México, un numero muy pequeño comparadas con las 200 que había en Perú. Otros diplomáticos del continente reconocen que en cualquier encuentro internacional en el que ambos países están presentes, el país latinoamericano es siempre el más reacio a aceptar las propuestas de Pekín. Para China, la “resistencia” mexicana es tal vez su mayor escollo diplomático en la región: el mejor ejemplo de que su ascenso no ha beneficiado a todos los países del Sur.

Méndez cuenta que, a diferencia de México, la estrategia peruana de apostar por la minería ha encontrado un socio ideal al otro lado del Pacífico. Necesitado de minerales para alimentar su industria y construir nuevas ciudades, la enorme demanda china ha tirado con fuerza de la economía peruana. Entre 2004 y 2017 el comercio entre ambos se multiplicó por diez y el gigante asiático se convirtió en el primer socio comercial de Perú. China ya no solo es importante por su demanda de cobre, plomo y zinc, sino también por los flujos de inversión y su capacidad de poner en marcha proyectos mineros. Estas condiciones financieras, muy difíciles de conseguir en la banca privada, son en muchas ocasiones la ventaja comparativa que permite a las empresas estatales chinas batir a sus competidores occidentales.

¿Qué significa esto para América Latina? ¿Deberían preocuparse los países latinoamericanos de esta estrategia política y económica que a través de empresas estatales invierte de forma masiva en sus recursos naturales? Como indica el libro, muchos diplomáticos piensan que hay que estar atentos. A diferencia de las compañías privadas, cuyo objetivo primordial es obtener beneficios y entregar dividendos a sus accionistas, las chinas están en ultima instancia controladas por políticos que pueden tener otra agenda. En este sentido, la expansión de tantas empresas estatales en recursos naturales también puede convertirse en un arma de presión e influencia.

Si algún dirigente latinoamericano, por ejemplo, decidiera reunirse con el Dalai Lama o se opusiera a alguna iniciativa diplomática liderada por Pekín, el gigante asiático podría utilizar sus empresas estatales a modo de represalia, advierte Méndez. De la misma forma que si el gobierno peruano quisiera cancelar algún proyecto chimo por infracciones laborales o medioambientales, Pekín podría amenazar con denegar la aprobación de protocolos fitosanitarios o retrasar otras inversiones. Además, China es cada vez más consciente de que su imagen, su capacidad de persuasión y su atractivo cultural (soft power) son vitales para ampliar su proyecto político y económico.

Por otro lado, y más al sur de la región, Uruguay se ha convertido en el laboratorio perfecto para China. Las fábricas uruguayas están preparadas para producciones cortas de unos pocos miles de automóviles, el país cuenta con mano de obra especializada y las buenas infraestructuras permiten en muy poco tiempo plantarse en Brasil o Argentina. Hay que tener en cuenta que las empresas chinas son todavía poco conocidas en América Latina y no cuentan con demasiados recursos financieros, y en Uruguay pueden hacer un testeo de mercado.

En cuanto a Brasil, Méndez habla especialmente de la diplomacia de los satélites. Éstos no sirven solo para llevar la televisión a los hogares y para utilizar el GPS en el móvil, sino también por sus capacidades militares y el prestigio político que implican. Brasil ha colaborado con otros países como Argentina y Estados Unidos, pero las tensiones políticas y económicas casi siempre suelen poner limites a la cooperación espacial. Aunque pueda resultar paradójico, en el caso de China la distancia parece ser una bendición ya que no hay problemas geopolíticos entre ambos: a veces es más difícil trabajar con tus vecinos que con las personas que están muy lejos. Para Pekín, las misiones espaciales sirven para aumentar todas las dimensiones de su poder: incrementa sus capacidades militares y contribuye a su industria espacial y a la competitividad en un sector económico con mucho futuro. Y por ultimo, también le sirve como campaña de relaciones públicas en el mundo. No obstante, las diferencias tecnológicas y económicas se están haciendo tan patentes que a China incluso el gigante sudamericano se le está quedando pequeño.

Desde el punto de vista geoestratégico, Méndez no quiere dejar pasar la construcción de una estación espacial china en un terreno de 200 hectáreas en la provincia argentina de Neuquén, que cuenta con una inversión inicial de 50 millones de dólares y que se enmarca en el programa chino de exploración de la Luna. Además, Argentina es el único país en el que la presencia del Banco Industrial y Comercial de China es tan notable y popular entre la sociedad. Este banco chino ha conseguido ofrecer los mismos servicios que cualquier otra institución bancaria argentina.

Por último, Chile es uno de los países con los que mejores relaciones tiene Pekín, pero ¿por qué China no invierte en Chile? La respuesta es sencilla. En Chile los procesos de inversión son claros, transparentes e iguales para todos los países. No hay excepciones y los inversores tienen que seguir al pie de la letra las complejas regulaciones legales. La cultura de negocios es distinta, y a los chinos eso de necesitar abogados y 20.000 permisos para todo no les gusta. Les gusta pagar sobornos, y en Chile la corrupción provoca mucha indignación.

A lo largo de este análisis país por país, el autor ha ido dejando clara una cosa: China tiene un plan. O al menos, ha sido capaz de apostar durante décadas por la formación de funcionarios con el objetivo de diseñar una estrategia en América Latina. Esa capacidad de planificación y esos objetivos marcados a largo plazo le han servido al gigante asiático para avanzar posiciones en los últimos años y dejar una huella profunda en muchos países del continente americano. Y, ¿en qué consiste el plan? Está claro que el objetivo número uno de China es económico. Ha conseguido “colarse” con éxito en los tres grandes bloques comerciales en los que se encuadran los países latinoamericanos: NAFTA, Alianza del Pacífico y Mercosur.

Pero la economía per se no es lo único que mueve a China. Para lograr sus objetivos económicos, Pekín también necesita tejer relaciones políticas y contar con aliados que puedan defender sus posiciones diplomáticas. Su defensa de la no interferencia en asuntos internos y de un mundo multipolar exige a cambio el silencio de los países latinoamericanos sobre la violación de derechos humanos en su país y el respeto, por ejemplo, a la política de una sola china. El gigante asiático quiere ampliar todas sus fortalezas y no está dispuesto a renunciar a ninguna de ellas.

En conclusión, tenga o no China una estrategia para América Latina, América Latina no tiene una estrategia para China. Y China no es una ONG; si algo demuestra la historia reciente es que cada país busca en el ámbito de las relaciones internacionales la defensa de sus egoístas intereses nacionales. China tiene su agenda y la está persiguiendo. Tal vez haya llegado el momento de que América Latina tenga la suya propia.

Categorías Global Affairs: Economía, Comercio y Tecnología Reseñas de libros Latinoamérica

[Alyssa Ayres, Our Time Has Come. How India Is Making Its Place in the World (Oxford University Press: Oxford, 2020) 360 pgs.]

RESEÑA /  Alejandro Puigrefagut 

Una India en ascenso progresivo quiere ocupar un lugar destacado entre las potencias globales. En las últimas décadas, las discusiones sobre el surgimiento global de la India y el lugar que le corresponde en el mundo han ido en aumento, en ocasiones en un contexto de posibles alianzas para hacer frente a un excesivo predominio de China.

Alyssa Ayres, experta sobre India, Pakistán y el Sur de Asia del Council on Foreign Relations de Estados Unidos, refleja bien, a través de su libro Our Time Has Come. How India Is Making Its Place in the World, el papel que desempeña esta democracia a nivel internacional, los obstáculos a los que se sigue enfrentando y las implicaciones de su ascenso para Estados Unidos y otros países de la región del Indo-Pacífico, como Pakistán y China. Es justo decir que la expansión económica de India ha colocado a este país entre las principales potencias emergentes del mundo, pero ahora quiere avanzar y conseguir un lugar entre las potencias globales.

Para la plena comprensión del papel que juega India a nivel global, la autora analiza su realidad política, económica y social interna. India es la mayor democracia del mundo, por lo que abarca una amplia gama de partidos nacionales y regionales que abogan por políticas radicalmente dispares. Esto crea complicaciones a la hora de llegar a acuerdos que beneficien a gran parte de la población. Además, otros factores que complican la relación entre la población son la división social y la religión. Para empezar, la India tiene un grave problema de división social provocada por la distinción entre clases sociales, o castas, las cuales algunas continúan teniendo un peso importante en la toma de decisiones. Igualmente, la cuestión religiosa adquiere un papel destacado debido a la gran cantidad de religiones que conviven en el territorio indio; no obstante, la mayoría hindú y musulmana son las que marcan la agenda política.

Ayres destaca dos características que moldean la posición de la India actual en el mundo: la propia percepción de país en desarrollo y la abstención en los enredos mundiales. Según la autora, a pesar del surgimiento de India como una de las economías más grandes del mundo, continúa teniendo a nivel nacional una percepción de sí misma como un país sentenciado a estar siempre entre las naciones en desarrollo. Eso provoca que las políticas económicas nacionales frenen y obstaculicen las ambiciones internacionales y por ende se encuentren en un conflicto continuo. Por el otro lado, históricamente, India se ha mantenido al margen de los grandes problemas globales y de los distintos bloques internacionales con su política de no alineación.

Our Times Has Come, a pesar de defender el elevado posicionamiento de India en el sistema internacional, subraya también los grandes desafíos a los que se enfrenta este país por no haber abandonado sus antiguas políticas. En primer lugar, la economía sigue siendo ciertamente proteccionista y no existe un consenso claro sobre las nuevas aportaciones que podría traer una economía de mercado más abierta. En segundo lugar, India sigue luchando contra el legado de su política exterior de no alineación y sigue siendo ambivalente sobre cómo debería ejercer su poder en las instituciones multilaterales. Y, en tercer lugar, este país sigue siendo demasiado protector de su autonomía, por lo que busca moldear sus interacciones internacionales en términos indios. De ahí que India tienda a moverse con cautela y deliberación en la esfera internacional.

Por otro lado, el libro hace hincapié en las relaciones entre India y Estados Unidos. La interacción entre ambos países difiere de sus relaciones con otros Estados debido a que Nueva Delhi, aunque busca una relación estratégica y económica más cercana con EEUU, no quiere estar sujeta a las obligaciones inherentes de esta alianza, sino adquirir autoridad sin tener que inclinarse ante Washington.

Ayres enfatiza la necesidad de reformar la gobernanza global para crear un espacio específico para Nueva Delhi. Entre sus recomendaciones se incluye el respaldo a la membresía de India en el Consejo de Seguridad de la ONU y otras instituciones que establezcan la agenda económica y de seguridad globales. Está claro que India, como potencia en ascenso, debería entenderse y apreciarse mejor en sus propios términos. En otras palabras, Nueva Delhi debería adquirir un papel más fundamental en el ámbito internacional y tomar cierto liderazgo para evitar verse presionado por sus competidores directos a nivel regional y global.

Las páginas de Our Times Has Come aportan varios años de conocimiento y estudio de primera mano sobre la política exterior de la India, mostrando sus complejidades y las grandes características que la moldean. La académica Alyssa Ayres, a través de este libro, nos ofrece un análisis imprescindible para entender qué es la India, pero, sobre todo, qué quiere llegar a ser.

Categorías Global Affairs: Asia Orden mundial, diplomacia y gobernanza Reseñas de libros

[Rory Medcalf, Indo-Pacific Empire. China and the Contest for the World’s Pivotal Region (Manchester: Manchester University Press, 2020) 310 págs.]

RESEÑA / Salvador Sánchez Tapia

En 2016, el primer ministro Abe de Japón y su homólogo indio, Narendra Modi, realizaron un viaje en el tren bala que une Tokio con Kobe para visualizar el nacimiento de una nueva era de cooperación bilateral. Sobre la base de esta anécdota, Rory Medcalf propone al lector una reconceptualización de la región más dinámica del globo que deje atrás la que, por mor del influjo norteamericano, ha predominado por algún tiempo bajo la denominación “Asia-Pacífico”, y que no refleja una realidad geopolítica más amplia.

El título de la obra es un tanto engañoso, pues parece aludir a un eventual dominio mundial ejercido desde la región indo-pacífica, y a la lucha de China y Estados Unidos por el mismo. No es esto lo que el libro ofrece.

Para Medcalf, un australiano que ha dedicado muchos años a trabajar en el servicio exterior de su país, “Indo-Pacífico” es un concepto geopolítico alternativo que engloba a una amplia región eminentemente marítima que comprende los océanos Pacífico e Índico, por los cuales circula la mayor parte del comercio marítimo global, así como los territorios costeros conectados por ambos mares. En el centro de este inmenso y diverso espacio se encuentran, actuando como una suerte de bisagra vertebradora, Australia, y la zona del sureste asiático que comprende el Estrecho de Malaca, vital paso marítimo.

El enfoque geopolítico propuesto sirve de argumento para articular una respuesta regional al creciente y cada vez más amenazador poder de China, que no pase por la confrontación o la capitulación sumisa. En palabras del autor, es un intento, hecho desde un punto de vista liberal, para contrarrestar los deseos de China de capitalizar la región en su favor.

En este sentido, la propuesta de Medcalf pasa por que las potencias medias de la región –India, Australia, Japón, Corea, Indonesia, Vietnam, etc.– logren una mayor coordinación para dibujar un futuro que tenga en cuenta los legítimos intereses de China, pero en el que estas potencias equilibren de forma eficaz el poder de Beijing. Se trata de que el futuro de la región esté diseñado con China, pero no sea impuesto por China. Tampoco por Estados Unidos al que, no obstante, se reconoce como actor clave en la región, y con cuyo apoyo el autor cuenta para dar cuerpo a la idea.

El argumento del libro sigue un guion cronológico en el que aparecen tres partes claramente diferenciadas: pasado, presente y futuro. La primera de ellas expone las razones históricas que justifican la consideración de la indo-pacífica como una región con entidad propia, y muestra las deficiencias de la visión “Asia-Pacífico”.

El bloque referido al presente es de índole descriptiva y hace una breve presentación de los principales actores del escenario indo-pacífico, del creciente poder militar chino, y de cómo China lo está empleando para retornar, en una reminiscencia de la época del navegante chino Zheng He, al Océano Índico, convertido ahora en arena de confrontación geoeconómica y geopolítica, así como en pieza clave del crecimiento económico chino como ruta por la que navegan los recursos que el país necesita, y como en parte marítima del proyecto global de la nueva Ruta de la Seda.

En lo tocante al futuro, Medcalf ofrece su propuesta para la región, basada en un esquema geopolítico en el que Australia, naturalmente, ocupa un lugar central. En una escala que va desde la cooperación hasta el conflicto, pasando por la coexistencia, la competición y la confrontación, el autor hace una apuesta por la coexistencia de los actores del tablero indo-pacífico con China, y plantea acciones en las tres áreas de la promoción del desarrollo en los países más vulnerables a la influencia –extorsión, en algunos casos– china; de la disuasión, en la que Estados Unidos continuará jugando un papel central, pero que no puede estar basada exclusivamente en su poder nuclear, sino en el crecimiento de las capacidades militares de los países de la región; y de la diplomacia, ejercida a varios niveles –bilateral, multilateral, y “minilateral”– para generar confianza mutua y establecer normas que eviten una escalada hacia la confrontación e, incluso, el conflicto.

Estos tres instrumentos deben venir acompañados de la práctica de dos principios: solidaridad y resiliencia. Por el primero se busca una mayor capacidad para gestionar el ascenso de China de una forma que promueva un balance entre el equilibrio de poder y el acercamiento, evitando los extremos de la contención y el acomodo a los designios del gigante. Por el segundo, los estados de la región se hacen más resistentes al poder de China y más capaces de recuperarse de sus efectos negativos.

No cabe duda de que este enfoque geopolítico, que sigue la estela abierta por Japón con su política “Indo-Pacífico Libre y Abierto”, está hecho desde una perspectiva netamente australiana y de que, de forma consciente o no, realza el papel de esta nación-continente, y sirve a sus intereses particulares de definir su lugar en el mundo y de mantener un entorno seguro y estable frente a una China que contempla de una forma cada vez más amenazadora.

Aún reconociendo esta motivación, que no deja de ser consecuencia lógica de la aplicación de los viejos conceptos del realismo, la visión propuesta no carece de méritos. Para empezar, permite conceptualizar a China de una forma que captura el interés por el Índico como algo integral a la visión que de sí misma tiene respecto a su relación con el mundo. Por otra parte, sirve como llamada de atención, tanto a las numerosas potencias medias asiáticas como a los pequeños estados insulares del Pacífico, sobre la amenaza china, ofreciendo el maná de una alternativa diferente al conflicto o a la sumisión acrítica al gigante chino. Finalmente, incorpora –al menos conceptualmente– a Estados Unidos, junto con India y Japón, a un esfuerzo multinacional capaz, por el peso económico y demográfico de los participantes, de equilibrar el poder de China.

Si la intención del concepto es la de fomentar en la región la conciencia de la necesidad de componer un equilibrio al poder de China, entonces puede argumentarse que la propuesta, excesivamente centrada en Australia, omite por completo la dimensión terrestre china, y la conveniencia de incorporar a ese balance a otras potencias medias regionales que, aunque no se cuenten entre las marítimas, comparten con ellas el temor al creciente poder de China. De forma similar, y aunque pueda pensarse que las naciones ribereñas de África y América forman parte integral de la entidad definida por las cuencas indo-pacíficas, éstas están conspicuamente ausentes del diseño geopolítico, a excepción de Estados Unidos y Rusia. Las referencias a África son muy escasas; América Central y del Sur están, simplemente, innombradas.

Se trata, en definitiva, de una interesante obra que aborda una importante cuestión de alcance global desde una óptica novedosa, realista y ponderada, sin caer en escenarios catastrofistas, sino abriendo una puerta a un futuro algo esperanzador en el que una China dominante pero cuyo poder, así se argumenta, podría haber ya alcanzado su pico máximo, pueda dar lugar al florecimiento de un espacio compartido en el corazón de un mundo reconectado de una forma que los antiguos navegantes no habían podido ni siquiera imaginar.

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[Barack Obama, Una tierra prometida (Debate: Madrid, 2020), 928 págs.]

RESEÑA / Emili J. Blasco

Las memorias de un presidente son siempre un intento de justificación de su actuación política. Habiendo empleado George W. Bush menos de quinientas páginas en «Decision Points» para intentar explicar las razones de una gestión en principio más controvertida, que Barack Obama utilice casi mil para una primera parte de sus memorias (Una tierra prometida solo cubre basta el tercero de sus ocho años de presidencia) parece un exceso: de hecho, ningún presidente estadounidense ha requerido tanto espacio en ese ejercicio de querer dejar atado su legado.

Es verdad que Obama tiene gusto por la pluma, con algún libro precedente en el que ya demostró buena narrativa, y es posible que esa inclinación literaria le haya vencido. Pero probablemente ha sido más determinante la visión que Obama ha tenido de sí mismo y de su presidencia: la convicción de tener una misión, como primer presidente afroamericano, y su ambición de querer doblar el arco de la historia. Cuando, con el paso del tiempo, Obama comienza a ser ya uno más en la lista de presidentes, su libro revindica el carácter histórico de su persona y sus realizaciones.

El primer tercio de Una tierra prometida resulta especialmente interesante. Hay un repaso somero de su vida anterior a la entrada en política y luego el detalle de su carrera hasta alcanzar la Casa Blanca. Esta parte tiene la misma carga inspiradora que hizo tan atractivo Los sueños de mi padre, el libro que Obama publicó en 1995 cuando lanzó su campaña al Senado del estado de Illinois (en España apareció en 2008, a raíz de su campaña a la presidencia). Todos podemos sacar lecciones muy útiles para nuestra propia superación personal: la idea de ser dueños de nuestro destino, de cobrar conciencia de nuestra identidad más profunda, y la seguridad que eso nos da para llevar a cabo muchas empresas de gran valor y transcendencia; el poner todo el empeño en una meta y aprovechar oportunidades que quizá no vuelvan a presentarse; en definitiva, el pensar siempre por elevación (cuando Obama vio que su trabajo como senador de Illinois tenía poco impacto, su decisión no fue dejar la política, sino saltar al ámbito nacional: se presentó a senador en Washington y de ahí, solo cuatro años después, llegó a la Casa Blanca). Se trata, además, de unas páginas ricas en enseñanzas sobre comunicación política y campañas electorales.

Pero cuando la narración comienza a abordar el periodo presidencial, que arrancó en enero de 2009, ese tono inspirador decae. Lo que antes era una sucesión de adjetivos generalmente positivos hacia todos, empieza a incluir diatribas contra sus oponentes republicanos. Y aquí está el punto que Obama no logra superar: otorgarse todo el mérito moral y negárselo a quien con sus votos en el Congreso discrepaba de la legislación promovida por el nuevo presidente. Cierto que Obama contó con una oposición muy frontal de los líderes republicanos en el Senado y en la Cámara de Representantes, pero estos también apoyaron algunas de sus iniciativas, como el propio Obama reconoce. Por lo demás, ¿qué fue antes, el huevo o la gallina? Amplios sectores republicanos se echaron enseguida al monte, como pronto evidenció la marea del Tea Party en las elecciones de medio mandato de 2010 (en un movimiento que acabaría desembocando en el respaldo a Trump), pero también es que Obama había llegado con las posiciones más a la izquierda que se recordaban en la política estadounidense. Con su empuje idealista, Obama había dado poco ejemplo de esfuerzo bipartidista en su paso por el Senado de Illinois y de Washington; cuando algunas de sus reformas desde la Casa Blanca se vieron bloqueadas en el Congreso, en lugar de buscar un acomodo –aceptando una política de lo posible– fue a la calle a enfrentar a los ciudadanos con los políticos que se oponían a sus transformaciones, enquistando aún más las trincheras de unos y otros.

El historiador británico Niall Ferguson ha apuntado que el fenómeno Trump no se entendería sin la presidencia previa de Obama, aunque probablemente la agria división política en Estados Unidos sea una cuestión de corriente profunda en la que los líderes juegan un papel menos protagonista de lo que supondríamos. Justamente Obama se vio a si mismo como alguien idóneo, por su mezcla cultural (de raza negra, pero criado por su madre y abuelos blancos), para superar esa grieta que en la sociedad estadounidense iba agrandándose; sin embargo, no pudo tender los puentes ideológicos necesarios. Bill Clinton se enfrentó a un similar bloqueo republicano, en el Congreso liderado por Newt Gingrich, y procedió a transacciones que fueron útiles: restó carga ideológica y trajo una prosperidad económica que relajó la vida pública.

Una tierra prometida incluye muchas reflexiones de Obama. Generalmente aporta los contextos necesarios para entender bien las cuestiones, por ejemplo en la gestación de la crisis financiera de 2008. En política exterior detalla el estado de las relaciones con las principales potencias: la animadversión hacia Putin y la suspicacia hacia China, entre otros asuntos. Hay aspectos con distintas posibles vías de avance en los que Obama no deja margen para una posición alternativa lícita: así, en un tema especialmente emblemático, carga contra Netanyahu sin admitir ningún error propio en su aproximación al problema palestino-israelí. Esto es algo que otras reseñas del libro han señalado: la ausencia de autocrítica (más allá de admitir pecados de omisión al no haber sido todo lo audaz que hubiera deseado), y la falta en admitir que en algún aspecto quizás el oponente podía tener razón.

La narración transcurre con buen ritmo interno, a pesar de las muchas páginas. El tomo termina en 2011, en un momento aleatorio determinado por la extensión que se prevea para una segunda entrega; no obstante, tiene un colofón con suficiente fuerza: la operación contra Osama bin Laden, por primera vez contada en primera persona por quien tenía el máximo nivel de mando. Aunque se desconoce el grado de implicación de otras manos en la redacción de la obra, esta tiene un punto de lirismo que conecta directamente con Los sueños de mi padre y que ayuda a atribuirla, al menos en gran medida, al propio expresidente.

La obra contiene muchos episodios de la vida doméstica de los Obama. Los constantes piropos de Obama a su mujer, la admiración por su suegra y las continuas referencias a la devoción por sus dos hijas podrían considerarse algo innecesario, sobre todo por lo recurrente, en un libro político. No obstante, otorgan al relato el tono personal que Obama ha querido adoptar, dando además calidez humana a quien con frecuencia se le acusó de tener una imagen pública de persona fría, distante y demasiado reflexiva.

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[Lilia M. Schwarcz y Heloisa M. Starling, Brasil: una biografía (Debate: Madrid, 2016), 896 págs]

RESEÑA / Emili J. Blasco

Brasil: una biografía Presentar la historia de un vasto país como es Brasil en un único volumen, aunque extenso, no es tarea sencilla, si se quiere profundizar lo suficiente. «Brazil. A Biography» (para esta reseña se ha utilizado la edición en inglés de Penguin, de 2019, algo posterior a la publicación de la obra en España; el original en portugués es de 2015) es un relato con la apropiada lente. «Brasil no es para principiantes», dicen las dos autoras en la introducción, expresando con esa cita de un músico brasileño el modo como concibieron el libro: sabiendo que se dirigían a un público con generalmente poco conocimiento sobre el país, debían poder trasladar la complejidad de la vida nacional (de lo que constituye un continente en sí mismo) pero sin que la lectura resulte agónica.

El libro sigue un orden cronológico; no obstante, el hecho de arrancar con algunas consideraciones generales y de construir los primeros capítulos en torno a ciertos sistemas sociales y políticos generados sucesivamente por las plantaciones de caña de azúcar, la esclavitud de población africana y la búsqueda de oro hace que la vida de Brasil avance ante nuestros ojos sin tener la sensación de mero corrimiento de fechas. Más adelante llega un siglo XIX que para los hispanos tiene el interés de ver el negativo de la historia que conocemos respecto a las colonias americanas españolas (frente al caso español, durante las guerras napoleónicas la Corte de Portugal se trasladó entera a Rio de Janeiro y la independencia no derivó en diversas repúblicas, sino en una monarquía propia y centralizada). Y después un siglo XX que en Brasil constituyó un buen compendio de las vicisitudes políticas del mundo contemporáneo: del Estado Novo de Getúlio Vargas, a la dictadura militar y a la restauración de la democracia.

La obra de Schwarcz y Starling, profesoras de la Universidad de São Paulo y de la Universidad Federal de Minas Gerais, respectivamente, pone atención en los procesos políticos, pero arropándolos siempre con los paralelos procesos sociales y culturales que se dan juntos en cualquier país. El volumen aporta mucha información y referencias bibliográficas para todos los periodos históricos de Brasil, sin desconsiderar unos para ocuparse más de otros, y el lector puede detenerse especialmente en aquellos momentos que le resulten de mayor interés.

Personalmente, me he entretenido más en la lectura de cuatro periodos, relativamente distantes entre sí. Por un lado, los intentos de Francia y Holanda en los siglos XVI y XVII por poner un pie en Brasil (no tuvieron éxito permanente, y ambas potencias tuvieron que conformarse con las Guayanas). Después el surgimiento y consolidación en el siglo XVIII de Minas Gerais como tercer vértice del triángulo del heartland brasileño (Rio de Janeiro, São Paulo y Belo Horizonte). Luego la descripción de la vida de una corte de estilo europeo en las circunstancias del clima tropical (la monarquía duró hasta 1889). Y finalmente las experiencias del desarrollismo de mediados del siglo XX, con Juscelino Kubitschek y João Goulart en un tour de force entre el compromiso democrático, el personalismo presidencial y las corrientes de fondo de la Guerra Fría.

La lectura de esta obra aparta numerosas claves para entender mejor ciertos comportamientos de Brasil como país. Por un lado, cómo la inmensidad del territorio y la existencia de zonas a las que difícilmente llega el Estado –es el claro ejemplo de la Amazonia–, otorga un importante papel al Ejército como garante de la continuidad de la nación (el éxito, quizás momentáneo, de Bolsonaro y su apelación a las Fuerzas Armas tiene que ver con eso, aunque esta última presidencia ya no queda incluida en el libro). Por otro, cómo el cuarteamiento del poder territorial entre alcaldes y gobernadores genera una multitud de partidos políticos y obliga a cada candidato presidencial a articular múltiples alianzas y coaliciones, en ocasiones incurriendo en una «compra-venta» de favores que generalmente acaba teniendo un coste para la institucionalidad del país.

La redacción del libro fue concluida antes del colapso de la era gubernamental del Partido de los Trabajadores. Por eso la consideración de los gobiernos de Lula da Silva y Dilma Rousseff es, quizás, algo complaciente, como una suerte de «fin de la historia»: desde el final de la dictadura militar en 1985, el país habría evolucionado en la mejora de su vida democrática y social hasta el tiempo coronado por el PT. El «caso Lava Jato» ha demostrado más bien que «la historia continúa».

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[Francisco Cancio, Enmienda: una revisión de la causa y el actuar argentino en la Guerra de las Malvinas (Náutica Robinsón: Madrid, 2020), 406 págs.]

RESEÑA / Ignacio Cristóbal *

Nos encontramos ante un libro excelente que analiza algunas cuestiones controvertidas de la Guerra de las Malvinas (1982). El autor, Francisco Cancio, es un experto en la materia y ha hecho una concienzuda búsqueda de información a lo largo de los años en sus visitas a Argentina y el Reino Unido.

No es un libro de la historia de la Guerra de las Malvinas; hay otros manuales que la explican muy bien, pero aquí el autor ha pretendido otra cosa. Quien abra el libro debe tener ciertos conocimientos de lo que aconteció entonces el Atlántico Sur o bien procurárselos antes de adentrarse en sus páginas.

En mi caso, no resultó difícil que la lectura del libro me “enganchara”. Por los datos que el autor da, él tuvo experiencias parecidas a las mías. Yo también veía aquellos telediarios de la primavera de 1982 sentado junto a mi padre, militar; para nuestra generación fue nuestra primera guerra. Y como él, que en sus viajes al Reino Unido, imagino que para practicar la lengua inglesa, buceaba en las librerías británicas en busca de documentación, yo también me informé sobre las Malvinas cuando estuve por aquellas tierras perfeccionando el inglés, acudiendo a museos y librerías y a los barracks de Colchester, ciudad en la que pasé dos veranos, para hablar con veteranos del conflicto. Se perdonará por tanto que, por esta implicación personal, aquí deje ir un tanto mi simpatía hacia el bando argentino, sin dejar de admirar la profesionalidad mostrada por las tropas británicas.

La Guerra de las Malvinas fue una guerra completa desde el punto de vista militar. Hubo combates aéreos y navales; intervención de submarinos y de satélites; operaciones de desembarco y terrestres de unidades de operaciones especiales, así como de acciones de unidades a nivel de batallón. Es muy de agradecer que el primer capítulo, titulado “Génesis”, a la vez que va introduciendo el conflicto empiece a “pinchar globos” sobre la verdadera razón de ir a la guerra.

Y se suceden los capítulos con cuestiones como los “Super Etendart y los Exocet”, donde nos imaginamos a los pilotos navales argentinos entrenándose en la Bretaña francesa y dejando el pabellón muy alto, como debió ser. El interés aumenta cuando el autor se mete de lleno en las operaciones de inteligencia para conseguir “armar”, sin “libro de instrucciones”, los misiles que ya estaban en Argentina. El gobierno de Francia tuvo un papel complicado en el conflicto, pero primó lo diplomático (era miembro de la OTAN) sobre lo comercial. Fueron los técnicos franceses desplazados a Argentina los que dieron el “do de pecho” poniéndose del lado argentino y haciendo malabares para no crear más problemas en el equilibrio internacional.

El capítulo sobre las operaciones terrestres es excelente y rompe una lanza a favor de las fuerzas argentinas que tuvieron que vérselas con el enemigo y con la falta de apoyo logístico desde el continente. Aquellos días se produjo un debate en la opinión pública sobre la dicotomía “ejército de conscriptos” frente a “ejército profesional”. Queda claro en el capítulo el daño que infringieron los argentinos a los reconquistadores, pero también su situación adversa: la falta de medios básicos para la resistencia, el contraataque y, por qué no decirlo, el hambre y el frío. 

La parte naval se aborda en dos interesantes capítulos en los que se narra la historia del submarino “San Luis”, que estuvo molestando a la flota británica durante toda la contienda. Si no hubiera habido guerra, ese submarino se hubiera quedado en puerto. Este es el nivel de aquellos bravos submarinistas. El otro capítulo es sobre el fallido encuentro, por la falta de viento, de las dos flotas. Es posiblemente uno de los momentos más críticos de la contienda. De haber habido viento, los A-4 Skyhawk de la Armada Argentina podrían haber hecho volver a la flota británica a sus puertos de origen.

Capítulo aparte es “La guerra en los cielos”, que recoge algunas de las operaciones con más coraje de los pilotos argentinos aquellos días. El autor nos pone en las cabinas de los cazas cuyas imágenes todavía nos ponen los pelos de punta. Sin querer desvelar nada al lector, la entrevista con el exjefe de la Fuerza Aérea Argentina aquellos días es para mí lo mejor del libro. No hay que olvidar que fue miembro de la Junta militar y los datos que revela sobre la “ayuda rusa” son muy interesantes y desconocidos.

Y finalmente el esperado capítulo “El ataque al Invencible”, que se ocupa de la acción de guerra probablemente más comprometida de toda la contienda. El autor analiza escrupulosamente la operación de ataque a uno de los dos portaviones británicos, el Invencible, con una claridad que hace evidente que algo pasó.

“Enmienda” es, pues, un libro muy recomendable para quienes ya tienen un cierto conocimiento sobre la Guerra de las Malvinas, pero al mismo tiempo puede provocar la curiosidad en otras personas que, sin estar iniciadas en este conflicto, pueden ayudarse en la lectura consultado informaciones básicas disponibles en internet. Fue una contienda singular, en la que un país al sur del mundo puso en jaque a la segunda potencia de la OTAN, ayudada sin límites por la primera y por un país vecino. Como dijo en sus memorias el Almirante Woodward, comandante de la flota británica: “la gente no sabe lo cerca que estuvo Gran Bretaña de perder la guerra”. Buen epitafio final de un profesional de la milicia que seguro reconoció la profesionalidad, valía y arrojo del enemigo.

Experto en asuntos militares

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[Iván Garzón, Rebeldes, Románticos y Profetas. La responsabilidad de sacerdotes, políticos e intelectuales en el conflicto armado colombiano (Bogotá: Ariel, 2020) 330 págs]

RESEÑA / Paola Rosenberg

Rebeldes, Románticos y ProfetasEl libro “Rebeldes, románticos y profetas” escrito por Iván Garzón muestra el papel jugado por sacerdotes, políticos e intelectuales en el conflicto armado interno en Colombia y la responsabilidad que tuvieron en él. Una guerra que marcó al país en el ámbito político, económico, social e ideológico. Los movimientos revolucionarios en América Latina se caracterizaron por el uso de la violencia y el empleo de las armas para llegar al poder; más o menos fuertes según los países, los grupos guerrilleros tuvieron en cualquier caso una gran influencia en el devenir de los acontecimientos en la región durante la segunda mitad del siglo XX. El ensayo de Garzón, profesor de Teoría Política en la Universidad de La Sabana, se enfoca especialmente en el papel de la Iglesia Católica en los diferentes movimientos y en las ideas y acciones contradictorias que sostuvieron el conflicto en el tiempo [así resume él su propósito en este vídeo].

“Rebeldes, románticos y profetas” cuestiona y critica la responsabilidad de estos grupos en torno al recurso de la violencia y del uso de las armas para lograr un cambio social en Colombia. Iván Garzón reta a los participantes del conflicto armado en Colombia a reflexionar sobre su rol en el mismo y de igual manera a asumir su responsabilidad para construir una mejor sociedad. Además, el libro pretende abrir un debate sobre el pasado, el presente y el futuro del papel y la influencia de la Iglesia Católica y de los intelectuales en la sociedad.

Las olas revolucionarias en Latinoamérica en aquellos años se fortalecieron gracias a las ideas marxistas de la época. Aquellas ideas defendían que el desarrollo económico de los países tercermundistas no era posible sin una ruptura del mercado capitalista; debido a la desigualdad social y la lucha de clases. Por ello se debía advocar por el uso de la violencia y así llegar al poder. Tras el triunfo en la revolución cubana en 1959, las ideas guerrilleras se fueron expandiendo con rapidez por toda América Latina. Cuba demostró que la revolución era posible: mediante la lucha armada y las ideas marxistas se podía lograr un desarrollo social. Así fue como empezaron a surgir los fuertes movimientos revolucionarios en estos países. Colombia definitivamente no fue una excepción.

Uno de los jóvenes y principales protagonistas mencionados en el libro es Camilo Torres, quien fue arrastrado por las olas revolucionarias en Colombia. También conocido como “el cura guerrillero” o el “Che Guevara de los cristianos”, Torres fue un líder muy influyente en Colombia en la segunda mitad del siglo XX. Un sacerdote guerrillero, héroe para unos, pero villano para los otros. Con solo 37 años, murió en un enfrentamiento de tropas el 15 de febrero de 1966, un año después de haberse unido a la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN). Dispuesto a sacrificar su vida y empuñar las armas por su país y el cambio social, Torres afirmaba que la revolución era inevitable y había que contribuir a ella. Distintos intelectuales valoran su figura en el libro: unos critican al sacerdote por su “fracaso” y su decisión incorrecta al tomar las armas, otros lo justifican al señalar que se sometió ante una “guerra justa”.

Camilo Torres representa al grupo de los rebeldes, a los que el autor describe como los “guerreros de una revolución fallida”. Estos utilizaban las armas desde un compromiso muchas veces religioso. Justificaban la violencia y la veían como una representación del honor, la valentía y la entrega. Los rebeldes decidieron tomar las armas, salir al monte e incorporarse a la guerrilla para darle eficacia a la fe cristiana y ayudar a los pobres. Muchos de estos rebeldes como Torres se centraban en el mandato principal del cristianismo de amar al prójimo. Sentían la obligación de colaborar para lograr un cambio radical en las estructuras políticas, económicas y sociales del país. Deseaban una sociedad más justa y sacrificaban su vida para lograrla, sin importar los medios. Muchos llegaron a la conclusión que la única manera de obtener este cambio era a partir de la lucha violenta. Su actuación muestra cómo las ideas dominantes de la época justificaban el uso de la violencia, yendo en contra de las ideas puramente cristianas.

En el conflicto también hubo el grupo de los “románticos”, aquellos que aprobaban la causa, la respetaban, pero no se ensuciaban las manos. Fueron sacerdotes, políticos e intelectuales que intervinieron en el debate moral e intelectual para justificar las razones de la revolución. Eran los apasionados, las mentes detrás de los actos que influenciaban directamente a los guerreros que se iban al monte a luchar.

Por último, se encontraban los “profetas”: los sacerdotes, políticos e intelectuales que se opusieron completamente a la lucha armada y al uso de la violencia para la lograr cambios en la sociedad. Los profetas se negaron a hacer un pacto con el diablo y traicionar los valores morales de la Iglesia. Pensaban que existían otros medios para alcanzar la justicia social; medios pacíficos y sin sangre. En fin, estos fueron los que tuvieron la razón; fue una lucha inútil, costosa y sin victoria.   

En conclusión, tanto los rebeldes como los románticos encontraban en sus visiones morales y políticas una justificación plena del uso de la violencia. Los profetas nunca aprobaron esta causa, sino que la criticaron enfatizando su carácter secularizado y contradictorio. Iván Garzón pretende abrir un debate sobre la legitimidad o ilegitimidad del uso de la violencia como medio político para alcanzar la justicia.

Hoy en día, la palabra revolución sigue siendo vinculada a la violencia debido a los muchos conflictos traumáticos vividos por numerosas naciones latinoamericanas. En Colombia, como en muchos otros países, los revolucionarios ganaron en el ámbito ideológico, pero no en el práctico. Por esta razón, se puede concluir que en general los conflictos violentos internos solo conducen a desestabilizar los países y a acabar con vidas inocentes. El libro intenta hacer reflexionar a los religiosos e intelectuales participantes en el conflicto armado sobre su responsabilidad o culpabilidad en el mismo. Esta discusión entre la crítica o la justificación de la lucha armada sigue siendo hoy en día necesaria debido a la constante amenaza de las instituciones democráticas en América Latina.

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