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Vista del puerto de Barcelona [Port de BCN]
En la era digital en la que vivimos, la ciberseguridad se ha convertido en un pilar fundamental para el desarrollo y la estabilidad de regiones estratégicas como el Mediterráneo. Caracterizada por su intensa actividad económica, política y cultural, esta área se enfrenta a desafíos únicos en el ámbito digital que requieren una atención urgente y coordinada. La protección de infraestructuras críticas, datos sensibles y sistemas de comunicación es una prioridad para gobiernos, empresas y ciudadanos en toda la cuenca mediterránea.
La ciberseguridad es definida por la Unión Internacional de Telecomunicaciones como la preservación de la confidencialidad, integridad y disponibilidad de la información en el ciberespacio. Este concepto incluye un conjunto de herramientas, políticas, conceptos de seguridad, salvaguardias, directrices, métodos de gestión de riesgos, acciones formativas, prácticas idóneas, seguros y tecnologías que pueden utilizarse para proteger los activos de una organización y los usuarios en el entorno digital. Por otra parte, la Unión Europea la define como “las actividades necesarias para proteger las redes y los sistemas de información, los usuarios de estos sistemas y otras personas afectadas por las ciberamenazas”.
La importancia de la ciberseguridad se intensifica dada la creciente digitalización de empresas y territorios. La transformación digital ha traído consigo tanto nuevas oportunidades como una mayor vulnerabilidad ante las ciberamenazas. Proteger la información y los sistemas críticos es ahora una necesidad ineludible para garantizar la estabilidad y el progreso de la zona.
En el Mediterráneo, el aumento de la digitalización ha generado un incremento exponencial de las ciberamenazas, ahora más sofisticadas y difíciles de detectar. Los sectores marítimo, portuario o logístico, esenciales para la economía de la región, se enfrentan a riesgos cada vez mayores, desde ataques de ransomware capaces de paralizar operaciones portuarias hasta el robo de información, cuyas consecuencias pueden ser devastadoras para la región.
Así, la ciberseguridad ya no puede entenderse como un lujo, sino como una necesidad fundamental para los estados y organizaciones. Invertir en capacidades de ciberdefensa, desarrollar los marcos legales adecuados y fomentar la cooperación internacional es esencial para mitigar los riesgos y garantizar la seguridad en el ciberespacio.
Mediterráneo digital: Un mar de amenazas
El Mediterráneo se enfrenta a una serie de amenazas cibernéticas que complican su estabilidad y prosperidad. Tales amenazas abarcan desde ataques a infraestructuras críticas hasta el uso de internet por grupos terroristas, y necesitan una respuesta coordinada y proactiva.
Una de las mayores preocupaciones es la de la protección de infraestructuras críticas en la zona, como puertos, cables de fibra óptica y, especialmente, ‘hubs’ de comunicaciones. Los puertos mediterráneoscumplen un papel fundamental en el comercio internacional y la seguridad energética, y son clave para la estabilidad y prosperidad de toda la región. La interrupción de las operaciones en los mismos puede tener graves consecuencias, tanto económicas como geopolíticas. No es sorprendente, por tanto, que la Agencia de la Unión Europea para la Ciberseguridad, ENISA, haya destacado la importancia de que los puertos europeos aborden las nuevas ciberamenazas para garantizar la integridad de sus operaciones.
Las infraestructuras críticas son vulnerables a muchos tipos de ataques. A modo de ejemplo, en 2018, el puerto de Barcelona sufrió un ataque de ‘ransomware’ que afectó a varios de sus servidores. Aunque en este caso las operaciones marítimas no se vieron comprometidas, el incidente forzó la activación de planes de contingencia y puso de manifiesto las vulnerabilidades en los sistemas informáticos de una de las infraestructuras portuarias más importantes del Mediterráneo, revelando la necesidad de mejorar las medidas de ciberseguridad en puertos; a pesar de que la organización logró contener el impacto del ataque, el incidente demostró que hasta las infraestructuras críticas bien establecidas pueden ser vulnerables a las amenazas cibernéticas.
Otro caso de seriedad parecida tuvo lugar en octubre de 2022, cuando se produjo un sabotaje físico a los cables de fibra óptica cerca de Marsella, en Francia. Este ataque, con sospechas de haber sido deliberado, afectó a la conectividad de internet a nivel global. Los cables cortados eran puntos de aterrizaje cruciales para varias conexiones submarinas de internet, lo que provocó una reacción en cadena de problemas de conectividad en Europa e incluso más allá. Concretamente, la interrupción causada por este sabotaje tuvo repercusiones en la conectividad entre varias zonas, como Marsella-Lyon, Marsella-Milán y Marsella-Barcelona, subrayando la interdependencia de las redes de comunicación en la región mediterránea, y poniendo de manifiesto la vulnerabilidad de las infraestructuras de comunicaciones críticas y la falta de medidas adecuadas para proteger estos activos vitales.
Los ciberataques a sistemas de navegación juegan también un papel importante en la seguridad de la zona. Un caso que ilustra perfectamente la falta de preparación para repeler este tipo de ataques ocurrió en enero de 2025, cuando un adolescente italiano de 15 años logró hackear y alterar las rutas de varios petroleros en el Mediterráneo. Utilizando solo un ordenador personal, y desde su habitación, el joven logró acceder a los sistemas de navegación de varios buques petroleros, alterando sus rutas programadas. Este suceso evidenció la fragilidad de los sistemas de seguridad marítima, así como la facilidad con la que un individuo, incluso sin recursos sofisticados, pudo comprometer la correcta actuación de elementos tan importantes. Las autoridades italianas, sorprendidas por la magnitud del ataque, destacaron la necesidad urgente de reforzar la ciberseguridad en el sector marítimo.
Otra modalidad de amenaza cibernética es el ‘phishing’, técnica con la que la ciberdelincuencia busca obtener información confidencial, y cuyo uso ha aumentado en los últimos años, con la duplicación de ataques en Estados Unidos y en Europa. El ‘phishing’ representa un riesgo considerable para empresas y ciudadanos del ámbito Mediterráneo, pues puede comprometer la seguridad de los sistemas informáticos, propiciar el robo de datos personales y financieros, y hasta dañar la reputación de organizaciones.
La amenaza del ‘phishing’ también afecta a infraestructuras marítimas, especialmente a aquellas situadas en alta mar, como las plataformas petrolíferas o buques especializados. En estos casos, los atacantes buscan credenciales de personal o explotan accesos remotos para infiltrarse en los sistemas de control industrial, comprometiendo tanto la seguridad operativa como medioambiental. Estas infraestructuras, por su aislamiento y dependencia de sistemas automatizados, resultan especialmente vulnerables a ciberataques dirgidos.
Finalmente, aunque el uso de internet por grupos terroristas es un fenómeno global, representa un desafío compartido para los países del Mediterráneo, que enfrentan riesgos comunes debido a su proximidad geográfica con zonas inestables. Un ejemplo de este impacto regional fue la célula responsable de los atentados en Barcelona y Cambrils en 2017, cuyo proceso de radicalización tuvo lugar principalmente a través de internet, como señala el Real Instituto Elcano. La lucha contra esta amenaza ha sido destacada por el Consejo de la UE como una prioridad estratégica
Todos estos casos demuestran la falta de preparación para enfrentar ciberataques sofisticados en la región. Cada incidente subraya la urgente necesidad de fortalecer las defensas cibernéticas. La facilidad con la que estos ataques se llevaron a cabo demuestra que las medidas de seguridad son insuficientes para proteger las infraestructuras críticas. Además, la interconexión de los sistemas en la región hace que un ataque localizado pueda tener repercusiones de amplio alcance, como ocurrió con el sabotaje a los cables de Marsella.
Los incidentes han servido como una llamada de atención para las autoridades y operadores de infraestructuras críticas del Mediterráneo: es evidente que se necesita una inversión significativa en tecnología de ciberseguridad, formación de personal especializado y desarrollo de protocolos de respuesta más robustos. También ponen de manifiesto la importancia de la cooperación internacional en la lucha contra las ciberamenazas debido a su carácter transfronterizo.