“La primera batalla de la próxima guerra”
Realizado el juego un total de 24 veces, en diferentes combinaciones utilizando todas las variables involucradas, cada repetición se jugó en cinco tipos de escenarios (base, pesimista, optimista, los escenarios ‘Taiwán está solo’ y ‘Ragnarok‘). El escenario base incorporó solo los valores más probables para redactar los supuestos clave. En este supuesto, la invasión comienza con “un bombardeo inicial que destruye la mayor parte de la fuerza aérea y naval de Taiwán en las primeras horas de las hostilidades”. Poco después, sin embargo, la invasión termina fracasando al fallar la “lucha de China por construir suministros y moverse hacia el interior”.
Por otro lado, el escenario de ‘Taiwán está solo’ examina un conflicto hipotético en el que Taiwán no obtendría ninguna ayuda de EEUU; una abstención que implicaría que tampoco ningún otro país acudiría en auxilio de la isla. Bajo esta premisa, las fuerzas chinas avanzan lentamente en su invasión hasta que las autoridades taiwanesas deciden capitular varias semanas después, entregando la isla a Pekín.
Por último, el escenario ‘Ragnarok’ tenía como objetivo examinar todas las condiciones necesarias para una victoria china contra una resistencia taiwanesa fuertemente apoyada por Washington. En el ejercicio se revela que China solo necesitaría negar el poderío aéreo de EEUU (tanto sus cazas como sus bombarderos). Si EEUU intentara utilizar aviones con base en Guam, sería vulnerable a los misiles balísticos chinos.
Sin embargo, la mayoría de los escenarios en los que las fuerzas chinas no logran alcanzar su objetivo (21 de los 24 jugados), tienen una suposición subyacente común: Taiwán debe ser capaz de resistir el ataque inicial y aguantar hasta la llegada de las fuerzas de EEUU y de otros aliados. Si no lo consiguieran, lo más probable es que las consecuencias fueran catastróficas para los taiwaneses.
Las principales conclusiones a las que se llegó a través del ejercicio (aparte del hecho obvio de que el número de víctimas humanas alcanzaría niveles no vistos en muchas décadas) sugieren cuatro condiciones necesarias que deberían cumplirse para garantizar que una invasión china pueda ser repelida adecuadamente: las fuerzas taiwanesas mantienen la línea y pueden contener la agresión; EEUU usa sus bases en Japón como plataforma para operaciones de combate; las fuerzas estadounidenses pueden atacar rápidamente a la flota china desde fuera de su área defensiva, y la asunción de que el modelo de la guerra en Ucrania (las naciones aliadas entregan armas y material sin enviar tropas directamente al campo de batalla) no es –ni debería ser– aplicable a Taiwán.
El hecho de que las tropas estadounidenses tendrían que entablar una confrontación directa con el enemigo en el Estrecho si Estados Unidos aspira a tener opciones serias de éxito es algo fundamental a considerar. Durante años, muchos han subrayado la necesidad de una presencia fuerte y permanente de la Marina estadounidense en las aguas del sudeste asiático como requisito previo para controlar la expansión naval china. Como dice el profesor Jim Holmes, “para contrarrestar la estrategia acumulativa de China, las fuerzas navales de EEUU, los aliados y los socios no solo deben aparecer en los puntos críticos, sino permanecerahí, dejando claro que China no necesariamente prevalecerá si estalla la batalla”.
Pero lo que es más importante, la naturaleza aislada de la pequeña isla también significa que cualquier falta de apoyo inmediato con equipos y municiones sería sin duda fatal para las pretensiones de los taiwaneses. En otras palabras, tener listo todo el equipo, armas y tropas antes de que comience la operación es vital para tener éxito contra Pekín. “Cuanto más se demore Estados Unidos en entrar en guerra, más difícil será la lucha”, sugiere el informe del CSIS.
Por lo tanto, para que esto sea más fácil de lograr, los autores brindan una serie de recomendaciones sobre cómo prepararse para este escenario. Entre todos ellos, vale la pena subrayar la necesidad de “fortalecer y expandir la capacidad de la base aérea en Japón y Guam”, la importancia de confiar en “barcos más pequeños y con mayor capacidad de supervivencia” contra los misiles antibuque chinos y desarrollar “mecanismos de rescate para lidiar con barcos paralizados y hundimientos múltiples” (que tendrá lugar).
Desde luego, una empresa desafiante y desalentadora.
A pesar de esto, “una victoria duradera en el Estrecho de Taiwán es posible”, cree el profesor Holmes, “y vale la pena luchar por ella si China organiza un asalto anfibio a través del Estrecho”. Tal victoria, sin embargo, se vería en cualquier caso mermada por la configuración geográfica de la región, que da a China una amplia esperanza de triunfo: ni Taiwán ni el continente se van a mover. Por lo tanto, “Pekín podría intentar una revancha en un momento más propicio; ejerce una colosal presión sobre la isla”, argumenta Holmes.
Sin embargo, al final del día, las conclusiones del juego hablan por sí solas: ambas partes aspirarían a una victoria pírrica, y decenas de miles de vidas se perderían en caso de un conflicto por Taiwán.